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La reforma de la empresa. El caso Ouest-France

LA REFORMA DE LA EMPRESA
EL CASO ÜUEST° FRANCE.
por
Lours SALLERON
Nada para aclarar mejor los problemas (astractos) que 1.os
"casos" (concretos). Así, pues, un caso muy curioso aclara, ahora,
el problema de la reforma de la empresa.
Recordemos primeramente en
qué consiste este problema.
A decir verdad, consiste
en muchas cosas. Pero hay un punto
que irrita los espíritus: el poder "exclusivo" de los propietarios
de los capitales sobre el destino de la empresa.
Dicho de
otra manera: supongamos que una empresa que
funciona, por ejemplo, con unas 1.500 personas. Está consti­
tuida jurídicamente
en sociedad anónima. Esta sociedad ----es decir,
los accionistas, el consejo de administración, el presidente-de­
cide
soberaname~te el destino de la empresa y de su-personal,
sin que éste
tenga voto a este respecto.
Ese es el esquema. Al menos en teoría, pues en la práctica
es mucho más complicado. Pero en Derecho es así a fin de
cuentas.
El personal de la empresa no tiene ningún poder en
la empresa. Los propietarios del capital tienen todo el poder.
La empresa, ·por otro lado, no tiene existencia jurídica. Es la
sociedad capitalista la
que la tiene. La empresa no es más que
una realidad de hecho. Se define como categoría económica, no
como categoría jurídica.
Si se considera la empresa como la reunión del Trabajo y
clel Capital, se resume la situación diciendo que el Capital tiene
todos los derechos (sobre la empresa)
y que el Trabajo no tiene
ningún derecho ( sobre la empresa).
Se intenta buscar una salida de esta situación;
y, como se
la reduce a términos sencillos, se pro¡xmen generalmente solu­
ciones simplistas.
La más radical consiste en invertir el orden
de los poderes ¿ El Trabajo obedecía?: Mandará. ¿ El Capital
mandaba?: Obedecerá. Así se desemboca en el comunismo, donde
efectivamente,
el Capital ya no manda, pero donde el Trabajo
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aún manda menos. No hay más que esclavos, sometidos a los
amos lejanos y Sin piedad de la tecnocracia burocrática, instru­
mento de
un capitalismo del Estado omnipotente.
No vamos a examinar las innúmeras proposiciones menos
categóricas, pero también irrea1istas, que tienden a suprimir los
derechos de la propiedad. Recordemos solamente que, si
se quiere
conservar y desarrollar la justicia, la libertad y la -eficacia, es
preciso partir de la distinción de lo Político y lo Económico, y
reconocer que el
Poder económico procede técnicamente de la
propiedad ( 1).
Sólo reconociendo
esta verdad se puede buscar el modo de
mejorar la situación actual respecto de: 1.o0 los derechos de
la
em'rj)resCIJ vis a vis de la sociedad de capitales; 2.'° los derechos
de los
nuiemlbros de la em.presa vis a vis de la empresa y de la
sociedad de capitales. Pues hay un derecho global de la empresa
considerada como persona
moral (lo que no está reconocido ac­
tualmente) ; y hay
derechos de los miiem1/Jros de la empresa, tanto
individuales como colectivos (por categoría de actividad o si­
tuación). Contentémonos con esta visión general
para examinar el caso
que nos interesa.
* * *
El caso en cuestión se refiere ál periódico Ouest-France, al que
Le Monde del 20 de diciembre de 1%6 ha consagrado una
larga crónica por la pluma de su enviado especial J ean Cou­
vreur.
Ouest-France, como todas las empresas, es a la vez una em­
presa
y una sociedad de capitales.
En el seno de la sociedad hay lucha entre dos grupos rivales
(o entre dos individuos, eso importa poco).
La empresa sufre
las consecuencias de esta lucha. Vacilaciones
en la dirección.
