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Penitencia y bienestar a la vista de la concepción integral y el destino verdadero del hombre

PENITENCIA Y BIENESTAR A LA VISTA
DE LA CONCEPCION INTEGRAL Y EL DESTINO
VERDADERO DEL HOMBRE
Con la busca de lo útil, lo cómodo y lo agradable y con la su­
presión

de la disciplina,
de la penitencia, de la· abstinencia,
la
ascética y la lucha moral, se va a caer por el camino del
erotismo y de la desobediencia.
"¡ Esta figura ideal del cristiano como hombre fuerte, está
"todavía adaptada para nuestra época? ; No

es
figura de otros
"tiempos?
La dMda se hace insistente cuando

se
invoca al Core­
"d,io: ¡no
ha aligerado el Concilio la vida cristiana de muchas
"cargas, swperpuesw.s por una concepciJón ascétka, monástka, mie­
"dieval del cristixmismo? ¡No dice el Coneüio que «en wras de
"la santidad es prcrmovido, irncluso en1 la sociedad terrena, uni
"tenor

de
vida más humano»? (Lumen Gentium, n. W). ;No ha
"hecho el Conciho la apologla de la persona y de su libertad?
"el

uso de
la libertad personal, que la madurez del hombre mo­
"derno y la pedago[jk,, m,isma de la Iglesia, no solamente recono­
" cen,

sino
que recomiendan p,:,ra la formación y para /,a consoli­
"dación de la persona humooa, ¿suprime la antigua discip,Zina de
"la penitencia, de la abst-únencia, de la ascética, es decir, de la lu­
"cha moral, para dejar a nuestra generación una espontane;datl
"de O.lCción, que la libera de todo vínculo- normativo no estricta,..
"menle necesario paxra la ordenada convivencia, que la auitorW
"il goz(llf plenamente de todos sus instintos vitales, .y a conceder­
" se, al menos con fines de experiencia y de conocimiento, el gozo
"de aquello que hast/JJ ahora estlJ!/Ja j:,rohibido y considerado pe­
"
camino so? Aplicad estas interrogaciones, a título de ejemplo,
"a dos expresiones de la autojormación moderna: la desoibedien­
Hcfrn, es d'ec1lr, el rechazo de la autarW "más impugnada cuanto más alta, y el erotismo, es decir, !a OJCCP­
"t<>i:io
y, más aún, la búsqueda de las múltiples formas de la se­
,. xuaUdad e.xhibicion1JSta y calificada como naturaleza, como ju­
"ventud, como arte, como betfeza, camo Uberaci&n; y veréis, ,¡,,u.es,
"que estos caminos
conducen

lejos
de la conC'ep'Ción crisf)Í(:;rina de
"la vida, y no consideran a la crup, como polo orientador.
"El resúltado
de esta investigación, a p·rinuzra vista, es ks­
" consolador. Nosotros, hijos de

nuestra
época, siguiendo esté ar-
Fundaci\363n Speiro

"den o desorden de pensamiento,s1 no marchamos p(]tY el buen ca­
"min,o, N osot+ro,s buscamos habitualmente lo que nos es útil, lo
"que nos es cómodo, lo que nos es agradable.
"Tenemos,
a este respecto, irnduso en nuestro campo religioso
"y eclesial., nw,chas exigencias y muchas co,n.cesianes. Queremos
"apu;rtar de nuestro prugramw, de vida la renwncia y el esfuerzo, la
"cruz. Queremos -conocer todo y, desgraciadao-nente, y can tnu'Cha
"frecuencia, pro/J(l)y IOdo.
El mwndo, que, bajo la noble condkión
"de huma:nidad, debemos compadecer y amar todo, ,w nas causa
"miedo cuomdo se

