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¿Quién es y hacia dónde va el hombre?

¿QUIEN ES Y HACIA DONDE VA EL HOMBRE?
Escepticismo, pragmatismo y hedonismo, tentaciones del hom­
bre culto
y con bienestar, que no atiende la llamada del
Padre.
«El hambre, efectivamente, de 1uyo, no tiene un saber claro y
"seguro de su propia razón de vivh; .sucede por ello que, cuanto
"más reflexivo se vuelve, tanto más Je siente invadido por una duda
v acerca del porqué de su propia exi.rtencia, y fácilmente se convier­
"te en víctima de la aristocrática tentación del escepticismo ( ¿para
"qué vale vivir?), o de la empfrica del pragmatismo (obrar por obrar,
"pero, ¿para qué?), o de la que aún e.r peor, del hedonismo (gozar
"la vida, he aquí todo;

¡"carpe diem"!) .. Es éste un
tormento que
ncrece-con el crecer de la ctdtu-ra '.)' de la posesión temporal de la
"civilizaci6n: el sentido de lo sin sentido, de la inutilidad de la vida.
"He
aquí
por
qué la literatura tiene con

bastante frecuencia
un esM
,,bozo pesimista;
he

aquí por
qué l.a desesperación pa,rece el final
"obligado

del
hombre: "Nadie nos

ha
llamado". ¿Recordáis la pa­
"rábola
evangélica

de los
desocupados, que
son después
llamados para
"trabajar
en la viña del "Padre de

familia"? (Mat., 20).»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 17 de noviembre de 1971; traducción
de
Ecclesia núm. L'.569 del 27 de noviembre.
El hombre-tipo del secularism.o contemporáneo cree que la
ciencia es capaz de explicar todas las cosas y satisfacer
todas sus necesidades.
« ... ahora pensamos, como decíamos, en el hombre moderno, es
"decir, en la

mentalidad del que se alimenta de la experiencia de la
"vida contemporánea, y que se considera autosuficiente, ex_ento del
''recurso a

Dios, a su Providencia, a su Presencia sobre
y dentro de
"nosotros,

a su Justicia, fuente
para nosotros

de temor
y de responM
"sabilidad,
a

su Paternidad, que
apenas la

consideramos,
nos invita
"a
deshacernos en amor y en alegria. Es decir, en -el hombre dispf!'l'r
"sado
de

la relación religiosa,
y solo consigo mismo y con la sociedad
231
Fundaci\363n Speiro

') la naturaleza que lo rodean.' La idea de Dios está prácticamente
''extinguida

en los que reciben la educación propia del
secularismo
Ncontemporáneo,
síntesis

de
todas las
opiniones que niegan la Rea­
"lidad trascendente y la V erdad1 baio determinadas formas, viviente
''e inmanente dentro de

nosotros. El
hombre-tipo, como
debería
ser
''y es el discípulo del ateísmo que podemos llamar oficial, de _nues­
"tra época1 afffma que no tiene necesidad de Dios; basta la ciencia
"con todas

sus conquistas prácticas; la cien_cia, capaz de
conocer y de
"explicM todas

las cosas,
y que satisface todas sus necesidades es­
"peculativas, prácticas,

sociales
y económicas.» J
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 10 de octubre de 1973
«(O. R.)> del
11

de octubre de 1973; original italiano; traduc­
ción de Ecclesia núm. 1.663 del 20 de octubre).
Vacío de la pretend!da autosuficiencia del hombre de hoy,
que le convierte en un pobre de deseos exasperados, en­
gañados o desilusionados.
«Observando los enfoques de este problema en la realidad his­
"tórica,
psicológica y sociológica de nuestros días, ¿podemos decir
"que
el

mismo, el
problema religioso,. ha

tenido soluciones positivas?
"¿Satisfactorias?
'"Grosso modo",

es
decff1 en el coniunto de la cul­
"tura profana
moderna,

en la mentalidad de las-personas contempo­
"ráneas nuestras, debemos reconocer desgraciadamente que el dia­
" grama

de
la religiosidad gffa hacia

la negación. Lo hemos dicho
en
"otras
ocasiones:

la
indiferencia, la

duda, el rechazo, la hostilidad
,,hacia la

religión; señalan un crecimiento negativo, al menos en
las
"conclusiones

especulativas
y p,rácticas; todo tiende a excluff a Dios
"del pensamiento y de l.a.r costumbres. La, vida se hac~ cada vez más
"profana! laica1 secularizada. El hombre de boj, se considera seguro
"de
bastarse

a
Sí mismo y de poder prescindi,r del reconocimiento
"del
nombre de

Dios
y de la celebración de su gloria. La legitima
"delimitación profana

de
·los diversos_

campos del
saber y de la ac­
"ción tiende

a
conseguff la superioridad total y a excluir a Dios de
"todos los campos de la-vida humana.
_ »Pero

prestemos atención. Esta exclusión
1 ya sea espontánea o
"forzada, deia un

gran
vacío. Llegan

a
faltar los
principios supremos
"del pensamiento y de la acción. Se pretende colocar al hombre en
"el puesto

de Dios. Pero el humanismo
descubre rápidamente su na­
"turaleza;
es decff, no

puede
deiar de ser una aspffación de
la
vida,
"al ser
1 un deseo ideal, una insuficiencia, un hambre, un conato y1
232
Fundaci\363n Speiro

"por ello, frecuentemente, al final, una desesperación, es decir, el
"abismo del

absurdo.
Podríamos citar
una cantidad inmensa de
tes­
"timonios
dolorosos

( cfr., por ejemplo,
la de Klaus Mann, en Ponte,
"1949, págs. 1451-1464).
"
»Nuestra época, con el intento de suprimir el recurso · a Dios, es
"decir, a

la religión, calificada como inútil, más aún, pet'judicial para
"el progreso
humano, exaspMa hasta

llegar a la idolatría, es decir, a
"la exaltación

absoluta,
la aspiración del hombre, hasta la desilusión
"anárqUica y nihilista (cfr. Marcuse, -etc.). El hombre moderno se ve
"obligado a

declararse
pobre, un
pobre de deseos
exasperados? enga­
"ñados o

desilusionados.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 13 de diciembre ( «O. R.» del 14 de
diciembre de 1972; original italiano; traducción
de
Ecclesia núm. 1.623 del 23 y 30 de diciembre).
Muchos hombres de hoy que ambicionan ser libres son ven.
cidos

al adherirse a la crítica de moda que lleva
al dee•
interés

por el problema de Dios, apegados a los
prohJe.
mas

de hoy.
«La gran pregunta se convierte en la primera cuestión. ¿Quién es
"Dios? Esta pregunta nos impide marchar hacia adelante, aunque el
"hombre de hoy conserva

el interés, tanto en nuestro
estudio -de la
"Biblia, como del Catecismo y del Misal: el Libro de la Pal.abra de
;,Dios; el libro que

explica
y nos resume el primero, y el .libro que
"nos guía en

el coloquio trascendente
y vital con Dios. También
"porque vislumbramos que la respuesta a esta
primera pregunta im~
"plica
la

respuesta última, a
la que puede· aspirar nuestra vida; en
"efecto: "Esta es la
vida eterna (dirá Cristo,

Dios hecho hombre)
"que -los

hombres fieles- Te conozcan a Ti, solo
y verdddero Dios?
"y
a

Aquel que Tú has enviado,
Jeyucristo" (Juan,

17, 3).
»Ahora bien, el hombre de hoy, ¿ha tenido el deseo
y la di1po­
"sición

de plantearse esta pregunta? Y muchas gentes de nuestra
11época, que tienen la sublime ambición de ser libres, ¿no se perca­
"tan
que
están vencidas
al comienzo .cuando se adhieren frecuente­
"mente
sin raz6n alguna crítica a la moda del

creciente desinterés
"sobre el problema de Dios, es
dec_ir, sobre

el
problema religioso? 1' r:·Existe Dios? Y ¿quién es Dios? Y ¿·qué conocimiento puede te-
233
Fundaci\363n Speiro

