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El Concilio Vaticano II: Errores corrientes en su interpretación

EL CONCILIO VATICANO II: ERRORES CORRIENTES
EN SU INTERPRETAC10N
¿ Qué ha ocurrido después del Concilio?
«Se ere/a que después del Concilio vendría un dia de sol para
"la hiJtoria de la Iglesia. Por el contrario, ha venido un día de nubes1
11
de tempestad, de oscuridad, de búsqueda, de incertidumbre 1 se
"siente fatigada en

dar la
alegría·de la

fe. Predicámós el
ecumenis­
,,mo
y nos alejamos cada vez más de los otros, Procuramos excavar
"abismos en vez de colmarlos.
"
"¿"Cómo ha ocurrido todo esto? No11 os confiaremos nueitro pen­
,, samiento: ha habido fin poder, un poder adverso. Digamos su nom­
" bre:

el. Demonio. Este
misterioso ser que está en la

propia
carta de
"San Pedro -que estamos comentando-y al que se hace alusión
"tantas y cuantas veces en el Evangelio -en .los labios de Cristo-­
"vuelve la mención de este enemigo del hombre.»
PAULO VI: Discurso del día de los Santos
Pedro y Pablo del 29 de julio de. 1972 (traduc­
ción de Agencia C. l. O.).
Impulsos múltiples y vivaces del Concilio no orientados en su
buena direcciÓL
« ... las dificultades son muchas, como todos ven. El Concilio ha
"impreso en la Iglesia impulsos múltiples
y vivaces, pero no siem­
"pre
.son aprovechados

en
su buena dirección, e.s decir1 para edifica­
nción
de

la Iglesia de Dios. Y
así .son no

pocos los síntomas
que
"parecen
presagiar

graves daños para la Iglesia. Nos mismo hemos
"señalado ya a/.gtmos, como cierta flexión

en el sentido de
la ortodo­
"xia doctrinal

en algunas escuelas
y en algunos investigadores. Y
"no hay quien no vea, el

peligro
que para
la verdad religiosa
y para
"la eficacia

salvadora de nuestra religión ·constituye el considerar
.so-
631
Fundaci\363n Speiro

/J lamente su aspecto humctno y social, en perjuicio del aspecto pri­
/Jmordia/,,
sacro y divino, como es el de la fe y la oración.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del 17 de septiembre de 1969 ( texto italiano
en
L'O.rservdtore Romano del 18; texto en castella:
no: Ecclesia núm. 1.459 del 27).
Peligro de la desviación consistente en creer que el Concilio
Vaticano II significa una rn,ptura con el pasado.
«La priftl.era des-viación es la de creer que el Concilio ha abierto
"una época

tan nueva
que autorice
una desvalorización, un
al-ejamiento,
nuna
intolerancia·

hacia la tradición de la Iglesia. Existe en muchos
,, un

estado de ánimo de radical intolerancia hacia el
«ayer>> de
la
"Iglesia:
hombres, instituciones,

costumbres, doctrinas, todo está, sin
nmás, desfasado,

si lleva la impronta del
pasado. De
este modo
un
"espíritu

crítico
implacable condena en esto! irrefrenables

innovadores
ntodo el

«sistema» eclesiástico de_
ayer,' ellos no

ven otra cosa
que
"culpas y defectos, ineptitud e ineficacia en las expreiiones de la vida
"católica de los años
pasados,-consecuencias que se
prestarían a mu­
" chas y graves consideraciones y que oscurecen aquel sentido histórico
nde la vida de

la
Iglesia, que constituye, ciertamente,

una
caracterís­
ntica
preciosa

de nuestra cultura.
"Tal sentido

histórico es
sustituido por una fácil simpatía

hacia
ntodo lo que está

fuera de la Iglesia, el enemigo resulta simpático
y
"ejemplar, mientras el amigo, por el contrario, se hace antipático e
"intolerable.
"Si no

se
mo'dera este
proceso, da lugar
irJcluso a
la persuasión de
"que es

lícito plantear la hipótesis de una Iglesia totalmente diversa
"de la

nuestra de hoy,
una Iglesia
-suele decirse-
inventada para
nlos tiempos nuevos, donde quede

abolido todo vínculo de obedien­
"cia molesta,

todo límite a la libertad personal, toda forma de-
sacra­
nlidad
obligatoria-.»
632
PAULO
VI:
Alocución en la audiencia general
del 7 de enero de 1970 (texto italiano en
L'Os­
servatore Romano del 7-8 de enero, texto en
castellano:
Ecclesia núm. 1.475, del 17 de ene­
ro).
Fundaci\363n Speiro

