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Qué nos enseña la historia

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El sentido de la historia de España en comparación con la de Europa

. EL SIENTlDO DE LA HIBT()RIA DE .ESP~A EN
COMPARACION CON LA DE EWOI,>A
POR
ANDRÉS GAMBRA GUTIÉRBEZ.
fil tema de las relaciones y mutuas. dependencias o conexiones
entre Europa y España es extremadamente
c001plejo y dificil de
abarcar, pnesto que su adecuada. consideración requeriría, como punto
de partida, nada menos
que un análisis del contenido histórico y es­
piritual de ambos términos que fuese equilibrado y admitido por el
común de la¡ gentes. Y la triste realidad es .que ~ejante precisión
coru:eptua1 es dificil de obtener, .puesto. que se trata de. una coestión
-cl binomio España-Europa~ en extremo polémica y sobre la que
inciden las grandes cuestiones ideológicas
que dividen ~y, en pugna
inconciliable, a nuestros contemporáneos hasta el punto de imposi­
hilitar la elaboración de .unos puntos de análisis básicos que sean
válidos.
para todos. Y no es tema que, por secundario o accidental,
pueda soslayarse, puesto que su actualidad es acuciante: hor se nos
«:pite constantemente, a través. de todos los medios de difusión,
que España
ba formado y forma parte de Europa y que, para su ulte­
rior supervivencia, debe incorporarse necesariSi\llellte a ella, rompien­
do
todas las cortapisas existentes, ca.iga quien ca.ig)L y pese a quien
pese.
E.sta idea . -la ,de que España forma · parte de Europa y debe
integrarse en ella-podría tener muoho de cierto si se formulase
desde una
óptica. diferente a la que hoy. es habitual en los medios de
propaganda españoles, pero en el momento actual implica, de he­
cho y en la voluntad de sus promotores, una peligrosa trampa, un
eq.uf.-oco doloso· destinado a justificar y deparar viabilidad a' una
claudicación. gravlsima de los valores más esenciales de nuestra pa­
tria frente a corrientes ideológicas inconciliables con lo que
El;paña
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ANDRES GAMBRA GUTIERREZ
ha sido y representado a lo largo de la historia y, en última instan­
cia, con la concepción cristiana de la vida, que, hasta tiempos rela­
tivamente recientes, ha sido el nervio motor de nuestra civilización.
El presente estudio no pretende otra cosa que plantear algunas de las
ambigüedades que el término Europa encierra en si. mismo y aludir,
aunque sea sucintamente
y sin la profundidad que la cuestión reque­
rirla, a la génesis en nuestro país de las corrientes europeizantes que
gozan de tan gran predicamento en la actualidad.
Europa, símbolo de unidad o símbolo de escisión.
Para aclarar el terna de las relaciones Europa-España es preciso,
ante todo, aludir al concepto de Europa, que,
a nuestro entender, no
es en modo alguno unívoco sino, por su evolución históri~a, équí­
voco. Tres acepciones pueden distinguirse, cuando menos, del tér­
mino Europa y todas ellas perfectamente válidas si se entienden ade­
cuadamente. Su uso se hace falaz, y puede convertirse en una li,;mpa,
cuando se pretende extraer de una de esas acepciones conclusiones o
implicaciones .qu~ C':)~esponden a otra que eti~erra connotáciories _di­
ferentes. Creemos que es en este punto donde se encuentra la clave
del laberinto conceptual de que
hoy se valen, con -miras propagan­
dísticas,_los artífices de la integración de España en Europa.
El primer significado del término Europa
es de carácter mera­
mente
geográfico. Los griegos utilizaron la palabra Europa con una
acepción de este tipo (1), annque conviene recordar que en la
Teogonía de Hesíodo -que es el autor griego que empleó, ·al pa­
recer, el término por
vez primera-Europa es el nombre de la pro­
tagonista de uno de _ esos hermosos relatos mitológicos con que los
helenos supieron
embellecer la ,historia de su civilización y de sus
creencias. Una de las tres mil ninfas oceánidas, Europa, hija del
( 1) So!>re este punro y, en general, sobre toda la probkmática que gira
en
rorro a la g,;nesis ele! concepto de Europa puecle recurrirse a B.e,nar,i Yo'
yenne: Hi.rtoir·e de ridée · eur(!péenne, París, edit Pa.yot, 1964. Sobre el mito
de Eµropa., p!gs. 10 y sigs..
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SENTIDO HISTORJCO DE ESPA1M Y EUROPA
Océano y de Tethys, bellísima niña de ojos clar06 y piel blanca, fue
raptada
por Zeus, disfrazado de toro bla.QCO. De sus amores, seglÍn
este relato mitológico tan original y sugestivo, nació la primer~ di­
nastía
cretense, fundadora de la que fue cuna de civilización grecc,­
clásica y de toda la cultnra occidental.
No vamos a entrar aquí en el análisis de. la discutida etimología
de la palabra Europa ni
en .consideraciones en tomo_ a los límites geo­
gráficos que configuran al antiguo continente. Bástenos saber que,
para los griegos, Europa, aparte de un personaje mitológico, fue el
término geográfico con cidas
y misteriooas en que habitaban sus vecinos ,de las tierras septen­
trion"1es, los temibles. pueblos < el sentido geográfico del término se fue precisando hasta identifi­
carse con
ese extraño apéndice de recortadas costas que prolonga la
gran masa. continental enrasiátka en. la· dirección del . sol poniente.
España, qué duda cabe, y siempre que no ocurra un fenomenal
cataclismo que sumerja a
la Península Ibérica en las ~ del Medite­
rráneo o
acepción meramente geográfica. Lo que ocurre es que Europa, en el
campo de la ,historia
y de los planteamientos políticos, significa algo
mucho
más amplio. que un ámbito .geogrffico· determinado espacial­
mente.
Europa implica la idea de una comunidad de pueblos
que han par­
ticipado
en una misma historia y han elaborado, con el paso de los
siglos, un
acervo cultural influyente, más que ninglÍn otro, en el de­
venir · de la humanidad. Púes bien, llegados a este punto, cabe dis­
tinguir dos
acepciones del término Europa que, aunqne definen dos
estadios distintos
en la historia de la civilización occidental y, en or­
den cronológico, forman parte de una misma sucesión temporal, son
divergentes e
incluso anmgónicos en su significado espiritual más
hondo. Dos acepciones que reflejan la íntima. tragedia de la civiliza­
ción
europea, primero dotada de profunda unidad y después désgarra­
da por un enfrenmmientó ideológito dé enormes dimeruiones y que
parece encontrarse ha,-en su fase culmmante, cuab.do yá Europa ha
perdido,
Dios sabe si definitivamente, el papel de primer protago­
nista en el devenir de 1a cultnra humana.
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ANDRES GAMBRA GUTIER.IUiZ
La primera de estas acepciones sería la que ideutifka Europa. con
la civilización medieval que, surgida de fas ruinas del mundo greco­
romano, alcanzó su plenitud en los siglos xn y xm para luego decaer
en loo sigloo XIV y xv. Europa, ,en este sentido, alude al solar y con­
junto
de pueblos que vieron crecer la Cristiandad de la Edad Media.
Europa., entendida como Cristiandad medieval, es el primero de los
sigwficados a que antes aludíamos y encarna el gran momento de
la historia europea, aquel en que Europa. estuvo dotada de una di­
mensión unitaria
y de un dinamismo creador sin sombras de esci­
siones internas.
La civilización grecO"t<>mana, aunque . elaboró un patrimonio cul­
tural de capital importancia transmitido pooterionnente en un proceso
histórico complejo al· mundo medievá.l cristiano, no fue geogd.fica­
niente
europea sino más bien mediterránea; Se situaba, alrededor del
Mdre Nostrum, a. caballo sobre tres continentes --Asia, Africa y
Europa,-importantes por igual en fa génesis y desarrollo de la ci­
vilización grecolatina. Fue en su seno dónde -' de los tiempoo»--se encarnó el Hijo de Dios y predicaron sus dis­
cípulos; pero la cristianización del Imperio sólo tuvo lugar en vís­
peras de
su destrncción, ocurrida a lo largo del siglo v.
A partir de la crisis del Imperio romano, y en un proceso lento
que estuvo precedido
de un profundo retroceso de las letras y de
las
artes; se fue constituyendo una nueva civilización --la medieval--,
cuyo elemento motor y agbitinante fue, precisamente, el Cristianismo.
