Volver
  • Índice

La hora de los mártires seglares. Don Manuel Arizcun Moreno

LA HORA DE LOS MÁRTIRES SEGLARES.DON MANUEL ARIZCUN MORENO.
POR
JOSÉFERMÍNGARRALDAARIZCUN
El rigor histórico, la importancia del ejemplo de los már tires de
la Cruzada de 1936-1939, 498 de los cuales han sido beatificados
en Roma el pasado 28 de octubre, y muy secundariamente la Ley
para la memoria histórica planteada por el PSOE, determinan que
de nuevo hablemos, con gozo y simultáneamente con un pr ofundo
dolor, sobre la persecución religiosa durante la Cruzada. Con estos,
sumarán 977 los beatificados en 12 ceremonias, entre los que hay
11 mártires canonizados como santos: 9 hermanas de La Salle, 1
P asionista, y el fundador de las Teresianas S an Pedro P oveda.
D e los españoles beatificados en Octubre, 16 per tenecen a las
diócesis P amplona-T udela (3 religiosas y 13 religiosos) que abar can
lo que es N avarra, nacidos en 13 pueblos del viejo Reyno . En
Nav arra no hubo mártires que sufriesen pasivamente la muerte por
odio a la F e, porque en ella no hubo persecución r eligiosa. La entre-
ga activa de la vida luchando por D ios y la Religión en el pie de
guerra, es un r ealidad diferente, aunque cr eemos que, en un senti-
do amplio, los que de esta manera entregaron su vida también pue -
den ser llamados már tires. Sin la acción de estos últimos en el fren-
te de batalla, su momento histórico y la sociedad posterior hubie-
ran sido muy diferentes, y se hubiera asistido al triunfo del laicismo
radical y del marxismo, perseguidores ambos de la Iglesia católica.
E n España, la Cr uzada de 1936-39 puso fin a la persecución reli-
Verbo,núm. 459-460 (2007), 827-856. 827
XLII REUNIÓN DE AMIGOS DE LA CIUDAD CATÓLICA
LAICIDAD Y LAICISMO
______
Fundaci\363n Speiro

giosa iniciada ya antes. Podemos imaginar los muchos mártires que
sin la Cruzada hubieran existido hasta hoy , de vivir los católicos la
fortaleza en la Fe bajo el dominio de un Estado donde imperase la
persecución r eligiosa. Reconocer esto obliga a repugnar como cri-
men la eliminación en la cuneta de personas afectas al F rente Po-
pular allá donde fuese. Los testimonios y libr os sobre la persecución que sufrió la
Iglesia en España de 1936-1939 (1) llenan archivos y bibliotecas.
C reo que ha llegado la hora de los seglares, porque una legión innu -
merable de ellos entr egó su vida por N. S. J esucristo, y fue sacrifi-
cada por r echazo implícito o explícito a su F e, incluso como móvil
principal del la persecución. Si no me equivoco, la Diócesis de S antander tiene una Causa
abierta con 84 asesinados en dicha P rovincia. Es posible que haya
otr os, pero en ella echo en falta a don Manuel Ariz cun Moreno. La
Causa abierta de Santander se identifica con la del sacer dote
Francisco G o n z á l ez de Córdoba y 83 már t i res más, sacrificados
entre el 2-VIII-1936 y el 22-VIII-1937. Entre ellos hay 76 sacer do-
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R IZC U N
828
––––––––––––
(1) José F rancisco Guijarro, en su libro Persecución r eligiosa y guerr a civil. La Iglesia
en M adrid, 1936-1939 (Madrid, Ed. La Esfera de los Libros, 2006, 695 págs.), expone
una de sus tesis de la manera siguiente: “El anticlericalismo presente en la sociedad espa -
ñola con mayor o menor violencia al advenimiento de la República no hubiera podido, por
sí mismo, pr oducir cinco años más tarde una persecución r eligiosa tan virulenta y homogé-
nea contr a la Iglesia católica en todos los territorios (...), si no se hubi\
er a condensado previa -
mente en una serie de normas, gubernativas y legislativ as, que predispusieron a las masas
popular es para una violencia antirreligiosa que, de otro modo , hubiera sido impensable
improvisar en un período de tiempo tan br eve”(pág. 60). Esto deja bien claro algo que se
suele olvidar: la IIª República arrancó inicialmente la religión de las instituciones y por
ello indir ectamente de la sociedad. Concluida la labor constituy ente de 1931, los
Gobiernos de la R epública pretenderán arrancar directamente la r eligión de la sociedad,
decr etando, como medio conducente a ello, la disolución de las Órdenes R eligiosas, la
enseñanza obligatoria, estatal y laica, etc. Por lo que respecta a M adrid, José Francisco Guijarro afirma que el G obierno repu-
blicano instauró, o al menos autorizó, el régimen de checascomo remedio de emergen -
cia contra la anar quía. Ahora bien, deja claro que la creación del “Comité Provincial de
Inv estigación Pública no logró el fin que se pretendía, de unificar o coordinar -y al mismo
tiempo contr olar- todas las actividades de la repr esión de Madrid”,ya que siguieron
actuando más de 200 checas autónomas (pág. 457). Al final del libr o (cap.VII) anali-
za el retroceso de la persecución hasta que, el Gobierno republicano, dirigido por los
comunistas y el pr o-comunista Negrín, decidió, por estr ategia política, poner fin a la per -
secución, declarar la libertad religiosa en el ámbito priv ado, y, al final, decretar para el
ámbito público el libre ejercicio de cualquier r eligión.
Fundaci\363n Speiro

tes, 3 seminaristas y 5 laicos (tales son Jaime de la Lama y Ruiz-
Escajarillo, M arcelino Pedro Lucio Gutiérr ez, Adalber to Susilla de
Bustamante, Francisco Sánchez T r a l l e ro y Luis M o s q u e r a
Caramelo). He podido consultar el magnífico libro de Fernando de
La Lama Ruiz-Escajadillo, titula do M á rt i res de la Montaña en nuestra
Cruzada Española de L i b e ración 1936-1937 ( S a n t a n d e r, s. ed., 1994,
271 págs.), donde cita, entre los muchos sacrificados, a los segla re s
arriba mencionados (págs. 94-96, 115-119, 137, 173 y 184). Hubo ocasiones concretas, sobre todo entre los seglar es, en las
que pudieron existir varios móviles para su eliminación cr uenta. En
estas páginas pr esentamos el caso de don Manuel Arizcun M oreno,
que era a la vez católico con cargos en su Iglesia diocesana y militar
retirado . En los casos –como éste– que la persecución pudiera tener
una doble motivación, a simple vista puede par ecer difícil discernir
si el ser católico fue causa suficiente para la inmolación. Responder
a esto conllevaría otro trabajo y singularizar el análisis de cada caso .
Sin embargo, adelantemos que, en la España de 1936-1939, basta-
ba ser católico par a ser asesinado, pues no en vano hay muchos ejem -
plos como los casi mil mártires –entr e sacerdotes y religiosos– bea-
tificados por ahora por ofrecer su vida de forma cruenta por
J esucristo. S i se dio caza a las hoy beatas carmelitas H ermana Pilar,
T eresa y Mª Ángeles, las tres azucenas de G uadalajara, ¿iba a librar-
se del asesinato un destacado católico que también fuese militar c\
on
don Manuel Arizcun? Lo mismo se puede decir –pues viene a ser lo
mismo– de un militar que también fuese católico, si ser católico era
causa suficiente par a el martirio. Por otra parte, para el mar tirio no
es necesario que el asesino haga su víctima por odio expreso a la F e:
basta que la F e en Jesucristo de la víctima sea el elemento deter minan -
te o suficiente de la persecución . De todas maneras, para los persegui -
dor es (laicistas radicales, anarquistas y marxistas) la política lo
englobaba todo, y el ser católico practicante y pertenecer a la Acción
C atólica er a para su ideología un motiv o político. Esto nos recuer da
la situación de los primeros mártir es cristianos. Añadamos también
que las posiciones estrictamente políticas o católicamente opinabl\
es
en España en 1936 estaban muy ligadas a la defensa de la religión .
P ara el seglar don M anuel Arizcun Moreno, ser católico era lo
principal y medular , y sin duda fue el principal elemento que deter -
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
829
Fundaci\363n Speiro

minó que como militar rechazase el apoyo que se le solicitó al
Fr ente Popular en agosto de 1936. E llo le costó la vida a este presi-
dente de la J unta Diocesana de Acción Católica de P amplona, y
comandante de Estado M ayor en situación de retiro. La Iglesia uni-
v ersal aún no le ha proclamado mártir ni beato, pero el obispo
O laechea de P amplona, y con él la J unta Diocesana de Acción
Católica, hablar on de él como caballero ejemplar , propagandista del
bien y mártir .
Es impor tante incidir en el hecho siguiente: es muy posible
que, desde la mitad del mes de julio, el F rente Popular primero qui -
siera someter a los militar es que estaban en la zona controlada por
él, aunque se hubiesen retirado del E jército como era el caso de don
M anuel. En don M anuel, el amor a J esucristo fuesuficiente –hasta
determinante y nuclear– de su sacrificio por J esucristo hasta la san-
gr e. Con esto basta. Objetivamente en los perseguidores, el motiv o
r eligioso pudo ser suficiente o determinante. Debido a la persecu-
ción religiosa con casi mil sacer dotes y religiosos españoles beatifi-
cados, y a la persecución hasta el asesinato de 76 sacer dotes en
Santander , el motivo r eligioso fue sin duda el motivo suficiente de
la r epresión que el F rente Popular ejerció en esta última Provincia.
A demás, la ideología de los asesinos (FAI, CNT etc.) conver tía a la
religión en causa determinante y política de la persecución, aun\
que
no fuese necesaria y conscientemente expresa en unos u otros per-
seguidores: sólo D ios puede entrar en sus conciencias.
El caso de don M anuel puede extenderse a otros católicos, fue-
sen o no militar es retirados, y perteneciesen a unos u otros partidos
políticos, sindicatos o asociaciones. N uestra aportación en estas
páginas tiene un doble interés y finalidad, por que si lo que Mons.
O laechea dijo de don Manuel Arizcun sobre todo se aplica a este
último, también puede expr esar el marco de otras situaciones que
afectar on a multitud de seglares, navarr os o no.
N o hubo navarr os asesinados en N avarra por odio a la F e. Sí los
hubo fuera de ella. N arraré el caso de don Manuel Arizcun M oreno
–citado someramente en dicho libro de F ernando de La Lama
(págs. 27-28)–, quien siendo pr esidente de la Junta Diocesana de
A cción Católica de P amplona, confesó a Jesucristo hasta la sangr e,
asesinado por odio a su F e en Santanderen noviembre de 1936. S u
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
830
Fundaci\363n Speiro