Falsa y abusiva interpretación del Vaticano II que pretende
una ruptura con la tradición
y el libertinaje de una Iglesia
"nueva", casi ''reinventada".'
< "no podemos ni debem.os .o,;ultarnos: En primer lugar, una falsa y
"abusiva interpretación del Concilio, que querría una ruptura con la 11tradición, incluso doctrinal, llegando al rechazo de la Iglesia pre­
"conciliar y al libertinaje de concebir una Igle.ria «nuevtl'J>, casi «rein­
nventada» en su interior, en la conJtitución1 en el dogma, en las cos­
"tumbres,
en

el derecho.»
PAULO VI: Alocución al Sacro Colegio Car­
denalicio que _ acudió a felicitarle con motivo . de
su onomástica (23-VI-72) (textó italiano en L'Os­
servaJor-e Romano, 24 de junio; traducción de
Eccle.ria núm. 1.599, del sábado 8 de julio de
1972).
El Concilio no ha autorizado un cristianismo fácil, sin dogmas,
sin

autoridad
y sin sacrificios virtuosos.
< "más directas
y fraternales con el mundo contemporáneo, ha autori-
11zadO una
ambigua y acomodaticia interpretación del Evangelio, un
,,cristianismo fácil,

sin dogmas, sin
autoridad y
sin
sacrificios vir­
"tuosos.
La voz de Cristo res11ena sobre nosotros: «Si vuestra justicia
"(es decir,

vuestra
perfección mara/), no

es mayor
que la
de los es­
,, cribas y de los fariseos ( de la gente «bien», se diría hoy), no en­
"traréis en

el reino de los cielos» (Mt.,
5, 20).
Cristo no
disminuye
"la
exigencia

de la ley
moral,-la aumenta más
bien
y la sustrae a la
"pseudo-eficacia de
una pura observancia legal y formal, haciéndola
"más interior,

más
personal, más

obligatoria:
leamos nuevamente
el
"discurso de la montaña,
y veremos en qué dirección la norma de. la
"vida cristiana

se
perfecciona con
exigencias más humanas, más
pro-
11/undas y más religiosas, que encontrarán en el supremo y doble
"mandato del amor soberano a Dios
y del amor igual al prójimo la
"síntesis-clave de todo el ordenamiento ético cristiano.
La escala
"moral de Cristo no baja, sino
que sube;

es la escala del
«más», no
"del

«menos».»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del 14 de
julio de 1971; traducción de Erclesia
núm. 1.551, del 24 de julio.
633
Fundaci\363n Speiro

El Concilio no pretendió una "liberación" de los deberes que la costumbre cristiana
h_ahía considerado sie~pre como
graves
y obligatorios.
«La santidad, presuponiendo el don divino de la gracia, que -nos
>}consagra
santos,
se convierte
en una obligación, se
convierte en el
,, ejercicio

más comprometido de nuestra libertad. Los cristianos, dice
"el Concilio, «deben, con

la ayuda de Dios, mantener
y perfeccionar,
"al tiempo que la viven, la santidad que han recibido» ( «Lumen
11Gentium», núm. 40). La santidad no es pasiva,' ella no exime al
"hombre de un esfuerzo moral continuo (cfr. Denz. Sch.1 núms. 2.3.51
"(1.327) y sigs.), sino que brota como una vocación impelente del
"hecho de la elevación del
hombre a la categoría
de
hi¡o de Dios:
"< perfectos,

enseña
/esús, al
igual
que es
perfecto vuestro
Padre
"celestial»

(Mt., 5, 48}; < "Pablo
(Efes., 5,

3).
"Como se explica, entonces, la tendencia, tan acusada en nuestros
"días, a

interpretar el Concilio como una «liberación» de las
obliga~
n ciones morales que la costumbre cristiana había considerado siCmpre
"
( aunque, desgraciadamente,
no siempre había conservado
J como
"graves
y obligaorios? ¿Cómo se tiende a descalificar como normas
"puramente

jurídicas,
y, por tanto, exteriores y mudables, las leyes
"de

la Iglesia?
¿Cómo se

excede
al declarar «tabtt» especialmente en
"materia de

decoro moral, ciertas exigencias
y ciertas reglas, que la
"educación
cristiana
y civil había conseguido inscribir en el sentido
"de la

vida noble
y co"ecta? Noi encontramos en un período de
"laxismo moral,

verdaderamente grave,
y en modo-alguno conforme
"a la

recta interpretación del verdadero sentido cristiano
y humano.
"El sentido
de

la honestidad
y del deber er sustituido frecuentemente
"por el

del instinto
y el del todo lícito. Pansexualismo degradante,
"hedonismo frívolo y pasional, culto de la violencia y de la rebelión
"en el

