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Número 99
Serie X
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- Congresos
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- Ilustraciones con recortes de periódicos
Autores
1971
Fuerza y violencia
FUERZA Y VIOLENCIA
POR
ANDRÉ RocHa
El próximo Congreso de Lausanne tendrá lugar, Dios me
diante, los días 29 y 30 de
abril y 1.0 de mayo de 1972. Ni es pre
maturo, ni carece de interés hablar de
él.
Su tema ya ha sido anunciado: "Fuerza y Violencia".
Pocos
hay de
mayor actualida:d.
La
dificultad radicará,
sobre todo,
en
1a obligación de delimi
tarlo. Delimitación indispensable para
e"itar la dispersión, por
que eil tema -es inmenso.
Aunque
.sin prohibir, daro está, a Jos diversos
comunicantes
evocar 1os
principios univevsales capaces de
iluminar un tema
di
fícil, interesará que las exposiciones estén centradas en aquellos
aspectos de
la fuerza y de la violencia que interesen más directa
mente ail orden, cuando no a la seguridad, del cuerpo socia1.
No
es que ciertos
contextos sobre la fuerza y la violencia ca
rezcan, en ·sí mismos, de interés para nosotros. Solamente es que
creemos que es necesario, hoy en día, no quedarse de ninguna
manera colgados del techo de 'los solos principios, por lo mucho
que el interés de nuestras -ciudades exige precisiones, estigmatiza
ciones y resoluciones práctiCa's.
Sin desconocer el valor de lo que Santo Tomás escribió en '1a
Summa referente a la "fuerza", no es de esa '~fuerza" -que es
sobre todo firmeza del alma-, de la que queremos hablar en
Lausana. Deseamos ver abordar
allí los problemas de lo que re
fuerza el orden interior así
como la seguridad exterior de nues
tras
sociedades.
Una fuerza que no es necesariamente violencia. Una distin
ción se impone,
efectirvamente, entre
esas dos nociones.
Di'Sltin-
885
Fundaci\363n Speiro
ANDRE ROCHE
ción que, sin ninguna duda, será una de las prindpailes dificul
tades de los trabajos del Congreso.
Lo importante es comprender que la violencia
puede no
ser
una ·señal de fuerza.
La fuerza, la verdadera fuerza, puede ser ...
incluso es,
esenciailment.e benigna y suave. Auténtico poder del
orden verdadero. Auténtico poder
de la armonía natural de los
seres
y de las cosas. Lo propio del fort en maths, por ejemplo,
es :resolver los problemas más arduos sin crispación, con sonrisa
y como divirtiéndose.
La fuerza
es uno de ·los efectos de
la plenitud de lo que está
en
orden.
¿ Está amenazada esa plenitud ? ¿ Está perturbada ? Entonces es
cuando
aparece la violencia.
Tanto si el ser perturbado tiene por sí mismo que "hacerse
violencia"
si
su desorden es interior,
tanto como si el ser amena
zado tiene que hacerse violento contra lo que [e ataca desde el
exterior.
El rasgo característico de la verdadera fuerza, por el contra
rio,
es que normahnente se
manifiesta por la sola virtud del res
peto, del servicio, y aun, si se nos penn:ite 1a expresión, del mero
funcionamiento del orden idóneo.
De ahí la incomparable acción bienhechora de esa fuerza que
emana sencillamente de la armonía
del orden
verdadero, de
la
armonía de un ser convenientemente jerarquizado.
Desgraciadamente,
es inútil
insistir para que
se admita que
en nuestra vida interior y en -el cuidado de los asuntos. públicos,
esa fuerza pura y .serena, esa fuerza no brutal del orden verdadero
fracasa a menudo y entonces hay que recurrir a la violencia. El
propio Evangelio, ¿ acaso no nos muestra a1 Señor, ese ''Príncipe
de la Paz", constreñido a recurrir a ella? ¿ Acaso E)! no ha an
señado
que
únicamente los
violentos pueden
entrar en
el Reino?