persona y santa muerte también ha sido estudiada por el sacer dote
y doctor en Historia D. J osé Antonio Marcellán Eigorri (q.e.p .d.),
siendo sus conclusiones publicadas en un interesantísimo artículo
de la r evista “P regón” de P amplona (nº 16, I nvierno 2000, Sec.
“Estudios ”, págs. 57-61). M ucho debió impactar a don J osé
Antonio, como católico e historiador , el ejemplo de vida y muerte
de don Manuel para destacarlo tanto. La documentación al respec -
to estuvo en el Ar chivo Diocesano de P amplona, hasta que el
Obispo M ons. Fernando S ebastián Aguilar la remitió a la Oficina
de la Confer encia Episcopal en Madrid (C/ Añastro, 1) con el r esto
de documentación similar .
La memoria de don Manuel Ariz cun Moreno ha perdurado en
P amplona (N avarra), pues no en v ano está enterrado delante del
Altar May or de la parr oquia de San Agustín. Su primera lápida,
colocada en 1939 y mantenida hasta 2006, era muy expresiv a de su
sacrificio hasta la sangre, asesinado por odio a su F ecomo confesor de
J esucristo. A dvirtamos el cambio de lápida en 2006 con ocasión de
la remodelación del templo, pues se dan casos en que, mientras la
Iglesia univ ersal eleva a los altares a los confesor es de Jesucristo
hasta la sangr e, algunos suprimen lo que el Obispo Olaechea
Loizaga (1889-1972) proclamó en la Iglesia diocesana de
P amplona. La lápida primigenia había sido respetada durante los 30
últimos y conflictivos años. A unque la nueva lápida mantiene la
memoria del ejemplo de Don Manuel como caballero ejemplar y
propagandista del bien a todos los que se acercan a recibir la Santa
Comunión por el pasillo central de la I glesia parroquial de S an
Agustín, omite su sacrificio cruento como confesor de J esucristo
“hasta la sangr e asesinado por odio a su fe ”(2).
* * *
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
831
–––––––––––– (2) La inscripción de la antigua lápida, originaria y mantenida de 1939 a 2006,
que cubría la tumba del mártir de la Iglesia diocesana situada delante del alt ar Ma yo r
de la parroquia de San Agustín de Pamplona, fue decidida por la Junta Diocesana de
Acción Católica, que dependía del obispo de Pamplona. Su diseño es del a rq u i t e c t o
Víctor Eusa, que no firmó el diseño ni la lápida. Este texto y diseño está recogido en
el “Boletín Oficial Ec l e s i á s t i c o” (nº 1. 916, 15- II-1940, pág. 81-84) y el te xto en “ El
Fundaci\363n Speiro

Don Manuel Arizcun Moreno (M adrid, 1892 - Santander
1936) era un padre de una familia numer osa de nueve hijos. Pasado
el tiempo, me atrevo a hablar de él a pesar del natural pudor de sus
familiares sobr e estos temas, siendo el historiador Mar cellán quien
primer o rompió el prolongado e incomprensible silencio. Los docu -
mentos públicos del obispo O laechea que adjuntamos son impr es-
cindibles, pues dan luz a raudales sobre la persona de don M anuel,
y sobr e su confesión a J esucristo en su fuero interno, en su vida
familiar , eclesial y social.
Don Manuel era una persona muy conocida. Lo menos impor -
tante en él, aunque de interés porque r enunció a todo por amor a
J esucristo, era el legítimo prestigio de per tenecer a una ilustre fami-
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
832
––––––––––––
Pensamiento N avarro” (12-XI-1939, p. 3). El texto también lo refleja don J osé Antonio
M arcellán en su citado escrito sobre el mártir “D. Manuel Arizcu\
n M oreno”. Yo mismo,
entr e otros, soy testigo de la primera lápida, de la que conser vo tres fotografías de dife-
r entes momentos pues iba deteriorándose paulatinamente. U na de estas fotografías la
entr egué al obispo de P amplona Mons. Fernando Sebastián con un informe al respec -
to . El texto de la lápida fue publicado en el quincenal nav arro “Siempre P’ alante ” nº
141 (5-III-1988) p . 14 -“Perseguidos por su F e”-, y su fotografía y el texto de Olaechea
del 1-XI-1937 fue publicada en el nº 553, (1-XII-2006) p . 14 de dicho quincenal.
La lápida originaria decía así: “/ +A.C. / Manuel Arizcun / M oreno / +++ / Presidente
diocesano / de la A cción Católica / Caballer o ejemplar / Propagandista del bien / Confesó a
J esucristo / hasta la sangr e / asesinado por odio a su F e / en Santander / N oviembre 1936 /
+++ /”. Pues bien, esta inscripción lapidaria ha desaparecido de la lápida, que ha sido r eu-
tilizada, y del lugar. La inscripción anterior ha sido totalmente r emodelada, modifica-
da en un punto sustancial, y se ha falsificadola lápida de V. E usa al ser sustituida por
esta otra, que se le atribuy e:
“/ +A.C. / Manuel Ariz cun / Moreno / +++ / P residente diocesano / de A cción Católica
/ C aballero ejemplar / P ropagandista del bien / Entr egó su vida / por Jesucristo / Noviembre
1936 / +++ / V. E usa”. (Eusa no pudo firmar la lápida porque murió mucho antes).
Esto motivó dos cartas familiares mías del 12 de febrero y 10 de marzo de 2007, y
mi informe al Arzobispo M ons. Fernando Sebastián Aguilar , entregado en una larga y
amable entr evista el pasado 20 de diciembre de 2006, donde le planteaba varias cuestio -
nes al respecto . Los contenidos de dicha entr evista también los reflejé en la carta que
dirigí a M ons. Sebastián el 25 de agosto de 2007, y , algo parcialmente, en tres cartas
enviadas a D oña Encarnación González R odríguez –directora de la Oficina de la Causa
de los S antos de la Confer encia Episcopal Española– el 9-IV , 2-VI y 18-VI-2007, así
como en mi larga conv ersación con esta directora el 21 de junio . En esta cuestión, sólo
tengo agradecimiento hacia don F ernando Sebastián y doña Encarnación G onzález.
E l ejemplo de don Manuel Arizcun M oreno contesta con creces la supresión, en el
año 2006, de las citadas palabras de su primera lápida conocida durante generaciones.
Fundaci\363n Speiro

lia de la vieja nobleza titulada del valle del Baztán, en el antiguo
R eino de N avarra. El que tiene algo propio no se jacta de ello sino
que lo viv e con naturalidad para dar buenos fr utos. Fue militar ,
como su padre don Ramón Arizcun I turralde (+ 1930), su abuelo
don F rancisco de P aula Arizcun Bureau, y todos sus antepasados
hasta conectar con el primer marqués de I turbieta (+ 1741). Éste
último poseía el palacio de “ Arizcunenea”, el llamado palacio de las
gobernadoras en El i zondo (Valle de Baztán, N a v a r r a ) .
Concr etamente, don Manuel alcanzó el empleo de Comandante de
Estado May or aunque, tras pasar un tiempo en su destino de Áfri-
ca, se retiró del E jército acogiéndose a la Ley de A zaña. Llegó a
P amplona con su esposa doña M aría Pilar Zozaya Iturralde y sus
nueve hijos. Doña M aría Pilar, vecina de P amplona, procedía del
palacio de Echeniquea, sito en el barrio de Iñarbil del pueblo de
Errazu (también en el Valle de Baztán). Don Manuel vivió con su
familia ocupando el tercer piso del nº 7 de la Plaza del Castillo de
Pamplona, en el mismo edificio que la familia de su esposa, esto es,
el palacio construido por Goyeneche en el s. XVIII, y adquirido
todo él por don Miguel María Zozaya e Ir i g oyen a finales del s. XIX.
Según el obispo Olaechea: “A unos Ej e rcicios Espirituales atribuía
don Manuel el haber entr ado en la senda de la verdadera virtud, a su
vuelta de África. Los suyos pensaron que er a un dicho de su gran humil-
dad, pues nunca había descarriado ”(21-XI-1937). Todos los días
asistía a la S anta Misa en su parr oquia a las ocho de la mañana, y su
vida de piedad era intensa. Don Manuel era conocido, sobr e todo, porque el 3-I-1932 fue
v ocal de la Asociación Católica de P adres de Familia y, en marzo de
este mismo año, fue elegido vicepresidente. La familia Zozaya –a la
que pertenecía su esposa con su hermano Miguel M aría– cedió la
utilización del bajo de su domicilio en Pamplona a dicha
Asociación. Fue presidente de la J unta Diocesana de Acción Católica de
P amplona, actuando apostólicamente como tal con vibración y
entusiasmo, y desde 1933 impulsó los centros parr oquiales de
numerosos pueblos mediante actos de pr opaganda y apostolado.
Como dicho pr esidentetrabajó en estrecha relación con su Obispo
M ons. O laechea. S egún la J unta Diocesana de Acción Católica,
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
833
Fundaci\363n Speiro

