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Ante el X Congreso del «Office International»: Pluralismo y unidad

ANTE EL X CONGRESO DEL "OFFICE INTERNATIONAL
Lausanne, 1974.
"PLURALISMO Y UNIDAD"
POR
MICHEL DE PENFEN'IliN\'O.
Frente al desarrollo progres·ivo de los nuevos "poderes espiritua­
les" que pretenden unificar el universo o dominar el mundo, ¿no
existirá para los "hijos de la luz" sino el único dilema de escoger
entre aislarse conservando la ortodoxia (aislamiento que lleva a la
esterilidad) o el pluralismo, _al cual nos invitan las sirenas de la
"adaptación" al mundo moderno?
Evidentemente no admitimos este dilema. Pero ¿es suficiente
rechazarlo así, en bloque, vagamente
y con nuestras buenas inten­
ciones?
La finalidad de nuestro Congreso, este año, es tomar la más clara
conciencia de dos caracteres específicos de nuestro trabajo:
1) El enriquecimiento permanente de nuestra formación gene­
ral, sin la cual no podemos estar seguros de la única verdadera uni­
dad intelectual,
moral y esp_irirual en nuestra empresa de reedificación
cívica.
2) El impulso diversificado de modo progresivo de nuestra red,
en las múltiples comunidades orgánicas. Impulso sin el cual el
es­
fuerzo

de difusión de la doctrina corre el riesgo de dispersarse en
elucubraciones puramente intelectuales sin conexión con la vida so­
cial real.
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Fundaci\363n Speiro

MJCHEL DE PENFENTENYO
l. Referencia a las fuentes verdaderas de la única unidad in.te­
lectual, moral
y es-piritual del combate cívico.
La agravación del ·contexto revolucionario mundial hace que pe­
netre in~idiosamente en nuestros espíritus una terrible duda. Una
duda que no alcanza necesariamente, por lo menos en los
mejores,
a afectar ni la fe ni el asentimiento · de la inteligenci~ a las claras
prescripciones de la doctrina y de fa razón, pero .que de todos modos
amenaza con atacar y pudrir en su raíz la· vitalidad de nuestros com­
bates cívicos.
¿Cuál -es esta duda insidiosa?
Es la misma que penetra insensiblemente en nuestros contem­
poráneos cuando llegan a preguntarse si el salvajismo, la
anarquía,
la

demencia
y la estupidez no tendrán razón, al fin y al cabo, contra
la humanidad. No hace tanto tiempo (apenas algunas decenas de años) que el catolicismo constituía a Jos ojos de los hombres de_
buena fe, un edificio de tal magnitud, ordenada
y ordenadora de la
vida social, con una fuerza espiritual -que era capaz de iluminar
y
de suscitar tales empresas de regeneración social y ¡x>lítica que los
agnósticos, los "hermanos separados" o los no creyentes
"que tienen
en el corazón un amor sencillo de
lo justo y honesto" (San Pío X),
podían reconocer en la Iglesia uóiversal "el arca de salvación de las
sociedades ...
el centro de unidad religiosa que ha sido durante siglos
un inmenso beneficio. para la
humanidad" (Robertson, protestiinte).
La

lista de los testimonios de admiración procedentes del "exte­
rior" en honor de la Iglesia, madre
y educadora de las sociedades
temporales
y de· 1as naciones, debería producir sentimientos de ver­
güenza entre los católicos, hijos ingratos o tibios, ignorantes de lo
que fue otrora su madre, no solamente en lo referente
·a la

vida in­
terior
y espiritual, sino también en su conducta exterior, temporal
y política de los pueblos.
El catolicismo llegó a significar para los hombres de buena vo­
luntad, el único orden vivo capaz de aportar al universo la regla de
las conciencias,
la doctrina de las sociedades, las leyes del acuerdo
internacional
y gracias a esto la Iglesia tuvo el gran poder de "salva1'
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Fundaci\363n Speiro

