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Revolución o conversión

REVOLUCION O CONVERSION (*)
POR
GusTAVE THIBON.
Es bien conocido el texto célebre de Péguy sobre la degra­
dación de la mística en política. Creo que la primera degrada­
ción, la que está en el origen de todas estas caídas de ideales de
que nuestro siglo es escenario, se encuentra en el hecho de que
las energías religiosas del hombre moderno se despliegan, no ya
al nivel de 'las relaciones interiores con la divinidad, sino en el
terreno de la lucha política. La revolución ocupa el pt¡esto de la
revelación : el hombre nuevo surgirá, como Venus del océano
furioso, del hacer
y deshacer de :las estructuras sociales; el cielo
descenderá sobre la tierra, el porvenir alcanzará las promesas que
nuestros mayores,
"a1ienad0s" y

ciegos, situaban en la eternidad.
* * *
Insisto en este punto : se trata de una mística política revo.Zu­
cionwria. Existía entre los antiguos una religión --e incluso una
(*) Dada su gran actualidad e importancia hemos considerado de mu­
cho interés para nuestros lectores la publicación
en castellano del trabajo
aparecido
en el número 141 de Itinerair:es, correspondiente a marzo de este
afio, de nuestro amigo Gustave Thibon. No es preciso hacer su .presenta­
ción, dada su personalidad, de todos conocida ; pero sí querernos recor­
dar que en castllano tiene traducidos sus
~ibros Dial!]nósticos de fisiología
social
(Ecl. Nacionail), El pan de

cada
día, y El amor humano 0(01. Patrnos).
VE;R.BO le

ha publicado hasta la
fecha: números 42-43, págs. 165 y si­
guientes: ·"La información contra la cu:tura" ~ núm. 60, págs. 727 y siguien­
tes: "Realidad social y
espejismo colectivista"; núm. 64, págs. 261 y si­
guientes: "Prólogo al libro de Rafael Gambra El silencio de Dios", y
números
81-82., pág. 43 y si.gs.: "Los valores permanentes de la cultura".
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GUST AVE THIBON
idolatría- de la Ciudad temporal. Pero era una mística conser­
wdara. No propugnaba la construcción de una saciedad ideal:
ayudaba más
.bien a
los ciudadanos a soportar las imperfecciones
de la sociedad existente y condenaba como atentado a los dioses
todo intento de subversión del orden establecido. La situación se
ha invertido por completo: hoy los políticos conservadores
-y
es ésta su mayor debilidad-no se apoyan en ninguna mfstka:
a lo sumo ofrecen en su lugar los mitos inconsistentes del consu­
mo, de la seguridad. del. bienestar, y de una libertad expresada en
facilidades y en dispersión.
En cuanto a la degeneración de esta pseudo-mística revolucio­
naria en política ( en el sentido peyorativo que Péguy otorga a esta
palabra) no es ni un accidente ni una traición, sino la consecuen­
cia inevitable de un proceso establecido por la revolución. Primer
tiempo : la subversión responde al sueño imposible de una sociedad
perfecta, y es de esta mística de donde toma la fuerza de trastocar
la
sociedad existente. Segundo tiempo: consumada esta dislocación ( es
la fase más sencilla, puesto que nuestro poder de destrucción es prác­
ticamente ilimitado), la mística en ebullición deriva en política
fría, ante todo por su voluntad de p<>der ( que se manifiesta pri­
mero bajo forma de rebelión para el logro del
poder, más
tar­
de bajo la de tirarúa en el ejercido de ese mismo poder); después
por verse constreñida por las duras nec.e;idades y las opciones
crueles que impone la admirústración de la sociedad real. El ena­
morado se e~briaga con las promesas que brotan de la mirada de
Beatriz;
el marido

se
acomoda mal

que bien a los humores de
Xantipa,
Esto
se llama vulgarmente "echar agua al vino". El agua de la
obligatoriedad y del
conformismo en

