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Deber y condiciones de eficacia. [La acción] (VII)

Deber y condiciones de eficacia
Tercera parte
Instrumentos y métodos
Obset"Vaciones preliminares
y
Capítulo I
La doctrina y el dinero
por
JEAN ÜUSSET
Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
TERCERA PARTE
INSTRUMENTOS Y MÉTODOS
Obser'IJllciones pretimvnares
Tras el problema de los homb1-es y de sus agrupaciones o
núcleos sociales
(réseauz), abordemos el estudio de aquello con
lo que los hombres actúani con lo que se superan, con lo que
desarrollan y mejoran la eficacia de su a:cción.
O dicho de otra forma: tras los problemas del obrero, abor­
demos los problemas de las herramientas, llamadas a facilitar el
trabajo del obrero.
Aquí, de nuevo, se habrán de imponer las mismas leyes.
Apenas si hemos dejado de repetir, para que
una acción po­
lítica
y social sea fecunda importa utilizar del mejor modo posi­
ble la diversidad de .los hombres.
Pero · dado que la variedad de los instrumentos no es menor
que la diversidad de los hombres, la obligación de emplear lo
mejor posible · esa variedad de instrumentos prolongará, si así
pudiera decirse, la obligación de acción multiforme, tan frecuen­
temente evocada a lo largo de los precedentes capítulos.
En cuanto a las herramientas de la acción, como con lo
concerniente a los agentes de la misma, se tiene el mismo _ deber
de respetar la jerarquía normal de elementos tan diversos.
O dicho de otra forma: es importante comprender, como lo
sabe hacer todo buen obrero, cuál debe ser el conjunto de las
herramientas indispensables, cuál es su complementariedad y cuál
es su valor.
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Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
Por lo mismo que hay buenas herramientas, mediocres y ma­
las, es necesario, por tanto, conocerlas y saberlas escoger.
Y éste es el primordial deber que hay que recordar.
Imperiosa obligación la de saber apreciar
la buena herra­
mienta, el buen instrumento, el buen método a emplear. Herra­
mientas, instrumentos, métodos, rigurosamente adaptados al fin
que se persigne. Hay que proscribir esa negligencia, que, en el
servicio de la causa más santa en lo temporal, incita, demasiado a
menudo, a los mejores, a emplear, vengan bien o mal, la pri­
mera herramienta que encuentran, las fórmulas de rutina cuya
impotencia
no ha dejado de ser demostrada por la experiencia.
Tengamos el gnsto de los bnenos obreros por un hermoso ta­
blero de buenas herramientas.
Lo que equivale a decir: una buena
combinación de obras bien adaptadas a las diversas necesidades
exigidas para la dirección general de nuestra lucha.-
Hay que denunciar como desastroso ese falso espíritu sobre­
natural, que, so pretexto de no conceder valor más que a la sin­
ceridad de los impulsos, a la pureza de las intenciones, mantiene
una mentalidad de negligencia e indiferencia escandalosas en el
momento de la elección o de la elaboración de los medios... ¡ de
las herramientas!
Por el contrario, debemos tener un gusto cuasi escrupuloso
por el instrumento bien adaptado, por el método exacto, piocu­
rando siempre buscar lo mejor y, si fuera posible, lo impecable.
Desde hace mucho tiempo, la causa que servinios ha perdido
la ventaja del número. Nuestra obligación es, por lo tanto, más
imperiosa de tender a compensar esa gran deficiencia cuantita­
tiva por la supremacía de una acción de calidad.
Teniendo cuidado de evitar, sin embargo, los excesos de un
purismo supersticioso. Purismo, cuyo error, precisamente, puede
ser disipado gracias a esa parábola del obrero y de la herra­
mienta.
Porque si es verdad que al buen obrero le gusta emplear
buenas herramientas, no es menos cierto que, en caso de apuro,
sabe sacar provecho de las mediocres, de las mal adaptadas.
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Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
Sobre todo si ocurre que no encuentra 1a buena herramienta.
Al contrario, el mal obrero siempre se está qnejando de sus he­
rramientas, sobresaliendo en estropear las mejores.
Parábola cnya interpretación puede ser
ésta:
Importa en lo posible no emplear más que buenas herramien­
tas; entiéndase, buenos medios de acción política y social. Ins­
trumentos privilegiados por estar directamente ordenados a la
valorización óptima de los hombres ... (ejercicios espirituales, for­
mación ... etc.). Asimismo las instituciones enteramente confor­
mes a las exigencias del orden natural (familias; cuerpos pro­
fesionales; cuerpos intermedios, no desviados aún por la influen­
cia. de un Estado totalitario ... etc.).
Dicho esto, es importante también reconocer que el buen obrero
sabe, en caso necesario, realizar un excelente trabajo aunque no
tenga en sus manós más que herramientas mediocres, mal adap­
tadas a su propósito.
Lo que bastará para patentizar, una vez más, la primacía de
la formación de los hombres.