Esta nueva civilización, la Cristiandad, fue esencialmente europea y
no ya mediterránea. El Mare No tural de antaño y, sobre todo a partir de las invasiones musulmanes de
los siglos vn y \im, perdió también su milenario papel de grau arteria
de comunicacionés intercontinentales. 'Las predicaciones de 'los monjes
romanos, irlandeses
y 'anglosajones. ensancha.ron poco· a poco los lí­
mites
de aqtiella civilización, monástica en sus orlgenes y siempre
profundamente religiosa en todas sus manifestaciones, hasta alcanzar
los márgenés septentrionales dé Europa. Pueblos 'paganos y ajenos por
completo á la civilización roma.na, como los gern\arros de a.lleude el
&hin o los que prótagoniza.ron las terribles oleadas invasoras de los
siglos
IX y x (húngaros y norma.ndos o escandinava&), fúeron poco a
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SENTIDO HISTORJCO DHESPAFIA. Y EUROPA..
poco catequizados e integ®fos en la gran familia de los pueblos
cristianos. El
«Dtang nach dem · Osten» de que hahlan los alemanes
extendió la civilización de la Cristiandad, en un proceso multisecular
y dinámico, hacia las llanuras de Celltioeuropa y Europa Oiiental.
El importante historiador ·francés· Leopold Genicot ha · resumido
con acierto el papel desempeñado por la Iglesia en los sig1os alto-me'
dievales, ruando· Ja Cristiandad europea se hallaba en ttance de gesta­
ción : «La Iglesia., al difundirse en Occidente, hacía algo más que
aportarle una
creencia. Puesto que era una, fo deparaba .su unidad.
Unidad
por encima de los individuos y de sus concepciones perso­
nales:
el dogma, aunque mal conocido, lo era suficiente éomo para
dictar a todos una sola visión
del. universo. Unidad po1: encima de
los reinos y de las ta.zas·y, sobre todo; de la oposición entre bá y romanos, cuya persistencia habría comprómetido o entorpecido el
desarrollo de la civilización:· ·«Nó hay ya ·ni . escita, .. ·ni' aquitano', ni
lombardo, ni alemán -" el Señor
ha sufrido la Pasioo para que, en>su sangre;J'uesen acetcados
aquellos que se hallabin alejados y desapareciesen las separaciones".
Unidad
por encima de las culturas : al revés que otras coufesiones,
extraiías al espiritu la.tino, como, pói. ejemplo, el Islam, el Cristianis­
mo, nacido en el Imperio y convertido en su religión, constituía .el
lizo de unión entre el mundo .antiguo y los nuevos tiempos. La pie­
dra angular de la Edad Media estaba colocada : la ádhesión al mismo
credo iote,preiado por el mismo jefe» (2).
Vemos, pues, que Europa adquirió desde los inicios de fa Edad
Media,
por vez primera en su historia; una personalidad propia, en ín°
tima conexión con el desarrollo de la' gran civilización etístiana. Son
innumerables las fuentes ·históricas que ponen de relieve que ya los
hombres de aquella época tuvieron clara conciencia de la identifica­
ción existente entre
Europa y 1~ civilización de inspirac(ón cristiana
que entonces
alboreaba.
Podemos citar algunos ejemplos extraídos de . fuentes históricas
(2) Léopold Genicot: ·Les lignes dS -faJie dtt Mo-yén Age, ParlS, 1969,
pág. 71. El· 'libro de Genkot es 1in matiilal de calidad extraordinaria, muy
reco.óiendable
para quien desee obtén.et una visión de conjunto del período
med'ieval.
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de primer orden que avalan la· identificación a · que aludimos y la
percepción que de ella tuvieron. los contempor~eos.
Cuando
el anónimo continuador de la crónica de Isidoro de Beja_
relata loo pormenores de la batalla de Poitiers (732), el primero y
decisivo éxito militar obtenido· por la naciente Cristian.dad occidental
frente al
expansivo Islam,· que parecía llanJado a sumergir todo el
mundo conocido,
al referirse a la abigarrada coalición de francos,
celtas, ibero5 y sajones reunidos a las órdenes de Carloo Marte!· en
aquellos momentos. de gravedad ei cesivas
ele europeos (3). Bernard Voyenne sintetiza con acierto la im·
portancia
ele este testimonio histórico: «¿Qué mejor nombre podía en­
contrarse para designat a lo que aún no era comunidad· y el'lL ya mu­
cho más
que un agregado informe de pueblos? Es emotivo que estos
europeos aparezcan en el relato de la primera batalla de Europ,1>>.
Es decir, en la primera batalla de la Cristiandad.
/¡. finales · del siglo. vm, el nieto de Catlos Marte!, Catlomagno,
constituyó un amplio Imperio que abarcaba, con exclusión de la Pe­
nínsula Ibérica .y de las Islas Británicas, todos loo territorios que
hablan sido cristianizados en el periodo anterior y daba perfil; aún
embrionario,
al mundo de la: Cristiandad europea, que adquirida
plena configuración eo los siglos XII y xm. Por entonces, cuando
el gran Alcuino de York, animador principal del ·célebre .«Renací·
miento Catolingio», tan importante en la génesis de la cultura medie­
val europea,
alude a la restauración la dignidad imperial por Carle:­
rnagno, prefiere hablarnos no ya del «Imperiurn Rornanum», que
muerto estaba para· no·. resucitar nunca,-sino. de,_un nuevo imperio, t;"l
«Imperium Chrislianuiro>, con vigorosas' amias de universalidad, pero
· con unas rafee& espiritw,les no ya paga.nas, sino esencialmente cristia­
nas
( 4). Por las mismas fechas, un poeta -que se cree pueda ser An-
(3) Citado por Jean de Pange: Les E11ropéen1,r, e"n l..4. Table Ronde, nú­
mero 113, ·mayo 1957.
(4) Citado por Lou.is Halphen: Charlemagne et l'empire carolingien,
París, edit. Albín Michel, 1968, pág. 115; tb •. Jlematd Voyenne, up. ,it.,
pág. 4o: Sobre el c-an:ibio de carácter. de la_ idea. imperial, _interesante análisis
en Robert Folz: L'id,Qe d'Empire en Occident Ju .v-e au XWe siecte, París,
19:;3, págs. 31 y sigs. Suyas son las consideraciones que traducimos a. con-
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SENTIDO HISTORJCO DE ESP,ffiA Y EUROPA
gilbert<>-'-, en una composición de carácter épiro, ex-alta a Carlomagno
romo
«el rey Carlos, cabeza del mundo y cima de Europa» ( 5). Y el
poeta
Catulfo, aL re:ordar al emperador, que se hallaba revestido a
los ojos : de sus contemporáneos de un carácter casi sarerdot.:l, las
obligaciones
propias de s11 dignidad, le recomienda que encamine
todas SUS roras hacia Dios; a Uios/ a quien debe SllS triunfos y SU
dominio sobre «Euro¡,«>> ( 6).
Europa, por lo tanto, fue el marco geográfico sobre· él que se
asentó la Cristiandad medieval. Se identificó con ella durante llU mi­
lenio, y el desarrollo de aquella civilización de inspiración cristiana,
constimyó,
sin duda, di momento más glorioso de la historia del Occi­
dente europeo. Fue aquélla una época sin par, en la que. todOII los
puéblos del· Antigno Continente estuvieron unidos y . a.nimadós por el
vinculo
más fuerte que puede unir a los miembros de una comuni­
dad : la misma re. El Cristianismo fue el poderoso fermento que
vivificó, · depa:rándoles medular ufudad, las·· concepciones pol!ticás
de aquella época, su organización social, su · citltura, su arte· y SllS
empresas coffilllles ~las Cruzadas, la Reconquista hispánica y la mul·
tiírerular penetración en las llanuras de Centroeuropa-, qúe impli·
caron un proceso de asimilación rnstianizador• de nuevos pueblos, pau­
latinamente incorporados a la Cristiandad elltopea. Durante la Edad
Media
la verdadera comunidad, de los hombrós de Ellropa no fue ni
tinuación, en tomo a la coronacióll de Carlomagno en el afio ·aoo: _ «Fue,. a. fin
de cuentas, la religión cristiana.· 1a qué ·dépaió · al nuevo Intperio su consistencia
esencial. SU ~~ Íun lacilSa con Roma romo si no, es éstei .al .igwÍll que a.tites del año 800, el
Imperio de·Carlomagno es el lmperium. Chris1ia,;11m. El único cambio que
se observa con relación a la primera parte del reinado es que la dignidad
it;operial refuerza aún más _ el magisterio _espi.rituaJ. y moral de. Carlomagno.
ai que' vemos encargarse, más (lue en el _pasado, de la sal vació~' del pueblo
de Dios; Se ·avanza; así hada la realfaación del Agustin:iS!Ifo polítiCO: el
Estado concebido como-·et !eino de la Sabiduría y prepúa.ción ele la Ciudad
de Dioo, penetrado. po< lo espiritual, la confusión entre la. Iglesia y el Im.
perfo en una misma. ,Cristiandad occidental. La. idea imperial Qe Catlomagno
es, ante todo, una visión .religiosa del orden del mundo» (op. cit., pág. 35).
