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Reseña de la conferencia de Juan Vallet «Intoxicaciones rousseaunianas en las creencias religiosas»

Reseña de la conferencia de Juan V allet:
"INTOXICACIONES ROUSSEAUNIANAS :EN LAS
CREENCIAS RELIGIOSAS"
El día 4 de enero, en la Institución Cruzada Santa María,
Juan Vallet de Goy,tisolo habló acerca del tema, hoy más canden­
te que nunca, de las jntoxicaciones. que las creencias religiosas
sufren de ideas democráticas de procedencia
roussea.{miarta. Co­
menzó advirtiendo que mientras el año pasado había expuesto las
conclusiones de un largo trabajo de estudio realizado acerca de
las masas, en este año trataba ·más bien ·de Comunicar unas in­
quietudes que merecen un estudio
sereno, desapasionado y pr-o­
:fundo.
La raíz de estas preocupaciones se halla en -la afirmación de
que el hombre moderno tiene grandes dificultades, que a veces
rayan en la incapacidad, para comprender algunas verdades de
nuestra fe. Aseveración que choca con otra, continua·mente repe­
tida, de que por fin el hombre "ha deveni paradoja!...
Recordó al respecto ciertos casos conocidos, protagonizados
por sacerdotes o religiosos, que chocan con la inteligencia tradi­
cional de los dogmas del pecado original y de la inmaculada con­
cepción de María, que soslayan
el tema del cielo y el infierno y
la existencia de ángeles
y diablos; la anécdota de que un
un
seglar ha

abordado pintorescamente, en una edición en curso
de la Sagrada Escritura,
el relato bíblico de Caín y Abe!, expli­
cándolo con una mentalidad periodística actual, como si él hubiese
estado allí.
Y, en especial, subrayó la resistencia, evidente en
el clero, frente a la constitución jerárquica de la Iglesia y la de
obispos y cardenales frente su coronación monárquica
y respecto
de su carácter de depositaria
de la ver También notó que, allte esas reacciones, hai1 sido mantenidas
diversas orientaciones tendentes a
darles ·salida:
Una: que trata de dar libre c:urso a las dudas, asegurando
que aquellas verdades no son sino· símbolos, a
los. que
debe dár­
seles una forrnu1ación moderna, y que igualmente la constitución
de la Iglesia debe adecuarse al hombre 199
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Otra: que sin llegar a tanto, o aun rechazándolas totalmente,
entienda que lo mejor para guardar la sustancia es cambiar la
forma, y así las verdades deben ser expresadas de un mdo ase­
quible a la mentalidad de hoy, o incluso dejarlas como entre pa­
réntesis, no hablando de ellas para no perturbar la práctica pas­
toral, pues el cristianismo es vida y ejemplo y no un conjunto
de dogmas. ¿ No es acaso algo de eso lo que ha hecho el catecismo
francés al dar sólo parte del texto del Evangelio de San Lucas, I,
26-28, que narra la Anunciación, o al soslayar el versículo 14 y va­
rios incisos de los 12 y 15 del capítulo V de la epístola de San
Pablo a los Romanos, qne refieren el pecado original?
Pero,
¿ cuál es la causa de esas dificnltades de inteligencia y
aceptación?
-¿ Será la mayor racionalidad del hombre de hoy, que le hace
desechar las verdades reveladas que no entiende? Sin embargo, a
través de la historia vemos mentes preclaras y de gran capacidad
de raciocinio, a cuya razón no sólo no han repugnado sino, al
contrario, las ha aceptado y se ha adherido firmemente a ellas.
-0, ¿ no será más bien que hoy se vive un ambiente empa­
pado de -creencias contrapuestas a las verdades cristianas que no
permiten contemplarlas límpidamente, sino a través de unas gafas
modernas demasiado obscuras para su percepción que, incluso, ha­
cen que aquéllas resulten inaceptables para las mentes preconforma­
das con esas nuevas creencias que han invadido el ámbito religioso?
De ser así, aquellas tácticas de concesiones o de soslayar toda
referencia
iT·esultarán totalmente
equivocadas, pues no extirparán
la causa sino, al contrario, facilitarán
el desarrollo de los errores
causantes al liberarlos de
la contradicción de fos principios reli­
giosos que les resultan opuestos.
El disertante apuntó que, a su juicio, las dificultades dima­
nan de unos conceptos de libertad, igualdad, fraternidad y digni­ dad humana y acerca de la situación del hombre ante la obra
creadora y ante el orden de la naturaleza, que no son cristianos,
pero que han penetrado intensamente en la sensibilidad y la mente
de muchísimos católicos hasta intoxicar sus propias creencias re­
ligiosas que van contraponiéndose no sólo a la organización ecle­
siástica tradicional, sino incluso a los mismos dogmas de fe.
Buscó su origen en los principios con los que Rousseau cons­
truyó la teoría de la democracia moderna. Este partió del presupuesto, presentado a principios del siglo
xv,n por Lahontan, del buen salvaje y de su inocencia idílica,
considerándolo bueno por naturaleza, por ser ahistórico, y esti-
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mando qne han sido las estrncturas históricas las que han corrom­
pido al hombre civilizado.
Para Rousseau :
-los hombres nacen buenos, libres e iguales, y son recusa­
bles todas las desigualdades heredadas.
-la razón del hombre nace también libre; no
la limitan ni la
realidad

