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La autoridad en el campo económico

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
POR
Loms SA!.:C.BRON.
Comunicación presentada al congreso celebrado por la Fundación Gioacchino V olpe en Roma, sobre el tema general de La Autoridad,
del 9 al 11 de abril de 1973.
Los grandes conflictos ideológicos, lo mismo que los grandes y
pequeños conflictos concretos, giran alrededor del problema de la
autoridad.
Si, por ejemplo, consideramos los debates que levantan las pa­
labras
"capitalismo" y "socialismo", nos damos cuenta rápidamente
de que es de la autoridad social -su naturaleza, su fundamento, sus
fines,

etc,-, de lo que se
discute:
Igualmente, una huelga es casi siempre la puesta en duda de la
autoridad en la empresa.
Conflictos habrá siemp1'e. En cierto sentido son normales, pues
no son sino
la expresión de la tensión que existe .entre las fuer-zar
vivas. Pero resultan anormales y perniciosos pa,-a todo. el mundo
cuando

destruyen
már que construyen, como
sucede·
generalmente
cuando
las soluciones -son rem.itidas a

la
violencia y se escapan de
la razón.
Para evitar conflictos violentos y orientar los conflictos normales
a las soluciones más favorables, un buen método consiste en tratar
primeramente de definir la autoridad a fin de imtituirla con vistas
al pro gres o social.
La autoridad, sus características generales.
La significación de la palabra autoridad nos viene dada por su
etimología. La auctoritas es el carácter del auctor el que se hace crecer,
• 325
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLBRON
el creador, el fundador, el "autor". Todas las palabras en que se
enruentra la raíz aug expresan o reflejan este sentido: augere, augur,
auxilium, augustus.
La autoridad es, pues, la capacidad creadora, la capacidad de
fundación, la capacidad
La

idea de lo
vivo y de su fecundidad está en la médula de la
noción de autoridad. En cualquier parte que se encuentre vida se encuentra autoridad.
Como el hombre es el vértice terrestre de la vida y es el único
que puede pensarla y dirigirla, es él quien resume la noción de auto­
ridad y es solamente a él .a quien se aplica.
Y como la vida humana es multiforme, la autoridad lo es tam­
bién yendo desde los vértices espirituales a la biología elemental
Pero dado el aspecto espiritual del hombre
-su carácter
de ani­
mal dotado de consciencia-y de razón-, que penetra en todas sus
actividades, puede decirse que la autoridad es por sí misma de na­
turaleza espiritual. Iguahnente que el animal, el hombre tiene una
progenie de la que solamente él es
el "autor", sus hijos, puesto que
su instinto de engendrador no puede ser totalmente independiente
de su consciencia espirirual. La autoridad paterna no pertenece a
los animales.
Sin embargo, en la sociedad es donde la autoridad humana se
manifiesta por excelencia. En la sociedad es donde el hombre mani­
fiesta su poder creador. Al ser
el hombre un animal a la vez individual y social, podría
decirse que la autoridad es simplemente
la personalidad social. Pues­
to que todo hombre es -una persona, todo hombre dispone de una
cierta autoridad sobre sus semejantes. No se trata de un derecho, se
trata de

un hecho. En el inmenso
complejo cibernético que es la sociedad, cada hombre "informa y es
informado", cada hombre da y recibe, cada hombre ejerce una in­
fluencia
y sufre influencias, cada hombre es agente y paciente.
Es evidente que el peso de las autoridades en presencia varía de
forma inmensa. Pero ninguna persona está desprovista de una cier­
ta parre de autoridad.
326
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
Autoridad direota y autoridad indireota.
Al se.r espiritual la naturaleza del hombre, es la. autoridad espi­
ritual, es decir,
la que se revela en el dominio mismo del espíritu
la
que ejerce influencia más profunda en la sociedad. Los fundadores
de religiones, los santos, los filósofos, los grandes poetas y los gran­
des escritores, son las personalidades socialmente más creadoras, más
fecundas. "Aumentan"
la humallidad de manera eminente.
Esta autoridad es indirecta. Va del espíritu al espíritu, sin ayudá
ni amparo del aparato social.
Como se trata de un tipo de autoridad excepcional, no se piensa
en ella normalmente cuando se pronuncia la palabra autoridad. Esta
palabra evoca habitualmente
la autoridad social dwecta, la de los
hombres cuya personalidad
se afirma

visiblemente · frente a sus seme­
jantes en el juego normal de las actividades sociales.
Y aun aquí sería preciso distinguir.
En toda sociedad estructurada
y· que funciona normalmente la
autoridad
indirecta tiene un importante lugar al nivel en que las
facultades del espíritu
la conciernen dwectarnente. Por ejemplo, la
autoridad científica, intelectual, moral, técnica, ·etc., es muy impor­ tante. Pero la autoridad social directa es la que expresa, no tal o cual
facultad espiritual, sino la
personalidad total de un individuo. Signi­
fica, así,
la capacidad de crear un grupo social o, al menos, de ase­
gwrar su

cohesi6n, de
estructwrarlo, ·de hacerlo funcionar Jegún el
fin
para el

que está constituido.
Cuando se dice de un i1ldividuo que tiene autoridad, es en ese
tipo de autoridad en el que se piensa. Cuando
uña colectividad
social,
un Estado, un municipio, una empresa- busca un
hombre de auto­
ridad para reponer el orden en esa colectividad, a punto de disgre­
garse, se piensa también en ese tipo de autoridad.
Prácticamente para el común de los mortales, la autoridad es
referida a esa autoridad social directa. Se la define a menudo como
la capacidad de mandar o hacerse obedecer, lo que no es falso aunque
sea. un

