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1993

De la modernidad romántica a la postmodernidad anticristiana

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Ética y estética en la «Weltanschauung» romántica

ETICA Y ESTETICA EN LA "WELTANSCHAUUNG"
ROMANTICA
POR
ANTONIO SEGURA FERNs
-«El ·proceso de la receptividad romántica ha seguido
avanzando cada vez más desde hace un· siglo. Los _teJD,.as
se han ido multiplicando más y más: La mayor parte
de. las veces, no nos damos cuenta-de_ cómo aun _bajo
el llamado realismo casi cada motivo, aun cuando apa­
rezcan hasta cuarenta en una sola página, es ya un tema
de la realidad y cristalizado a través de la visión ro­
mántica».
(J. Huizinga, «Coloquio sobre el romanticismo» (1)
El "estado_ de la cuestión;'.
Una weltanschauung (WA) es, literalmente traducida, una
«comprensión del mundo», una «imagen
del mundo» que diría
Heidegger (2). Prefiero aquí esta palabra en lugar de su sinóni­
ma «ideologfa» porque expresa algo .más profundo, un estado de
captación mental, mientras que ideología, en su uso ordinario
suele estar dirigida
a la acción, a la manifestación práctica de un
«ismo».
De todas formas, una y Otras nacen de la ruptura del
orden unitario del conocer humano
y así, para R .. Berlinger (3 ),
(1) JoHAN HmZINGA, «El concepto de 1a·história»,. F.C.E., 1977, en
Pequeño coloquio sobre temas del romanticismo, pág. 445. Resto de citas
de esta obra páginas entre paréntesis.
(2) MARTIN HEIDEGGER, Sendas perdidas, Losada, 1960, cf. págs. 68 y
siguientes.
· (3) RUDDLP BERLINGER, ·La ideología, signo de nuestro tiempo, Atlán­
tida, vol. V, 1963, pág. 4.
Verbo, núm. 329-330 (1994), 1025-1040 Í025
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«si se examinan a fondo las pretensiones totalitarias que respecto
a la filosofía muestra la ideología, entonces no cabe caracteri­
zarla sino como una metafísica secularizada».
Esta ruptura del orden unitario empieza con Lutero
y el «libre
examen» en el
campo teológico. Peto se cónsuma filosóficamente
con el «cogito» cartesiano, que p.:retende convertir -lo quisiera o
no el francés-a la mente humana en la raíz de toda realidad, con
lo que se inicia lo que C. Fabro ha llamado «la cadencia atea del
cogito». No deja de
sorprender el hecho de que tal pretendido
intelectualismo empieza por un acto de voluntad, no de la razón:
«La naturaleza del intento cartesiano está finalizada por la volun­
tad del dominio. No se trata de una
reflexión especulativa, sino de
hacer a partir del acto de conciencia» que pone, ante todo, la «duda
metódica», nos dice Cardona (4). Es, pues, una sustitución de la
fe religiosa por una fe en la propia razón. Y así lo vio el propio
Descartes, que nos cuenta cómo en
la noche del diez de noviem­
bre de 1619, cuando estaba ante la lumbre en una posada
-era
capitán de ingenieros en .el ejército de Turena-en Alemania,
tuvo de repente una
iluminación que le hizo ver cómo se podía
hacer una filosofía sistemática y científica según el método cien­
tífico recientemente desarrollado por·Galileo. Lo malo es que tal
filosofía llevaba en su seno la famosa «escisión cart_esiana» entre
la «res cogitans»· y la «tes exterisa;, pues si el «cogito» er_a capaz
de dar cuenta del interior' pensado, no era capaz de darla racio­
nalmente del mundo exterior, sensible. Y, además, olvidaba. que
si
el hombre es razón también es otfas cosas como ser emotivo,
dando origen a tres · corrientes de una misma filosofía de la
.inmanencia humana: el r~onalismO continefl1:~, el empirismo
anglosajón y el · emotivismo roussoniJtno. Estas tres ralees de la
cultura moderna producen tres éticas. La ética racionalista de
Spinoza, «more geometrico ~nstructa», que contiene en su seno
el germen de todo totalitarismo político; la ética trasmutada. en
psicología
por el empirismo anglosajón, madre del «utilitarismo»
(4) -CAR.Los-CARDONA, Descartes, El Discurso del Método, Emesa, 1975~
d. págs. 29 y sigs.
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ET/CA Y ESTETICA EN LA «WELT ANSCHA UUNG» ROMANTICA
y, finalmente, la ética emotivista de las «raisons du coeur» 'cuyo
origen está en Pascal y J. J. Rousseau.