"ner de El el hombre? ¿Qué relación .. dehemos tener cada uno de 11nosotros con El?»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 7 de diciembre de 1972 ( «O. R.» del
7 de
diciemb-re,Ae 1972;

original italiano;
traduc­
ción

de
Eccle1ia núm. 1.622 del 16 de diciembre).
El humanismo cris.tiano, Error de sustituir la teología por
la antropología. No puede desconocerse la genealogía su·
perlativa

del hombre creado
por Dios a "su imágen y se•
mejanza".
«Muchos hoy sustituyen la teologia por la antropología. Ven en
"el cristianismo un

valor humano aceptable
por todos; no

ven
la
"verdad divina ·que confiere a aquel valor humano su razón de ser
"y
su
precio infinito.
»Hoy el punto estratégico de la
discusi6n ideol6gica

es el
hu­
"manismo.
No

el humanismo de
nuestros recue1'dos hist6ricos1 ni, el
"de nuestra

cultura clásica, sino el de
la ctdtura y el de la sociología
"moderna, convertida,

en algunas de. sus
expresiones típicas, en una
"utopía

cósmica que hace del hombre el Dios del hombre; un
hu·
"manismo que, en

un persistente
y pseudológico vértigo del pensa-
11miento,

se atreverá a
proclamar al
hombre causa absoluta de
si 1'mismo,

expresión espontánea de
una vitalidad liberado,ra y, por na­
'1turaleza, legítima y honesta_, sustitutiva de toda otra obligación alíe­
" nadara,
El

hombre,
y basta,
»Después este engreimiento humanístico, conocedor de los
Umi­
"tes

de nuestra vida_,
dilatará extraordinariamente las

dimensiones
de
'1
la

estatura
humana y nos aturdi,,rá con el grito jubiloso

del
super­
"hombre;

consumiéndose
secretámente por
no
saber satisfacer
de
ot1'a
"forma
la

intrínseca vocaci6n del
hombre a superarse a
sí mismo, al
"mundo, y dará la ilusión de poder regenerarlo autorizándolo

a
la 11 conquista ·y al empleo de un ilimitado poder material. Pero! al mis-
11mo tiempo, este humanismo, desilusionado

de sí, se
aferra,rá al aná­
"lisis científico
y nos recordará la solidez realista de nuestro ser ani-
1'mal, asimilando sin

escrúpulos la compleja
criatura de
elección que
"somos nosotros a nuestros
parientes inferio,res del reino biológico,
1 'también

ellos fenómenos estupendos de la
naturaleza, pero caren-
1'tes
de

conciencia
espiritual, y destinados inmediatamente a la di­
" solución

inexorable de la muerte.
,,
»Con el Nacimiento de Cristo celebramos, hermanos, otro huma­
"nismo. Otra concepción del hombre,· y esto tiene hoy importancia
234
Fundaci\363n Speiro

"capital; de suerte que la fiesta de Ja verdadera Navidad nos coloca
"en
la

cumbre de
la ciencia sobre el hombre: la antigua sabiduría del
"«con6cete a ti mismo», considerada a nivel inte,rogativo tiene hoy
''una propia y superabundante respuesta, si bien siempre misteriosa.
»Nuestra antropología conoce y afirma una genealogia superla­
"tiva del hombre, criatura tan bella, tan noble, tan digna de toda 1'nuest-ra entusiasta admir'aci6n, capaz de presentar en sí misma, en
"su
composición
esencial,
"la imagen y semejanza" de Dios (Gen.,
"l, 26), candidato a la presidencia de todas las criaturas. Ella cono­
"ce, por el camino de la fe, pero impreso en la experiencia (cfr. Pa.r­
" cal, 4 34), el drama doloroso de la decadencia original y hereditaria
"del pecado original, que ha descompuesto todas las cosas en la vida
"humana, dejando en ella nostalgias inmensas y aspiraciones insatis­
nfechas,
desorden y desequüibrio en el mecanismo psicológico y mo­
nral de su actividad, experiencias dolorosas y humillantes de seme­
"jante desarreglo congénito1 grandeza y miseria que hacen del hom­
nbre
una

necesidad excitante
y angustiosa; en el fondo del corazón,
n una

necesidad enigmática,
convertida en
esperanza
por la divina y
"misericordiosa promesa. Este es. el hombre.
"
»Así, según es, el hombre no es perfecto; es un ser esencialmen­
nte
necesitado
de una
restauración, de una rehabilitación,
de una ple­
"nitud, de