el vino de
la libertad y de la
"contestación". ·E1 agua de la necesidad en el vino del sueño. Bas­
ta poco tiempo para que la mezcla se parezca a ese agua rojiza que
se da a los
rúños. ¿Y
acaso están los pueblos suficientemente ma­
duros para merecer otra cosa? Al fin de cuentas se prescinde in­
cluso del vino: cualquier colorante químico basta, a condición de
dar a·, .. Jas -multitudes· la ilusión de que la revolución continúa, que
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REVOLUCION O CONVERSION
el primitivo ideal no ha sido traicionado. Despnés de la mística, y para salvar su a:pariencia, la mistificación ...
¿ Queréis medir la distancia entre el punto de partida y el tér­
mino? Releed las páginas de Lenin sobre la desaparición del Es­
tado, consecuencia necesaria de la revolución socia1ista, y recordad lo pasado en Checoeslovaquia cuando la entrada de los carros so­
viéticos
se disfrazaba con el pretexto de salvar al socialismo.
Reconozcámoslo :_ a pesar de las grietas que comienzan a pre­
sentarse en ciertos países del Este,
la mistificación idealista fun­
ciona todavía bastante bien. Tan bien como el Estado totalitario,
del que es
el más sólido fundamento. De hecho, ¿ qué ha aportado el socialismo (me refiero al socialismo-religión y no al socialismo económico tipo Suecia) a los hombres en los países donde ha triun­ fado?
¿ Mayor bienestar material? El nivel de vida de las masas es en ellos inferior al de los países capitalistas. ¿ Mayor libertad
y
dignidad humanas? Ved qué queda de
ello entre Praga y
Pekín ...
* * *
El mito revolucionario -siempre afirmado en teoría y negado en la práctica- no sufre, sin embargo, demasiado con estas refu­taciones de 1a experiencia. ¿ Por qué? Precisamente porque es un
mito religioso: porque reposa sobre una fe
y propone un abso­luto. El nivel de vida, la libertad, la dignidad no pesan ante esta pretensión sin límites. Oía yo recientemente las protestas de
M. Guy Mollet contra la intervención rusa en Checoeslovaquia.
No hay
-afirmaba-verdadero
socialismo sin libertad.
j Enten­
dámonos! M. Guy Molle! es un político a la vez -sin duda­
que un idealista;
pero no

es un hombre de fe. Los verdaderos
cre­yentes, ,en su inmensa mayoría, son exclusivistas, intolerantes, fa-­
náticos; no se ocupan de la libertad de los incrédulos; se creen con el derecho y el deber de salvar a los hombres contra su mismo
voluntad. Los Credos no admiten discusión ... Un solo ejemplo:
el de la libertad de opini6n. Existen, en un
buen número de países IIamados capitalistas, partidos comunistas
cuya existencia y derecho a la propaganda y reclutamiento están
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oficiahnente reconocidos. ¿ Concebiríamos la más modesta posibili­
dad de implantar un partido capitalista -incluso un partido socia­lista disidente-- en
cualquier país
del Este? Sería inconcebible :
sería reconocer al error los mismos derechos que a la verdad, se­
gún la bella exipresión por la cual la Iglesia Católica condenaba
antaño al liberalismo. Hoy las Iglesias se han hecho
,liberales --en
proporción
de

la fe
y la disciplina que han perdido-. El Pastor
Boegner, hablando recientemente en una alta cátedra del protes­
tantismo ( en un lugar donde se venera
el recuerdo de ilas víctimas
del
Edicto de

Nantes), decía en resumen (cito de memoria) que lo
esencial no estaba en ser católico o protestante, sino el vivir a
fondo la fe cristiana. lJna pregunta surge, sin emOO..rgo, ,en segui­
da : ¿ cuántos católicos y protestantes serían hoy capaces de mo­
rir por esta fe cristiana? ¿ Y qué queda de su Dios, así "desmitifi­
cado" y "despolitizado"?
* * *
Es preciso r,econocerlo: una cierta forma de libertad --de esta
libertad con la que el hombre occidental no sabe literalmente qué
hacer porque no está sostenida por un cuadro de valores ni orlen­
toda hacia un fin-es una planta frágil que no crece más que en el
terreno deslizante de la decadencia y del escepticismo.
A pesar de sus recaídas en nacionalismo y en aburguesamiento,
la fe revolucionaria ha sustituido en las mentes a la fe religiosa.
Ofrece a los hombres un ersaJtz de la trascendencia y del misterio
--esos alimentos divinos que las religiones reveladas están trans­
formando progresivamente en chicle humanitario.
La mística re­
volucionaria no es humanitaria:
el fin de la revolución no está
ni en las reformas sociales, ni en el bienestar, ni en la libertad:
está -<:orno el fin de Dios está en Dios--en la propia revolu­
ción.
Oigamos a