Nombramientos o ascensos
que no gustan, etc. Se ha consti­
tuido una "sociedad y pretende tener que decir su palabra para la solución de los
problemas.
El dueño de momento ( de la sociedad de capitales)
rechaza esta pretensión.
Transcribo de Le Monde su respuesta.:
"Decimos
no (a la sociedad de redactores) por razones de es-
(l) Véanse nuestros libros, Le fondement du pouvoir dans l'entreprise
y L'organisation du pouvoir da,n.s l'entreprise, así como nuestro folleto
sobre L'acce.sion des salariés a la propiété du capital.
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tructura. Creemos que hay una sociedad y que esta sociedad
tiene
su propio funcionamiento, responsabilidades precisas, y la
empresa, es decir, el periódico, es cosa distinta. Sociedad
y em­
presa, cada una tiene un papel diferente, la sociedad se encarga
de invertir, de mejorar la rentabilidad del periódico, los salarios,
las condiciones de trabajo. Nuestra casa en traslado atraviesa las
dificultades de instalación que son conocidas. Nos sería difícil
modificar de manera fundamental los estatutos en este delicado
período.
El medio utilizado por la sociedad de redactores es un medio que no podemos aprobar."
(El medio
en cuestión era una adquisición de participaciones
del periódico, cuya adquisición había pretendido la "sociedad
de redactores", adquisición que hizo fracasar la Sociedad pro­piamente dicha.)
A los ojos del dueño, la "participación" de los redactores po­
día
ser "asegurada por diferentes medios sin que para ello fuera
necesario proceder a nuevas atribuciones de partes de capital".
Añadía: "Creemos que la oposición es positiva. Pero hace
falta
un procedimiento de arbitraje. Si. la oposición se introduce
en la sociedad (de capitales),
¿dónde podrá el procedimiento de
arbitraje ejercerse serenamente?''
Los redactores unánimemente expresan
"su descontento por una tal toma de posición, contraria a la legislación dimanada
de la
Resistencia;, a la enseñanza de la Iglesia, al mismo espíritu
del fundador de
la empresa y hasta a la corriente social actual".
* * *
He aquí un conflicto extremadamente interesante.
E.s necesario recordar, en -efecto~ que en este periódico todo
pasa, por así decir, en familia·.
En la querella que existe en el seno de la sociedad capitalista,
tOdo el mundo es primo, yerno, cuñado, su::gro, aliado, emparen­
tado, etc.,
y todo el mundo es demócrata cristiano.
En 1a querella que opone "la sociedad de los redactores" y
la "sociedad de los capitales" ocurre lo mismo, poco más o menos.
Si los lazos de sangre se alejan o desaparecen, al menos se
trata de la misma familia espiritual y política.
Es cierto que, en esta familia, el abanico de ideas y de senti­
mientos está
abierto 180 grados. Creo -que podríamos encon­
trar sin dificultad gaullistas y antigaullistas, monárquicos y crirptocomunistas, integristas y progresistas; pero, en fin, todo
esto es y
se nota que lo es de la misma familia, puesto que no
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son más que la diversificación y el "enmarañamiento" (como
diría Teilhard) de
un mismo origen espiritual.
La doble querella no es la proyección de intereses y senti­
mientos exteriores o
a priori. No se trata de una maniobra, po­
lítica o de otra especie, dirigida por estados mayores exteriores.
El antagonismo Trabajo contra .Capital no se utiliza con vistas
a fines lejanos ligados a
la transformación total de la sociedad.
No; lo que está en entredicho es la relación orgánica de la
empresa y de la sociedad
de capitales.
* * "*
Los problemas concretos, como es sabido, son siempre "par­
ticulares". En lo que se refiere a fas relaciones empresa-sociedad,
el problema dd periódico es, pudiera decirse, particularmente
particular.