poco esquemático.
327
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
Se podría decir, finalmente, que si bien la autoridad presenta
una variedad infinita (al ser el reflejo de la variedad infinita del
espíritu humano), hay dos tipos particularmente característicos:
-La autoridad puramente espiritual, que mueve Jo más profun­
damente
la sociedad de los hombres;
-y la autoridad social directa, que da su forma al grupo social
La primera afecta al hombre en tanto persona individual; la se­
gunda le afecta en tanto persona social.
Bien entendido, esws dos tipos de autoridad y con más generali­
dad otros tipos diversos de autoridad pueden hallarse reunidas en el
mismo hombre, pero es raro, por lo menos, que se den en el mismo
grado. Es raro aunque se trate de tipos de autoridad
aparentem'ente
muy próximos. Por ejemplo, en una Universidad el profesor más
eminente no será necesariamente el mejor rector, aunque para go­
bernar alumnos y profesores el prestigio intelectual sea de un gran
peso. Igualmente, en un monasterio, el más santo o el más sabio de
los monjes no es necesariamente el mejor abad.
Puede decirse, sin embargo, que cuando el titular de altas respon­
sabilidades sociales, aparte de las cualidades de auroridad correspon­
diente de -su función, tiene eminentes cualidades intelectuales y mo­
rales, es-evidente que
constiniirá un

bien para
el grupo social y una
suerte para los miembros del grupo.
La autoridad
y el poder.
La autoridad, decimos nosotros, es un hecho. Mejor dicho es en
primer lugar un hecho.
La irradiación de una personalidad -su ca­
pacidad de crear, su influencia, su don de obtener
la ·adhesión, la
imitación,
la obediencia-, es un hecho.
Pero la sociedad es también un hecho. Y el hecho social nece­
sariamente implica reglas de funcionamiento cuyo conjunto se llama
el derecho.
El derecho es inherente a la sociedad.
Por ello, precisamente
el hecho de la autoridad reviste en la so­
ciedad
cará.cter de derecho.
328
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
Visto desde el ángulo social, la autoridad es a menudo definida
como
el poder legítimo.
Decir que un poder es legítimo, equivale a decir de una parte
que
podría no serlo, y, por otra, que su esencia es diferente que la
de
la autoridad.
El "poder", en el sentido más amplio, no es, en efecto, sin.o el
hecho de poder, es decir, el hecho de poseer medios que permiten
actuar sobre el mundo exterior.
Mientras la noción de autoridad evoca· una realidad espiritual,
la del poder evoca una realidad material.
La autoridad es del terreno de lo vivo.
El poder es del terreno de Jo mecánico.
La sociedad es una mezcla de espíriru y materia, de vida y mecá­
nica. Su complejidad aparece bajo
la multiplicidad de irradiaciones
espiriniales que la animan y de mecanismos que la mueven. Los
fenómenos de autoridad y poder son su trama. El Derecho tiene
por objeto subordinar el poder a
la autoridad, es decir, permitir al
espíritu gobernar los mecanismos. Hay una física social que es el
conjunto de las leyes naturales que rigen la sociedad, pero hay tam­
bién una
psíquica social que es la ley espirirual que se impone a esas
leyes naturales en la sociedad. Resumiendo, en la sociedad como en
el individuo, hay necesidad y libertad, materia y espíritu, lo flsico
y lo psíquico, cuerpo y alma, lo mecánico y lo vivo, pesadez y agili­
dad, poder y autoridad.
La autoridad es un poder, puesto que ejerce una acción sobre el
mundo
exterior.
El

poder no es autoridad, puesto que no es sino un aparato ins­
trumental, un conjunto de medios de acción, a
la disposición de una
energía extraña a sí misma. Si la autoridad social es a menudo definida como el poder legí-
1-imo, es

para significar que los mecanismos sociales de acción del
hombre sobre el hombre funcionan según normas que corresponden
al bien común. El poder no es legítimo cuando sus mecanismos se
apartan de su fin.
329
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
Autoridad y poder: Su legitimidad de origen y su legitimidad
de ejercicio; su creación y su perpetuación; legitimidad y
legalidad.
El problema del poder legitimo, es decir, de la autoridad socia/,
encarnada1 se plantea en dos etapas.
La primera etapa es la del nacimiento del poder.
No ofrece dificultad. El que d:ea un poder lo crea porque tiene
autoridad, puesto que es autor, fundador. Ciertamente lo decimos de
una manera abstracta.
Es muy posible que un -autor funde un poder
contrario a los fines prOfundos del grupo. El tiempo lo mostrará.
Pero, en el instante de la fundación el poder es legítimo, puesto que
procede de la única autoridad que para ello se ha revelado o de la que se ba mostrado superior a todas las demás.
La segunda etapa es la correspondiente a la duración del poder.
Es en esta etapa cuando todos los problemas concretos de la vida
social se plantean.
Un fundador, un autor, puso en marcha los mecanismos del poder.
En su duración se mostrará si estos mecanismos resultan válidos o
no. Pueden resultar también válidos en un principio y no ser adap­
tables
a continuación. Pueden, finalmente, encarnar una voluntad
mala o mal orientada, que con el tiempo creará problemas al cuerpo
social.
Un fundador, que esté dotado de una capacidad muy grande a
todos los niveles de la organización social y de manera eminente a
nivel político, cuando haya constituido el grupo social lo dotará
para su funcionamiento
de unas leyes tales que en ellas se encuén­
tre el principio de su adaptación permanente a
la vida y al crecimien­
to del grupo, según los fines que le son propios y que coincidan con
el bien común.
Como sea que a medida que más alto se sube en los escalones de
la organizaci6n social menos lugar hay
para la creaci6n e incluso para
la
perpetuaci6n del grupo, resulta que el poder legítimo se confunde
en ella con el poder le gal,, que es aquel ruya atribución y ejercicio
corresponden a la ley de un grupo. En este sentido ciertamente pue-
330
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
de decirse que la autoridad ,ocia/ es a la vez poder legítimo y poder
legal.
Pero como, por otra parte, la sociedad evoluciona constantemente
y se hace cada vez más y más compleja, la ley positiva tiende a
evolucionar por sí misma a fin que
el bien común esté siempre ase­
gurado
y cada vez lo esté más. La legalidad es así puesta en cuestión
por la legitimidad. El derecho positivo debe responder
al Derecho,
como el
ius debe responder a la iu,titia. El poder debe asegurarse
constantemente de ser legítimo, es decir, de volverse a cargar de
la
autoridad que en su origen lo había fundamentado.
En una sociedad organizada-la autoridad es la obra de las perso­
nalidade, que arreglándolo o ree,t,ucturándolo profundamente de­
vuelven al poder todos los caracteres de
-/;egitimidad, es decir, de
conformidad con.