Vio1ern:ia, pues, contra uno mismo. Pero violencia también
para detener y vencer a los elementos que, desde el exterior,
se
manifiestan como perturbadores, destructores y
enemigos del
orden.
886
Fundaci\363n Speiro
FUERZA Y VIOLENCIA
La violencia nace del desorden, bien porque tenga que reac
cionar
contra ese
desorden, bien
porque le
pertenezca.
,
Así vemos que si la
fuerza, la
verdadera
fnerza es UN A,
como la verdad, como el orden del cual es
una virtud, hay, por
el contrario, violencia y violencia. Una violencia bienhechora,
justa, reconstructora cuando se atañe a
la defensa y a •la restaura
ción
del orden
verdadero; y
una violencia injusta, malhecliora,
cuando
se
dedica a destruir el
orclen humano y
divino,
* * ..
La distinción es fundamental.
Pero
presupone la
comprensión de
las
nociones, tan ma1 cono
ci
orden y de desorden, de verdad y error, de bien y de
mal, de bello
y de feo.
Es una distinción fundamental porque solamente ella permi
te
apartar las
ambigüeda,des odiosas
que se mueven como
hormi
gas
en
ua mayoría de los deootes actua!les sobre fuerza y violencia.
Con
demasiada frecuencia la
violeocia es
considerada única
mente en
relación con
sus
aspectos bruralles. Cuando 1a realidad
es
que hay formas de violencia suave, no
menos odiosa
porque
sea menos destruotora. Por el contrario, una violencia ruidosa y
golpeante puede ser salvadora y sabia si está vel'dadera y pruden
cialmente ordenada a
la salvaguarda de los
verdaderos bienes.
Entonces
se
comprende que el problema está mad plantearlo
por
aquellos
que, en
el capítulo de la guerra, por ejemplo, juntan
demasiado fácihnente "guerra defensiva" y "guerra justa" para
tolerarla ... , "guerra
ofensiva" y "guerra injusta" para conde
narla.
¡ Distinción demasiado superlicíal I Porque una guerra defen
siva puede ser notoriamente injll!Sta -por ejemplo, cuando un
tirano no toma las armas más que solamente para mantener y pro
longar sus exacciones-, mientras que una gtu.,erra ofen1siva es
más que justa, magnánima, .si se propone castigar la iniquidad o
reivindicar derechos sagrados.
Por otra parte, no es muy difícil comprender hwsta qué punto
esas nociones de "guerra defensiva" y de "guerra ofensiva" co-
887
Fundaci\363n Speiro
ANDRE ROCHE
r-ren el riesgo de ser engañosas por estar trucadas. Dejar sistemá
ticamente a los
malos !la iniciativa del ataque, con pret=to de
probar
mejor
!la culpabilidad de su ofensiva, es condenar a los
buenos a
encontrarse siempre
a merced de un adversario que
tendrá toda clase de ·comodidades para escoger, como quiera,
el
terreno y !la hora más favorables para el éxito de sus operaciones
criminales. Otra operación determinada, Uamada "ofensiva" puede,
en r,ealidad, no ser más que una defensa contra un adversario
cuyas intenciones y preparativos bélicos son conocidos.
Incluso
se ha
llegarlo a
decir, sin
demasiada inverosimilitud,
que "la guerra .tiene más bien una razón de ser para el defensor
que para el conquista:dor. Porque !la gnerra no comien,.a antes
de
que
!la invasión haya suscitarlo !la defensa. Un conquistador es
siempre amigo de
la paz. Bien quisiera hacer su entrada en otro
estado sin encontrar oposición. El único medio de impedírselo es,
muy a menudo, 1a guerra".
* * *
La distinción entre lo justo y lo injusto, el bien y el mal, lo
verdadero y
lo
faJlso, es
una distinción absolutamente fundamental.
Sin
el!Ja, los
peores equívocos son inevitables con los peores
excesos.
