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Carta de Monseñor Lefebvre, Arzobispo-Obispo nombrado de Tulle, a M. Jean Ousset

† París, 4 de marzo de 1962.

Al Sr. D. Juan OUSSET, Director de «La Cité Catholique», y a sus colaboradores.

Queridos amigos:

La campaña de prensa llevada con insistencia contra vuestra asociación en el curso de estas últimas semanas no puede dejar indiferente a ningún católico recto y sincero. Con mayor razón debe conmover a aquellos que tienen por misión el salvaguardar la Verdad y hacer crecer la vida cristiana.

Me parece que faltaría a la Verdad y a la amistad que os profeso si permaneciera silencioso mientras que personas consideradas como dignas de fe, habitualmente al menos, se permiten escribir públicamente contra ustedes y sus actividades, empleando argumentos desprovistos de todo fundamento serio y que, por añadidura, son contrarios a la doctrina de la Iglesia.

Y el diario considerado, con razón o sin ella, como el portavoz de la Iglesia de Francia se permite abrir ampliamente sus columnas a esta odiosa campaña.

El silencio, en estas circunstancias, por quien os conoce, os estima y que es citado nominalmente es imposible, cuando esta estima se basa, ante todo, en la perfecta conformidad de vuestra actividad con el Espíritu de la Iglesia y cuando los Soberanos Pontífices piden con insistencia a los seglares que se compenetren con los principios de la Iglesia en materia política, económica, social, y que ustedes orientan todos sus esfuerzos en ese sentido.

¿Qué se os reprocha?

—«no ser de Acción Católica»; pero los católicos pueden y están alentados a constituir agrupaciones que se esfuercen en hacer a la Sociedad más cristiana: en el mundo del trabajo es la obra de los Sindicatos cristianos; en el campo económico es, así lo pienso, el objetivo de Economía y Humanismo; en el terreno de la ciudad es vuestro objetivo. Los Papas han dicho explícitamente que la Acción Católica no era la única actividad a que estaban  invitados los católicos. Sería muy deseable que todos los que trabajan en esos campos tuvieran la misma escrupulosa fidelidad que ustedes a las enseñanza de la Iglesia y la misma sumisión a la Jerarquía.

— «que os tituláis La Ciudad Católica»:

¿Cómo tomar en serio semejante humorada. M. Madiran ha respondido muy bien a ella en su Separata núm. 61.

— «de no contar con todas las aprobaciones episcopales»:

Estas no son indispensables para una actividad que no es de la Acción Católica propiamente dicha. Basta con que esta actividad esté plenamente conforme con el Espíritu de la Iglesia y su disciplina, de lo: que cada obispo es juez en su diócesis.

—«vuestra manera de interpretar los documentos pontificios»:

¡Pluguiera a Dios que todos los católicos tuviesen el mismo exacto conocimiento de esos documentos y que se esforzaran en llevarlos a la práctica con el mismo celo que ustedes! Por otra parte, puedo testimoniar que ustedes han solicitado siempre el concurso de sacerdotes para ayudaron en ese conocimiento.

Guardaos, en todo caso, de interpretarlos según la regla propuesta por el reverendo padre autor del folleto que os concierne. No se puede decir nada mejor para privar de toda autoridad moral a los documentos pontificios. No es con ese espíritu como los Papas piden que nos sometamos a su magisterio ordinario.

—«vuestra manera de concebir el poder de la Iglesia sobre las cosas temporales y sobre la Sociedad»:

También en esto las citas del revendo padre están muy mal elegidas y no corresponden a la enseñanza actual de la Iglesia. El poder directo e indirecto de la Iglesia tal como vuestras publicaciones lo han desarrollado es exactamente el que se enseña en las Universidades romanas y en los documentos que emanan de la Santa Sede.

En definitiva, uno se pregunta qué espíritu anima a los reverendos padres que atacan encarnizadamente vuestro apostolado. No puede ser el Espíritu de Verdad y. de Caridad.

Digo «apostolado», pues es un verdadero apostolado el forzarse por conocer bien y propagar la doctrina católica concerniente a la Ciudad Cristiana, sus principios, su estructura, su funcionamiento con vistas a restaurar la civilización cristiana.

Es muy justo que los seglares católicos se preocupen del porvenir de su familia y vivan con el temor de ver a sus hijos crecer en un clima de materialismo, de laicismo, de ateísmo. ¡Cómo explicar que en una época en que se desea que el seglarado tome más responsabilidad en el campo que le es propio se esfuercen por desanimarle y aniquilar sus legítimas iniciativas!

Mientras que este ambiente arruina el espíritu sobrenatural, el espíritu de oración, de renunciamiento, de generosidad sobrenatural y, por tanto, el nacimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas, se quiere impediros recristianizar la Sociedad. Vuestra actividad es indispensable, y no hace más que corroborar la de la Acción Católica. Los dos esfuerzos son complementarios y no se oponen en modo alguno; sino al contrario. Aún más, son numerosos los miembros de vuestra asociación qué son valerosos animadores de la Acción Católica.

Animaos. Muchas almas piadosas y generosas os aman y os admiran. Por otra parte, la conjuración de la prensa no es unánime. Es el gran mérito de la «France Catholique» el expresar con serenidad juicios siempre iluminados por un admirable espíritu de celo, un sentido admirable de la Iglesia y una caridad que no se desmiente. Este periódico no ha temido denunciar a vuestros detractores. Todos los católicos que leen ese periódico sacan un inmenso provecho. Ojalá que pueda permanecer siempre con ese espíritu.

En fin, recemos, queridos amigos, pues es la oración quien nos dará las gracias necesarias para continuar vuestra magnífica tarea en un espíritu cada vez más profundamente adherido y sometido a nuestra Santa Madre y Maestra, la Iglesia Católica Romana

Puedan estas líneas aportaros el testimonio y el aliento de mi respetuosa y profunda simpatía.

† MARCEL LEFEBVRE

Arzobispo-Obispo nombrado de Tulle.