presenta
bajo su aspecto, ,w menos real que a,n,.
"teriormente, de inmoralidad, o de regla téorico-prWCtica p(]JJ"a go­
"zar la ~'ida. No escu,chamos ya la '/JOZ ind;gnada de C rmo, que
"reprende
a este nuestro mundo answso de pl,acer y oopuesto e, la
"vileza moral:«¡ Oh, generación incrédula y p,erversa,, hasta cuándo
"p,ermaneceré con vosotros!, ¿ hasta cuándo os aguantu;ré ?» ( M t.,
"17, 16; 11, 16, etc.)."
PAULO VI : Alocución en la Audiencia Gene­
ral del 25 de febrero de 1970 (texto italiano
en L'Osservatore Ro'J11.(J.ffo del 26 de febrero;
texto en castellano : Ecclesia núm. 1.482, del 7
de marzó).
La sociedad de bienestar y el destino verdadero del hombre.
"Se trata .realmente de una serie de pensami,entos imusitados
"pwra
nuestra generación, que se denom,ína la edad del bienestu;r.
"Será una buena cosa
que reflexionemos sobre est(JJ definición de
"la vida moderno, que parece encerru;r la s/,ntesis de la sabidurin
"pr6Jctica,
y que orienta la filosofía popular y la po,i)it;ca sociai
"de nuestra épaca; el bienestar, es decir, la, satisfacción humana,
"no sola'1'1'1Rnte de todas sus necesidades fundamentales, sirno am,...
"plia;da con aquellos desah,ogas, aquell'as comodidades, aquel/aJs
"dimersiones, aquellos mtrefJefflMiientos, aquellos pkzceres
que

de­
"
sear/oln lul,cer feliz l(JJ vida. Esta

parece
la conceptión ide<>! de la
"cwilizaci,ón,
éste

el
objetivo del progreso, éste

el fin
al que todo,s
"aspiran,os: el /Jienestar,
la

felicidad presente; un estado del cual
"estén
ausentes la P'obreza, el dol "renuncia, la abnegación y, fino,lm,ente, la penitencia. Estar bien,
"disponer de recwrsos, ser

libres,
gozar la vida, ... , he OJ(fl,Ú lo que
"amara mms que nunca todos buscan, y en medida creciente todos
"obt;enen. ¿Cómo, entonces, la Iglesia viene amara a hab/,airno~
,, de p·enitenc"iar
"El cuadro se ha,ce CMnplio, y la escena interesante. Habrá que
"meditar, ante todo, para ooculpar
a la iglesia y a Cristo mismo
"de /,a acusación de hacer triste nuestra existencia,, y de hacer que
"le falte lo que necesita, incluso ha.riendo radicar en la necesldad
Fundaci\363n Speiro

"humana todo sano progreso. La Iglesóa no solamente no se opon­
"drá al bieneslwr legítimo y moderno, si.no que lo f=recerá. Sin
"embargo, ella trOiicwnr»ria,
su misi.ón, que está dirigida al veráa,.
"dero
bien

del hombre,
si. lo

dejase
en la ilitsi.ón de que

el
bien­"estar basta p,ara hacerlo feliz, y que la felicidad, aun cuando sea "asequible, del bienestar es suf-iciente para el

destino,
al cual eslá
"orienM!a la vida del homl>re, y que ésta no implica otras exi,.
"gencias distintas
de las que puede satisfater

el
bienestar cultural
"y eco.,ómico moderno. No

os
daremos l "sería demasi.ado fácil
y lmrga: todos sabemos que el hedonismo
"conduce al hombre a encerrarse dentro de sus propios limites, "a no superarse, como debe ser su destino más raáica:l, y, por "ello, a autn!{1ntar, sin fin, sus deseos, a satisfacerlos incluso en
"nivele'S gradualmente inferiores a su propia esta:tura r{f¡cional,
"fundada sobre
la misteriosa trasc€!ndencia religiosa/ a, bUScar su
"insaciable consecución en las pa:sio-nes degrada:n,tes, en la pérdida "de
los fines
superiores, en el vicio y en la angusllio,.
"La Iglesia no renunJcia a recordar al hombre, que se "busca
"solmmente a sí mismo, su en,gaño, su bajeza, su necesidad de fru­"rifkación y de elevación. Este es el prim,er capU,do de la peni­
"tencia:
el despertar de la conciencia: como se lee en la Jm,rábola "del hijo pródigo; in se reversus, vuelvo en sí (Luc., 15, 17). "Después mene el de las opdones: el hombre es un ser muy com­
"p,Jicado; no pweáe e:x-plicarse
sin escoger un plan lil>re y ló-.lJk-o "al mismo tiempo, el