la naturaleza
y con los fines de la vida social.
El poder político y el poder económico.
Inherente a
la vida social la autoridad en ella se encuentra en
todos los campos, en todos los niveles
y en todos los momentos. Pero
hay dos sectores en que plantea los más -altos problemas de
la orga·
nización del poder, es el sector
político y el sector económico, que son
los
sectores en los que se encuadran la totalidad de las actividades
cotidianas de la totalidad de los humanos.
La Política es el ámbito privilegiado para el ejercicio de la auto­
ridad social; y es, al mismo tiempo, el lugar privilegiado de
las dis·
cusiones

en .torno del poder, es decir, de
la encarnación- institucional
de la autoridad en la ciudad. Nadie lo duda. Es característico de ello que cuando se habla del
"poder" sin epítetos se hace referencia al poder político. Con o sin
razón .muchos autores estiman-que· el poder·constituye
la esencia del
fenómeno político y que el estudio de los problemas políticos se
confunde prácticamente
Cl)n el

estudio de los problemas del poder.
- Las luchas políticas, tanto internacionales como interiores, son luchas
por el poder. La
Economía no es sino un ámbito de ejercicio de la autoridad
331
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
rocial, pero de manera derivada. En sí misma no consiste sino el
ejercicio de la autoridad del hombre sobre la naturaleza. Robinson,
solo en su
isla, tiene una actividad económica, no tiene actividad
política. La autoridad social no aparece en la economía sino cuando
el "autor", el empresario, agrupa alrededor suyo una pluralidad de
colaboradores para el ejercicio de la actividad económica.
Esta distinción entre la Política y la Economía es capital. Funde
toda la organización de la sociedad, es decir, el derecho en sí mismo.
Fuera de su relación con Dios y· con sí mismo, el hombre tiene
una doble relación con el mundo exterior: su relación·
con los demás
homb'fes de naturaleza política y su relación con las cosas de natura­
leza económica.
La relación política es esencialmente una relación de autoridad;
y en ese sentido ella emana ante todo el "ascendiente natwral del
hombre sobre el hombre", como dice Bertrand de Jouvenel (]). Esa
autoridad es la que instiru.ye el poder, es decir, el conjunto de me­
canismos destinados a dar su cohesión al Estado y permitirle alcanzar
sus fines.
La relación económica es esencialmente una relación de propie­
dad en cuanto expresa la superioridad del hombre sobre las cosas,
de las que se apropia para acabarlas.
La ·,~/ación política integra necesariamente, pero a título subsi­
diario, relaciones económicas. Por una parte, porque los mecanismos
del poder al ser de naturaleza de las cosas, deben ser dominados de
mánera que se logre hacerlos más eficaces y al menor costo; y, por
otra parte, en cuanto la puesta en acción de ciertos bienes está en relación
IIluy directa

con el bien común, puede
ser bueno
que
e1
Estado se constituya en su propietario. La
f'elaoión económica, por su lado, se ejerce en el seno de las
f'elaciones políticas que le imponen sus leyes; puede, por otro lado1
alcanzar un desarrollo tal que los poderes sociales que engendre to­
men una dimensión casi política. Por eso corresponde al poder polí­
tico el tomar las medidas necesarias
para mantener el dominio de la
(1) Bertrand de Jouvenel, La Soberanía, págs. 10 y sigs.
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Fundaci\363n Speiro

