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1974

Santo Tomás de Aquino, hoy

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Las «leyes de la historia» ante la ciencia

LAS "LEYES DE LA HISTORIA" ANTE LA CIENCIA
POR
VLADIMIR.é> LAMSDOR.FF GAL.AGANE.
¿Existen "leyes de la historia", o no existen? En otros térmi­
nos, ¿es predecible o no nuestro futuro? ¿Estamos condenados a
"progresar" indefinidamente hacia estados sociales cada vez "me­
jores", que determinados sesudos varones pretenden conocer, y en
los cuales esos mismos sesudos varones ostentarán el poder polfti•
co? ¿O pademos, por el cóntrario, no hacer ni el menor caso de ~
predicciones y elegir nosotros mismos nuestro propio régimen po­
lítico-social,
aunque resulte menos "progresivo"? Ese "futuro" de
que
nos hablan, ¿tendrá obligatoriamente lugar, o sólo si nosotros
querernos?
Se trata de un problema relativamente reciente. En épocas pa­
sadas, su solución aparecía tan evidente que nadie se lo planteaba si­
quiera. La única fuerza nécesitante que se concebía en la Historia
era la Divina Providencia, que no podernos conocer por adelantado,
salvo por Revelación. Como ejemplo de esta actitud -unánime.:
mente compartida-podernos citar a_ Santo Tomás de Aquino, entre
otras razones, porque en él er:ícontram.Os esta te8is expresamente for­
mulada. Al hablar del "hado" o "fatalidad", concepro frecuente en
escritores de la Antigüedád, así lo afirma: lo único a que está some­
tida nuestra "suerte" es a la Divina Prividencia (1). Pero en primer
lugar,
no podernos conocerla -salvo en lo que buenamente nos re­
vele el propio Dios. En segundo lugar, ha dispuesto las . cosas de
tal modo, que en . los acontecimientos de la historia intervenimos
nosotros, los hombres, en calidad de "causas segundas" dotadas de
libertad. Por consiguiente, no es siquiera concebible ninguna "ley
histórica" que podamos formular con
ayuda de nuestra propia in­
teligencia.
Ciertamen~, no en~ori..tram~s ·esta últ,UD.a: ccinclusión . expresamen­
te formulada en Santo Tomás (la cosa parecía tan evidente en su
época que no tenla por qué formularla). Pero encontramos las pre-
(1) Cfr. S. Th., 1, 116, le, y en general, toda la· q. 116 (De falo).
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VLADIMIR.O LAMSDOR.FF GALAGANE
misas de que se deduce. La mayor la sienta al ·preguntarse si pode­
mos conocer las cosas fururas (2), a lo que contesta que sólo si
conocemos sus causas ya presentes; y las conocemos con tanta mayor
certeza científica, cuanto más necesariamente estas causas produzcan
s~. efecto. ~ _premisa menor es la afirmación de que la Providencia
.ha. dispuesto las, cosas de tal forma que las «causas segundas" actúan
libremente y, por tanto, producen· sus efectos de modo contingen­
te (3).
Luego, aunque Santo Tomás no baya sacado él mismo la con­
clusión, no nos
es difícil hacerlo por él: la historia es precisamente
el relato de determinados efectos de
causas segundas, luego no po­
dernos conocerla científicamente por
adelantado_ Tampoco lo in­
tentaba nadie. El problema, corno vemos, no se planteaba.
Se empezó a plantear en el siglo pasado, cuando determinados
pensadores declararon que habían encontrado la ley universal de todo
desarrollo histórico. Se "encontraron" incluso varias. Una de
ellas
es la teoría, llamémosla "biológica", de la cu,Jtura. Según .ella, los
sujetos de la historia no son las personas, sino las "culturas" (egip­
cia, babilónica,
griega, maya, etc.); y estas culturas están sujetas a
ciclos, parecidos a los biológioos: tienen su nacimiento, su des¡irro­
llo, su madurez, su decaqencia y su muerte. Esta teoría cíclica, ini­
ciada por Danilevski, es oonocida, fundamentalmente, por los nom­
bres de Spengler y
Toynbee_
Otra .teoría de la historia_ es el "progresismo·· lineal, inspirado
en la teoría. evolucionista de Darwin: la sociedad
humana, al. igual
que las especies
animales, progresa de lo menos a lo más perfecto;
tiene que ser así, y no puede .ser de otra forma. Corno representan­
te '_' aq1.démico", podríamos· citar a Spenctt, aunque en realidad, más
que entre filósofos o teórioos, esta doetrina está difundida a nivel
de periódico y
gran público, en formi¡ intuitiva y pre-científica. Es­
toy pensando, por no ir ·miis lejos, en nuestra propia prensa de tipo
democristiano. Tomen ustedes, por ejemplo, cualquier editorial de
":Y1t", y observarán. que todo el que intervenga en defeqsa del ré­
gimen actual
es calificado de "inmovilista», de .enemigo ,del. cambio.
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(2) S. Th., 1, 86, 4.
(3) S. Th., 1, 19, s:
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LAS «LEYES DE LA HISTORIA» ANTE LA CIENCIA
Sin embargo, esos que "Ya" llama "inmovilistas", por regla gene­
ral, sí desean que haya cambios, incluso bastante radicales, pero oo
en dirección de la democracia liberal ¿Qué es lo que ocurre, ene
tonces? Simplemente que en "Ya" estiman que la democracia li­
beral
es un "progreso" con relación al estado de cosas actual, luego
no puede haber otro "cambio" sino hacia ella. Tanto es así que las
más de las veces no se refieren a la democracia liberal por su nom­
bre, sino que la llaman, sin más, "el futuro". Caro, una teoría así,
a primera vista, parece absurda. Pero si se insiste, se machaca, cada
día, cada día, llega a ser muy eficaz para "comerse la moral"" del
adversario. Incluso,
si se consigue que la gente se la crea, puede, sin
ser verdad en un principio, llegar a serlo precisamente porque la
gente se. la ha creído. Y hay que reconocer que en esto, el equipo
de
"Ya'" está cosechando indudables éxitos, hasta en el seno del
Gobierno.