ámbito de la convivencia
social, arte

superlativo del hurto
y
"del chantaje de la ma/,vfrsación _y del fraude, y después la droga,
"con su

comercio criminal
y con su fatal desintegración psíquica y
"moral amenazan de verdad con envilecer el nivel moral de nuestra
"generación, que-parece olvidar las. enseñanzas saludables de
las te­
"rribles

experiencias de las
guerras reciC!Jtes.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del' 14

de julio de 1971; traducción de
BccJesia
núm.
U51, del 24 de julio.
Fundaci\363n Speiro

El "aggiornamento" no es una piqueta demoledora.
«... se manifiestan en las discusiones posconciliares1 utilizando
"muchos una

palabra, el famoso < c "terio

de renovación coherente
y constructivo, sino como de una pi­
" queta

demoledora, armada abusivamente con la fuerza de la libertad
"«con la

cual Cristo nos ha liberado» {Gál.,
5, 1).»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del 28 de octubre de 1970. Original italiano.
Traducción de
Eccle.ria, texto en castellano: Ec­
cle.ria núm. 1.;16, del 7 de noviembre).
Ahuso del "aggiornamento", que no es volver a lo muelle y
mundano.
<<. ..
el reciente Concilio (Lum. Genth., 40), del que muchos abu-
11san
interpretando

su «aggiornamento»
como el
permiso, casi la in­
"vitación1 a

volver
secular, y hasta muelle y mrmdano, tanto el e'rtilo
"exterior

cuanto la
mentalidad interior de

la
vida cristiana! sin

ex­
" cluir

alguna que otra vez la vida religiosa.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del 7 de septiembre de 1972
(0. R., 7 de septiem­
bre de _1972; original italiano; traducción de
Ecde­
.ria,
núm. 1.606 del 26 del mismo mes.
El "aggiornamento", no consiste en camhios queri~os por sí
mismos o como condescendencia con el transformismo del
mundo moderno y eón los canibios incoherentes con la
tradición eclesiástica.
«La renovación religiosa puede concebirse como un proceso con­
"tinuo de

perfeccionamiento
1 o como un proceso expeditivo de di­
"soluci6n, o también como ·una tentativa
de
interpretación nuevai se­
,, gtín determinados crierios.
"El
tema

es
actiual. Todos
hemos acogido la palabra
prestigiosa
"«aggiornamento»

como un programa; programa del Concilio
y
"Posconcilio i' programa personal y comunitario. Señal evidente .de
"que en

el corazón. mismo
d:e la

ortodoxia debe actuar como
un fer­
"mento vital "(cfr. Mt.i 13,33),

el impulso de la vida nueva, el aire
!!animador de

la
conciencia! la

tensión moral, la expresión actual
Yi
"como
el amor, siempre

original.
La religión
es
vidai y, como nuestra
635
Fundaci\363n Speiro

"vida biológica, debe encontrarse subjetivamente en una continua mu­
"taci6n, en
una continua purificación, en
un crecimiento
continuo.
"Toda la disciplina del espíritu nos lo recuerda; San Pablo no cesa de
}/repetirlo: «El hombre interior se renueva de día en día» {2 Cor.,
"4,16}; <
del hombre viejo, el cual
se. corrompe
.por
la.s
"pasiones

mentirosas;
y renovaos en el espíritu de vuestra mentali­
"dad ;,
y vestíos del hombre nuevo» (Ef., 4,22-23}; más aún, «pro­
"curemos crecer en todo hacia El (Cristo)» (Efes.,
4,15}, siempre
"«avanzando en

el conocimiento de Dios» (Col.,
1,10, etc.). n . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
"Por eso, de buen grado, aceptamos el < "tentamos

interpretar su significado
y acoger sus consecuencias reno­
"vadoras. Primero,

en el interior de
las almas (Efes.,

4,23);
y des­
"puésJ
si

es necesario, en
las leyes

exteriores.
"Pero esta

renovación no
carece de

peligro, o más
bien de

peli­
" gros.