una perfección, de
una felicidad.
Es una vida que no se
1' basta a sí misma; tiene necesidad de un complemento de vida, un 11 complemento infinito. Ensalzad al hombre,· pondréis en mayor evi­
"dencia stt deficiencia,

su
imperfetción, su
secreta n.ecesidad de. ser
"salvado. Digamos
en seguida y digámoslo todo: su necesidad de un
"Salvador.»
PAULO VI: Mensaje de Navidad de 1973-74
( «O. R.» del 27-28 de diciembre de 1973; ori­
ginal italiano; traducción de Ecc/esia núm. 1.674
del 12 de enero de
1974).
La idea de "la muerte de Dios" violenta nuestra razón para
negar nuestra dependencia de Dios.
«Nacemos criaturas de Dios; somos ontológicamente dependien-
11tes
de
El;
y1 quiérase_ o no, somos responsables ante El. Hemos sido 11 construidos así. Inteligencia, voluntad, libertad, corazón, amor y do-
11lor, tiempo y trabajo, relaciones humanas y sociales, la vida en una
11 palabra,
tiene una derivación distintamente determinada, y tiene una
"finaUdad,
también

distintamente
decidida, en relación con
Dios. El
23,
Fundaci\363n Speiro

"hombre no es apropiadamente concebible sin esta relaci6n esencial
"con Dios;
por misterioso y trascendente, y por ello inefable, que
nsea el

Dios eterno principio del Universo. Estamos de El pendien­
"tes, nos conoce, nos observa, nos penetra, nos conserva constante­
''mente; es

el Padre de nuestra
vida. Lo
podemos
ignorar, olvidar,
"desconocer,
·negar y renegar

de El: El es. Es vivo, es
verdadero. "En
''El
viviinos, nos

movemos
y existimos", como afirm6 San Pablo en
"el Areópago de Atenas (Hechos, 17, 28).
»Ciertamente, esta "lJ:7 eltanschaUNng", esta concepci6n del mun­
"do, es boj muy

combatida,· no se quiere admitir
la existencia de
"Dios, se prefiere violentar la
propia razón

con el absurdo
aforismo
"de

la "muerte de
Dios", más

bien que
alentar la

propia inteligencia
"a la búsqueda

y a la
experiencia de

la luz divina. El ateísmo parece
"triunfar. ¿No

tiene
ya raz6n

de ser
l4 religión? ¿No

existe el peca­
"do? ... ¡Oh! Estamos
saturados de

estas ideologías. Pero estamos
"plenamente convencidos por la
misma gracia de Dios

de que Dios
"existe, al
igual que el

Sol;
y que todo nos-viene de El y todo va de
"nosotros a El, Y vosotros que
no.r escucháis,

hijos sabios
y C1'eyen-
11tes,
estáis

con nosotros igualmente convencidos de ello.»
PAUT.O VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 31 de octubre de 1973 ( «O.
R.» del
1 de noviembre de 1973; original italiano; traduc­
ción de
Ecclr1Jia núm. 1.666 del 10 de noviembre
de 1973).
El hombre, ¿a dónde va con sus solas fuerzas?
«¿Verdaderamente el homb,re se hace más bueno y más amable
"procediendo en la historia s6lo con sus·
fuerza.r? ¿Es

verdaderamen­
"te capaz de instaurar un humanismo en el que los valores humanos
"de la

persona humana sean
garantizados y permanentes para todos?
",:"0 no

sucede
qrie la

progresiva
afirmaci6n de
dichos valores, si se
"dejan sin una defensa divina, pueden en ciertas circunstancias his­
"tóricas
contradecirse a

sí mismos?
I.a libe-rtad, la justicia, la paz,
"c·resisten a

la
prueba del tiempo y al conflicto de intere.res antag6-
"nicos?_ ·El derecho ,:"podrá sustituir

a la
fuerza, y la organizaci6n de
''la civilización convertirse verdade-ramente en un bien común?
Cir­
"culan,
y justamente en estos días terribles y dolorosos, vientos de
"escepticismo
sobre la capacidad de los hombres para ser y conser­
"varse hermanos. La autosuficiencia del hombre para construir una
"civüización auténtica y univer.rat está sometida a una tris té impug­
"naci6n. Los principios tio son sólidos y válidos para todos; y en-
236
Fundaci\363n Speiro

}Jtonces parece necesario el dominio de la fuef'za, y necesaria la gue·
"rra.