Se debe decir también que un "caso'' como el de
Ouest-Fra,n-ce no tiene significación general y, por el contrario,
la pureza de su carácter puede aducirse para mostrar la verdad
-profunda de las aspiraciones
y reivindicaciones que, en otros
sectores, demasiado a menudo no parecen más que el pretexto
-para
una propaganda ideológica eminentemente sospechosa. Pen­
samos, pues, por nuestra parte, que si bien es cierto que no se
pueden extrapolar las lecciones de Ouest-France tampoco se las
puede despreciar.
La realidad económico-social es de una infinita
diversidad, pero en
el nivel de las estructuras los problemas se
parecen Y pueden llegar _a ser idénticos.
¿ Qué es lo que señala la "particularidad" del caso periodís­
tico?: -que el "producto" vendido compromete la personalidad de
1os colaboradores de
la empresa mil veces más que el producto
industrial habitual.
El ingeniero, o el obrero, de una fábrica de automóviles no
resulta directa e .illmediatamente afectado por el hecho de que su
empresa pase de las manos del
grupo X a las manos del grupo Y.
Eventualmente lo será si
sus intereses personales sufren perjui­
,cios, sea financieramente, sea profesionalmente. Pero en los dos
-casos fabricará automóviles.
El redactor de un periódico escribe y a menudo firma ar­
tículos que están en la línea general de una cierta política, que
es la suya o que acepta. Si el periódico cambia de dueño y el
nuevo amo quiere darle una nueva dirección, el redactor no
puede, sin descalificarse, escribir en
adelante lo contrario de lo
que escribía la víspera. Ahí está el problema "particular".
Quede bien entendido que la oposición que señalamos no
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presenta siempre en la realidad ese carácter. Por un. lado, en las
empresas industriales, los cambios pueden afectar a los colabo­
radores en grados muy diversos y provocar en algunos casos
verdaderos problemas morales (o de otro tipo) que desbordan
los intereses materiales.
Por otro. lado, los periódicos son muy a
menudo neutros,
y en el -seno de la redacción muchos son o
pueden ser indiferentes a matices de cambios en la orientación
política (o de otro tipo).
Además, los cambios, cualesquiera que sean, pueden ser in­
ternos en la sociedad, es decir, sin que haya cambio capitalista
en la cima.
Muy a menudo también --quizá es el caso más frecuente-el
descontento de los colaboradores es provocado mayormente por
el temperamento de un nuevo superior jerárquico ( en uno u
otro escalón, en uno u otro sector) que
por un cambio de po­
lítica.
Resumiendo, todas las-situaciones posibles e imaginables son
capaces de provocar la satisfacción o insatisfacción
de todos o
de algunos.
También hay que
tener en cuenta que, siendo iguales todas
las cosas, en
el caso de un periódico al que su patrimonio -espi­
ritual y material da una personalidad indiscutible, la parte de la
emcf!resa y sus miembros es particularmente notable al lado de la
de la
socie,dad.
¿ Qué derechos deben deducirse de ello, tanto para la eme
presa como para la sociedad? Eso. es todo el problema. Y la
solución no es
fácil.
Tampoco el caso de Ouest-France es único. En c;ontextos pro­
bablemente diferentes pero con
un segundo plano muy semej~tite,
han tenido 'que resolver problemas análogos grandes periódicos
parisinos.
Hasta se· puede aventurar que no hay 'periódico al­
guno,
por pequeño que sea, en que llo exista el problema, al
menos en estado latente.
Y si hemos dicho que el problema del periódico
es particu­
lannente característico, sin
:embargo no es específico, puesto que,
en las grandes empresas industriales, existe
tasi idéntira~ente
al nivel de los cuadros superiores. V eremos algún día estallar
algún
"caso" -no señalamos a nadie-que será curiosamente
análogo al de
Ouest-France.