Otra teoría de la historia, por fin, es la teoría "dialéctica", se­
gún la cual la historia transcurre por "tesis-antítesis-síntesis": a_ un
estado de cosas dado sucede siempre su negación (antítesis), que
tampoco se mantiene, sino que abre camino a la "síntesis"_, qúe a
·su vez, se presenta. éomoc ''tesis", que genera su "antítesis", y así
sucesivamente. Con lo
.cual, conociendo · la fase en que estamos .en
un momento dado, se puede, en teoría; predecir la siguiente (aun­
que en
la práctica, los partidarios de esta doctrina suelen hacer sus
predicciones a po1teriori, acerca de tesis, antítesis y síntesis ya pa­
sada,). Esta corriente "dialéctica"" tiene dos variantes. La primera
en fecha es la idealista de Hegel, según la cual el que se divierte
con este jueguecito
es el Espíritu "Geist", presente, de ·alguna for­
ma misteriosa, detrás de los fenómenos históricos y que contraria­
mente al común de los mortales, Hegel, también de alguna forma
misteriosa, ha
llegado a conocer. La segunda es la materialista de
Marx-Engels, para la cual los responsables_ del mecanismo son -tam­
poco se sabe muy bien cómo-los intereses materiales y las clases
sociales. Esta última teoría es la que tendremos en cuenta de un
modo muy especial, no tanto por su mérito científico, que como ve­
remos, no es mayor que el de cualquier otra de las citadas, sino por
su actual importancia política.
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VLADIMIRO LAMSDORFF GALAGANE
Desde Juego, estas teotías, entte. todas, plantean un problema.
El !imitarse a afirmar hoy, como hizo en su día Santo Tomás, que
son
imp0sibles, nos deja -'-aunque sea totalmente cietto--algo de­
fraudados. Porque
si es imp0sible formular _ninguna "ley de la his­
toria'", ¿qué
hemos de pensat de las "leyes de la historia" que se
afirma p0r ahí que han sido descubiertas? Y de este interrogante se
derivan ottos: ¿de verdad resulta tan imp0sible predecir cualquier
acontecimiento
social?. Es decir, ¿resultan imp0sibles todas las "cien­
cias sociales"? Y,
por fin, en tal caso, ¿cuál sería la misión de los
historiadores? Intentaré
resp0nder, en cierta medida, a todo este-haz de pre­
guntas. Pero no voy a pretender inventar nada.
La cosa ya ha si.do
hecha, y muchísimo mejor de lo que yo pueda· siquiera aspirar, p0r
uno de los más notables filósofos de nuestro siglo, Karl Raimund
Popper, de cuyas ideas en la materia les intentaré ofrecer una breve
síntesis (4). Cosa curiosa: las conclusiones
de Popper, pensador no­
minalista y agnóstico, vienen a coincidir, en'-este punto, con los
planteamientos de Santo Tomás, que partía de supuestos y trataba
problemas totalmente distintos.
Es que la lógica es independiente
del credo
filosófico, y es precisamente ella la que asegura, en el
tema que nos ocupa, la convergencia, a veces sorprendente, de dos
pensadores a primera vista tan dispares.
l. Ciencia e,operimental e historia.
¿Qué hay que pensar -hemos dicho-de las "leyes de la his­
toria" que determinados pensadores dicen haber descubierto?
Em­
pecemos Por señalar una cosa: hasta la fecha, todas ellas pretenden
ser leyes
cientlficas. Luego, para valorarlas, necesitaremos partir de
( 4) Me há servido de fuente fµnda.mental su obra [A mi.reria del his­
Jorieismo, trad. P. Schwutt, Tauros, Madrid, 1961; han de consultarse tam­
bién, asequibles en castellano, sus La lógica de la investigación cientifir:a,
Tecnos, Madrid, 1962; _La sociedad abierta y sus enemigos, Fa.idos, Buenos
Aires, 1957; ·sobré la teorfa de la inteligencia o-b¡etiila, en el vol. Ensayos
de filo1ofía de la ciencia, Tecnos, Madrid, 1970, págs, 0202 y sigs.
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LAS «LEYES DE LA HJSTORJA» ANTE LA CIENCIA
una idea clara de Jo que es, en general, "ciencia", o más concreta­
mente, •• ciencia experimental", pues se hace apelación precisamente
a esta última.
Pues bien, según Popper, las ciencias experimentales se com­ponen de leyes de co-varianz.a de determinados fenómenos. rienen
carácter universal, y se formulan -o se pueden formular,-en for­
ma hipotética; por ejemplo:
si varía .la distancia entre dos cuer­
pos, la fuerza con que se · ~traen varÍari en p;oporción inversa a su
cuadrado.
La búsqueda y establecimiento de tales leyes han de cumplir
varios requisitos, el principal de los cuales, para emplear el térmi­
no de Popper, es la "faJsabüidad". Esre concepto constiruye la de­
cisiva .iportación de Popper a la teoría de la ciencia, al superar
definitivamente la noción de "verificación experimental". Consiste
en
Jo siguiente: toda posible ley de la naruraleza se ha de formu­
lar en primer lugar como hipótesis a comprobar. Para que esta hi­
pótesis pase a estado de "comprobada",
ha de ser posible determi­
nar experimentalmente
si las variables consideradas varían efectiva"
mente según esta hipótesis; pero no se buscan respuestas afirma#­
fJas, sino negativas: basta con un solo caso en que las variables no
varíen según la hipótesis para que no la podamos aceptar en calidad
de ley universal, y tengamos, por consiguiente, que desechada. Como
dice Popper, la hipótesis ha sido "falsada". En cambio, las respues­
tas afirmativas, por muchas que hallemos, no prejuzgao nada. Per­
miten, todo lo
más, aceptar la hipótesis a tirulo provisional, y ma­
nejarla como "ley" hasta tanto no se "false". Volvamos a nuestro
ejemplo
.de la ley de Newton. En el momento de descubrirla, New­
ton pudo muy bien plantearse la hipótesis de que la atracción fuera
inversamente proporcional a la distancia; probablemente, incluso
Jo hizQ; pero unos sencillos cálculos y mediciones le convencieron
de que no
Jo era. Entonces desechó esta primera hipótesis y probó
con el cuadrado.
