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El engaño oculto bajo la palabra democracia

EL ENGA~O, OCULTO BAJO LA P ALADRA DEMOCRACIA
FOR
JUAN Rorn Y GrRONELI..A, S. J.
Director de ''BalmesiOJra", Profesor de Filosofia en, las Facu.Ztade$ de
San Francisco de Borja.
¿ Qué -se quiere decir con la palabra d~ocracia?
Pocas palabras hay que se usen en sentido tan ambiguo y
equívoco; con ella pueden indicarse aspiraciones nobles y acer­
tadas, como también con ella pueden encubrirse grandes engaños.
Ya lo decía Balmes en
El Protestantismo (cap. 63).
No voy a hablar de la democracia en sentido político, sino
de uno de los más graves engaños que se ocultan bajo esta pa­
labra ambigua cuando se usa y se emplea en muchos casos co­
rrientes.
El engaño es éste: pongámonos ante una sociedad cualquiera:
civil,
,religiosa, comercial,
industrial, cultural : la mayoría
"cuan­
titativa" de sus miembros, ¿ es mero reconocimiento de un "de­
recho" de sus miembros sin pretender que la cantidad de votos
sea garantía de "calidad" en los acuerdos?, ¿ o se toma, por ~l
contrario, la "cantidad" com_o medio para conocer la "calidad"?
Son dos sentidos enteramente diversos: votación para ejercer
un
dere'cho, cuando lo hay; votación como medio para .determi­
nar lo mej&r.
No hablaré ahora del primer aspecto: si la voluntad de la
mayor parte es o no es un derecho y hasta qué punto lo es. Me
refiero al segundo: ¿por qué razón (mejor dicho: sinrazón) se
toma la mayoría
c-uant#atvva como criterio cualitatimo?
Tomar la democracia en este segundo s·entido es un disparate
colosal. La mera cantidad no implica acierto sobre la calidad.
:12?
Fundaci\363n Speiro

JUAN ROIG Y GIRONELLA, S. I.
Pero se hace así muchas veces. É:.ntonces se abusa de la palabra
democracia y con ello se comete un gravísimo engaño. Estamos
palpándolo a todas horas.
¿La cantidad da cualidad?
Sólo en la dialéctica marxista de estilo hegeliano puede pre­
tenderse tamaño dislate. La cantidad no es por sí misma garan­
tía de calidá.d, ni con _saltos dialécticos, ni sin ellos. Que ocasio­
nahnente en algún caso la acompañe, no le da la categoría de ra­
zón suficiente.
Imaginémonos una gran empresa comercial. Llega la hora
en que todos los accionistas se reúnen en asamblea general. Cada
uno ha aportado parte del capital; cada accionista tiene derecho
a decidir quién. será el presidente del cqnsejo de administración
entre varias personas, de las que ya se sabe, por otro lado, que
son dignas y competentes, es decir, se conoce su valor cualitativo.
N adíe va a negar que en este caso la fórmula de "la mitad más
uno" de los votos es un medio de juego limpio para evitar que
uno se imponga contra los derechos de todos.
Ahora imaginemos que en aquella empresa se trata, por el
contrario, dé determinar de qué manera se invertirán mejor los
fondos: si comprando las mercancías A o las mercancías B. Cada
seis meses se reúnen todos los que forman parte de aquella em­
presa: desde
el presidente del consejo de administración y el ge­
rente, hasta el botones que abre la puerta, incluidas las mujeres
que cuidan de
la limpieza. Todos por mayoría de votos van a de­
terminar en qué se invertirá mejor el capital.
¿ Compraría usted
acciones