PLUR.AUSMO Y UNIDAD
a Europa de la barbarie" (Carta desde Italia del protestante alemán
Pierre de Loux).
No nos darnos bien cuenta de lo que puede ser la duda desinte­
gradora y cómo puede llevar a
la desesperación, que asalta a estas
personas (en Francia tan nwnerosas),
.ante _estos
abandonos que lle­
gan hasta la
traición de

los
mismos clérigos que dejan de lado Ver­
dades

católicas que antes suscitaban
ho.tnenajes entusiastas
de los no
creyentes. Maurice Druon ha dado el año pasado un
testimonio par­
ticularmente

emotivo de estos estados de ánimo.
Esta es la duda que penetra como un. estilete y pudre secretamen­
te tantas conciencias que se indinan-a,pensar que ya ha caducado el
tiempo en el que se podrá decir que la condición de la unidad cívica
y nuestros progresos sociales y nacionales rellían su base en la_ re­
Hgión.
¿Se atrevería León XIII a escribir hoy que "la religión es el únlCo
lazo social"?
Esta es la primera. finalidad de nuestro congreso: tomar clara­
mente conciencia del principio activo, del principio de unidad men­ tal, social
y político sin el cual nuestra acción es vana.
Es preciso tomar clara conciencia de esta verdad natural
y sobre­
natural formulada hace tiempo
por· un

autor, como Maurras, cuyo
testimonio es en este caso particularmente significativo:·
"Sin la
unidad divina y sus consecuencias de disciplina y de dogma, la uni­
dad
mental, la unidad moral, la unidad

política desaparecen
al mismo
tiempo: no

se pueden
-recobrar sin

que se restablezca la
unidad pri­
mera. Sin

Dios, no
existe lo verdadero_. ni

lo falso, ni
el derecho, ni
la
ley. Sin Dios, una lógica
rigurosa equipara

lo peor de las
locuras
a
las

razones más perfectas".
Insistimos en que es necesario tomar conciencia del modo más
claro
y más práctico posible de esta verdad que es seguramente el
punto de partida indispensable para toda empresa de salud social.
Pero es
imJX>rtante que
en Lausanne no nos limitemos a
·consi9"era­
ciones

vagas
y demasiado genera:1es. Es importante que consideremos
la unidad mental, moral
y política, más atentamente y de un modo
más activo:
-Primero,

en su principio divino y
sobrenarural, pues
somos
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MICHEL DE PENFENTENYO
católicos, y no podeD?,OS deterierilos en la regla exterior del catoli­
cismo. Debemos impregnarnos del Principio, que está muy por en­
cima de esta regla: este Principio
es Dios. Nos ha sido comunicado
por medio de Nuestro Señor Jesucristo y "no nos ha dado otro nom­
bre por el cual podamos ser salvados".
-Segundo, en sus desarrollos y aplicaciones mentales, sociales
y políticas: pues un principio que permaneciera inactivo, inmóvil
en el cielo frío de los conceptos, no sería un principio activo. Se debe
tratar, por lo tanto, de tomar conciencia de cómo se desarrolla este
principio de unidad ... sin el cual la vida se debilira
y se marchita.
Es necesaria la unidad:
Unidad en el orden del saber
y de la formación de las conciencias.
Unidad, principio de belleza
y de la armonía en la vida interior
y exterior. Unidad en materia de
las relaciones del hombre y de las socie-
dades. Unidad

en las auroridades
y las liberrades sociales.
Unidad orgánica entre las comunidades políticas.
Unidad en el Esrado.
Unidad en el Derecho
y la moral.
Unidad en las relaciones entre las -naciones.
Unidad entre lo cívico
y 1~ religioso.
Unidad,
principio de civilización ... , es decir, regla de todo lo
que está medido, organizado, ordenado,
y es animado, sólido y du­
radero