Y si
incluso algunos

principios
fuesen y permaneciesen indis·
"cutibles,
¿podemos decir que

el hombre, en
general al
menos,
tiene
}Jla virtud
de aplicarlos con ·desinterés_ y sabiduría? ¿No es necesario,
"también aquí, el

suplemento de
una ayuda superior, de una gracia
}Jdivina? ¿Y,

por tanto,
de una súplica

que nos vea, a humildes
y
"grandes, reunidos en oración?»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del
miércoles 10

de octubre de 1973 ( «O.
R.» del
11 de octubre de 1973; original italiano; traduc­
ción de
Ecclesia núm. 1.663 del 20 de octubre).
Posibilidad del "hombre nuevo".
«Aludimos solamente a este complejo enredo operativo para que
"podamos darnos cuenta de
la densidad de significado de la muy co­
"mún y estupenda expresión: "Ser buenos", que quiere decir ser
"positivamente morales;
y para que no nos sorprenda el hecho del
"fácil desorden que puede
introduci-rse en el

complicado mecanismo
"psicológico del obrar humano;
desorden, ¡"ay.', que existe ya en el
"estado potencial del
hombre1 tras el trastorno causado por el pecado
"original, con eficacia
más o

menos contenida
y contenible.
»Y, entonces,

nos preguntamos: ¿Es posible ser buenos?
"
"--- debemos responder que sí, es posible (cfr. I Cor., 10, 13):
"el hombre,
por su
naturaleza, está orientado hacia el bien:
ademási
"contamos

con un apoyo prodigiosio que nos hace buenos
y nos
"ayuda a

ser buenos cada vez más; es la gracia, la efusión
interior 1'del Espíritu Santo; con tal de que le abramos la puerta del corazón,
"con la

adhesión sincera
y la aceptacit5n profunda del Evangelio, como
"la Iglesia

nos enseña
y nos ayuda a hacer. Es éste, en el fondoi el
"sentido
global de la vida cristiana
y de la salvación que lleva con·
"sigo; set'
hombres

buenos, justos,
firmes, libres y verdaderos, vivien~
"tes

en
Cristo. El

hombre
"nuevo.'' es

así.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles
19 de septiembre de 1973 ( «O. R.>l
del 20 de septiembre de 1973; original italiano;
traducción de
·Ecclesia núm. 1.660 del 29 de sep­
tiembre).
237
Fundaci\363n Speiro

Dificultades del hombre moderno para la vuelta al reino de
Dios, para lo cual se requiere que demos a nuestra con­
ciencia la claridad y fuerza para guiar nuestras acciones
en función de un parámetro objetivo
y sagrado, decisivo
para nuestro presente
y nuestro futuro, reconociendo nues­
tra incapacidad
y la necesidad de Su ayuda.
«Dios es la luz; si uno de nosotros llega ante ella, ,:'Cuál es el
"p,imer efecto

que se produce? El primer efecto es que
nosotros,
"antes
de mirar a

Dios, nos
mh-amo! a
nosotros mismos; e
inmed-ia­
"tamente nos sentimos invadidos por la confusión y el malestar, por­
,, que, mientras intuimos la mti.jestad trascendente de su presencia,
"vemos
nuestra bajeza
(hasta la Virgen
experimentó esta humildad
"metafísica; c'fecordáis su "Magnificat", ·en el cual María proclama
"la
propia

pequeñez ante la
grandeza de
Dios? (Le,, 1, 48);
además, 11descubrimos con humillante evidencia nuestra indignidad ( cfr. Mt.,
22, 12). »Esta actitud
moral-espiritual califica

un
género de
oración que,
"incluso antes de
concedernos un

beatífico coloquio con Dios, nos
"da la conciencia de nosotros mismos. Podríamos llamarla oración
nde autoconciencia,

oración refleja sobre nuestro propio ser,
y espe-
1' cialrnente sobre nuestras condiciones morales. La primera tentativa
"de establecer

