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Michèle Federico Sciacca, Filosofia e antifilosofia

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Michele Federico Sciacca: FILOSOFIA E ANTIFILOSOFIA.
Marzorati-Editore-Milano, 1968, 144 páginas.
Bajo este título nos presenta su nuevo libro Miguel Federico
Sciacca.
Un conocido pensador italiano, muy apreciado también
en los ambientes culturales españoles, no sólo por las buenas re­
laciones que
guarda con algunos de ellos, sino también y principal­
mente, como observaba
Muñoz Alonso al hacer la presentación
de
su otro libro, "Dios y la religión en la filosofía actual", por­
que la corriente íntima de
su pensamiento confluye con la tradi­
cional de la filosofía española. Sciacca es además -añadía-uno de los pocos filósofos (entre los italianos caso único) que incor-­poran temas y problemas del pensamiento español a su aplauso o
a su crítica.
El libro sobre el que reclamamos la atención del lector recoge
las cinco lecciones de un curso habido por el autor en la (/Cátedra de A. Rosmini ", del "Centro Internacional de Estudios Rosmi­nianos" de Stresa. En ellas, el llamado "filósofo de la integridad",
,se enfrenta con los problemas más vivos y candentes del momento
actual, problemas filosóficos
y morales, políticos y sociales, reli­
giosos
y teológicos, vertiendo sobre ellos luz, a base de contrapo­
ner la verdadera a la falsa filosofía.
Como él mismo dice, se
trata de afrontar los graves problemas
de nuestro tiempo con decisión
y claridad, sometiéndolos a un análisis crítico vigoroso y abierto, sin dogmatismos ni aJX)logías,
pero estando a la luz del pensamiento rosminiano y de la filoso­
fía clásica.
Cuando tantos hoy parecen
sentir una especie de "terror ideo­
lógico" y huyen de la filosofía, sobre todo de
la metafísica, para
volcarse
en operaciones ''.positivas y prácticas", cultivando "aper­
turas" equívocas y "diálogos" complacientes, si no repugnantes,
este libro testifica la
fe del autor en la filosofía, que es ante todo
metafísica ; inteligencia del ser
y no técnica o sensación; verdad
y no eficacia.
El empeño filosófico auténtico no consiste en invertir, sino en profundizar, analizar y abrir horizontes nuevos a verdades yá conocidas, sabiendo reducirlas, crítica y sistemáticamente, a la
unidad fundamental de
un principio último verdadero. No con­
siste tanto en
innovar como en renovar ; en ir tras la novedad
como en saber descubrir
y guardar lo perenne a través de las
varias y múltiples tentativas que hacen los filósofos de revisión
y de adaptación.
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La filosofía no versa tanto sobre lo que fue o será, como sobre
lo que es y permanece, pei-o no de un modo estático, sino diná­
mico y fecundo, -en preñez de nuevas perspectivas y de nuevos
análisis y ordenaciones. Tan contrario al genuino filosofar es el
talante de quien hace del pasado piedra o estatua de sal, como
el que hace del
presente piqueta o martillo para demoler el pa­
sado.
Ni que.el árbol no mude nunca de ramas y hojas, ni arran­
carlo de raíz.
La verdad, no es algo que ame ser cultivado como pasado
o futuro, sino como algo que es dialécticamente, siendo progreso
en la tradición y tradición en el progreso. Ni los "primitivistas" y
reaccionarios tienen razón, porque vueltos siempre atrás, "hacia
Jos orígenes", ni los "progresistas" o "contestarios" porque siem­
pre mirando sólo al porvenir, sin tomar tierra_ en el pasado.
La verdad, por otra parte, sólo se concilia con la verdad. La
conciliación filosófica sólo puede acontecer entre sistemas verda­
deros, no entre sistemas verdaderos y falsos. Y ello porque la
verdadera filosofía no es más que una, la perenne, la que parte
de un principio verdadero, en la que el error es ilógico y acci­
dental.
En cambio, el sistema falso tiene como fruto lógico y
esencial el
error, aunque p,er accidens afirme algunas verdades.
Por eso, el sistema verdadero no puede buscar componendas con
sistemas falsos.
Esto no se opone a un pluralismo filosófico legítimo, porque
la verdad tiene virtualidades inmensas, las que cada pensador,
en cada momento histórico, con las posibilidades que le da el pa­
sado v las aportaciones del presente en que vive, va sacando a luz,
actualizando y profundizando, según su personal capacidad. La
filosofía perenne está siempre abierta a nuevas prospecciones e
investigaciones, sin dogmatismos ni exclusivismos, al dominio uni­
versal de
la verdad. Patet omnibus veritas, nondum est occupa,ta,
decía nuestro Vives. ·
Donde cabe el error, es en los ptintos de vista particulares.
Hay que aquilatarlos y hay que justificarlos. Entonces está en
su lugar el diálogo que se entabla con caridad infinita hacia las
personas, pero con intransigencia absoluta con el
error. Cuanta
más caridad, mayor firmezq. en mantener la verdad y hacérsela
comprender
al que está en el error.
Abundan hoy, dice Sciacca, los católicos dialogantes y ecu­
menistas que, en
aras de la caridad, parecen dispuestos a sacri­
ficar
la verdad, la verdad de su fe sobre todo, transigiendo con
el
error. Por ganar al mundo, transigen con sus máximas y sus
principios falsos. Con lo
que no ganan al mundo, siuo que se
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dejan ganq.I por el mundo. Le ofrecen un cristianismo "apeteci­
ble", porque está guisado conforme a los gustos
y criterios mun­
danos; pero que deja de ser cristianismo de Cristo, porque poco
o nada tiene que
ver ya con la verdad y la moral de Cristo.