(5) Citado por L. Halphen: op, cit., pág. 115.
( 6) Ibídem, pág. 182.
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los reinos ni las naciones, sino uruL enticwl más amplia, la «Christiana
Riespublica».
·
De Genicot son las palabras que traducimos a continuación y en
las que, con térmmos preci•os y en acertada síntesis, se desarrolla
la idea que acabamos que expresar : «Fue la Iglesia quien configuró
la unidad profunda
y la originalidad de la civilizción medieval. Fue
ella quién proporcionó
su "visión del mundo'.' a sabios y artistas y
les permitió·crear obras nuevas a partir de elemen.too antiguos "infor­
mados" por un nm,vo espíritu. Fue. ella quien fundó ese equ:llibrio
característico
en el que. cada cosa encuentra sin dificultad su lugar
exacto en un conjunto pensado
por Dios y revelado a los hombres.
Ese equilibrio, en el que cada ser es a la vez el mismo y otra cosa,
dotado de valor personal y de valor simbólico. El ejemplarismo agus­
tiniano
ha desbordado la reologla; se encuentra en los santoo, en los
campesi= y en las flores: esculpidas en Gha.rtres o París, e incluso en
el
amor que une para siempre a Tristán e Isenlt. Todo es obra y re­
flejo
de lo eterno» (7).
Es interesaute observar cómo, a principios del siglo XIX, cuaudo
Europa intentaba
sobreponerse a la terrible sacudida revolucionaria
que,
prolongándose a lo largo de más, de. un cuarto de siglo, había
devastado los últimos restos que aún pervivían, en la modernidad,
del mundo de la Cristiandad medieval, el célebre Saint-Simon, que
fue inspirador de uno de los primeros movimientos ideológicos
de
carácter socialista. del mundo _contemporáneo, supo ver con acierto la
grandeza de los siglos medievales, en un momento en que esta época
de
la historia de Europa era todavía, por influjo del criticismo an­
tropocéntrico del Renacimiento, objeto de general menosprecio. Su­
yas son
estas interesantes palabras, que se recogen en su De la reor­
gt111isation de la sodété etlf'o,filemre (1814): «Antes del final del
siglo
xv todas las naciones de Europa formaban un solo cuerpo polí­
tico, apacible en
su interior y bien armado contra los enemigos de
su constitución
y de su independencia. La religión romana, practicada
de
un extremo a otro de Europa, era el lazo pasivo que unía a !a socie­
dad europea;
el clero romano era el. lazo activo. Extendido por do-
(7) L. Genicot: op. cit., pág. 236.
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SENTIDO HISTORICO DE ESPANA Y EUROPA
quier, dependiente en todas partes sólo de sí mismo, compatriota de
todos los pueblos y dotado de gobierno y leyes propias, el clero era
· el centro del que emanaba la voluntad que animabá a ese grao cuerpo
y el impulso que le movía a actuar».
Pues. bieo, si entendemqo el ténnino ·Europa en este sentido, es
decir, como· el marco espacial propio de la Cristiandad medieval, la
comparadón
o paralelismo entre la ihistoria europea y la de España se
resuelve sin dificultad: España fue
un miembro activo de aquella Cris­
tiandad europea, diversa, pero profundamente unida y sin fronteras
en lo esencial. La historia de los reinos hispánicos de aquel período
es paralela y, en sus líneas maestras, similar a la del resto· del Occiden­
te europeo. Participó España de
la misma cultura y de idénticas
corrientes espirituales y artísticas; brillaron aquí las mismas órdenes
religiosas, Ouoi y el Cister, que allende los Pirineos, cubriendo el
solar hispánico de innumerables centros mooásticos y conventuales¡
España
tuv;:; reyes fieles, COlllO ~os · en Europa, al Pontificado y
participó intensaroente en. el proceso formativo de los grandes ciclos
artísticos de la plenitud medieval,
el · románico y el gótico. · La .
presenda eo tierras gallegas de la tumba _del Apóstol Santiago hizo
que
convergiera en el Norte peninsular una de J.is grandes tutas de
peregrinación que
tanta importancia tuvieron en el medievo, y, a tra­
vés de Cataluña, España se abrió aropliaroeote a las corrieotes comer­
ciales
y culturales del ámbito mediterráneo. Y si no intervioo más
que de forma episódu:a y accidental en las grandes Cruzadas a Tie­
rra Santa fue porque España -rasgo éste,. sí, peculiar del-mundo his­
pánico eo el espacio europeo-tuvo \Iª Cruzada propia frente al
Islaro, aseotado desde . el siglo vm en ·el. solar peninsular, que se
resolvió mediante un proceso reconquistador multisecu!ar. Pero eo esta
tarea España
no estuvo aislada, sino _que contó con el apoyo moral
decidido del resto de Europa, que siempre tuvo concieocia de sus
deberes de ayuda y socorro hacia aqueÚa parcela de la Cristiandad
amenazada por el
iofiel que era Espafia. Sobre todo en los siglos XI ·
y xu, y aunque con una efiéacia qúe eo general dejó mucho que
desear,
debiqo a su. ioexperieocia eo lo~ asuntos hispánicos, fueron
numerosos los cuerpos expedicionarios que desde
el otro lado de los
Pirineos acudieron para poner a contribución sus armas en los gran•
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ANDRES GAMBRA GUTIERftBZ
des episodios de la Reconquista (8). Es emocianante pensar que en
uno de los frisos. laterales de. la espléndida fachada de la catedral
románica de Angulema, una de bis más hermosos de Francia, se re­
presenta la famosa carga de Daroca, que precedió a
la batalla de Cu­
tanda de 1120. En este encuentro, en el que se derrumbó el prestigio
militar que aún quedaba a los Almorávides y se consoWó la ocupa­
ción aragonesa del valle del Ebró, intervinieron en número impor­
tante tropas
fmnoesas al mando del duque de Aquitania. Testimonio
emotivo éste de uria contribución europea a la historia de España bien
distinta, de
inspiración esencia1mente opuesta -y ello es revelador de
las contradicciones de la historia europea-a la que, .en tiempos con­
temporáneos, significó en nuestra patria la presencia de las briga­
das internacionales.
Europa, símbolo de contradiooión. España frente a Europa.
España, cuando Europa era una comunidad de reinos y pireblos
bien trabados. y unidos entre sí, si que fue Europa, y ojála que esa
Europa pudiese renacer y fuese
de ella, y no de otra bien distinta,
de
la que nos hablan los apóstoles del actua,1 europeísmo.
Pero no, no podemos engañarnos. La realidad actual es bien dis­
tinta y
la propaganda europeísta apunta hacia metas muy diferentes,
desde
'luego, de llt1lL reconstrucción de la Cristiandad medieval.
Y es que el término Europa puede entenderse con un sentido
muy distinto al
que entraña la noción de Europa-Cristiandad. El
mundo occidental
ha atravesado por varios momentos de profunda
ruptura de su evolución ,histórica, 'hasta ver dislocado por completo
ese
armazón de creencias unitarias. que caracterizaba la época de la
Cristiandad. De 11qu.í que la pallabra «EUfopa» pueda ut:ilimrse -y es
éste
un uso del término válido y útil en la medida en que permite
marcar las distancias entre la antigua Cristiandad y la. Europa laica-­
para designar a la civilización que surge a partir de la época rena-
( s) S~bre las Cruzadas venidas de a11eru:Íe los Pirineos, síntesis intere­
sante en Ma.rce:lin · Defourneaux: Les Franfail en Bspagne aux Xle et Xlle
siecles, París, 1949, págs. 125-193:
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SENTIDO HISTORJQO DE ESPANA Y EUROPA
centista, cuando el mundo medieval se des°'°rona y comienza la épo­
ca moderna (9). En este sentido, cierta¡nente, el término Euro­
pa implica unas conruilllciones· bien distintas; a.lude a una ratlidad to­
talmente diferente, a la que representa ese . mismo término entendido
como solar de la Cristiandad. La nueva Europa, la posrenacentista es
no sólo. distinta, sino contraponible,. en los rasgos esenciales de su ar­
mazón ideológico y espiritual más íntimo,. a la anterior.
