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1976

Qué nos enseña la historia

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Encuentro con estudiantes

ENCUIElNTRO CON ESTUDIANTES
POR
FRANCISCO CANALS VIDAL
Quiero recordar por escrito lo que en el encuentro que tuvimoo
en la reunión de la Ciudad Católica el día primero de noviembre,
festividad de todos
loo Santos, tuve ocasión de deciros a los estudian­
tes
y profesores que estabais allí presentes. Al .escribir esto pienso
también, además de en los que me oísteis aquel día, también en otros
muchos a quienes tal vez
podrán ser útiles las cosas allí tratadas.
Noo sentimos apremiados por una cuestión urgente: ¿Qué hacer
para defender la fe cristiana de los estudiantes frente a los ataques
del ateísmo marxista?,
y también por otra cuestión relacionada con
aquélla: ¿Cómo liberar los
ambientes universitariOji y escolares de la
opresión del comunismo que los va dominando
cada vez má¡?
En la homilía del P. Victorino Rodríguez hemos oído comentar
las palabras del Sefior, las que en las sinagogas se repetían todos los
sábados: "Oye Israel:
Y ahvé, nuemo Dios, es el úmco Y dhvé. Ama-
1'ás a tu Dios con todo tu co-raz6n, con toda tu almt1<, con toda tu
fuerz"".
En nuestros días se debilita la fuerza de nuestra fe, porque se
enfría la caridad. Con pretextos engañosos referentes a la libertad y
al pluralismo social, olvidamos el
deber de adorar sólo a Dios. "Es
necesario adorar a mi Dios, porque sólo El es Dios, señora, y el vues­
tro es nada", dice Joas a la reina Atalía en la tragedia de Racine.
Actualmente ocurre con demasiada frecuencia
que son loo marxistas
los únicos
que hablan con fa certeza de quien tiene algo que enseñar,
es decir,
un "dogma". Mientras con lenguaje hegeliano rechazan como
"dogmatismo" la verdad cristiana
y toda la verdad puesta por Dios
como cognoscible naturalmente por el hombre, se reservan para sí
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mismos la ventaja de hablar y obrar desde una convicci6n no relati­
vizada. "El mal no obra sino
por virtud del bien". No podemos dejar
los cristianos a quienes combaten a Dios
y a Jesucristo el privilegio
de la afirmación
absoluta. Ellos absolutizan su error en actitud so­
berbia y llena de odio; nosotros debemos con fidelidad humilde,
hasta el heroísmo si hace falta, proclamar con generosidad
y amor
la firmeza de nuestra fe.
El antiteísmo marxista es "anticristiano", en el sentido en que se
habla en la epístola a los tesalonicenses del misterio de "anomia",
de "ilegalidad"; de "anormalidad", que obra en el hombre pecami­
noso
y perverso y se enfrenta "a todo lo que se llame Dios o reciba
su culto" .
.Advirtamos bien que el espíritu del Anticristo, según enseña allí
San Pablo, se opone incluso a· las idolatrías; se opone a lo que es
verdóderamenre la religión, y · también incluso a todas las falsas o
aparentes · religiones, y aun a cualquier suplantación por la que se
quiera dar culto a algo superior al hombre "hasta llegar a manifes­
tarse el hombre dei pecado como si fuese él mismo dios".
Es este espíritu
por el que Sartre desprecia incluso a los que
acatan
como valores absolutos la libertad· o la justicia. · Es el espíritu
con
qúe el marxismo critica como religioso a Feuerbach, porque
afirma
predicódos divinos de la "humanidad",··con lo que todavía
reconoce afgo superior al hombre concreto. ·
Conviene-darse ·ruent-a:-de-que la consigna "antifascista", al ser
invocada por los marxistas, se dirige contra la afirmación de un
principio absoluto de unidad superior a la multitud. El "fascismo"
propiamente dicho, es de inspiración -hegeliana, y viene a Ser una
idolatría. del Estado, enrendido como el ódvenimiento de lo divino
sobre la tierra. Frente
a esta idolatría, o más bien a pretexto de
dirigirse
.contra ella, el · antiteísmo anticristiano del marxismo se le­
vanta contra "todo lo que reciba culto".
Al marxismo le interesa acusar ·al cristiano_ de. --"fascista"; y es
natural que lo haga para afecrar desprecio, como hacia un mito
alienante, a
la doctrina de nuestra fe sobre el origen divino del po­
der.
