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¿Cómo resistir al marxismo?

¿COMO RESISTIR AL MARXISMO? (*)
POR
JUAN ANTONIO Wmow.
Es frecuente descubrir confusión y desaliento en quienes no quie­
ren un régimen marxista y están dispuestos, además, a defenderse.
Se ataca al gobierno, hay una aciva oposición política, se conocen
cada día nuevos desaciertos
y se empieza a vivir en carne propia los
efectos de una política que no busca el bien común sino la concentra­
ción total de] poder. Pero, ¿qué hacer? Cada persona, acostumbrada
a
vivir en
una sociedad en la que no se ha ateutado de manera di­
recta contra sus derechos, se siente impotente. ante la masa enorme
del Estado que se constituye en su acusador. Todo ciudadano es sos­
pechoso de delitos contra el Estado
--rualesquiera, los
viejos o los
que se -inventen ad hoc el día de hoy o de mañap.a-mientras no se
demuestre lo contrario. Hoy se trata de .delitos económicos, princi­
palmente tributarios, mañana pueden ser de tipo político. Ante ello,
¿cómo defenderse? Cada individuo es como un grano de areua. Solo
no puede nada.
Por otra parte, la
oposición que

llevan a cabo partidos políticos
y publicaciones se desarrolla en el plano en que los políticos
tr.dicio­
nales

saben moverse: el de la tribuna, el de las acusaciones y recrimi­
naciones públicas,
. el

de la exigencia de respeto por las ideas del con°
trario. Todo ello es definitiVamente vacuo, aunque circuns~ancial­
mente puede servir para embarazar y demorar los movimientos del
adversario : lo importante, en todo caso, es que eso no constituye re­
medio, pue:S no representa nada positivo. Sólo se limita ·a destacar lo
(*) Este artículo fue publicado en «Tizona», núm. 26, de noviembre
de 1971. Al publicarlo, rendimos homenaje a esta valiente publicación
y al
autor de este estudio, buen amigo nuestro,
y hacemos resaltar que su inte­
rés intrínseco está
acr~entado por la experiencia chilena en que ha sido
elaborado.
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negativo de un gobierno; es decir, lo que ha acostumbrado a hacer
siempre todo partido de oposición, frente a cualquier gobierno. ¿Que hacer, entonces? Solo, uno nada puede. Confiar en partidos
o movimientos políticos es engañarse, pues la actividad de otros en
ese plano no puede
suplir la · propia

pasividad. Hay que convencerse
de que un movimiento .político, por claros que sean sus fines y osados
sus miembros, no alcanza a cubrir sino una parte del frente en que
ataca el marxismo, y no por cierto la más importante. En este tipo de
combate, por lo demás, nadie está facultado para esperar que otros
asuman su denfensa, pues lo que se halla en juego no es algo acce­
sorio, de lo cual las personas puedan prescindir, mediante un cómodo
olvido, sino Jo más propio y valioso .de cada una de .ellas: precisa­
mente
su dignidad de personas. En otras palabras, la necesidad de
una resistenáa activa es universal.
Para saber cómo organizar de manera adecuada una defensa1 hay
que saber en primer lugar cuál es para el enemigo su pricipal obje­
tivo. Para un régimen marxista ese objetivo principal es la centraliza­
ción completa, en sus manos, del poder. Pero -y esto es lo impor­
tante- no solamente del poder· _pOlítico, sino de éste en la medida
en que absorba cualquier otro tipo de poder existente en la sociedad-;
es decir, en la medida en que el poder propio de todo organismo
social
_ distinto

al Estado sea subordinado de manera absoluta al po­
der propio de éste.
Esto no es pura teoría: en un Estadó marxista, el poder ·de la fa.
milia es suplantado por el poder político, desde el momento en que
las
normas, las exigencias y los planes para la educación de los hijos
son determínados por aquél
y no por la autoridad natural de la fa­
milia, que son los padres; en un Estad()· níaricista, toda sOciedad cul­
tu.ral, prófesional, económiai., etc., justifica su supervivencia sólo en
la medida en que acepta servilmente directivas políticas que disponen
todo 10 relativo· a su esencia y a' su existencia. Obsérvese, sin más·; qué
pasa con los órganos de publicidad que domina el Estado, cómo en
ellos desaparecen los valores objetivos de cultura para ser suplantados
por referencias de cualquier tipo al proceso revolucionario_;. cómo
en .los organismos gremiales
y profesionales ---colegios, institutos, sin­
dicatos
y demás~-sólo buscan un campo de lucha y de enfrentamien-
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to político cuando aún no los dominan, para transformarlos en orga­
nismos de poder dependientes del Estado cuando han suprimido la oposición
interna; cómo

es tratada toda empresa económica indepen­
diente, fundada en la propiedad
privada, sea