. . . en
rodos los

dominios del trabajo, del placer, de las cien­
cias, de
la poesía y del arte de vivir ...
Unidad, en fin, regla de santidad puesto que ésta no es otra cosa
que la vida del alma con Dios. Pero
la unidad no puede ser un principio activo de reconquista
social si
n? existen
agentes humanos, capaces de intervenir en las
realidades diversificadas de la vida social.
2. Diversidad de arraigos orgánicos, única forma de verdadera contención ante los
falsos dilemas del ,pluralismo.
Desde el momento en que pasamos de las regiones universales
del pensamiento puro al prosaismo de
la acción humana, debemos
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PLURALISMO Y UNIDAD
a-i:endet a mil condiciones regeneradoras para el completo desarrollo
de la vida. Contrariamente a lo que creen
los espíritus
ligeros este
orden práctico, de las acciones concretas, no es de ningún modo un
orden inferior. El orden práctico
·de las

acciones concretas dimana
también de las leyes universales de la Verdad
(y de las finalidades,
transcendentes
y divinas de toda acción ,humana ... ). Ocurré, sin em­
bargo,
que ofrece
las dificultades características de depender, además,
de múltiples contingencias de lugar, de
tiempo, de situaciones jurí­
dicas, políticas, psicológicas . . . Pero no tenemos derecho a considerar
este orden de las realidades contingentes como un sub-orden situado
fuera
del orden divino. Debemos ver, en este orden, grados inter­
medios por los cuales Dios debe ser conocido, amado
y servido.
Gusrave Thibon lo ha dicho en forma elegante:
"es una ley de
este
mundo que ningún valor
superior se

baste a sí mismo
y que lo
más elevado

dependa
siempre de

lo inferior.
As/ el crecimiento de
una

flor depende, no sólo
del grano

de clorofüa que asimila los rayos
del sol, sino también del humus de la
tierra y del agua con la que
se riega ( . .,). Un buen
iardinero sabe

muy bien que una flor es algo
más que agua y -estiércol, lo

que no le impide
regar y abonar

las
flores. Por amor, dad al

amor el humilde alimento que necesite mien­
tras
dura su

exilio en un mundo de mezclas
y relatividades: sed en el
tiempo los
iardineros de

la
eternidad" (1).
¡ Sed en el tiempo los jardineros de la eternidad!
En el tiempo, es decir, en las circunstancias prácticas
y contin­
gentes. Es
aquí, sin

duda, donde empiezan las dificultades prácticas
y contingentes. En cierto sentido es más fácil ser pura y simplemen­
te hombres de
lo intemporal. La do~ina ES. No cambia.
Pero la luz por sí sola no puede comunicar la vida a las plantas.
Hace falta la cooperación del grano
de clorofila y ••• una tierra bien
preparada, bien abonada
y bien dispuesta.
Del mismo modo
la doctrina pura no puede, por sí sola, comu­
nicar la
VIDA personal ni tampoco la_ vida social. Hace falta la co­
operación del terruño social.
Arraigo, condición de la fecundidad vital.
( 1) Gustave Thibon, «Notre regard qui manque a la Lumiere», pá­
ginas
93-94.
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MICHEL DE PENFENTENYO
"El ámbito de nuestro pensamiento prácticamente es ilimitado
-observa muy pertinentemente Jean Madiran (2)-. Pero el domi­
nio de
nuestra acción

es
-mucho más reducido.
"Es
reducid(! por las circunstancias de

tiempo
y de lugar; por
nuestro estado de
vida; crece o

decrece según las posibilidades
oca­
sionales y con la aptitud para aprovecharlas; se mide por medio de
lo! hombres y las cosas sobre la.r cuales-ejercemos realmente, en un
momento dado, cierta influencia o tenemos autoridad .o medios de
actuar.
"Ciertamente debemos trabajar para a/,canzar el conocimiento de
todas las cosas cognoscibles; pero nuestra condición humana hace
que nos hallemos muy lejos de poder actuar sobre todo lo que pode­
mos conocer
más o
menos exactamente. En
caricatu,a, cabe
expresar
esta
realidad con

este símil: podemos
ir al café y allí desarrollar todas
las estrategias, expone-r con pasión y energía a nuestros vecinos cómo
conduciríamos los ejércitos si fuéramos .general en jefe; o lo que ha­
ríamos si fuésemos primer ministro; y lo que decidiríamos si fué­
semos
Papa.
"Pero no
sirmdo sino

lo que somos, todo esto es perder el tiempo."
"Perdemos el tiempo y nos engañamos nosotros mismos si utili­
zamos
nuestras
energías en "advertir a
los obispos'
"orientar al
poder
civil", "informar a la Santa