de esta empresa? Y o, no.
Sin embargo, este equívoco gravísimo se comete
á cada paso:
se barajan como si ambos sentidos fueran equivalentes bajo el
nombre de respetar la libertad. Libertad
¿ de qué?, ¿ que entre
cosas ya reconocidas -como-competentes y acertadas .se manifies­
te meramente el derecho del individuo a expresar sus preferencias
o la que se toma como medio para acertar oon lo que- objetiva-
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EL ENGA~O, OCULTO .BAJO LA PALABRA DEMOCRACIA
mente es mejor? A no ser que conscientemente se sacrifique el
éxito de
la empresa a la satisfación de que el botones elija de­
mocráticament,e.
Me dirán algunos: 11Esto no se hace". ¿ Que , no -se hace?
Quizá
lo que no se hace es plantearlo así crudamente como yo lo
presento ahora; pero examínese
rada uno

de los hechos que tene­
mos alrededor, esos que están a flor de labio de los demócratas a
ultranza,
y dígaseme si bajo diversas .formas y situaciones con­
ctetas no está latente en su raíz este gravísimo equívoco, este co­
losal error que consiste en imaginar que 'la cantidad es garantía
de calidad.
La cantidad no es garantía de calidad.
La cantidad numérica no es por sí misma garantía de calidad.
Más. aún, generalmente suele oponérsele. La calidad es de los se­
lectos, de los pocos. Muy bien dotados naturalmente, muy bien
formados y preparados, bien comprobados por su éxito en la
ac­
ción:

esto es generalmente uua garantía de caFdad y, por !auto,
de acierto. Pero el número de
los más

es por definición el pro­
medio, lo vulgar y corriente, no la selección cualitativa de lo
mejor.
El individuo del montón, en cuanto forma parte de la masa
mayoritaria, tendrá su 1'derecho" (no trato de esto ahora); digo
que no tiene garantías. de ac~ar con "lo mejor" en sus deci­
s20nes.
¿ Por qué entonces se toma la palabra democracia tantas veces
confundiendo los dos
sentidos, cuando
no
se trata de ejercer un
derecho, sino para acertar con lo que es mejor?
Una raíz del error.
U ua de las raíces del error está eu que si bien la cantidad
como tal no incluye precisamente la calidad, ni la calidad implica
· que sea reconocida cuantitativamente, no obstante, mirándolo con-
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JUAN R.OIG Y GIR.ONELLA, S. I,
cretamente, las decisiones cuantitativas implican a veces de hecho
"algo" de calidad, y la calidad excelente tiene de hecho algo de
tendencia en ciertos casos y dentro de ciertos límites a extenderse
cuantitativamente.
Si en aquella· ·empresa comercial que imaginábamos hay un
gerente genial, fácilmente, habrá tendencia para que desborde, por
así decirlo, lo cualitativo de modo que hasta
el número cuantita­
tivo reconozca este mérito. Difícilmente podrá ejercerse la vota­
ción numérica
Hcomo derecho"
sin que se implique en ello
"algo"
de

votación cualitativa;
y difícilmente, dentro de ciertos límites
extremos, se ejercerá la votación cualitativa, sin que en ello in­
tervenga algo de
la apreciación cuantitativa.
No hay dificultad en reconocerlo, ni la hay en que la realidad
se presente tan compleja.
Lo malo está en qne de modo muy fre­
cuente y extendido
se barajen
los dos extremos claramente anti­
téticos, como se ve cuando se toma tantas veces el voto cuantita­
tivo cuando no hay derecho, pues se trata de buscar un acierto
cualitativo.
¿ Que no pasa así? Bueno, prefiero no citar ejemplos concre­
tos, porque poner el dedo en la llaga de modo que la reacción sea
reconocer la verdad en vez de airarse contra el que la dice es
cosa que sólo pueden hacerlo personas levantadas muy arriba en
sus méritos
y en su autoridad. Y aun así sucede frecuentemente
que los hombres corresponden con el rechazo .a aquel que les ha
dicho demasiado claramente la verdad.
¿ No probó Jesucristo que era el Hijo de Dios resucitando
a un muerto de cuatro días, que hedía por la descomposición?
Pero la
rea<:CÍÓn no