* * *
Si volvemos a ocuparnos del caso Ouest-France, éste 11-0s
@5
*
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sugiere ciertas observaciones no desprovistas de interés para el
estudio del problema general
de la reforma de la empresa. Se­
ñalemos algunas :
1)
No es el conjunto del personal del periódico el que está
en conflicto con la sociedad de capitales; son los redactores. No
hay, pues, antagonismo Capital-Trabajo. Hay antagonismo entre
una fracción del "Trabajo" y el Capital (o más bien, en este
caso, una fracción del capital, la que manda, lo que en definitiva
v:iene a ser lo mismo).
El esquema marxista de la luche de clases -- clases,
Trabajo y Capital-se ha roto. Este esquema ha sido
_ siempre simplista. Resulta así cada vez más en una economía
que
por sí misma se hace cada vez más diversificada y compleja~
2) El objeto del conflicto no es principalmente de orden
material y financiero. De lo que se trata es de la gestión del pe­
riódico, su orientación, su porvenir. Los redactores se preocu­
pan evidentemente de su propia "situación", pero en un marco
profesional y moral en que no aparece actualmente ninguna rei­
vindicación de naturaleza estrictamente salarial.
Lo que hace
fracasar
el . esquema marxista.
3)
Los "sentimientos", las "ideologías", los "principios" no
se ponen en juego.
Quien dice '1no" a los redactores no es un
"cabo de varas", un capitalista con el puro colgado permanente­
mente de los
J.abios. Es demócrata, es cristiano, ha trabajado en
una fábrica como peón, ha sido alumno del P. Lebret, etc.
Entonces.
¿ Qué pasa entonces? ¿ Es un hipócrita este patrón?
¿ Profesa bellas ideas generosas para los congresos y las bam­
balinas, actuando en la práctica para cobrarse de esas ideas?
No sé nada. Es posible. Y estoy muy seguro de que si fuera
colaborador de
J tinéra.ires no -se libraría de esas acusaciones.
Pero nada demuestra que haya hipocresía .o contradicción en
su actitud.
Tal como es referida por Le Monde, su posición ju­
rídica es inatacable. Y no solamente su posición jurídica en este
caso en cuestión,
sino su posición jurídica "en sí", es decir,
refiriéndole en general a las relaciones.
entre la empresa y la
sociedad de capitales.
-¿ Tiene razón? Nada más cierto. Toma responsabilidades que
son responsabilidades de jefe. Puede equivocarse. Si, de hecho,
son los redactores quienes tienen razón,
corre el riesgo de un
fracaso. Lo que está en. juego tiene dos aspectos: hay un pro­
blema de estructura
y hay ese mismo problema evocando brus­
camente a propósito de dificultades actuales.
Las dificultades
deben ser vencidas y el problema debe ser resuelto.
¿ Se debe
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hacer la operación en dos tiempos o en uno solo? No podemos
juzgar esto, pues no disponemos de algunos de los elementos
necesarios para la apreciación correcta de la situación.
* * *
¿ Se puede ir más lejos en el análisis de las tendencias que
revela este conflicto? Creo que sí.
Se puede discernir sin dificultad en la protesta de los redac­
tores una tendencia corporativa.
Esta tendencia está en todas partes hoy en día. j Sin darle
ese nombre, desde luego!
Está en todas partes, lo mismo al nivel de los asalariados
subalternos que al nivel
de los asalariados superiores.
Está en todas partes con sus lados buenos y malos.
Sus aspectos buenos son aquellos que siempre
ha puesto de
relieve la escuela corporativa. Es normal, es sano, es legítimo,
es feliz que el hombre de aficio y de empresa participe en la vida
de la
empresa en la que ejerce su üficio.
Sus aspectos malos son aquellos que causaron la muerte al ré­
gimen corporativo de antaño. Pueden ser evitados, pero a condición
de que se les conozca bien y de ponerse en guardia contra ellos
Están en la tendencia al oficio cerrado, a la empresa cerrada, a
la cristalización de la economía.
La reforma de la empresa no será válida si no asegura a la
vez la satisfacción de los derechos corporativo~ y el juegü de la
mlü'Vilidad capitalista,. ¿ Es esto la cuadratura del círculo? Ni
hablar de ello.