Por consiguiente, sin caer en el error que consiste en afir­
mar que la herramienta no tiene, en sí misma, ningún valor pro­
pio, que no vale más que lo que vale el obrero, se puede y se
debe tener en cuenta la
im¡x>rtancia de la interacción ·== OBRE­
RO -HERRAMIENTA.
¿ Qué hay de mejor en sí mismo que un instituto religioso?
j Qué instrumento de acción privilegiado! Ello no obsta, sin em­
bargo, para que los mejores conozcan
h_oras dolorosas y humillan­
tes.
Habrá convento que sabrá mantenerse fiel. Pero tal otro,
sometido sin embargo a la misma regla, ofrecerá
el espectáculo de
un relajamiento escandaloso.
Y, contrariamente, no es siempre 1a mejor herramienta (en
principio) la que
dará (de hecho), en tales circunstancias, el me­
jor resultado, sino tal instrumento mediocre utilizado ,por obreros
que hayan comprendido que
en esas circunstancias dadas es más
prudente emplear inmediatamente lo que existe que agotarse
corriendo en busca
de lo que no se tiene.
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Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
Cuántas instituciones defectuosas han podido servir así de
instrumentos de partida para los progresos más maravillosos~
Por haber sido manejadas por gentes hábiles y tenaces en su
labor. Maravilla típica fue la transformación realizada por la di­
nastía de los Capeta, que supo, partiendo del caos feudal, apro­
veclmr lo mejor posible cuanto pudo encontrar en él de respetable
y fuerte, para, sin crisis aguda, pero con incansable paciencia,.
forjar la rampa de lanzamiento de la nación francesa.
* * *
Observaciones preliminares, que constituyen otras tantas pre­
cauciones que tienen por·fin evitar una interpretación demasiádo
aferrada a
los principios de lo que vamos a decir sobre los ins­
trumentos
y métodos de una sana acción política y social.
El primer capítulo de esta tercera parte estará consagrado a
dos herramientas particularmente importantes: la doctrina y el
dinero.
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Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
CAPÍTULO I
LA DOCTRINA Y EL DINERO
Por diferentes que sean, éstas son las dos herramientas más
universales. Utiles, cuando no indispensables, en todas las cir­
cunstancias
y en todos los casos.
1.-La doctrina.
LA DOCTRINA y su DIFUSIÓN.
Pero, ¿ es admisible presentar la doctrina como una herra-
mienta?
Semejante afirmación repugna.
Al menos en algún sentido.
Porque la medicina, por ejemplo, es más que la herramienta
del médico.
Es su alma. Es su misma razón de ser.
Y, del mismo modo, la doctrina es mucho más que la herra­
mienta del hombre de acción, debe ser su alma, su razón de ser.
A condición,
no obstante, de no considerar a la doctrina más
que en
su aspecto más elevado y, por así decir, trascendente.
~ expresión misma del orden que observar, que defender, que
servir.
Tan pronto cuando se deja_, por el contrario, de considerar
a la doctrina bajo ese aspecto, y se tenga menos apego a lo que
ella es en esencia que
a sus diversas formas de difusión, la
doctrina podrá
ser entonces, quizá, considerada como una he­
rramienta.
Igual sucede con la medicina. Si no puede ser considerada
en sí misma como la herramienta del médico, en cambio, los cur­
sos, los manuales, las fórmulas diversas que aseguran por el .
mundo un más completo, un más armonioso conocimiento de la
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Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
ciencia y del arte médicos, pueden ser considerados como las
herramientas del
médico.
Es bajo ese mismo ángulo_ y de esa forma que nos atreve­
mos a hablar de la doctrina en esta parte consagrada a "los ins­
trumentos y los métodos". No de la doctrina en sí misma, sino
en su gradO' actual de formulación, de desarrollo, de comunica­
ción.
La dvctrina, regla suprema y permanente.
Ahora bien, nunca la doctrina -ha estado tan claramente ex­
puesta, tan fácilmente conocible. Desde Pío XII principalmente,
cuyo trabajo de elaboración, de explicación, representa una cima,
un punto culminante en la historia del pensamiento político y
social de todos los tiempos.
Doctrina, la más completa y que esclarece todo el problema
del hombre, individual
y colectivo. No una receta fragmentaria,
limitada a
una sola cuestión.
Por lo tanto, no es verdad decir que la elección es difícil y
que en materia de doctrina la superabundancia es tal que fa­
vorece la dispersión de las opciones, Por extendida que esté,
esta forma de considerar las cosas
no resiste un exanlen. Cier­
tamente, a primera vista, parecen numerosos
los' sistemas y fór­
mulas.
Pero al mirar más de cerca no se tarda en observar que
se
trata de recetas parciales, extremadamente limitadas, confi­
nadas a
un deteTminado campo, a un determinado problema, a
una determinada cuestión. Nada de bastante amplitud, nada de
bastante elevación, nada de bastante completo,
para ser presenta­
do como una regla suprema, permanente, del orden humano.
Que
es lo que en puridad es la doctrina.