cuyo consiliario era el conocido sacerdote D on Santos Beguiristáin
E guilaz, es “a él (al O bispo), en realidad, que no a nosotros, (al que)
pertenece no sólo la inspir ación y el impulso, sino las más de las v eces
hasta el detalle de nuestras obr as”(3). Es significativ o que Junta dije-
se esto tras hacer memoria sobr e la lápida e inscripción que hasta
2006 cubrió la tumba del mártir .
Don Manuel se dedicó a su familia –esposa y nueve hijos–, a la
Asociación de P adres de Familia, y a extender y organizar la A cción
Católica de la D iócesis. Como muchos pamploneses, también era
socio de la H ermandad de la P asión de Pamplona.
Su vibrante capacidad oratoria –contenidos, voz, y gesto– ex-
presaba a las mil maravillas su recta conciencia católica, su amplio
corazón, y hasta su indudable genio artístico como dibujante y pin\
-
tor , e incluso escultor y “belenista ”. Era un hombre de elev ado espí-
ritu, y , más que eso, un hombre de acrisolada fe r eligiosa y fervien-
te caridad cristiana. S egún la Memoria de la J unta Diocesana de
A cción Católica, los principales amor es de don Manuel eran
J esucristo, la Iglesia y el Papa (B.O. del Obispado de P amplona, nº
1916, 15-II-1940, p . 83). El Obispo O laechea, que tan bien le
conoció, r ecuerda en la homilía de su funeral celebrado en la cate-
dral: “¡Con qué dolor decía este gr an caballero cristiano!: “He visto en
la campaña de África hombres que jamás temblaron ante las balas; y a
alguno de esos le he sorpr endido después avergonzado y encogido, por -
que le decían beato ”(21-XI-1937).
Sobre cómo era don Manuel, su trabajo valiente e infatigable,
las cir cunstancias de su muerte, y la proclamación del carácter mar -
tirial de su muerte, lo explica y declara con detalle Mons. O laechea
en cuatr o documentos: en su carta de Homenaje del 1-XI-1937 (4),
en su larguísimo sermón de exequias o funeral celebrado a las once
de la mañana del 21-XI-1937 (5), nada menos que en la catedral de
P amplona, en su discurso en Radio Requeté de N avarra el 14-XI-
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R IZC U N
834
––––––––––––
(3) “Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Pamplona”, B.O.P., nº 1916, 15-
II-1940, pág. 83-84).
(4) B.O.P ., nº 1.861, 1-XI-1937, p. 408-410, “E l Pensamiento Nav arro” EPN, nº
12.391, miér coles, 17-XI-1937, pág. 2.
(5) EPN, nº 12.397, martes, 23-XI-1937, pág. 1; “ Arriba España” 23-XI-1937,
pág. 6, “Diario de N avarra” DN, martes 23-XI-1937, pág. 2.
Fundaci\363n Speiro

1937 (6), y en su discurso ante la inhumación de los restos de Don
Manuel en la parroquia de S an Agustín el 9-XI-1939 (7). En los
cuatr o textos –los dos primeros recogemos en el apéndice–, M ons.
Olaechea muestra un conocimiento profundo de don M anuel, al
que el Obispo denominó “ mártir”. La A cción Católica aceptó y
promo vió este título martirial. Los dos primeros documentos son
muy largos, y en ellos el obispo sevuelca en favor de don Manuel y
de su apenada familia. Esto hace que en ellos brille la verdad, pues
M ons. O laechea estaba obligado principalmente a ella, y es en la
v erdad donde se debe fundar todo ver dadero consuelo . También
don M anuel fue considerado mártir en el funeral celebrado en
E rrazu ( Valle de B aztán) el jueves 18 de no viembre (8), al que se
asociaron las parroquias próximas de los pueblos de Ariz cun, Maya
y Azpilcueta. Con esta hermosa y justa corona de “ mártir” le han
recor dado siempr e los pamploneses que han contemplado su tumba
durante generaciones. M ons. Olaechea finalizó su sermón de exe-
quias diciendo estas significativas y ev angélicas –por cristológicas y
marianas– palabras: “Confesó(don Manuel) a Jesucristo en la tierr a y
habrá sido ya confesado por Jesucristo delante de su P adre en los C ielos.
N o perecerá su memoria y su nombr e será repetido de gener ación en
gener ación. En tanto y mientr as la Iglesia no hable, sufr aguemos con
piedad su alma escogida ”(21-XI-1937).
U na ilustre dama de P amplona apellidada Arraiza, ya mayor ,
me testimonia que, cuando don Manuel dejó muy enferma a una
de sus hijas en casa, con gran dolor de su corazón, para ir a una reu\
-
nión de la Acción Católica, la encontró totalmente curada cuando
v olvió. Por cierto, luego he visto que el obispo Mons. O laechea, en
su sermón de funeral celebrado en la catedral de P amplona el 21-
XI-1937, sermón que fue publicado en los periódicos de N avarra,
cita este caso con estas palabras: “Aquel día debía hablar en Javier a
las jóvenes de la A. C. pero tenía una niñita enferma, muy enfer ma...
¡Qué sacrificio!... habló, más que a ellas, al santo misioner o, pidiéndo -
le a gritos la salud de su hijita. / Y su oración fue oída ”.
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
835
––––––––––––
(6) B.O.P ., nº 1.863, 1-XII-1937, pág. 440 y sigs.
(7) DN, viernes 10-XI-1939 y otros diarios como EPN, 12-XI-1939, pág. 3 y 14
-XI-1939, pág. 2. (8) EPN, nº 12.396, domingo 21-XI-1937, pág. 4; “Diario de N avarra” 23-XI-
1937 pág. 6.
Fundaci\363n Speiro

En julio de 1936 don Manuel estaba en Suances, localidad
marítima de la norteña provincia de S antander, para visitar a su
anciana madr e doña Julia Moreno G il de Borja, que tenía una finca
con dos casas en esta localidad. Es importante que, en su citado
libro, F ernando de La Lama afirme que don Manuel era conocido
en esta pro vincia de Santander porque, a pesar que v eraneaba en
S uances, tomó parte en actos de la juventud de Acción Católica
junto con el infatigable pr esidente de la U. D. de Juventudes
Católicas don S antiago Corral. Así pues, era conocido en Santander
como dirigente de A cción Católica. Sin embargo, se equivoca el
libro al decir que tenía obligaciones como militar , ya que durante la
R epública don Manuel había formalizado la baja en el E jército, en
el que tenía el empleo de Comandante de Estado May or, pasando
así a la situación de retiro. Ambos datos son importantes, por que
r ealzan la dimensión religiosa y apostólica del mar tirio de don
M anuel, sobre todo ante él mismo, su familia y la Iglesia diocesana.
M ons. Olaechea testimonió en su sermón de exequias en la
catedral lo siguiente: “Recordaba (don M anuel) que el C ristianismo
no es una r eligión de débiles ni cobar des, sino de fuertes; con una mor al
dur a que suena a ridiculez a los secuaces del becerro de oro o del placer
de la vida. / P aladín de los fuer os de la modestia, los sostuv o briosamen-
te en la misma playa de S uances, un año antes de su martirio . Aquel
brío duro habrá encontr ado por premio la sonrisa de Quien dijo: S i tu
ojo , tu mano , o tu pie te escandalizan, arráncalos, córtalos, arrójalos
lejos de ti, que mejor te es entr ar tuerto, manco o cojo en el C ielo, que
ser arrojado íntegro tu cuerpo a la gehena de fuego. / Guerreó contr a la
inmor alidad, la gr osería del vivir y del decir , la injuria a Dios.”(el 21-
XI-1937 y también en su Carta del 1-XI).
Hay muchos detalles de la vida de don Manuel y de su confe-
sión a J esucristo en sí mismo, en su hogar y en la sociedad, que
O laechea narró con sencillez en la citada homilía del funeral cele-
brado en la catedral. S us palabras ofrecen algunos detalles de los
últimos meses de su vida: “(...) Pr esentía don Manuel que había llegado la hor a de dar la
vida por J esucristo; y se mostraba desasido del apego natur al a la tierra.
Dios pr eparaba su sier vo a la agonía. / U n santo sacerdote (de esos que
han arr ancado a la M isericordia divina la gr acia del martirio con
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
836
Fundaci\363n Speiro