fue la de examinar el hecho para hallar la
verdad, sino acallar aquella voz que les manifestaba una
verdafl
que

les era enojosa, que molestaba su comodidad y preferencia.
El resultado inmediato fue
rechazar a

quien la proclamaba con la
muerte de cruz; y cuarenta años después la destrucción del tem­
plo y aniquilamiento de la nación.
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EL ENGAfW, OCULTO BAJO LA PALABRA DEMOCRACIA
Otra raíz peor.
Pero hay otra raíz peor: aquella que proviene de sentar pre­
viamente como base incuestionable, sin pruebas ni comprobación,
que hay un sector, tal, que es el privilegiado cualitativamente en
sus determinaciones cuantitativas. Digo "sin pruebas ni compro­
bación", porque si las hubiera, ya sería
una, base para sustri:ler a
la mera votación cuantitativa, lo que de suyo ha de ser cualitativo.
Es decir, daría una buena base cualitativamente incuestionable,
para que dentro de
ella la votación cuantitativa
pudiera dar re­
sultados cualitativos.
¿ Cuál es esta base que se asienta "sin pruebas ni comproba­
ción" como si fuese capaz de dar calidad la mera cantidad? Voy a citar un solo nombre: el nombre de un filósofo que en
mi opinión
ha sido uno de los que ha acarreado más desgracias
a las sociedades europeas. Ha señalado a la Hmera naturaleza",
más aún, al niño por· ser niño, al joven por ser joven~ esta base
cualitativa, enfrentando con ello equivocadamente la masa a la
autoridad, el educando al educador.
Había
ya pasado buena parte del tiempo de la "Aufkfarung'',
aquel

siglo en que Voltaire, D' Alembert, Diderot y toda su cater­
va de enciclopedistas preparaban -así
dijo Voltaire-

una edad
mejor. Salió al fin Rousseau, que llevó las premisas anteriores a
sus últimas consecuencias. Para Rousseau, lo privilegiado, lo na­
turalmente bueno, es la naturaleza misma (¡ nada de pecado ori­
ginal!) ; es la autoridad y la sociedad lo malo, aun cuando quie­
ran dirigir y corregir las desviaciones. Por tanto, el tipo perfecto
es el niño o el joven, su "Emilio", dejado a sus impulsos natura­
les fuera de toda sociedad. Esto sería lo puro; lo malo sería la
acción de la sociedad, hasta ejercida por medio del educador o
de
la a,utoridad que actuase sobre él.
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JUAN ROIG Y GIRONELLA, S. I.
La cruel utopía de un. mito.
Toma Rousseau el ejemplo d€L n_iño imaginario Emilio; pero
nos advi_erte, ya en la Introducció~ misma, que su punto de mira
va más lejos: "Nuestro verdadero estudio es
el de la condición
humana." No lo olvidemos. Es decir, lo que él expone en las
relaciones entre educando y educador, se dirá proporcionalmente
entre masa
y autoridad.
Su máxima incontestable
y fundamental es la negación abso­
luta del
peca.do original y sus _consecuencias: "Posons pour maxi­
me incontestable que les premiers mouvements de la nature sont
toujours droits: il n a point de perversité originelle dans le
coeur humain" (libro II), ·
Si

esto fuese así,
¿ qué habría de hacer el educador (propor­
cionalmente, la Autoridad)?,
¿ condncir o dejarse conducir? Esto
ha de hacer el educador: hacer que nada se Jwga: "Pour former
cet homrne rare, qu'avons-nous
a faire? Beaucoup, sans doute:
c'est d'emiJ'écher que rien ne so•t faif' (libr. I). ¿ Y la obedien­
cia? Nada de esto: que si siquiera conozca el nombre de obedien­
cia: sólo los hechos mismos naturales: lo malo le señalará por sí
mismo qué debe hacer mediante la eoacción de los mismos hechos
naturales. Fuera de esto, que ni siquiera
sepa qué es la obedien­
cia: "Qu'il ne sache ce que c'est qu'obéissa'lt/,,ce quand il agit ni
ce que c'est qu'empire quand on agirt pour lui" "Q:ue no ·sepa
qué