LA AUTORJDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
organización general del Estado, sin atentar por otro lado al poder
creador de la autoridad económica.
En resumen, la política es lo primero, puesto que concierne al
bien común del hombre individual y social. Pero el poder político
no tiene por objeto más que este bien comtín, que no comprende toda
la persona, sino la condición social de su libre florecimiento en la
diversidad de sus facultades y de sus actividades. La Economía es
la principal de esas actividades. En su esencia escapa al . Poder po­
lítico cuya única misión, respecto de ella, es permitir su ejercicio
libre en el marco de la ley protectora del bien común.
En términos jurídicos esto equivaldría a decir que el Derecho
público regula Jo que requiere la organización del poder político,
mientras que el
Derecho privado abarca el Derecho común en gene­
ral al cual se refiere la economía.
El derecho de p,opiedad es el primer derecho en el ámbito de la
Economía, puesto que es la expresión jurídica fundamental del domi­
nio del hombre sobre las cosas. En cuanto -a las relaciones que nacen
entre los hombres por el hecho de la actividad económica, son regu.:
ladas por el derecho de las obligaciones y el derecho de la responsa­
bilidad.
Estas consideraciones no son pura teoría. Según se las acepte o
se las rechace, se llega a dos tipos de sociedad completamente opuestos.
Si se las acepta, todas las mejoras sociales son posibles ---en
jus­
ticia, en libertad y en prosperidad- puesto que los principios que
persigue el Derecho .privado, al estar inscritos en
el orden natural,
permiten a ese Derecho escoger todos los arreglos necesarios.
Si se las rechaza se viola
el orden natural, provocando ya sea la
anarquía, ya sea la tiranía. Pero, como la complejidad de la sociedad
moderna no permite
la anarquía duradera, necesariamente se con­
cluye en
la tiranía. Esta tiranía tiene un nombre: el totalitarismo.
¿Qué es el totalitarismo? Es la confusión del poder político y del
poder económico en un solo poder, necesariamente político, puesto
que se aplica al conjunto de la sociedad.
La base del progreso social es la distinción entre lo Político y lo
Económico, con · el mutuo respeto del orden propio de sus actividades
respectivas, de sus autoridades y de sus poderes.
333
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LOUIS SALLERON
El orden social progresivo exige que las relaciones entre los hom­
bres se establezcan a partir de dos reaUdades mediatrices originarias:
los hombres, organizados socialmente por sí mismos (terreno político),
y las cosas, apropiadas, transformadas e intercambiadas (terreno eco­
nómicó).
La supresión de la mediación social de la realidad natural del
mundo de las cosas, es la abolición de la propiedad, o en otras pala­
bras, el comunismo totalitario. Al
someter las relaciones de los hombres únicamente a la orga­
nización política, el totalitarismo les hace totalmente
dependientes,
es

decir, hace de ellos sus esclavos.
El socialismo sueña con "sustituir la administración de las cosas,
por el gobierno de los hombres". Este es el medio más seguro de
reducir
la autoridad social sólo al gobierno de los hombres, que son
entonces administrados como cosas.
Igualmente fuera de la especulación filosófica que impone la
distinción radical entre la Política y la Economía, el simple buen
sentido nos indica que el individuo tiene necesidad de que exista
una pluralidad de poderes por sobre de sí, para proteger su libertad
personal. Hace mucho tiempo que esto es sabido en materia política.
"El poder suieta al poder", decía Montesquieu. Por eso precisamente
fue instituida, con mayor o menor éxito, la separación de los po­
deres: ejecutivo, legislativo y judicial. Vieja clasificación en la que eran ignorados en el siglo
XVIII los "mass media", el sindicalismo,
el dinero, que han llegado a constituir en nuestros días verdaderos
poderes políticos.
Pero, volvierido a la cuestión que más interesa para el mayor nú­
mero de personas, ¿quién podría negar la salvaguardia que representa
para el asalariado la existencia de un dualismo marcado entre el poder
político y el poder económico? Gracias a este dualismo se puede re­
currir constantemente del uno al otro; lo cual, desde el principio de
la industria,
ha sido la causa de la mejora de su condición econó­
mica
y social. Si se objetase que, en la práctica no es él poder eco­
nórilico, sino

el poder político
~-que
recurre el asalariado,
y no a
la inversa, respondería,
q~e por

una
parte eso

es una ilusión, pues
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMJCO
aun sin tener consciencia de ello, el asalariado recurre constante­
mente del poder político al poder económico liberándose del estatis­mo político descubriendo nuevos empleos, salarios más altos y mul­
tiplicación de bienes creados por el poder económico; y, por otra
parte, que si el poder económico fuese suprimido, los asalariados al
depender solamente del poder político, no dispondrían coritra él sino
de recursos ilusorios, como ocurre en los países comunistas.
Por eso, debemos afirmar de la manera más categórica la nece­
sidad del orden económico
y, específicamente, de su autonomía bajo
la regulación suprema de la ley política.
Como decía Juan
XXIII, en su encíclica Mater et Magistra: "Ante
todo debe
afirmarse que el mundo económico

es creación de la
ini­
ciativa personal, de cada uno de

los
ciudadanos, y en su actividad
individual
y en el seno de las diversas asociaciones para el logro de
los
intereses comunes (51)". "El derecho de propiedad privada de los
bienes
aun de

los de producción, tiene
un valor permanente} precisa­
mente

porque es derecho
natural fundado sobre

la propiedad
on­
tológica y de finalidad de los seres humanos respecto de la sociedad.
Por otra parte, en vano se insistñ-ía en la libre iniciativa pN11ada en
el campo econ6mico, si a dicha iniciativa no le fuera permitido dis­
poner libremente

de los
medios indispensables-para su afirmaci6n.
Además,
la historia y la experiencia atestiguan que en los regímenes
_políticos que no reconocen el derecho de propiedad privada de los
bienes incluso de producción, son
oprimidas y sofocadas las expre­
siones fundamentales de la
libertad; por