Historia de una caída-.
V amos a ver como se ha producido esta caída en dos etapas:
la primera, que es el objeto de este trabajo,
nos cuenta como se
ha producido el paso del «proyecto ilustrado» al «resultado ro­
mántico». La segunda es precisamente el tema de esta XXXII
Reunión de amigos de la Ciudad Católica: De la modernidad
romántica a la postmodernidad anticristiana.
Las tres raíces de la cultura moderna no podían menos de
mostrarse en el desarrollo histórico del «proyecto ilustrado».
Como no podia ocurrir otra
cosa que lo ocurrido al chocar
con
la realidad humana. Así, Iá «diosa Ra26n» universal, ert la
práctica
se muestra con una distribución desigual en las mentes
individuales, lo que había de presentar problemas insolubles al
proyecto origiuario. Surgi6, pues, una doble problemática en
la
concreción práctica: por un lado, como señaló Donoso Cortés (5),
ya que la inteligencia no era igual entre los «ciudadanos», pero
sí lo era la voluntad, fue ésta tomada como parámetro social en
la forma de «la voluntad
genei:al» que, al final, devino en la vo­
lUÍ!tad de la mayoría: estamos, pues; ante la imposición del «vo­
luntarismo» en la política, con escasa relación eón lo racional por
la «prohibición de hacer preguntas» -Del Noce ( 6 )--. Esta
férrea inclusión en el plano político coincidió
~tal vez como
compensación- con la aparición de la «emotividad» diferencia­
dora, materia prima del romanticismo. En resumen:
sé dio una
caída de lo intelectual
-ya reducido a s6lo 1a ra2ón humana~,
en el voluntarismo político y, finalmente, en la sustitución de
(5) JuAN DoNoso CORTÉS, Obras; Edición de Gabino Tejado, 1854,
Tomo I, pág. 138, en «Lecciones de Derecho Político», en: el Ateneo de
Madrid.
(6) · AUGUSTO DEL NoCE,· ¿Oéaso · o edi'pse de los valores iradicionales?,
Uni6n Editorial, 1972. Capítulo VIII, págs. 142 y sigs.
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la funci6n intelectiva, reguladora del libre. arbitrio, pesplazada
por la emotividad, es decir, . en una ética que viene regulada por
la estética. Estamos, por tanto, en nuestro tema.
El tiempo del romanticismo es el siglo XIX, aunque hay un
paleorromanticismo que
se ancla en el siglo ilustrado, el XVIII.
El lugar de su desarrollo, la Europa centro-nórdica, es decir, el
área protestante. Como
conterudo, aparece la W

A romántica como
un
emotivismo, es decir, la primada del sentimiento sobre las
demás cualidades humanas. Como
marufestaciones evidentes están
la «sensiblería pastoril», heredada del rococó, y
la atracción por
el «estado gótico»
-Montesquieu-, de tal modo que la «Esté­
tica» de Hegel (7) dedica.
una parte a la «forma del Arte Román­
tico», y aunque se refiere al arte medieval, el «romanticismo» está
en
su visión idealista, no en las categorías estéticas y filosóficas
que configuraron la cultura de la Edad Media. Del mismo modo,
el componente
pastoril del rococó ilustrado respondía· a muy otras
categorías ( 8) que el componente popular de
la W A romántica
como ahora veremos.
Por lo pronto podemos concluir
esta presentación del tema
sefialando que de
la temática del primer componente -la sen­
siblería pastoril rococó--surge en la W A romántica el indivi­
dualismo. Y de modo absolutamente necesario, ya que es el sen­
timiento individual el motor de .ella, pero éste. totalmente desli­
gado del orden social
como venía implicado tanto en la ética
cuanto en la estética ilustrada.
Del segundo componente
-la atracción medieval-surge la
preeminencia dada a
la imaginaci6n, ya que la menioria de anti­
guos hechos
o. situaciones históricas· era en la W A · romántica
modificada imaginariamente, de modo que los hechos no conta­
ban como fueron, sino como los
·veía la sensibilidad romántica.
(7) G. W. F. HEGEL, Estética, Ediciones Siglo XX, 1985, Tomo 5.
«La. forma del Arte Romántico».
(8) Ver HYPPOLITE TAINE, Los orígenes de la Francia contemporánea
(El Antiguo Régimen), Ediciones. Orbis, 1986, especialmente Tomo I, Libro
segundo, Cap.
Ii. ·
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ETICA Y ESTETICA EN LA «WELTANSCJl..A.UUNG» .ROMANTICA.