es obediencia, ni qué es ordenación cuando se actúa por él"
(libro II).
Más crudamente aún, lo di.ce poco d~spués : "rien faire par
obéissance, mais seulement par nécéssité"
"nada hacer
por obe­
diencia, sino solamente por necesidad". Hasta las palabras de
obedecer y de ordenar habrán de borrarse del diccionario del niño
o joven: "Así las palabras de obedecer y de ordenar serán pros­
critas de su diccionario; todavía más la de deber y de obligación;
pero las de fuerza, necesidad, impotencia -y de coacción, . han de
tener ahí un gran sitio" (libr. II).
Las consecuencias que Rousseau saca de estos presupuestos
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EL ENGA/iW, OCULTO BAJO LA PALABRA DEMOCRACIA
fundam~ntales son lo espantosas que con ellos pueden ser: nin­
guna instrucción moral ni
doctrinal fuera de una .sola enseñanza :
que
no
haga daño a nadie. Vno se pregunta: ¿ por qué esta ins­
trucción
si ha · dichO que la naturaleza es pura, sin malas incli­
naciones, sin
consecuertcias de
pecado original?
¿ Por qué excep­
túa esta enseñanza? Esto es to.talmente inconsecuente. Pero, en
fin, pasemos por alto esta inconsecuencia, que ya manifiesta
por sí
sola lo errado de sus principios. Aparte de
.ella, enseña_

Rous­
seau que
Bl educando no hay que darle ninguna instrucción moral
ni religiosa, ni ninguna ayuda a la virtud. Imagina que así se po­
dría retrasar -dice--hasta la misma pubertad todo el tiempo
que se quisiese, por ejemplo, hasta los veinte años (libr. IV). Más aún: "hasta se puede prolongar mucho esta época y hace pocos
siglos que
nada era

más corriún en la misma Francia" {
!), dice
en el libro IV.
¡ Realmente digno de la soberbia antropocéntrica
del liberalismo del siglo xvm
! ''En cuanto a mí -prosigue- en
la medida en que más reflexiono sobre
la importancia de esta
crisis y sobre sus causas próximas o
remotas, tanto
más me per­
suado que un solitario educado en un desierto, sin libros, sin
instrucción
y sin mujeres, moriría virgen, fuera cual fuera la
edad a que llegase" (libro IV)
("Poor moi,
plus je réfléchis
a
cette imJX>rtante crise et a ses causes prochaines ou éloignées,
plus je me persuade qu'un solitaire élevé dans un désert, sans livres, sans instruction et sans femmes,
y mourrait vierge, a
queique áge qu'il fút parvenu").
Con esto enlaza, evidentemente,
negar que
se le enseñe reli­
gión: ''preveo cuántos lectores quedarán sorprendidos al verme seguir toda la primera edad de mi pupilo sin
hablarle de

religión.
A los quince años no sabía si
tenia alma

y quizá a los dieciocho
no ha llegado todavía el tiempo de enseñárselo; pues si lo apren­
de más pronto de lo que conviene, corre el riego de no saberlo
nunca" (libr. IV). Cuando finalmente se le dé algo
de religión
natural, nada de lo

revelado por Dios, nada de lo positivo como
ts el

cristianismo. Rousseau es escéptico
allte la

verdad
·de la
religión

revelada:
ªéste es el escepticismo involuntario en que
he quedado" (Iíbr. IV).
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JUAN ROIG Y GIRONELLA, S. l.
l\le pregunto ahora.
Me pregunto y pregunto a los que me leen: ¿ no ha}'. mucho
del
virus
de esta perversa mentalidad en lo que ha emponzoñado
la
inteu;gentsia centroeuropea y que va metiéndose también entre
nosotros?, ¿ no va decayendo la enseñanza de la religión, de la
moral y de la práctica de la vida de piedad hasta en centros de
la Iglesia? Es sólo una pregunta. Si alguien me contesta que no
y lo demuestra, le diré que me alegro mucho. En todo caso está bien claro que la doctrina de la Iglesia es
radicalmente opuesta a la práctica
y doctrina de Rousseau. Basta
un texto del
Papa erudito