Sede".
Salvo, tal
vez, algunas per­
sonas
qúe están todavía en condiciones de hacerlo de cierto 'modo:
¡ en este caso, que lo hagan!".
Debemos, por lo tanto, dar fruto allí donde estamos simados.
Este·
es

camino realista de
la acción.
Pero

es también el camino apologético, que nos permite tener
en cuenta los diversos niveles de aceptación de la verdad purá. De ese modo, pasamos
-del dominio

del pensamiento (que es
UNO) al dominio de la acción (que es MULTIPLE)
y entramos en
los mil contrastes de posibilidades (o de oposiciones) contingentes.
Lo que es posible en una empresa industrial puede ser (provisional­
mente) imposible en otra. lo que
ciertós representantes l':'cales, re-
(2) J. Madiran: «Notre action ~tholique», ltineraires, suplemento al
núm. 195 (1970).
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PLURAUSMO Y UNIDAD
gionales o parl.amenrarios no admiten (todavía) en lo referente a li­
bertades religiosas o escolares, puede que de· un modo paradójico lo
acepten en lo que se refiere a
la defensa

del carácter sagrado de
la
vida humana. Un representante local, de tendencias socializantes, puede reve­
larse inesperadamente como un defensor valiente de algunos valores
familiares, mientras que tal "pilar de Iglesia" clasificado como de
derechas, pero de poca experiencia, puede resultar lamentablemente flojo en cuestiones de "educación -sexual", de anticoncepción o de
aborto.
Este es la realidad.
Esta es la "materia" prima . . . a la cual de­
bemos

aportar una "forma".
En esto radica también la dificultad de una obra como la nuestra.
Precisamente para realizar mejor el impulso doctrinal, en esta rea­
lidad movediza· y compleja de la vida social actual, hemos desarro­
llado la política de los "satélites" del "Office".
Un ejemplo: la campaña contra el aborto, Ante esta dificultad, algunos- censores (tanto más tajantes, al pa­
recer, cuanto
menores son

sus responsabilidades) han creido poder
criticar nuestra actividad tomarido como ejemplo nuestra _participa­
ción a las campañas contra el aborto. Según estos censores, la acción
práctica emprendida por nuestros amigos médicos, juristas, políticos
y universitarios, en
esta cuestión,

habría incidido gravemente en un
nanrralismo. práctico y en un compromiso liberal por la razón de que
su combate no iba acompañado de
_un desarrollo
completo de la tesis
católica
y de la proclamació_n de los derechos de Nuestro Señor.
Este ejemplo ilustra muy bien
la confusión, freruente en los es­
peculativos puros, entre el orden del DECIR
y el orden de HACER.
Lo propio de los espíritus liberados de responsabilidades prác­
ticas, es el olvido de que la única palabra
por_ sí
sola eficaz. es la
palabra de Dios ... solamente Dios realiza lo que dice; en cambio a
los hombres no
les basta

decir para hacer. Para HACER, en
el orden
social, hay que actuar
por y en los cuerpos intermedios, es decir, ac-
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MICHEL DE PENPENTENYO
ruar prácticamente por y en las jerarquías óaturales que constituyen
los poderes sociales reales. No se levantará
el orden social sin las
autoridades naturales que constituyen la trama
y, además, asumen
prácticamente las responsabilidades reales.
Si no nuestros combates católicos serán cada vez más ideales ...
continuarán relegados en las regiones interestelares del pensamiento
puro ...
Dominio de la enseñanza y dominio de la autoridad.
Es evidente que no decimos que las exigencias orgánicas contin.
gentes
de la acción concreta nos dispensan de desarrollar una activi­
dad puramente doctrinal; lo que decimos es que existen disciplinas
para
el estudio y asimilación doctrinal . . . y éstas no son las mismas
que permiten el ejercicio de la autoridad social.
El deber de estado de un médico católico, de un magistrado ca­
tólico, de un alcalde católico, no es el de substituir al Magisterio
universal, con
el pretexto de que los hombres del dogma y de la doc­
trina se callan
y pactan.
El deber de estado de estos hombres consiste en ejercer su auto­
ridad médica, judicial, municipal, etc., . . . Ejercer
la autoridad. Es
exactamente el medio
por el cual la pura luz doctrinal se transforma
en vida. Entre
la doctrina y la vida es necesario que exista la media­
ción de
la autoridad humana. Volvemos a encontrar aquí la imagen
universal de la labor del jardinero . . . La autoridad es precisamente lo que hace
crecer y desarrollar ( augere: aumentar, hacer, crecer, des­
arrollar ... ).
Dígase
y repítase a estos hombres del "crecimiento" social que
tienen necesidad de una supernutrición doctrinal, hoy más que nun­
ca ... Es del todo evidente
(¿y qué hacemos en el "Office" sino
ingeniarnos en perfeccionar esta dietética?), pero también resulta
siempre evidente que estos hombres
no tienen