de los hechos ( que, afirma, deben descartarse, pues nada
tiene que ver con la cuestión), ni un orden natural, ni la Reve­
lación (en la que él no creía); y la única guia para la razón indi­
vidual radica ,en la :razón general, y la de Ja voluntad de cada uno
en la voluntad general, fruto del mítico contrato social.
-y, por eso mismo, el poder viene de a·ba.jo, reside en el pueblo
(no estructurado orgánicamente, sino como suma numérica de in­
dividuos aislados e iguales), y sube hacia los gobernantes elegidos
por sufragio universal.
Aun prescindiendo de lo que Rousseau negaba por su agnosti­
cismo, sus afirmaciones políticas han sido consideradas incompa­
tibles con algunos dogmas básicos de nuestra religión. De Mais­
tre, Bonald, Veuillot,
Le Play, Donoso Cortés, Msr. Henri Delas­
sus, entre otros autores, demostraron que ese hombre rousseau­
niano, naturalmente bueno y rawnable, no es compatible con el
peso del pecado original, y que el rechaw de toda desigualdad
heredada repele igualmente la transmisión del pecado original de
generación en generación. Se comprende también que a
la igual­
dad, por él proclamada, ha de repugnarle toda desigualdad ante
Dios, y, por consiguiente, tanto la predestinación y virginidad
de María como la división para siempre entre ángeles buenos y
ángeles rebeldes, entre santos y condenados. Ni siquiera la pre­
dilección de Jehová por los sacrificios de Abe! encaja en una
mentalidad que sea igualitaria hasta
las últimas

consecuencias.
El dogma democrático de la razón general es incompatible con
toda verdad· objetiva que dicha razón general no reconozca, pues
esa razón general tiende a no admitir límites de ninguna clase.
Eugenio Vegas Latapie, en su discurso de ingreso en la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas, recordaba al respecto
las palabras de Kelsen en su
Teoría General del Estado: "La
causa de la democracia aparecerá desesperada si se parte de la
idea de que el hombre puede alcanzar verdades y poseer valores
absolutos,"
Si lo absoluto es la voluntad general, la sociedad no podrá
ser teocéntrica, sino antropocéntrica; y como esta voluntad puede
cambiar, no habrá verdades absolutas, sino relativas, según el
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tiempo -_y lugar, y .nuestra mente trazará ·una línea .evolutiva de
estas
verdades relativas que se moverá
á Tompá.s-y en 1a direc­
ción de los cambios de opinión pública.
Si la verdad es definida por la razón universal,
¿ no ha de
chocar acaso que de
ella sea deposita.ria una jerarquía, y especial­
mente

un hombre, que hayan recibido el cuidado del depósito re­
velado?
Especialmente se detuvo V allet en mostrar que de
· las

premi­
sas de Rousseau resulta que si
el hombre

es bueno y
la sociedad
lo hace malo: no hay pecado original de desobediencia del hombre
a Dios, no hay pecado persona1 y menos aún transmitido; pero
hay, en cambio, un pecado .social, cometido a _comienzos_.de fa
humanidad, constituido por Íos actos admitidos contra la igualdad,
y también unos coindicionamientos psicosomáticos, hereditarios -Y
ambientales derivados de la presión de los prejuicios sociales de
los que debe liberarse. Intento que se
.-eitera .desde hace

casi dos
siglos, cada vez más frenéticamente, en todos los campos, desde
lo político a lo sexual.
Como Rousseau descartaba los hechos y se agarraba a un
mito, nada podía importarle que el análisis del hombre, incluso
de cualquier niño
-<:orno el