Y que es lo que hace que no haya tanto donde escoger.
Que es lo que hace que a la mirada, incluso de los no cris­
tianos (y del solo punto de vista de la razón), la doctrina social
de la Iglesia se presenta como el conjunto ideológico más vasto,
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Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES DE EFICAGA
más metódicamente formulado, más claro, más firme en la de­
fensa de los derechos fundamentales de cualquier hombre que
sea. Aunque este hombre sea de religión diferente o de pensa­
miento opuesto (1).
Porque si las perspectivas sobrenaturales de la
fe prolon­
gan, mucho más allá de las posibilidades de la razón, este edificio
doctrinal, no es menos cierto que este edificio doctrinal
es el
único que impone hoy, como fundamento de la sociedad de los
hombres, el respeto de un orden natural al que los creyentes
como los no creyentes de buena fe pueden adherirse sin debate
religioso.
¿ Es posible concebir mejor herramienta en servicio de la
comunidad humana?
¡ Más sencilla de manejar que la misma
ideología comunista! Porque
la ideología comunista es esencial­
mente dialéctica, aunque se manifieste con múltiples contradic­
ciones. Contradicciones que, lejos de ser, como se cree, principios
de una acción más fácil, más económica, imponen al Partido Co­
munista el mantenimiento de un aparato gigantesco para comu­
nicar cada día a la tropa consignas, llamadas a variar sin des­
canso. De
ahí-las mil desviaciones, que hacen indispensables
despiadadas depuraciones.
Por el contrario, y digan lo que digan los progresistas, un
católico instruido no tiene necesidad de estar cotidianamentl:"
puesto al corriente de lo que puede . pensar en cada momento
(1) Y no solamente esta referencia del incrédulo a la doctrina social
católica no tiene nada de
incoherente~ de ilógica, sino que es un hecho
cada
v_ez más frecuente. Ha sido una de las venturas del pontificado de
Juan XXIII el haber evidenciado hasta qué punto podían los no-cris­
tianos entiisiasmarse con la sabiduría social, cívica,
política, de una doc­
trina,
de la cual rechazan, por otra parte, las supremas y sobrenaturales
conclusiones.
El éxito mund!aJ y, ya se ha notado, interconfesional, de
Pacem in terris está aún presente en todas las memorias. Pero, a fin
de cuentas, ¿ qué es Pacem in· terris? El resumen más extraordinario (y
más
escrupulosamente documentado) de la doctrina social de la Iglesia
desde León
XIII.
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JEAN OUSSET
su "número uno"'. Porque, en lo esencial, lo sabe; en la medida
en que es católico.
No es por seguir al papa (o a los papas) que se corre el
riesgo de encontrarse obligado a profesar lo contrario de lo que
se afirmaba la víspera.
De ahí la evidente posibilidad de un dispositivo más flexible,
más ligero y, por ello, menos oneroso, y sin embargo, más UNO
en el espacio y en el tiempo que el de la Revolución.
Si
es verdad, pues, que la sociedad nunca ha estado más
amenazada, nunca, tampoco, el remedio ha estado tan claramente
propuesto. Nunca las leyes de la salud, de la prudencia política
y social han estado presentadas a todos bajo un aspecto tan
completo, tan sencillo, tan práctico.
Oportunidad de la doctrina: los "espíritus vados".
Doctrina que deberla ser hay más fácilmente oída, com­
prendida y aplicada ...
si algunos de los mejores quisieran ge­
nerosamente ocuparse de ella.
Pensemos en los tiempos de Pío IX, de León XIII, de San
Pío X. Aunque igualmente verdadera, la enseñanza de la Iglesia
tenía entonces menos posibilidades de éxito. Porque
el mundo
estaba hipnotizado por el prestigio de las ideas "modernas", fas­
cinado por el "cienticismo", por el mito del "progreso'", cuyo
término debía ser la paz de una fraternidad universal.
"¡Ciudadanos!
El siglo .XIX es grande, escribía Víctor Rugo
en los M;serables, ¡ pero el siglo xx será feliz! Entonces no
habrá nada semejante a la historia vieja. Ya no habrá que temer,
como ahora, una rivalidad de naciones a mano armada ... ; un re­
parto de pueblos por medio de congresos ... ; un combate de dos
religiones, que se enfrentan como dos machos cabríos de 1a som­
bra sobre el puente de lo infinito; ya no habrá que temer más
al hambre, a la explotación, a la prostitución por causa de la
miseria, a la miseria por causa de las huelgas; ni al patíbulo, m
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Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
a las batallas, ni a la espada, ni a todos los bandidajes del azar
en la floresta de los acontecimientos; casi se podrá decir: «ya no
habrá más acont_ecimientos, ¡ seremos felices!.»''.
Cruelmente desengañada, ¿ no está nuestra generación más
disponible ?