Un estudio serio de la "weltanschaunng" romántica.
Trazado el marco y los contenidos de lo que, en mi opinión,
fue la W A romántica, pasamos a ver si coincide con
los estudios
serios que
se han hecho de este fenómeno cultural.
Huizinga
-loe. cit.-pone ya en el brote paleoromántico
de 17 60 como una característica del mismo la de ser «un
caos
literario en el que se hunden los estilos de las época anteriores»
(pág. 438).
Por su parte, F. Valjavec (9) pone su inicio en
Mc.Pherson y su publicación de los poemas de
Ossian-en 1770,
añadiendo que «muy pronto
se manifestó aquí la relación entre
lo popular y lo histórico, que constituye un rasgo esencial del
prerromanticismd y el romanticismo» (pág. 321), aunque «el ro­
manticismo, en su relación con la poesía popular no ha hecho
más que continuar el ejemplo del siglo filosófico» (ib.), tal como
decimos en nuestro esquema. Es esta raíz popular e historicista
la que propició la aparición del «romanticismo católico» de Cha­
teaubriand, por lo menos en sus contenidos, aunque su fondo
imaginativo e individualista hace de
él un catolicismo «light»,
afín, aunque en muchos puntos contrapuesto, al catolicismo libe­
ral que
entonces empezó a mostrarse en Francia.
Huizinga
-loe cit., pág. 439...:.._ señala cómo. «en la plástica
de las catedrales .
y en la
prosa de la escolástica, aparecen el rey
y las estaciones de el año recargadas de sentido simbólico
.' ..
Todos ellos cantan una estrofa:en el-coro total ... Todas las di­
sonancias se resuelven aquí · en una armonía . . . Giran en tcimo
al principio central. de la cultura,
· al que sirven. Rinden home­
naje a su verdad y
a su valor, cuya
fe profesan. Asf ocurre en
el Renacimiento y en el mismo Barroco . . . El estilo determina
la acción de las figuras. Hasta que llega el período de la anarquía:
bajo el romanticismo son las figuras las que dominan y determi­
nan el estilo,
si es que puede hablarse de semejante cosa .. '. Fue
(9) FruTz V:ALJAVEC, Historia . de la-Ilustraci6n en Occidente~ Rialp,
1964, págs. entre paréntesis.
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entonces cuando se apoderó de nosotros aquel insomnio de que
habla Nietszche,
el insomnio de la visión histórica . . . El instru­
menta del romanticismo era un órgano de mil registros» (pág.
440).
Los temas clave de la ''weltanschauung" romántic,a.
Después de ver con Hilizinga y V aljavec cómo coinciden en
-señalar el carácter· general escondido en la estética de laWA ro­
mántica, que no es otro que el individualismo anárquico, entre­
mos en
la temática del mismc,. Huizinga nos dice que «no pode,
mas decir que lo sentimental sea de por si un tema, pues es algo
más: la tierra nutricia de los temas» (pág. 441 ). Y, al respecto,
-sus temas «dejan de ser simples medios como eran antes. Pero
tampoco podemos
decir que sean fines en si, pues entretanto se
ba esfumado en la literatura el concepto mismo de fin. Llamé­
maslos objetos» (pág. 442). Efectivamente, podemos ver cómo
-en la WA romántica, al no contar con la finalidad, no cuenta
-,.o cuenta limitadamente-- con el correr del tieinpd que es sus'
tituido en orden de importancia por el «instante». Claire S. Ba­
:yet ( 10 ), nos cuenta que un padre del emotivismo romántico,
:J, J. Rousseau, «halla ·en el instante lo absoluto ... el instante
es para él lo que la eternidad pata Platón», lo-cual contribuye
,al carácter anárquico del romanticismo.
Hay dos temas centrales
en la temática romántica: la libertad
y el amor, pero ambos entendidos sólo como «estados de ánimo»
,exaltado y, por ende,. egocéntricos. Como contratema o referencia
externa de ambos, la muerte, que
en el «Werther» de Goethe
Uega a constituirse como central, Poco tienen, pues, que ver con
-su consideración como constantes de la naturaleza humana en Li
,anterior literatura.
Tal «libertad» no tiene aquí referencia «moral» alguna, sino
(10) CLAIRE SAL0M0N-BAYET, Historia .. de' l~ Filoso/fa, Espasa, 1976,
--romo II, pág. 335.