que hizo
Darwin de
un hijo suyo
de menos de dos año~, muestre al lado de sus buenos instintos
-bondad,
inteligencia, cariño-
otros sentimientos malos
--có­
lera, miedo, envidia, respeto humano, disimulo, mentira-, ni pudo
prever que -<:orno escribió Le Bon-un siglo después: j la per­
suasión de que los hombres y los pueblos nacen iguales y buenos
no hubiera causado sino catástrofes y guerras!
También es. lógica esta consecuencia: si la sociedad deprava
al hombre, es preciso destruir la sociedad causante de todo el
mal que el hombre sufre. Así, después de Rousseau, lo han rei­
terado: Marx -con su mito, cada vez más utópico de que la so­
ciedad socialista no necesitará del Estado ni del Derecho-;
Marcuse -que, si aquél quiso "desalienarnos", ha querido "des­
Condicionamos"
de esa· sociedad represiva de los instintos hu­
manos
¡ naturalmente buenos!-, y Mao -que con su revolución
cultural
ha querido borrá.r, incluso de la memoria, todas las ideas
heredadas de esa sociedad corrupta y toda su cultura- .. , Aunque,
después de pagar el precio de tantas destrucciones,
¡ jamás llega­
mos a ver al hombre liberado, sino
más sometido cada vez al
poder del Estado y manipulando
bajo el

señuelo de un mito ...
!
¡ vuelto a repetir, por -otros, después de cada fracaso ... !
Llegado a este punto, el disertante subrayó que el objeto de
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su exposición no era crrt1car la democracia, sino tratar de ver
el reflejo que sus ideas han tenido en materia religiosa.
Para ello estimó conveniente el examen previo
·de las
reac­
ciones e impactos producidos por esa doctrina en el catolicismo.
Aparte de

la postura de repulsa y declaración de incompati­
bilidad, antes expuesta, frente a las ideas rousseaunianas, pode­
mos observar, en un sentido
de mayor o de menor aproximación,
las siguientes posiciones :
a) La postura adoptada por la Iglesia al autorizar e incluso
animar a los católicos a entrar en el juego político, desde León XIII y el
Ra/,/íement francés, de cuyos fruto's poco óptimos
escribió Pierre Gaxote -en "La -república oomo ;religión", publi­
cado en el núm. 47 de Acción Espam/,J,. Después del triunfo
en la última gran guerra de los
países democráticos,
Pío XII
pre­
cisó el concepto cristiano de democracia y distinguió con gran
precisión pueb,lo y masa. Juan ,XXIII,. en Pacem in terris, la situó
dentro
de la armonía del orden de
la naturaleza creada por Dios,
y precisó su aceptabilidad como medio de
dección de
los gober­
nantes y su inadmisibilidad como fundamento del derecho y el deber. No olvidemos que
la Iglesia no ha condenado ninguna de las for,
mas de gobierno clásicas, sino sus Vicios, fundamentalmente los
del liberalismo (en sus tres formas explicadas en la E. Liberto,s),
el positivismo (muy reiteradamente), el socialismo (en la E.
Quadraggesimo mnno) y el totalitarismo, ya sea nacional socia­
lista
{E. Mit Brennender Sorge) o comunista (E. Dwini Re­
demptoris).
Como el liberalismo, visto desde el ámbito religioso, no se re­
fiere fundamentahnente · a la relación del individuo con el poder
político, sino con la verdad revelada o inducida del orden natural,
resulta que este vicio, e igualmente el positivismo, pueden pade­
cerlos tanto una democracia como una dictadura. Ocurre, sin
embargo, que en ésta d vicio queda a 1a vista y sin justificación,
mientras

