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Eustaquio Guerrero, S.I., Teilhard de Chardin: Aspectos fundamentales de su obra

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Eustaquio Guerrero, S. l.: "TEILHARD DE CHARDIN.­
ASPECTOS FUNDAMENTALES DE SU OBRA"
(*)
El veterano escritor P. Eustaquio Guerrero, S. I., nos ha
regalado recientemente con un libro sobre Teilhard de Chardin.
En él recoge, completándolas, unas conferencias pronunciadas
en Barcelona a invitación del Instituto filosófico de Balmesiana.
Pero,
¿ un libro más sobre Teilhard de Chardin? ¿ Qué se pue­
de añadir a la "'biblioteca" teilhardiana?
Pues sí, uno más. Y uno que estaba haciendo falta urgente­
mente. Más aún, yo diría que es urgente toda una serie de libros
sobre Teilhard, de los cuales el del P. Guerrero es
el primero o
uno de los primeros.
Sería la serie del estudio desapasionado y objetivo. Teilhard
ha tenido el no leve mérito de levantar en vilo a la opinión mun­
dial. Muchos han escrito sobre él mitificándolo: Cuenot, por
ejemplo. Otros, demasiado inclinados a su favor por razones no
científicas ni objetivas. Entre éstos se encuentran una serie de
obras, por otra parte respetables : nos referimos a las de Lubac,
Smulders, Rideau
y Solages. Estos y otros autores, con matices
diversqs, forman
la legión de los entusiastas de Teilhárd, que o
no ven sus ambig,üedades y errores o les quitan importancia. Con
el resultado de empujar a la lectura de Teilhard sin prevenir
suficientemente de sus peligros.
Frente a ellos está la serie de los adversarios de Teilhard: sí,
adversarios, enemigos de Teilhard, incapaces de reconocer sus
méritos reales, fáciles en ver errores
donde· tal

vez no existen,
agresivos incluso contra la persona del sacerdote
y religioso je­
suita que fue Teilhard de Chardin. Para algunos de estos señores,
Teilhard fue un cínico inmoral
y un redomado enemigo del Cris­
tianismo, que quiso destruir desde dentro.
Evidentemente, hace falta un estudio serio de Teilhard. Su
audiencia universal y su influencia en el pensamiento y en la
actitud mental de muchos lo hacen necesario. Pero ese estudio
no puede ser como muchos de los anteriores : tiene que ser des­
apasionado, sereno, objetivo. Esto es lo que ha logrado el P. Eus­
taquio Guerr~ro en su libi-o. Y es el primero de sus méritos.
Y dentro de esa objetividad,
urta tendencia
hacia la compren­
sión benévola, como pide la convivencia humana y, sobre todo,
la caridad cristiana. San Ignacio de Loyola sufrió
:persecuciones
(*) Ed. Studium, Madrid, 1969; 180 págs.
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por interpretaciones torcidas de sus Ejercicios Espirituales. Por
eso aquel "PROSUPUESTO" del inmortal librito: "Se ha de
presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a sal­
var
la proposición del prójimo que a condenarla ... " Así hace
el P. Guerrero con Teilhard de Chardin. Trata de salvar, por
de pronto, su persona de toda acusación infundada. Y también
su obra, no admitiendo sino aquellas acusaciones que efectiva­
mente estén demostradas.
Otro de los méritos de esta obra es el conocimiento que pu­
diéramos decir exhaustivo del tema. El P.· Guerrero ha leído y
estudiado todo Teilhard y, prácticamente, todo lo escrito sobre
Teilhard. Por lo menos, lo que tiene valor científico. Pero la erudición no basta para juzgar debidamente una ideo­
logía como la del autor estudiado, que tiene implicaciones en todo
el saber humano. Hace falta el talento. Y, ya que se limita el
estudio a los aspectos filosóficos y teológicos del teilhardisrno,
es necesario el cultivo prolongado y amoroso de las ciencias ecle­
siásticas. De ambas cosas da testimonio favorable al autor del
libro que

comentamos toda una larga vida dedicada a la docen­
cia y a la alta divulgación de ternas filosóficos y teológicos. El
P. Guerrero está equipado como pocos para ejercer esa crítica
sana de Teilhard que echamos de menos.
Es el deseo que este libro ha despertado en nosotros. Porque
si bien es cierto que en él casi todos los temas teilhardianos están
rozados y de alguna manera juzgados, el P. Guerrero podia dar­
nos mucho más. El mismo reconoce que no nos lo da. No podía
dárnoslo, dado el carácter de conferencias para el gran público,
que son la base de este libro. El P. Guerrero ha contraído una
denda con los profesionales de la ciencia cristiana: la de darles
la obra definitiva sobre Teilhard de Chardin. Un estudio siste­
mático Y completo de su pensamiento evolucionista, desde la ma­
teria primitiva hasta el Omega Dios. Pero un estudio que, den­
tro de la objetividad y aun benevolencia recomendables, fuera una
rigurosa crítica filosófica y teológica del sistema de Teilhard. Así
se verían los