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ETICA Y ESTETICA EN LA «WELT ANSCHA. UUNG» ROMANTICA.
sólo psicológica: como el marco de referencia es emotivo y. no
racional, la libertad es ahora pura
indetenninación ---0, en la
tragedia, destino inexorable-- sólo sujeta a los movimientos del
«afecto» tomado como auténtico «querer».
En este desplaza­
miento, «el
hecho que interesa destacar ... la mirada se desplaza:
deja de mirar a la distancia de lo racional y lo moral, en la que
todas las cosas presentan contornos diáfanos y limpios para
pro­
yectarse hacia un punto en el que nuestros ojos descubren cosas
que parecen estar situadas
más allá de la moral y de la razón.
Partiendo de allí la mirada
se desliza precisamente por entre los
linderos de los antiguos conceptos en una esfera en .que las cosils
se mueven en la negligée de una agradable incoherencia. Donde
las ·figuras
nd necesitan servir ya de punto de apoyo para una
forma
de vida predeterminada, sino que se disfrutan de un modo
casi narcótico para satisfacer un estado de espíritu.
Y no olvid<>­
mos que los que buscan el país quimérico del romántico claoo
de luna son, no pocas veces, los racionalistas empedernidos del
sol de mediodía« (pág. 440). A este perfecto encuadre del
tema
hecho por Huizinga, sólo le falta la continuación: el deslizamien­
td
del «querer» al «desear» y sus motivaciones, sensil;,lés ha de­
venido, l6gicamente, en la pornoliteratura actual cuando, aban­
donado el puritanismo decimonómko, el psiquismo va tras Otras
motivaciones más carnales.
Panorama artístico de la ""weltanschall.uñg" romáitiica.
La dialéctica de estos elementos, con la dramática presencia
de la muerte al fondo, es la trama profunda de la litératura ro­
mántica, centrada en el «ánimo», Cj_ue no en el < protagonistas, y el juego de los «estados de ánimo» emotivos
constituyen
la trama argumental. As!, por más que en ocasiones
sea profundamente inmoral
-juzgada desde una ética cristiana_:_
en el per!odo romántico del siglo XIX, la narración todavía debe
estar sometida al formalismo de
la sociedad burguesa de mod
que sus descripciones, por lo general, no rebasen ciertos límitell
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ANTONIO SEG.URA FERNS
·del natunilismo sensual, aunque los incoen en el fondo: la «mo­
ral victoriana»· no fue exclusivamente inglesa, sino la de. la bur­
guesía europea, incluso la del «burgués Karl Marx Pressburg».
La literatura romántica alcanza su punto álgido aliada con la
música, en la. ópera, opereta .y, aquí en España, el sainete y la
zarzuela. La estética musical romántica se benefició de la perfec­
ción musical alcanzada. en
el barroco en los instrumentos de
cuerda
y, ya en el siglo XIX, en los de teclas -sobre todo en el pia­
nc>-forte--y los metales. Es característico de la música romántica,
en general; pero
más en la tecla con la superación de las claves,
el. absoluto predominio de la melodía sobre la
armonía y el ritmo
-asi como éste hoy es el que domina en el sensualismo mate­
rialista de la música
actual~. Los instrumentos típicamente ro­
mánticos son el violín y el piano que permiten el desarrollo del
virtuosismo, aspecto coherente con el individualismo subyacente
en esta WA.
A quien conozca
el diálogo del Libro II de la «República» de
Platón, entre Sócrates, Glaucon y Aclimato, le será fácil com0
prender «a sensu contrario» la relación romántica entre literatu­
ra, música y moral social. Es sabido que en Platón se da una
visión. unitaria que liga la morál pública y la privada con la ex­
·presión :artística literaria y •musícal. Incluso cuando habla de los
pintores
-X. Rep.-se está refiriendo a la actual «cultura de
la imagen» en
la que el pintor sólo es «imitador de aquello que
hacen otros»
-B. 597 e-, al igual que los poetas, porque «el
arte mimético está,
.sin duda, lejos de la verdad . . . produce todas
las
cosas pero toca apenas un poco de cada una, y este poco es
la.imagen» ~B. 598 b--, no actúan ·sobre la verdad de la «esen­
cia»
o· «idea», sino sobre. la «apariencia» sensible. Por ello el
arte es el terreno abonado de la W A romántica.