Nada de extraño tiene esto cuando se pone al hombre en el
lugar de Dios, la sociología donde debe de estar la teología, se da
al número lo que debe darse a la calidad y a las razones, a la
eficacia
el puesto que compete a la verdad. Así es fácil crear un
cristianismo apete.cible. La pena es que ya no es cristianismo.
Sciacca recuerda
el dicho de Schiller: "Vive con tu siglo, pero
no te hagas criatura suya. Da a tus contemporáneos ·no aquello
que a ellos les guste, sino lo
que les es necesario", añadiendo por
su cuenta: "Y nada es hoy tan necesario, justamente, porque tanto
avanza
.el progreso de descristianización, como un Catolici$mo
sólida y decididamente anclado en la verdad que enseña, que no
vacile ante la tempestad de los
que gritan contra la supervivencia
de
Hmitos" que dicen periclitados, que se afanan por desmante­
lar todo el orden sobrenatural, buscando una asimilación del Ca­
tolicismo a esta o la otra cultura, a costa de hacerlo perder su
propia esencia" (pág. 130).
Bien está
el pluralismo cultural, pero con tal que no suponga
para la verdad cristiana ni alteración ni claud·cación frente al error,
que no se traduzca en relativismo o agnosticismo, sino qu~ sea
comprensión de casos
y cosas para mejor difundir la verdad en
su integridad. "Hoy, en cambio, bajo pretexto de desmitificación,
desromanización y deshelenización del Cristianismo,
lo que se hac.e
· es arrojar de la teología lo sobrenatural y a Dios, haciendo
de Cristo
y de su enseñanza un mero mensaje social, de pacifismo,
humanitarismo, etc., una
exhortación al hombr_e a purificarse de
sus egoísmos con vistas a
un comunitarisrno mundial que es pura
abstracción ... A este punto,
el pluralismo teológico resulta el
reverso de la medalla del eclecticismo en filosofía, y se identifica
con la impiedad
pura" (pág. 132).
La misión del cristianismo no es simple ni principalmente la de
realizar
un fin humano, dando satisfacción a las aspiraciones hu­
manas sobre la tierra, en
el tiempo. No tiene sentido y se presta
al equívoco afirmar,
por un lado, que la civilización técnica y del
bienestar temporal constituye
el ideal del hombre v, por otro,
considerar misión del cristiano
el inserir en ella un ineñ.saje que
cifra en
otra cosa ese ideal. La visión tecnológica y antropocén­
trica de
la felicidad humana es incompatible con la teológica y
cristocéntrica que profesa
el cristianismo auténtico, mensa j-e místico
de salvación ultraterrena.
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No entenderlo así, es reducir e1 mensaje salvador de Cristo,
siguiendo el proceso desmitologizante hoy
en boga, a una simple
exhortación a
construir la ciudad terrena, haciendo coincidir el
mensaje cristiano con cualquier otro mensaje que persiga los
mismos fines terrenos.
De-ahí que hoy no seail pocos los que
hacen una amalgama de marxismo y cristianismo, llegando inclu­
so a panegirizar los métodos violentos del marxismo. Las "con­
testaciones", las
"marchas" y las "prédicas revolucionarias" cum­
plen
mejor con la misión cristiana que incumbe al hombre, que
no las
oq1ciones, las devotas peregrinaciones y las manifesta­
ciones eucarísticas.
Este modo de pensar y actuar del cristianismo en lo social,
es tan contrario a su esencia como lo es el otro que pretende una
conciliación entre fe y ciencia, teología y cosmología del tipo de
la ensayada
por "un jesuita fwn-osus, pero no egregius y menos aún
ilustrls, soñador de una humanidad "planetizada" y autor de una
"fantateología"
en la que Cristo aparece como una especie de
motor de la evolución cósmica, el Cristo-Omega, identificación
última de la Cosmogénesis y de la Cristogénesis" (pág. 136).
Todo eso no sirve más que para la propaganda y la maniobra
política, eso que
no interesa a la filosofía.
El hombre, adorador de la vida, de los sentidos y de los seres
que pasan,
y sobre los que él se endiosa, viendo cómo los domina
y manipula con ciencia y técnica, se hace víctima de un engaño
y una ilusión; queda reducido al nivel mundano al desarraigar del
Ser, que es
"lagos" del universo (pág. 22}. La técnica y la eficacia
no pueden
jamás arrogarse el papel que compete a la filosofía y a
la verdad. Y todo lo
que no vaya fundado en verdad se trocará
en infelicidad a pesar de su aparente prosperidad.
Quien haya leído El campesmo del Carona echará pronto de ver
los muchos puntos de coincidencia entre este libro de Sciacca y
aquel de Maritain. Lo que éste denomina en su libro "ideosofía",
Sciacca lo llama "antifilosofía"
y "filodoxia". Y ·muchos temas
que éste
pasa en revisión, se encuentran también en aquél.
Las lecciones del profesor italiano son claras, precisas y ló­
gicas
y, mientras se afirman sobre el terreno sólido del auténtico
saber filosófico, se abren a la problemática actual de la teología
y de la vida
de la Iglesia con gran sentido de modernidad y de
fidelidad a la verdad que permanece
mientras se va abriendo a
nuevas. perspectivas.
B. MONS~Gú, C. P.
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