una relación .con Dios
implica la

denuncia de nuestra
"incapacidad a este
respecto1 y la necesidad de una intervención so­
"brenatu,ral suya

de bondad
,, de
misericordia
para alcanzarlo.
Re­
" cardad

el retorno, es decir,
la conversión
del Hijo Pródigo en el
"Evangelio:
"¡ Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti, ya no
"soy digno

de
ser llamado
hijo tuyo!" (Le., 15, 18-19;
cfr. "GU'11'­
"dini, il Dio vivente;

sul petimento"),
"
»Esta fase y esta forma de vida ,religiosa son, como todos saben, 1'extraordinariamente importantes, y constituyen, para la mentalidad
"del hombre
moderno1 los obstáculos mayores para su vuelta al Rei­
"no de

Dios, a la vida cristiana.
Superar estos
obstáculos no significa
nsolamente admitir, en cierto modo,

la existencia
de Dios y, por
"tanto, la inserción de un
problema religioso

en nuestra vida; signi­
"fica rehabilitar en nosotros el sentido racional de la obligación
mo­
"ral,
es decir, de

la inevitable relación que nuestra conducta implica
"con Dios, tener presente nuestra responsabilidad trascendente,
dar
"a

nuestra conciencia
la claridad y la fuerza para guiar nuestras ac­
" ciones en

función de un
parámetro objetivo
y sagrado, decisivo para
"nuestro
presente y para nuestro destino futuro.
»Debemos restablecer, por ello, nuestra costumbre de
examinar-
238
Fundaci\363n Speiro

nos a la luz de la presencia de Dios, y a la luz de la ley divina y
"del

compromiso de nuestro
deber. Dificil, pero no imposible. T am­
,i bién aquí, en efecto, acaso el hombre moderno está tanto mejor dis­
npuesto
a

la oración de arrepentimiento cuanto
mayor es
su repulsa
"instintiva; y esto sucede tan pronto advierte una presencia divina
"y, por tanto, una necesidad propia de misericordia.>>
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 16 de enero. de 1974 {«O. R.» del
17 de enero de 1974;
oriiinal italiano;
traducción
de
Ecclesia núm. 1.676 del 26 de enero).
El futuro del hombre está más allá del espacio y el tiempo.
«Habiendo exarwinado previamente los diversos aspectos del fu­
"turo del hombre -económico, demográfico, cultural, tecnológico,
"etcétera-, en

esta ocasión os habéis
ocupado de
los
val-ores que el
"hombre, como ser racional,

lleva dentro de sí
y ·de los esfuerzos que
"realiza para llevarlos
a su plena real.ización.
»En

este campo, la
Iglesia, como

depositaria de
una doctrina tras­
,,
cendente y revelada, tiene ciertamente algo que decir. Ella posee ya
"una
ciencia
que afecta al futuro
y a las realidades finales, la cien-
11 cia de la escatología, y urge constantemente a sus hijos a estudiar
"las verdades sublimes

que
encarna, de
suerte que puedan
preparar­
"se a


mismos para el encuentro
final y decisivo con el Creador.
nLa escatología,

sin
embargo, está relacionada con
un futuro que
11 existe más allá del espacio
y del tiempo. Vuestros propios estudios 11 están concentrados en ·el desarrollo de este mundo presente. Aun así
1 11no existe contradicción entre estas dos formas de estudio, y verda­
"deramente la Iglesia
misma es

profundamente conocedora de los pro-
11blemas del futuro temporal y terreno. Por raz6n de su experiencia, 11
que se

remonta a dos
mil años,
es también una experta
en humani­
"dad,
y es su deseo estar presente en este campo de estudio. No pue­
"de, por

supuesto, ofrecer
solttciones técnicas
para los
problemas;
"pero,
cuando

se trata del hombre como portador de valores espi­
"rituales y morales, alienta gustosamente a los homb-res de ciencia
"que trabajan por

el desarrollo del hombre en el futuro.»
PAULO VI: Alocución al Congreso de Estudios
para las vocaciones Eclesiásticas -(21-XI-73) («O.
R.» 22-Xl-73; original italiano; traducción de
EccleJia núm. 1.670.del 8 de diciembre de 1973).
239
Fundaci\363n Speiro