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¿Qué es la economía concertada según sus promotores?

 

– Ante la floración de artículos y discursos que tienen como tema «la economía concertada»,

– Ante la tendencia de esta frase a convertirse en nombre propio.

– A pesar, y debido al carácter de «cajón de sastre» que tiende a tomar el nombre,

nos ha parecido necesario, debido a que circulan muchos documentos desde hace varios meses, intentar reunir lo que los principales autores entienden por economía concertada.

«Hay palabras que caminan durante mucho tiempo, modestas y casi ignoradas, y que de repente aparecen en la superficie, estallan y toman un significado inesperado y frecuentemente, además, oscuro. Este es el caso del término "economía concertada"» (1).

Es cierto que después de haber paseado a través de estos documentos «en búsqueda de una economía concertada», como dice su padrino, Bloch-Lainé, no hemos encontrado realmente una entidad particularmente definida, analizada y medida. Bloch-Lainé mismo no está muy seguro y lo confiesa en su conclusión:

«Quizá no he hecho bien en mi definición inicial al hablar de régimen a establecer. La noción de régimen es demasiado unitaria, no suficientemente pluralista. Se trata más bien de una coalición voluntaria de Partidarios no entusiastas.»

Y termina con estas palabras:

«Los "conceptos", entre los que el de "economía" concertada acaba de colocarse, serían más molestos que útiles si no permitiesen a los que se preocupan de actuar "verificar" su acción» (2).

Régimen, coalición, concepto de verificación; se ve que, entre los mejores suministradores, el producto, muy fluido, se niega, de buen grado, a dejarse encerrar en una definición; por lo tanto, nos limitaremos a la exposición de motivos de los diferentes autores, lo que Bloch-Lainé llama el «porqué».

* * *

¿Cuáles son, pues, los motivos que sublevan generalmente a los autores y les impulsan a promover la economía concertada como capaz de transformar las costumbres económicas existentes?

La dificultad de presentar un panorama de los distintos motivos nos ha conducido a agruparlos. Parece que cada uno presenta, juntos o separados, blanco y negro o de una manera difusa y como involuntaria, los dos motivos siguientes:

1º La necesidad de crecimiento.

2º La necesidad de armonía.

Según Chalandon, por ejemplo, «el temor de que Francia corra el riesgo de ser el farolillo rojo entre sus vecinos y Rusia» parece el motor principal de un cambio de política y de costumbres: «La obra que falta por realizar es la expansión.»

Para Jeanneney, igualmente, la carrera por el nivel de vida, la carrera con Rusia, implica una disciplina y un esfuerzo.

«Por tanto, no queremos el estancamiento, queremos la expansión, la expansión concertada, ¡naturalmente!, pero os pido .permiso para deciros francamente que esto implica, disciplina y también dificultades» (1).

Para Marc Jacquet también es la expansión la clave del acuerdo entre la estabilidad monetaria y el progreso social. Para él no hay exactamente economía concertada, sino expansión concertada.

«Para estos problemas no existe más que una solución común: la prosecución obstinada de la expansión económica» (3).

Aunque «concertada» no sea para él la palabra clave, V. Giscard d'Estaing, a la luz de la necesidad de expansión, examina la economía concertada para rechazarla, por otra parte.

«A lo que debemos tender no es a un índice elevado de crecimiento pero sin futuro, es a un índice de crecimiento elevado durante un largo período» (4).

Bloch-Lainé puntualizará entre las dos preocupaciones. Consciente de la rápida evolución de las técnicas y mercados quiere encontrar estructuras más adecuadas. Pero, al contrario que los autores precedentes, si acaso tiene la preocupación de la expansión no habla de ello, no se sitúa en el mismo punto de interés. Si los precedentes se interesan en la producción, en los resultados proporcionados por la máquina económica, él se interesa más bien en su inmediato funcionamiento. Piensa primeramente en suprimir los roces, cuando los demás piensan, sobre todo, en aumentar la cadencia.

Así, Bloch-Lainé busca las faltas de armonía de nuestro sistema económico: confusión Estado-empresas. Inhibiciones diversas de la administración y de los industriales, politización de las decisiones.

«Nada es más pernicioso en materia económica que los malentendidos. Hay, oposiciones de interés y conflictos de opinión» (2).

M. Bloch-Lainé prefiere la armonía.

Por lo demás, esta búsqueda no está ausente entre los precedentes. La noción de disciplina y de esfuerzos de Jeanneney y la noción de primacía del plan en Chalandon son eventualmente otros tantos homenajes indirectos a la noción suprema de armonía.

«Es, ciertamente, una economía más transparente que lo es la economía espontánea tal y como la hemos conocido e incluso tal como la conocemos ahora; una economía más transparente tiene ciertas posibilidades de ser más armoniosa» (1).

La armonía será el motivo preponderante para M. Malterre. Según él, los sindicatos no han sido llamados a desempeñar el papel que convendría para que se alcance la armonía rota por la desaparición de, los cuerpos intermedios. Las contradictorias reivindicaciones de los diversos cuerpos sindicales son, para él, la falta de armonía que indica dónde está el mal.