Porque, "ciertamente siempre -observaba ya San Agustín-,
los malos han perseguido a los buenos, y los buenos han perse
gnido a los
malos : és:tos para
servir a
sus pasiones,
y aquéllos a
la caridad. El que asesina no tiene en cuenta lo que desga,-ra, el
que ouida cons\dera lo que corta. U no anhela la salukl, y otro la
corrupción. Los
impíos han
rnata,do a
los profetas, los profetas
también han matado a los impíos. Los judíos han azotado a Cris
to, y Cristo también ha azotado a
:Jos judíos.
Los
Apóstoles han
sido entregados por ciertos hombres al poder de los mailos; pero
los
Apóstoles también
han abandonado a
ciertos hombres al po
der de Satanás".
HEn todo esto, pues, ¿ qué hay que ,considerar -se pregunta
San Agnstín-, sino quién actúa por la verdad y quién por la
iniquidad, quién con vistas a perjudicar, quién para corregir?"
888
Fundaci\363n Speiro
FUERZA Y VIOLENCIA
¡ Texto admirable! Hace resaltar .la d
do no
la hipócrita perversidad, de quienes hoy en día pretenden
condenar "todas fas violencias, cualquiera qrue sea su origen". Ex
celente método para dejar el campo lLbre únicamente a bs vio
lencias
de los
1Tlllllos, los
cuales
se enredan poco con semejantes
m,\ximas. E,ccelente método
para que, a los ojos
de quien
toma
esta clase de col1!denación en serio, fa violencia de los subversivos
sea prácticamente aceptada,
y
quedan
úr:iicamente repmbooas las
violencias para la defensa del orden. ¡ Lo crurl ya es el colmo!
San Agustín,
al revés que nuestros prelados o de nuestros cléri
gos reputados como progresistas, sabía librarse a sí mismo de
una moral con máximas tan subversiws.
Francamente, creemos que no se hará nada mientras no se
acdmita que hoy en día nos estrellamos menos contra el problema
de
la violencia que con
el problema del desooden. Porque si el
cúmulo de vidlencias no cesa de crecer en el mundo, no es porque
este mundo tuviera una especie de complacencia natural por la
violencia; es porque el desorden está en él en progresión cons
tante. Desorden que engendra la vidlencia bajo un doble aspec
to: violencia para la inmediata salvaguarda por parte de los que
tratan de preservar lo que debe ser
preservllido; y
violencia de
las que, por el contrario, sueñan ,con
subvertido todo.
Dicho de otra manera: cuanto más aumenta el desorden, más
la violencia ~bajo sus dos formas contradictorias-, no puede,
a su vez, dejar de aumentaT, Porque fa vio1encia, bajo su1s dos
formas contradictorias, es el signo de
la misma contn,. 11cción
de
todo
desorden. E1
orden
verdadero es, a su
vez,
armonía, uni~
d"d y fuerza.
Hay, pues, que combatir menos 1a vk-1,,.ncia -lo cual tiene el
riesgo de engendrar una violencia más-, que d desoirlen.
Y para combatir eficazmente el desorden hay que saber, ante
todo,
si existe
un orden verdadero. Y si existe un orden vema
dero, hay que tener
aJdemás el valor de
creer en él hasta el punto
de
decido, de proclamar su
autenticidad y
recoroa.r sus
exigen
cias. Son perspectivas
cuya simple enumeración pone ,,¡ descu
bierto
cuánto hay
de liberalismó
en nosotros mismos.
, Acaso la
889
Fundaci\363n Speiro
ANDRE ROCHE
verdad no es presellllada, hasta en nuestros santuarios, como una
"búsqueda" escrupulosamente celosa de
no descubrir nada y,
más aún, de no afirmar nada?
Para luchar contra la vidlencla hay, pues, que luchar por el
ornen vertladero, el cual es el único que puede reintegrar a la
virtud de esta fuerza benigna y suave de la cual hemos hablado
ad principio
de este
artí
bastante
armoniosamente
fuerte
para
ser sin violencia.