ardorosas y pr olijas oraciones, pues los hombr es como las fieras del circo
a los pies de los mártires, se r endían a la sencillez, la mansedumbr e, la
pobr eza y la caridad de este varón de Dios), un santo sacer dote burga-
lés seguía diciendo misa en el escondrijo de un albergue de S uances. /
E n este sacerdote, maestro y bienhechor de tantos pobr ecitos, reducido a
la última miseria, pensaba don Manuel; le socorría con su limosna,
protestaba del desamparo en que le tenía el miedo de los católicos y
viéndole sin abrigo, le r egalaba su mismo imper meable. A su casa acu-
día, por medio de sus hijos y con pr etextos bien estudiados, para recibir
de él el P an de los fuertes. / ¡Q ué estaciones! / ¡Qué Hora Santa, más
santa!. / ¡Qué comunión aquella que fué la última! / Cuando don
Manuel mostr aba a los suyos la Hostia divina y decía, sollozando todos,
las palabr as de rito: “Ecce A gnus Dei, Ecce que tollit pecata mundi”. /
U n día, al r as de una cuneta, apar eció el cadáver de un anciano: el
sacer dote había tenido, como J esucristo, un Judas entre sus discípulos.
La Sagr ada Familia había oído su insistente or ación. Era ya mártir . /
Y a las puertas de serlo su buen amigo don Manuel. / S e sabe que en la
cárcel levantó el ánimo de todos. / Y estamos ciertos que marchó a la
muerte, como quien er a y como la gracia abundante de Dios que en sí
tenía (...)” (21-XI-1937).
La viuda de don M anuel, Dª Pilar Zozaya I turralde, ofrece
muchos detalles sobre los hechos acaecidos en los últimos meses, y
se refier e a varios testigos (dos oficiales militar es, el alcalde de
S uances, y un comerciante de esta población), en su documento
presentado al Gobernador M ilitar de Navarra el 16-XII-1941 y en
el Testimonio N otarial de Benjamín Arnáre z Navarr o (Pamplona
23-XII-1941), cuyas copias conser vo (9).
Al estallar la guerra, la familia Ariz cun no pudo regresar a
P amplona desde su lugar de veraneo. Don M anuel pudo haber
huido por los montes, pero no quiso dejar a su familia en esas cir-
cunstancias. S egún su esposa, don Manuel “trató desde el primer
momento de pasarse a la Zona Nacional; confesó su deseo a sus íntimos
y r ealizó gestiones par a lograrlo, lo que no pudo conseguir debido a la
estrecha vigilancia a que, desde el primer momento , le sometieron las
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
837
––––––––––––
(9) Archiv o privado. Parte de ellos fueron publicados en “S iempre P’ alante” nº
193 (1-VII-1990), “El sacrificio martirial de D on Manuel”.
Fundaci\363n Speiro

fuerzas del frente Popular de S uances”.Dos veces fueron a prenderle.
La primera vez lo hizo una patr ulla de la F.A.I. llegada de la ciudad
de S antander , que le sometió a un largo interr ogatorio en la madru-
gada del 2-VIII-1936, “a tr avés del cual (...) (don Manuel) afirmó su
condición de militar y de católico ”.En adelante, varias veces r egistra-
ron su domicilio . En el mes de agosto, propusieron a don M anuel
acogerse a una Ley del G obierno por la cual los militar es retirados
podían seguir per cibiendo sus haberes de r etiro“si firmaban su
adhesión al G obierno marxista ”.Don M anuel “rechazó de plano la
oferta y aconsejó que la r echazase a un militar que a la sazon r esidia
en S uances” y se apellidaba Ampuria. La viuda afirmó que, a finales
de octubr e, don M anuel recibió un anónimo “donde le advertian
que no se pasease por el campo ni saliese de su casa a la casa contigua
donde residia su madre, anónimo que firmaba ‘U n joven que les apr e -
cia ’ y que demuestr a que el frente Popular estaba al corriente de todos
los pasos del causante y vigilaba todas sus actividades por conocer su
condicion de militar de der echas y de directivo de la Accion Católica en
Pamplona” (respeto la grafía). E ran las cuatro de la tar de del 10 de
no viembre cuando fueron a buscarle por segunda vez. En esta oca-
sión, don Manuel fué apresado por M anuel Iglesias, presidente del
Frente Popular de Suances, que se presentó acompañado de policías
de S antander y del directivo del F rente P opular llamado Arrillaga
–apodado “el vasco ”–. Se le encarceló en la céntrica prisión o checa
Neila de la calle Sol, de la ciudad de S antander, muy próxima a su
hermosa bahía. Así lo r ecogen también y citan el nombre Neila, los
historiador es Jesús Gutiérr ez F lores y Enrique Gudín de la Lama en
su artículo titulado “M ilitares de la guerra civil en Cantabria ”
(Ayuntamiento de S antoña, Monte Buceiro, 2005, nº 11, p. 18-
298). Trasladaron a don Manuel a esta checa con otr os cinco mili-
t a r es detenidos por ser considerados afectos al M ov i m i e n t o
N acional: F ernández de la P uente, Mariano B arrasa, Fernando
Schmid, O ctavio F. Roca y Vicente Gutiérr ez.
Continúa su viuda: “(...) el Frente Popular de S antander les pro -
puso (a su marido y los restantes militares) la inmediata libertad a
cambio de que se adhiriesen al G obierno marxista y pr estasen servicio
en el E jército del P ueblo, proposición que el Sr . Arizcun rechazó en
absoluto , afirmando ante los que le interrogaron sus sentimientos r eli -
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R IZC U N
838
Fundaci\363n Speiro

giosos, y sus deberes de militar español (...) por esta negativa y por aque -
lla valiente afirmación de sus ideales, el Frente Popular resolvió asesinar
al Sr. Ar i zcun lo que se llevó a efecto del dia 13 al 30 de no v i e m b re de
1936 (...) donde después de amarr a r l o, lo arr o j a ron, vivo, al mar ” .
F ernando de La Lama dice que don M anuel “sufrió las tor turas
del cautiverio y más tarde recibió el martirio con la enter eza del cris-
tiano que él mismo había pr opugnado tantas veces en sus briosos dis -
cursos de A cción Católica. De muchas maner as demostró, a los milicia-
nos que le iban a matar, su amor a Dios y , por consiguiente, su fe cató -
lica: “Yo no sé lo que sois vosotr os–dijo a sus asesinos– yo soy cató-
lico, y eso no me lo podréis arrancar con las pistolas ” (pág. 28). Esta
expresión debe estar tomada de la homilía de exequias pronunciada
por O laechea en el funeral del 21-XI-1937.
La presencia del elemento militar en toda esta narración no
puede oscurecer ni empequeñecer el hecho que subjetivamente don
M anuel inmolase su vida por J esucristo hasta la sangre. En efecto,
además de ser éste móvil un elemento real y suficiente desprendido
de la narración, todo indica que fue el elemento principal. En efec-
to, en don Manuel lo religioso tenía muchísima más fuerza que lo
militar –no en vano causó baja en el E jército–, con tener la Milicia
mucha fuerza en él como profesión y dev oción, lo que le venía de
familia. La religión impr egnaba toda su vida, también su vida pro-
fesional, y singularmente la Milicia que exige altos ideales y estar
dispuesto a situaciones límite. Sin duda, la r eligión le dio la fuerza
suficiente para su sacrificio heroico –además de dar su vida, tenía
esposa y nuev e hijos–, pues ya he citado que él mismo reconoció
que había conocido a quienes siendo valientes ante las balas fueron
cobardes por respetos humanos en la viv encia de su fe.
E l elemento militar tampoco puede empequeñecer ni oscurecer
el hecho que, desde el punto de vista de los milicianos del F rente
Popular , estos le quitasen la vida atendiendo, también y suficiente -
mente, a la declaración de fe católica hecha por don M anuel. Me
explico . Además del valor propio de la declaración r eligiosa de don
M anuel, los ejecutores debían saber que esta última justificaba
sobradamente su negativa de pasarse al Gobierno r evolucionario
como militar que era (aunque retirado), máxime cuando por enton -
ces el móvil religioso se disfrazaba, en el mejor de los casos, entr e las
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
839
Fundaci\363n Speiro

causas políticas. Otras veces el móvil no tenía disfraz, como en el
caso del sacer dote burgalés, amigo de don Manuel en S uances, que
apareció asesinado en la cuneta poco antes que don Manuel fuese
sacrificado . Lo que acaecía en Santander también ocurría por estas
fechas en la diócesis de M adrid (véase el reciente libro de J osé
F rancisco G uijarro) y otras diócesis españolas. Al final diremos
cómo el 25-XI-1936 fueron sacrificados en P aracuellos del Jarama
(M adrid) un hermano de don Manuel con cuatro de sus hijos.
Bastaría señalar el carácter martirial de la muerte de don
M anuel diciendo que si bien el motivo oficialuoficioso de la ejecu-
ción pudo ser su negativ a de adherirse como militar al Gobierno del
Fr ente P opular (no hay documento que lo certifique), los hechos y
los testigos muestran que para ser eliminado era suficiente el espíri\
-
tu católico y/o militar de don Manuel. Es más, todo indica que el
motiv o real, más pr ofundo y suficiente, del her oísmo en don
M anuel, y también el móvil de los ejecutores, era el motivo r eligio-
so. No en vano Olaechea recuerda el asesinato que un día sufrió un
sacer dote burgalés, amigo de don Manuel, que auxiliaba espiritual-
mente a la familia Ariz cun en Suances. P oco después don M anuel
le siguió al martirio. Según el historiador Marcellán, en el libro de difuntos de la
parr oquia de San Agustín se lee: “El día once de noviembre de mil
nov ecientos tr einta y seis fue apr esado por los rojos en Suances
(Santander) donde accidentalmente r esidía con su familia don Manuel
Ariz cun M oreno, de cuar enta y cuatro años de edad, natur al de
M adrid, r esidente en esta parroquia, casado con doña Pilar Zozaya /
E l día tr ece inmediato a las dos y media de la mañana fue sacado de la
prisión maniatado y con características de ser llevado al lugar del supli -
cio ./ Conquistadas por el ejército nacional todas las pro vincias del
Nor te, no apar ece, ni se tienen de él otr as noticias que las apuntadas:
por esto y ser comandante de estad o mayo r, católico ejemplar y pr e s i d e n-
te de la Junta Diocesana de Acción Católica de Pamplona se juzga que
fue asesinado por los marxistas. El día dos de octubre de mil nov e c i e n t o s
t r einta y siete se celebr a ron en esta parroquia funerales por su alma / Y
p a r a que conste / Lic. Luis I d oy. C u ra ecónomo” (n: 3/32, partida 133).
Lo arr ojaron vivo, atado de pies y manos, al mar de la bahía de
Santander . Cuando lo asesinar on tenía 43 años “y sonr eían nueve
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
840
Fundaci\363n Speiro