eso es legítimo
deducir que
éstas

encuentran
garantía y estimulan aquel derechoº' (109).
Se dirá que estamos darido muchas vueltas para introducirnos en
nuestro tema: "la autoridad en el campo económico". A decir ver­
dad,
estamos tentados a decir más bien que hemos acabado con él,
pues a nuestros ojos, por
encima de
todo, cuentan las distinciones
que acabamos de establecer_. En caso de haber acuerdo acerca de ellas,
habrá acuerdo en lo esencial. El resto es materia de libre discusión.
De no estarse de aruerdo, se plantea una simple confrontación de
fuerzas.
V amos, sin embargo, a intentar proponer algunos temas de re-
335
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALIERON
flexión, pero no disimulamos su carácter suniario después de co­
- nocer bien la amplitud del problema al que hemos consagrado varias
obras.
Legitimidad de origen y de· ejercicio del poder económi'cu.
Tomemos de la economía su célula elemenral: la empresa.
La autoridad se manifiesta ~ ella, como ei:::t todas partes, pri­
mero en el origen,
y, después, a todo lo largo de la vida de la em­
presa.
El nacimiento de la empresa es obra de un hombre, el creador,
el fundador, el "autor". Con ayuda de un capital, que posee o que
le prestan, este hombre da a luz una empresa, a la cual va a regir,
ya sea él solo o bien con unos colaboradores. Su "autoridad" la va
a ejercer sobre el objeto de la empresa y sobre sus colaboradores.
Pero el origen de su autoridad sobre sus colaboradores radica
err la
"cosa"

que va a explorar
y hacer fructificar. La propiedad de su
empresa es, pues, mediátriz de su autoridad sobre los hombres.
No se trara de una realidad histórica. Cada año, en todos los
países se fundan de esta forma decenas
y decenas de millares de em­
presas. Piénsese solamente en las innumerables empresas agrícolas,
artesanas
y comerciales. Pero ocurre lo mismo con las empresas in­
dustriales que, presentan solamente
la diferencia de iniciarse en ge­
neral con un número más importante de colaboradores.
La propiedad de la empresa y el contrato con los colaboradores,
he
ahí las

dos claves jurídicas que abren las
pu~rtas de
todo creci­
miento y expansión económicas.
A este esquema sencillo, universalmente comprobado, pueden
agregarse todas las variantes que se quierá,
per'o se

verá que el es­
quema permanecerá el mismo.
Puede ser, se dirá, que en este tiempo muchas empresas han
sido fundadas por empresas pre-existentes. Es exacro, pero la doble
clave de propiedad
y contrato subsiste. Los problemas que pueda
suscitar la fórmula, surgen más bien de "la perpetuación de_ la. em-
336
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
presa que de su nacimiento y están ligadas al gigantismo económico,
del que vamos a hablar pronto.
La perpetuación de la empresa, al cabo de cierto tiempo, plantea
el problema de la
legitimidad ael poder.
En el nacimiento de una empresa no se plantea el problema de
la legitimidad del poder, ni tampoco después durante cierto número
de años.

La autoridad del fundador de la empresa engendta su poder
apoyado eu la mediación de su propiedad. Este poder es eminente­
mente legírimo, puesto que no es sino el reflejo de la autoridad de
la que emana.
Pero,
¿y después de veinte años, de cincuenta años, de cien años?
Planteémonos tres casos:
l.º Un hombre funda una empresa a la edad de treinta años.
La hace prosperar; pero al llegar a la
edad de setenta a:ño~ se puede
notar que cada vez la rige menos bien, que la pone en riesgo de caer
en quiebra. ¿Es todavía legítimo su poder?
2.0 Un hombre ha creado una empresa que rige bien. Muere.
Su hijo se convierte en propietario de la empresa. ¿Es legítimo su
poder?
3.0
· Una empresa ha sido creada bajo la forma de sociedad, o se
ha convertido en un momento dado en sociedad. El poder en la em­
presa lo tienen el o los propietarios del capital, pero este capital pue­
de cambiar de manos. El poder de los posedores sucesivos del capi­
tal, ¿es un poder legítimo?
Las mismas respuestas que hemos dado al principio debemos
darlas a estas diversas cuestiones: la propiedad del capital basta para
hacer legítimo el poder con la doble condición de que
la economía
sea suficientemente competitiva y el régimen -de propiedad conve­
nientemente regulado por la ley.
Expliquemos en pocas palabras
la' virtualidad de estas dos éondi­
ciones.
Si la economía es suficientemente competitiva, uri empresario in·
capaz

no puede
résistir largo
tiempo
la competencia. Su negOcio,
por

lo
tantO, caerá.

Deberá venderlo
O abandonarlo. Una autoridad
superior a la suya fundará un nuevo poder legfrimo sobre la misnla
empresa o sobre otra. Esta sanción automática es a la vez la más
,, 337
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
justa, la más económica, la más segura y la más suave. Vale lo mismo
para el hombre envejecido y disminuído, para el heredero y para
los poseedores sucesivos de un capital de una sociedad.
Por otra parte, la propiedad del capital debe estar regulada en
lo que concierne a su adquisición y su transmisión, de manera que
haga justo el Derecho de propiedad. Ahora bien, para ser justo, es
decir, para corresponder al bien común, ese derecho debe ser su­
ficientemente estable, para que su tiro.lar enruentte en él interés,
y ha de ser suficientemeote fluido para que pueda cambiar de ma­
nos. En tiempos pasados la propiedad territorial constiru.ía una mano
muerta inalienable que bloqueaba la circulación de la propiedad.
Pero hoy no es preciso c¡ue haya mano muerta capitalista.
Prácticamente, si la ley garantiza la propiedad y la libre concu­
rrencia, el problema de la legitimidad. del poder queda resuelto a
perpetuidad.
Se puede, naturalmente, discutir hasta .el _ infinito acerca de las
modaUdades concretas de la ley. Pero, si no se mantiene el principio
¿de qué forma se buscará la solución del problema? Se llegará siem­
pre a sistemas de intervención directa, administrativa o judicial, del
Estado o profesional, cuyos inconvenientes, lentitud, incertidumbre,
arbitrariedad, oposición, pesaría mucho
m4s que