Restablecimiento del OI'den que supone, claro
está, que se
co
nozcan
y respeten sus exigencias, leyes, procesos de restauración
y armonías.
La fuerza, esa fuerza del orden que es un beneficio incompa
rable, es el fruto de todo eso.
En una
sociedl!Jd así
ordenada, el recurso a la
violencia no
puede ser sino raro, prácticairnente excepcional ; tanrto si se trata
de la violencia revuelta como de :la violencia mantenedora del
otden. Y
esto, en nombre de lo que ha descrito muy bien
J ean
Cau,
en
el magnífico
ediitorial que
P ermanences publicó con la
debida autorización (1 ).
"Aun antaño, 1a sociedad tenía sus "po1icías" ----me atrevo a
deciruo si se me pennite hacerlo en el sentido etimológice>-, es
pontáneos.
Eran,
,por ejemplo, el padre, i!l jefe con méritos re
conocidos y
adquiridos y,
finalmente,
el Sllcerdote. E,l ooden no
estaba tanto
impuesto como consentido y viv>do y extraía su últi
ma legitimidad de una trascendencia. El delincuente no era
úni
camer '.e un fuera de la ley, sino también un fuera de la moral ...
Moral que se
practicaba espontáneamente de lo alto
a lo bajo de
la escala ,sociail, sin despra~se en preguntas.
(1) Cfr.,_ Perm;..,v1mces, núm. 80: "El fondo del problema".
(2) Dicho de otra manera: el orden no era fruto de una p:resión vio
lenta; encontraba su equilibrio en fa disposición interna de lo que le ase
guraba ·el beneficio, el padre, el jefe de m/ritos adquiridos, el sacerdo
te, etc. Ta!1 es ta· fuerza del orden verdadero. Orden en el que la parte
de violencia se reduce -at mínimo. Orden que se mantenía. por su prQP13.
virtud y en el que el recurso al aparato coercitivo de la palicla era ínfimo
en comparación del que conocen nuestras sociedades actuales. (Nota de
A. Roche.)
890
Fundaci\363n Speiro
FUERZA Y VIOLENCIA
Hoy en día, las cosas son
dice,
"nada es sagrado". Decapitada de
toda trascendencia,
la
moral se ve condenada a no ser más, en la es:6era de las socie
dades, que la práctica del orden. Como éste está,
por otra pame,
contestado
por todas
pames y asaltado por
todos lados, es evi
dente que
el criminal se disfraza de
primer contestario y por
poco,
de víctima y de héroe. Como las
ciencias human·as y la política no dejan de mezolar
se
en ello, el policía, de
contragdlpe, aparece
como
mantenedor
ciego
de ese orden contestado, como reaccionario y verdugo ...
Ciemamente, toda sociedad
tiene
.Ja policía que se merece,
porque ésta no es más que emanación del cuerpo social y de sus
dudas y afirmaciones. Cuanto más laica se hace una moral, más
queda
destinado el sacerdote a ser reemplazado por
el pdlicía y
las dictaduras, cualesquiera que sean ; son la negra ilustración de
esta evidencia.
Es
como decir que cuanto más una
sociedad pierrle el sentido
de la verldad, tanto máJS pierde el sentido del orden, y más pierde
en
fuerza benigna y suave y se transforma en sociedad violenta,
tanto si esta violencia proviene
proviene de elementos decididos a salvar la sociedad del caos
que
la invade.
* * *
Deseamos ver tratar el tema ªFuerza y Viol'encia" el afio
próximo en Lausana a la luz de estos pocos y someros recuerdos.
Aquí
sólo han sido
evocados los
principios. Son posibles
m/iJl
desarrollos. Con todo, nos parece que la atención de los comuni
cantes podría o debería dirigirse hacia problemas como los de la
guerra o la agitación revolucionaria, la objeción de conciencia, los
métodos
de no violencia sistemática, el ej
éroto (y, por tanto, la
guerra),
la policía, las manifestaciones, las huelgas, el respeto a
la vida, y tantas otras formas de ·acción pdlítica y social.
