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Influencia del arte en la educación de los niños

INFLUENCIA DEL ARTE EN LA EDUCACION
DE LOS
Nil',OS
POR
J. GrL MomtNo m,: MoRA.
Hace poco yo leía una noveluch,a policiaca, al final de la cual
los protagonistas, El y Ella, tras abundantes
corridas y
puñetazos,
entraban en una catedrail silenciosa, y el autor comentaba "que su
l>elleza les dio serenidad, paz y que elevó su alma".
La belleza es algo que siempre nos llega a través de los sen­
tidos y que a veces
tamhlén los
contenta, pero su verdadero efecto
se produce en el alma. Y ese efecto es una exaltación, levantar, ir
hacia lo alto.
Pues bien, el Arte con mayúscula es aquello que tiene que
ver con la l>elleza y sus efectos. Es también la belleza que puede
salir de las manos del hombre, el cnal la
exrresa, tomando
de la
belleza natural en la Creación de Dios, poniendo algo de la belleza de su propia alma, lo cual es su aportación personal a la obra, y
empleando medios materiales para transmitirla a los demás. El
objeto resultante es la obra de arte.
Mencionado antes el Arte con mayúscula, que es una acepción
moderna, hay que hablar también del arte con minúscula, que es la
acepción antigua de la palabra, ese arte que puede aplicarse a todo,
a los negocios, a la técnica, al trabajo, y que en su primitivo sen­
tido sólo significa el "saber hacer algo", artesanía, artillero, o el
objeto especial que sirve para hacer algo : arte de pesca, artilugio ;
arte con minúscula es idea que gira en torno de "saber y poder
hacer algo".
Se comprende entonces que el -moderno Arte con mayúscula
conserva mucho de su primitivo
sentido, tambiftn en

este
raso es
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"saber hacer algo", concretamente algo bello, por lo cual también
se le llama "Bellas Artes".
Santo Tomás dice que Bondad y Verdad "convertuntur'', se
convierten, que vienen a ser la misma cosa; creo que San Agustín
dice aproximadamente Jo mismo incluyendo la Belleza. Esencial
a la idea de Dios de todo creyente es concebir
la Divinidad como
cumbre simultánea de Verdad, Bondad y Belleza, sumas que eo
sí son tres efectos de una misma esencia. En todas las cosas es
fácilmeote perceptible que la auténtica Bondad y la Verdad son bellas, y que no
hay auténtica
Belleza si no deriva de Bondad y
de Verdad. Ciertamente, un cuadro bellísimo puede tener un tema
horrible, pero eo ese caso no es en el tema donde radica la belleza del cuadro, sino en otros valores.
Por otra

parte, hay que hacer
la clásica reflexión de
la moneda falsa, si bien resulta subjeti­
vamente mala cuando un hombre, dorando el cobre, quiere hacerla
pasar por lo que no es, tiene una bondad intrínseca
y obj-etiva en
lo que realmente es. No es mala la moneda falsa, sino la intención
del falsificador, ni es falsa la moneda en sí, sino eo la valoración
que le dio el que fue eogañado.
Las Bellas Artes, por este razonamiento, a través de la Be­
lleza, son, deben ser esencialmente, mensajeros de la Bondad y de
la Verdad, y, como serán en cierto modo religiosas, ya que estas .son cualidades di­
vinas.
Mensajeros de Bondad y Verdad. La palabra mensaje trae
consigo la del lenguaje, q-ue €s siempre instrumento necesario de
comunicación. Con ello teoemos que las Bellas Artes son también
lenguajes. Esto es ciertísimo. Tan cierto que el filarmónico, co­
nociendo mejor el lenguaje de la música, percibe mejor la belleza
en
ella ,(y, pür ende, la bondad y la verdad) que en la pintura, la
arquitectura o la escultura. Tan cierto, que entre dos aficionados a la pintura tiene mayor comprensión de la obra el que más cono­
cimientos posee. Tan cierto, que muchas civilizaciones lejanas a la
nuestra en el tiempo y en el espacio, sólo nos han transmitido sus
ideas y su manera de ser a través de sus obras de arte. Realmente
las Bellas Artes son lenguajes.
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Y, entonces, si son lenguajes que llegan al alma pero a través
de los sentidos,y, por tanto, son medios de comunicación,
¿ cómo
no van a tener en
el niño, cuya alma éstá más próxima ·a los sen­
tidos que en el adulto, un valor de información tremendo? Efec­
tivamente, todos los psicólogos lo saben, el Arte es para los niños
poderosamente didáctico. Realmente, la transmisión de una bondad
o una verdad por la
bdleza se