"Muchos se vuelven comunistas, ha dicho muy bien un es­
critor indio, A. N evett, no esperando ventajas materiales de las
que ya están bien provistos, sino porque un espíritu vacío ofrece
al comunismo un terreno tan propicio como un estómago ham­
briento ... "
La misma idea de vaciedad está exp,:esada por Saint-Exupéry
en su carta al general ¿X ... : uuna generación vacía de toda
sustancia humana, escribe
... Epoca, en la que el hombre se con­
vierte,
bajo el totalitarismo universal, en ganado manso, doma­
do y tranquilo...
Hombre robot. Hombre termita."
Un gran vacio, en efecto. Del tamaño de la verdad que se
silencia.
Considerándola sólo bajo ese ángulo pragmático, la doctri­
católica,
¿ no es la única que aparece intacta en la actualidad?
Sin duda, algunos hacen observar que ésta no
ha soportado
la prueba de ninguna aplicación amplia y seria en estos últimos
tiempos;
y que es, por consecuencia, difícil pronunciarse res­
pecto a
su valor.
¿ Es esto verdaderamente exacto ?
Ciertamente, la difusión casi general del espíritu revoluciona­
rio no ha favorecido apenas hasta el presente las aplicaciones de
la doctrina social de los papas. Pero hay dos maneras de verifi­
car una doctrina por la experiencia. En hueco o en relieve.
Por vilipendiada, vencida, rechazada que sea una doctrina, su
verdad no es menos evidente cuando las desgracias del momento
correspondan en todo punto al desprecio de la que ella es
el
objeto.
Depués de
la Quanta Cura y del SyUabus (de Pío IX)
un francés escribía a uno de sus amigos: "¿ Has leído las ochenta
proposiciones
y la encíclica? Aquí el efecto ha sido inmenso.
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JEAN OUSSET
Ya no se puede ser inteligente y católico. Este pobre papa ha
condenado todo lo que piensan los hombres más moderados de
su tiempo."
Pero a esta fatuidad la misma experiencia se ha encargado
de responder.
Lección formulada por el R. P. Bruckberger:
"Nadie mejor que un cristiano, escribe, ha debido estar mejor
preparado para enfrentarse a nuestro siglo de violencia y de
mentira. Los cristianos estaban prevenidos no solamente por
sus Libros Santos,
sino más recientemente por un documento ex­
traordinario, que pasa por retrógrado y reaccionario pero en
el que yo veo ... una carta de la libertad humana del siglo xx, con
la condición, bien entendido, de que sea leído y comprendido a
tiempo y sobre todo obedecido por los cristianos.
Es el Sylla!,us,
que ahora cumple exactamente los cien años: lo que se creyó re­
trógrado no era más que profético. Se sabe que el Syllabus es un
catálogo de proposiciones juzgadas peligrosas para la
fe de los
fieles y para la supervivencia de la sociedad humana, y por ese
título abiertamente condenadas como falsas y perniciosas. He aquí
algunas, que pido al lector medite sus implicaciones históricas:
"El Estado, por ser fuerte y origen de todos los derechos,
goza de un derecho totalmente ilimitad.o" (proposición 39, con­
denada).
"La injusticia de un hecho coronada con el éxito no per ju­
dica en nada a
la santidad del derecho" (proposición 61, con­
denada).
uN o sólo no debe ser condenada la violación de un jura­
mento cualquiera por· muy sagrado que sea, o una acción per­
versa
y criminal por más_ que repugne a la ley eterna, sino que,
por el contrario, son enteramente lícitas
y dignas de los mayores
encomios, cuando
se ejecutan por amor a la patria" (proposi­
ciórt 64, condenada).
"Si
el Syl/abus hubiera sido comprendido y obedecido ple­
namente por los cristianos europeos, Europa se hubiera sin duda
ahorrado a Hitler
y los fascismos, Rusia se hubiera ahorrado a
Lenin
y a Stalin, Francia se hubiera ahorrado algunas experien-
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Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES D"E EFICA'CIA
c1as políticas más mediocres pero no menos deshonrosas. No
veo en modo alguno con la libertad del hombre podría hallarse
en peor situación. Pero esta generación de cristianos de Europa
es nna colección de pequeños fardos que se han dejado cargar
en cualquier barco para un destino cualquiera... Y en vez de
tener vergüenza de sí mismos, llevan la estupidez hasta aver­
gonzarse del
Syllahus."
Si es posible escribir lo que se acaba de leer sobre el SyUa­
busJ documento presentado como el más odioso, ¿ qué de alabanzas
podrían ser formuladas respecto de tantos textos pontificios que
por sí mismos no crean ninguna dificultad ... ?
... y que constituyen la herramienta más universal, que puede
ser ofrecida a una acción cívica.
Ninguna generación ha tetiido a su disposición un instru­
me_nto básico tan completo, tan precioso, tan poderoso.
11.-EI dinero.
Dinero, pobreza y sentido de la acción.
Aunque difiriendo en extremo del arma doctrinal, el dinero,
como la doctrina, sobrepasa a la mayor parte de los otros me­
dios por la amplitud de sus posibilidades. Nada
se hará, nada
puede hacerse, sin que haya necesidad, al menos, de un poco de
dinero.