De aqtú en adelante no nos parece inútil preparar a nuestros
amigos
al estudio
de
esos temas.
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Fundaci\363n Speiro
POR
ANDRÉ RocHa
El próximo Congreso de Lausanne tendrá lugar, Dios me
diante, los días 29 y 30 de
abril y 1.0 de mayo de 1972. Ni es pre
maturo, ni carece de interés hablar de
él.
Su tema ya ha sido anunciado: "Fuerza y Violencia".
Pocos
hay de
mayor actualida:d.
La
dificultad radicará,
sobre todo,
en
1a obligación de delimi
tarlo. Delimitación indispensable para
e"itar la dispersión, por
que eil tema -es inmenso.
Aunque
.sin prohibir, daro está, a Jos diversos
comunicantes
evocar 1os
principios univevsales capaces de
iluminar un tema
di
fícil, interesará que las exposiciones estén centradas en aquellos
aspectos de
la fuerza y de la violencia que interesen más directa
mente ail orden, cuando no a la seguridad, del cuerpo socia1.
No
es que ciertos
contextos sobre la fuerza y la violencia ca
rezcan, en ·sí mismos, de interés para nosotros. Solamente es que
creemos que es necesario, hoy en día, no quedarse de ninguna
manera colgados del techo de 'los solos principios, por lo mucho
que el interés de nuestras -ciudades exige precisiones, estigmatiza
ciones y resoluciones práctiCa's.
Sin desconocer el valor de lo que Santo Tomás escribió en '1a
Summa referente a la "fuerza", no es de esa '~fuerza" -que es
sobre todo firmeza del alma-, de la que queremos hablar en
Lausana. Deseamos ver abordar
allí los problemas de lo que re
fuerza el orden interior así
como la seguridad exterior de nues
tras
sociedades.
Una fuerza que no es necesariamente violencia. Una distin
ción se impone,
efectirvamente, entre
esas dos nociones.
Di'Sltin-
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Fundaci\363n Speiro
ANDRE ROCHE
ción que, sin ninguna duda, será una de las prindpailes dificul
tades de los trabajos del Congreso.
Lo importante es comprender que la violencia
puede no
ser
una ·señal de fuerza.
La fuerza, la verdadera fuerza, puede ser ...
incluso es,
esenciailment.e benigna y suave. Auténtico poder del
orden verdadero. Auténtico poder
de la armonía natural de los
seres
y de las cosas. Lo propio del fort en maths, por ejemplo,
es :resolver los problemas más arduos sin crispación, con sonrisa
y como divirtiéndose.
La fuerza
es uno de ·los efectos de
la plenitud de lo que está
en
orden.
¿ Está amenazada esa plenitud ? ¿ Está perturbada ? Entonces es
cuando
aparece la violencia.
Tanto si el ser perturbado tiene por sí mismo que "hacerse
violencia"
si
su desorden es interior,
tanto como si el ser amena
zado tiene que hacerse violento contra lo que [e ataca desde el
exterior.
El rasgo característico de la verdadera fuerza, por el contra
rio,
es que normahnente se
manifiesta por la sola virtud del res
peto, del servicio, y aun, si se nos penn:ite 1a expresión, del mero
funcionamiento del orden idóneo.
De ahí la incomparable acción bienhechora de esa fuerza que
emana sencillamente de la armonía
del orden
verdadero, de
la
armonía de un ser convenientemente jerarquizado.
Desgraciadamente,
es inútil
insistir para que
se admita que
en nuestra vida interior y en -el cuidado de los asuntos. públicos,
esa fuerza pura y .serena, esa fuerza no brutal del orden verdadero
fracasa a menudo y entonces hay que recurrir a la violencia. El
propio Evangelio, ¿ acaso no nos muestra a1 Señor, ese ''Príncipe
de la Paz", constreñido a recurrir a ella? ¿ Acaso E)! no ha an
señado
que
únicamente los
violentos pueden
entrar en
el Reino?