Stalin: "Para
el reformista, la reforma es todo.
Para el revolucionario, a la inversa, lo esencial es el trabajo revo­
lucionario y no la reforma. Para él, la reforma no es sino el produ­
to accesorio de 1a· revolución ... " Y a Liu 11chao Tchi: "El obje-­
tivo de
la reforma agraria no estriba en repartir tierras a los cam-
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REVOLUCION O CONVBRSION
pesinos pobres ni en aliviar su miseria: es ése un ideal de filán­
tropos, no de marxistas. El reparto de tierras y bienes puede apro-­
vechar

a los campesinos, pero no es éste el objetivo
perseguido-.
El

objetivo ... es la liberación de las fuerzas revolucionarias del
país ... "
¿ Para qué fin? Esto no se dice : toda mística se envuelve de
una

ignorancia
sagrada. Los
caminos de la revolución _son
irnpe­
netrables

como lo eran en otro tiempo los caminos de
Dios. Y
su
fin se pierde en las tinieblas de un absoluto ante el cual
·el hombre
y su felicidad no cuentan para nada. En otras palabras: no está
la revolución al servicio del hombre, sino el hombre al servicio de
· 1a revolución.

Y
la revolución no puede ser permanente más que
en la medida en que su objetivo se mantenga indeterminado e in­
accesible. "Nosotros no .sabemos adónde
marcharnos, .pero

mar­
chamos ciertamente"
-esta frase de un jefe socialista de otro
tiempo se ha citado como ejemplo de comicidad electoral-. Pero
otro místico muy poco filántropo, Napoleón
-"esta. síntesis de lo
inhumano
y de lo sobrehumano", según Nietzsche---- no decía
cosa

distinta: "Nunca se va tan lejos
como cuando
no se sabe
adónde se va." Y los estudiantes de Mayo que se negaban terca­
mente a definir el
objeto de

sus reivindicaciones nadaban en la
mi·sma "niebla

del desconocimiento". Al ,prescindir de la gracia
y de 1a sa.lvación, estarnos en plena teología negativa. La trascen­
dencia divina permanece,
con la

sola diferencia de que ha caído
del cielo a
la tierra, que ha descendido de lo eterno, para incorpo­
rarse
al porvenir. El absoluto, rechazado en su origen e irrealiza­
ble en
el tiempo, no tiene otro refugio: la Ciudad futura, por defi­
nición,

no será jamás la Ciudad
presente:
El

desprecio
y la destrucción del hombre son la consecuencia
normal de
-este mesianismo temporal.

Se
ha divinizado el porve­
nir: los griegos nos precedieron forjando el mito de Cronos, pero
nos advirtieron

que es un Dios
qué devora

a sus hijos.
* * *
¿ Dónde está entonces el camino de salvación para aquel que de-
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GUST AVE THIBON
sea permanecer fiel a la sabiduría humana y a la esperanza cristia­
na, a las -leyes de Dios creador
y a la llamada de Dios salvador?
Por nuestra parte,. nos oponemos igualmente al materiaEsmD
de la sociedad de consumo y a la falsa mística de la revolución.
Porque el
primero nos