ésta agrícola, industrial
o de otra clase, donde no importa el bien económico que se produzca,
sino únicamente la instrumentalización total de la empresa por el
Estado.
La experiencia, para quien mantenga los ojos abiertos, muestra
que cualquier actitud de acomodo, en la que se busque capear la tem­
pestad pasando desapercibido, ha de llevar necesariamente a un mo­
mento en que dicha actitud se debe traducir en positiva claudicación,
pues no hay nada que al marxismo no interese como objeto de do­
minio. Ante un régimen marxista, tarde o temprano, de una u otra
manera, se presenta siempre, a cada uno, la disyuntiva de resiJtir o
claudicar. Puede que a alguno la posibilidad de la que llamarnos clau­
dicación no se le presente como algo denigrante, sino como fruto de
un proceso inevitable --«irreversible», dicen algunos- frente al
cual no quepa oponer una decisión personal. Renunciar a la posibi­
lidad de una decisión personal en este plano
---el plano

en que se
decide el destino de nuestra vida invidual y colectiva -significa
optar por la renuncia a toda decisión personal, por la renuncia a la
propia libertad; en suma,
_por la
renuncia a existir como
persona hu­
mana.
Entonces, ¿qué hacer?
Las tres normas fundamentales para la acción son Ias siguientes :
l. Organizarse, no buscando como razón primordial para ello un
pensamiento común, sino la concreta realidad_ en
la que se vive, la
cual es lo que debe ser defendido. Buscando, en buenas cuentas, que
tal organización no sea algo marginal
en relación a las sociedades o
instituciones en que se realiza algo esencial de nuestra existencia o
de nuestra
activid,ad, sino que, por el contrário, se logre mediante
ella un fortalecimiento de esas mismas instituciones.
Lo que debe ser defendido mediante una eficaz organización es :
a) La sociedad familiar, con todo Jo que .le compete. La resis­
tencia contra el marxismo
d~be partir
de una consolidación de los
lazos familiares y, sobre todo, de lo que constituye lo
más esencial
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de ellos: la educación de los hijos. Los padres deben comprender que
la educación de sus hijos es un deber propio, exigido por la ley
natural, que no puede ser delegado nunca de una manera completa
en otros, y menos, por cierto, en casos como el nuestro, en que las
instituciones o las personas dedicadas profesionalmente a la enseñanza
merecen dudas en cuanto a
la claridad y a la rectitud de intenciones
en el desempeño de esa función. Mientras no haya preocupación
di­
recta por la educación de los hijos -en sus dos aspectos fundamenta­
les, natural y sobrenatural-, toda preocupación manifestada en otro
plano en relación al marxismo será falsa.
Ahora bien, no basta, con respecto a la educación de los hijos,
una preocupación reducida exclusivamente al ámbito familiar. Esta
necesidad es

común a muchas familias. Por ello, debe también tradu­
cirse en una organización de los padres que coincidan en la concreta
circunstancia de tener a sus hijos, por ejemplo, en una misma insti­ tución de enseñanza. En otras palabras, es necesario organizar
y man -
tener dedicadas
a esta

preocupación esencial las asociaciones de pa­
dres de familia.
b) Las sociedades profesionales o gremiales. Es decir, todas aque­
llas que agrupan a quienes desempeñan una misma profesión o ejer­
cen un mismo trabajo. Estas instituciones son de derecho natural, pues
en ellas encuentra la persona el auxilio más eficaz para desempeña.r
la función que, al mismo tiempo que medio de subsistencia econó­
mica para sí y los suyos, es cauce natural para
1a propia realización
personal. Fortaleciendo estas instituciones, se defiende la única protección
real del derecho al ejercicio de una profesión sin dependencias polí­
ticas. Es decir, se defiende la posibilidad de vivir en una sociedad en
la que las relaciones sociales vigentes no se
reduzcan a

la que exista
entre cada individuo inerme
y el Estado todopoderoso. La verdadera
libertad de las personas sólo tiene cabida cuando tienen vigencia de­
beres y derechos anteriores
a los