Vio1ern:ia, pues, contra uno mismo. Pero violencia también
para detener y vencer a los elementos que, desde el exterior,
se
manifiestan como perturbadores, destructores y
enemigos del
orden.
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FUERZA Y VIOLENCIA
La violencia nace del desorden, bien porque tenga que reac
cionar
contra ese
desorden, bien
porque le
pertenezca.
,
Así vemos que si la
fuerza, la
verdadera
fnerza es UN A,
como la verdad, como el orden del cual es
una virtud, hay, por
el contrario, violencia y violencia. Una violencia bienhechora,
justa, reconstructora cuando se atañe a
la defensa y a •la restaura
ción
del orden
verdadero; y
una violencia injusta, malhecliora,
cuando
se
dedica a destruir el
orclen humano y
divino,
* * ..
La distinción es fundamental.
Pero
presupone la
comprensión de
las
nociones, tan ma1 cono
ci
orden y de desorden, de verdad y error, de bien y de
mal, de bello
y de feo.
Es una distinción fundamental porque solamente ella permi
te
apartar las
ambigüeda,des odiosas
que se mueven como
hormi
gas
en
ua mayoría de los deootes actua!les sobre fuerza y violencia.
Con
demasiada frecuencia la
violeocia es
considerada única
mente en
relación con
sus
aspectos bruralles. Cuando 1a realidad
es
que hay formas de violencia suave, no
menos odiosa
porque
sea menos destruotora. Por el contrario, una violencia ruidosa y
golpeante puede ser salvadora y sabia si está vel'dadera y pruden
cialmente ordenada a
la salvaguarda de los
verdaderos bienes.
Entonces
se
comprende que el problema está mad plantearlo
por
aquellos
que, en
el capítulo de la guerra, por ejemplo, juntan
demasiado fácihnente "guerra defensiva" y "guerra justa" para
tolerarla ... , "guerra
ofensiva" y "guerra injusta" para conde
narla.
¡ Distinción demasiado superlicíal I Porque una guerra defen
siva puede ser notoriamente injll!Sta -por ejemplo, cuando un
tirano no toma las armas más que solamente para mantener y pro
longar sus exacciones-, mientras que una gtu.,erra ofen1siva es
más que justa, magnánima, .si se propone castigar la iniquidad o
reivindicar derechos sagrados.
Por otra parte, no es muy difícil comprender hwsta qué punto
esas nociones de "guerra defensiva" y de "guerra ofensiva" co-
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ANDRE ROCHE
r-ren el riesgo de ser engañosas por estar trucadas. Dejar sistemá
ticamente a los
malos !la iniciativa del ataque, con pret=to de
probar
mejor
!la culpabilidad de su ofensiva, es condenar a los
buenos a
encontrarse siempre
a merced de un adversario que
tendrá toda clase de ·comodidades para escoger, como quiera,
el
terreno y !la hora más favorables para el éxito de sus operaciones
criminales. Otra operación determinada, Uamada "ofensiva" puede,
en r,ealidad, no ser más que una defensa contra un adversario
cuyas intenciones y preparativos bélicos son conocidos.
Incluso
se ha
llegarlo a
decir, sin
demasiada inverosimilitud,
que "la guerra .tiene más bien una razón de ser para el defensor
que para el conquista:dor. Porque !la gnerra no comien,.a antes
de
que
!la invasión haya suscitarlo !la defensa. Un conquistador es
siempre amigo de
la paz. Bien quisiera hacer su entrada en otro
estado sin encontrar oposición. El único medio de impedírselo es,
muy a menudo, 1a guerra".
* * *
La distinción entre lo justo y lo injusto, el bien y el mal, lo
verdadero y
lo
faJlso, es
una distinción absolutamente fundamental.
Sin
el!Ja, los
peores equívocos son inevitables con los peores
excesos.