No tenernos por qué acomplejarnos. No somos "fascistas", pero
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hemos de recordar que durante los años de la Cruzada española se
acusaba de "fascista" y se martirimba por ".fascista" a quien tenía
en
su casa un crucifijo o una imagen de María.
No nos acomplejemos por las acusaciones. Dejemos que nos lla­
men lo que quieran
y afirmemos, urgidos por la caridad, nuestra fe
firme, que exige de nosotros una entrega total con rodas nuestras
fuerzas,
y toda nuestra mente y con todo nuestro corazón.
Pu.esto esto como principio y fundamento, es decir, convencidos
de que s6lo por nuestra fe podemos tener fuerza para defenderla en
nosotros mismos y
en nuestro prójimo, podríamos sacar de él algunas
consecuencias
prácticas adecuadas a. la actual situación.
Sea la primera la necesidad de vivir una
vicia de oración y de
piedad.
La fe sin obras es muerta, y la fe obra por la caridad. Pero
si las buenas obras son
el fruto de la fe animada por la caridad, y la
fe misma
es la raíz de la vida cristiana, la oración y la piedad po­
dríamos compararlas a las flores del
árbol enraizado en la fe. Nin­
gún
árbol da frutos si no florece. Decía mi maestro el P. Ramón
Orlandis,
S. I., que la' piedad, la plegaria perseverante y confiada, es
la flor de la fe.
No sabría dar a los estudiantes y profesores cristianos de nuesrros
días otro cons·ejo más radicalmente práctico o más ·ur.gente que éste:
rezad. Sed devotos del Omzón de Cristo y de la Santísima Virgen.
Toda
vicia de piedad en la que no ocupa un lugar centraÍ la devo­
ción a María,
la Virgen Madre de Dios, la Madre de la Iglesia, es
signo de contam.inación-delectérea y· suele terminar en ub.a catástrofe
espiritual. Rezad el Padrenuestro con el Ave María. Rezad el Rosario.
Sed devotos de
San José. En la encíclica contra el comunismo ateo,
Pío
XI pone bajo el patrocinio de San José el combate cristiano fren­
te al marxismo.
Hay aquí un misterio admirable, y sencillo · para la
luz de la
fe. El Padre de la familia en que nació Jesús por ,;bra del
Espíritu Santo,
el glorioso patriarca del nuevo pueblo de Dios según
el Espíritu, es modelo de obediencia silenciosa: San José· no habló
palabras que el Evangelio
refiera. Es modelo de abandono en manos
de
la Providencia, y por lo mismo modelo de espíritu de pobreza.
La pobreza como bienaventuranza; -es la fructificación de la-esperanza
que se apoya en la Providencia de Dios.
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Sin el espíritu de pobreza nadie puede resistir eficazmente al ma­
terialismo y al espíritu de odio y de lucha que el marxismo fomenta.
Los que abundan en bienes de este mundo, si se dejan llevar por el
orgullo de
la riqueza, son incapaces de combatir al marxismo; antes
transigen e incluso pactan con el poder de la revolución y con la
tiranía de la dictaduri, comunista.
La vida de oración y el espíritu de piedad son también el único
camino para mantener en nosotros la esperanza, y con ella la alegría,
sin la que la vida cristiana carecería de aliento.
No sustituyamos la esperanza cristiana que uos da el poder de
vivir
gozosos, con ilusiones engañosas que nos dejan siempre abo­
cados a la desilusión
y al desengaño, y son siempre causa de tristeza
y desaliento,
Sienten
algunos la tentación de desconocer la importancia prác­
tica de este punto,
y para distraerse de la exigencia de la esperanza
cristiana, invocan urgencias. activistas demasiru;las veces verbales. No
hay que olvidar esto: la impaciencia por triunfos fáciles, en tareas
planteadas sin
un conocimiento de la realidad y del sentido de los
males presentes
de nuestra sociedad, es uuo de los principales obs­
táculos y frenos a la eficacia y perseverancia en la acción. Repito
que el deseo desordenado
y desorientado de rtiunfo fácil es un freuo
a
la acción, aunque se disfrace a veces de crítica de las limitaci~nes
o de las deficiencias de las acciones de los otros.