La.Cristiandad
comenzó a cuartearse ,,partir .del siglo XIV, inicián­
dose entonces un período de crisis profunda que culminaría en el
siglo XVI. El proceso es complejo y, por. lo demás, conocido. No po­
demos aquí sino recordar sus líneas maestras.
La crisis que rompió
la multiserular unidad de la vieja Europa
cristiana fue doble. Por
un lado se trató de una gravísima escisión es­
piritual que cuarteó la unidad de creencias del mundo occidental (10}.
La
filosofía occamiata, primero, impuso un nuevo estilo mental, funda­
mentado sobre principios racional-individua.listas, que cerraba la gran
época de las Summas de los siglos xu y l(IIl e imposibilitaba en el
porvenir la prosecución del magno esfuerzo de la civilización medie­
val
por compatibilizar con la .mayor precisión posible fe y razón,
y armonizar todos los conocimientos y facetas del saber humli.no, se­
gún un plan unificador y jerarquizado en ctiya · cima se encontraba
Dios.
(9) En este sentido, la interpretación de Prancisco filías de Tejado: «Euro­
pa ao nace en el círculo de Carlomagno, que es lá._ restauración del Imperio
cristiano en jerarquizaci6n orgánica de pueblos, más tarde presidida por los
emperadores germánicos; Europa -na~ por el contrario, al COÍljuro de las
ideas llamadas por a.ntoo.omasia. modemas;· en. la. coyuntura. de romperse el
orden cerrado del medievo cristiano. La Edad Media de Occidente desconocía.
el concepto de Ewopa, porque. sólo sabía de su antecesor: el coo.cepto de
Cristiandad», en La Monarquía Tradiciqnal, Madrid, 1954, pág. 35.
(10) L. Genicot, al aludir a la unidad espiritual de Occidente en su
interesante libro, pone de relieve fa· ~tencia de fisúras véRliideramellte
serias a lo largo de la Eclad Media. Sólo la cuestión de la compat:ibilidad entre
gracia y libertad a.parló de la ortodoxia a grupos siempre minoritarios (Pe­
Iagio en e1 siglo v y Gottescalk en época carolingia), . que no alanzaron eco
alguno. «Sólo a final de la Edad Media -ob5etva Genicot-con Lutero y
Cal vino, ait.e problema, que se podría_ denominar "el problema occidental",
provocaría la ruptura de la unidad doctrinaJ.», op. r:il., pá.g. 70.
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ANDRES GAMBRA GUTIERllBZ .
. El Renacimiento pagainizante, después, vino a arropar, en un im­
posible y falaz retorno a la Antigüedad, una cultura que decididamente
se hizo crillicista, laica y antropocéntrica, con olvido de la idea, clave
deLperiodo medieval, de que toda
la creación está subordinada y or­
denada
a Dios.
Aquella compleja. ruptura espiritual .culminarla en el siglo XVI
en la revolución protestante que destruyó definitivamente la unidad
de fe de la Crisj:iandad, dividiendo a los cristianos en bandos irrecon­
ciliables y transformándolos en
«europeos» que se verían obligados,
en
el porvenir, a buscar un dificil equillbrio politico y social en
fórmulas artificiosas y siempre superficiales, puesto que
no existía ya
una concepción común
de los quehaceres de esta vida y del más allá.
Junto
a esta escisión espiritual, y en intima conexión con ella,
se va a producir también una compleja escisión social y politica, con
ralees
víeyas, pero que 11:bara, en el siglo XVI, va a consumarse: la
aparición del «nacionalismo» en
el seno de unas monarquías europeas
que se afiWan y organizan de. font1a autónonia, marginando, cuando
no-enfrentándose abiertamente, a los poderes universales, el Pontifi­
cado
y el Imperio, que hasta enronces hablan enmuzado, en el or­
den politico,
las ansias unitarias del mundo medieval. Vemos, por
tanto, que el individualismo, en
su doble faceta religiosa y-política,
fue la causa profunda de la crisis del bloque unitario medieval.
Surge
así la otra Europa, la Europa revolucionaria de la moder­
nidad, la que ~os a\ltores designan simplemente como Europa sin
adjetivos, en
contraposición con !la Cristiandad m~eval.
Y no se piense que a Europa le fue fácil lanzarse por la nueva
ruta, que
se prolongarla tras el Renacimiento y la Reforma -a lo
largo de un proceso revolucionario escalonado en etapas íntimamente
trabadas entre si en el clasicismo del siglo xvn, la Ilustración, la re­
volución fra.o.c.:esa y el ,iµarxismo materialista que amenaza con sumer­
gir al mundo a.ctual (11 )-. Desde un prindipio, la implantación de la
(11) Interesante síntesis de Elías de Tejada, en op. tit., pág. 37: «la
Cristia.nd.ad muere: para nacer Europa cuando ese perfecto organismo se rompe
desde 1517 hasta 1648 en cinco rupturas sucesivas, cinco horas-de parto y
crianza de
Europa. dnco puñales. en la carne histórica de la Cristiandad, A
72.
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE ESPAEM Y EUROPA
nueva rultura, el afianzamiento de la nueva Europa estuvo jalonado
por pugnas civiles de gravedad extrema, sin que casi ningún riru:6n del
viejo continente se viese libre de ellas:
En Inglaterra,
Enrique VIII tuvo que imponer por la fuerza el
Ama -de -Supremacía; -iniciando con ello un proceso -de lnestabi1ódad
polltica y religiosa que encontraría su prolongación lógica en las revo­
luciones del xvn. lln Alemania, · ht aparición del luteranismo ab.ri6 un
dilatado período de conflictos que s6lo tonoci6 un· momento de pausa
cuando el emperador Carlos V, agotado, tuvo que ceder en la· Dieta
de Augsburgo (1555) sobre la base del principio del «cuius regio»,
ante
las pretensiones disgregadoras de los priru:ipes heterodoxos,
para deipués renarer con violencia redcblada en la terrible Guerra
de los Treinta Años que fue, sobre-todo, un conflictó religioso en
el
que las potencias europeas intervinieron a<:tÍvamente ¡,ara desba­
ratar lQS últiino< intentos- de los Habsburgo -por -mantener fa unidad
re!lgiosa y poliiica del mundo germánicó. Bn Westfalia (1648) se
afirm6 la igualdad de
las «tres religiones» ( catolicismo, luteranismo
y calvinismo) y se coosum6 ... en beneficio de la hegemonía fran­
cesa-· ht fragn:ientaci6n definitiva de Alemania y la -pérdida de la
poca efectividad que aún conservaba el Sacro Imperio (12).
saber: fa ruptura religiosa del protestantismo luterano, la ruptura ética -~on
Maquiavelo, la .ruptura política por-.mano de_ Bodin, la ru~ jurídica en
Grocio y én Hobbes y la ruptura definitiva del cuerpo místico cristiáó.o en
los tratados de Westfalia. Desde 1517 hasta 1648, Europa nace-y crece, -y a
medida que nace y crece E~opa, la Cristiandad fallece; .y .muere».
(12) _ Penetrante análisis de espíritu de Wes;tfalia hace Jaime Vkens
Vives en su Historia GenerJ mcderna, Bara!!lona, 5..'! edic., 1967, vol. l,
pág. 301: «En lugar de un_a. comun.ú:4d a..r.m6n.ica de_ naciones, presidida. por
el
Papado y el Imperio, W estfalia bas6 la estructura. de E~opa en una. serie
de estados nacionales laicos, relacionados por vínculos políticos y económicos,
en los cuales era dable p~umir_ un «potencial a.ntag6nico». Por tanto, en
lugar de un orden "tradicional" se· propendió a un orde_n "racionalista", en
que debfa darse ooda a las diferencias de pode,-político y de fortuna mi­
litar. La paz podía ser dictada según. las conveniencias _del poderoso, y· vul­
nerada, a su v~, por otro estado -más potente o afortunado. Al cosmopoli­
tismo medieva!l sucedió la. fragmentación nacional moderna. A la· influencia
generosa y sutil del Papado y del Imperio, _como jerarcas de -la Cristiandad, la
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ANDR.ES GAMBRA GUTIERRBl,
Y lo mismo podemoB decir de la Franaa de este período. En la
segunda mitad del siglo XVI la vida francesa se vio ensangrentada
pot las terribles Guer.ras de Religión, que fueron el resultado de las
pretensiones de los calvinistas o hugonotes de constituir, dentro de
una
sociedad que aún era profundament'e cristiana, un «Estado dentro
del Estado».