De hecho, por los solos medios del sin,dicwlismü
y del contrwto colectivo (aún individual), los Estados Unidos res­
petan infinitamente más las aspiraciones corporativas que nues­
tros países europeos,
y sin embargo conservan el máximo de
libertad CIÑ/JÍtalista.
Podemos hacerlo tan bien como ellos, ya sea con los mismos
medios o bien ( corno latinos y juristas que somos) aislando un
derecho de la em,presa (y sus miembros) que satisficiera mejor
nuestro espíritu y que facilitaría probablemente las evoluciones,
hasta las mutaciones necesarias.
La participación en la vida y destino de la empresa, ¿ se debe
hacer mediante
el acceso de los asalariados a la propiedad del
-capital de la empresa en que trabajan? Es una fórmula. Tiene
un sentido. No se debe desechar. Pero no es la fórmula del por­
venir. Tiene más valor simbólico que valor concreto. No lo de-
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cimos para el caso Ouest-France, cuyos datos en realidad nos son
desconocidos.
Lo decimos de una manera general.
Ya nos hemos explicado demasiado a menudo sobre la cues­
tión para volver sobre ella aquí (1). Es indispensable que los asa­
lariados accedan a la propiedad capitalista
para adquirir su parte
de poder económico y su parte de redistribución del producto
nacional creciente con el
progreso técnico. Pero esta promoción
capitalista debe ser
exterior a la empresa. En la misma empresa
sus diversos derechos de participación nacen de su calidad de
colaborador,
y es por ,este título por el que normalmente tienen
que hacerlos valer cualquiera que sea su naturaleza.
El asunto Ouest-France está al parecer ante la Magistratura.
Será interesante conocer el juicio del Tribunal; más interesante
aún conocer los argumentos que serán utilizados por las partes
de la causa.
Loms SALLERON.
P. S. l.º Este artículo estaba escrito cuando hemos tenido
conocimiento de
una carta a Le Monde (25--26 de diciembre de
1966) del director
general adjunto de Ouest-France, de otra carta
al mismo periódico (31 de diciembre de 1966) de la sociedad de
redactores de
Ouest-France, y de una carta del presidente de
esta sociedad a
Tém'Oignage Chrétien (29 de diciembre de 1966).
Estos documentos no tienen interés directo para la cuestión géne­
rnl
de la rdorrna de la empresa, tal como la hemos examinado en
nuestro artículo. Pero los señalamos para aquellos que se inte­
resan
por el problema particular de Ouest-Fra.nce.
2.º En nuestro artículo sobre ''Les avatars de l'enmiende­
ment Vallon"' (Itinéro.ires núm. 108, diciembre de 1966) escribía­
mos
en la página 31 : "Es posible que las intenciones mantenidas
por el presidente de la República en octubre se queden sin futuro.
Nos pa_rece probable que anuncien una reforma." Hemos sido
confirmados
en nuestra idea por el discurso presidencial del 31 de
diciembre de 1966 en que se habla "de los medios de hacer de
tal
manera que todos los participantes en la obra económica co­
mún tengan en ella su parte de resultados y responsabilidades ... ".
Al día siguiente, 2 de enero, el Presidente de la República, al
recibir a los periodistas, ha h~ho alusión a Ouest-France~ o al
(1) Cf. nuestros libros Le fondement du pouvoir dans l'entreprise y
Vorg_anisation du pouvoir dans l'entreprise (Entreprise moderne d'édition,
4 rue Cambon, Paris-t,e), así como nuestro opúsculo L'accession d-es
salariés a la proprieté du capital (C. E. P. E. C., 4 rue la Michodiiere,
Paris-28).
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menos a las sociedades de redactores en la prensa. Esta alusión
se situaba claramente en la perspectiva "reforma de la empresa­
enmienda Vallon-interés-participacíón-acceso a la propiedad", etc.
