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Alfonso de Figueroa y Melgar, Hidalguía, Honor, Hispanidad

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verla a leer y meditarla profundamente. No es ciertamente para
espíritus frívolos. Es para paladares acostumbrados a manjares
sustanciosos.
Y podemos asegurar, para dar fin a estas líneas,
que no hay interrogante que se relacione con los problemas canden­
tes que afectan hoy a las más dispares reacciones religiosas, que
no encuentre adecuada contestación en las agudas observaciones
de este gran filósofo y, a la par, maestro de espiritualidad.
GABRIEL DI( ARMAS.
Alfan.so de Figueroa y Melgar, Duque de Tovar: "IDDALG-UIA.
HONOR, HISPANIDAD" (*)
Es el autor uuo de esos hombres, no muy abundantes, por
cierto, preocupados por el adE.>Cuado encuadramiento de su per­
sonalidad como titular de honores públicos históricos, heredita­
rios, como noble de sangre, en la sociedad actual. Noble celo y
valentía que,
de entrada, le hace saltarse con hispánico garbo
esa valla de prejuicios humanos, timideces y tabús sociológicos
que a tantos veda el mero "hablar de esas cosas". Sin miedo a
la ta.cha de "snob", proclama:
"Y
a los que nos dedicamos a exaltar la idea nobiliaria,
creadora y constructiva por excelencia, se nos tilda de
"snobs", confundiendo la teoría de la relatividad con la bu­
tifarra catalana ... y si esta vividura que con anhelo se intenta
copiar es auténticamente superior, j viva el esnobismo!. .. El
"sriob" es todo lo contrario del envidioso, y no hay duda
de que
una de las más rastreras pasiones es la envidia."
Hombre de notable facilidad de pluma, discípulo y admirador
del desaparecido César González Ruano, afronta en este trabajo
el tema con estilo directo, resuelto y -en el buen sentido de
la palabra- desenfadado; en "román paladino", a veces- arcai­
co y pintoresco, esm.altado de expresiones castizas y de digre­
siones que contribuyen hábilmente a la amenidad del discurso,
bien que en su transcurso se deslice algún vocablo o locución de
dudosa ortodoxia académica. El libro, refundición coherente
y ordenada de otros traba­
jos anteriores, consta de dos
partes : la primera se dedica a fijar
(*) Madrid, 1970, 518 págs.
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el concepto de nobleza y sus relaciones con la jerarquía social,
la familia, el honor, la caballería, el espíritu burgués, la política,
la genealogía y la heráldica. Se detiene particularmente en la figu­
ra del hidalgo español que va a lo hondo de las cosas, aun a oosta
de sacrificar ciertos elementos formales --- tilhombre" italiano o francés-, así como en los fenómenos his­
tóricos, de crisis, decadencia y posible función actµal de la nobleza
o aristocracia de sangre (términos cuya sinonimia razona y sos-
tiene el autor). ,
Algún pensador -que ahora no puedo recordar- dijo que
las dos características psicológicas del ''noble de sangre'' de los
tiempos modernos eran la susceptibilidad y el pesimismo. Alfonso
de Figueroa no se sustrae del todo de ellas: arremete airadamente
contra muchas cosas que irritan su epidermis, y no puede sus­
traerse a cierto pesimismo, bien que discursivamente repruebe,
como injustificada, la elegíaca actitud "gatopardesca". Se lanza resueltamente a propugnar la perduración vital de
la nobleza de sangre
y la. caballería. Es precisa una
"Ord~ de Caballería moderna",
"cuya regla ... ha de consistir en organizar un género de
vida vocado a la perfección cristiana ... , aunque desprovista
de
sus elementos anacrónicos". ,
Porque, en resumidas cuentas, la
caballería no es otra
cosa que "un orden social y religioso cuyo
fin es promover en
la ciudad terrestre instituciones y costumbres conformes a
la moral evangélica" ;
y su característica,
"El rechazo de la barbarie y de ,la impostura de un mun­
do fundamentahnente mal hecho
.,., repudio
categórico de
la hipocr,esía y de la mentira ... ",
en cuya prosecución pudo llegar al extremo de la guerra justa,
puesto que la violencia es un mal, pero un mai físico, de orden in­
ferior al moral, y aquél puede llegar a ser tomado como medio
para combatir a éste, o sea perseguir un bien de orden superior.
"El caballero no cree en el derecho del más fuerte, pero
pone su esfuerzo, al servicio del derecho."
Es preciso, para bien de la sociedad, revitalizar la institución
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nobiliaria. Aunque en los tiempos que corremos, en que se exalta
lo abyecro y se pisotea lo excelso, llevar una vida noble implique
alcanzar el heroísmo. Aunque defender hoy la nobleza sea
''Predicar en el desierto más árido
y deshabitado''.
La que propugna es una nobleza hereditaria, sí, pero abierta,
no sólo para
,la entrada, sino para la salida. Y nada de "concepto
arqueológico" de las corporaciones nobiliarias.
La nobleza como tal -observa agudamente- no fue abolida.
(Es exacto: la llamada "confusión de estados" no fué sino una
supresión de atributos de la hidalguía, que así quedó inoperante
para