«No creo que sea posible llevar a cabo una política económica y social buscando simplemente una mejora del nivel de vida. El problema a resolver consiste, pues, en conciliar la organización necesaria de una economía moderna con la salvaguardia de las libertades esenciales» (5).

Para terminar, M. Piettre parece hasta tal punto penetrado de la primacía de la armonía que no duda a extender «lo concertado» Io más lejos posible y en todos los planos. Tanto en el nivel de empresa como en el internacional. Todo para él tiene algo de contrato para salvar la armonía.

«En los tres casos la potencia que propone (potencia pública, potencia patronal, potencia nacional) ofrece a la otra parte cooperar con ella en una acción común a cambio de lo cual le concede ciertas ventajas» (6).

A la luz de estos rasgos se puede va realizar una cierta clasificación de los autores según su acercamiento particular a los dos polos de motivos, Es función de sus vocaciones particulares. Los motivos «económicos» tienden más bien hacia la expansión, mientras que los «sociales» se inclinan más hacia la armonía. En el límite se puede encontrar cierto contacto entre las preocupaciones materiales, por una parte, y las preocupaciones morales y espirituales, por otra.

* * *

Antes de cerrar este otear el horizonte de los motivos, no podemos callar la ambición que parece animar, poco o mucho, a la mayoría de estos autores de hacer una obra de economista fundamental o de economista histórico, obra que consistiría en acoplar las dos doctrinas adversas: liberalismo y marxismo, iniciativa exclusivamente privada o dictadura económica del Estado, para hacer nacer de ella una economía hija que tendría las cualidades de ambas y no sus defectos.

«Está a la mitad del camino entre una economía totalmente liberal y una economía puramente militarizada» (1).

«Así debe nacer un nuevo tipo de economía que sin ser liberal sigue siendo libre, sin ser dirigista llega hasta a ser disciplinada, sin ser colectivista procede de un esfuerzo colectivo» (7).

«Entre estas actitudes a las que condenan sus excesos hay toda una gama de preferencias, de hostilidades e ilusiones que bastan para hacer difíciles las conciliaciones» (2).

«Ante la economía de riqueza dominada por el capital, y contra la economía de poder sometida al Estado, se afirmará la economía de servicio libremente orientada por toda una red de contratos equilibrados» (6).

* * *

Si este examen de la economía concertada puede parecer en este o en aquel punto un juicio de intenciones es porque efectivamente esta economía trata mucho menos de cambiar las estructuras que precisamente de modificar las intenciones. Se acomoda a las estructuras existentes. Todo parece estar ya dispuesto para que tenga lugar la economía concertada. Consistirá en emplear de forma un poco diferente el sistema existente. En el fondo, las diferencias no se pueden buscar más que en las actitudes, en la forma de servirse de él, en la manera de hacer de cada uno. En esto, los hombres que han estudiado el problema, que siendo hombres de acción son también hombres de reflexión, sin variar mucho las estructuras o las instituciones, tratan de hacer entrar mejor en ellas a los individuos. A. la nobleza de este designio aportan su madurez de hombres que tienen altas responsabilidades. Pero es de extrañar que, buscando de hecho una mejora en la actitud del hombre, no lleguen más allá en su deseo de una doctrina universal. Se quedan en los confines de los medios técnicos.

Quizá por eso, aunque momentáneamente agrupados bajo la misma etiqueta, los diferentes autores presentan entre sí profundas divergencias de orientación y es de temer que cuanto más detallen sus puntos de vista se acentúe más la separación entre:

– Los une buscan ante todo la expansión, la combatividad económica, y que son arrastrados automáticamente a fortificar, a través de la planificación, la intervención directa del Estado.

– Los que buscan ante todo la armonía social y se orientan hacia la noción de búsqueda paritaria y a la noción de contrato. Entre estos últimos hay que hacer aún una distinción entre:

– Los que dividen a los interesados horizontalmente: Estado-Clases sociales.

– Los que los dividen verticalmente: Estado-Cuerpos intermedios.

A estos últimos, como, por otra parte, a todos, nos gustaría mostrarles que sólo el hecho de plantear de antemano los cuerpos intermedios construiría de forma más segura, más sólida y más precisa una economía verdaderamente concertada.

J. LABASTIE

Encargado de Estudios Bolsísticos

 

Notas

(1) Conferencia de M. Jeanneney en el centro de «Jóvenes empresarios» reproducida por Le Moniteur Industriel et Economique del 3 de noviembre de 1960.

(2) Folleto de M. Bloch-Lainé: A la recherche de L'Economie concertée (Les éditions de l'Epargne).

(3) Marc Jacquet: «Informe sobre la Ley de finanzas 1961». Moniteur Industriel et Economique, 27 de octubre de 1960.

(4) Valéry Giscard d'Estaing.

(5) A. Malterre, conferencia en el centro de empresarios jóvenes», número 186, junio-julio de 1960.

(6) André Piettre, profesor de la Facultad de Derecho de París: «Una revolución silenciosa», Le Monde del 20 de julio de 1960.

(7) Albin Chalandon, Le Monde del 8 de junio de 1980.