Índice de contenidos

Número 585-586

Serie LVIII

Volver
  • Índice

Alexander Dugin, Ethnos and society

Alexander Dugin, Ethnos and society, Londres, Arktos Media Ltd., 2018, 250 págs.

Alexander Dugin (1962) doctor en Sociología por la Universidad Estatal de Rostov del Don, del año 2009 al 2014 fue catedrático de Sociología de la Universidad Estatal de Moscú. Presentado en los medios occidentales como «consejero de Vladimir Putin» por haber desempeñado, brevemente, el cargo de consejero de la Duma, ha desplegado su actividad principalmente a través de los medios digitales.

Formalmente seguidor de la secta de los Viejos Creyentes (raskolniki), su principal influencia intelectual y espiritual ha sido el gnosticismo autodenominado «perennialista». Lector desde temprana edad de René Guénon, Julius Evola y otros gnósticos, y aunada dicha influencia a reminiscencias tradicionales rusas, rechazó con prontitud tanto el materialismo comunista como el liberal, sin que ello le haya impedido acudir a fuentes como el propio Karl Marx, cuya obra La ideología alemana (publicada póstumamente, en 1932), en coautoría con Friedrich Engels, es una de las influencias más reconocibles en Dugin. Se le considera representante del eurasianismo, corriente que, en el contexto de la pugna entre eslavistas y germanistas, tan característica del contexto intelectual ruso de finales del siglo XIX y principios del XX, nació de la facción eslavista, afirmando que el logos ruso no es europeo sino asiático. Y para comprobar dicha tesis, Dugin desde temprana edad persiguió tanto estudios de carácter filológico, lo que le ha permitido dominar al menos seis idiomas con relativa fluidez, como estudios sociológicos.

La mayor parte de su obra se encuentra sólo en ruso, si bien algunos títulos se han traducido a otras lenguas. Particular éxito han tenido las traducciones al inglés, que ha realizado Michael Millerman, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Toronto y que, en su mayoría, ha publicado la editorial Arktos Media Ltd., conocida por la publicación de textos de la «Nueva Derecha». Con dicha editorial su primera publicación fue The Fourth Political Theory (2012), que cuenta ahora con una secuela, The Rise of the Fourth Political Theory (2017); en dicha editorial ha publicado también Eurasian Mission: An Introduction to Neo-Eurasianism (2014), que constituye un buen texto introductorio para el estudio del eurasianismo; Putin vs. Putin: Vladimir Putin viewed from the Right (2014), texto en el cual Dugin ha imitado la crítica que hizo Julius Evola al fascismo en Il fascismo visto dalla destra (1964) desde la perspectiva del gnosticismo «perennialista»; The Last War of the World-Island: The Geopolitics of Contemporary Russia (2015), en el cual provee una serie de datos interesantes para efectos del análisis estratégico, pero predominando su interpretación de la Historia según cánones gnósticos y con notoria influencia de Klaus Haushofer y Friedrich Ratzel; Ethnos and Society (2018); Political Platonism (2018); y Ethnosociology: The foundations (2019), que constituye la primera parte de su manual de etnología y quizá la parte más científica de su obra.

Con otras editoriales ha publicado también: Martin Heidegger: The Philosophy of Another Beginning (Washington Summit Publishers, 2014), que pone particular énfasis en la tesis de Heidegger según la cual Nietzsche supone el final de la Filosofía, pero ha de ocurrir un renacimiento de la misma, siguiendo una noción cíclica de la historia. Y el Inter-American Institute for Philosophy, Government and Social Thought publicó The USA and the New World Order (2012), debate sostenido por escrito entre Alexander Dugin y Olavo de Carvalho, gnóstico neoconservador radicado en los Estados Unidos de América, que expuso algunas de las principales carencias filosóficas de Dugin. Al castellano ha sido traducida La Cuarta Teoría Política (Ediciones Nueva República, 2013) no directamente del ruso, sino del inglés. Circulan también traducciones de Proyecto Eurasia: Teoría y praxis (2016), La Geopolítica de Rusia: De la revolución rusa a Putin (2015) y Putin vs. Putin (2017), pero no son ediciones citables, fueron hechas mediante traducción automática y son en buena parte ininteligibles.