proporciona bienes tangibles, pero bienes
cuya posesión lleva en seguida a la saciedad
y al hastío; y la se­
gunda nos propone un ideal irrealizable
y destructor. De un lado,
promesas que mueren en cuanto-se realizan; del otro, el espe·
jismo de lo imposible.
Contemplando lo que los conservadores desean salvar ( el bien­
estar,
el confort, la tranquilidad exterior para que nada perturbe
la licuefacción interior, el cultivo intensivo de
falsas nec,esidades
agotando el terreno de las verdaderas; en resumen, la fiebre del
tener injertada sobre la anemia del ser, y esta apariencia de li­
bertad que da a la veleta el impulso de los mil vientos que la agi­
tan); contemplando todo est~, se siente uno revolucionario.
Pero si se piensa en lo que la revolución puede destruir (to­
dos lo·s tesoros del pasado, los jalones de lo ,eterno en el tiempo
mezclados
Con los
falsos valores del presente
y arrojados indiscri­
minadamente a
la basura -liquidación simultánea de lo mejor y
de lo.peor, como, por .ejemplo, en la revolución china-), entonces
vuelve uno a sentirse conservador.
Estos dos callejones sin salida nos devuelven sin remedio al
camino superior que domina "la perfección de los contrarios".
Un prelado inteligente y piadoso ----y valeroso además (me abs­
tengo de nombrarlo por no señalarlo a la atención pública, a la que irritan las
excepciones)-me
decía recientemente que la Igle­
sia Católica no podrá permanecer fiel a
su vocación

divina más
que aceptando el riesgo de hacerse minoritaria. Es decir, reagru­
pando en tomo a ella
la minoría de aqueilos que se resisten a re­
buznar con los burros
y a aullar con los lobos. Los asnos ingieren
los pastos abundantes, pero saturados de engordantes químicos,
de la sociedad de consumo; y los lobos corren tras el carro de la
revolución, formado por sus sueños, y que posee para ellos la
prioridad irreductible del sueño sobre lo real. Rebuzno y aullido
fa1tos, por lo demás, de espontaneidad tanto uno como otro: son
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REVOLUCION O CONVERSION
ecos -----{) más bien voces de muñecos parlantes cuyo mecanismo
hacen funcionar los técnicos de la opinión.
¿ De qué se trata, en fin? Ante todo, para cada uno de nos­
otros, de salvar su alma. De edificar en sí un campo limitado
donde el hombre esté solo ante Dios, o Dios esté solo con el hom­
bre.
Lo que implica -al menos en este bastión interior- la rup­
tura con el mundo, a imitación de Cristo, que se proclamó extra­
ño al mundo: "Yo no soy del mundo." Pero ¿no dijo también
"Yo he vencido al mundo"? Estas dos afirmaciones no se con­
tradicen, porque la segunda debe interpreta_rse no en
el senti­
do de una batalla librada con armas iguales y sobre el mis­
mo plano, sino en el de una mutación interior que nos hace in­
sensibles a las influencias del mundo e invulnerables a sus ata­
ques. Liquefacta est anima mea. Haceos líquido, y el mundo, cuya
dominación

se apoya en la espada o en instrumentos de dominio
más sutiles como la opinión, la moda: la "mueca" de Pascal,
nada podrá contra vosotros ni sobre vosotros: asestará --como
· se
dice-
"golpes de espada en el agua".
* * *
¿ Es preciso, pues, huir para salvarse? Hasta aquí los con­
templativos y los
místicos. no
habrían tenido escrúpulo de contes­
tar afirmativamente: ellos mismos renunciaban al mundo para salvar su alma. Hoy, cuando los ídolos del siglo alcanzan un gra­
do de irrealidad cercana a la nada, cuando el pecado mismo
----esa
planta

basta
y ,espinosa que brotaba antes espontáneamente en el
campo corrumpido de los apetitos
naturales--se
cultiva corno
champiñón bajo las bóvedas oscuras de un inconsciente telediri­
gido, se nos predica exactamente lo contrario: esto es, la apertura
al mundo, el compromiso con lo temporal. Y evitar el contagio
del mundo aparece como un reflejo de abandono, de deserción.
"La Iglesia en marcha en un Mundo ·que marcha." ¡ Si bastase
con marchar!
La palabra significa ir hacia adelante. Pero quiere
también decir ( en
francé~) dejarse
engañar ...
Et cristiano, sin embargo, vive en el mundo. En un mundo
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GUSTAVE TliIBON
hecho por Dios -y que el hombre rehace por su genio y dehace
por