ángeles en su hogar”.Dejó una viuda y nueve hijos. M editemos
ahora cómo don Manuel amaría a su esposa y nuev e hijos. Don
M anuel podía haber optado por otras alternativas para salv arse,
per o eligió la más costosa para él y su familia, sin duda tan só\
lo por
confesar a J esucristo, al Amor de los amor es. Esta prueba de máximo
amor a J esucristo muestra la elevación del amor de don Manuel, del
mismo amor con el que quería a su esposa y nueve hijos. A mayor
sacrificio por J esucristo, mayor amor a la familia, pues el amor es
indiviso . Quien es capaz de amar hasta el límite por motivos sobr e-
naturales –dar la vida por Cristo–, ¿no va a ser capaz de lo menos y
que más natural, como es amar hasta el límite a la propia esposa e
hijos? Tampoco don Manuel podía traicionar a su familia traicio -
nando la F e católica que entregó y cultivó en ella, ni podía dar mal
ejemplo a la A cción Católica diocesana, quien a ella se dedicaba con
toda el alma tras causar baja del E jército.
R epito: si por amor a D ios, y con ese mismo amor , don Manuel
abandonó con inmenso sacrificio a su familia en este mundo, pen-
semos entonces lo mucho que amaba a esta. Así cumplió la máxi-
ma evangélica de que quien ama a sus familiar es más que a Dios, no
es digno de Él. Y el amor que los hombr es malos quisieron separar
( D ios y familia), Dios lo purificó y mantuvo para siempre unido,
viviendo –directa y eclesialmente– con más fuerza que antes, en la
p r olífica familia de don Manuel, generación tras generación. T e n g o
datos para saber que desde el cielo don Manuel les ha protegido a
todos, y que protege a las familias de sus hijos. ¿Por qué no animar a
todos a encomendarse a don Manuel, como pidió el obispo O l a e c h e a
en su Carta del 1-XI-1937 y al inhumarse su cadáver el 9-XI-1939? Su cuerpo inerte apareció en la playa de Ar enillas del pueblo de
Galizano el 28-XI ó 1-XII-1936. Tenía “fuertes ligadur as de cáñamo
desde la cintur a a los pies, las manos atadas detr as del cuerpo y pendien-
te de los cabos de esta atadura una piedr a”.Este cadáv er “Fue r econo -
cido facultativamente por le médico de Ribamontán al Mar don
Manuel R uiz Berrire y examinado con detención por los v ecinos del
próximo pueblo de C arriazo don Marcelino Setién Torriente y don
Félix F ernández Pér ez, Juez y Secr etario municipales de Ribamontán
al Mar , y los enterr adores, vecinos de G alizano, don José Ezquerra
Agüer o y don P aulino M ontes Ruiz”.El acta notarial precisa donde le
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
841
Fundaci\363n Speiro

sepultaron cristianamente en el cementerio de Galizano, per tene-
ciente al Ayuntamiento de Ribamontán al M ar, ese mismo día 1 de
diciembr e. Los datos del cadáv er constan como inscripción provi-
sional en el libr o 24, nº 198, del Registro Civil de dicho Ayun-
tamiento . Casi un año después conocieron en P amplona su muer-
te: esquelas, funerales, declaraciones y homilía del O bispo Olaechea
etc. Conocido el parader o de los restos mortales, y exhumados para
su identificación ante don S antos Beguiristáin –consiliario de
A cción Católica y delegado especial al efecto del obispo O laechea–,
don P edro M aría Arizcun Zozaya –hijo del difunto– y don Rafael
Ariz cun M oreno –su hermano–, los trasladaron a P amplona para
enterrarlos, “por un especial privilegio de la I glesia”en la parroquia de
S an Agustín el 12-XI-1939, donde su cuerpo reposa delante del
Altar M ayor (Vid. también la “Memoria ” sobre don Manuel, B.O.
del O bispado de P amplona, nº 1916, 15-II-1940).
De la muerte alevosa de don Manuel da noticia “El
P ensamiento N avarro” (nº 12.352, viernes 1-X-1937): “(...) Como
todo el que milita la dignidad de su condición caballer esca, sus condi-
ciones imperturbables de católico y español, aunque no fuera nada más
que la pr opia decencia de su caballerosidad, el señor Arizcun cayó bajo
las balas asesinas de los enemigos de la Religión y de España. / El señor
Ariz cun, pr obaba con los actos de su vida la sinceridad de sus convic -
ciones. E ra un per fecto caballer o católico, y un espíritu de apóstol. Su
designación par a Presidente de la J unta Diocesana de A cción Católica
fue un v erdadero acier to / El Señor le acoja en el Cielo de sus mártires
gloriosos (...)”.
La esquela mor tuoria de la familia rezaba así: “dió su vida por
Dios y por E spaña vilmente asesinado en S antander el día 17 de
No viembre de 1936, a los 44 años de edad ”(EPN, nº 12.352, vier-
nes 1-X-1937). La propia de la J unta Diocesana de A cción Católica
decía: “ Asesinado, en odio a su bander a de propagandista católico, en
Santander”, el 13-XI-1936 (“El P ensamiento Navarro”, nº 12.395,
sábado 20-XI-1937). Como se puede obser var, el día de la inmola-
ción de don M anuel no eran el mismo en ambas esquelas.
El Vice-Consiliario de Acción Católica, a la sazón el sacer dote
don S antos Beguiristáin, impulsó las J ornadas diocesanas de Acción
Católica, iniciadas el día 14-XI-1937, con el r ecuerdo y homenaje
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R IZC U N
842
Fundaci\363n Speiro

a don Manuel, “víctima del odio antirr eligioso”, “modelo de caballeros
cristianos, incansable propagandista del bien y confesor valiente de
Jesucristo”. También anunciaba funerales en la catedral para el
domingo día 14 y disponía funerales en las parroquias. S i hablaba
de funerales era “por que éste es el homenaje primero que hace la I glesia
a sus hijos /. Sin per der la esperanza de glorificación mayor ”.En efec -
to, a continuación Beguiristáin r ecogía estas palabras de Mons.
Olaechea r eferidas a don Manuel: “A nuestro incompar able Pre-
sidente Diocesano de A cción Católica –al caballer o ejemplar que con-
fesó a J esucristo delante de los hombr es, con la práctica luminosa de su
vida cristiana, como esposo, como padr e, como ciudadano; al que le
confesó con el ar dor de su apostolado –al mártir– que interceda por nos -
otros” (B.O. del Obispado de P amplona, nº 1861, 1-XI-1937, págs.
413-415). Ya hemos dicho que, en diversas ocasiones, el O bispo de
P amplona don M arcelino Olaechea enalteció clara, r eiterada y
públicamente a don Manuel Ariz cun Moreno como “ mártir” de la
F e. Advirtió sus dos circunstancias de P residente de la Junta
D iocesana de Acción Católica de Pamplona y de Comandante de
Estado May or del Ejército (retirado), r econociendo con claridad
que el motivo r eligioso fue el principal y suficiente para el már tir
–modelo de católico–, y quizás también para los inmolador es. Su
profesión militar no r etrajo a Mons. Olaechea para proclamarle
mártir de la F e.
Hay un dato muy importante para subrayar , una vez más, que
los perseguidores conocían la militancia católica de don Manuel, y ,
lo que es muy significativo, que confundían esta con la pertenencia
a un partido político. M e refiero a que Mons. Olaechea dijo en
radio Requeté, al par ecer el 14-XI-1937, refiriéndose al confesor y
mártir don M anuel: “Cuando le fueron a pr ender en su retiro de
S uances confesó, sin titubeos, su fe, su piedad y sus tr abajos en la Acción
C atólica; pero protestó con enter eza y por dos veces, ante sus verdugos,
contr a la acusación de que la A cción Católica era un partido /. Conocía
como pocos la natur aleza de la Acción Católica y confesó la verdad, la
escueta verdad y toda la v erdad, a las puertas del martirio ”(10) .
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
843
––––––––––––
(10) B.O.P ., nº 1863, 1-XII-1937, pág. 4440 y sigs.; EPN, 12-XI-1939, pág. 3.
Fundaci\363n Speiro