El primer peligro es el de los cambios, queridos por sí mis­
"mos, o como condescendencia_ con el

transformismo del mundo mo­
" derno;

de los cambios incoherentes con la tradición irrenunciable
"de la Iglesia.
" . . .
"No se puede inventatr un cri1tianismo nuevo .para renovar el cris­
"tianismo; es

necesario serle tenazmente fieles;
y esta estabilidad en
n el Ser1 con esta su continuidad
en el movimiento y en el desarrollo,;
"esta
coherencia

existencial 1 propia de todo
Jer viviente, no puede
"ser calificada

de reaccionaria 1 oscurantista, arcaica, esclerótica
1
bur­
" guesa1
clerical,

o con cualquier otro título despectivo, como la define 1
"por desgracia,

cierta literatura moderna, por la fobia a
_cu'cmto perte­
"nece al

pasado o por la desconfianza en todo aquello que el magis­
''terio de la Iglesia_ hace objeto de fe; la verdad
e.r así: «permanece>>; 11 la Realidad Divina que contiene en sí no puede modelar.re arbitra-
11riamente1 se
impone. Este es el misterio: quien tiene la suerte de
11 entrar en él mediante la fe y la caridad1 goza indeciblemente; tiene
"alguna experiencia

inefable de la efusión del Espíritu Santo.»
PAULO VI: Alocución en fa audiencia general
del 12 de agosto de 1970 (texto italiano en L'Os­
servatore Romano de

13 de agosto, texto en cas­
tellano:
Ecclesia núm. 1.505, del

22 de agosto).
El "aggiornamento" no puede ser relativismo de la historia, ni
adaptación a la moda del siglo, ni a la mentalidad transi­
toria del mundo.
«... el «aggiornamento» ha sido uno de los objetivos inspirado-
636
Fundaci\363n Speiro

"res del Concilio, una de sus ideas dinámicas que es válida todavía
''y que se

aplica principalmente a las leyes
y a las estructuras ·de la
n Iglesia con la intención y el deseo de reavivar en su seno. la genuina
,, conciencia

de su propio ser
y de su propia misión; y también para
fJinfundir en

sus tradiciones, bien la
fuerza que a ellas

se debe por
"determinados valores inalienables
que poseen,

bien la
reforma que
"haga
reflorecer

con una
nueva vitalidad

la
continuidad de
las
tra­
"
diciones

válidas.
"Todos ven. la.-necesidad y la connaturalidad de un tal proceso re·
"formador
en

la Iglesia, la
cual, como
sociedad compuesta de hom­
,, bres

defectuosos
y pecadores, debe estar en continua fase de auto­
,, crítica
y

de conversión constante, y, como portadora de tesoros
jamás
"agotados,
debe

mantenerse en tensión con un trabajo de difusión
fe·
"cunda
de

las
riquezas de
las verdades y de
sus carismas. Todos

verán
"también el peligro de esta
actitud reformadora

de la Iglesia cuando
,,no esté

vigilada
y cuando esté sugerida no por el Espíritu Santo,
"sino

por el relativismo de la historia
que pasa, de

la moda del siglo,
"de la

mentalidad transitoria del mundo, es decir, de
valores que no
"están avalados

por razones compatibles con la verdad divina y con
"la auténtica

dignidad humana. Todos
saben hasta qué punto
rodea
,, hoy

a las llamadas
esructuras de
la Iglesia
una cierta intolerancia
"reformadora,

como si fuese permitido a todos
bosquejar, según
el
"propio tal-enlo; un nuevo modelo

histórico, social, espiritual de la
"Iglesia misma.

Será necesario vigilar (cfr. Efes., 4, 14).
PAULO VI: Alocución en la audiencia general~
del
miércoles 21 de abril de 1971 (traducción
de
Bcclesia núm. 15.40, de 8 de mayo).
El "aggiornamento" no debe ceder a la deehordante oleada de
transformismo,
ambigüedades, abdicaciones
e infidelidad.
« ... el < "en

un transformismo
que altera
no solamente
las características
ex­
"teriores de la vida eclesiástica: lengua, hábito, rito, actividad ... , sino
"también los conceptos interiores
en los que se

funda, la
fe1 él culto,
"la
unión

de caridad y de disciplina? Todos
advertimos, por una
,,parte, que
algo

puede
y acaso debe ser cambiado, pero, al mismo tiem­
"po,
y, por otra parte, JabemoJ que alguna otra cosa .es muy importan­
"te
(
aunque no
fuese por otra
cau.ra, sino
por
su valor
propio, como
"el arte,

la historia, el tesoro de instituciones
y de civilizadón acumu­
"lado
a

lo largo de siglos ... ), y es muy esencial, como la verdad di-
637
Fundaci\363n Speiro