derecho a contentarse
con el estudio.
No les basta dedr-1 tienen el deber imperioso de hacer.
"De todos modos
-decía Pío XII-la hora presente exige a
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PLURAUSMO Y UNIDAD
los creyentes} que con todas sus ene'Tgías se apliquen con la máxima
eficacia a la mayor realización la doctrina social de la Iglesia" (3).
Para conseguir que la doctrina rinda al máximo en su eficacia y
en sus realizaciones, hay que aceptar el paso de lo universal a lo
contingente. Existen contingencias de tiempo muy bellamente expre­
sadas por un hermaniro del Padre de Foucaulr: "querer en el tiempo
lo que Dios
quiere en la eternidad" ... Querer en el tiempo, es decir,
progresivamente, continuando en querer, a pesar del paso de los
días, de la movilidad de las cosas, de la defección o de la usura de
los hombres, a pesar de los fracasos
y del cansancio.
Querer en
el tiempo lo que Dios quiere en la eternidad, quiere
decir actuar
etapa por etapa, fraccionando las realizaciones en la me­
dida de las posibilidades.
Además, existen contingencias de lugar, de psicología, de situa­
ciones sociales.
Aquí tampoco basta "decir" ... hace falta "hacer" ... , pues, para
hacer, es necesario admitir
la división de las tareas.
Queremos promover una "política de la vida" . . . Se dice muy
fácilmente. Es global. Esto
"lo dice todo". Pero práeticamente, en el
plano de la acción,
que significa
sino que habrá de pasar por las
autoridades que tienen los poderes
para ....

Y, desde este instante, las
cosas se fraccionan en diversos dominios de competencias y respon­
sabilidades.
¿Existe un "compromiso liberal'' allí donde hay un fracciona­ miento de
los poderes y de los deberes sociales?
Que exista el peligro de una pendiente liberal en estos combates
concretos, por
el hecho de que encarnen las ideas en el contacto con
la vida y por el contacto a que estos combates llevan con los no cre­
yentes o- con los enemigos del orden cristiano . . .
¡ es evidente! Pero
este peligro de compromiso
·no es

debido a
1a· encarnación del com­
bate . . . ni a su carácter fraccionado ... , teniendo en cuenta que,
(3) 18 de julio de 1947.
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MICHEL DE PENFENTENYO
cada día, la vida profesional del médico, del jurista, del público, lleva
consigo estos peligros de compromiso.
Por .el contrario, la ~xperiencia muestra que un médico o un ju­
rista avanzan muy rápidamente en el camino de la verdad cuando se han ''comprometido" públicamente
__,;,por la verdad- (aun par­
cial), y, sobre todo, si han pagad.O este "compromiso" por la Verdad
con un riesgo
cierro para

sus intereses
y con una ruptura con la co­
rriente

dominante del naturalismo revolucionario.
Acordémonos de
la historia de Tomás Moro cuando volviendo a
su casa el día en que había
rechazadó públicamente
legitimar el
esl
cándalo del rey Enrique VIII: "'Sí, estoy contento -- porque he roto hoy todas las posibilidades de un retorno posible.
Podré ser castigado por el rey, pero permaneceré fiel a Dios."
La verdad no se divide. No se divide tampoco la acción. Y, de un
modo paradójico, los que no comprenden esta distinción
y creen que
no pueden hacer nada
allí donde