méritos y deméritos del discutido autor.
No se puede negar que la autoridad del Santo Oficio (hoy
Congregación para la Doctrina de la Fe), la primera de las Con­
gregaciones Rqmanas, con su invitación a retirar las obras de
Teilhard de las bibliotecas a que tienen acceso los aspirantes al sa­
cerdocio, y su "Monitum" para que los formadores inmunicen a los
jóvenes, previene en contra de la doctrina de Teilhard. Porque,
además, es que le achaca "ambigüedades y aun... tan graves
error.es que ofenden la doctrina católica".
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Por su parte, L'Osseroatore Romano concreta estos errores,
como muy bien resume el P. Guerrero.
"Tergiversa o niega el concepto de creación que precisa la doctrina católica, y da a entender que esa creación es necesaria
y no libre; afirma muchas veces que Dios nos incorpora a Sí y que, al incorporarse el Mundo, Él mismo se perfecciona y cam­
bia; que el Cristo de la Revelación es el Omega de la evolución,
su término; Él salva, pero es salvado también, conswnado mediante la unión con las mónadas santas pensantes, y según la naturaleza "cósmica" que le compete, además de la divina y de la humana. Naturaleza "cósmica" que Teilhard no precisa nunca.
"Propone también una conexión necesaria
y natural de la
Creación, Encarnación, Redención que, al parecer de muchos,
se opone a la total gratuidad y libertad del orden sobrenatural y
a la esencial distinción que ha proclamado siempre la teología
católica entre el orden natural y el sobrenatural.
"Parece confundir también
--se dice allí- en

mayor o menor
grado el espíritu_ -Y-1ª materia. No sólo UQ _ é!:Cl!S_ sino que
las atenúa y da a entender o que el espíritu es consti­
tutivo de la materia misma, o que, cuando menos,
la_ acompaña
siempre como fuerza promotora
y directora de la evolución ... "Tiene una idea muy chocante, y hasta escandalosa, del pe­cado original, y está tan cierto de la cosmogénesis, o sea del mun­
do en continua formación y en sentido teilhardiano, que uo de­jaría de tener fe en ella, aunque, por un cataclismo psicológico,
perdiera la
fe en Dios y en Jesucristo, pese a que_ la evolución,
como él la concebía, ni él ni nadie la ha demostrado, según él
mismo confiesa.
"Habla de cierta identificación de
la energía del reino inor­gánico con la del mundo de la biología en todos sus grados, tam­
bién con la energía específica del hombre: la intelectual y la
moral : se trataría de cierta univocidad de la energía cósmica y de la misma libertad con los determinismos de la naturaleza ... "
¿ No cree el P._ Guerrero que haría un gran servicio a la ver­
dad y al Pueblo de Dios depurando científicamente las ideas
teilhardianas en materias tan fundamentales y de tanto interés
para el Cristianismo?
· Mis conocimientos personales de Teilhard y de su obra me
llevan a la persuasión de que su persona quedaría inmune de las
gravísimas objeciones
qué algunos
acumulan contra
él. Pero no
estoy tan seguro de que sus ideas,
tal como aparecen m sus
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obras, sean conciliables no ya con la doctrina católica1 pero ni
aun siquiera con las verdades de la fe católica. Su concepto de la
creación,
¿ es el concepto católico de la creación ex nihilo sui et
suml!Cto? Su idea de la Encarnación y de la Redención, ¿ son la
Encarnación y la Redención del pecado que nos enseñó el Cris­
tianismo? El pecado en Teilhard, ¿ es lo mismo que el pecado
en la Religión cristiana? La perfección y coronamiento del Mun­
do con la superconcentración en Omega,
¿ son la felicidad sobre­
natural de la visión de Dios, a la que nos enseña la Revelación
que estamos
per sooolnwnte destinados?
El Cardenal
J ournet ha escrito estas palabras severas: "Si
aceptamos la visión teilhardiana del mundo, ya desde el principio
sabemos -se nos ha advertido debidamente-· cuáles son las no­
ciones cristianas que habrá que trasponer y a las que tendremos
que decir adiós: Creación, Espíritu, Mal, Dios (y más especial­
mente, Pecado original, Cruz, Resurección, Parusia, Caridad ... ).
(Ver Maritain, Le Paysan de la Garonne, pág. 387.)
Por su
parte;--K-GilsQn,_hablanch del
Cristo de
Teillíard
dice:

"No es que a la nueva función de Cristo (Evolutor) le
falte grandeza y nobleza; pero no es la tradicional. Nos parece
estar ante un sepulcro vacío : 'nos han quitado a nuestro Señor
y no sabemos dónde lo han puesto"' (lb., pág. 180).
Dietrich von Hildebrand cuenta: ''Conocí personalmente a
Teilhard de Chardin el año 1951, en una comida organizada
por el Padre Robert Gannon, S.
l., que por aquel entonces era
Rector de
la Fordham University. Con anterioridad, dos perso­
nas muy doctas y famosas
--el P.
Henri de Lubac y Monseñor
Bruno de Solages--me lo habían recomendado calurosamente,
Por tanto, me hallaba lleno de expectación. De sobremesa, el
P. Teilhard hizo una detallada exposición de sus puntos de
vista. Las exposiciones ·de Teilhard me desilusionaron grande­
mente, porque
dio muestras
de una extraordinaria confusión de
ideas filosóficas, especialmente en su concepción acerca de la
persona humana. Pero me impresionó más su primitivismo teoló­
gico: ignoraba por completo la diferencia entre la naturaleza y
la sobrenaturaleza. Después de una animada discusión, en la que
me aventuré a hacer una crítica de sus ideas, tuve la oportunidad de hablar privadamente con Teilhard. Cuando nuestra conversa­
ción tocó el tema de San Agustín, exclamó violentamente:
'¡ No
mencione a
eSe hombre

funesto!
¡ Lo echó a perder todo al intro­
ducir lo sobrenatural
! ' Esta observación confirmó la impresión
que yo había recibido del naturalismo craso de sus ideas"
( El
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Caballo de Troya en la ci.udad de Dios, pág. 25,7. Fax, Madrid,
1969).
Los mismos Tresmontant, Lubac, Smulders y Rideau no tie­
nen
más remedio que reconocer no pocas incompatibilidades de
Teilhard con la doctrina de la fe, aunque tratan de paliarlas todo
lo posible.
Teilhard confiesa que a veces se siente impresionado
por el
esfuerzo

que
tíene que

hacer para interpretar los dogmas cris­
tianos
y hacer su transposición a su lenguaje evolucionístico. En
carta a un amigo declara con humor:
"Me paseo
como un ele­
fante por los arriates de la Escolástica".
Prensando todas estas manifestaciones,
¿ qué destilarían de
ortodoxia o de heterodoxia en las obras de Teilhard de Chardin? Sería muy interesante que alguien tan preparado como el P. Gue­
rrero nos lo expusiera.
Es claro que en una presentación del libro del P. Guerrero
no podemos aludir a todos aquellos aspectos, no pocos ni poco
interesantes, que nos invitan
al diálogo, bien con Teilhard, bien
con el mismo P. Guerrero. Pero no me privaré de insinuar al­
gunas consideraciones.
Una sobre el valor científico de la Apologética teilhardiana.
Nuestro escritor la encuentra falta de originalidad, como no sea
en el hecho de constituir a la evolución como base de sus elucu­
braciones filosófico-religiosas, puesto que los principios metafísi­ cos con que intenta legitimar la escatología de su evolución son
los mismos tradicionales de la teología católica
y rJe la filosofía
perenne... Además, no es más fácil argüir la existencia de Dios
del hecho de la evolución que del hecho de la creación sin evo­
lución.
Es verdad; pero yo añadiría que una eficaz Apologética cris­
tiana debería concluir no sólo a la existencia de Dios, sino tam­
bién a la credibilidad
y credendidad del Cristianismo; y más en
concreto, de Cristo. Y es lo que quiere Teilhard, ya que Cristo
es para él prácticamente el Dios-Omega, Motor
y Fin de la Evo­
lución. Pero,
¿ cómo persuade Teilhard de esta misión de Cristo
a sus amigos no creyentes? Ya su camino a través de la homi­
nización y de la socialización hasta
el éxtasis en el Omega tras­
cendente

y personal está lleno de escollos, que no
5é si
hace fal­
ta mucha benignidad para aceptar que los ha salvado Teilhard. Pero, ¿cómo
a'.dmitirán los