de la razón, el de
la verdad. Y esto supone
"a,bnega,ción
y esfuerzo; el abstiene y sustine de la sab.durl.a es­"t01Jca: es necesarrio un dominio de st una jerarrqufa de valores,
"unll modernización d!e algunos actos y una pr01noción de otros,
"es decir, es necesario se,quir uin designio, uma ley, un made'lo de "homl>re verdadero y comp,/e/o, que sabemos es Cristo, el verda,.
"dero
Hijo del hombre, el cual, en su inmenso afl!lclo por el hom­,,."bre y en su inm,enso mrnor, nos dirá dos cosas: que en el h01'Yli/yre
"existe wn desorden mortal, el pecado, y que solmmente Él, Cristo,
"es c"pa.z de repd1rarlo. Y entonces la lógica del hombre, enterado "de

este
indiscutible diagnóstico, se colücctrá en una acútud ca­
"racterizada por un análogo sentimiento doble de intrínseco dofor
"y de supli!canle amor. Todo

esto es
la pemtencia.
"Comprendemos por qué elC(l¡ entra. necesariamente en la p'Si­
"cologl.a, en la conciencia, en la 1ierdad del hombre; y cuanto en
"mejor disposición
está pmra comprender el drama que le PAULO VI: Alocución en la Audiencia gene­ral del 11 de febrero de 1970 (texto italiano
en V Os.servato-re Romano del 12 de febrero;
texto en castellano:
Ecclesia núm. 1.480, del 21
de febrero).
Fundaci\363n Speiro

La mentalidad humanística y edonístioa de ·nuestra época li­
mita la visión del hombre y no le hace más feliz sino más
insaciable. Valor de la renuncia cristiana
y del sacrificio.
"Uno de los
mspectos menos carnprendidos, diriamos mejorr,.
''menos simP'áiicois,
de

la
vida cristiana para nosotros, hombres
"modernos, es fa, renuncia. Nos sentimos tan estim:ulados por kJ
"va!Yiedad, la cantidad, la disponibilidad de las conq,ústas hoy
"axJquiridas para
la comodwad de lo vida,, para la riqueza de sus
"experienciaJs, para
su plenitud y

su
felü:mad, que nos pa,-ece ab­
,, swrdo renunciar
a. ailgo, esp,ec-i.almenl'e si "la renuncia concierne
"a1la
formación, a la educación, a la cultura, a& bienestar del hom­
"bre.
Frecuentemente

nosotros
calibrarnos nuestra
inserción en
"el tiempo y en el mundo p,or nuestra capacidad de gustar, de co­
"nocer, de po,seer lo que el /ie,n,po y el mundo M'S ofrecen,
"A esta exhibición exterior responde

una
wvidez de ver y po"
"seer

todo, de
go:zar y e.zp,erinienta1· todo. El pro'{JYCSo 1que nos -ro­
" dea encuentra al homb,-e prepaerado a aprO'IJecharse de él, porque
"se considera formado, porqu,e se

sienie libre
y porcrue tiene el con­
''vencimieñ.to de que
la vida es así; su perfección, su ideal, es la, am,..
"pUtud
de las relaciones entre

los
bienes de ta cwi/iz())Ción y el esp/;.
"ritu humano. Aunque
esta relación se

reduzca
prá,cticarmen.te a los
"Um.ites
de la..s p,osi,lJ.il~d)aides concretas, ya sean económicas o soria­
"les, cada uno se siente .inclinado a concebir la propia e.zperiencia en
"términos de éxito, de riqueza,

de comodidad, de
placer, Se quie­
" re gozar lo, vida, wunqu1e sea med'an/e un programa, de dignidad
"y

de honestidad;
gozar, al menos dentro

de los límites de
lapa­
"sibi!;dad
y ,Je la decencia, P'ero lo máximo posible. Limitarla,
"jmnás. . ,
"Esta es, según nos pMece,
la mentalidad hunianística y hedo­
"nística,
hoy tan difundida, Ella penetra, y frecuente,n,ente con
"'11.mves auténticas, fflcluso en la concepción cri.stimna de la vida
,,contemp,O'Yánea: ¿N_o es, acaso, el crístiawismo -se dice-la
''forma mejor de n-uestra existenci,a,? ¿No tiende él, acaso, a re­
"
so/wer todos los