no pueden decirlo todo . . . llegan,
para no pecar de "liberalismo", a caer en otra forma del liberalismo:
el de la abstención práctica.
Unidad y pluralismo . . . . . . . . . Unidad y diversidad.
Este fue desde el origen de la Cité Cathólique la doble prescrip­
ción de nuestra acción. Los fundadores de nuestra obra hubieran po­
dido emprender la creación de una pura "escuela de pensamiento".
Hubiese sido una opción. Hubiese bastado crear un instituto doctri­
nal, reclutar profesores, maestros del pensamiento . . . La misión de
esta fundación hubiese sido
la de velar por la transmisión de la doc­
trina social católica.
La unidad en el pensamiento hubiese sido la
pura
y simple razón de su voca~ión.
Esta no fue la finalidad específica de la Cité Cathólique.
Nuestra finalidad específica fue -desde el ·principio- suscitar
centros de impulso de una ACCION cívica católica.
"Actuar en todo
lugar. y en todos los medios, a manera de fermento, ofreciendo det
modo
más fácil posible a los
directivos de
los
dive.-sos cuerpos
so­
ciales
y a los principales entramados, los medios humanos para una
acción
cívica rigurosa", como precisaba un folleto de presentación
de la Cité Cathólique (4).
(4) Suplemento al núm. 96 de Verbe (Véase el núm. 1 de VERBO).
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PLURALISMO Y UNIDAD
Por lo tanto, unidad ... ; pero también diversidad de las penetra­
ciones sociales.
"Tender a la perfección en el orden de las medios -escribía
Jean Ousset en
1948--no es proponer tal tipo de sociedad ideal que
las
vfl1'iaciones del tiempo condenarían a envejecer (

... )
Tender a la
perfecci6n

en el orden de los medios,
implica primero y ante todo
una ley,

un método,
un principio

de
acción, una -regla, que

nos
per­
mitirán continuar con la ma'J01' seg'IPf'idad la investigación de fór­
mulas

adaptables
y vivas que puedan aplicarse cada vez mejor a las
mil circunstancias de tiempo
y de lugar. Tender a la perfecci6n en
el

orden de los medios, es
unirse a la práctica y no a ciertas concep­
ciones lejanas concebibles solo mentalmente" ( ... ).
"¡ Método eminentemente realista! Vaciedad de las construcciones
abstractas

o
a priori. Necesidad de adaptarse íntimamente
a lo
real,
saber
cómo las cosas ocurren de

hecho
y no en teoría. Necesidad de
conocer
el hombre, de
saber lo

que debe ser tanto como
lo que es"
( ... ).
''Método eminentemente experimental,, según se concibe. Método
también
empírico en
gran
pa,rte, puesto
que todo problema político
es
inseparable de

un problema de duración. Método histórico, por esto
mismo" ( ... )
"Empirismo organizador",

ha podido
decirse. Regla
única

de esta
"política experimental", de

la que Joseph de
Mai-stre
decía
que

era la
única buena".
Unidad y pluralismo. Pero no pluralismo liberal ...
Pluralismo de datos concretos, en los hechos, en las situaciones,
pluralismo de Jo real Pero Jo real de nuestra época, en la que tene­
mos que realizar nuestros deberes de estado, es una realidad dislo­
cada en
la que no resulta imposible avanzar uniformemente. Más que
nunca debemos avanzar sin la
prOOrupación de

alinearnos.
El "Office" no es una pura escuela de pensamiento sino una
"obra auxiliar" . . . auxiliar del cuerpo social y de poderes sociales
actUIUes.
El "Office", del mismo modo que la "Cité Cathólique" antes, no
es una obra de apostolado
y de formación espiritual.
Es .una obra de restauración política y ggcial de nuestras patrias
carnales .
• 261
Fundaci\363n Speiro