Esta vez,· de momento, la hipótesis .no fue. "fal­
sada" y se aceptó como ley de la gravedad. Pero recientemente, al surgir hipótesis en que también esta ley podía resultar falsa, se hizQ preciso integrarla en otra más amplia, la teoría de Einstein, la cual,
a su vez, también está expuesta a la misma suerte.
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VLADIMIRO LAMSDORJ'F GALAGANB
Es característica de las leyes experimentales -mientras no han
sido
"falsadas"-el permitir hacer predicciones. Pero es importan­
te que nos fijemos
en la estructura lógica de las mismas, que en el
lenguaje de cada
dia puede pasar inad\'ertida. Es que con sus re­
glas
ocurre Jo mismo que, por ejemplo, con las del silogismo. Nadie,
en la conversación habitual, dirá lo siguiente:
"Todos los madrileños son
españoles.
Y o soy madrileño,
Luego soy español"
Queda perfectamente
claro diciendo, mucho más brevemente,
"soy español, porque
. soy madrileño". Pues hieo, con la predicción
científica ocurre algo parecido.

¿Cuál. es, entonces, su forma ade­
cuada?
.Para hacer una predicción categórica (no hipotética) se necesi­
tan dos elementos. El primero es una ley universal, que servirá, di­
gamos, de premisa mayor; por ejemplo "todo alambre de hierro de
tal grueso soporta un . peso máximo de 5 kilogramos". El segundo
es. la descripción de nuestro . experúnento, lo qne . Popper llama las
." condiciones inic;iales ", que. hará de premisa menor; por ejemplo,
".tenemos un alambre de este mismo grueso, y le colgaremos un
peso qe 10 kilogramosº'. De ahí la .predicción: "se romperá'.'. Por
tanto,
toda predicción necesita de ambos elementos.
Ahora, fijémonos en una particularidad interesante: nuestra "pre­
misa menor'', o las "condiciones· iniciales",. por usar el término de
Popper, no son enunciados científicos, sino enunciados históricos,
relativos a· un estado de cosas en un lugar y momento dado. Del
mismo modo, son enunciados históricos todas las proposiciones exis­
tenciales, o si prefieren, todas·Ias.descripciones de contenidos sensi­
bles. Son siempre proposiciones singulares y categóricas: serán afir­
mativas o negativas, pero
no se pueden formrilar en forma Wpotética.
De los enunciados hlstóric;os no cabe ciencia: no es posible experi­
mentar sobre
si existió Napoleón o sobre si declaró la guerra a
Prusia, o siquiera sobre si
en esta habitación hay una silla. O bien
tenemos Ocasión de comprobarlos mediante nuestros propios sentidos
(vemos la silla), colocándonos eri la misma circunstancia de tiem-
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LAS «LEYES DE LA RISTORJA» ANTE LA CIENCIA
po y lugar que el observador, o bien no tenemos ~ remedio que
c,eer (9 dejar de creer) al testigo que nos los relata (5).
Ciertamente, este
esquema ideal no se cumple, de hecho, en to·
d¡,s las actividades que habitualmente se llaman "científicas". Algu­
nas no sobrepasan lo que solemos llamar '"nivel descriptivo": es de­
cir1 constan por entero de proposiciones existenciales y categ6ricas,
o sea históricas ( tal eta el caso, en su día, de la zoología de Linneo,
y
es, aun hoy, el de bueoa parte de la sociología). Han surgido in'
cluso protestas, por parte de fos cultivadores de estas cien<:Íl!s, contra
la reducción del concepto de "ciencia" a Jo designado por Popper (6.)
No _nos vamos a enredar ahora en querellas terminológicas; aun cuan­
do yo personalmente crea que el nombre más adecuado para estas
actividades sea el antiguo de "historia. natural", no tengo ningón
inconveniente a que se titulen "científicas", si así les place ·a sus
representantes (7). Pero en Jo que respecta a la predicción, que es lo
que nos interesa ahora, hay que constatar que cuantas menos hipótesis
"falsables" elabora una ciencia, por el sistema de "ensayo y error",
sea
porque no proponga hipótesis en absoluto (caso del botánico
que describe una planta),
sea porque esras hipótesis no resulten "fal­
sables"
(caso del lingüista o del economista que "idealizan" una rea­
lidad compleja mediante "modelos" matemáticos),
tantaS menos pre­
dicciones
podrá hacet con base científica.
Porque una cosa está clara: no se pueden hacer predicciones ni
(5) Compárese con la doctrina aristotéliéá de que «no hay ciencia sino
de lo universal», y su ·desarrollo por Santo Tomás (p. ej., S. Th., 1 86,
1 _y 3); pese a las distihtas-vías de llegada, Popper acaba coincidiendo con
ellos
,en lo fundamental.
(6) Por ejemplo, en España, .V. Sánchez de Zavala, Sobre las ciencias
de «complexos», en Ensayos ... cit., págs. 39 y sigs.
(7) Ciertamente, ello equivale a admitir como definición que «ciéncia
es lo que hacen los científicos, y científico es quien dice serlo», lo-cual· suena
un tanto insólito. Pero bien mirado, no creo que se fuera a_ hundir el mundo
por eso.