Tratemos ahora de un segurulo punto práctico. Si por la gtacia
de Dios habéis sido puestos por el curso de vuestra vida en unión
con otros,
en comunidad de ideales y de actividades, perseverad en
vuestra unión y no desbaratéis este tesoro.
Recordad la palabra del
Señor, su promesa a los que
sean dos o tres unidos en su nombre.
Y no os dejéis desunir
ni· siquiera bajo la apariencia o el pretexto
de pasar a grupos más amplios, o que pretendan ser más eficaces
-iosisto en que la pretensión de eficacia no suele ser siguo de la
misma, sobre todo cuando se invoca para apartar a los otros de su
camino-si tenéis la convicción de que Dios os llamaba a la tarea
en que estáis
y a la convivencia con los que comparten vuestra misma
vocación
concreta y vuestra espiritualidad.
Hay
en esto muchas equivocaciones. Porque siempre que la ac-
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ción de alguien comienza a dar algún fruto, puede ocurrir que otros
que no han conseguido realizar nada, asuman no solo · 1a rarea de
aconsejarles, sino incluso de recriminarles
por todas las tareas toda­
vía
no realizadas. Y a veces les proponen algunas que no deberían
realizar. En todo caso
hay que recibir los consejos con humildad,
siendo a veces
más heroico soportar la que puede ser inocente en­
vidia de los hermanos
que la hostilidad de los enemigos.
No os desaniméis ni os desunáis; colaborad con generosidad y
amplitud de espíritu, y no os dejéis dispersar bajo ningún pret=o.
Un tercer punto muy práctico también quisiera proponeros en
este encuentro.
En apariencia se refiere menos que los anteriores a
la vida
cristiana y apostólica, y también hay el peligro de que no se
advierta
su carácter de algo ineludible para la ptáctica. Me refiero
a
la perseverancia en una tarea y actitud de formación impulsada
por una voluntad de seriedad y de modestia.
A veces se dice que tendríamos
que tomar ejemplo de nuestros
enemigos. Esta consinga es completamente desorientadora
si con ella
se nos quisiera decit que fracasamos al no atrevernos a utilizar el
chantaje
y la calumnia, el engaño, la amena>.a y los métodos terro­
ristas.
Lo que sí hemos de atender es a la exhortación del Evangelio.
Cristo
nos reptende al recordarnos que los hijos de la tinieblas son
más diligentes y hábiles en los negocios mundanos que los hijos de
la luz al servicio del reino de Dios.
Pues bien, he aquí
que los marxistas, que defienden teóricamen­
te la primacía de la
praxis, atienden prácticamente en -gran manera
al
carácter fundamental de la teoría. Se preparan con tenacidad y
perseverancia para su acción, y procuran, aunque decididos después
a deformar y
alterar la perspectiva de las cosas de acuerdo con su
tarea revolucionaria, estudiar con detenimiento la realidad sobre la
que actúan.
La concepción cristiana de la vida nos exige a nosotros asumir
bajo la
fe, penetrar por el amor cristiano, y divinizar por la gracia,
la totalidad de las dimensiones humanas; la fe supone y vivifica,
sanándolo de las heridas del pecado y de la oscuridad que de ellas
resulta, nuestro sentido común de hombres. El deber de seriedad,
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que exige evitar la ligereza y la pedantería y no ceder a las impro­
visaciones
de la pereza, es en estos momentos ineludible para cumplir
con responsabilidad
nuestras tareas en el mundo cultural, escolar y
universitario.
Un peligro para nuestra seriedad es el sentir celos de los que
obran lo inicuo, envidia
por el prestigio pretencioso de los adversa­
rios de nuestra
fe. No podemos tomar como criterio y medida de la
verdad los engaños y. las propagandas con qu<" se crean los espejis­
mos de lo falsamente prestigioso.
Del acomplejamiento, que nos tienta
con mucha frecuencia, de­
riva el abandonar el culto austero de la verdad, el perder el gusto
por la sana doetrina, el lanzarse a la lectnra sin discernlim.iento ni
preparación de
las filosofías falsas y protervas. Se alega el pretexto
de la necesidad de conocer a nuestros enemigos, pero más o menos
inconscientemente
se da el impulso de procurar que no pueda decirse
de nosotros que
· no hemos leído ral o .cual autor de moda. Quien
tenga cada año que leer a los autores de moda no tendrá nunca tiem­
po de estudiar nada en serio.