El cual permite no solamente suministrar la herramienta in­
dispensable al obrero, sino mantener al propio obrero.
Puede ciertamente servir para lo mejor y para lo peor. Al
avance del reino de Dios, como al progreso de la Subversión. Ser
el precio del pan del apóstol, como la aportación de los banque­
ros judíos a la fundación de L'Hu-manité.
Porque si la caja de los "condenados de la tierra" contiene
los millones que el "Partido" puede dispensar para sus cam­
pañas, la pobreza es nuestro lote.
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JEAN OUSSET
Hay en ello una verdad de la que un sentido elemental de
acción exige tener en cuenta. Sería
tan vano el negarlo, como
Las obras amadas de Dios son pobres, porque su Poder bri­
lla más cuando triunfa a
pesar de la indigencia de ·10s medios
materiales.
Además, en ello está una forma divina de probar, de purificar
a los que pretenden comprometerse más prácticamente en el ser­
vicio de Cristo Rey. U
na manera divina de tener en buena dis­
posición
para el trabajo, de mantener atentos a la gracia, de
excitar el fervor y la admiración de los corazones fieles.
Porque
el dinero demasiado fácil reblandece, incita a la mo­
licie
por la impresión de poder y de seguridad que produce.
Una cierta pobreza no es, pues, forzosamente un obstáculo para
la acción. Esa pobreza mantiene vigilantes, vuelve ingeniosos,
templa las almas, fortalece las energías.
Dicho lo cual, sólo queda afirmar que "es preciso
lo que es
preciso", y que los militantes de una causa pobre no dejan de te­
ner el deber de interesarse atentamente por todo lo que es
Eusceptible de procurar los medios indispensables.
Sin
dejar de estar sobrenaturalmente abandonados a la Vo­
luntad Divina, no solamente está permitido, sino que es pruden­
cialmente obligatorio, hacer prueba, .en este prmto, de un rea­
lismo sin ilusión.
Es· inadmisible,
por ejemplo, que tan gran número de cris­
tianos, altamente apegados
por otra parte a la doctrina social de
1a Iglesia, encuentren normal que el combate que ella implica
continúe librándose con medios grandemente insuficientes. Lo que
prueba que la adhesión de esos hombres a la verdad es platónica,
en modo alguno vivaz, sin resolución práctica. Individuos que
desean de todo corazón
el triullfo de la "buena doctrina ... " a
condición que las exigencias de ese triunfo sean asumidas por
otros.
¡ Y se quiere que Dios conceda la victoria a una causa cuyos
pretendidos fieles no hacen
más que aplaudir los esfuerzos de
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DEBER Y CONDICIONES DE EFICAOA
un puñado de luchadores, que permanecen solos soportando las
penas y sacrificios del combate!
Potencia de los m~dios de la Revolución,
Sin mencionar la potencia de los medios de la Revolución,
explícitamente así llamada,
y limitándose sólo a los progresos
dentro de la Iglesia, de lo que Pío XI ha condenado ( en Ubi
Arcano Dei), hace ya mucho tiempo, bajo el nombre de "mo­
dernismo jurídico
y social. .. ", salta a la vista que existe un
grupo que ha sabido organizarse y dar prueba de una sincro­
nización perfecta en el empleo
de los medios de acción.
Casas editoriales, centrales de prensa,
el número de empleados
permanentes, que
ganan confortablemente su vida escoltando al
progresismo,
es muy superior al que podrían anhelar nuestras
más locas esperanzas. Tal movimiento de jóvenes, ¿ no cuenta con
más de cien empleados? Para un_ resultado harto equívoco. ¿ Es,
pues, prudente, es realista, encontrar normal
el empleo de más
de cien empleados para un fin dudoso y denunciar como "locura
de grandezas" cuando,
para la más elemental de los combates
antisubversivos se solicita el dinero indispensable
para el man­
tenimiento de
un equipo de diez o quince personas de plena de­
dicación?
¿ Será la desproporción insuficiente a los ojos de nuestros pu­
ristas?
Que se tranquilicen.
Esta desproporción es mayor aún que lo que acabamos de
decir. Porque no solamente los empleados confortablemente pa­
gados superabundan al servicio del "modernismo jurídico y so­
cial", sino que éstos, "ya ricos", gozan de exceso de ingresos,
que cientos de millones de francos (antiguos) no bastarían a
ob­
tener. En su provecho, en efecto, una muchedumbre de clérigos,
de religiosos,
de religiosas, se esfuerzan, unos por medio de la
palabra, otros por escrito en las tareas del secretariado e mnu-
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JEAN OUSSET
merables trabajos o estudios preparatorios, locales puestos a su
disposición, etc ... , aportan a la lucha de estos trust la super­
abundancia casi
gratuita de ventajas materiales incalculables:
Y
aquí sólo se trata del progresismo.