su
peca.do.___, Su

aislamiento sólo puede ser relativo. Incluso
el monje contemplativo tiene necesidad de un mínimo de conviven­
cia social para que nazca
y se desarrolle su vocación. Los autores
místicos han comparado la vida terrena con un lugar de exilio,
con un camino o "una noche que
pasar en
un mal refugio" (Santa
Teresa). E-s preciso, con todo, que el exilio sea habitable, el camino
practicable
y que el refugio no sea un antro de asesinos y de en­
veneradores.
Por eso se impone un segundo deber: acondicionar la Ciudad
terrena en función
del destino eterno del hombre; ofrecer a la
semilla divina un terreno de costumbres y de instituciones donde
pueda germinar. Tarea difícil e incierta que requiere tanta firmeza
en
los fines como
flexibilidad en
la elección de medios,
y de la que
no deben ignorarse ni la ambigüedad ni los riesgos. Esta tarea
puede exigir concesiones a los poderes
y a los ídolos del siglo..
Concesiones

que no deben convertirse en bendiciones. Es difícil
componer con

el mundo sin dejarse decomponer por el mundo.
Es .preciso, ante

todo, reconstruir los embriones de la sociedad
en cuyo seno puedan
los individuos

anudar relaciones libres
y
fraternales. Lo que implica, en la cumbre, un ideal común, y en
la
base, un

retorno a la naturaleza, a las necesidades elementales,
una negativa a las facilidades, a las falsas apariencias y a todos los
sueños de evasión que pueblan el soñar de los prisioneros; en una
palabra:

una ascesis orientada por una
mística: la
estrecha senda
que desemboca en el país sin fronteras. Desconcentrar, descolectivizar
~iba a

decir
desmineralizarr)
porque vivimos bajo el signo y bajo el reino de la mecánica­
lo que nos queda de civilización. Las reformas no bastan ya, un
rehaoer se impone. "Antes
de-hablar

de justicia social, rehaced
una sociedad", exclamaba Bernanos. Porque la sociedad actual
·destila la injusticia, como la úlcera la purulencia. Y, lo
mismo
si

es conservadora como si es revolucionaria,
la sociedad de con­
sumo vive y prospera sobre los reflejos anónimos del hombre-masa,
y la revolución misma se presenta bajo .la bandera de la voluntad
y la rebelión de las masas. De estas masas, nosotros no sola-
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REVOLUCION O CONVER.SION
mente recusamos el testimonio ("el gusto de la multitud es el sín­
toma de lo peor", decía Séneca. sino que nuestro designio serb
disolverlas; es decir, rehacer organismos allí donde la civiliza­
ción mecánica no ha sabido construir más que un inmenso ám­
bito de elementos gregarios.
Desde este punto de vista,
la lucha entre conservadores y re­
volucionarios aparece como un sórdido arreglo de cuentas entre
. dos formas

de sociedad igualmente inhumanas.
Somos deliberadamente conservadoTes en
e:l sentido

de querer
salvar lo que hay de inmutable en el hombre: su naturaleza crea­
da y la elección sobrenatural por la que participa en la sociedad del
Ser increado. El mundo undimensional descrito por Marcuse
-esta prisión interior donde el ser se ve devorado por el tener
y el alma alienada en provecho de las cosas-es un mundo donde
el hombre, cada vez más alejado de su naturaleza
y de sus Hmit~s,
y sordo a los llamamíentos del Infinito, no encuentra otro ali­
mento que sus obras y sus sueños.
"¿ En qué medida un mundo
hecho
por el hombre puede ser un mundo hecho para el hombre?''
-esta cuestión, que me propuso un estudiante, resume
la crisis
de nuestra época. Este
mundo hecho por

el hombre
prnlonga al
hombre

sin completarlo y, por ello mismo, confirma su aislamien­
to de la naturaleza, en la que no ve más que un instrumento de
su poderío usurpado
y adulterado, y ante Dios, al que suplanta
en vez de adorarle.
Y somos revolucionarios en el sentido de que, lejos de con­
fundir la fidelidad a lo inmutable
con el

respeto incondicional
al
statu qua temporal, concebirnos la revolución como un movimien­
to incesante de retorno hacia las fuentes
irnagot.ables cuyas
aguas
desdeña hoy nuestra sed, desnaturalizada
JX>r brevaje,?