que en las democracias se
trata de

justificarlo
todo con
el dogma de fa soberanía popular.
b) Si ésta ha sido la- postura minimalista, una posición in­
termedia entre ésta
y la maximalista es la_ expuesta por Maritain,
principahnente en su H umamisnw integ.-al, que tiene la pre­
tensión de alcanzar una sociedad a la vez teocéntrica y humanista,
que renueve la primera cualidad, lograda en la Edad media, y
mantenga la segunda, alcanzada en
la Edad moderna. Para ello
partió de la distinción entre individuo y persona, como base de
su concepción comunitaria
y personalista· y de su ·construcción del
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Estado laico cristiano. El fin de éste es la búsqueda de un plano
común de convivencia en el respeto de la persona humana y a su
libertad, que no se alcanza en un Estado confesional en el cual
sólo cabe la tolerancia. Así rechaza la -cristianización desde arriba,
como instrumento de lo sagrado, y sólo acepta la cristianización
desde abajo, con la difusión de un espíritu resultante del cristia­
nismo.
Leopoldo Eulogio Palacios hiw una magnífica crítica de esta
tesis de Maritain en su libro
El mito tJe la nueva cristiandoJd.
Al estar sometido el hombre, como individuo, al bien común tem­
poral y al uo estarlo en lo espiritual, o sea el hombre como per­
sona, ,resulta, por tanto, que Dios queda fuera del bien común de­
fendfüle por el Estado. Así, como dice el mismo L. E. Palacios, le
corroe por dentro "la preocupación moderna de reconocer al hom­
bre derechos por el mero hecho de ser hombre, prescindiendo de
su finalidad en el bien común universal y divino que es Dios''. Sólo una roca viva de fe, como Maritain, puede escapar a la
lógica de su construcción, y sólo una mente .escindida puede ser
realista en doctrina filosófica y caer en la práctica en el idealismo
con ese mito, construido apoyándose en una distinción pintada
en la pared (como el clavo pintado, en ella, del cual el neotomista
Noel observó que solamente podía colgársele una cadena igual­
mente pintada) tal como lo es la distinción entre individuo
y per­
sona, pues el hombre es inescindible y, precisamente, muere
al separarse su espíritu y su materia, su cuerpo y su alma.
e) La postura maximalista de aproximación la representa­
ron: Lammenais y su movimiento L' Avenir, condenados por
Gregorio XVI en la
E. Mirari vos; leSillon, de Marc Sagnier, que
fue oondenado
por San Pío X en su carta N otre charge apos­
tol«¡u;e, y, actualmente, el progresismo, infectado, además, en am­
plios sectores por ideas y praxis marxistas.
Notemos que el progresismo trata de hallar la vía media en­
tre dos afirmaciones contrapuestas: la cristiana, "en el pecado
del hombre, está el principio del mal",
y la opuesta, "en 1a socie­
dad
y, en consecuencia, en su Creador e inspirador, es donde
radica" (no olvidemos que el teólogo italiano Tonino ha llegado
a decir que el Hijo redimió al Padre del crimen que cometió
contra el hombre al expulsarlo del Paraíso). Nada menos que Prohudom había dicho: "El socialismo, ayu­
dado por la democracia extrema, diviniza al hombre al negar el
dogma de la caída, y, por lo tanto, destrona a Dios, inútil ya
para la perfección de la criatura."
204
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El intento actual del progresismo democristiano pretende que
Dios delegó
en el hombre para que éste, con su progreso, termi­
nara la construcción de
la ciudad terrena, y que a eso se dirigió,
también y muy principalmente, su Redención: para
lrberarle de
todas

las
esclavitudes.
¿ Se ha borrado, pues, su pecado original y ha sido liberada su
razón de
la sumisión a todo orden que no sea el construido por ella
misma en eonstante evolución, conforme a la cual ha de irse en­
tendiendo la revelación?
El fin supremo lo expresó
con esa
mentalidad Teilhard de
Chardin ·en Lo que yo creo: "Una convergencia general de fas
Religiones sobre nn Cristo Universal que al fondo las satisface
todas: tal me parece la única conversión posible del Mundo, y la
única forma imaginable para una Religión del porvenir". Salie­
ron, en su artículo "La religion democratique" en Itin,eraires, 74
(junio 1963), comentó: "Fe en el mundo, en el progreso, en la
ciencia, el porvenir; fe en la vida, fe en todo lo que viene de aba­
jo y va a la vez hacia lo alto y hacia adelante
-he ahí la fe de­
mocrática" ... "Asombra que un católico pueda profesar esa fe,
puesto que es exactamente lo contrario de la· fe cristiana."
Esa idea, ¿ no impulsa al hombre, como un nuevo Prometeo,
a eonsiderar que lo primero es la acción para construir la ciudad
terrena?, y, a -su vez, ¿ no va constriñendo -salvo a almas de
una fe sobrenatural berroqueña- a no ver en Dios sino el sen­
timiento que nos impulsa hacia la construcción de la sociedad de­
mocrática y para quien sólo nuestro triunfo es el suyo en lá tie­
rra? Así readsorbemos el reino de Dios en este mundo, y situamos
acá una p,arusia del hombre colectivo.
Notemos que, incluso en su postura minimalista de acepta­
ción,
la práctica democrática lleva insensiblemente a muchos a
extender la aplicación de la ley de la mayoría para la determina­
ción de lo verdadero y 1o justo-, y ron ello a1l excepticismo acerca
de la verdad objetiva, a la aceptación de cualquier ley democráti­
camente aprobada, a una inclinación igualitarista que ----como subrayó Tocqueville- no tiene límites
y prepara las mentes para
deslizamientos sucesivos
hacia posiciones más radicales.
Inevitablemente la vida democrática produce una
praxis que
repercute y pesa en la mentalidad religiosa.
En el grado medio de aceptación, es decir, en ·el mariteniano,
da lugar, como consecuencias principales a: una interpretación de
la libertad religiosa que no tiene otro límite que el difuso y va­
riable del orden público que se quiere reducir a su sentido más
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estricto y restringido,_ y el -~cer de la conviven_cia. humana el ·cen­
tro de todo, El siguiente
paso está én aplicar
esos criterios de libertad re­
ligiosa a la
aceptación del