Es que, hOruadamente, no vep otro modo de incluir bajo un mismo
concepto de
«ciencia» cosas tan distintas como son, p. ej., «ciencias exactas»
como las matemáticas, «ciencias experimentales» como la física, «ciencias
humanas» como la lingüística, «ciencias históricas» como la paleografía o
«ciencias jmídicu» como el derecho penal. '
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VLADIMIRO LAMSDORFF GALAGANE
con sólo enunciados científicos (es decir, con leyes univetsales), ni
con
sólo enunciados bist6ricos (es decir, singulaies). Y este solo hecho
basta
para descalificar la mayoría de las actividades de los teóricos
de la historia, especialmente en
•su variante "biologista" (tipo Spen­
gler-Toynbee).
2. El problema de las ciencias sociales.
Con
todo, les queda una salida, en particular a los marxistas. Es
la de pretendet haber deducido de la historia una o varias "leyes
objetivas", comparables a las científico-experimentales.
El examen
de esta pretensión
nos obligará a detenetnos un momento en el plan­
teamiento, en general, de las ciencia! iocial,es.
¿Son posibles, en general, conociillielltos experimentales en ma­
tetias sociales? . Nuestta argumentación · anterior parece demostrar
que no: no es posible prevet acciones libres. Sin embatgo, hay que
tetler. en cuenta que en la vidil: diaria, no siempre ponemos en jue­
go nuestra facultad de nuonar y, por tanto, nuestta libertad de elec­
ción. Por tanto, pueden resultar previsibles, con una buena aproxi­
mación, nUestros actos habituales, o cotlvencionales, o inconscientes,
o reflejos. Se puede dci:ir, gros.ro modo, que CU3.nto menos refle­
xiva, más "mecánica", sea-una actividad, tanto más predecible re­
sulta. También hay que tenet en cuenta, ya en la zona de activida­
des plenamente conscientes, que si bien todos tenemos la
facultad
de apartarnos de un patrón de conducta generalmente admitido, o
que en una circunstancia dada
resulte "razonable", no todos Jo ha­
cemos en la práctica. Esto permite la elaboración· de leyes estadísti­
cas, e incluso, gracias a la ley de los gtandes números, de modelos
matemáticos. Al fin y al cabo,
uná ley estadística es tan ley como
cualquiet
otra; y se establece del mismo modo: por hipótesis y "faJ.
sación". Qaro, el que encontremos un ca.ro que no se ajuste a la­
hipótesis sólo la "falsa" como ley univetsal, cósa que rio pretendía
set; en cambio, quedi "falsada" tomo. tal ley esta menos una vez no hayan tránscnrridc¡ con arreglo a ella la m,r¡oria
de los q,sos considetados.
Por supuesto, la predicción
que petmiten tales leyes· será siem-
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LAS «LEYES DE LA HISTORIA» ANTE LA CIENCIA
pre aproximada, con un determinado margen de error admitido de
antemano. Por otra parte, estas leyes están expuestas a quedar "fal­
sadas"
en todo momento, y en bastante mayor medida que las físi­
cas; luego su uso es siempre provisional, como con una: cláusula
"rebus sic standibus".
Ahora
bien, dentro de estas limitaciones, son perfectamente po­
sibles conocimientos experimentales; establecerlos tiene su técnica:
por ejemplo, no siempre es posible la experimentación directa, que
ha de sustituirse frecuentemente por la observación de datos histó­
ricos; ni siempre es fácil aislar las variables consideradas, etc., etc.
Pero pese a estas dificultades, son posibles. La mejor prueba de ello
es que se
han establecido relaciones aceptablemente constantes entre,
por ejemplo, las
variaciones del nivel de precios y las variaciones de
los aranceles agrarios, o medidas crediticias, o modificaciones fisca­
les,
etc. Es más: son precisamente conocimientos de este tipo los
que hacen la diferencia entre uri "hombre experimentado" y un no­
vato.
Por supuesto, los conocimientos del hombre "experimentado"
no son infalibles; consisten en
unas . generalizaciones, por regla ge­
neral intuitivas, de cómo actúa
la mayoría de las personas en unas
circunstancias dadas. Su valor· es siempre -relativo, todo. lo más es­
tadístico, por cuya razón la persona "experimentada" también puede
equivocarse. Pero es indudable, sin embargo, que se equivoca menos
que úna j,ersona sin experiencia, lo cual obliga a admitir que acumu­
la ciertos conocimientos, aun todo lo relativos que se quiera.
Todas estas generalizaciones o leyes experimentales tienen unas
características comunes, que las ·empaientan-con las leyes físiC$8: en
primer lugar, son siempre "falsables". 'Es decir, pueden siempre ser
desmentidas acudieudo
a· la observación. En segundo lugar, sigoen
siendo relaciones de co-variancia de determinados fenómenos. Por
tanto, siempre tendrán uh carácter parcial, fragmentario; siempre irán
referidas a. unos determinados áspectOs, o circunstancias, o secrores,
o actividades de la vida social. Nunca podrán aplkarse a la socie­
dad entera,
en su conjunto, porque en ella intervienen tantos · fac­
tores variables que resulta imposible
detectar los efectos de la va­
riación de cualquiera de ellos.
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VLADIMIRO LAMSDORFF GALA.GANE
3. Las "leyes históricas" y la ciencia.
A la vista de esto, ¿qué cabe decir de las llamadas "leyes de la
historia"?