Aquiles Ratti, Pío XI, en su gran
Encíclica sobre la educación
Dwini ülius M a,gistri, en que dice
así: "Toda educación de niño
que se ciñe a, las pums fuerzas de
la naturaleza, por lo mismo, rechaza o descuida lo que ayuda a
informar de un modo divino la vida cristiana, por Jo cual es falsa
y está plagada de errare?; y cualquier método o procedimiento
de
educar a -la juventud, que no preste ninguna atención o casi
ninguna a la culpa original transmitida por nuestros primeros
padres a todos los hombres,
y a la gracia de Dios, y que, por lo
mismo, se funde del to_do en las sola_s fuerzas de la naturaleza,
se separa completamente de la verdad" ( Act. A post. Sed. 22
(1930), W).
¿ Pues entonces?, ¿ esto que se l.ace de educar a veces a hiño's
y jóvenes en un ambiente semidesnudista, en pura libertad o li­
bertinaje selvático, llevando aún más lejos los principios de Rous­
seau a

consecuencias que
ni él
admitiría, de dónde proviene?, ¿de
dónde
proviene que

se eduque al joven de modo
que nada
sepa de
obediencia con el pretexto de no "violentar"
sil voluntad?; ¿ de
dónde procede que se deje al voto cuantitativo ("cuantitativo" en
cuanto no están todavía formados por hipótesis) lo que es esen­ cialmente "cualitativo", como la manera de la
educación y for­
mación que le conviene, que es algo eminentemente
cuálitativo?
Este

proceder
i está de acuerdo con Rousseau o con la Iglesia
católica? Se habla a
veces de
la rebelión de los jóvenes. Yo ha-
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EL ENGA!:W, OCULTO BAJO LA PALABRA DEMOCRACI'I
blaría más bien de la rebelión d.e los viejos. Porque si hace años
no hubiese transcurrido un largo
¡ eríodo de claudicación y co­
bardía, en que bastaba que uno fuera
heterodo,m para

que
ya
tuviese a su lado todas las adulaciones y miramientos, mientras
era mal mirado y esquivado
el que defendía. la .verdad, no suce­
dería
ahora lo

que sucede con esta
rebe!ión1c0 ahora,

cuyos padres
tal vez no tienen ningune:,culpa en este es­
tado de cosas y son víctimas de lo que hicieron fXJCO a poco sus
antecesores.
El Concilio Vaticano II, en su Declaración sobre la educación,
dijo exactamente lo mismo que Pío XI
ya había enseñado: "De­
clara igualmente el sagrado Concilio que los niños y los adoles­
centes tienen derecho a que se les estimule a apreciar con recta
conciencia los valores morales y a presta~les su adhesión per­
sonal y también a que se les estimule a conocer y amar más a
Dios. Ruega, pues, encarecidamente a todos los que gobiernan
los pueblos, o están al frente de la educación, que procuren que
nunca se vea privada
la juventud de este sagrado derecho" (Gra­
vissimum, Proemio, n. 1). Más aún: "Este santo Concilio re­
cuerda a los pastores de las almas su obligación de disponerlo todo
de forma que todos los fieles disfruten de la educación cristiana,
y sobre todo los jóvenes, que son
la esperanza de la Iglesia"
(n. 2). No se hace así muchas veces; hace años que en muchos
sitios se ha educado a los jóvenes dándoles libertad para leerlo
todo ( como si tuviesen medios y criterio para juzgar bien, . en la
misma "naturaleza", cuando aún no estaban formados y, por
tanto, capacitados para juzgar); se les ha educado sin fomentar
su piedad y virtnd, con el pretexto falso de que han de "elegir"
cuando sean mayores ( como si "elegir" la virtud
y la fe fuesen
como elegir un traje;
y tales educadores no cuidasen bien de evi­
tar al niño que coma setas venenosas, sin aducir entonces el pre­
texto de que
"ha de elegir"); y así en muchas otras cosas, po-rque
son