problemas
que hacen injustas e infelices sus
''condiciones? ¿No quiere consolaw todo sufrimiento y sattjacer
"toda inquietud?.¿
Y hay, axlemás, no

nos educa a
mirar con SÍYm­
,, p·atfu las· cosas de esta tierra, qu.e la ciencia, la técnica y la or­
" gam.izat:ión ci'IJÜ han hecho tan ftcunda, tan pródiga de dones uti­
"lísimos, bel'M,simos, interesantísimos? También el cristia.rno se re­
"clina con gusto sob.-e el peligroso cojín

de
las comodidades pro-
1' curadas por la cimlización.
. pensanws, que una semejante
"mentalidad puede envilecer al hcnnbre en vez de engramdecerrla. 11Ella limita su visión preferentem,ente al cannp·o exterior, al rei­
"no de los sentidos, CDl hombre instintivo, al ideal burg,ués o se­
"diento
de go-ces, mi, coirazón nwzquino y egoísta. No decimios qwe
"ella no hace al homb,-e fe!iz, sino más bien insaciable e inclinado
"hacia la ilusión, o hacia el pesiniismo. San los frensOOares, los
Fundaci\363n Speiro

"literatos, los artistas, los que hoy nos lo dicen. Nos lo sabiamos,
"acaso
sin reflexionar demasuuio; Jesús

nos
había advertido.: «La "vida del

hombre no depende de
la abunda;ncia de los menes que
"posee»

(Le., 12, 15).
,
"No
se

puede
p'()Seer y go::ar todo. La selección se /,m,pone. J, «El reino de los cielos -dU:e el Señor-es semeja:nte a un nier'­
,, cader que busca piedras preciosas; y si encu,entra una pi,edra
"de [Jran precio, va, vende
todo lo que posee y la compra» (Mt., 13,
"45-46). Este concepto de
/,a elección, que incluye el de la .re­"nuncia, ·se ·encuentra varias veces en el Evan'gelio: «Nad'De. pu·e­
"de servir a dos señores ... » (Mi., 6, 24); «Entrad P'Or la puMta -" estrecha, P'orque (l,,rn,plia es la pu,erta y espacioso el camino. que
"conduce a la perdición ... » (Mt., 7, 13). Este proble-de la elec­n C'Dón domina· la orientación de la-vid(IJ cristiana1 :desde sus co­
"'11Uenzos, es-decir,
desde·

el
b{l¡Utismo, a cuya celebración son pus­"-tas,-como condición, algunas renuncíis fundamentcdes; recordáis:
"¿renuncias a Satarnéi:st, ¿renunCias a sus obras y a sus vanida­ntles?, etc.·
"Parque debemos recordar que no todo está bien.
JI • Es necesarfo imponerse renuncias, aceptair
''una
disciplina,

escoger
una nor11ia ·p(Jl'f'a ser fuerte, para ser fieles, ,_,PW"a ser cristianos.

La
cruz tnarca -nuQstra vidm. Debemos com ...
"prender que la abnegación cr:stiana, ciertamente, nos prÍflfa, de
"muchas, cosas, pone límites a nuestra experiencia de cosas peli­,, grosa' "y de costumbres; p•ero nos hace p1ers01Ul!S ver "y vimas y transforma en virtud nuestra debilidad ( cfr. JI Cor., 6,
"9, 12,
10).
.
"La renuncia cristiano no
es arbitraria y fatigosa y O!hora ya ''disciplina ascé_tica.y monástica si1,per(J)da; es un estilo auténtico "de vida cristia'na; en primer l-u,gar, parque implka una clasifi­
,,cGJCio"'n_general de ·sus bienes; en segundo luigar, pqrque estimula
"a la opción de la «parte mejor» (Le., 10, 42); en lercer lugar,
"p,orque
acostumbra al hombre al dominio de sí mismo; y, final­
,,mente, p-_arque i.nstoofa aquella misteriosa economfa de la ex­" piación, qwe nos hoce partícipes de la redención de Cristo: una
"palabra, que,
en