·'De una y otra forma, para Platón y el romanticismo, el arte
sirve· para educar ~ des(!ducar~ en la virtud. Por ello, para
el griego• cada tipo de música se: relaciona, positiva o riegativa­
merite;' .con una. actitud vitaL Aquí puede decirse que el juicio
platónico de la relación música/virtudes
es·· justamente el con­
trario de la W A roimfotica: en una concepción del Estado como
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ETICA y ESTETICA EN LA «WELT ANSCHA UUNG~ ROMANTICA
permanente «rearme moral» -la opuesta a la delicuescente con­
cepción romántica-, Platón escribe, «hemos dicho que el1 los
textos no permitiríamos quejas ni lamentos •.. Y ¿cuáles son esas
armonías quejumbrosas?
, .. La lidia y otras similares. Entonces,
esas deben ser suprimidas» (III Rep: B. 598 e): Tampoco admite
las que promueven «la embriaguez,
la molicie y la pereza .. . ¿Y
cuáles son esas
armonías muelles y aptas para · canciones de be­
bedores? ... Algunas armonías jonias y lidias son consideradas
relajantes» (Ibídem). Incluso llega a proscribir
el uso de ciertos
instrumentos musicales
que· considera enemigos de la virtud, de
modo que «quedan entonces en la ciudad la
lira y la citara; y
para los pastores en el campo, la siringa» (ibíd. B. 399 d). Que­
dan, pues, eliminados aquellos instrumentos «que necesitan
mu­
chas cuerdas y abarcan muchas armonías» (ibíd. B: 399 e), no sólo
superfluas, sino perjudiciales en el ideal de simplicidad platónica,
especialmente «la flauta que
es el instrumento que posee más
sonidos» (ibíd.
B. 399 d): Es, justamente, lo contrario de la gran
orquestación romántica.
Lo que Platón pretende es evitar toda sensualidad, enemiga
de
la fortaleza precisa en los ciudadanos de la República, rio sa­
tisfacer los sentimientos subjetivos de éstos que, para los griegos,
venían expresados en las armonías lidia
y jonia. Por el contrario,
admite las
armamas doria y frigia, armonías militares, hoy lla­
madas «marchas», dependientes de determinado ritmo
(cf. B. 440
a, b,
e, d). En este segundo aspecto Platón y la estética román­
tica de lo histórico o heroico coinciden, aunque por diversas
ra­
zones: el griego piensa en la defensa del orden de la «polis» por
los «guardianes»
y . ve en tal música un elemento de formación
del carácter- de estos.
Bn el romanticismo, por el contrario, lo que
importa
es el personaje, como antes vimos; el «héroe» y su sen­
timientos. Ejemplo eminente es la estética heroica de Wagner
que, incluso, llega a consttuir su obra como
una únitación ·de la
teogonía griega (Hesíodo, Ferécides de Siro) en la Tetralogía y
una epopeya cristiana en Parsifal y Lohengrin, tiasladandó la es­
cena al espacio germánico.
Puerta privilegiada para entrar en la ética romántica
es la es-
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ANTONIO SEGURA FERNS
tética musical. El oído es para T. de Aquino o Averroes el más
espiritual de los sentidos corporales por set el órgano donde se
transforman· los ruidos y sonidos en palabras conceptuales o en
sensaciones afectivas .
.Por otro lado, la «poetica scientia», la es­
tética, nos dice el Aquinate es aconceptual «propter defectum
vetitatis» (S. Th.
I-II, q. 101,.z., 2): en ottas palabras, la música
es· capaz de producir emociones,· estados de ánimo, pero no «vet·
dades». Pot eso el· intento idealista de Hegel de unificar en la
Idea la Vetdad y la Belleza-no en el Ser, como.T. de Aquino--,
le llevó en un primer momento, a igualar en la esfera del Espí­
ritu Absoluto, el
Arte con la Religión y la Filosofía. Esto, según
B. Croce (11), es ·una toma de posición «que es, en el fondo, no
sólo anti religiosa
y racionalista, también es antiartistica». Y lo
es porque «el filósofo alemán, finalmente no quiso susttaetse a
la lógica de
su sistema y declaró la mortalidad, mejor la muerte,
ya ocurridas en el arte:
hemos asignado (dice) al arte un puesto
muy elevado ; peto hay que recordar que el arte,
ni por su con•
tenido, ni por su forma,
es el modo más elevado de proporcionar
a
la conciencia. del espíritu sus intereses verdaderos ... Hay, por
el contrario, una concepción
más profunda de la vetdad ... De
tal suerte es la concepción cristiana de la verdad y, lo que es más,
el espíritu de nuestto tiempO y, con más propiedad aún, el espí­
ritu de nuestra religión y
nuestto desenvolvimiento racional, por­
que parece que han ido
más allá del punto en el que el arte sirve
para aprehender lo Absoluto» (pág. 328, las citas de Hegel son
de
Vorlessungen über Aesthetik, págs. 13-16, Ed. Hoho).