Aquella Europa dividida se fue adaptando con el paso del tiempo
a su nueva situación y se sobrepuso paulatinament'e a sus crisis in­
teriores.
Pe,;o no debe olvidarse -frente a las corrientes historiográfi­
cas. que pretenden presentárnosla como un logro del espíritu humano
revestido de
valor absoluto--que la Tolerancia que nació entonces,
si desde
la triste realidad d.e aquel entonces era sin duda necesaria, en
verdad no representa otra
cosa que una mnleta, una terapeútica de ur­
gencia, para una sociedad que
había perdido su unidad esencial, y
sufría las consecuencias lógicas de un proceso tevdlucionario que lle­
vada en su seno religioso fetmentos de desagregación
en todos los
órdenes.
Es precisamente en esta época -que presenció la agonía de la
Europa-Cristiandad y el nacimiento de otra Europa, la individualista
y revolucionaria, la Europa de la modernidad-cuando España se se­
para del resto de Occidente e inicia una andadura distinta y, es más,
abiertamente antagónica en sus directrices esenciales, de la del resto
de Europa.
Vitente Palacio Atard, en un artícnlo luminoso para el terna que
falta absoluta de un poder que regulara, en suprema insta:icia, los intereses
particularistas
de los estados ania.góruCOs. A la guerra ideológica del si­
glo xvr, la guerra territorial · del xvn y las combinaciones del "equilibrio
europeó" -del XVIII. En définitiva, W etfaiia introdujo -en el ambiente inter­
nacio=ial la inquietud que el Renacimiento. había llévado al corazón de cada
individuo.
El orden territorial de Weitfalia descansó sobre un hecho patente y po,
sitivo: ef desé¡uiciamiénto de Alemania.... El imperio medieval, coherente a
_pé;ar de -los particularismos notorios, file . reemplazado pór una ato.inizaci60
estatal sujeta ~ la influencia y el genio de· Francia. En W estfa.lia remataba el
camino iniciado eñ la Bula de Oro. Teóricaiheb.te aún existía un em.perá.dor
de Alemania; pero sin atribucioii.es en ningún orden· niás que en cuanto res-
pondie!an a la voluntad de los grandes ·príncipes». - -·
74
Fundaci\363n Speiro

SENTIDO HISTORJCO DE BSPARA Y EUROPA
nos ocupa, ha puesto d,, relieve cómo en aquella difícil coyuntura fue­
ron posibles dos
formas distintas de concebir la entraña y el porve­
nir de los pueblos de Europa, dos antagónicas «posibilidades
de de­
sarrollo de la
modernidad» (13).
Una de estas corrientes era revoluciooaria, «puesto que irrumpía
contra lo
anterior y era abiertamente anticatólica, ya que, al inscribiir­
se en la corriente de racionalismo individualista que se abría paso a
la sazón, iba directamente contra la catolicidad ~ontra la universa­
lidad-humana y contra el espíritu religioso, porque en virtud de
ella se desplaza a Dios
d,,l primer plano de la actividad religiosa
para ser sustituido pnr el Hombre, y se niega también la comunidad
de fines sobre
la tierra, reconociéndose, en cambio, los fines indivi­
duales
de cada comunidad nacional, la razón d,, Estado».
La otra corriente, en cambio, era tradicionalista y aspiraba a conser­
var los valores
eseooiales de la Cristill>tldad, entonces tambáleanle, para
proyecta.rlos, renovados y depurados de los vicios y corruptelas ba­
jo-medievales, hacia el porvenir. «La otra posibilidad para el desa­
rrollo del mundc, -dice ,Palacios Atard textualmente-era tradicio­
nalista
y quería conservar los elementos fundamentales del ord,,o me­
dieval, pero admitiendo la superación de todo,¡ aquellos susceptibles d,,
ser superados». Era una corriente de inspiración católica, enemiga del
individualismo
antropocéntrico del Renacimiento y d,, la Revolución
protestante, y no retardataria, sino, muy al contrario, ansiosa de desa­
rrollar
las inmmsas virtualidades que el mundo de la Cristiandad
encerraba
en su seno. «El desafortunado nombre de Contrarreforma
en el que está englobada ha sido dado "a posteriori" y, precisamente,
por los polemistas que tuvieron interés en que quedara fichado como
un proceso cultural de signo negativo>> ( 14). ·
España,
frente al resto de Europa, · recogió esta segunda opción,
dando comienzo así a
una empresa original, ·de envergadura extra­
ordinaria. Laín Entralgo lo oqserva c\Iando junto a la· «modernidad
(-13) Vicente Palacio Atard: &tz6n de España en eJ. m11ndo moderno, en
Arbor, -núm: ·so, febrero 1950. Reedic. en Historia de España, Estudios pu­
blicados por la revista Arbor, Madrid, 1953, Las citas que se" enumeran a
continuación corresponden a la páginación de la citada reedición.
(14) V. Palacio Atar n
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ANDRES GAMBRA GUTIERREZ
europea» distingue el desarrollo de una «europeidad hispánka» ; lo
que La.ín denomina con términos acertados «el proyecto de una
Cristiandad posrenacentista» ( 15).
España, gracias a la firmeza de los Reyes Católicos y a la acción
de un puñado de reformadores decididos, había sido capaz de de­
purar sus instituciones eclesiásticas hasta eliminar todas
aquellas de­
bilidades
y corruptelas, herencia .de los tiempos de crisis bajo•medie­
vales,
que prooto iban a ser utilizadas por los protestaotes en la
Europa oortealpina como
caballo de Troya . para echar por tierra el
edificio de la
Cristiaodad medieval Incluso un historiador como J.
H; Elliot -poco inclinado por el talante liberal de sus puntos de vista
a resaltar las grandezas
de nuestro pasado y de nuestros reyes--lo
reconoce sin
doblez: «Cisoeros contribuyó a dar a la Iglesia española
foetta y vigor nuevos eo-uo momeoto en que la Iglesia se vela dura­
mente
atacada en todas partes. En una época eo la que el deseo de
una reforma
ecles_iástica radical corría por la Cristiaodad, los. gober­
naotes de España asumían persooalmente la reforma de su país ...
En este-caso, como en tantos otros de sus a~vidades de gobierno,
Férnando e Isabel
desplegaroo una habilidad audaz para tomar la
iniciativa y dar forma visible a las aspiraciones poco definidas de
sus súbditos» (16).
España se ·negó a-renunciar -a la civilización de inspiración cris­
tiana que había caracterizado su devenir medieval y el de aquella
otra Europa, la Europa-Cristiandad,
en la que hasta entonces había
estado
armónicameote integrada. Y España supo demostrar ---a pesar
de las inmensas dificultades
que en aquellos tiempos encerraba una
tarea
semejaote--que era posible configurar una civilización diná­
mica y
creativa sobre bases politicas y culturales modernas y, a la
vez, henchidas de e,píritu católico: nuestro Siglo de Oro y la con­
quista de América son buena prueba de ello.
Pero España no se conformó coo esto. Con Carlos V, Felipe JI
y sus sucesores al frente, aspiró a evitar, fuera de sus fronteras, la
ruina
de la unidad cristiaoa de Occidente. Como apunta también
76
(ll) P. Laín Entralg<>: España como prolifema, Madrid, 1943, pág. 13.
(16) J. H. Elliot: L, España Impe,ial, Barcelona, 1969, pág. 103.
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SENTIDO HISTORJCO DEESPANA Y EUROPA
!'alacio Atard, «España no se resigna a contemplar como espectadora
impasible la ruina de la unidad cristiana de Occidente. Y ocurrirá
así
un :hecho. asombroso: mientras los demás paises.lr.u:en política
nacional,
los españoles · prescinden de sus intereses locales ·"T hacen
política universal» {17). Una política universal atrevida, orientada
-por encima de intereses dinásticos y apetencias territoriales-e-a
apuntalar
la unidad religiosa de aquella Europa• cristiana en trance
de
desaparecer y a evitar la configuración de un. orden políticb nuevo
que, al articularse sobre bases nacionalistas e individúalistás, descono­
cía los fundamentos profundos de una. concepción, cristiana dé fa
sociedad, que a [os ojos de muchos de sus cootemporán,,os era oon­
siderada como menospreciable o carente de porvenir. Y -si esta po­
lítica puede vincularse a los intereses
de la casa de Austria ~OOlO
tantos historiadores. afirman hoy de ·modo insistente con el ánimo de
desvirtuar la grande-za de miras de aquella dinastía-, lo es en la
medida
en que, precisamente, los Habsburgo fueron los continua­
dores
de los· ideales medievales y supieron · identificarse con: los dec
signios más profundos de sus súbditos, que deseabon seguir siendo
miembros de la Cristiandad y del Imperio. Fue aquélla una tarea
grandiosa, cuyo olvido impliairia el· desconocimiemo . de la clave de
nuestra historia y de nuestro mayor timbre de gloria.
