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Dietrich von Hildebrand, El Caballo de Troya en la Ciudad de Dios

INFORMACI0N BIBLIOGRAFICA
Dietrwh Von Hildebrand: "EL CABALLO DE TROYA EN
LA
CUIDAD DE
DIOS"
(*)
Con el título El Calxdllo de Troya en la Ciwdad de Dios, har­
to

expresivo y sugeridor, se ha publicado en
Espafia nna

obra
del filósofo Dietrich Von Hildebrand. Los peligrosos
fermentos
de secularización que amenazan destruir radicalmente la Iglesia
de Cristo, si ello fuera posible, están hoy dentro del recinto ecle­
sial, viven arropados en su seno y se agitan, a la vez, en pleno
crecimiento y desarrollo. El hecho es tan cierto y evidente que
el propio Pablo VI
ha denunciado ese marcado afán de "auto­
destrucción" y de "autodemolición" que algunos no -se recatan
de demostrar a toda hora y en rada circunstancia· propicia o no
propicia.
Hildebrand comienza su obra
-y es

éste, sin duda, un buen
comienzo--- constatando la existencia de un auténtico "maras­
mo de confusión''. Si las ideas son las que marcan la pauta de
los hechos, no es extraño que estemos viviendo un dramático
naufragio del que, hnmanamente hablando, no sabemos
cómo
salir.

Según Hildebrand, se ha deformado la verdadera natura­
leza del Concilio Vaticano II, por culpa de una "epidemia de
aficionados a la teología. Consciente, unas veces, otras incons­
cientemente, estos teólogos de soplillo, que han invadido, como
una trastornadora epidemia, las editoriales religiosas, son,
a modo
de ministros de Satanás, activistas de iniquidad, que están dan­
do mucho que hacer en estas horas de "tribulación para la Igle­
sia", según rtcientemente ha dicho el Vicario de Cristo.
El Caba1lo de Troya está, pues, dentro de ,la Ciudad de
Dios. Se nos habla,
por ejemplo, de un mundo sincero, cuando
la sinceridad se confunde con el más desgarrado cinismo. Hilde:­
brand analiza este tema candente de la sinceridad con talante
y equilibrio filosóficos, para concluir, tras atinadísimas conSii­
deraciones,

en que
"no cabe
la menor duda de que los católicos
(*) Dietrich Von Hildebrand: El Cáballo de Troya eni la Ciudad de
Dfos. Ediciones Fax, Zuribano, 80. Madrid, 1969.
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progresistas están reromendando a la Iglesia para que las bendi­
ga, apoye y estimule, ciertas actitudes que están caracterizadas.
principalmente, por una fingida sinceridad".
Interesantísimo es el capítulo IV de la obra, en que el ex­
catedrático
de
Filosofía
de la
Universidad de Munich analiza las
reacciones equivocadas de los católicos progresistas. Dice muy
bien Hildebrand que las verdades incompletas no son errores
en sí y deben completarse. Los progresistas, en vez
de completar
verdades, se han ido, en alas de sus ,lucubraciones fantasmagóri­
cas, a los errores. contrarios. A la luz de estas reacciones equi­
vocadas, Hild.ebrand pasa revista a la institución matrimonial,
al problema de la salvación, a
la relación amar a Dios-amar al
prójimo,
al papel de los bienes materiales, al valor del amor
hu­
mano, a la autoridad, a la libertad de conciencia, a la relación
ciencia y depósito de la fe ...
¿ Y qué decir de ese temor a lo sagrado que, al pretender
desacra!lizarlo todo, intenta convertir el misterio religioso en puro
humanismo deshumanizado ? Deda nuestro Ramiro de Maeztu
que "la fraternidad de los hombres sólo puede fundarse en la
paternidad de Dios." Hoy, sin embargo, quiere dársele más
im­
portancia

al sentido.horizontal de la religión (amor al prójimo)
que
al sentido vertical (amor a Dios). Estúpido empeño éste, que
puede segar, para siempre, las fuentes del sacrificio personal en
bien de los demás. Sin Dios, el prójimo no es nuestro hermano:
es, por
·el contrario, como diría
Sartre,
el infierno, al que se
elude por molesto, por un instinto primario de liberación. No
nos es posible imaginar a la Madre Soledad Torres, hoy ya en
los altare·s, fundando su Instituto Religioso de las Siervas de
María, para velar enfermos gratuitamente, por una simple id.ea
filantrópica. J
Para Hildebrand "el falso irenismo está motivado por una
caridad, mal concebida, en servicio de
una unidad carente de
sentido". Sobre este problema ha hablado Pablo VI reiterada­
mente. Y en su primera encíclica, "}:::Cclesiam Suam", recuerda
que el
irenis,mo es una forma de escepticismo respecto a la fuer­
za y al contenido de la palabra de Dios que se quiere predicar,
y
afirma rotundamente
que "el apostolado no puede transigir con
un compromiso ambiguo respecto a los principios de pensamiento
y de acción que deben cualificar nuestra profesión cristiana". Es
decir, si en absurda hipótesis nos encontráramos un
día ante
el
dilema de elegir ineludiblemente entre la caridad y la verdad,
tendríamos que resolvernos por ésta: la propia caridad tiene un
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límite, que es las fronteras de verdad. Y la verdadera caridad,
corno bien dice Hildebrand, exige absolutamente que se dé muer'.
te
aJ error.
En
relación con
los
santos, Hildebrand
hace notar cómo los
católicos progresistas "han perdido el interés ·por los mismos y
que, indudablemente, muestran hacia ellos una hostilidad que
raya en el resentimiento". El. nuevo altruismo naturalista, de
cuño masónico, ha venido a sustituir -el gusto y el atractivo de la
santidad y por la santidad. Y es que el santo es una bofetada con­
tinua en el rostro de ese cristianismo temporalista que se nos
quiere entregar como de buena ley, siendo así que es el antídoto de
la más elemental religación con Dios. Psicológi'camente, nos pare­
ce