En · resumen, termina diciendo Croce: «El . romanticismo y el
idealismo habían colocado al arte
tan alto, tan en las nubes, que
debía
terminar por necesidad con el apercibirse de que, tan alto,
tan alto, no servía para nada» (pág. 329).
Para otro estético
de la época, Schlelermachet, Croce recuer­
da cómo .«si el arte es también pensamiento, debe ser un pensa,
miento en que se presuponga la identidad y otro en· que· se pre­
supopga la indifetencía. En la poesía no se busca la verdad o,
(11) BENEDETTO CRoCE, Estética, Ed. Francisco Beltrán, 1926, pág. 328.
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ETICA Y ESTETICA EN LA «WELT ANSCHA UUNG» · RDMANTICA.
mejor, se busca, sí, una verdad que no tenga nada de común con
la verdad objetiva a la que corresponde un ser,
ya universal, ya
individual . . . La verdad del carácter poétieo consiste en que los
diversos modos de pensar o de obrar
de una· persona •estén .re­
presentados con coherencia .. . Del arte y de la poesía 'no nace
el
más pequeño saber, expresa únicamente la verdad de una con­
ciencia singular'» (págs. 342-343 ), dice citando la Estétiet, de
Schleiermacher. En el fondo, aunque apunta
a otro fin, es la mis­
ma posición platónica respecto a la «poiesis» estética de la que
el griego saca las más extremas consecuencias morales y políticas:
no
es posible ni conveniente fundar la ética en la estética, y ésta
debe sacrificarse a aquélla.
Lo cual es, justamente, la antítesis
de la W A
. romántica.
Respecto a ésta, dice Croce en otro lugar (12), «los que en
el
arte veían y ven el concepto, la historia, las matemáticas, el
tipo, la moral, el placer y todo lo demás, tienen táZón, porque en
el arte se
dan estas y otras cosas, gracias a la unidad del espíritu,
que están en el arte
como antecedentes o como eonsécuentes».
Pero, el constituirlos como fundamento del juicio humano, no es
otra cosa que el «esteticismo» romántico que, en un mendigo
s6la
ve su estética, no e!. drama personal y social que es.
Estamos, pues, en el mismo quicio de la articulación ética/
estética que, como es presentado en la W A romántica, no es otra
cosa que el problema de «las flores del mal» (Baudelaire), la
oposición, posible y real, entre la belleza •estética y el bien moral.
Aun así, Maritain ( 13)
recuet'da como esté autor nos dice que
«absorbida por
la pasión de lo bello, de lo bonito, de lo gracio­
so, de lo pintoresco,
pues en esto hay grados, la noción de lo
justo y lo verdadero desaparece. La pasión frenética del arte es
un cáncer que
devora todo los demás».· incluso el románticismo
religioso rebaja la religión al fundarla en el «sentimiento» y no
en la «voluntad»
y el «conocimiento». Un autodeclaradó agnós-
(12) BENEDETTO CROCE, Brevario de Estética, Espasa, 1979, págs. 65
y sigs.
(13) J. MARITAIN, Arte y Escolástica, Oub de Lectores, 1972, pd¡¡. 117.
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ANTONIO SF;G URA FERNS
tico, K. Jaspers,J111blando de µna realidad sobrenatural, pero fre­
cueutemeute t,:aída ¡,pr el arte, debido a la condición seusíble
que comporta, las peuas del
infierno, nos dice como «estas pro·
dujeron un tremendo impacto que reprimía a los creyeutes en
sus acciones_, Pero, ¿produce su cifra todavía efectos cuando eu
el instante de la decisión todavía no amenaza el peligro futuro
del infierno, sino-que es la eternidad itrepreseutable la que apre­
mia a resolver la situación? ... En el paso de la esclavitud de las
represeutaciunes seusíbles
y de las angustias emocionales hacia la
libertad ... a!H rieueu lugar las decisiones existenciales originarias
de aquello que es_ eterno .. . Lo: que era contenido de la verdad
en
las representaciones seusibles, pervive eu las cifras, sólo que
mucho
más puro. La decisión ya no viene determinada_ por la
angustia ante algo, sino ¡,pr la angustia enterame,;,te distinta de
la libertad misma,
¡,pr sí misma_ y ¡,pr la eter,;,idad ... La repre­
sentación
sen_sible fortalece, desde. luego, la_ fuerza vital psico.fi;
sica, pero debilita la sinceridad y, _con ella, la fuerza existen­
cial» ( 14 ).