Porque, "ciertamente siempre -observaba ya San Agustín-,
los malos han perseguido a los buenos, y los buenos han perse
gnido a los
malos : és:tos para
servir a
sus pasiones,
y aquéllos a
la caridad. El que asesina no tiene en cuenta lo que desga,-ra, el
que ouida cons\dera lo que corta. U no anhela la salukl, y otro la
corrupción. Los
impíos han
rnata,do a
los profetas, los profetas
también han matado a los impíos. Los judíos han azotado a Cris
to, y Cristo también ha azotado a
:Jos judíos.
Los
Apóstoles han
sido entregados por ciertos hombres al poder de los mailos; pero
los
Apóstoles también
han abandonado a
ciertos hombres al po
der de Satanás".
HEn todo esto, pues, ¿ qué hay que ,considerar -se pregunta
San Agnstín-, sino quién actúa por la verdad y quién por la
iniquidad, quién con vistas a perjudicar, quién para corregir?"
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FUERZA Y VIOLENCIA
¡ Texto admirable! Hace resaltar .la d
la hipócrita perversidad, de quienes hoy en día pretenden
condenar "todas fas violencias, cualquiera qrue sea su origen". Ex
celente método para dejar el campo lLbre únicamente a bs vio
lencias
de los
1Tlllllos, los
cuales
se enredan poco con semejantes
m,\ximas. E,ccelente método
para que, a los ojos
de quien
toma
esta clase de col1!denación en serio, fa violencia de los subversivos
sea prácticamente aceptada,
y
quedan
úr:iicamente repmbooas las
violencias para la defensa del orden. ¡ Lo crurl ya es el colmo!
San Agustín,
al revés que nuestros prelados o de nuestros cléri
gos reputados como progresistas, sabía librarse a sí mismo de
una moral con máximas tan subversiws.
Francamente, creemos que no se hará nada mientras no se
acdmita que hoy en día nos estrellamos menos contra el problema
de
la violencia que con
el problema del desooden. Porque si el
cúmulo de vidlencias no cesa de crecer en el mundo, no es porque
este mundo tuviera una especie de complacencia natural por la
violencia; es porque el desorden está en él en progresión cons
tante. Desorden que engendra la vidlencia bajo un doble aspec
to: violencia para la inmediata salvaguarda por parte de los que
tratan de preservar lo que debe ser
preservllido; y
violencia de
las que, por el contrario, sueñan ,con
subvertido todo.
Dicho de otra manera: cuanto más aumenta el desorden, más
la violencia ~bajo sus dos formas contradictorias-, no puede,
a su vez, dejar de aumentaT, Porque fa vio1encia, bajo su1s dos
formas contradictorias, es el signo de
la misma contn,. 11cción
de
todo
desorden. E1
orden
verdadero es, a su
vez,
armonía, uni~
d"d y fuerza.
Hay, pues, que combatir menos 1a vk-1,,.ncia -lo cual tiene el
riesgo de engendrar una violencia más-, que d desoirlen.
Y para combatir eficazmente el desorden hay que saber, ante
todo,
si existe
un orden verdadero. Y si existe un orden vema
dero, hay que tener
aJdemás el valor de
creer en él hasta el punto
de
decido, de proclamar su
autenticidad y
recoroa.r sus
exigen
cias. Son perspectivas
cuya simple enumeración pone ,,¡ descu
bierto
cuánto hay
de liberalismó
en nosotros mismos.
, Acaso la
889
Fundaci\363n Speiro
ANDRE ROCHE
verdad no es presellllada, hasta en nuestros santuarios, como una
"búsqueda" escrupulosamente celosa de
no descubrir nada y,
más aún, de no afirmar nada?
Para luchar contra la vidlencla hay, pues, que luchar por el
ornen vertladero, el cual es el único que puede reintegrar a la
virtud de esta fuerza benigna y suave de la cual hemos hablado
ad principio
de este
artí
bastante
armoniosamente
fuerte
para
ser sin violencia.
Restablecimiento del OI'den que supone, claro
está, que se
co
nozcan
y respeten sus exigencias, leyes, procesos de restauración
y armonías.