Olaechea recoge en su Carta del 1-XI-1937 algo que también
r efleja en su homilía del 21-XI-1937, y que es lo siguiente:
“ (...) No conocía (don Manuel) las medias tintas, las posiciones
cobar des, el plegarse a la coyuntur a, ni el disfraz de las ideas aquel que
en aquella misma playa de Suances, de donde le arr ancaron al cariño
de los suy os, defendía un año atrás con todo el calor de su alma, la sant\
a
intr ansigencia de la modestia cristiana; de esa modestia de la que daba
su hogar ejemplo luminoso .
Declaró fr ancamente que er a, por la gracia de Dios, católico fer -
viente, que tr abajaba con ardor en la A cción Católica; protestó enérgi-
camente contr a la acusación de que la Acción Católica fuer a política;
mandó limosnas y su mismo impermeable a un santo sacerdote; dió la
sagr ada comunión a sus hijos; se puso confiada y ser enamente en las
manos de Dios, despegado del ansia de vivir y se ciñó la corona de los
mártires, par a ser junto a E l nuestro intercesor poder oso.
A sí lo tenemos por cier to. Del número de esos mártires «en el alto y
ver dadero sentido de la palabr a», es don Manuel un ejemplar tan clar o,
que esper amos que el Señor nos lo diga un día, por la voz infalible de
su I glesia”.
En su homilía pr onunciada en los solemnes funerales celebra -
dos en la catedral el 21-XI-1937, M ons. Olaechea dijo: “Eso ha sido
la vida de don M anuel Arizcun; una clar a confesión de J esucristo, con-
fesión sellada con el tr azo purpúreo de su sangre; pues dió su vida por
quien la dió por él y por todos. / Confesó a J esucristo y su doctrina, con
las palabr as y con las obr as: «en sí», «en el hogar», «en la sociedad»”.
R ecoge Mar cellán que el periódico “Oye ” (10-XI-1944) cons-
tató la lección de valentía de don Manuel con estas palabras: “P udo
haber buscado la fórmula con el mal, escapando de la cárcel, del tor -
mento , del martirio que le arrojó vivo al mar . / Pero entonces su nom -
br e se habría ev aporado ya en el r ecuerdo estéril, no sería su r etrato una
bander a. / Entonces no r eposaría su cuerpo junto al comulgatorio de la
P arroquia, ni su insignia de la A cción Católica aparecería en el salón
principal como un trofeo ”.
Con motivo de la inhumación de los restos mortales de don
M anuel en la parroquia de S an Agustín el 9-XI-1939, M ons.
O laechea recor dó las Catacumbas y los templos dedicados a los
confesores de Jesucristo, a los que se asemejaba la parroquia de S an
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R IZC U N
844
Fundaci\363n Speiro

Agustín por ser lugar del sepelio del difunto. También enalteció las
virtudes extraordinarias del don M anuel, su confesión a Jesucristo
en la vida privada y pública, su pr udencia y energía apostólicas, y
su confesión valiente ya en las horas difíciles ya en la suprema de la
muerte. Y añadió algo altamente significativo: “Y o os recomiendo y en vosotros a toda la Diócesis, amados her ma -
nos en C risto, que en vuestras tribulaciones y necesidades pidáis a Dios
por mediación de Manuel A rizcun, porque si nos cabe el consuelo de
que sus gloriosos restos r eposen aquí, en éste lugar , entre nosotr os, no ha
de tardar mucho tiempo en que querrá Dios que del suelo de la I glesia
suba hasta los altares. Lo digo con la responsabilidad de mi cargo y con
el pleno convencimiento mío ”(11).
Así lo hacemos y así quisiéramos que muchos lo hiciesen. N o
olvidemos al mártir , sobre todo en nuestros días, pues es ejemplo de
h o m b r e, esposo y padre de familia, y miembro de la Iglesia dioce-
sana. En la penumbra pero iluminado por lo anterior queda su ejem-
plo de buen nav a r ro y español, y de militar como buen caballero.
En su Carta del 1-XI-1937 decía Mons. Olaechea: “Se irá escri -
biendo la Vida de este nuestro mártir , cuyo retrato, debajo del S anto
Crucifijo , debe presidir todos nuestros Centros de A cción Católica, cuyos
ejemplos deben ser nor ma de los Hombres Católicos de esta escogida
Diócesis de P amplona, canter a inagotable de héroes.
Esper amos que el S eñor nos irá diciendo los detalles de los últimos
días de don Manuel, y para ello pido vuestras or aciones, como también
par a que el Señor nos r evele la santidad de éste su sier vo, con lluvia de
gr acias.
Entr e tanto , desconocedores de los secr etos de Dios, recemos en
sufr agio; y que el r ecuerdo de sus gr andes virtudes nos sea acicate de vida
más pur a, más tr abajadora, más ansiosa del bien de las almas ”.
Olaechea también dispuso que se imprimiese el r etrato de “nuestro
mártir ” –decía– en un recibo de las apor taciones voluntarias para
los días de las J ornadas de Acción Católica (Carta, 1-XI-1937).
* * *
Alejandr o era el mayor de siete hermanos, de los que el ya cita-
do don M anuel ocupaba el quinto lugar . Tres hermanas eran mon-
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
845
––––––––––––
(11) DN, viernes 10-XI-1939 y otros diarios.
Fundaci\363n Speiro

jas. Alejandro era notario y pertenecía a la Adoración N octurna. En
1936 fue apresado en la cár cel Porlier en Madrid junto a cuatro de
sus siete hijos, que se llamaban: Ramón que era ingeniero y adora-
dor nocturno y tenía 27 años, Luis era médico y tenía 24 años,
Carlos contaba 18 años, y F rancisco Arizcun Quereda tenía sólo 17
años (12). El 25 de noviembre de 1936 y junto a otros 19 hombres
también sacrificados, les sacar on a todos ellos de la cárcel y fuer on
fusilados –los cinco, sí, no es err or– en esa gran tumba de Paracue-
llos del J arama. Lo narra Casas de la Vega (13). También J osé
Francisco G u i j a r ro dedica unas páginas a los Arizcun (14). Este últi-
mo sólo describe la persecución y muerte por motivos religiosos, y es
e s c rup uloso en anotar los motivos de cada asesinato. E n t re otr o s
muchos, cuenta el caso de dichos cinco Arizcun (pág. 518), y corrige
la incorporación de Casas de la Vega (pág. 321) de don M a n u e l
A r i z cun M o reno, toda vez que, en efecto, fue asesinado en S a n t a n d e r
–y no en Madrid– en no v i e m b re de 1936. Ante estas inmolaciones
sólo nos queda perdonar y r e c o rdar el “piedad y per d ó n” .
* * *
El M ensaje de la Asamblea P lenaria de la Conferencia E piscopal
Española finaliza con motivo de la r eciente beatificación de 498
mártir es españoles de la persecución religiosa de 1936-1939: “Que
por el testimonio y la inter cesión de los mártires se vigorice nuestr a espe-
r anza y encienda nuestr a caridad. Ellos, movidos por la esper anza de la
Vida eterna, supieron anteponer a su propia vida el amor y la obedien -
cia a la ley ev angélica, la ley nueva del amor más gr ande y promotora
de la dignidad y la libertad de cada persona. Los mártir es son testigos
supr emos de la Verdad que nos hace libr es”.Nosotros nos atrevemos a
aplicar estas palabras a los seglar es que, como los seis miembros de
la familia Ariz cun, fueron sacrificados por J esucristo, que sin duda
fue el principal de los motiv os de su sacrificio.
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
846
––––––––––––
(12) En “S iempre P’ alante” nº 141 (5-III-1988) pág. 14, “P erseguidos por su Fe”,
donde dice “ cuatro hermanos suyos ” debe decir “cuatro sobrinos suyos ”.
(13) Rafael Casas de la Vega, El terror : Madrid 1936, M adrid, Ed. Fénix, 1994,
460 págs. págs. 251, 321 y 189.
(14) J osé Francisco Guijarro, Persecución religiosa y guerr a civil. La Iglesia en
M adrid, 1936-1939, Madrid, Ed. La Esfera de los Libr os, 2006, 695 págs., pág. 518.
Fundaci\363n Speiro

Documento 1. Car ta pastoral del O bispo don Marcelino
Olaechea Loizaga (1889-1972) sobre don Manuel Ar i z c u n
Moreno:
“En homenaje a don Manuel Arizcun, nuestro már t i r.
V enerables H ermanos y amados Hijos:
E ntre los grandes dolores y glorias de los tiempos épicos que
vivimos, tenemos que destacar el martirio de nuestro sin par
Presidente D iocesano de A cción Católica, aquel modelo de caballe -
ros cristianos, que confesó valientemente a D ios, delante de los
hombres, con la ejemplaridad de su vida: como esposo, como
padre, como ciudadano; que lo confesó con la elocuencia de su
palabra, con el trabajo incansable en la organización de la A cción
Católica, con la sangre de sus venas.
Se retiró un día a la santa paz de su hogar , aquel inteligentísi-
mo Comandante de Estado M ayor a quien le sonreía el porvenir
terr eno de una carrera singularmente brillante.
Sabia y misericor diosamente lo dispone todo el Señor; y éste
gran soldado, obediente a la voz de la Iglesia, pasaba a dirigir , en
nuestra Diócesis, las fuer zas auxiliares de la Jerarquía.
Sabemos que se esperaba mucho de él; pero el resultado superó
con mucho a las halagüeñas esperanzas. En la zona roja le sorprendió el glorioso alzamiento nacional; y
cuantos conocíamos a don M anuel Arizcun Moreno teníamos por
cier to, que, si D ios escogía már tires en las playas santanderinas, uno
cier tamente había de ser este gran caballero, sin miedo y sin tacha.
N o lo podíamos decir a quien había de sentir la más honda
pena de su vida; y que seguía abrigando consoladoras esperanzas.
P ero nosotr os lo teníamos por seguro.
N o conocía las medias tintas, las posiciones cobardes, el plegar -
se a la co yuntura, ni el disfraz de las ideas aquel que en aquella
misma playa de S uances, de donde le arrancar on al cariño de los
suyos, defendía un año atrás con todo el calor de su alma, la santa
intransigencia de la modestia cristiana; de esa modestia de la que
daba su hogar ejemplo luminoso .
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
847
Fundaci\363n Speiro