deberes
y derechos políticos, o, lo
que
es lo mismo, cuarido tienen vida propia
esas sociedades,
inter­
medias entre el individuo
y el Estado, en las que aquél p1iede des­
arrollar
sus habilidades
y realizar su vocación en relación de indepen­
dencia con respecto a éste. Los colegios profesionales
y, en general,
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todo gremio que agrupe de una manera orgánica a los que ejercen
una misma función dentro de
la sociedad, deben ser fortalecidos, y
al mismo tiempo deben establecerse relaciones entre ellos, con la fi­
nalidad de organizar la defensa común.
e) Las sociedades o empresas económicas de todo tipo, sea agrí­
cola, industrial, comercial, del transporte, etc. Ellas cumplen una fun­
ción específica dentro de
la sociedad, que no puede set suplida por
el Estado. Se fundan en el derecho de propiedad.
Para que cada una de estas empresas sea efectivamente un dique
contra el marxismo debe, sin embargo, organizarse no en razón ex­
clusiva de la utilidad económica --que, por lógica iriterna, para ser
mayor debe extenderse a la menor cantidad posible de personas--,
sino en razón del bien humano, completo, de todos los que la inte­
gran, uno de cuyos aspectos -sólo
uno-es

la ganancia económica.
Si se llega a comprender que la defensa de la empresa económica
privada no implica solamente
la defensa del derecho a las utilidades
y a otorgar «oportunidades de trabajo» por parte de los dueños del
capital, se comprenderá
también que la empresa, en la medida en que
. en ella se logre una unidad de intereses humanos, incluidos los econó­
niicos, entre todos los que la integran, se puede transformar en algo
impenetrable para el marxismo. El deber de organizarse en todos estos planos no excluye, por
cierto, la preocupación por lo específicamente político. Sólo que aquello configura el único marco dentro del cual esta preocupación
puede ser legítima y fructífera. La política, en efecto, no es otra cosa
que la actividad por la cual se ordenan todos los elem~tos constitu­
tivos de. la sociedad civil. Estos elementos son anteriores por natura­
leza

a esta sociedad que constituyen,
y no son otros que las sociedades
e instituciones nombradas. Buscando la preservación y el desarrollo
de

éstas, no puede dejar de buscarse al mismo tiempo, por natural
wnsecuencia, la proyección que todas ellas tienen en el orden políti­
co.
En otras palabras, una preocupación por lo político carece de
raíz
válida cuando se da independientemente de
la preocupación por
esas sociedades intermedias : en tal caso aquélla no acaba de ser sim­
plemente ambición de poder, mejor o peor disfrazada.
Signo
inequívoco de toda sociedad política bien constituida es··la
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vitalidad interna y propia de sus cuerpos intermedios. Ahora bien,
si tal vitalidad debe ser mantenida en cualquier circunstancia, con es­
pecialísima razón debe ser cuidada
y defendida ruando hay amenazas
directas contra ella. Por esa razón, un régimen marxista, que es por
propia naturaleza una amenaza directa y permanente a la misma sub­
sistencia de tales sociedades, exige medidas especiales de defensa.
2.
No ceder posiciones .. Por lo general, el marxismo nunca ata­
ca a fondo en un solo embate. La táctica que le rinde mejores resulta­
dos es aquella que busca continuas pequeñas concesiones. Su adversa­
rio cree que entregaµdo de esta manera parte de su· patrimonio al
enemigo, tendrá mejor oportunidad de conservar lo que queda.
Lo
que no se pieosa casi nunca es que lo que puede ser válido
en un plano físico -una guerra de posiciones-no lo es en el
orden moral. Frente al marxismo, toda pequeña concesión es la re­
nuncia a un derecho que por naturaleza
es irrenunciable.

Quien cede
de esta manera, abandona la causa por la cual resiste al marxismo,
causa que
no es la preservación del ejercicio de los derechos que dan
mejores frutos o que guardan el objeto de un mayor apego, sino que
es el respeto práctico a la persona humana en cuanto sujeto de de­
rechos.
Renunciar a un derecho es renunciar a lo justo. Ceder posiciones
en este orden equivale a la actitud del padre de familia que, ante la
amenaza del secuest~o de sus hijos, entregase por su propia voluntad
a uno de ellos a los secuestradores
co.n el
objeto de conservar a los
demás indemnes. Al conseguir el marxista que su
a4versario ceda

en
este orden,
lo que consigue no es solamente el terreno entregado, sino
desarmar moralmente a quien se le opone.
Todo esto significa, en primer término, que·
nunca hay que reco­
nocer una derrota