Si
Se admite que las fuerzas propiamente revolucionarias,
masónicas o marxistas, se
agregan a lo que acabamos de evocar,
se tendrá una idea de la desproporción terrible, pero sobrenatu­
ralmente admirable,
de las fuerzas materiales _en presencia.
Ninguna pratección
de los clérigos.
No solamente somos pobres, ·sino que es un hecho, un hecho
inexplicable y probablemente escandaloso, que no podemos, que
no debemos contar con ningún apoyo auxiliar semigratuito com­
parable al de esos clérigos, religiosos o religiosas, designados más
arriba.
Salvo rarísimas excepciones, hay que aceptar de hecho que,
si la lucha por un orden social cristiano goza de las simpatías
y
alientos de un crecido número de clérigos, de religiosos o de re­
ligiosas, estas simpatías nunca adquieren
una forma práctica.
Guárdenos Dios de ironizar
y, con mayor razón, de menos­
preciar el valor sobrenatural de las oraciones que, no dudamos,
estos clérigos, estos religiosos
o estas religiosas elevan por nos­
otros al Señor.
Un sentido realista de la acción no deja por
menos de advertir que sería imprudente esperar
algo más de estos
amigos.
Lo que, sin lanzarnos a la revuelta, deja en el fondo de nues­
tra alma una gran insatisfacción.
Porque se comprendería que esos clérigos, religiosos o re­
ligiosas, rechazasen, como contraria a su vocación, la invitación a
participar en las
luchas de la Ciudad. Se comprende que nó
quie~an seguir el ejemplo de urt crecido número de sus cofrades
progresistas o progresizantes. Pero, entre ese alistamiento en
primera línea
y unos trabajos auxiliares, unos apoyos prácticos
tan conformes al deber sacerdotal como indispensable a la lucha
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DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
social cristiana, el ámbito es inmenso, en el que mil tareas, mil
servicios podrían ser asumidos por clérigos, religiosos o reli­
giosas; tareas, servicios qu~ liberarían proporcionalmente el es­
píritu
y el bolsillo de los laicos que combaten contra la Sub­
versión.
Se comprende, de ahí, nuestra falta de entusiasmo cuando
alguien nos vino,
por ejemplo, a proponer a nuestra admiración
el estudio de un religioso... (¡ por otro lado muy favorable a
nuestra lucha!), pero un estudio sobre "la noción del calor en
Santo Tomás de Aquino".
Lo que no es nada si se compara este episodio a la gestión
de
un religioso que vino un día a solicitar de un grupo de
laicos (agotados
ya por las exigencias de su apostolado cívico)
la redacción de fichas catequísticas sencillas, ortodoxas e impre­
sionantes. ¡ Como si ese trab_ajo no fuera más propio de la com­
petencia como de la misión de un clérigo !
La cual es una de las plagas de nuestra acción.
No solamente somos pobres, sino que es vano contar con
esa protección ("benevolatd') de .calidad, poderoso, regular, que
podría sernos ofrecido
por religiosos o clérigos amigos.
Sólo podemos
recurrir a benévolos laicos ya sobrecargados
por_ sus preocupaciones profesionales o familiares. De ahí una in­
suficiencia, una irregularidad de rendimiento, un carácter de afi­
cionados lamentables. Gratificaciones simbólicas, salarios irriso­
rios, artículos no pagados, ·ése es el premio de los apóstoles
laicos del reinado social
de Cristo.
Mientras que las tropas regulares de la Revolución·
y sus
"quintas columnas" trabajan a pleno rendimiento,
beneficiándose
de todos los recursos profesionales y técnicos, nosotros luchamos
con
toda clase de dificultades materiales. ·
Razón _de más para pensar en el problema del dinero con el
mayor rigor.
Dado que
no se puede pasar sin él, es necesario dedicarse
a encontrar, honradamente, lo necesario para actuar de la mejor
fom1a. Es necesario pensar en cómo se emplea mejor, sin de-
475
Fundaci\363n Speiro

.TEAN OUSSET
rroche, procurando hacer rendir el ciento por uno al poco di­
nero que logremos obtener.
Empleo m<Íxmü de los recursos: reglamentar el aparato.
Es necesario reglamentar el dispositivo en función del dinero
que, prudentemente, se espere encontrar.
La obra mejor pensada, la organización más ingeniosa son in­
útiles, si su funcionamiento exige cantidades que se está prác­
ticamente seguro de no obtener jamás.
De acuerdo con esto, no hay sentido de acción política y
social sin un sentido suficiente de las posibilidades financieras de
las fórmulas que se desean utilizar. Es necesario sopesar lo que
cambia de una y otra. Cada una tie;ne su régimen, su psicología
financiera propios.
Hay algunas que exigen, por ejemplo, un elevadísimo pre­
supuesto. Pero porque son más rentables que otras, son a fin
de cuentas menos pesadas a sostener que las que, consumiendo
menos, posiblemente, no producen nada o dilapidan energía
enor­
memente.