el automatismo
de
la libertad viva regulada por la ley.
Aplicaciones a la empresa.
Consideremos ahora el problema de la autoridad y del poder en
la empresa, no solamente desde un punto de vista dinámico, sino des­
de un punto de vista
estático, o más exactamente atendiendo no a
una larga duración sino una duraoión carta o media, es decir, a la
maoera como la viva el persónal de la empresa, al cabo de los días
y-los años.
Veamos el problema allí donde se plaotea de manera más vi­
sible, es decir, en la gran empresa, que emplea 10.000, 20.000 o 50.000 personas.
Pero primeramente, veamos cuál es el problema.
338
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LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
Si lo preguntamos veremos a la gente aturullarse al responder,
por la gran cantidad de problemas y
tan variados que se plantean
a propósito de
la autoridad y del poder en la empresa.
l.
Hay, sin embargo, un problema que condiciona todos los
demás; es el de la legitimid,,4 del poder en la empresa llamada ca­
pitalista, es decir, de la que funciona bajo el régimen de propiedad.
Comunistas y socialistas -no todos los socialistas, pero sí muchos
de ellos- pretenden que todo poder económico que proceda de la
propiedad del capital es ilegitimo.
Este problema ha sido examinado anteriormente. No volveremos
a insistir en
él. Señalaremos solamente que se plantea en función
de cuál es el régimen general de toda la socied,,d, En otras palabras,
está resuelto ya sea por el régimen de la propiedad, ya por el régi­
men que rechaza la propiedad, -es decit, por el comunismo. Si nos
colocamos en el punto de vista de director de fábrica, de ingeniero o
de obrero, la comparación de su situación no puede efectuarse sólo
contraponiendo
la industria privada y la industria pública, sino en
el ámbito del sistema general de la economía, según esté en la propie­
dad privada o bien excluya esa propiedad.
En el régimen de
la propiedad privada puede, en efecto, haber
1ectores nacionalizados. Sus modalidade_s, de funcionamiento, si son
industriales, se establecen con referencia y a veces en competencia
con el conjunto del sector privado. Los elementos de comparación se
han falseado, por otra parte, pues si es en el sector privado donde
funciona el sector nacionalizado, en él el Estado es un propietario
privado
y debe comportarse como tal. Dicho de otro modo, no se
puede extrapolar del funcionamiento de un sector nacionalizado, para
deducir
el funcionamiento de una economía puramente colectivista.
El único punto destacable, en la comparación que se puede esta­
blecer entre una unidad de producción nacionalizada
y otras uni­
dades del mismo tipo objeto de propiedad privada, es el siguiente:
todos sus respectivos problemas de autoridad y poder son idénticos,
salvo en
lo-que respecta al director. Si nos fijamos, por ejemplo, en
Renault, como empresa nacionalizada,
y CitroCn o Peugeot, como
empresas privadas, todos los problemas de autoridad y de poder re­
ferentes a la
totalid,,4 del personal, son los mismos. Hay una única
339
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALI.ERON
diferencia: en un caso el. director es nombrado por el Estado; en -el
otro caso, es nombrado por los propietarios del capital.
Este punto es importante, pues muestra claramente la equivoca­
ción consciente o inconscientemente en que se incurre criando se
pretende imputar al régimen capitalista los vicios de la organiza­
ción del poder observados e.n los diferentes escalones de la jerarquía
de una gran empresa. Para que
tal demostración
probase algo sería
preciso comparar dos empresas del mismo tipo: una, por ejemplo,
en los Estados Unidos, campo por excelencia de la propiedad capi­
talista, y la otra de la U. R. S. S., ámbito por excelencia de la pro­
piedad

del
Estado. Todo

lo que se sabe de la vida industrial de los
dos países permite afirmar que si bien, tal vez, la situación de los
directores es comparable en ciertos aspectos a
la situación en con­
junto del
personal, es

infinitamente superior en los Estados Unidos;
y no lo es solamente en la empresa, sino también y mucho más toda­
vía en el exterior. Situados
tanto en la perspectiva~ del punto de vista
del nivel de vida, como en
las de

libertad o de justicia, la abolición
de la propiedad· privada y su sustitución por el comunismo resdta
para

los asalariados la peor de todas las soluciones.
2. Al dejar de lado la comparación de un régimen general de
propiedad privada
y de un régimen general comunista - ción

enteramente desfavorable al comunismo-, el
p,oblema de la
autoridad
y del poder en la empresa se convierte en un problema de
organización. Esta

debe
ser tal
que
el poder sea

lo
más leghimo po­
sible en todos los escalones, es decir, que corresponda a la autoridad
de /aJ personas que estén investidas de ella.
Decimos "que corresponde;' puesto que, en el senó de la empresa,
a medida que la autoridad se
refiere a

un ámbito más extenso, segrega
menos· directamente e inmediatamente su propio poder, la competen­
cia en el seno de.
la sociedad no juega como entre dos o más per­
sonas libres. El ingeniero, el contramaestre, el obrero,
el empleado
trabajan en un conjunto estructurado; las situaciones y promociones
quedan
ínsitas dentro