"vina y la constitución eclesiásica que se ha derivado de ella autori· 1'zada y legítimamente; que no debe ceder a esta.-desbO'rdante oleada 11de transformismo1 de abdicaciones1 de infidelidad, sino que debe
nsl!t' defendido, conserVado, reafirmado, renovr:zdo en

el sentimiento
ninterior y en l4S formas exterio"res1 absolutamente.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del
S de

julio de 1972 («O.
R.», 6-VII-72; ori­
ginal italiano, traducción de
Ecílesia núm. 1.601,
del
sábado 22

de julio).
Adaptación de la enseñanza de la religión a la capacidad inte­
lectual y espiritual de aquellos a quienes se enseña, pero
sin caer en relativismo doctrinal, ni perder la seguridad
y la fidelidad de la verdad.
«¿Cómo presentar hoy la religión católica a nuestra generación? 11Es la cuestión primordial de la relación entre la fe y el hombre,
"considerada principalmente bajo ,el ángulo visual pedagógico: ¿Cómo
nanunciarla? c.'Cómo hacerla comprensible, aceptable, agradable, efi-
11caz y

moderna? ¿No
deberá imputarse
a la forma, una forma vieja1
"abstrusa, desconectada

de la vida, contraria a las
tende'ncias y
a los
11 gustos de la época, a la /orina, decimos, de enseñar y de predicar la
nfe, si

ésta no encuentra oyentes y files? ¿No será necesario acaso
n,enovar el «kérygma>>, es decir, el

anuncio del mensaje cristiano1 si
ndeseamos
que encuentre

oyentes.y seguidores?
" . . . . .
n ... nos limitanws a subrayar la sabiduría y el pelig~o que supone
n el

esfuerzo de adaptar la enseñanza religiosa a la capacidad recep­
"tiva del

discípulo, bien· sea persona o pueblo. La
sabiduría: Aquí
"está
todo

el genio apostólico de la Iglesia, es decir, el ·arte de
di­
n¡undir1
de explicar, ·de hacer en cierta medida comprender, de pre­
nsentar
la

doctrina del Señor a la inteligencia
y a la mentalidad del
naJumno, es decir, del

hombre necesitado de instrucción religiosa.
,, ¿No

ha sido éste·
·uno de

los propósitos del Concilio, uno de los
npropósitos de

la reforma lutúrgica; hacer
comprenJible el
rito?
n¿Acaso no sQ h4YI inlroducido con

este fin las
lenguas vivas en el
nculto y

en
el estudio

teológico? ¿No ·es acaso el aguijón constante
1 'de la

enseñanza de la
religión; presentarla

en formas
y en términos
"accesibles y gratis; adaptarla a la edad, a la cultura de aquellos a
n los que se orienta la exposición de la doctrina? Hasta tal punto es 1
' gránde este deber de· tener en cuenta la capacidad intelectual y es-
638
Fundaci\363n Speiro

npiritual de cuantos se, asoman a los umbrales de la fe, que-jamás se ha
nrealizado en

medida suficiente;
y es precisamente en.este deseo cons­
"tante de transmisión
útil de

la doctrina religiosa, donde· se
manifies­
nta
aquella ·«caritatem veritátis», «caridad de

la
verdad» (JI Tes., 2,
"10},
propia

de la
Iglesia. Pero esta impaciencia por m11ltiplicar los
"medios y las formas de expresión de la enseñanza católica obedece
"a una ley fundamental: que no

sea violada la integridad de la doc­
"trina.
La verdad religiosa, revestida de expresiones lingüísticas dis­
"tintas,
contenidas en breves fórmulas catequísticas, o difundida en
"tratados teológicos,

interpretada
según uno ti otro sistema filosófico,
"con tal

de
que siempre

sea conforme a la sana
razón (
cfr.
< "mum>>,
ed.