Declaró francamente que era, por la gracia de Dios, católico
ferviente, que trabajaba con ardor en la A cción Católica; protestó
enérgicamente contra la acusación de que la A cción Católica fuera
política; mandó limosnas y su mismo impermeable a un santo
sacer dote; dió la sagrada comunión a sus hijos; se puso confiada y
ser enamente en las manos de Dios, despegado del ansia de vivir y
se ciñó la corona de los mártires, para ser junto a E l nuestro inter-
cesor poder oso.
Así lo tenemos por cier to. Del númer o de esos mártires “ en el
alto y ver dadero sentido de la palabra”, es don Manuel un ejemplar
tan clar o, que esperamos que el Señor nos lo diga un día, por la voz
infalible de su I glesia.
En la recta fibra del hombre labró la v oluntad, ayudada por la
gracia, el ejemplar cristiano .
¡Qué hombr e más hombre era don Manuel Arizcun! Físico de
púgil, voz recia, cer ebro macizo, disciplina mental en las ideas,
ar diente fé de hondo e irremo vible fundamento.
Decía las cosas con la robusta franqueza de quien tiene bien
perfiladas las ideas en una inteligencia categórica; y no se podía\
salir
de su r eunión sin llevar su programa para casa.
Esa claridad no le alejaba las voluntades, pues era hombr e
humilde, oía con gusto a todos y salpicaba la conv ersación con sales
de ingenio .
En él, como padre, había depositado Dios su entera confianza, y
a los cuarenta y tres años sonreían nueve ángeles en su hogar; y aquel
h o m b r e tan hombre, ¡qué corazón más tierno tenía! Cómo se le sal-
taban las lágrimas, y hasta se le anudaba la voz en la garganta, cuan-
do llegaba en sus discursos el asunto de la educación de los hijos.
“Pienso en los míos ”, nos decía.
Hablaba de sus padres con tal cariño que emocionaba; y él se
r eflejaba en el espejo integérrimo del autor de sus días.
Era un valiente; nada le arredraba, sin que dejara por eso de
acompañarse de aquella santa prudencia, que no tienta a D ios, sino
cuando, a todas luces, lo pide su gloria. Clara inteligencia, sólida instrucción cristiana, fé y piedad ar-
diente, vida intachable y obediencia a la v oz de la Iglesia, hicier on
de él un apóstol.
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
848
Fundaci\363n Speiro

Su elocuencia llegaba al fondo del alma: “era el varón bueno en
el decir perito ”.
Jamás hemos oído hablar del Papa con tanta fruición como en aquel
discurso pronunciado el día onomástico de Su Santidad en el S e m i n a r i o
N u e v o: historia, poesía, amor ardiente el “buen Jesús de la tierra ” .
Se irá escribiendo la Vida de este nuestro mártir, cuyo retrato,
debajo del S anto Crucifijo, debe pr esidir todos nuestros Centr os de
A cción Católica, cuyos ejemplos deben ser norma de los H ombres
Católicos de esta escogida D iócesis de Pamplona, cantera inagota-
ble de héroes. Esperamos que el Señor nos irá diciendo los detalles de los últ\
i -
mos días de don Manuel, y para ello pido vuestras oraciones, como
también para que el S eñor nos revele la santidad de éste su sier vo,
con lluvia de gracias. En t r e tanto, desconocedores de los secretos de Dios, recemos en
sufragio; y que el re c u e rdo de sus grandes virtudes nos sea acicate de
vida más pura, más trabajadora, más ansiosa del bien de las almas. El día 14 celebraremos en la S anta Iglesia Catedral un funeral
solemne, al que deseo se unan todas las Asociaciones de A cción
Católica de la D iócesis, aplicando la santa Comunión de sus miem -
bros, y r ezando alguna oración en común; deseo igualmente que en
todas aquellas parroquias que tuvieron la dicha de oirle como
Presidente de la A cción Católica, recuerden los señor es párrocos a
los feligreses esta cir cunstancia y, si es posible, algo de lo dicho por
él; finalmente que por carta o telegrama se unan todas las
Asociaciones al dolor y la gloria de su viuda, doña P ilar Zozaya y de
sus hijos / (...) / Que el Señor destructor de la muer te por la resurrección glorio-
sa de sus escogidos, nos lleve un día a cantarle en el Cielo junto al
esforzado ejército de los que sellaron con la sangr e de sus venas la
fé de su bautismo . + MARCELINO, Obispo de P amplona”.
(F uente: “Boletín Oficial E clesiástico del Obispado de P am-
plona ” nº 1.861, 1-XI-1937, p. 408-410; “E l Pensamiento N ava-
rro” nº 12.392, miércoles 17-XI-1937, p. 2). (“Siempre P’ alante”,
nº 553, 1-XII-2006, con fotografía de la lápida antigua que cubría
la tumba del confesor de la F e).
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
849
Fundaci\363n Speiro

Documento 2. Oración fúnebre de Mons. Ma rcelino Ol a e c h e a
en los solemnes funerales en sufragio del alma de don Ma n u e l
A ri z cun M o reno, que fue Presidente Diocesano de Acción C a t ó l i c a
de Pamplona. Se celebraron en la S. I. Catedral de Pamplona, a las
11 de la mañana del 21 de No v i e m b re de 1937.
“ORACIÓN FÚNEBRE.
El P relado leyó esta conmo vedora oración:
«Qui me confessus fuerit coram hominibus, confitebor et ego
eum coram P atre meo qui in Coelis est (Mateo 10, 32).
Al que me confesare delante de los hombres, le confesaré y o
delante de mi P adre, que está en los Cielos.
Y comenta Mar co Sales: Al que con la palabra y las obras dé tes -
timonio de Mí y de mi doctrina delante de los hombr es, yo le reco-
noceré como discípulo mío, no sólo delante de los hombr es, sino
delante de mi P adre y tendrá par te en mi herencia.
Aún recor damos a nuestro mártir (que vive en Dios y en Dios
goza); aún le r ecordamos en uno de sus discursos rogando a
J esucristo que le confesara un día delante de su Padre, pues él tenía
la gracia de poderle confesar delante de los hombr es; le recordamos
con las lágrimas en los ojos y anudada la voz en la garganta. Eso ha sido a vida de don Manuel Arizcun; una clara confesión
de J esucristo, confesión sellada con el trazo purpúreo de su sangr e;
pues dió su vida por quien la dió por él y por todos. Confesó a Jesucristo y su doctrina, con las palabras y con las
obras: “ en sí”, “ en el hogar ”, “en la sociedad ”.
Hijo de una familia ejemplar , heredó de sus padres luz de doc-
trina y calor de los mejores ejemplos. Recordaba a aquel integérrimo varón que fué el autor de sus
días, con indecible ternura; y se miraba en sus r ecuerdos como en
un espejo .
El cariño a su anciana madr e le llevó a Suances, de donde le
había de llamar el Señor a darle la mayor prueba de amor: Su vida
por E l.
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
850
Fundaci\363n Speiro

A unos Ejercicios Espirituales atribuía don M anuel el haber
entrado en la senda de la verdadera virtud, a su vuelta de África. Lo\
s
suyos pensaron que era un dicho de su gran humildad, pues nunca
había descarriado.
Cultivó su inteligencia cristiana con estudio profundo: las
E ncíclicas de los P apas, los Temas de C ursillos para obr eros, el
M anual Clásico de la Acción Católica le eran familiar es. Ansiaba
saber , suspirando siempre porque un sacerdote, bien versado, diera
conferencias. Nada se parecía a esos caballeros cristianos que no llevan más
bagaje religioso para su jornada de la vida, que el r ecuerdo vago, del
catecismo de su niñez; para esos cristianos que dan valor a cualquier\
saber y a cualquier trabajo menos al saber el camino de D ios y al
trabajo por llegar a El. Cultivó su voluntad y su corazón, con piedad sincera y honda;
piedad natural, muy lejos de toda mojigatería (era muy hombre
don Manuel Arizcun), piedad viril, piedad entera, en la que tenía el\
sentimiento su par te justa, pues este hombr e tan hombre, tenía
corazón de niño .
A la misa de ocho se le v eía todos los días en su parroquia de
San Agustín; y en ella explayaba su alma en Dios, r ecibiéndole en
la E ucaristía.
E ra hombre de oración y no lo negó ni ante la muerte; pues
atajó a los blasfemos que le fueron a pr ender, con esta magnánima
confesión: “ Yo no sé lo que vosotr os sois; yo soy católico, y eso no
me lo podéis arrancar ni con las pistolas ”.
¡Con qué dolor decía este gran caballer o cristiano!: “He visto en
la campaña de África hombres que jamás temblaron ante las balas;
y a alguno de esos lo he sorprendido después avergonzado y enco-
gido, por que le decían beato ”.
“Y o so y un beato, así decía, en un discurso a la gente r uda; un
beato ...: pero muy hombre por la gracia de D ios.
Esos son los beatos que irán br otando a borbotones en la lim-
pia fontana de la gran España que renace; y esos beatos formarán l\
a
P atria en que soñamos.
CONFESÓ A JESUCRIST O EN EL HOGAR.Esposo aman-
tísimo, llenó el ideal que traza el Apóstol al marido. Entendió la vida
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
851
Fundaci\363n Speiro