de un sistema reglado en
el cual el valor del
individuo no puede revelarse como por la creación de una empresa
personal.
No se
trata de
nada excepcional. Es, por el contrario, la ley
ge·
340
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
neral de la sociedad, en la cual la actividad individual independiente
se hace cada vez más rara a causa de una complejidad que socializa
cada vez más las actividades. Digamos, en términos simplificados,
que allí donde en el último siglo había un 10 o un 15 % de asala,
riados
hay hoy un 70 o un 80
%, llegando a ser éstos, • la vez, asa­
lariados de unidades cada vez más importantes. De hecho, tanto si
trabaja en
la Economía como en el Ejército o en el Estado, el indi­
viduo cada vez puede afirmar menos su autoridad _ con una creación
personal, en la cual su poder sea independiente y solamente limitado
por otros poderes independientes,
Visto desde lo alto, el problema es, por
· lo

demás, siempre el
mismo. Y a se trate de la presión de la concurrencia o de las es­
tructuras, es siempre en un medio de comprensión,_ de competiciones,
de lucha, donde la autoridad se manifiesta y se afirma. El proceso
de su -realización en cuanto poder es simplemente un poco diferente.
En la empresa, la autoridad aparece de formas diversas. El indi­
viduo puede impo¡¡erse por razón de su modo de superioridad (de
irradiación, de creativid-ad, de ascendiente"). Sin embargo, puede de­
cirse que hay dos tipos de autoridad que distingue particularmente
a los individuos en la empresa:
la autoridad social propiamente dicha,
en el sentido que la hemos definido, es decir, la capacidad de dar
cohesión y eficacia al grupo producror ( capacidad de direcciónr de
organización, de gestión, de mando), y
la auto,J.d,,d de competencia
(capacidad intelectual, científica, técnica).
Todo el problema de la organización del poder en la empresa
consiste en encontrar los mejores medios de detectar-la ·autoridad
( que puede estar enmascarada por el espesor de las estructuras o as­
fixiada por su rigidez) a fin de permitir qne se ejercite en un
poder
correspondiente. Se trata, en suma, de que cada uno esté en el puesto
donde mejor pueda desplegar sus capacidades: "the rightman in the
right place".
En todo grupo social, existen tres modos de designación de quie-
nes han de ejercer el poder:
- el nombramiento,
- la cooptación,
-la elección.
• 341
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
. Por múltiples razones parece que en la empresa el nombramiento
es el modo mejor, al menos en lo que respecta a la mayor parte del personal.
Si' bien este modo es el que .en teoría puede ser más arbi­
trario, de hecho generalmente resulta el más justo, puesto que al
interés_ de
la-empresa responde la mejor elección de los hombres.
3. La autoridad, lo hemos dicho, no es otra cosa sino la perso­
nalúlad consúlerada en sus relaciones con el mundo exterior. Todo
hombre, al estar dotado de una personalidad, está dotado de una
autoridad. Una buena organización del poder se esforzará en permi­
tir que cada colaborador no se sienta desposeído de su personalidad.
La presión de las estructuras no puede ser abolida; pero importa que
esa presión inherente al fenómeno del poder no se identifique con
él.
El hombre manda la naturaleza obedeciéndola, no puede mandar las
máquinas sino obedeciéndolas. Pero esta dependencia, que es la ex­
presión de la necesúlad social, debe incitarle a afirmar su propia
libertad, haciendo de su poder el reflejo de su autorúlad espiritual
frente a la obligación natural.
¿De qué forma? Por la descentralización y la delegación de pode­
res, la asignación de objetivos por· alcanzar, la descripción precisa y
la designación de las tareas por cumplir, etc. Los procedimientos son
numerosos y forman parte de los métodos modernos de la direc­
ción. Es preciso que en todos los grados, en todos los empleos de
la
empresa, las tres· nociones de autoridad, poder y 1esporzsabilidad es­
tén en correspondencia de
la manera más perfecta posiblé. -Aquello
que no siempre es realizable al nivel del individuo, lo es siempre
al nivel del pequeño grupo. Un análisis correcto de las funciones
y de los puestos de trabajo debe llegar a asegurar a cada cual lo
que podría llamarse el espacio vital de su personalidad.
En ruanto a. las vías y medios de esta realización, no es este el
Jugar de examinarlos. Surgen globalmente de la organización del
traba jo, por una parte, y de la formaci6n, por otra.
4. En el plano práctico, gran parte de los problemas que la
organización del poder plantea al conjunto del
personal, pueden ser
resueltos por una consideraci6n cuidadosa de las preocup~ciones per­
manentes