Se pierde así la disposición para nutrir .nuestra mente, con "la ver­
dad, para alimentarse en las fuentes del pensamiento cristiano y en
el patrimonio perennemente válido de verdad natural de que
habla
el Concilio Vaticano II. Sed en todo esto serios y modestos, amantes
de
la verdad, y deseosos de hacer el bien, y no pasar por sabios ante
la falsa sabiduría del mundo enemigo de Cristo.
Hay que defender también
1a pers=ancia en la formación fren­
te a las precipitaciones
y ligerezas de · un activismo, que se deja se­
ducir por el mito de la eficacia, y lleva muy pronto al desaliento y
desilusión de que antes hemos hablado.
No hay cosa ·más imposible de conseguir que un resultado eficaz
por medio de· acciones realizadas sin un fundamento serio y criterio
seguro,
y en una actitud inconsciente del sentido de las cuestiones y
de la gravedad de los problemas.
Algunos
os dirán que hace muchos años que algunos grupos u
obras se dedican a la tarea formativa, que sería ya hora de que diesen
mayor importancia y atención pririlaria a: tina acción comprometida y
concreta. Es curioso que esto se diga a veces en reuniones en las que
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hay muchos jóvenes que durante aquellos años, supuestamente per­
didos
para la acción, eran adolescentes o niños, y que están llegando
ahora al momento en· que son ya capaces para una formación y
estudio absolutamente necesario para su madurez. Estos jóvenes han
de agradecer a quienes durante décadas han peJ:Severado en la tarea
de fotmación y orientación. Aprovechad ahora las publicaciones rea­
lizadas por estas obras, y cada
uno individualmente y con los com­
pañeros
y amigos que la Providencia le ha concedido, encontrará el
momento y la circunstancia de una acción tanto más eficaz cuanto
más fundada en reflexión modesta y silenciosa.
Sobre estos principios prácticos
de que he hablado hasta aquí:
la piedad
que nutre la esperanza y la alegría, la unión que tiene con­
sigo la promesa
de Cristo de estar en medio de noSOtros, la seriedad
que posibilita una formación sólida, podemos
ahora darnos cuenta
de la urgencia
y del apremio de la acción.
En cada caso vosotros mismos deberéis conocer la situación en la
que estáis, los objetivos
que pretende la revolución marxista y la
forma concreta
de actuar.
Todo consejo dado desde fuera
de la situación podría resultar
vago y poco práctico. Prefiero señalar algunas actitudes sobre esta
cuestión, que pueden
resumirse en las siguientes normas: Trabajad
con perseverancia y con deseo de hacer todo lo que se pueda en cada
momento. Estad con\'etlcidos, lo que es muy necesario para perseverar
en la acción, de que tendréis muchas veces la sensación de fracaso e
incluso fracasaréis realmente. También
en este punto podemos recor­
dar la advertencia evangélica y no ser menos diligentes que los hijos
de las tinieblas. En algunos de los empeños en que están ahora llevan
a veces diez años
de perseverancia y han fracasado centenares de
veces. Pero han ido avanzando y a lo latgo de los años han ido
imponiendo
de hecho los métodos leninistas de las asambleas y de
las comisiones, reiterando planteamientos inadecuados que a fuerza
de repetición machacosa van siendo
ahora admitidos como algo obvio.
Para defender los criterios verdaderos,
que están siendo ahora
olvidados y cayendo
en desuso, tendríamos noSOtros que tener la
misma
perseverancia. Recordad siempre los principios fundados en
el orden natural de las cosas y en las normas legítimas y en las cos-
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tumbres coherentes con ellas, frente al desgaste a que el marxismo
somere
constantemente el principio de autoridad y el respeto al or­
den jurídico. Esta tarea no
la podrá hacer nadie que parta de los
presupuestos que llevan la sociedad hacia el camino que conduce al
socialismo,
es decir, nadie inspirado en el liberalismo o en la demo­
cracia roussoniana que inspiró
las revoluciones modernas. Los cri­
terios de la sana docrrina sobre
el orden social fundados en el orden
natural y cristiaoo son indispensables para esta defensa.
Perseverad, pues, aunque fracaséis, id haciendo todo
lo que esté a
vuestro alcance, y no os desaniméis por las resistencias del temor
cada vez más generalizado ante el creciente poder del marxismo.
Tened paciencia
y trabajad con constancia, apoyados siempre en la
oración, en la unión y en la seriedad.
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