La fuerza, esa fuerza del orden que es un beneficio incompa
rable, es el fruto de todo eso.
En una
sociedl!Jd así
ordenada, el recurso a la
violencia no
puede ser sino raro, prácticairnente excepcional ; tanrto si se trata
de la violencia revuelta como de :la violencia mantenedora del
otden. Y
esto, en nombre de lo que ha descrito muy bien
J ean
Cau,
en
el magnífico
ediitorial que
P ermanences publicó con la
debida autorización (1 ).
"Aun antaño, 1a sociedad tenía sus "po1icías" ----me atrevo a
deciruo si se me pennite hacerlo en el sentido etimológice>-, es
pontáneos.
Eran,
,por ejemplo, el padre, i!l jefe con méritos re
conocidos y
adquiridos y,
finalmente,
el Sllcerdote. E,l ooden no
estaba tanto
impuesto como consentido y viv>do y extraía su últi
ma legitimidad de una trascendencia. El delincuente no era
úni
camer '.e un fuera de la ley, sino también un fuera de la moral ...
Moral que se
practicaba espontáneamente de lo alto
a lo bajo de
la escala ,sociail, sin despra~se en preguntas.
(1) Cfr.,_ Perm;..,v1mces, núm. 80: "El fondo del problema".
(2) Dicho de otra manera: el orden no era fruto de una p:resión vio
lenta; encontraba su equilibrio en fa disposición interna de lo que le ase
guraba ·el beneficio, el padre, el jefe de m/ritos adquiridos, el sacerdo
te, etc. Ta!1 es ta· fuerza del orden verdadero. Orden en el que la parte
de violencia se reduce -at mínimo. Orden que se mantenía. por su prQP13.
virtud y en el que el recurso al aparato coercitivo de la palicla era ínfimo
en comparación del que conocen nuestras sociedades actuales. (Nota de
A. Roche.)
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FUERZA Y VIOLENCIA
Hoy en día, las cosas son
"nada es sagrado". Decapitada de
toda trascendencia,
la
moral se ve condenada a no ser más, en la es:6era de las socie
dades, que la práctica del orden. Como éste está,
por otra pame,
contestado
por todas
pames y asaltado por
todos lados, es evi
dente que
el criminal se disfraza de
primer contestario y por
poco,
de víctima y de héroe. Como las
ciencias human·as y la política no dejan de mezolar
se
en ello, el policía, de
contragdlpe, aparece
como
mantenedor
ciego
de ese orden contestado, como reaccionario y verdugo ...
Ciemamente, toda sociedad
tiene
.Ja policía que se merece,
porque ésta no es más que emanación del cuerpo social y de sus
dudas y afirmaciones. Cuanto más laica se hace una moral, más
queda
destinado el sacerdote a ser reemplazado por
el pdlicía y
las dictaduras, cualesquiera que sean ; son la negra ilustración de
esta evidencia.
Es
como decir que cuanto más una
sociedad pierrle el sentido
de la verldad, tanto máJS pierde el sentido del orden, y más pierde
en
fuerza benigna y suave y se transforma en sociedad violenta,
tanto si esta violencia proviene
que
la invade.
* * *
Deseamos ver tratar el tema ªFuerza y Viol'encia" el afio
próximo en Lausana a la luz de estos pocos y someros recuerdos.
Aquí
sólo han sido
evocados los
principios. Son posibles
m/iJl
desarrollos. Con todo, nos parece que la atención de los comuni
cantes podría o debería dirigirse hacia problemas como los de la
guerra o la agitación revolucionaria, la objeción de conciencia, los
métodos
de no violencia sistemática, el ej
éroto (y, por tanto, la
guerra),
la policía, las manifestaciones, las huelgas, el respeto a
la vida, y tantas otras formas de ·acción pdlítica y social.
De aqtú en adelante no nos parece inútil preparar a nuestros
amigos
al estudio
de
esos temas.
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