hace en el niño fulminantemente
inmediata, dejando unas improntas directas en su subconsciente
que forman con huellas indelebles su personalidad aunque la ma­yoría de las veces
el niño
no se dé cuenta de ello. Y aquí está el
centro mismo de nuestro tema.
Las Bellas Artes en el adulto llaman a la razón y despiertan
el pensamiento tal y como lo hace cualquier lenguaje, con sus ca­
racterísticas propias ; del mismo modo que se piensa en inglés o
en francés cuando se conoéen bien estas lenguas, también se pien­
sa en melodías o en figuras cuando se conoce bien el lenguaje de
la Música o de la Pintura.
Pero el niño que desde la cuna está en contacto con varias
lenguas no las razona, las aprende por contacto, sin darse cuenta,
sin pensarlo,
y si las aprende bien corno yo aprendí simultánea­
mente el francés y el español las sabe para toda la vida, aunque
igno~e su gramática. Análogamente, el pequeñuelo que crece desde
su nacimiento en contacto con la belleza de las
obras de
Arte, sin
razonar ni pensar recibe sus mensajes
y se los hace propfos, awi
ignorando

las técnicas
y sus reglas. Y si los mensajes recibidos
l\an sido auténticos, si la Bondad y la Verdad estaban en la Be­
lleza,

crece en
el niño una. inclinación profunda hacia ellas y le
forman un bagaje que luego, al llegar a adulto, influirá benéfica­
mente en su vida, dándole una facilidad especial de comprensión
hacia lo bueno y lo verdadero
por lo verdaderamente bello. Com­
prenderá sin gnµ1.des obstáculos. Bien lo sabían las civilix.aciones
que han sido grandes y que han prodigado para sn pueblo el Arte
en los monumentos y viviendas, como lo atestigua la Arqueolo­
logía, con intenciones claramente didácticas, corno
la han tenido
las grandes catedrales góticas, como la tiene esa otra obra de arte
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que es la verdadera liturgia, cuyo fin esencial no es sino la afir­
mación, proclamación y enseñanza del Dogma.
Aquí hay algo que estremece y que horroriza: y es que si este
efecto tiene lugar con Arte auténtico, lo contrario y con terribles efectos se produce con un Arte falso.
Bondad, Verdad y Belleza
son algo, como es algo todo aque­
llo que se relaciona con las virtudes divinas. Pero su contrario es
'f!'ada, No es, es carencia, como el mal es ontológica.mente carencia
de bien, como la mentira es carencia de una_ verdad, como la feal­
dad no es sino ausencia y carencia de una belleza necesaria. Si
Verdad, Bondad y Belleza
OJfro•tam y añaden o aumentao, porque
ellas
son algo, sus coutrarias, la mentira, la maldad y la fealdad
retiran, restan o disminuyen porque son nada. Si las primeras lle­
nan al hombre, las segundas lo vacían.
Lo terrible radica ~n que, como falsas monedas, los hombres
podemos hacer falsas bondades, falsas verdades, falsas bellezas,
falso arte con objetos y cosas a
los que
podemos dar un valor o
un significado otro del que tienen. Cuadros, sonidos, escenas,
gestos, anécdotas que en sí mismos no tienen sino valores me­
nores como la moneda de cobre, pueden ser ofrecidos plaoteándo­
los como valores mayores, engañando, estafando la bnena
fe de
quien los recibe.
Este será

· el caso del artista bien dotado que
empleare su "saber h.acer" para hacer pasar por bella una men­
tira o una maldad; ese
tal que

vistiendo
con buena técnica su
obra
perversa la ofrece con engaño, no es sino un falsificador, un esta­
fador con abnso de la buena fe y de la confiaoza qne los demás
otorgan a su prestigio.
También será falsificador aquel que, aprovechando la ignorao­
cia de nn hombre o de un pueblo primitivo, le cambie objetos
va­
liosos