Otras fórmulas, aunque muy onerosas, son, no obstante, de
una fácil financiación, por la sencilla razón de que una masa
de gentes está habituada a ayudar a esta especie de acción. Una
especie de "consenso'" trabaja en su favor. ¿ Quién no negará
la fuerza de la rutina en esa especie de asuntos?
Hcly, finalmente, obras condenadas, a_l menos por cierto tiem­
]X), a la pobreza, porque no se parecen a ninguna-otra y pro­
ponen métodos de trabajo poco espectaculares, de los que la
mayoría nunca. ha oído hablar. Duras horas les están reservadas.
a estas últimas.
La prudencia impone a sus dirigentes calcular
al máximo
su régimen de gastos. Es prudente, en este caso, pre­
ver órganos auxiliares de financiación. Determinado movimiento
se
injertará en un negocio comercial. Otro organizará un ser­
vicio de recaudación de donativos, etc ...
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DEBER Y CONDICIONES DE EFICA Carencia de rentabilidad del com,bate p,or un orden social cris­
tiano.
Pero que esta preocupación por el equilibrio financiero no
se preste a confusión.
Sería vano
(y por ende desastroso para la acción) creer en
la eventual rentabilidad de las obras indispensables para el res­
tablecimiento de
un orden social cristiano.
Esperando demasiado en generosidades salvadoras se corre
el riesgo de crueles desilusiones. Dado el estado de espíritu de
los bien llamados "ricos", pocas esperanzas se pueden abrigar.
Sin acordarse de esa categoría escandalosa, cuyas vanidades ali­
mentan las crónicas, hay que contar, o más exactamente no con­
tar, con
el "snobismo", la rutina intelectual, que "condicionan"
a la mayor parte de la "sociedad": slogans que en ella hacen
el oficio de principios, carácter superficial impuesto por el "buen
tono" ; estilo de vida totalmente exterior; despreocupación mante­
nida
por la fortuna; incluso prurito- demagógico, que empuja a
tantos príncipes, aristócratas y
"burgueses" a hacer ostentación
de opiniones ''avanzadas''.
Todo un clima que hay que cambiar; toda una educación
que hay que rehacer.
¡ Tanto del carácter, corno del espíritu!
Contra toda prudencia, la acción más salvadora, en lo tem­
poral, ha dejado de aparecer, a los ojos de los mismos que la
miran con favor, como un "servicio público'". Y, con una in­
consciencia escandalosa,
1a asimilan a la actividad de una pro­
fesión cualquiera.
¿ Qué hubiera pasado con el combatiente ( poilu) de Verdún
si hubiese tenido, no solamente que luchar, sino sufragar los gas­
tos de
su combate?
Lo que no quiere decir que haya que apartar la noción de
economía de la dirección de una guerra. Lo que quiere decir es
que un ejército debe ante todo, debe sobre todo,
estar ordenado
a la salvación de la patria, procurando así a esta última
un pro-
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JEAN OUSSET
vecho superior al equilibrio de un presupuesto, a la búsqueda
de una rentabilidad.
O la lucha por
un orden social conforme a la voluntad na­
tural y sobrenatural del Creador es un "servicio público", en
su sentido estricto, o no es más que es esfuerzo vano e indis­
creto.
Esto es lo que es preciso que los mejores comprendan bajo
pena de no comprender .nada.
Ahora bien, si un servicio público tiene el deber de velar
por la economía de sus medios, es aberrante equipararlo a una
profesión comercial, en
la que ya se sabe que, pür un principio
de rentabilidad fundamental, está tanto más asegurada de sus
medios cuanto
más se desarrolle su trabajo y cuanto más au­
menten sus negocios.
Nada parecido es admisible
para un "servicio público".
No es precisamente en el momento en que el soldado esté
más atareado
cuando' son más fáciles las condiciones materiales
de su lucha. Todo lo contrario,
Por ello es falso suponer que
porque la acción beneficiosa de una obra de lucha cívica no deje
de extenderse, quede,
por ello mismo, libre de toda preocupación;
incluso de todo peligro financiero.
Algunos principios de financúu:ión.
En una sociedad revolucionaria, estimaba ya el Padre de
Clorivi,ere, el juego de los intereses materiales y el circuito del
dinero están regulados por las leyes y el espíritu de la Revolu­
ción. Es, por tanto, imposible, a quienquiera que pretenda luchar
contra ese espíritu, esperar gozar del apoyo de_ esa sociedad;
como tal
y en su conjunto. En consecuencia, los que quieran
emprender una lucha eficaz contra la Revolución deberán acep­
tar Jos principios siguientes.
1.0 Para evitar el riesgo de que los problemas de dinero pue­
dan ser su "tendón de Aquiles" es necesaria una total indepen-
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DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
·aencia con respecto a las instituciones ligadas, de cerca o de
lejos, a los mecanismos o -al espíritu revolucionario.
2.'0 Procurar lo más posible que las "personas que paganlJ
se identifiquen con las "personas que combaten". Aunque no
. fuera más que para evitar se _produzcan discusiones entre los que
financian y los que gastan.