En primer lugar, pretenden ser leyes universales del desarrollo
de la sociedad entera ( cuando no del mundo):
todo se explica con
la evolución, o con la lucha de clases, o con las razas dominanres,
o con
los delos históricos. Acabamos de ver que esto no es cientí­
fico, ni puede serlo. Sus defensores pretenden obviar nuestra obje­
ción diciendo que han inducido sus leyes no del esnidio . de una u
otra variable concreta, sino de
la observación de la historia "en su
conjunto", ·Pero entonces, a más razón: la historia "en su conjunto"
es una, y de la observación de un solo fenómeno no puede deducirse
una ley universal.
Otros,
más moderados, contestan que su propósito no es tanto es­
tablecer leyes, como distingnir tendencias históricas, cuyo efecto se
pueda hacer sentir en el fniuro. Sólo que una tendencia .no. es una
ley. Su constatación sigue siendo un enunciado existencial, no uni­
versal, y por tanto, hist6'-ico. Luego cualquier predicción en base a
él
es imposible (cosa que se comprueba cada día: una tendencia al
aumento
de una población puede ser todo lo constante que se quie­
ra, y luego quebrarse en cuestión de años, incluso de días). Las ten·
dencias
sólo son manejables a efectos de predicciones cuo,ndo vienen
ellas mismas explicadas, mediante una
ley universal y un enuncia·
do histórico,
lo cual nos retrotrae al problema anterior.
Como consecuencia
de lo dicho, las "leyes de la historia" no son
fa/sables. Cuando surgen hechos que las desmienten, su alto ·grado
de generalidad siempre permite a sus defensores afirmar que sólo es
en apariencia, o que es una excepci6n transitoria, o que es un hecho­
"aberrante", y por tanto, "aislado", o por fin, que su ley "todavía"
no se ha cumplido, pero se cumplirá lo mismo en un porvenir más
o menos alejado. Por otra parte, si los partidarios de las "leyes de
la historia" jugaran limpio, tampoco tomarían en cuenta los hechos
que
transcurren de acuerdo con su "ley". Pero hacen todo lo con­
trario: en cuanto surge uno, por insignificante o traído por los pe-­
los que sea, lo agitan triunfalmente como "confirmación" de su reo-
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LAS •LEYES DE LA HISTORJA» ANTE LA CIENCIA
ria. Por consiguiente, es imposible demostrar que alguna "ley histó­
rica" sea falsa. En cambio, resulta relativamente fácil hacer creer
que
es verdadera. Pero esto mismo es la .. mejor prueba de que no
se trata de leyes científicas: su aceptación es cuestión de fe.
Un buen ejemplo es el marxismo. Ha sufrido el impaeto de su­
ficientes "falsaciones'" como para
hacer abandonar la más sólida hi­
pótesis científica; todas sus predicciones han resultado inexactas: ni
los capitales se han concentrado en unas pocas manos, ni los prole'
torios
se han vuelto cada vez más pobres, ni ha habido revolucio­
nes en los países más
industrializados, ni . todo el resto. Sin embargo,
sus partidarios siguen manteniendo que sus leyes son verdaderas, re­
mitiéndose al futuro, o,
como les gusta decir, a la "praxis". Lo ex­
ponen de la forma más enrevesada· que pueden, pero en substancia,
viene a ser lo siguiente: "si todos colaboramos en instaurar el
·so­
cialismo, se acabará cumpliendo la predicción de que tendremos so­
cialismo". Lo. más bueno es que es verdad: si todos nos ponernos en
camino hacia la puerta de Alcalá, acabaremos llegando todos a la
puerta de Alcalá. Pero esto viene a ser una profesión de
volµJitaris­
mo histórico, que bien mirado, es todo lo contrario de una actitud
científica.
Pues precisamente este voluntarismo, o quizá activismo históri­
co, viene a ser un corolario de la creencia en "leyes históricas". La
pretensión de cientificidad y el activismo forman una especie de
simbiosis: el activismo
es la única garantía de la validez de la teo­
ría, y la teoría, a su vez, encauza -el activismo. Por· esto la teoría,in­
corpora a su vocabulario "técnico" términos de una gran carga emo­
cional, como "opresión", "alienación", "explotación", "progreso",
"liberación", etc. O,n su ayuda, modifica el propio sistema de valo­
res de sus partidarios: lo "bueno" pasa a ser lo '"progresivo", es de­
cir, Jo que está de acuerdo con la teoría, y las acciones que se opon­
gan a la teoría pasan a ser las "malas,,. Pero no malas en sí, sino
"reaccionarias", o
sea condenadas de antemano• al fracaso ... ¡por•opo­
nerse a· la· teoría!
Es una lógica muy sutil, cuyo mejor ejemplo, otra vez, es el mar0
xismo. Gracias a ella, sus partidarios pueden manejar ad libitum ar'·
gumentos
éticos y "científicos'.': a quien poága en duda su teoría
., 3H
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VLADIMIRO LAMSDORJ'F GALAGANE
por ·motivos-científicos, contestarán: "1¿Entonces, Vd. es partidario
de la opresión•alienación-explotación-etc.-etc.? ! ". Y a quien los ata­
que
en el plano ético, acusándolos. de crímenes, le dirán· que obede­
cen a una "necesidad histórica" científicamente
demostrada. Por eso
es
tan difícil desconvencer a un marxista. Se. vuelve totalmente · im­
permeable
· a toda discusión racional.
Las
consecuencias más trágicas de

esto ocurren cuando los
parti­
darios_ de "leyes históricas", los marxistas en particular, tienen oca­
sión -de "experimentar'' su teoría. ·En efecto, sus leyes se tefieren a
la sociedad en conjunto, y por tanto, sólo pueden ser "experimenm­
das"
modificando a la sociedad en ·conjunto; de ahí su tremendismo
político
y su tendencia a apoderarse de la única fuerza que permite
tll!. transformación: el poder polítioo. Pero su tearía, al no ser "fal­
sable'',
tt,mpoco es experimentable: una modificación de oonjunto
implica una multitud de medidas concretas, y si surgen oonsecuen­
cias indeseables, resulm imposible saber de cuál de ellas provienen.