por las
ya clásicas cuentas de vidrio ofrecidas como gemas
raras, lo será porque califica de valor a lo que no lo tiene apenas
y aprovecha la buena fe de la ignorancia. Y son simples falsifica­
dores los vocingleros a sueldo que se encargao de crear el estado
de opinión favorable al engafio.
Pues bien, el nifio es nn ser primitivo cuya ignorancia facilita
et fraude, es también un ser necesariamente de buena fe porqne
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necesita dar crédito a sus mayores para aprender y está lejos
de
rawnar mucho
antes de aceptar. Por ello las Bellas Artes frau­
dulentas, las que no tienen propósito de Bondad y Verdad, ni si­
quiera de auténtica Belleza, cometen uno de los mayores crímenes
de abuso de confianza que cometer pueden cuando se dirigen a
nuestros pequeños. Y por estas
cosas dijo
el Señor lo de las pie­
dras del molino.
Porque un arte· de saber hacer que en lugar de· añadir reste,
que retire, que vacíe de Bondad, Verdad y Belleza el alma de los
niños, es una obra que los incapacitará en mayor o menor grado,
pero infaliblemente a la ulterior comprensión y percepción de la
verdadera Belleza, de la verdadera Bondad, de la auténtica
-Ver­
dad.

No nos extrañemos tanto de ver hijos de padres más o menos
piadosos perder toda fe, toda esperanza y todo amor en edades de
primera enseñanza y revolverse luego con una rabia destructora
sin lógica apareote.
Esta es la responsabilidad que está pesando sobre el mundo
actual en el cual son impuestos edificios horrendos y cuarteleros,
vestidos de apareote buena técnica, a
la necesidad de viviendas; en
el que películas de perversa intención son realizadas por excelen­
tes directores y actores que las avalan ; en el que pinturas de co­
lorido atractivo pero, sobre todo, apoyadas en tremendas promo­
ciones

publicitarias, familiarizan horribles formas de
desorden y
de

caos; en que obras teatrales y novelas de buena pluma se com­
placen en derramar crasos errores, sucias inmoralidades y falsas
doctrinas; en que conocidos talleres dictan e imponen modas feas,
degradantes y que rebajan la personalidad; en el que decoradores
de fama montan para los hogares y lugares públicos ambientes de
pesadilla.
Esto está sucediendo en todas partes; sucede en el urbanismo,
en el que autoridades públicas juegan al dinero; sucede con los
muebles y tapicerías, con los papeles de embalaje, con los estam­
pados de los vestidos ; esto penetra en los edificios públicos, en
las iglesias, en la misma liturgia, donde con pretextos varios, casi siempre de orden económico, se degradan las imágenes, la música,
la arquitectura hacia lo feo o par lo general hacia lo menos bello,
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porque si bien, a veces, es ímposible lograr la aceptación -de una
degradación brusca y total, resulta fácil la de una substitución
paulatina de mayores bellezas por menores bellezas. Con esto
todo
el ambiente y el habitáculo humano descienden de nivel es­
tético, lo cual se hace tragar en nombre de un mayor nivel de bien­
estar, y la moneda falsa de ciertos artes fraudulentos va despa­
rramando y generalizando un sentimiento de inquietud, de inse­
guridad, de falta de serenidad, de desconfianza hacia el vecino, de
lucha y desasosiego. Con esto, los ánimos, atacados en el subcons­
ciente, se exasperan y enconan llenándose de terrores y angustias
sin conocer realmente la causa. En este proceso, en el que nau­
fragan toda Fe, Esperanza y Caridad, las llamadas Bellas Artes
han jugado un importante papel formativo y ambiental
propa­
gando en climas de colectivismo anónimo una exaltación del "ca­
da cual para sí", ley de 1a selva con paroxismos de violencia en
los que no cabe el amor.
Cnando el arte de saber hacer es utilizado para propagar en
los niños pornografías, mentiras, crueldades, horror, maldad, cuan­
do, en resumen, el arte de saber hacer se vuelve contra Dios, en­
tonces es que asistimos al mayor y más responsable robo de todos
los siglos; porque eso es quitar, restar, destruir; eso es aportar
carencia
y vacío; eso, en las Bellas Artes, es luchar contra la esen­
cia que es origen. de su propia esencia ; eso es la proclamación del
suicidio universal.
Todo esto que afecta profundamente a los adultos desasosega­
dos ante un arte de checa y una música de sala de .torturas, ¿ qué
huella no dejará en la sensibilidad primaria de un nifío con el
alma a flor de piel
?
Se está haciendo un mundo feo, ciudades feas, hogares feos,
iglesias feas, se abate lo bonito anterior porque es anterior, como
Sevilla lo muestra en el corazón de su ca.sen viejo, y se substituye
por bloques detonantes en total ruptura. El humo y el ruido aca­
ban de