La
lucha bisecular de España en defensa de los intereses. de la
Cristiandad en tránce de desaparición concluyó-en un dilatado proceso
de agonía, que se
cerró con la ruina de la España grande del siglo XVI
y con su inevitable y lógica exclusión de la nueva Europa en gestación.
Desde
u otro modo: todas las potencias protestantes se coaligaron contra ella
y
contaron con el apoyo de las que aun eran católicas, pero inspira­
ron su política exterior en intereses· nacionales y en la ra2ón de
Estado.
Buen ejemplo de este .oportunismo; que fue fatal para la causa
de
la Cristiandad, lo ofrece Francia, el país que por su trayectoria
histórica medieval
mereció el título de ®ija predilecta de la Iglesia».
Francisco· I, prototipo del monarca renacentista, no dudó. en. aliarse
(17) V. Palacio Atard: op, cit., pág. 725.
77
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ANDRHS GAMBRA GUTIERREZ
en contta de España con Solimán el Ma.gnlfko, sultán de los turcos
y et peor enemigo . de la Cristiandad de entonces, e incluso llegó a
lari2ar
contra ella a los terribles piratas argelinos. «Los turcos man­
tienen ocupado aJ Emperador y así garantizan la seguridad de los prln·
cipes»; ·cuénl:ase que dijo el rey de Frru:,cia a los venecianos. El cé­
lebre historiador Banville, aunqne · tiende a justificar aquella politica
por la difícil situación en que se hallaban los asuntos del rey francés,
no puede menos de· reconocer que «esta alianza con el infiel era el
final de la idea de Cristianclad» (18). Mazarino y Richelien, prlncipes
de la Iglesia, tampoco vacilaron años más tarde en oliarse con los
protestaotes del Centro y Norte de Europa, y cuando, tras el desas­
troso tratado de Westfalia., que consagró el ocaso definitivo del orden
imperial
en Centroenmpa, España resiste aún y con éxito, Francia
sólo
pudo imponer su hegemonía con la ayuda del calvinista radical
y regicida que fue Cromwell (19).
Y no se piense que los reyes de España estuvieron :úslados en el
desarrollo
de aquella· gran empresa; contaron en todo ·momento con
el'. aipoyo de , sus súbditos, que lamentan los sufrimientos y pena·
lidades que, éomo consecuencia de un estado de guerra casi perma·
nente, se abatían de. forma constante·sobre sus haciendas, pero animan
a sus reyes a
mantenerse, cueste lo que cueste, en la ruta emprendida.
Los cuadernos de corfes y lils escritc,s de numerosos tcitadistas éspa·
ñoles de los siglos xv1 y xvn son buen testimonio de ello (20).
(18') · Jacques' Banvtlle:' HÍstoire de -Fran&e, París, 1924~ edié. Livre de
poche
s: f., pág. 126.
(19) J. Vicens ·y;va,, tras analizar el mermado pótencial bélico de Es­
paña y Francia después de Westfa.lia. observa:_ «La situación Jitilitar se pre­
sentaba tan equilibrada, que el mi.sm() ~zarino inició negociaciones de paz
con vistas a una soluCÍ6Ít del conflictó por un enlace dinástico entre las dos
coronas. Sin embargo, en el Occidente de Europa era preciso contar con un
nuevo factor ·desde -que Croinwell había restablecido la pO~alÍdad militar,
política y· naval de Inglaterra. Mazarino, . tan poco escrupuloso en máteriá dC
fe como su predecesor; .. supo atraer a _su-~-a 1a Ingla.terra purit:?,na, sOJl;le­
tida · todavía a-_ ic;lealles religiosos y _nacional-es que se aunaban en -una. actitud
de hostilidad respecto a España», oJ,. cii., vol. I, pág. 313.
(20)
Observaciones interesantes sobre esta cuestión en V. Palacio Atard,
op ,;,., pág. 725.
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SENTIDO HISTORJCO DE BSl'ANA Y EUROPA
Palacio Atard, a quien no nos resistimos- a -citar una vez más, da
buela cuenta de aquella., interpretaciones que sólo ven en nuestra
historia
de aquella· _época un - largo rooario de errores, resultado dé
uoa política miopec y sin sentido de .la realidad:_ «No fue un camino
para deficientes mentares el que recorrieron _ nuestro" _antepasados.
Fue, =cillameote, otro camino, -distinto del • que_ ha recorrido la
Europa moderna. _ La otra forma de presentarse la_ modernidad en. el
mundo europeo. Esta es precisameote la razón_ de España en el mnndo
moderno: haber demost1'ado que había otra posibilidad de vida» (21 ) ..
España salió exhausta, arruinada económicamente y también mo­
ralmente, de aquellas guerras. Pero le corresponde el noble titulo de
haber intentado frente a -todos, <:omó • testigo último, -de los ideales de
Cruzada que el laicismo de los nuevos tiempos parecía llamado a
arrinconar definitivameote, que la Cristiandad sobreviviera.
No se piense que propugnamos· que todo 'fue perfecto en la po­
lítica internacional española de aquellos tiempos. -Sería,-miopía u
orgullo vano, aunque -qué duda cabe---uná actitud semejante sería
justificable como lógica reacción frente a los denuestos -que tirios
y troyanos acumulan hoy sobre nuestro pasado, Es preciso distinguir
en este terreno dos cuestiones distintás. · Por ·un lado, ·fa inspir~ón,
el fi/11m rector de aquella política, que creemos fue grande y única
en la historia. Por_ otro, su desarrollo y aplícaciones éonaetas, _ que •pu·
dieron. dejar -de -hecho, así _ fue, sin quda~ mucho que desear
en momentos o situaciones
concretas. Y es que España tuvo que
enfrentarse con dificultades inauditas que no era dable sorteai con
el solo fugenio humano. En muchos casos sobró, tal vez, grandeza
de miras y faltó sentido práctico y noción de las posibilidades reales.
Hubo, probablemente, empeños y actitudes empecinadas que no de­
bieron existir. Sé clamó por reformas interiores destinadas a consoli­
dar
la economía y la estabilidad interior que fueron desatendidas.
Nuestro siglo
xvn encierra matices .de decadencia y corrupción -moral
que no pueden desconocerse y la critica históricá puede '----qué duda
cabe-desvelar errores sin ser, por -ello, tachada nécesarfamente de
antiespañolía.
-(21) Ibídem, pág. 728.
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ANDRJJS GAMBRA GUTIERJJJJZ
España; tras la crisis del siglo XVII, había quedado, de hecho,
eiocluid:a del mundo europeo y, por el momehto, fuera de conlbate.
Semejante exclusión se debla, -'--<:0010 hemos tenido ocasión de poner
de
relieve-no a razones casuales o de lndole accidental, coroo
tantos «europelstas» del momento presente creen o fing,en creer, sino
a
motivaciones muy profundas, enrai>adas en el inevitable antago­
nismo entre dos concepciones
divergentes de la vida y de la polltica,
cristiana y tradicionalista una -'la española~ y antropocéntrica y
revólncionaria la otra· -la de la Europa de la modernidad-.
Corrientes, europeísta,, en la &paña contémporánea.
A partir de la derrota comenzó una nueva etapa en la historia
de
nuestra patria; una. época de divisiones internas, de rephinterunien­
tos fundamentales, que, prolongándose hasta lroy, ha tenido como
consecuencia trágica
el desgarramiento de la, hasta entonces ejemplar,
unidad
espiritual de nuestro pueblo. Inicióse, a. partii-de aquel mo­
mento, la época en que, frente a la actitud necesariamente defensiva
de
.«<¡Uellos que, ante un mundo exterior adverso, pretendían obser­
var una actitnd coherente con
el pasado y salvaguardar el patrimonio
cnltutal cristiano de nuestra patria, se alzó, timido .al principio, orgullo­
so
más tarde, arrollador bar, un nuevo pabellón. El pabellón de quie­
nes,
despreciando nuestro pasado «a lo divino» y considerando la polí­
tica de los Austrias corno
un dilatado y desastroso error, gustaron de
afirmar que
España debía imprimir un giro copernicano de ciento
ochenta grados a su política
y a los resortes todos de su vivir para,
abandonando· uo
armazón de ideas y actitndes que ellos consideran
caducos, y tras el oportuno e ineludible mea rulpa, integrarse en la
civfüzación revolucionaria de la era moderna. Estos hombres serian
decididamente «europeizantes>>, detractores de nuestro pasado desde
ópticas ideológicas diferentes, pero siempre adversarios encarnizados
de
una concepción cristiana de la vida;
Primero fueron los ilustrados del siglo xvm, admiradores fer­
vorosos del racionalismo laicista de
Europa y lectores de Voltaire,
Montesquien o Rousseau; después, los afrancesados, que vieron en
80
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SENTIDO HISTORJCO DE ESPA1M Y EUROPA
Napoleón y en sn ejército invasor una. vla; de regeneración posible
de España mediante su integración en el Nuevo Imperio, ámbito de
eficaz difusión de las ideas de la Revolución francesa; más adelante,
&:ro está, serían europeístas la pléyade inmmsa de noostros liberales
decimonónicos y los más recientes partidos demócratas o marxistas.