núm.
7, núm. 10; etc.), debe ser siempre auténtica y,
"virtualmente

al menos, completa;
aunque se
adapte a
las más di­
"versas
condiciones

de la vida humana.
nPero este

esfuerzo,
muy laudable
en
sí, de
hacer aceptar la doc­
"trina religiosa

a los hombres de nuestro tiempo esconde,
más bien
"manifiesta,

hoy un peligro, una tentación múltiple
que podemos
lla­
"mar aquí relativismo

doctrinal.
,, . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 ••• nuestra fe todavía hoy está hecha para la salvación humana;
"pero no
porque tome como
criterio de
la fe las opiniones de los
"hombres, sino
porque camina, 1egún el

Concilio, con su cruz
para­
"dójica,
escándalo y necedad para el mundo, fuerza y sabiduría de
"Dios (cfr.

I Cor. 1, 20
y sigs.); que humilde y valerosamente 1/e­
"vada por 101 creyentes

tendrá
todavía hoy

la virtud de convertir _a los
"hombres a la salvación de Cristo. Es precisamente lo
que se -espera
"de
los

Pastores
y de los Fieles del Pueblo de Dios1 de todos nosotros,
"persuadidos de que sin esta característica de la verdad, la seguridad
11 de la vida religiosa, la fidelidad, Jerá vano y absurdo todo intento
"de
llamar a los

demás para escuchar a Cristo.»
PAULO VI: Alocuci6n en la audiencia general
del 16 de septiembre de 1970 (te_xto italiano en
L'Osservatore Romano del 17 de septiembre, tex­
to en castellano:
Eoclesía núm. 1.~10, del 26 de
septiembre).
Vaticano I y Vaticano 11.
<<. .. nos parece que las enseñanza.r .del Concilio Vaticano I conser­
"van n·o
solamente

la actualidad perenne de su
verdad objetiva,
sino
"que conservan también

la actualidad contingente de su oportunidad
"relativa
a nuestra

época. Podrla alguno pensar
que el Concilio Va-
639
Fundaci\363n Speiro

nticano JI ha confinado en la historia-pasada, en los archivos de la
nerudición eclesiástica, al

Vaticano I;
y que aquel Concilio de Pío IX
nno tenga

nada
que decir, sobre temas de actualidad subjetiva, de
"oportunidad

contingente, a nuestra sensibilidad espiritual
y a nuestra
"madurez
cultural. En

cambio, no es así.
nNo es

así, porque como
se ha

explicado, los dos
Concilios Va­
nticanos,
I y II, son complementarios; El primero debía ser comple­
ºtado; y fue inte"umpido bruscamente; y lógica e históricamente .re
nconsidera
como

la
base del .regundo; las

relacione.r, con
las que este
n.regundo se

une
al primero, lo demue.rtran claramente. Por ello, si
"es actual

el segundo, como de hecho lo es, actual es
y debe ser igual­
"mente
el

primero,
aun cuando

el uno difiera no poco del otro por
nmuchos motivos.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del
11 de diciembre de 1969 ( texto italiano en
L'Osservatore· Romano del 11 de diciembre, tex.
to en castellano:
Brclesia núm. 1.471, del 20 de
diciembre).
La finalidad del Vaticano II fue, en la adhesión y fidelidad a
todas las enseñanzas de la Iglesia transmitida particular•
mente por loa-Concilios de Trentó y Vaticano I, su expre­
sión conforme
los métodos y expresión literaria modernos.
< " ce

sor cuando convocó el Concilio:
« ... de la adhesión renovada, .re­
"rena y tranquila a todas las en.reñanzas de la Iglesia, en .ru integridad
"transmitidas con la precisión de
término.r y conceptos que es gloria
"particularmente ·de lo.r Concilios

de Trento
y del Vaticano I, el
"espíritu_cristiano, católico
y apostólico de todos espera que se dé un
"paso adelante hacia
una penetración
doctrinal
y una formación de
"fas conciencias que esté en co"espondencia má.r perfecta con la fide­
"lidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta
y poniéndola en .con­
"formidad con los métodos de la investigación
'Y con
la
expresi6n
"literaria que
exigen

el pensamiento moderno» ( AAS, 1962, pá­
"gina 792). Por este motivo,
el Concilio

ha
querido tener
el carác­
"ter de un magisterio prevalentemente pastoral.»
640
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del
30 de septiembre de 1970 (texto italiano en
L'Osservalore Romano del 1 de octubre, texto en
castellano: Ecclesia núm. 1.512, del 10 de octu-bre). ·
Fundaci\363n Speiro