el
lenguaje corriente, se refiere a la renuncia,
"nos
lo recuMda; la palabra «sacrif!cio», que por sí nos lleva
"a un acto misterioso y supremo de la religión, pero que, ahora,
"en /.a seña,/
de o,quel/.a Cruz.. que mortifica y vivifica al mÁ,sm.o "tiempo, quiere indicar justamente un acto generoso y valiente,
,, una renunéia alegre y voluntaria, realizada con fflitención "SUPe­
,, r-ior
de bien y de arm.or."
PAULO VI~ Alocución en la Audiencia gene­ral. del _11 de ~arzo (texto italiano en L'Os­
servatore Romano de 12 de marzo de 1970, tex­
to castellano: Ecclesia, número 1.484, del 21 y 28 de Marzo).
Fundaci\363n Speiro

La penitencia y la concepción integral del hombre.
"La achtuá penilencial, que es condición previa para la, pwti,.
"cip,ación en
el «Remo de

los
cielos» (Mat., 3,

2),
y que se ll00ta
"«metanoia, conversión», es decir, un cambio profundo y op,eroote
"de pensami.ento-s, de sentinúentos, de conducta que obliga a una
"cierta
renuncia a


mismo, y que va un1da tooto al a;jYre"nd-izaje
"como a /,a observancia de la norma cristiana; esta actitud mean­
"seja renuncias, a: veces muy graroes, como los votos religw,soiS;
"infunde en d fiel con un gram disgusto, aunque sak,d,al,le, el sen­
"tido del P'eca,do; exige la mgürPtZ,cia sobre peligros y tentacwnes
"qu1e acechan contin,u.a;m.ente a nuestra 1JIWia; señuil "hombre la vía estrecha, única que conwuce a la sabvación ( cfr. Ma­
"teo, 7, 13-14); pide una imitación de
Cr;sto, nada f&il, y nos
"empuja hasta el amor de su cruz y a aiguna participaci6n en su
"sa:crificio. La vida cristiana esti,na en mucho la ah-negación, la
"mortificación,

la
penitencia. (Cfr., por ejemplo,
la
severidad exir
"gida
al

hombre contra aquello que en el
hombre mismo puede
"ser

fuente de
pecado; Mat.,

5, 29-30; 18-8).
"No debe ser
imposible, ni siquiera difícil, al hombre moderno
"comprender

esta necesidad. El
deportista, por ejemplo, ofrece
"a

San
Pablo un argumento, que, desde el cam,po, físico, paso al
"espiritua,J
y que de ahí puede derivar al C/J/m,Po práctico de /.a
"vida cotoona: «Todos los atleta~ se imponen una rigu7'osa abs­
"tinencia ... » (I Cor. 9, 24-27). Las cosru fuertes, las cosas gran­
"des, las wsas b~llas, las cosru perfectas, son difíciles y exigen
iiuna renwncia, un esfuerza~ un compromiso, una paciencia~ un
"sacrificio. La p,enitencia cristiana está al servicio del hombre
"nuevo y P'erfecto. Es funciona/. No es fin de si misma; .no es
"una dis-minucián dei hom'7re~· es un ·mrte pa,ra restatun:tr en él su
"primigenia fisonomía,, aquella que refleja la imagen de Dios,
"como Dws había
concebido al hombre al crearlo (Gen. 1, 26-'27)
"y para imp~imir en el rostro humano, después de la aflicci6n de
"la
penitencia, el esplendor pascual de Cristo resucitado. Este e,
"nuestro humarnismo.
"Parece una para,Io,ja. Pero la penitencia supera, la grotesca
"deformación
de

la
be'lleza humana buscada en la «doble vital»;
"cura las heridas y seca las lágrimas que el dolor ha hecho brotar
"en
el

rostro
del hombre; dev-welme a

nuestra
vida la seguridad que
"ella más necesita y que más ansia, la de la perfeccwn en la .,._
''nwrtaJidad.''
PAULO VI: Alocución en la Audiencia gene­
ral del 24 de julio en
Castel&"andolfo (texto
italiano

en
L'Osservatore Romano del 25 de
julio de 1968; texto en castellano:. Ecclesia nú­
mero 1.402, sábado 10 de agosto de 1968).
Fundaci\363n Speiro