Estos hombres, en sus escritos, que podtlan inscribttse 'como un
capítulo de primerísima importaru:ia en el bagaje de la leyenda negra
-acuñada en un principio y jaleada siempre desde fuera de nuestras
fronteras, pero continuamente enriquecida desde dentro-, y 'de los
que
no podemos trazar aquí ni siquiera un somero bosquejo histó­
rico por ser material no censado adecuadamente y, en todo caso,
wnplio en exceso para el estreoho límite de este trabajo, acumulan
críticas brutales contra nuestra política católica y anti-revolucionaria
y contra sus
conseruencias ru.ínosas -según ellos--en todos los
órdenes. Conviene, sin
embargo, que aludamos a un grupo iru:eloo:ual que
conoció su momento de
apogeo en el ultimo tercio del pasado siglo,
y cuyas formulaciones doctrinales
sirvieron de inspiración, o de tras­
fondo ideológico, a varias generaciones de intelectuales cuyo pensa­
miento
ha incidido de forma decisiva en nuestra. historia contempo­
ránea.
Me refiero, daro está, a la célebre Institución Libre de En­
señanza, tan traída y llevada hoy por quienes ven en ella un modelo
de intento regeneracionista a usanza laicista y revolucionaria .. En su
Senil, las tendencias europelstas anteriores· encontraron su más a,;abada
expresión en un europelsmo con pretensiones de amplios vuelo, que
irradia, sin
otras variaciones que algunas de matiz, hasta nuestro,
días (22).
(22) V. Palacio Atard, en ou prólogo al jugosísimo libro de M.• Do­
lores Gómez Molleda: Los ,eformadores de la &pana contemporánea, Madrid,
C.S.I.C., 1966, sitúa a la Ins-titución Libre· de Enseñanza. en su ·exacto ·contexto
cuando :relaciona a: sus miembros· y al krausismo español en general, con el'
Ku.lturkampf europeo. «Eran dos Có:lceptos de·_]a vida que se enfrentaban con
violencia, porque
uno de ellos se alzaba. ahora pata barrer al otro: la concep.
ción inmanente de los reformadores frente a la concepción .católica.· Una y otra
se excluían ... junto a la "btolera.ncia inquisitorial" que dellunciaba.n los uno's,
Menéndez Pelayo denunciaba con no menos motivos la "intolerancia-de· la-im:~
piedad"» (pág. XXV).
6 81
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ANDRES GAMBRA GUTIBRREZ
Los homb~ de la Institución Libre de Enseñanza se plantearon
-,---,,Jgunos de ellos, sin duda, con sinceridad y honradez-el problema
de
· aquella España del siglo XI){, estancada en muchos sectores e
internamente. dividida, que a e!Jos les había tocado conocer. Preten­
dieron reformar al hombre espoñol creando un tipo nuevo que es­
tuviera. libre de lo que a ellos se les antojaba como atavismos carac­
terísticos de la raza híspánica y difiriese radicalmente del espécimen
«castizo. africano, incivil y belicoso» que -según expresión de Fran­
cisco Giner de
Jo,; Ríos, .animador principal de la Institución-creían
ver ellos por doquier
(23).
Los ideales de los institucionistas --esencialmente moralizadores
y
. de pretensiones reformistas--tuvieron, como fuente de inspiración
y telón ·de fondo, una concepción de. lo sobrenatural del universo
todo
y del hombre que se basaba en el pensamiento de un filósofo
alemán de poca monta, Krause (1781-1832), que ni siquiera
en su
patria había gozado de excesivo predicamento y que,
a la sazón, re­
sultaba ya francamente
anticuado.
La obra de Krause había sido conocida en la Península merced
a
las traducciones y adaptaciones que de ella 'había realizado, a me­
diados
de siglo, un profesor nniversitario de talante liberal y pre­
tencioso, don Julián Sani del Río, que había creído ver en el pensa­
miento del filósofo alemán una posibilidad de renovar el panorama
filosófico
espoñol, desde luego poco brillante a mediados del siglo XIX.
Se trataba de una concepción netamente anticatólica y antieclesiástica
-y, por ende, atractiva a priari para el liberalismo laicista espoñol,
carente hasta entonces de bases doctrinales sólidas (24)-que tenla
(23) Giner, ·ea. sus En,fayos 1obre Edu&«ión, muestra una actitud .radi­
calmente negativa hacia sus cootem.pod.neos españoles. Según él, atal.quier
intento de -regeneración debería comenzar desde _cero para después elaborar un
hombre nuevo y unas formas de vida totalmente nuevas también, «una vida
europea, racional, libre, bien equilibrada, propia de seres humanos» ( cit. por
Gómez Molleda, op, cil,, pág. 66). Estas breves palabras, definición de un
porvenir sofiado en contraste con un ~o execrable, com.pendian de forma
ilustrativa las coordenadas mentales de Giner y de la I. L. de E. en tomo al
tema que nos ocupa.
(24) M. Pelayo ha observado acertadamente que los krausistas dieron
82
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SENTIDO HISTORJCO DE ESPANA Y BU.ROPA
como punto de partida una ídea de Dioo puramente inmanente. Los
krausistas velan en Dioo, al que designaban con nombres tales como
«Espíritu»
o la «Razón única», tan sólo el fondo misteriooo y des­
personalizado del universo que, según elloo, accede a la conciencia
de sí mismo en el hombre.
Las religiones confesionales
aparecían a los ojos de los hombres
de la Institnción Libre
de Enseñanza como un grave atentado contra
la bumanidad, en la medida en que -para ellQS la· rosa era· eviden­
te-tendían a romper la armonía que debía reinar. entre el hombre,
la naturaleza y la razón. El «mito ármónico» era uno de· sus dogmas
preferidos, remedio único, según ellos, pa:ra liquida,, definitiva.mente
las .luchas internas que desgarraban desde hacía

siglos.
a los espa.ñoles,
estorbando cnalquier posibilidad de progreso (25).
De entre todas ~ religiom,s, la · que había. traído . consigo unas
secwilas. más nocivas en la historia de la humanidad, y sobre todo
en la de
España, era .la católica, en la medida en qne había sepultado
la doctrina de
Cristo en un siniestro dogmatismo incompatible con
el desarrollo de las potencialidades del hombre.
María Dolores Gómez Molleda observa atinada.mente que «hay en
Giner, como en sus discípuloo, una visión tétrica del Cristianismo
como religión encapotada, triste,
negadora de los goces sanos y le­
gitimos, perpetna imponedora de una perdurable penitencia ascética
e implacable anunciadora de la muerte; esencial enemiga, al fin, de
la naturaleza
y de la vida e fudireÓta causante, con su crítica desde­
ñadora
de lo humano, del.empobrecimiento de la raza» (26).
Giner fue un hombre que «se tomó completamente en serio, la
tesis de
las "cortapisas" que la fe impone a la razón, interpretando
fuste y contenido doctrinal al liberalismo español de · la primera mitad del
siglo XIX contribuyendo con ello a enconar las pugnas políticas que asolaban
la vida espafiola.
(25) «El dogmatismo metafísico de las religiones que da, en fórmulas,
soluciones definitivas al problema de la realidad y de la existencia, detiene
el
progreso de la esperulaci6n y petrifica el pensamiento», enfoque de un des­
tacado miembro de la l. L. de E., Adolfo Prada. (Cit. Góme2 Molleda en
op. cit., pág. 67.)
(26) Gómez Molleda, op. cit., pág. 72.
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ANDRES GAMBRA GUTIERREZ
como revelacionismo a ultranza la doctrina de la Iglesia en este
punto» (27).