acertadísima
la aguda apreciación de Hildebrand: "Todos los
que no muestran interés por la existencia de los santos, todos
los que tratan de excluir lo más posible a los santos de la vida
de la Iglesia, no hacen más que evidenciar que algo anda mal
en sus relaciones con Cristo."
Mientras el progresismo
combate a
los santos, los verdade­
ros miembros del Cuerpo Místico de Cristo saben que la hagio­
grafía es algo muy importante e influyente en 1a ascensión de las
almas a la misma vida sobrenatural. Después de la gracia san­
tificante, nada hay que conquiste tanto como
el buen ejemplo,
gracia actual que opera también por virtud de lo alto. Por eso,
quien lea, con buenas disposiciones interiores, .fas vidas siempre
ejemplares de los santos¡ no se descarriará fácilmente por los
vericuetos de error, primero, y de las infidelidades, después ...
El Concilio Vaticano II, en su Constitución "Lumen
gen­
tiumn, insiste en el culto a los santo~, "cuyos carismas divinos
los hacían recomendables a la piadosa devoción e
imitación de
los fieles" (núm. SO). En la alocución de Pablo VI el día de la ca­ nonización de Santa Maria Soledad Torres Acosta, eu la que el
Papa hiw una brillante apología de la espiritualidad
española,
se nos dice que debemos volver a tomar en nuestras manos las
vidas de los santos, porque
"tenemos aún mucha necesidad de
ello y podemos recabar instrucción y consuelo".
En fin, consta esta · extraordinaria obra de Hildebrand de
cuatro partes, divididas en veintinueve capítulos, un epílogo y
un jugoso apéndice dedicado a Teilhard de Chardin, falso pro­
feta que, con su "teología-ficción", destruye toda la concepción
cristiana de la vida
y barrena los fundamentos del propio Cris­
tianismo. Obra, como decimos, extraordinaria,
de gran calidad
científico-religiosa, merece la pena leerla despacio, acotarla
.. vol-
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verla a leer y meditarla profundamente. No es ciertamente para
espíritus frívolos. Es para
paladares acostumbrados a manjares
sustanciosos. Y podemos asegurar, para dar fin a estas líneas,
que no hay interrogante que se relacione con los problemas canden­
tes que afectan hoy a las más dispares reacciones religiosas, que
no encuentre adecuada contestación en
. las
agudas observaciones
de este gran filósofo y, a la par, maestro de espiritualidad.
GABRIEL DE ARMAS.
Alfonso de Figueroa y Melgar, Duque de Tovar: "HIDALGUIA.
HONOR, HISPANIDAD"
(*)
Es el autor uno de esos hombres, no muy abundantes, por
cierto, preocupados por el adecuado encuadramiento de su per­
sonalidad como titular de honores públicos históricos, heredita­
rios, como
noble de sangre, en la sociedad actual. Noble celo y
valentía que, de entrada, le hace saltarse con hispánico garOO
esa

valla de prejuicios humanos, timideces
y tabús sociológicos
que a tantos veda el mero "hablar de esas cosas". Sin miedo a
la tacha de "snob", proclama:
"Y a los que nos dedicamos a exaltar la idea nobiliaria,
creadora
y constructiva por excelencia, se nos tilda de
"snobs", confundiendo
la teoría de la relatividad con la bu­
tifarra catalana ...
y si esta vividura que con anhelo se intenta
copiar es auténticamente
superior, ¡ viva el esnobismo!. .. El
"sriob" es todo lo contrario del envidioso, y no hay duda
de que una de las
más rastreras

pasiones _es la envidia."
Hombre de notable facilidad de pluma, discípulo y admirador
del desaparecido César González Ruano, afronta en este trabajo
el tema con estilo directo, resuelto y ----en el buen sentido de
la palabra- desenfadado; en "román paladino", a veces arcai­
co y pintoresco,- esm_altado de expresiones castizas y de digre­
siones que contribuyen hábihnente a la amenidad del discurso,
bien que en su transcurso se deslice algún vocablo o locución de
dudosa ortodoxia académica. El libro,
refundición coherente y ordenada de otros traba­
jos
anteriores, consta

de dos partes:
la primera se dedica a fijar
(*) Madrid, 1970, 518 págs.
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