de éste. Esas
preocupaciones se reconducen generalmente
a la segurúlad en el empleo, al salario, a las condiciones de trabajo y
342
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORJDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
a las condiciones de la vida personal y familiar en relación directa
o indirecta con el trabajo (transportes, alojamiento, e1cuela).
La "contestación" que se levanta contra el "patrono", los "diri­
gentes",
la "jerarquía", etc., a menudo no es tanto una puesta en
cu~stión del poder, sino el reflejo de inquierudes y dificultades que
ásaltan a los asalariados en su vida cotidiana cuyo equilibrio está
realmente amenazado o sicológicamente comprometido. En este
te~
rreno es evidente que los patronos no tienen sino poderes limitados,
o incluso no tienen ninguno.
Pero, en el límite de sus poderes y po­
sibilidades, su acción puede tener efectos importantes. Una cantidad
de pequeños hechos que constituyen
la trama de la vida cotidiana del
obrero
y del empleado escapan fatalmente a la vista de los respon­
sables superiores. Estos no pueden conocerlos sino con mucho cui­
dado y tomando los medios
para conocerlos.
Así se ponen en medi­
da para que, en lo que depende de ellos, al menos, se remedien males
graves o ligeros
qu~ son
causa de sufrimiento, o irritación para
aquellos que los soportan. Cuando se ejerce de esta manera el poder,
se manifiesta de maravilla que es signo de una autoridad esencial­
mente espiritual.
Propiedad - Poder - Libertad - Orden Social.
Estas perspectivas, lo reconocemos espontáneamente, son mode­
_radamente abstractas. Se nos hará notar que el ejercicio del poder económico en
la realidad se escapa· del hecho político que falsea
perpetuamente los datos.
No lo ignoramos. A causa de este hecho nos hemos sentido obli­
gados a explicar con precisión que
hay un orden económico autóno­
mo
y cuál es la naturaleza de la autoridad que se manifiesta en él.
Es preciso partir de ahí, bajo pena de ver hundidas todas las cons­
trucciones que tratan a establecer la organización del poder en la
empresa.
Dicho esto debemos añadir que el reg1men de
la propiedad es
susceptible de
ser mejorado.

Si
la concentración es necesaria, debe­
ría, sin

duda, estar mejor regulada para que las pequeñas
y medianas
343
Fundaci\363n Speiro

LOUIS SALLERON
empresas no ·estén condenadas a ser absorbidas por las grandes, y
para que los productores en dificultades no caigan fatalmente en
manos de los banqueros, desembocando finalmente este proceso siem­
pre en la estatificación.
Han hecho falta siglos para construir el derecho de propiedad y
el estatuto del ciudadano. La aceleración -de la Historia nos invita
a ir más. de prisa para construir el derecho del hombre en el trabajo.
No se parte de cero, puesto que la elaboración de eSte derecho
está
ya muy avanzada.
Pel'o ·queda mucho

por hacei. Hasta aquí,
principalmente ha sido el aspecto social, de los problemas lo que ha
llamado la atención del legislador. En buen Derecho, dados los abu­
sos del liberalismo, se requería que fuera instiru.cionalizada la pro­
tección de los más débiles. Pero hoy la situación se ha modificado
substancialmente. El trabajo asalariado ha llegado a ser la condición
itnidica general de la población, con lo cual el problema social se
transforma en problema político. Se -trata de institucionalizar la li­
bertad en una sociedad en la que el orden político · está penetrado por
el orden económico y donde el ciudadano se considera primeramente
como productor y consumidor en su vida cOtidiana de trabajo.
Sin embargo, es
preciso evitar
que el orden económico llegue a
confundirse con el orden político, lo que equivaldrá, como ya hemos
dicho, al totalitarismo. El orden político es, por naturaleza, el pri­
mero. Para que permanezca sin alteración ni .corrupción, debe ase­
gurar las condiciones de su propia expansión al -orden económico.
Así, pues,

estas condíciones conciernen a las dos realidades conjun­
tas del poder y de la libertad, que deben estar organizadas a partir
de la realidad mediadora de la
propiedad, cuya mayor difusión po­
sible debe ser asegurada.
Esquematizar el orden económico bosquejando cómo debiera ser
en su totalidad, sobrepasaría al cuadro de este informe. Pero veamos
claro que también desemboca en el problema de la autoridad en el
sentido primario de
la palabra. Ya que en el mundo actual de lo que
se trata evidentemente es de crear, fundar, instituir un orden regula­
dor de la materia
en

erupción.
El productor, desde el jefe de empresa hasta el obrero, no pue­
den trabajar sino en el marco que se le ofrece. En lo
demás debe
344
Fundaci\363n Speiro

LA AUTORIDAD EN EL CAMPO ECONOMICO
pronunciarse el economista, el político, el filósofo y el religioso.
Cuanto más nos elevamos en el orden de valores, más sentimos
la
necesidad de autO'fidad intelectual y espir#ual.
De esta autoridad procederá, en definitiva, el orden social al que
todo el mundo aspira, y que será aquel en que el hombre, habiendo
descubierto o redescubierto su verdadera naturaleza y sus verdaderos
fines, estará en medida de hacer frente a los demonios que ha des­
encadenado con su ciencia
y su técnica. Pero, si bien en el vértice
de las facultades del espírittt es donde se sitúa la autoridad más vas­
ra y más fecunda, en cambio en todos los planos de la sociedad tam­
bién debe manifestarse para que reine la justicia, la libertad y la
prosperidad.
Cada uno según sus capacidades debe tener cuidado de ello, pues
nada se realiza en la sociedad sino por un movimiento perpetuo que
desciende de arriba abajo y que sube de abajo arriba. La fuerza del
mundo occidental radica en haber esrado sirnpre imbuido de esra verdad. Si bien
la autoridad en la empresa y en la economía sufre hoy
de la carencia de autoridad en la política y en el reino del espíritu,
puede contribuir a la reconstrucción de esa autoridad superior si la
ejerce en su campo de la manera más adecuada. Igual que en una
cristiandad anárquica fueron los monasterios benedictinos los que
rehicieron primeramente
la Iglesia, quizás mañana sean las empre~
sas las que, más allá de los excesos del liberalismo y de la barbarie
del toralirarismo, rehagan un orden económico
y político digno de
ese nombre, es decir, a
la medida de un progreso material cuya vio­
lencia hoy nos pone en riesgo de llevarnos al caos.
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