Reformar al hombre espallol, para arrancarle de la presente poo­
ttación y proyectarle hacia el futuro, implicaba, ante todo, liberarle
de las
garras de la Iglesia e insuflarle un esplritu nuevo, abierto al
mundo, tolerante con
las realidades existentes en su entorno y capaz,
por
vez primera, de romper las ataduras que ttadicionalmente habían
maniatado su razóo ( 28). En reswnidas cuentas -apunta Maria Do­
lores Gómez Molleda-, la «o.euttalidad religiosa» propugnada por
los hombres
de la Institución Libre de Enseñanza como ideal edu­
cativo significaba, «más que respeto hacia todas las· confesiones, des­
confianza fundamental hacia
una sola, la católi®> (29).
Pues
bien -y recogemos aquí el hilo de nuestta exposición-, los
hombres de la. Institución Libre de Enseñanza elabora.ron una teoría
de la. historia de España, de su pasado y porvenir, en consonancia con
el esquema de ideas que acabamos de
resumir: una interpretación hipercrítica, despiadada, con· 1a que hasta
entonces
--desde wra perspectiva cristiána inadmisible para los ins­
titucionistas-eran consideradas grandes glorias de nuestto quehacer
histórico
y en la que todos los tópicos .de la decadencia española, ya
(27) Gómez Molleda, op. (28) M.• Dolores Góme• Molleda ha puesto de relieve este aspecto fun­
damental de la W eltanchanung gineriána: «para los krausistas -nos dice-­
no ha.y verdadera. reforma del hombre ·que no tengá que empezar por aquí,
por la exclusión de las religiones confesionales. El hombre español, para ser
verdaderamente hombre, tendtá que vivir la religión de otra. manera que hasta
ahora, -si ha de vivir en paz consigo mismo y ha de dar libre curso a su razón,
si ha de asentar en paz y concordia unas relaciones sociales. En este principio
de la neutralidad religiosa se basará e1;1 rea:Iidad toda. la construcción armoni­
zadora y emancipadora de lo humano que se pretende llevar al orden indivi­
dual y colectivo español (Gómez Molleda, op. cit., pág. 64). También: «para
don Francisco, la tolerancia -contrapartida de la intransigencia que rompe
todo vínculo de humanidad-· es la suprema virtud moral. Se estima a la to­
lerancia de gran necesidad para el· hombre español, tara.do por el vicio de la
intransigencia fanática, en la que fa educación secular le ha formado». (Gó­
me, Molleda, op. cit., pág. 70.)
(29) Góme. Molleda, op. cit., pág. 2)8.
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SENTIDO HISTORJCO DE ESPAi v1e¡oo en esas fechas, aparecen por vez primera · «inteleétualizados»
y presentados corno un todo coherente.
Era
;nev:itable que Giner de los Río,; y toda la pléyade de sus
disclpulos
-para quienes el catolicismo español y, en general, los
ideailes que hablan configurado la Cristiandad medieval eran una.
muestra acabada de famitisrno de.humanizador-vieran en eJ. pasado
español, en la lkcooquista · o en las grandes gesta.s;de · 1a época de loo
Austrias, un multiserular error que, al prolongarse en el mempo sin
atisbos de
enmienda, había llevado a nuestro· pals a la situación rui­
nosa en la qne, siempre según ellos,· España se hallaba sumida a la
sazón.
El pensamiento gineriano, insuflado hasta el tuétano· de krau­
sismo, serviría de
ca.ñatnázo a los planteamientos históricos de dos
generaciones -Jos hombres del 98 y fa generación del 27-, la casta
intelectual que desgarró, conmoviéndola
hasta los cimientos, la Es­
paña del primer tercio del siglo xx para luego llevarla a la República
y a la guerra. Podernos resumirlo -si -recurrimos a apretada síntesis-­
en dos punto,; esencia.les :
l. Un sí a la «tierra madre española», al trasfondo intrahistórico
de nuestro
ser, en quien ellos, proclives siempre a un panteísmo na­
turalista, veían

una indefinible
potencialidad vivificadora, ajena, ya
que no
comprometida en el decurso histórico visible, a las tragedias
y sinsabores del pasado hispánico. Los institucionistas y sus dis­
dpulos se ev•dieron con frecuencia hacia una especie de cíomprensión
subhistórica, la > de nuestra patria, terna éste tan caro
a loo hombres del 98, herederos en esto y en mucho más, de la
Institución Libre de
Enseñanza (30).
2. Un no radical y terrible a toda la suprahistoria española,
tejido de errores sin cuento que, a
lo largo de siglos, se hablan en­
garzado en una
trayectoria equivocada, sólo explicable por una visión
irracionalista del mundo, óbice principal a nuestra necesaria inserción
( 30) «Los grandes hechos de nuestro pasado, de los cnales los españoles
deben vanagloriarse, son para don Francisco grandes vergüenw. Giner pedirá
a los historiadores ( ... ) que penetren en esa·· capa profunda intrahistórica,
desdeñando como insustancial Jo externo del acontecer hist6rko». (G6mez
Molleda, op. cit., pág. 103.)
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ANDRBS GAMBRA GUTIERREZ
en las corrientes espiritu.:les vivificadoras del mundo moderno. «De
la
suprahistoria española, don Francisco Giner de los Rlos no quería
saber nada». España era para él -que hablaba con desdén del «fas­
tidioso Felipe
11>>-'-«un pueblo amputado de. la historia -de . la
historia general progresiva de los demás pueblos-hace más de tres
siglos
... » (31). Nuestras glorias del pasado -Pavía, Lepanto u
Otumba-producían horror a los hombres de aquel cenáculo elitista
que fue la Institución Libre de
Enseñanza, y veían en ellas tan solo
una pura vanidad destinada a adormecernos. Fueron ellos quienes
elaboraron la tesis del «desviacionismo histórico», desarrollada des­
pués por intelectules y ensayistas del siglo xx.
La actitud de los institucionistas ante el mundo europeo de allen­
de los
Pirineos resulta fácil! de comprender si tenemos en cuenta lo
di rras de su pasado de fanatismos y eliminar las cortapisas -la tutela
eclesiástica
y la inspiración confesional de sus actitudes vitales-que
le
habían apartado, hasta entonces, de Europa y buscar en ella, fuera
de sus propias fronteras, la única regeneración posible.
No sueñe
España -diría Giner-«con que otros la levanten sin ella ... , pero
tampoco sueñe levantarse por sí sola ... , sino que ha de encomendarse
a un tutor, resignarse, sufrirlo y comenzar a· su amparo otra nueva
fase de su desarrollo ... ». «No nos salvaremos -llegó a afirmar oin
disimulos-sino así: por la imitación extranjera» (32). Como indi­
ca
Lópe'z Morillas, los institucionistas quisieron identificar a España
con la visión europea del mundo y, de conformidad con tal identi­
ficación, trataron de «orientar la cultura española en direcoión · al
racionalismo, que
campeaba en Europa desde el siglo XVID> (33).
Conclueión.
Vistas así las cosas, y teniendo en cuenta lo dicho hasta ahora
-es decir, la inserción de la historia de España en una concepción de
86
( 31) G6mez Molleda, op. cit., pág. 108 ..
(32) G6mez Molleda, op. cit., pág. 130. ·
(33) López Morillas: El kraNshmo español, Fondo .de Cultura, 1956.
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SENTIDO HISTORICO DE ESPAivA Y EUR.OPA
la vida heredada de la Cristiandad y mantenida hasta tiempos recien­
tes, y la presencia en nuestra patria, hoy sofocante, de una orienta­
ción
europeísta que se avergüenza, por liberal y laicista, de ese pa­
sado---, la raíz del problema de las relaciones España-Europa resulta
fácil de comprender
y valorar.
El europeísmo de hoy -igual que el de ayer_:_ no es, en general,
y salvo excepciones de ponderación ejemplar que no han menudeado
en nuestra historia, un buscar
fuera. el complemento útil desde la
perspectiva humilde
y prudente de quien, con conciencia tranquila y
amor a lo propio, aspira a enriquecer su personalidad con el aporte
ajeno.
Es algo muy distinto: implica. una aotitud radical y negativa,
la repulsa sin tapujos de lo que España ha sido o querido ser a lo
largo
de su historia.
De aquí que quienes creemos que el devenir histórico de las
comunidades humanas no
es un quehacer de rupturas, sino un proceso
acu.mu:lativo, y por fe y raz6n nos sentimos orgullosos de la tra­
yectoria. histórica española, por la medular inspiración católica. de
sus líneas maestras, debemos oponer un no radical y rotundo hacia.
esas actitudes de disolvente despego de lo propió y a. la concepción
de la vida que llevan. implícitas eu su seno.
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