3.• Los participantes en la financiación deben ser tan nu,­
merosos y tan constantes como sea posible. Es la mejor forma
de no depender de algunas generosidades aisladas
y efímeras,
y de permanecer invulnerables a las vicisitudes económicas o
políticas exteriores.
4.0 El dinero deberá ser, a menudo, detraído no solam,ente
de lo superfluo, sini0 de-lo· necesario.
En Argelia, en el Vietnam, la propia Revolución no teme en
presionar a los más humildes
para obtener el dinero necesario
para su lucha. Sin preconizar tales medios, ¿ no es sorprendente
que esta idea de servicio público,
y p.Jr ende de contribución,
sea
más fácilmente admitida por parte de la Subversión que por
parte de los que se consideran partidarios del orden?
No nos hagamos, sin embargo, ilusiones. Nuestra causa está
condenada a carecer de lo necesario durante largo tiempo.
De ahí
la necesidad de no utilizar más que los procedimientos mejores,
los mejor estudiados, los
más probados, más reglamentados y
más prudentemente conducidos.
Somos demasiado pobres
para admitir aparatos. que rindan
poco
y consuman mucho.
Debemos preferir, mientras sea ·posible, la perfección de las
fórmulas intensivas, con rendimiento humano muy elevado, pero
de un menor coste en dinero y personal.
Son de temer, sobre todo, esas formas de acción, que, desde
el comienzo, imponen un pesado dispositivo, muchos empleados
y
un profundo trastorno de vida en los que se entreguen a ellas.
Por el contrario, perfección, prudencia y por ello Obligación
de preferir las fórmulas que permitan a cada cual actuar perma­
neciendo en su puesto, fiel a sus deberes de estado, sin pertur­
baciones psicológicas o sociales,
.sin actividades onerosas o ago-
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JEAN OUSSET
tadoras, sin trastornos graves en la vida familiar o profesional.
En fin·: sin un presupuesto excesivo (2).
Que es una nueva razón para rechazar la fórmula de esos
vastos movimientos de pretensiones universales, centralizadores,
planificadores, totalitarios. Leviatanes groseros y voraces.
(2) Sin negar el interés de ciertas fórmulas, .puede ser útil el sub~
rayar hasta qué punto cuestan más que otras; que, desde ese momento,
se nos presentan como más sabiamente eficaces, teniendo en cuenta nues­
tros medios. Lo que no quiere decir que rechacemos el empleo de las
fórmulas que indicamos a continuación. (¿ Quién osará negar el interés de
un periódico?) Lo que se quiere decir
es que se debe meditar mucho antes
de acudir a tales medios. Todo fracaso, todo mal rendimiento, toda lige­
reza, son inadmisibles y particularmente desastrosas en semejantes casos.
Algunos ejemplos: a) Prensa: costo de lanzamiento (abortado) de
un diario hace diez años: 800 millones de francos viejos, Costo anual de
un semanario con tirada de 40.000 ejempla,_.es: 100 millones de francos
viejos aproximadamente.
b) Obras lJCl'ffladas "de mosas": La C. F. T. C.
(Confederación francesa
de Obreros (trabajadores) cristianos), antes de
Ia
ruptura proclamaba tener 400.000 adheridos ; lo que· corresponde a un
presupuesto anual de cerca de mil millones, sin contar las subvenciones.
c) Movi-mri.entos de jóvenes: sus presupuestos alcanzan sumas considera­
bles en
cuanto esos movimientos tienden hacia ooa fórmula "estructm""ada'~
y cesan de estar fundadas sobre el voluntariado. Caso del "scoutismo":
115 empleados, secretarios y funcionarios, presupuesto estimado en mil
millones de francos viejos. J) Acción por medio Je películas: "El Evan­
gelio según San Mateo" del marxista Pasolini ha venido a costar mil
quinientos millones. e) El f'e'alrme moral: según testimonio de Monseñor
Suenens
el R. A. M~ disponía en 195J, por todo el mundo, de 1.500
funcionarios.
Se comprende que los movimientos ideológicos eficaces (el
Partido comUIIlista ofrece en esto una particU!lar ilustración) se hayan
siemp:e apoyados esencialmente en núcleos o grupos humanos de acción
ideológica...
Este modo de actuación es efectivamente ligero, flexible y
poco oneroso, comparado con las
fó,rmulas p-recedentes. f) Comparremos
ahora esas cifras y esas influencias con una acción como la de la "Ciudad:
Católica". La "Ciudad Católica" en 1958, mientras :pasaba por ser el
elemento
má.s activo y mejor organizado de los "movimientos contra­
rrevolucionarios" (Informe de una de las principales Administraciones
gubernamentales), consumía
un presupuesto total de 16 millones de francos
viejos todo
comprren miales,
sueldos de los empleados, gastos de oficina, misiones, desplaza­
mientos por Francia o en el extranjero, etc ... ).
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