Fundam~nta.ción de la ética _en-la ·"weltanl:!chauung" romáµ~
tica. ·
Hasta aquí hemos desarrollado la relación estética/ ética en
el romanticismo con el resultado de ser absolutamente fontal: la
ética romántica es determinada por la estética romántica, al -revés
de lo hasta entonces ocurrido eu la _historia de .las culturas hu­
n,anas. Por ello hemos insistido_ eu fos aspectos estéticos tomo
parámetro unjficador de µna temática tan proteica como es la del
romaµticismo.
Por lo demás tampoeo era _tan n_ecesatio_ insistir
eu los aspectos específicamente éticos en este foro, pues ya Mario
E. Sacchi (Verbo, 31 :FH 4) los: ha tocado magisiralmente al es­
tudiar «la herencia trágica del romanticismo», legada a las gene-
(14) KARL JASPERS, La fe filos6/ica ante la Revelación, Gredas, 1968,_
págs. 168-169.
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ETICA y ESTETICA EN LA «WELT ANSCHA UUNO» ROMA.NTICA
raciones posteriores --que son las nuestras-- de modo qué la
más potente filosofía del siglo xx, el existencialismo, no puede
ocultar el padrinazgo ejercido
sobre él por el .romanticismo deci·
monónico» (loe cit., pág. 313 ).
Hoy, al tener que pagar el terrible costo humano del entu­
siasmo revolucionario románticó, -veÓlos cóino «poetas, novelistas,
dramaturgos, pintores, escultores, músicos y · algunos ensayistas
confundidos con filósofos, han .enarbolado el emblema romántico
de una
existencia · que requería un escenario expresamente déco­
rado para representar · un 'acto ritual consistente en dar rienda
suelta al culto al peligro, a lo
prohibido, al escándalo; un culto
que, de desembocar en Ia, ruina del existir como era presumible
y hasta morbosamente deseable, al menos daba ocasión de exhi,
bir a un hombre que desnudaría su autenticidad en el placer· de
saborear cuantas temeridades pergeñaba su mente intrigante para
dat testimonio de
su vocación deletérea: la aversión al orden
reinante, la exaltación
de la rebeldía, la reivindicación del delito
y, en fin, la identificación de lo bello con lo pecaminoso . , : Ma­
lograr elegantamente la existencia radicaba en ejercer la libertad
en las proximidades de la perdición, pues la virtud le
sonaba a
anquilosamiento,
la rectitud a conformismo y la serenidad de la
paz a claudicación . . . Todo ello debería ser cambiado . . . Sin tal
revolución el existir humano tendería a ·desvencijarse en
el abu­
rrimiento» (ibídem).
No puede expresarse más clara y concisamente la ética
r<>-'
mántica, pues es «la ideología de un snicidio programado para
dar que hablar a la
posteridad» (pág. 3l4 ). Como modelo vital
de tal sociedad vemos en la «Dama de las camelias» literaria
--que es la «Traviata operística-como «para los Germont, el
lupanar de Violeta· era
el templo · de estos · héroes paradigmáticos
del romanticismo» (ibídem). Y este
ejempli> puede multiplicarse
en toda
la producción estética romántica. .
Es, pues, la W

A romántica,
en su aspecto ético, la máxima
expresión, envuelta en
el resplandor del arte, la que nos ha le­
gado una «herencia calamitosa.: la .de haber testado la creencia
de que el hombre deambularía por la historia como un vagabundo
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ANTONiq SEGURA. FERNS
librado a su propia suerte. Según esta creencia, si el hombre tiene
aún
la posibilidad de superar el conflicto de su existencia tem­
poral,.
tal posibilidad reposaría e,¡clusivamente en él mismo: homo
salvatur suipsius.
¿Cómo? Programando su existir con arreglo a
los decretos de su cqnciencia aut6noma1 esto es, emancipando
toda regla de vida que
no sea. dictada por su condición de legis­
lador de su ser» (pág.
3). Y, como hemos visto, su «conciencia
autónoma» no estará
informada. por los cánones estrictos de la
razón y el conocimiento de la realidad, sino por una difusa emoti­
viáa4 en]a que, según J. Marías (15), «el deseo es mucho más
amplio que ·la voluntad; se puede desear todo: lo posible y lo
imposible, lo inconciliable,
lo presente, lo futuro y hasta lo pa­
sado;
lo que se quiere, lo que no se quiere y hasta lo que no se
puede querer».