cuando al Derecho local, tributario, servicio militar, etc., se
refería,
y con exclusiva, pero efectiva, vigencia para las indiscri­
minadamente llamadas '1cor¡x>raciones nobiliarias", ya, desde ,lue­
go, puramente honorarias.)
Y de entonces acá han sucedido muchas
cosas :
cuatro o cinco
generaciones de magistrados, de jefes del ejército, de profesiona­
les, distinguidos
en las diversas carreras liberales, bastan para
formar un

linaje nobiliario acreedor al reconocimiento jurídico
positivo;
El

lector· poede deleitarse en esta parte del libro con pensa­
mientos muy valiosos:
"La gloria de nuestra sociedad -dice en la parte de­
dicada al _ honor- será que todo hombre en su oficio se
haga cargo del deber que Dios le ha marcado
y de ello haga
su honor,
y así el progreso técnico y el bienestar material
se nos dará por añadidura. Busquemos primero el reino de Dios
y su justicia."
Ser
señor __ significa hoy en -día llegar a "saber renunciar
y has"ta: pasar por serió cuando se renuncia incluso a algo a que se tiene derecho o que está al fácil alcance de la mano,
si no· es estrictamente ético su logro ... : dejarse despojar
sin protesta ... , olvidar
ofensas y hasta deudas ... , estar
por encima de todo -vanidad, interés y amor propio,
que no el
honor-".
Y

acertadas destinciones entre el
capital y los abusos del capi­
talismo; entre

un sano tradicionalismo nobiliario
y un conserva­
tismo al estilo pequeño burgués del siglo xx. Inspirándose en
Enrique Gil y Robles, a quien glosa abundan­
temente,
cree en

una función política de la aristocracia o nobleza
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de sangre. En cambio, no oculta sus prevenciones contra la de­
mocracia, tal y como hoy se entiende, transcribiendo sobre ello el
juicio de Kalsen, citado por Eugenio Vegas
Lata¡,ie, según el
cual,
"la causa de la democracia aparecerá desesperada si se par­
te de la idea de que el hombre puede alcanzar verdades y
poseer valores absolutos".
"El bien, la verdad y la belleza --dirá algo
más ade­
lante-

tienden a lo absoluto, hacia Dios. Si no, son puro
tanteo, pura aberración, pudo entretenimiento, vanidad, di­
letantismo, camelo,
nada." ,
También

encontramos interesantes consideraciones sobre la
igualdad de oportunidades en los estudios universitarios y otros
temas, todo visto a través del prisma de la selección aristocrática.
Junto a todo esto, y como quiera que todo a lo largo de esta
primera parte se mantiene un nivel eminentemente polémico,
se
encuentran

también apreciaciones de matiz amargo
y discutibles,
junto con calificativos que suenan excesivamente duros, alusivos,
por ejemplo, a -altas jerarquías eclesiásticas, o a cierta parte del
clero, o a cuestiones análogas.
De estilo barroco,
con muy bellas ideas, la "Introducción" a la
segunda parte, la cual constituye una sintéSis y glosa de lo que
sobre estos tenias de aristocracia, herencia, nobleza, autoridad, li­
bertad y demás conceptos conexos escribieron Quevedo, Gil y Ro­
bles, Donoso

Cortés,
Vázquez de
Mella, Maurras y Balmes, con
complementos
y apostillas de otros y del propio autor del libro.
Entre unas cosas y otras, el libro merece -y creemos que ha­
brá de tener- suerte más venturosa que la que su propio autor
----
su pesar, un giro más hacia
el pesimismo--le augura
al final de uno de los capítulos:
"Con todo esto me concito las iras de media humani~
dad, si es que media humanidad leyera estas líneas; cosa
tan difícil como
la· cuadratura ~el círculo. ¡ Dios sea loado!"
JESÚS V AWÉS.
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