ficticios.
La palabra revolución -o, más bien, con·versión permanente­
está

aquí en su lugar.
El hombre
nuevo
-en el sentido paulino
de fa palabra- no acaba nunca de nacer en el viejo Adán ...
Y es esto -sólo esto en el
fondo--, lo
que espera el
mnndo
moderno:

ser salvado de sí mismo. Uno
tras otro,
ve marchitarse
y hundirse sus ídolos. Los mitos de la sociedad de consumo han
revelado su vacío interior: se ha visto que ésta no aporta más
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GUST AVE THIBON
que bienes cuya falta crea la rebelión y cuya abundancia crea el
hastío. Hemos visto también que la Ilusión revolucionaria es más
persistente a causa de su proyección en el porvenir. Pero ya se deja
ver, en los países donde la revolución ha triunfado y puede juz­
garse al árbol por sus frutos,
un malestar

nacido del sentimiento
de que la nueva religión ha engañado a sus creyentes
y traicio­
nado a sus dioses. Todas las obras más representativas de nues­
tro tiem.po están impregnadas de
una angustia

o de un hastío,
de
una necesidad moral de otra cosa que _ expresan la presencia de
esta esperanza confusa y desviada. Se siente que ía Torre de
Babel nos aleja de la tierra sin acercarnos al cie
10.
* * *
Y añado que es penoso comprobar cómo tantos cristianos eli­
gen "la hora en que este orgulloso mundo moderno se da cuenta
de su
propio fracaso

para bautizar sus ídolos arruinados y hacer
de su Dios el "motor" de su progreso
y de sus revoluciones. Hay
en esto no sólo una traición imperdonable a lo eterno y trascen­
dente, sino
-castigo merecido

por estos devotos del tiempo
y de
la
moda-una

falta trágica de
qportunidad. Estos

hombres, tan
atentos a los signos de los tiempos y que confunden cualquier
"nova" con la estrella
polar, se

dejan guiar por un astro ya en vías
de extinción. Pero
¿ cómo abrir los hombres a esta dimensión divina que,
confiriéndoles el infinito, les cura de
la desmesura? He oído mu,­
chas veces que las fórmulas de la apologética clásica no respon­
den ya

a los gustos de esta época.
¿ Será necesario inventar otras
más adaptadas
a

la sensibilidad actual y que sean corno modula­
ciones del "último grito" de la moda?
La moda :pasa tan deprisa
que se corre en vano tras de ella. Es altura lo que hay que tornar
y no velocidad; no es siguiendo servilmente a lo que pasa, sino
elevándose a lo que permanece, como se responde real
y pro­
fundamente a las necesidades
del hombre

moderno, en el que, bajo
los oropeles efímeros de la actualidad, permanecen las necesidades
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REVOLUCION O CONVERSION
del hombre eterno. "El sabio, decía Nietszche, no· debe hacer coro
con su época; no debe siquiera saber cómo se hace coro." Un hombre que me quiere bien, alarmado por mi
gusto de
la soledad, me reprochó- el no ser cristiano "en situación". Yo le
respondí que quizá no sea casual el que digamos del hombre más
lúcido y, al fin de cuentas, del más eficaz, que sabe
domirl(JJY la
situación. Siempre la necesidad de altura ...
Es reforzando las piedras y no pintando de nuevo los muros
cómo se restaura un edificio ruinoso. Al igual, es
el hombre eter­
no lo que hay que reencontrar
y remover en el hombre moderno.
Poco importan las fórmulas ~y son las más sencillas las mejorf'..s
entendidas--

con tal de que se alcance lo vivo de su herida y de
su soledad,
la articulación de la esperanza y de lo imposible. La
palabra Dios --esta palabra que no dice ya nada porque lo dice
todo- es como esos signos estenográficos polivalentes que se
aclaran por contexto, y el contexto es aquí la experiencia de la
miseria humana. A este hombre moderno, antes de hablarle
de
Dios, hay que hacerle comprender el vacío y la mentira de todo
aquello con que se quiere sustituirlo. Descubrirle, según la ex­
presión de Santa Teresa, que su
anhelo no

tiene curación_ Ese
anhelo es más verdadero en sí que todos los objetos en los que
hace presa. Basta que lo reconozca como tal para que Je Ueve a
Dios. El diagnóstico indica el remedio. Revelar la sed es mostrar
el manantial.
(Traducción:
R. GAMBRA.)
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