Como
no se van a atribuir a la teoría en ainjunto (hasm ahí podía­
mos
llegar.,_), se hace necesario que alguien tenga "la culpa", lo
éuaLconvierte a estos regímenes en una larga y continua "caza de
brujas".
En el límite (que en la URSS ya se ha alcanzado) pueden
proponerse remoldear
al hombre, crear un "nuevo hombre socia­
Jista" para quien resulten. acepmbles, e incluso deseables, unas oon­
diciones que ustedes o yo tendríamos por intolerables.
Lo cual es, si nos fijamos, la más palmaria confesión de frai:aso
en: el plano científico: si para cumplirse, la teoría necesitll reformar
a
la especie humana, es que no es aplicable a la especie humana en
su
esmdo actual, partiendo de cuya ·observación se supone. que ha
surgido. Y es también su más radical refumción en el terreno ériro:
al fin y al cabo, tlln hombres somos nosotros romo los marxistas, y
no hemos concedido ·a nadie· autoiizadón. para t'remoldearnos".
Así es . y tenía que sér .. Toda su teoría, ron todos sus retruéca­
nos, -no puede ser científica por razones lógicas. En efecto, Popper
ha esmblecido --cltí está su gran mérito-que no cabe hacer pre-­
dicciones científicas si. no es· apoyándose en leyes "falsables", es
decir,
ábiertas a la refumción. Como las ·~-leyes· de la historia" no
son
tll!es, sus partidarios: sólo pos pueden, ofrecer. profecías seudo-
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Fundaci\363n Speiro

LAS «LEYES DE LA HISTORJA» ANTE LA CIENCIA
científicas, y sus leyes son, todo Jo más, intuiciones, quizá brillan­
tes, tal vez incluso
exactas, pero imposibles de comprobar.
4.
E;l método de la hi&toria.
Con todo, si me limito a Jo dicho· hasta ahora, es posible que
deje
un tanto decepcionado a quien sienta interés, profesional o afi­
cionadq, hacia la historia. En efecto, Si sólo son científicos los cono­
cimientos experimentales, y . la historia no los puede suministrar,
¿cuál
es el papel de los historiadores? No es una pregunta de labo­
ratorio:
ya han surgido críticas a Popper por • relegar al limbo del
simple folklore todo saber histórico" (8). Luego, ¿en qué consiste
exactamente la historia?
Hay que partir de una base. La historia, como tal historia, es el
relato de acontecimientos singulares.
Se compone de enunciados "his­
tóricns", en el sentido lógico que hemos dado al
término. No se in­
teresa
por leyes universales. En cuanto comienza a ha=lo, deja de
ser historia para ~onvertirse, en el m~jor de los casos, -en _sociología,
y en el peor, en sofisma. Por supuesto, un historiador tiefle derecho
a hacer sociología; puede incluso hacer coexistir en· un tuismo libro
elementos de sociología
y de historia. Pero ha de · darse cuenta de
que utiliza dos metodologías completamente distintas.
·
Cuando actúa como hisroiiador, relata acontecimientos singula­
res coa la finalidad de que el lector le crea, a él personalmente o a
los autores anteriores que utiliza como "fuentes".
En efecto, el lec­
tor no tendrá otro medio de comprobación; y todas las técnicas. de
cotejo de fuentes, de búsqueda de contradicciones o
. coincidencias
entre ellas, de confirmaciones arqueológica's, etc., sólo tienen _por ob­
jeto establecer con exactitud el gtado de credibilidad de tal o cual
afirmación histórica,
Por otra parte, hemos ·visto que son proposic_iones "h~t6ricas"
todas las proposiciones existenciales, es decir, todas las proP,Osidó~
nes singulares. Por tanto, podemos formular infinidades de· propc;
siciones históricas verdaderas. Luego no podemos esperar que un
libro d~ historia las contenga todas .. Es decir, que se ha de hacer,
(8) v.·sáiichei de Za~a, op. ril., pág::46.'
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VLADIMIRO LAMSDORFF GALA.GANE
entre ellas, una selección. ¿Según qué criterio? Pues simplemente,
la historia consta de aquellas proposiciones · que consideramos de in­
terés.
Naturalmente, el interés es una categoría subjetiva, que puede
variar de historiador a historiador, o
de un público a otro. Por tan­
to, también puooe variar el criterio de selección. Así, un marxista
relatará de preferencia ios acontecimientos que pueden ser explica­
c!os mediante la ."lucha de clases"; un historiador de las religiones,
aquellos que
se explican por la lucha· de ideas religiosas; el cultiva­
dor
de la "f,etite histoire", los que se determinan por intrigas pala­
ciegas; el historiadór saeto, los que implican una intervención di~
recta de Dios, etc. La presencia de este criterio de selección puede
hacer pensar (a veces hasta itl.propio historiador) que se está demos­
trando. una "teoría", es decir, que se está tratando de explicar toda
la historia por la Jufba de · clases, o de ideas religiosas,· o por las
amantes de los reyes, o por la Providencia Divina. Pero esta impre­
sión es engañosa; se trata sólo de un criterio de selección de hechos,
o al menos, sólo como tal resulta metodológicamente aceptable. Por­
que en cuanto pa53: a. ser una_ "teoría", según hemos visto, hemos de
tenerla por gratuita, so pena de meternos en la falacia de la "con­
firmación".