viciar el habitáculo humano.
Los periódicos

y la Televisión se hartan de manosear el terna
de la inadaptación de los hombres ante el crecimiento rápido de
la técnica. Padres inadaptados, jóvenes inadaptados, campesinos
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inadaptados, estructuras foadaptada-s, costumbres inadaptadas, ge­
neraciones

inadaptadas, toda una vasta parte del hombre y de su
habitáculo resulta inadaptada al mundo de hoy.
¿ No será lo con­
trario? ¿No será acaso que construimos un mundo inadaptado al
hombre de siempre? ¿No será, entre otras causas, que la ausencia
de belleza es algo inadaptado a la esencia humana ?
Cabe que reflexionemos.
Es indudable que las muchas generaciones de la familia Bach
que fueron de excelentes músicos no son un fenómeno debido
tan sólo a los cromosomas ni a la ciencia genética, sino que se
deben, en su mayor parte, a un ambiente no sólo de la casa fami­
liar, sino también de
la ciudad y la nación en la que se desarro­
llaron. No cabe tampoco duda alguna de que lo que nuestros hijos
ven y
O:fen en
nuestros
hogares y en la ciudad en la que viven
forma sus gustos y sus inclinaciones.
Se dice a menudo que en cuestión de gustos no hay nada es­
crito, pero esta afirmación es pasablemente falsa. Ciertamente cada
persona tiene una inclinación o una facilidad natural hacia uno
u otro aspecto del arte, lo cual es muy lícito, como también son
lícitas, dentro de lo que es auténticamente bello, matices, simpatías
y preferencias personales. Pero no es lícito amar lo feo porque es
feo, ni lo malo y lo falso porque lo son. Y pese a toda carga de
relativismo imperante en el mundo actual, ninguna conciencia ho­
nesta puede dejar de reconocer que hay unos valores intrínsecos
y absolutos de Belleza, Verdad y Bondad frente a los cuales no
es lícito decir que no hay nada aescrito, porque está escrito en el
mismo ser de las cosas auténticas. No es lícito subvertir los valo­
res. No es lícito dar valor de oro a lo que sólo vale cobre.
Con esto quiero llamar a las conciencias de todos aquellos que
comparten mi profesión principal, la de padres de familia. Quiero
llamar su atención sobre sus propios
hogares, sobre

el ambiente de
su casa, sobre la calle y la población en la que viven, sobre su
Iglesia y sobre las aulas de sus chicos. Es obligación nuestra de
padres el lograr que los ambientes, en lo posible, no sólo sean
altares al bienestar y a la comodidad, sino que sean auténticamente
bellos; necesitamos Iglesias, colegios, calles, monumentos,
eclifi-
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ficios públicos y paisajes (que hasta los más bellos paisajes pueden
quedar destruidos
con obras
mal enfocadas), necesitamos todo un
habitácnlo que
sea bello,

lo más bello posible, un habitáculo que
eleve el alma y sus sentimientos. Más, como mi buen amigo Ra­
fael Gambra bien describe en su libro El silencio de Dios, si
la mansión es el habitáculo en el espacio,
la domesticación de las
cosas por el amor del hombre en el espacio, como
el hombre tam­
bién vive en el tiempo está también el rito, que es la domestica­
ción de las cosas en el tiempo, por así decir, es la plasmación his­
tórica del habitáculo. Es, pues, tambien necesario que h_a.gamos
belleza de nuestros ritos, con nuestros gestos, con nuestras cos­
tumbres, con
el ritmo que imprimimos a las cosas materiales den­
tro de su participación a nuestra vida. Es obligación nuestra que
haya belleza en nuestras pequeñas y grandes ceremonias públicas
y familiares, en nuestra manera de comer, de sentarnos, de salu­
darnos, de amarnos. En todas estas y muchas más repeticiones rít­
micas de nuestra vida marcada por el ritmo de estaciones, lunas
y días, dentro del gran ritmo de los años, en estas nece~rias re­
peticiones están los ritos que al proclamar y dar el testimonio de
algo son también verdaderas liturgías. Sean nuestros
ritos pro­
clamadores

de Verdades y de Bondades, sean, por tanto, ritos
auténticamente bellos que harán de nuestras casas, de nuestras
calles y de nuestras ciudades, templos de verdadera liturgía co­
tidiana.
Colegas padres