como un deber; y el placer como la luz natural que conduce al
deber, como el aliciente que lo suaviza.... Dios lo asoció con entera
confianza a su obra cr eadora, y llenó su hogar con la sonrisa de
nueve ángeles.
Esos retoños cantan la vir tud del robusto tronco del que han
brotado. El cristiano (dice S an Pablo a Timoteo), el cristiano que no
tiene cuidado de los de su casa, es como si renegara de la fe y se
pusiera a nivel más bajo que los infieles. A cuántos que se dicen padres cristianos les puede cuadrar la
fuerte pincelada del apóstol. No, a don Manuel Ariz cun: alma en continua tensión por el
porvenir de sus hijos; alma estudiosa por sorpr ender el natural de
cada uno de ellos y encaminarlos a la virtud, con constancia y ener-
gías; que el que ama a su hijo le hace sentir a menudo el az ote, para
hallar en él, al fin, su consuelo, y procurarle que no haya de ir men\
-
digando de puerta en puer ta. No le dejes hacer lo que quiera y no
disimules sus travesuras. Dóblale la cerviz y dale con la vara en las
costillas mientras es niño; no sea que endurezca y te niegue la obe-
diencia, lo que causará dolor a tu alma. Instruy e a tu hijo y trabaja
en formarle, para no ser cómplice en su deshonor . Dice la
Sabiduría. Qué esmer o para corregir la vanidad inconsciente, la tosque-
dad, el amor pr opio, la dejadez. Y todo ese trabajo con entrañable
cariño; cariño que sorbían sus hijos, pues al v erle muy de lejos se le
disparaban como flechas a los brazos. Aquel día debía hablar en J avier a las jóvenes de la A. C. per o
tenía una niñita enferma, muy enferma... ¡Q ué sacrificio!... habló,
más que a ellas, al santo misionero, pidiéndole a gritos la salud de
su hijita. Y su oración fue oída.
“Hijo, decía al mayorcito cuando la concentración de jóvenes
en Estella, verás a tu papá aplaudido, agasajado, sentado a la dere-
cha del señor O bispo; mira hijo, todo esto por que con la gracia de
D ios, y o procuro ser bueno . No lo olvides; trabaja siempre por ser
bueno de veras, que aún en la tierra recompensa Dios, y en el cielo
no falla ”.
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
852
Fundaci\363n Speiro

Le visité el día de su Santo: un Portalico de Belén, cuidadosa -
mente pr eparado ocupaba el cuar to de estudio: los papás y los
niños, formaban orfeón y orquesta: J esucristo debía sonreírles, y los
ángeles cantarían sobr e aquella casa: “Paz en la tierra a los hombr es
de buena v oluntad”.
CONFESÓ A JESUCRIST O EN LA SOCIEDAD. Era un
ejemplar de esos caballeros cristianos sin miedo y sin tacha. N o
transigía con la confusión de ideas en un siglo sin valor y sin cos-
tumbr es sanas.
D ecía las cosas por su nombre y con cierta dure za y mucho
ingenio. N o era de esos sujetos de personalidad desdoblada, verda -
der os liberales de la vida que relegan la fe al templo y la moral a los
pies de un sacer dote: de esas nubes sin agua con las que juega el
viento, de esas estrellas errantes, de esos árboles de otoño, sin fruto
y dos veces muertos ( Judas, 13).
Recor daba que el Cristianismo no es una religión de débiles ni
cobardes, sino de fuertes; con una moral dura que suena a ridiculez
a los secuaces del becerro de oro o del placer de la vida. Paladín de los fueros de la modestia, los sostuvo briosamente en
la misma playa de Suances, un año antes de su martirio. Aquel brío
duro habrá encontrado por pr emio la sonrisa de Quien dijo: Si tu
ojo, tu mano, o tu pie te escandalizan, arráncalos, córtalos, arrója-
los lejos de ti, que mejor te es entrar tuerto, manco o cojo en el
Cielo, que ser arrojado íntegro tu cuerpo a la gehena de fuego .
Guerr eó contra la inmoralidad, la grosería del vivir y del decir ,
la injuria a Dios. Como rev entó la cloaca y subieron tan alto las aguas sucias del
decir torpe y de la injuria a Dios, en esta P atria querida, señora del
buen hablar , dueña de la lengua de Teresa y de San J uan de la Cruz,
hasta que la ronca voz del cañón y el silbo agudo del fusil, trágica
sinfonía del canto a Cristo Rey, acallaron las voces de los enanos de
la venta que asustaban con la oquedad de sus gargantas los cobar -
des o prudentes señores de la casa! ¡Qué pocos don Manuel Ariz cun
caminaban por la España de los últimos tiempos!
Era don Manuel, con los per versos y descarriados, franco y
compasiv o; no le llagaban las injurias. Quería persuadirlos y con-
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
853
Fundaci\363n Speiro

vencerlos; y cuánto sintió que se perdiera la ocasión de controvertir
con ellos, cuando su conferencia de Alsasua.
N o murmuraba.
Donde mejor brilló el espíritu selecto de don M anuel Arizcun,
fue en su cargo de pr esidente diocesano de A cción Católica.
N os lo envidiaban.
La obediencia a la voz de la Iglesia lo convirtió en apóstol.
Se reveló en él el orador; y fué una sorpresa para sus amigos. Se
lanzó primer o a la escaramuza en un pueblecito y esa escaramuza
feliz, ver dadera victoria de la obediencia, le dió ánimo para inter-
v enciones oratorias de mayores vuelos. Aquella voz r ecia como de
campana grande, aquellos ademanes bruscos, aquel r ostro de lucha -
dor , aquellos párrafos, a veces agrios y esquinados, seguidos de otros
de ternura ex quisita que velaban la v oz y ponían lágrimas en los ojos
en un hombr e tan fuerte, tan culto, tan bueno, tan ... hombre,
padr e de nueve hijos, comandante de Estado Mayor , persuadían la
inteligencia, r endían la voluntad, sacudían las últimas fibras de
todos los coraz ones.
Su discurso sobr e el Papa fué paseo majestuoso por la Historia,
éxtasis de poesía, buceo hondo en el pensar cristiano, lágrimas tier-
nas del hijo que recuer da en la lejanía del tiempo el abrazo r ecibido
del P adre.
¡Cuál no habrá sido el que le habrá dado J esucristo Juez a este
su v aloroso atleta que le confesó con su lealtad hasta el último sus-
piro de la vida!.
Dos v eces fueron a pr enderle en su retiro de S uances y, al fin, lo
arrancar on de los braz os de los suyos.
N o puedo describiros la escena por compasión a vosotr os; en
particular a los amigos queridos que pr esiden este duelo.
Presentía don Manuel que había llegado la hora de dar la vida
por J esucristo; y se mostraba desasido del apego natural a la tierra.
D ios pr eparaba su sier vo a la agonía.
Un santo sacerdote (de esos que han arrancado a la
M isericordia divina la gracia del martirio con ardor osas y prolijas
oraciones, pues los hombr es como las fieras del circo a los pies de
los mártires, se rendían a la sencillez, la mansedumbre, la pobreza y
la caridad de este v arón de Dios), un santo sacer dote burgalés seguía
diciendo misa en el escondrijo de un albergue de S uances.
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R IZC U N
854
Fundaci\363n Speiro

En este sacerdote, maestro y bienhechor de tantos pobr ecitos,
reducido a la última miseria, pensaba don M anuel; le socorría con
su limosna, pr otestaba del desamparo en que le tenía el miedo de
los católicos y viéndole sin abrigo, le regalaba su mismo imperme-
able. A su casa acudía, por medio de sus hijos y con pretextos bien
estudiados, para r ecibir de él el Pan de los fuertes.
¡Q ué estaciones!
¡Q ué H ora Santa, más santa!
¡Q ué comunión aquella que fué la última!
C uando don Manuel mostraba a los suyos la H ostia divina y
decía, sollozando todos, las palabras de rito: “Ecce Agnus D ei, Ecce
que tollit pecata mundi”. Un día, al ras de una cuneta, apareció el cadáver de un anciano: el
s a c e r dote había tenido, como Jesucristo, un Judas entre sus discípulos.
La Sagrada Familia había oído su insistente oración. Era ya má rt i r.
Y a las puer tas de serlo su buen amigo don M anuel.
Se sabe que en la cár cel levantó el ánimo de todos.
Y estamos cier tos que marchó a la muerte, como quien era y
como la gracia abundante de D ios que en sí tenía.
E l Señor nos dé a conocer un día los detalles de este paso glo-
rioso, como se lo pedimos en nuestra oración. Quedó el cuerpo sembrado en tierra a manera de semilla en
estado de corr upción, pero resucitará incorruptible; fué puesto en
tierra todo disforme, pero r esucitará glorioso; fué puesto en tierra
privado de mo vimiento, pero r esucitará lleno de vigor; fué puesto
en tierra como cuerpo animal, y resucitará como cuerpo espiritual;
por que es necesario que el cuerpo corruptible sea r evestido de inco-
rr uptibilidad y que el cuerpo mor tal sea revestido de inmortalidad”
(1ª Cor , 15, 42 sgs.).
Confesó a J esucristo en la tierra y habrá sido ya confesado por
J esucristo delante de su Padre en los Cielos. No perecerá su memo -
ria y su nombre será r epetido de generación en generación. En
tanto y mientras la I glesia no hable, sufraguemos con piedad su
alma escogida».
Concluida la fúnebr e solemnidad el inmenso público que con-
currió al acto, desfiló ante el edificio de la señora Viuda de Arizcun
L A H O RA DE LO S M Á RT I RE S SE G L A RE S. DO N M A NU E L A R IZ CU N M O RE N O
855
Fundaci\363n Speiro

en manifestación de duelo y de consideración para con esta distin-
guida y afligida familia. Fué el acto una gran expresión de senti-
miento ”.
(“El P ensamiento N avarro” nº 12.397, mar tes 23-XI-1937,
pág. 1; “ Arriba España ”, 23-XI-1937, pág. 6).
JO S É F E R M Í N G A R RA L DA A R I ZC U N
856
Fundaci\363n Speiro