MICHEL DE PENFENTENYO
Nuestra "opción" fundamental está ahí: Tenemos: en Francia
que reconstruir Francia, una Francia cristiana. En Bélgica ... nuestros
amigos belgas deben rehacer una Bélgica cristiana, etc .... No tene-
mos como misión
réemplazar las
funciones sacerdotales que desfalle­
cen, ni substituir al . Magisterio de la Iglesia Tenemos que -suscitar
centros de impulsión en los
cuerpos sociales enfermos1 para su en­
derezamiento. Nuestra profesión de fe católica no debe aurorizarnos
a uniformizar la acción cívica cuando
la realidad social es diversa.
• • •
Nuestro próximo Congreso deberá, por lo tanto, hacernos reco­
brar una conciencia
clara de este doble deber ... no solo por un rea­
lismo banal, sino también por realismo católic_o .. , Nuestro Señor
mismo ¿no nos ha dado el ejemplo de mil maneras? ... , pues, según las actas de los Apóstoles nos
-dicen, empezó por hacer lo que vino
a enseñarnos ("Et

coepit
facere et doce-re").
Tenemos que situarnos en la escuela del realismo católico ...
Santa Juana de
Meo, intransigente en la doctrina, fue progresiva
e indulgente en la acción, tanto
que admitió en

su ejército "brutos"
tan poco místicos como La Hire y Gilles de Rais.
Debemos, por lo tanto, perseguir con todas nuestras fuerzas y con
pasión la obra de recuperación de los múltiples
poderes elementales
de la vida social.
Estos poderes elementales se hallan al nivel de las cédulas na­
turales de la sociedad y en las comunidades micro-orgánicas de nues­
tros países reales. Nuestra propia vocación nos invita a que especí­
ficamente
trabajemos en

esto,
y es con este patrón como debe ser
juzgada nuestra acción. Nuestros· Congresos de Lausanne dan cada
año esta medida.
Encontraremos este año un número mayor de animadores y de
cuadros naturales de las sociedades reales. Políticos y jefes de em­
presa; sindicalistas, obreros o campesinos; maestros y profesores, co­
merciantes
y artesanos; ma_gistrados, artistas, oficiales, etc .... sin ha­
blar de la afluencia cada vez más considerable de jóvenes de todos
los mCchos. Su diversidad y su contraste dan cada año a Lausanne una
262
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PLURAUSMO Y UNIDAD
fisonomía cada vez más de acuerdo a las 4iversidades y a los con­
trastes de nuestras ciudades reales y actuales.
¿Qué vienen a buscar en nuestros Congresos?
- ¿Un sentimiento de "pertenecer a una fuerza
unitaria"?. Cier­
tamente

¡no!
Este· sentimiento

pudo,
tal vez, haber existido antigua­
mente en nuestros Congresos
de·la Cité Cathólique.
Hoy, muchos de_ estos compañeros de nuestros combates cívicos,
solo conocen el "Office" por la C. F. T. C. o el C. E. R. C.; por una
Asociación de padres de alumnos o por
la Acción escolar . . . o por
el C. E. E. o por el S. l. C. l.. E. R., o por medio de los combates
comunes co1:1tra el aborto, etc ....
Esto permitirá observar la. diversidad de nuestra trama, de nues­
tros trabajos.
Esto permitirá ver el trabajo que incumbe a los animadores del
Office, a este peqm~ño número -este número demasiado pequeño­
de quienes deben ser los agentes de nuestra unidad, los agentes de la
educación
y de la coordinación de las redes de nuestro trabajo. El
fermento en
la masa.
En ellos reposa la efectividad del Congreso. Gracias a ellos po­
demos obtener en estas jornadas la imagen más
rica, más atractiva
y más exultante de lo que puede --en nuestra época, tan pobre­
ser
el brillo de la síntesis católica ... , al menos en la reducida escala
de un Congreso.
Gracias a ellos
lausann~ debe

ofrecer a los amigos del
"Office",
atraidos

generalmente por uno u otro de los rayos de luz de
la doc­
trina social católica, algo de
.la luminosa totalidad católica, y esto:
-En la esfera de la unión con Dios (por el fervor y la belleza
de los oficios religiosos).
- En el ámbito del pensamiento (por las conferencias magis­
trales). -

En el terreno de las mil formas de acción en nuestras socie­
dades temporales (por los trabajos prácticos en los
forums y los
stands).
Preparemos, pues, seriamente estas jornadas.
Con el estudio.
Con
la oráción fervoros_a.
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