incrédulos que el personaje histórico
que se llamó Jesús es el Dios Omega?
¿ Incorpora Teilhard,
sin más, un dato revelado, complaciéndose en que el Omega que
la razón descubre, la Fe nos lo da en Cristo : un Omega tras-
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cendente e inmanente al mismo tiempo? Los incrédulos le pedirán
pruebas de que Cristo sea Dios. La Apologética lo prueba; pero
no se puede suponer lo que se quiere probar. O es más bien que
la presencia intramundana de Dios en Cristo se deduce de la
conexión inevitable entre Creación necesaria, Encarnación y Re­
dención? Esto, aparte de otros errores que implica,
parece con­
trariar la gratuidad del don divino de lo sobrenatural.
Uno de los capítulos del libro del P. Guerrero es sobre la
doctrina de Teilhard acerca del trato de hombre y mujer como
factor indispensable de madurez. En este punto, tengo la per­
suasión
-¡ ojalá equivocada!- de que Teilhard fue víctima de
la lógica inflexible de su sistema.
Si el Mundo es evolución, es cosmogénesis; si entonces, cual­
quier momento de la evolución contiene en germen y es razón
suficiente del que le sigue ; se comprende que sea una tarea tan
noble como ineludible el procurar desarrollar las virtualidades
implícitas en cada momento de la evolución.
¿ Y por qué hacer una excepción ilógica cuando la materia
ha evolucionado hasta llegar a ser carne humana, carne femeni­
na? La potencia de espiritualización o progreso del Mundo en­
cerrada en el sexo es quizá la más formidable de todas. ¿ Por qué
no explotarla en toda su intensidad? "Por muy fundamental que
sea (sola), la maternidad de la mujer es casi nada en compara­
ción de su fecundidad espiritual. La mujer desarrolla, sensibiliza
y revela a sí mismo al hombre que la ama" (Teilhard de Char­
din,
L'evolutjon de la chasteté (divulgado en multicopista), pá­
gina 6).
"La fecundidad espiritual se yuxtapone cada vez más a
la fecundidad material, hasta justificar, POR SI SOLA (es
Teilhard quien subraya) la unión. Unión para el hijo.
¿ También
para la obra, para la idea?
¿ Por qué no?" (Ibid., pág. 12). Teil­
hard reprocha a las Religiones, especialmente al Cristianismo, su
actitud de inhibición
y de repulsa de lo sexual, esta potencia de
progreso comparable a la del éter, de las mareas, de los vientos
y de la gravitación (pág. 16), o al descubrimiento del fuego por
la humanidad (Ib.).
Tal actitud de las Religiones la encuentra, sin embargo, Teil­
hard justificada en el caso en que el don completo del cuerpo,
fuera del matrimonio, produjera un cortocircuito que hiciera de­
rivar la energía sexual no al progreso, sino_
al estancamiento o
retroceso de la humanidad: caso que estima será
el ordinario.
Pero no niega la posibilidad de que la mutua total entrega ex­
tramatrimonial sea a veces un factor eficaz de progreso y esté,
por tanto, justificada. Tal es, según Teilhard, el caso de "mu-
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chas genios verdaderamente creadores" (pág. 12), quienes "de
estas fuentes llamadas impuras" (Ib.)
"han hecho aparecer so­bre
la Tierra grandes verdades
y grandes bellezas" (pág. 14).
No sé si el P. Guerrero estará de acuerdo conmigo. Pero me
parece ver expresada con toda claridad en esta Evolució,. de la castidad, de Teilhard de Chardin, la tolerancia teórica y aun a veces práctica de la libre unión sexual, con tal de que sea un
factor de progreso. Es claro que no sólo las Religiones, sino
también el buen sentido moral humano han considerado siempre
y seguirán, sin duda, considerando inadmisible tal doctrina.
Terminamos recomendando calurosamente este magnífico libro
del P. Guerrero. Lo leerán con gran fruto toda clase de perso­
nas, aun las de cultura mediana: la claridad de la exposición se
lo hará asequible.
Es muy de suponer que para muchos jovencitos, aun eclesiás­
ticos, religiosos y religiosas, la lectura de este libro será de un
impacto tremendo. "Es que me derriba usted un ídolo", decía un · seminarista a un profesor que le hablaba en términos parecidos
a los del P. Guerrero. Pero
el derribar ídolos creo es tarea me­ritoria para el autor y liberadora para los lectores.
MAR'l'ÍN PRIETO, S. l.
Michele Federico Sciacca: "LA IGLESIA
Y
LA CIVILJZACION MODERNA"
(*)
"No hay obstáculos para el pensamiento humano, ni barre­
ras que no puedan saltarse, cuando uno camina
y discurre soste­nido por la fe en la verdad de Cristo."
Así se interpreta
la lámina con que el pintor florentino Conti
ilustra el frontis de este nuevo libro del doctor Sciacca acerca
de la Iglesia y la civilización moderna. Un
libro donde

la más
ardua problemática actual sobre temas que rozan o caen de lleno
en el hemisferio espiritual y religioso del hombre es afrontada
con la mayor valentía y claridad, sometiéndola a un análisis ri­
guroso, para dar luego orientaciones firmes y equilibradas que
están por encima de todo extremismo superficial y confuso, ora venga de la "derecha", ora de la
"izquierda", y también de todo
conformismo interesado
y parasitario.
No es un libro nacido bajo el signo de una unidad preesta-
(*) "Chiesa e civiltá moderia". Marzorati, Editare. Milán, 1969.
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