de familia, este deber incide en lo cívico, te­
nemos deber de pedir y exigir a nuestros maestros, a nuestro
clero, a nuestras autoridades gue pongan belleza en las cosas y en
los ritos que han de rodear a nuestros hijos. Y que no nos ven­
gan con argumentos manidos de rentabilidad y economía, porque
en tiempos más difíciles se hicieron las catedrales; eso sí, no per­
mitamos tampoco
que intereses extraños políticos o demagógicos
substituyan el lujo absurdo de materiales a la auténtica belleza,
recordemos cómo nuestros antepasados lograron bellísimos ec1i­
ficios sin mármoles ni bronces.
Vigilemos las modas, escojamos lo bello más que lo meramen­
te atractivo, porque esa atracción puede, a menudo, ser de muy
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bajo origen; en el vestido cabe verdadero arte que eleve y dignifi­
que a la persona. Seleccionemos los libros para que no sean pre­
ciosos estercoleros ; cuidemos de nuestro lenguaje purificando
nuestro vocabulario y evitando las torpezas. Es curioso señalar
que
nunca
corno ahora se había generalizado tanto la palabra soez
en nuestra patria, siendo incluso peculiar que la mujer es quien
más la prodiga en los ambientes jóvenes. Y a las mujeres espe­
cialmente recomiendo que vigilen sus actitudes, vigilémoslas todos,
porque no hay que olvidar que la actitud es la posición necesaria
para iniciar un acto, que jamás nuestros, gestos y actitudes su­
gieran actos feos. Desgraciadamente, los fotógrafos de las revistas
de modas no piensan así. Cultivemos la belleza de los, ritos, de las
fiestas, de los bailes, no les dejemos resbalar h,acia climas de ex­
clusiva animalidad desatada.
Y démonos cuenta de que todo esto y mucho más que todos
podernos suponer es la influencia del Arte en la educación del
niño, lo es muchísimo más que los museos, que son necesarios pero
en los que a menudo el arte se mata poniéndolo en conserva,
¿ qué
sucedería con nuestros alimentos si los encerrásemos en la ne­
vera sin sacarlos jamás? El Arte es funcional por el hecho de
ser bello. Si poseemos un buen cuadro no lo metamos en un Ban­
co, pongámoslo en nuestra sala de estar para que haga su labor
didáctica en nuestros hijos. No hagamos nuestras salidas domin­
gueras solamente en función de lo divertido, vayamos también a
ver cosas hermosas porque lo son. Y ahora una opinión personal: no hablemos tanto de dinero
en arte, porque eso le quita todo su sentido.
Lo que valen en
pesetas, lo que se cotizan las obras de arte es precisamente lo que
acaba encerrándolas en cajas fuertes. Además esta valoración eco­
nómica rara vez refleja el auténtico valor artístico en una época
en que los intereses de los
marcQantes la hacen variar a su antojo.
Por ese valor en dinero están desapareciendo las, obras de arte de
nuestros templos y de nuestras casas y ese valor en dinero con
el juego de la publicidad moderna hace pasar, a menudo, por bueno
lo que nada vale. No hablemos a los chicos de lo que vale un
cuadro en pesetas, sino en cualidades.
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Citaré una experiencia reciente para ejemplo de que eso es
más fácil de lo que parece. Se trata del éxito asombroso que WaJdo
de los Ríos está cosechando entre los jóvenes con arreglos de Beethoven, Schubert, Mozart, Brahms, Dvorak, Haydn, Tchai­
kovsky y Mendelson, nada menos. Y oigo a muchos melenuditos
y minifalderitas de corta edad tarareando la Novena o la Nuevo Mundo.
Es una experiencia asombrosa del instinto natural del
joven hacia lo bello. Me decía un vendedor de discos que muchos
de sus clientes para Bach y Vivaldi son chicos jovencísimos. En esto se re;oela una necesidad vital de lo bello después de tanto gri­
to estridente y tanta inarmonía frenética como nos ha promocio­
nado a todas horas la Radio y la Televisión.
Para terminar, por cierto, citaré en algún modo la Televisión
que ha puesto en serial Los Miserables, de Víctor Rugo. Pues bien,
en el primer capítulo un sacerdote se oponía a transformar su jar­
dincillo en huerto
y prefería recoger flores que coles y daba por
razón que lo bello es mucho más útil que lo agradable.
Sinceramente, con sentido realista de la proporción, yo creo
que es muy cierto.
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