moral frente al marxismo (
en este orden moral, el
reconocimiento de una • derrota es lo que constituye propiameote la
derrota), y, en segundo, que· debe resistirse en todos los frentes, no
descuidando ni meoospreciando uinguno. Hay que peosar que para
la revolución marxista ningún frente es secund~rio, pues en cualquie­
ra se puede lograr la derrota del enemigo. Y lo que prsctica el mar­
xismo es la
guerra total, empleando para ello los medios que crea efi-
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caces según las circunstancias, pero sin renunciar por principio a
ninguno de dios.
Por esta razón no debe. nunca ,excluirse de las posibilidades de
resistencia
el de la defensa física, la coa! debe ser lo más eficaz que
se pueda, no olvidando por cierto que la mejor defensa en muchas ocasiones es el ataque. El derecho de defensa propia no se ejerce
le­
gítimamente

sólo cuando se amaga la propia
vida. o el patrimonio
material: tambié~ es legítimo, y con mayor razón, cuando lo atacado
es el patrimonio espiritual y los bienes que, siendo propios, son tam­
bién comunes a otros. Y si un marxista nunca excluye de las posibi­
lidade.';i revolucionarias el enfrentamiento armado, quien quiera resis­
tirle tampoco podrá excluir de sus posibilidades_ la de la resistencia
armada.
3. La preparación perrona/. Indudablemente, ninguna de las nor­
mas anteriores se,rá eficaz si cada persona no se _ocupa de lo que debe
dar de sí. Esto, que es claro en el aspecto .material o físico (no pue­
de

defenderse
el que no sabe defenderse), debe serlo también en el
aspecto lnoral.
Se trata de saber bien qué se defiende y por qué se
defiende; Si falta esta preparación, que no ha de ser especialmente
teódta, sinb pr'ár:tir:a, -todo lo que se haga estará carcomido: en_ su
bas~, pudiendo

fallar en el momento
que menos

se piense.
El marxismo no · átenta COI?,tra lo estrictame.p.te privado e indivi­
dual· de ·]as personas., pero sí atenta contra cualquier proyección so­
cial de
áqUelló. Es decir, si -en un
régimen marxista se pudiese con­
seguir qué cada "individuo" foese"un núcleo cerrado e incapaz de co­
municar lo propio a otros, ya no importaría lo I que -tal individuo
pensara
o quisiera: en el orden social, que es el único real en el
marxismo, es nada más que un
átomo ~n la masa. Lo peligroso para
tal régimen es que la persona actúe como tal ante las otras, cumplien­
do sus deberes y haciendo valer sus derechos, con lo cual deja de ser
ese átomo
y empieza a ser causa de que la masa deje de ser tal, dejan­
do los que la componen de ser sujetos pasivos y actuando a su vez
en razón de esos deberes y derechos cuyo ejercicio es el aliento vital
de toda sociedad humana.
Ahora bien, para actuar en ese plano social que es el que direc­
tamente amenaza el marxismo, debe darse la suficiente preparación
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personal. Debe conocerse cuáles son los deberes que hay que cumplir
--y estar en disposición de cumplirlos
contra viento y marea- y
cuáles son los derechos a cuyo ejercicio no se puede renunciar. Esto,
por cierto, exige virtud. Y es, por consiguiente, la virtud -o las
virtudes- lo que la persona, en la intimidad de su vida interior, debe
buscar. Tales virtudes son las que
dan el saber práctico necesario para -
actuar bien en todos los órdenes en que es necesario actuar. Son, prin­
cipalmente, las virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad, sin las
cuales es imposible que se comprenda en toda magnitud qué es lo que
puede ser destruido por el ma!xismo y cuál es, en consecuencia, la
razón última de la actitud de resistencia frente a él. Son también las
virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.
Por la Prudencia se sabe actuar bieri en cualquier circunstancia;
por cierto que no consiste tal virtud en la cautela y en la abstención
sistemática, como vulgarmente se la entiende, sino en todo lo con­
trario: para actuar bien, es preciso
actuar, con todos los riesgos in­
evitables que ello muchas veces puede implicar. Por la Justicia se sabe
qué es lo que hay que hacer, en razón de las exigencias de un
bien -el bien común- cuya realidad trasciende los límites de lo
privado. Por la Fortalezza se sabe perseverar en la obra dificil
y
aparentemente anodina, enfrentando directamente los obstáculos y no
dejándose abatir por el desalieno, cuya tentación, en este tipo de
ac­
ciones, es constante. Por la Templanza, en fin, se sabe ordenar cada
uno a sí mismo, evitando que cualquier pasión o debilidad, al no
hallarse dominada, pueda impedir la
acción recta

ejecutada con
cons­
tancia y serenidad.
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