Ahora bien, en tal caso, ¿ ha de contener la historia exclusivamen­
te el
rektto de los hechos? Es que incluso a nivel de gran público,
se espera que el historiador explique "el cómo y el porqué"' de las
cosas, y la gran mayoría de los historiadores se inclinan, también,
hacia
una historia "explicativa". Pues bien, esta exigencia es perfec,
tamente legítima y compatihle. con lo dicho hasta ahora, con la úni­
ca condición. de que la explicación ofrecida responda al mismo es­
quema que la predicción cientlfica. A saher: una ley universal (ohli­
gatoriamente "falsable"),
más la descripción de las "condiciones
iniciales" o premisas de hecho, y que
de. ambos se deduzca el ex-
plicandum. ·
lo que · ocurre es que en el caso del historiador, lo que ofrece
clificultades es el establecer las "condiciones iniciales" o premisas
de hecho.
Luego lo fundamental de su labor es el análisis de la si­
tuación en que surgió
el hecho a explicar. En cambio, la ley univer-
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LAS «LEYES DE LA HISTORIA» ANTE LA CIENCIA
sal suele ser tan trivial, o tan insegura, que pocas veces se molesta
en enunciarla abiertamente.· Es más, muchas_ veces llega a ella innti­
tivamente, por una elemental generalización sicológica ("qué pensa,
ria",
o "qué haría yo" en tal caso). Quizá se vea mejor con un. ejem­
plo; Tratamos de explicar, pongamos, el constante
empeño de Rusia,
durante los últimos tres siglos, en controlar . los Dardanelos. Enton­
ces, diremos que en el Mar Negro están los únicos puertos. rusos
libres de hielo, por tanto también los
principales astilleros, por con­
siguiente, el
grueso de la flota, y que si los estrechos están controla­
dos por una potencia enemiga, esta flota resulta inefectiva: queda
encerrada en el Mar Negro,
haciendo el más profundo· de los. ridí01-
los. Y al llegar ahí, nos detenemos. La cosa queda perfectamente
clara
y "explicada". No se nos OOirre siquiera formular la ley uni­
versal que convierte estos daros en "explicativos", que sería la si­
guiente: "todo gobierno tiende a la máxima efectividad .de sus fuer­
zas armadas" (9). Se sobreentiende. Pero desde el punto de vista ló,
gico, está ahí;-si_ no, no ·habría_ ra7.0namiento.
· Con este.ejemplo también se puede ver otra cosa: la· '"ley uni­
versal" que hemos invocado, en realidad no
es tal. Se le pueden
encontrar multitud de excepciones,
es decir, se le ha de conceder un
valor, todo lo más, "l adístico (10). Pero .esto implica que nuesttá "ex­
plicación" también resulta bastante condicional
y relativa. De ahí
que se pueda hablar de explicaciones históricas "mejores" y "peo•
res": una explicación histórica resultará tan ro meior ruantas menos
(9) N-atura!mente, simplifico. La explicación desariollada sería más bien
una cadena de razonamiéntos: «todo gobierno tiende: a la máxima efectividad
de todas sus fuerzas armadas; la .flota es una fuerza armad.a; luego toclo go­
bierno tiende a la má,cima efectivida: mar abierto es inefectiva; luego todo gobierno ... ; luego también el gobierno
ruso (ya que
es un gobierno). Si una potencia no· rusa controla los Darda­
nelos, la flota rU.Sa corre peligro de no ten~ acceso ~ mar abierto; luegO el
gobierno ruso tiende
a que ningu.n'a ,i,otencia no rusa ...• etc.». Pero cada
eslabón de la cadena, o bien es una elemental deducción, o bien iesponde
al esquema de Popper
(ley universal _más premisa singular).
(10). O de «ley moral» en terminología de la filo~.ofía tradicional (lew
yes generales de conducta salva la libertad, como por ejemplo «toda madre
ama a
su hijo»).
357
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VLADIMIRO LAMSDORFP GALAGANE
excepciones admita la ley universal· adoptada como premisa mayor.
Comparemos,
por ejemplo, los enunciados siguientes: "todo proce­
so productivo tiende a abaratar sus costos.", "todo ejército que se es­
time derrotado será derrotado" o "todo gobernante tiende a aumen­
tar el territorio que le está sometido ... E.s obvio que una explicación
basada en el tercero será más floja que otra basada,
por ejemplo, en
el primero. De ahí que muchas veces la explicación propuesta por un
historiador pueda ser mejorada por otro historiador. De ahí tam­
bién que unos hechos
"se expliquen" mejor que otros. Concretamen­
te, la elección
por un personaje histórico de unos determinados me­
dios, supuestos
los fines, no ofrece problema: existén reglas técni­
cas, que, de paso, permiten juzgar· a posteriori si los medios elegidos
eran o no adecuados;
en cambio, en la zona de las decisiones últi­
mas,
las. que asignan fines, la explicación siempre resulta más pro­
blemática; por fin, hay acciones, o especialmente heroicas, o particu­
larmente crueles; ·O tota.lniente desinteresadas, que no resulta posible
explicar satisfactoriamente. Pues bien, en tales casos, se trata, no de
escandalizarse, sino de reconocer tranquilamente el juego del libre
albedrío:
"lo hizo porque quiso".
lista actitud, en un historiador, es diametralmente opuesta a la
del defensor
. de "leyes de la historia" de cualquier tipo. En efecto,
implica
utilizar, según Jo requiera la investigación, multitud de leyes
universales
en calidad de "premisa mayor" e incluso, llegado el caso,
reconocer que no se dispone
de la adecuada. En cambio, el que crea
en "leyes históricas" tratará de explicar sólo por ellas, cuadren o no
cuadren, todo acontecimiento pasado. Declarará, por ejemplo, que
toda filosofía refleja
los intereses de la clase dominante, y partiendo
de la situación económico-política de la burguesía de Mileto, expli­
cará
por qué dijo Tales que todo procede del agua; Juego, de las
mismas premisas deducirá que Anaxímenes no tenía más remedio
que afirmar que todo procede del aire, y volverá tranquilamente a
repetir la operación a propósito
de "Jo indeterminado" de Anaximan­
dro (apenas exagero: en la URSS, la historia de las ideas se escribe
así
mismo). Espero que con Jo dicho, el defecto de esta metodología
se. vea claro: conduce a quien Ja emplee, o bien a inventarse la "pre­
misa menor", o bien a construir razonamientos lógicamente no-
358
Fundaci\363n Speiro

LAS «LEYES DE LA HISTORIA» ANTE LA CIENCIA
concluyentes. En ambos casos, la historia deja de ser una actividad
ratjonaL
Sin embargo, si se .quiere que nos· aporte algo, tiene que serlo.