divorcio (como lo ha aducido
el P. Díez
Alegría)
y del ·aborto terapéutico (como Etudes), mientras la
ola pornográfica en algunos
países demuestra

que la valla del
orden público en esta materia se. va retrasando a medida que la
inmoralidad crece y se generaliza. Además, a_l dar la impresión
de que la convivencia humana es el centro de todo, se acepta fá­
cilmente que la Iglesia tiene el fin de servir a la humanidad, en
las
demeratOJ de su paz y de su desarrollo, que así pasa de ser
sólo una consecuencia refleja de una verdadera cristianización, a
convertirse en la finalidad d,recta y urgente que ha de ¡perseguirse
de modo inmediato. . . .
Es fácil, entonces,

dar
otro pasó, ron el cual la humanidad se
autodiviniza.
Demos ocupa el lugar del Logos; y por fin, el hom­
bre se·. "desalie~,, en la medida en que, para él, se produce la
muerte de Dios.
Por otra parte, esa orientación conduce. al triunfo de la Revo­
lución, pues la religión de la igualdad, la religión democrática y
socialista, lleva a ella como camino hacia un ideal, hacia un mito,
que resiste todos tos fracasos de la realidad y todas. las experien­
cias de la historia y de la implacable realidad actual.
No menos que esa postura, la mariteniana tiende también a
fa­
vorecer un. nuevo concepto de la libertad, que se pretende que
existe
respecto al Dios de lo Alto en el orden político, orden
al cual la persona no está sujeta; pero que se rechaza ante
el Dios
de en adelante, al que el individuo se halla i;ometido.
Ello

produce un falso concepto de la libertad, de la justicia,
de la igualdad, de la fraternidad
y de la dignidad humanas y con­
duce a un indiferentismo religioso, semejante al que ya San Pío X
había observado en su carta sobre la
Sillon (cfr. núms. 22, 23, 24,
25, 32, 34,
3,7), al

decir: "Nos tememos algo todavía peor. El
resultado de est.a promiscuidad en el trabajo,
el beneficiario de
esta acción social cosmopolita no puede ser otro que una demo­
cracia que no será católica, ni protestante, ni judía: una religión
(porque el sillonismo, sus jefes, lo han dicho, es una religión)
más universal que la Iglesia católica, reuniendo a todos los hom­
bres
conv-er:tidOS-, finalmente,
en hermanos
y camaradas en «el
reino de Dios». «No se tra:baja para la Iglesia: se tra,baja para
la

humanidad»" (núm. 39).
Mientras tanto, los mitos
y sentimientos pseudo-religiosos de
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igualdad minan la bases del orden social, tal como· había dicho
también -Pío X, refiriéndose al movimiento sillonista: "rechazart
la doctrina recordada por León XIII sobre los principios esen­
ciales de
la sociedad, colocando. la autoridad en el pueblo o casi
suprimiéndola y tornando cOmo idea-1 para realizar la nivelación
de clases. Caminan, por consiguiente, al margen de la doctrina
católica, hacía un .ideal condenado" (núm. 9); y al señalar que así
pueden imp1.Ilsar tino hacia el progreso, sino hacia la muerte" en
su "ensueño de cambiar las bases naturales y tradicionales de la
sociedad y de prometer una ciudad futura edificada sobre otros
principios, que ellos tienen la osadía de declarar más fecundo.s,
más beneficiosos que los principios sobre los cuales reposa la
ciudad
cristiana actual"
(núm. 10).
Pero, además, como el principio demoCrático de ia razón ge­
neral,
de la voluntad nacional, de
la conciencia· universal, se basa
en un escepticismo
acerca del