el ambiente común. Recuérdese como mero ejemplo, lo que
a-veces oímos

decir, que no hay que dar el bautismo a los
niños~
para que de mayores "puedan elegir" ( contra la expresa defini­
ción de fe del Concilio Tridentino, sesión VII, canon 13 y 14).
337
"
Fundaci\363n Speiro

fUAN ROIG Y GIRONELLA, S. I,
Por eso cuando oigo decir "rebelión de los jóvenes", pienso para
mis adentros:
utraición de
los viejos, cuyas primeras víctimas
son estos jóvenes que se rebelan".
Por esto no me sorprendió nada que cuando el Vaticano II
promulgó su Declaración sobre la educación, en cierta revista
europea muy conocida por su marcado progresismo (aunque lleva
el nombre de cristiana) se protestase ·contra esta enseñanza del
Vaticano II declarándola sencillamente inadmisible, y apelando,
como suele suceder en estos casos, al Vaticano III, o al IV, o
al V, lo mismo da: a aquel que se conforme a lo que ellos han
decretado como absoluto, en nombre de
la absoluta libertad que
pone al hombre como centro y pretende derribar a Dios y la
Autoridad que El ha instituido.
Lo que sí me sorprende es que hasta entre los españoles, de
tan arraigada tradición católica, haya tantos que se lo traguen
todo con
tal que venga con el marchamo del prestigio de "lo que
se dice·ahora", "lo que piensan en Europa", etc., sin darse cuenta
de que en el fondo de estas actitudes hay una mentalidad per­
versa.
Y después el desengaño del fracaso.
Después se sorprenden vivamente cuando se enteran de que
hay regiones donde la droga estraga a la juventud y qniebra su
voluntad de trabajo serio y duro. Cuando hay manadas de "hip­
pies", que no pueden ni oír hablar de obediencia porque "violen­
taría su voluntad"; cuando
los "contestatarios"
llegan a
Hmites
inverosímiles. Pero
¿ no dejásteis sembrar cizaña con una sonrisa beatífica
de "mucha apertura", como si
"ser abiertos"
fuera
el undécimo
mandamiento? Pues. entonces empezad
a organizar nuevos cua­
dros de policía para el día de mañan~, en que estos hombres que
habrían nacido según Rousseau sin pecado original, dueños om­
nímodos de su voluntad archidemocrática, formen una masa que
no entienda más que /a contrainte des fa/Í,ts, hombres desarraiga-
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EL ENGARO, OCULTO BATO LA PALABRA DEMOCRACIA
dos de la tradición católica, sin fe, sin esperanza más allá de
esta tierra. La mayoría cuantitativa de votos no les dará esta ca­
lidad que han perdido.
_y si me dicen que no, que exagero, a los hechos me remito.
Lo que no me persuadirán nunca es que bajo los aspectos legíti­
mos y buenos que se encierran en el nombre de democracia, si
se entiende bien, con sus límites, con su jerarquización, haya de
envolverse el caso del pequeño salvaje de Rousseau, el mito más
cruel de todos los mitos que ha engendrado nuestro pobre mundo,
que ya empieza a expiar en sus desdichas de ahora
1a corbardía
de

los que durante décadas lo precedieron. Y seguirá expiándola
en adelante. Quiera Dios que en esta predicción me equivoqne, porque a
veces, hasta sin pretender ser profeta, como no lo soy, puede re­
sultar acertada una predicción.
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