Esto es fundamental. Ciertamente,
la historia se diferencia de la cien­
cia experimental, pero sólo es una diferencia de hincapié; Para el
científico, en efecto, la dificultad
.está en el establecimiento de leyes
universales~ para el historiador, en cambio, el interés de la inves­
tigación se centra en el análisis de la situación de hecho. Pero los
une
la presencia de la misma estructura lógica, tanto para la expli­
cación científica como
para la histórica.
Y esto mismo contesta a la objeción de que un criterio tan
"cientificista" relegaría a la historia a simple folklore. Es iodo lo
contrario: sólo su adopción hace· a la historia adecuada a lo que OS'·
peramos de ella. Y lo que esperarnos de ella es, eti primer lugar,
satisfacer nuest,ra curiosidad. Ya esto sólo justifica una actividad in­
telectual. Pero hay más. La práctica de la explicación histórica, tal
como la hemos definido aquí, permite resolver en sentido afirmativo
la vieja disputa sobre
si se pueden sacar leccione, de la historia (11).
(11) Y no sólo ésta: Permite resolve.r, con simplicidad y elegancia, todas
las «cuestiones eternas» por las que los ]ÜstoriadOres han-derramado mares
de tinta.
y se han metido en sutileus escolásticas dignas de los peores tiempos
del medievo. Tomemos una a vía de ejemplo: ¿quién es «el sujeto de la his­
toria»?· ¿El individuo O lo colectivo (culturas, clases, pueblos, etc.)?
Pues simplemente: depende
de la «historia» que se esté escribendo o que
se desee leer. Depende, .más concretamente, del criterio con que se seleccio­
nen los hechos relatados. Para quien
narre la «peti.te histoire» de la corte na­
poleónka, los sujetos serán, evidentemen~ las personas que la componían.
Pero caerán fuera
de su ángulo de visión acontecimientos colectivos tan im­
portantes como, por ejemplo, la revolución industrial. En cambio, el histo­
riador
de la economía sí la relatará, pero no será capru: de destacar la in­
fluencia personal de Napoleón en los acontecimientos posteriores. El que se
incline por
un criterio ecléctico telatar;i. acontecimientos de ambos órdenes,
pero menos detalladamente.
Y entre estos criterios ¿cuál será el «más adecua­
do», ó «más veraz»~ o «más objetivo»?
Vayamos
por partes. En cuanto a «veraz», como de todas las formas-es
imposible formular todas las proposiciones históricas verdaderas, cualquier
criterio adoptado
sólo permite formular parte de élfas. Luego, mientras no
se falseen los hechos, «veraces» son todos por igual. Por consiguiente, la
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VLADIMIRO LAMSDORFF GAL.AGANE
En efecto, permite distinguir conductas adecuadas e inadecuadas a una
situación pasada, según se deduzcan lógicamente o no de un esque­
ma explicativo. La misma situación,. por supuesto, no se volvetá a
reproducir.
Peta el análisis de una respúesta inadecuada puede diri­
gir nuestra atención hacia la tegl,i general por la que resultó inade­
cuada, Y ésta, como es univetsal, sí puede set de aplicación tam­
bién en el futuro. ·
5. El "sentido de la historia".
Mora. bien, todo esto es posible sólo si concebimos la historia
corno hay
que concebirla. Es sirnpletnente el relato de las decisiones
de nuestros mayores, de sus aciertos y de_ sus errores. Puede enseñar­
nos, puede, por tanto, imponemos .obligaciones morales, pero no nos
detetmina. La historia fututa set.á lo que noSOtrOs libtetnente que­
rrecnos
que sea, p,,ra bien o para mal. No tien.e ningún "sentido"
predetetminado
que . nosotros podamos conocet: tal conocimiento
es privativo
de la Providencia Divina. Luego hemos de desechat toda
teoría
que tienda a encubrir nuestra responsabilidad por nuestro
pÍ:ópio fututo, por muy cómoda. que, resulte. Esta responsabilidad es
m,estra, y no tenemos detecho a desentendetnos · de ella.
elección de uno· u otro sólo depende de la pref-erenria del historiador o. del
·público.-·Luego «subjetivos» también Son todos por igual.
Y descalifiquemos inmediatamente las· objeciones «evidentes» a tal -plan­
teamiento., ¿Se ha de preferir .el :criterio «más explicativo»? Claro, pero de­
pende de lo que se quiera
«eXJ>licar»a ¿Se han de relatar fos hechos que más
condicionan nuestro presente·? Es qllé lo Condicionan· todos, incluso los más
«insignificantes»: «por una herradura se perdió un caballo ... ». A quien es.
cribe estas líneas resultará muy difícil desconvencerle de. que «si la nariz de
Oeopatra hubiera sido
más corta,. la faz del mundo habría cambiado», y
muy· sustancialmente incluso. Pero aunque
así no fuera, ¿por qué razón habría
que privilegiar los
hechos que nos condicionan con relación a los demás?
Estamos en las mismas: por niás vueltas que se le dé, la adopción de uno
u otro criterio de
selécción --y, por tanto, de las premisas metodológicas que
impone-es siempre cosa sujetiva. Siempre depende de la curiosidad del
público
Y de las finalidades personales -pedagógicas, morales; políticas, etc.~
que se proponga el historiador.
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