Los periódicos citan esta frase del Presidente de la República :
"¡ Sí ! ¡ Sí! ¡ Pero queda la empresa! Siempre hará falta alguien
que tenga arrestos
para hacer un periódico y tenga también los
medios."
3.0 En el momento que escribimos esta postdata, la opinión
es sacudida por los problemas de fusión entre Sud Aviation y
N ord Aviation, así como por los del cambio de programa impuesto
por la Generai-Electric a su (desde ahora) filial francesa Bull­
General-Electric. Vemos en ello cómo la realidadide la ¡¡empresa"
se diferencia lo mismo del Estado (cuando háy nacionalización)
que de la Sociedad de capitales. Puede que hasta tal punto que
la dirección, los mandos
y el comité de la empresa se sientan
solidarios.
4.'0 Mientras pataleamos, los alemanes continúan avanzando.
Se puede leer, sobre este tema, el notable artículo de
Hermann­
Joseph Wallraff: "Difusión de la propiedad, cogestión y repre­
sentación en Alemania" en
Projet núm. 11 de enero de 1%7.
Como el título lo indica., tres cosas, ligadas entre sí, pero
distintas, son tratadas
por el autor. Pero la primera ( difusión de
la propiedad) es con mucho lá más importante, por sí misma en
primer lugar, y en sentido que influye en las otras dos a lo
largo. Recordaremos que en marzo
de 1965, el Sindicato de la Cons­
trucción, dirigido
por Georges Leber, ha firmado con los patro­
nos
un convenio colectivo en virtud del cual se paga un aru.mvJnto
de salario de 0,09 DM por hora y una retención de 0,02 DM
sobre el salario anterior que son pagados en forma de "salario de
inversión" a
un organismo que las bloquea en propiedad por
cuenta de los asalariados.
Georges Leber ha fundado,
en el otoño de 1%5, un "Banco
para las imposiciones de ahorro y constitución del capital"
(B. S. V.)
para regentar esos fondos. La nueva institución es
filial de la "Banca de
la Economía Social" (Bank für Gemein­
·wirtschaft) que pertenece a los sindicatos y a las cooperativas y
es el cuarto gran banco alemán.
El ·ejemplo dado por Leber comienza a ser seguido. En el
congreso de la D. G. B., la todopoderosa central sindical alemana,
este verano último,
se ha adoptado una resolución "según fa
cual los sindicatos se deberán esforzar para obtener salarios de
inversión".
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Por otra parte, si comprendemos bien el artículo, se ha votado
una ley, el 5 de mayo de 1965, "con vistas al estímulo para la
creación de capital entre los asalariados". El interés de esta ley
estaría en que garantizase al salario de inversión las mismas
ventajas que al ahorro individual ordinario.
No podemos resumir aquí lo que el autor del artículo dice
de la cogestión y de la representación, pero sus reflexiones son
muy pertinentes.
A nuestro juicio, el movimiento de difusión de
la propiedad
mobiliaria en Alemania es hoy demasiado importante, afecta a
deinasiados asalariados, llega a sumas demasiado considerables
y está demasiado "institucionalizado" (legal y financieramente)
para en el futuro no ser "irreversible" ( como tanto gusta decir
en nuestros días).
Tenemos que hacer mucho y mejor.
Pero cada día tomamos
más retraso. No olvidemos que Bismarck había creado los se­
guros sociales. décadas antes que nosotros. Tratemos
de no es­
perar tanto esta vez para poner a punto. las medidas que se im­
ponen.
Me encuentro molesto, por lo que a mí se refiere, de tener
que referirme siempre a los libros y artículos que he multiplicado
sobre este tema.
Pero recomiendo, con placer e insistencia, la
lectura del artículo de
H. J. Wallraff a los industriales, mandos
y sindicalistas. Encontrarán en él materia de reflexión y espero
que incitación a
la acción.
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