conocimiento {si es que
no también
de la existencia) de la verdad objetiva, que uo se admite ,puede
captarse sino de

modo
snbj etivo,
en
¡,atte y
fenoménicamente,
por cada hombre; resulta que
la democracia coloca la razón y la
autoridad en el pueblo considerado como suma de individuos, se­
gún :la -regla de "un hambre, un voto".
Esto, en el campo religioso, se proyecta en los aspectos negac
tivo y positivo del modernismo, que también San Pío X condenó
en su Encíclica Pascendi Donirinici gregis: el agnosticisnw, que
rechaza toda revelación externa (núm, 7), y la imnccnencia vit(])/,
mediante la. cuil:L se la admite en el interior del hombre (núm. 5),
como una revelación en su subconsciente de donde brota el sen­
timiento religioso (núms. 6 y 8) y del cual la inteligencia extrae
fórmulas secundarias, o sea los dogmas, que para el propio mo­
dernismo no son sino símbolos que evolucionan con este senti­
miento y la profundización de su inteligencia (núms. 9 y 10). Se­
gún lo cual los libros sagrados no contienen sino una. colección
de experiencias de ese orden (núm. 21), y la Iglesia no es más
que la conciencia religiosa colectiva (núms. 22, 24, 26), natural­
ralmente en evolución (núms. 25 y
27).
Por eso, .el disertante volvió a preguntar si ante esos errores
y los más descarados aún del actual progresismo -de los cuales
Maritain, en
Le paysan de /,a Garonne, ha dicho que a su lado
aquéllos
no
fueron sino

un
simple catarro-

:
¿ Ha y que pensar que
nos hallamos ante normales consecuencias de una mayor racio­
nalidad del hombre? ¿ O, más bien, que obedecen al hecho de que
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muchas mentes actuales están imbuidas de unos dogmas que no son católicos, sino frutos de una pseudo-religión democrática?
Vallet se mostró muy inclinado
a responder afirmativamente
a la última pregunta. Los principios rousseaunianos parten: del
agnosticismo sowe la verdad n:.tural y revelada, la inmanencia hu­
mana
y la candencia universal; de la igualdad absolutr, de los
hombres, su
libertad para hacer un mundo a su medida, su bondad
natural, incompatible con el pecado original, y de la perversión de
las
instituciones
que no comporten la igualdad económica y .social.
Son dogmas democráticos que pesan sobre las mentes de mu­
chos católicos, incluso de gran parte de la jerarquía en algunos
países. Y, sin embargo, son falsos dogmas, utopías condenadas
por
la experiencia y la razón serena, pero que son manipulados por
esa propaganda que ha invadido todos los medios de comunica­
ción de masas, incluso los religiosos, y que excita sentimientos no
exentos de soberbia, envidia y apetitos concupiscibles.
Son contrarios a nuestros dogmas católicos, pero están alimen­
tados subconscientemente por una desviación de origen democrá­
tico de la religiosidad de muchon católicos a quienes inyectan
una pseudo-mística que ayuda a difundirlos e impulsarlos.
Y, como son contrarios a verdades reveladas, a dogmas ca­
tólicos y al magisterio tradicional de la Iglesia, por eso sus ada­
lides invocan el simbolismo y la evolución de aquéllos y necesi­
tan apoyarse, también
en lo religioso, en la conciencia universal,
a tono con su mentalidad democrática.
Concluida la exposición hubo un animado coloquio que duró
una hora,
y no sabemos cuánto más hubiese continuado si el ho­
rario lo hubiese permitido, pues la atención y el interés del audi­
torio se mantenían verdaderamente vivos.
208
CIO.
Véase en VERBO núm. 34-35:
-la

carta
N OTRE CHARGE APOSTOLIQUE, de San Pío X,
condenando a Le Sillon; y
-el estudio de Louis SaUeron: ¿ TmNE AÚN SENTIDO
LA CARTA SOBRE "LE Sil.LoN"?
Y en VERBO núm. 65-66:
-la Encíclica Pascendi Dominici Gregis de San
Pío X, condenando el modernismo; y
-el estudio de Eugenú, Vegas Latapie, EL MODER­
NISMO DESPUÉS DE LA
"'PASCENDI".
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