Evidentemente,
ep este discurso, el «hérpe» romántico ha
devenido en su nieto, el «antihéroe» actual. Y, si éste es homo­
sexual,
mejor; Esto puede sorprender. a los que confunden el ro­
manticismo con los auténticos trovadores· medievales. E.n estos,
«las conexiones del ideal caballeresco con elevados elementos de
la conciencia religiosa
,-la compasión, . la justicia, la· fidelidad­
no son, en modo alguno, artificiosas y superficiales» nos dice
Huizinga ( 16
). · Y así, «el ·amor se con.virtió en. el campo en que
había de .florecer
tOCUI perf~ón estética y .moral . . . El noble
amante se convierte en virtuoso y puro
por obra de. su amor. El
elemento espiritualizante ya preponderando en la lírica cada vez
más. Finalmente el amor µene por efecto
un estado de santa
ciencia y piedad: la
vita nuova» . (ib., pág. 153 ). Y esto sale de
los doeumentos
originales de la época, no de una visión román­
tica del siglo
xr,c No hay más que leer el punto 10 de la Sexta
parte del «Libro
de la orden de caballería» de Ramón Lull (17)
donde opone
la lujuria a la fortaleza: «La fortaleza cambate a la
(15) JuLIÁN hl4RÍA~,. Antf'Opologia meta/frica, Revista de Occid_ente,
1973, pág. 106. . . . .
· (16) JOHAN HUIZIN'GA,·EI otoño de la Edad Media; Alianza Universidad.
017) RAMÓN LULL, Libro :áe fa.orden de caballería, Alianza, pág. ss:
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ETICA Y ESTETICA EN LA «WELTANSCJJAU.UNG» ROMANTICA
lujuria con nobleza de corazón; que no se quiere someter a mal­
vados y sucios
pensrunientos», nos dice el que fue senescal del
Rey J
ai!Ile II de Aragón alltes de .entrar en la orden franciscana.
Por el
.
contrario, Georges Poulet ( 18), analizando la «mito­
logía romántica», recuerda cuál era el tip<> de mujer al gusto del
romántico Teophile Gautier, por cierto muy alejada de
la estética
femenina actual: «En cuanto la forma
es más bien llena que del­
gada. En este punto soy un turco», dice, pues le gustan las «bellas
ninfas alegóricas medio primas de las de Rubens, más mujeres
que diosas, con senos sobresalientes, anchas y ondulantes cade­
ras, los brazos gruesos y redondos,
las manos y mejillas llenas de
hoyuelos, el cabello rubio y flotando hacia atrás como
un manto
de oro» (pág. 68). Y, añade Poulet más adelante citando a Gau­
tier, «todas
esas montañas de carne rosada de las que caen to­
rrentes de cabellos dorados, me hablan inspirado el deseo de
compararlas con los tipos reales» (pág. 74),
es decir, «la mutación
del tipo imaginario
en un ser de carne y hueso» {pág. 77). Deseo
que finalmente
se cumple cuando conoce a una cantante: «El tipo
que buscábamos tan lejos existía
en la Opera-Cómique en la per­
sona de Madame Jenny Colón» (pág. 78), escribe a su amigo
Nerval, añadiendo que «uno de los encantos de Madame Leplús
(Jenny Colón)
es ser mujer en toda la acepción del término, por
sus cabellos rubios, por su talle fino y sus caderas poderosas»
(pág. 81). Vemos cómo
es algo diametralmente opuesto o lo que
Huizinga nos dice de amor caballeresco cuando «la concepción
erótica de la vida, ya sea en su más antigua forma puramente
cortés, ya en la forma que encarna el
Roman de la Rose, puede
ponerse en el mismo plano de la Escolástica de la misma época.
Ambas representan la misma grandiosa aspiración del espiritu
medieval: abarcar desde un solo punto de vista todo lo que entra
en
la vida» (Huizinga, «El otoño ... », pág. 134 ). Por el contrario,
nos dice Poulet que, «así, con una doble abundancia de presencia
carnal y de lenguaje, concluye el desarrollo temático que
el genio
(18) GEORGES PouLET, Tres ensayos de mitología romántica, Editorial
Pamiela, págs. entre paréntesis.
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.ANTONIO SEGURA FERN&
de Gautier ha impuesto a la for¡na primitiva. Concluye en el sen­
tido de ·que Gautier; tras haberlo dicho todo y más que todo, ya
no tendrá nada más que decir» (op; cit., pág. 82).
Pero
la historia, como la piedra en su caída, sigue: de ahí se
ha pasado a «La grand houffe», paradigma del cine porno actual.
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