El libro Ethnos and Society es el mejor texto introductorio para el estudio del pensamiento de Dugin, al constituir una síntesis de su pensamiento etnográfico añadiendo, en el último capítulo, un buen resumen de sus tesis políticas. Dugin pretende responder a la antropología ideologizada que en las universidades se enseña bajo el nombre de «Sociología», acudiendo a los estudios etnográficos auténticamente sustentados en la observación de las comunidades étnicas todavía existentes. Y para ello ha elaborado una secuencia histórica, si bien reversible, de diversas categorías sociales, una suerte de tipología comunitaria. En ella, la forma de vida comunitaria básica es la etnia (ethnos), cuyas características corresponden a la multiplicidad de tribus primitivas existentes. Como segunda forma comunitaria presenta el laos, palabra griega que constituye la primera de las dos raíces de «liturgia» y que, como tipo comunitario, se presenta en la coexistencia jerárquica de al menos dos etnias; categoría que cuenta, en su opinión, con ejemplos históricos como la antigua división entre espartiatas e ilotas, patricios y plebeyos y, principalmente, el caso ruso de las druzhinas escandinavas gobernando poblaciones eslavas. Como tercer tipo comunitario, la nación-Estado, cuyo origen moderno y burgués explica con cierta precisión. En cuarto lugar, la «sociedad civil», entendiendo por dicha expresión los conglomerados públicos de los cuales ve en la Unión Europea el prototipo. Y en quinto, la «sociedad global», que prevé como posibilidad futura en el cual los bloques conocidos como «sociedades civiles» se disolverán. Constituye, en consecuencia, una obra que reúne caracteres diversos: es, en parte, síntesis de los descubrimientos etnográficos más significativos de los últimos cien años, pero es también, en parte, una obra especulativa. No obstante, el capítulo especulativo (el sexto y último) no deja de ser de interés, al reposar toda su teoría política (que esgrime como «cuarta posición») precisamente en las características que atribuye a esa coyuntura que se presenta en el tránsito de la nación-Estado al conglomerado regional que llama «sociedad civil». Su teoría política es, así, inseparable de su periodificación etnográfica.

Dugin es un crítico del mito del progreso o, más bien, de algunos aspectos del mismo. Es crítico en cuanto denuncia la suposición, por parte de dicho mito, de un camino que toda civilización ha de seguir para considerarse «civilizada», que es básicamente el camino secularizador de las modernas naciones europeas. Así, Dugin adopta la tesis estructuralista que denunció en el siglo XX el colonialismo occidental como culturalmente destructivo, denuncia que ya constituye un lugar común del pensamiento posmoderno, tesis a la que se hallaba predispuesto como ruso contrario a la occidentalización de Rusia. Tacha el mito del progreso, en consecuencia, de «eurocéntrico», «occidentalista».

Sin embargo, no deja ahí su crítica al mito del progreso, señalando otros ámbitos en los cuales dicha mentalidad ha dejado sus huellas. Incluye una tabla (capítulo 4, figura 7) en la que distingue, por disciplina, algunas periodificaciones históricas que presuponen el señalado mito. En la Sociología, que es su especialidad, la tripartición «sociedad arcaica», «sociedad tradicional» y «sociedad moderna»; en la Economía, la tripartición «economía agraria», «economía industrial» y «economía post-industrial de la información»; en Historia de la Religión (que es una de sus especialidades), la partición «religiones naturales», «politeísmo», «monoteísmo», «deísmo» y «ateísmo». Añade en la misma tabla algunas secuencias por autor. En el marxismo, por ejemplo, ve una partición quíntuple: «sistema primitivo comunal», «sistema esclavista», «sistema feudal», «sistema capitalista» y «socialismo», etc.

No deja de ser sorprendente que en la última parte de la tabla incluye su propio sistema etnográfico, ordenado según la secuencia «ethnos», «laos» o «narod» («narod» es el equivalente en ruso), seguidos de la nación moderna, la «sociedad civil» y la «sociedad global». Es decir, Dugin mismo acepta que su propia sistematización presupone el mito del progreso, pero se distancia de él en un punto: para Dugin el «progreso» no es definitivo, es reversible en todas sus etapas, por lo que la secuencia podría perfectamente seguirse en sentido contrario. Y este es, quizá, el punto para adentrarse en el cual conviene, en mayor medida, no sólo conocer la obra traducida de Dugin sino, en buena parte, sus fuentes.

Mircea Eliade, otro de los autores que han influido enormemente en Dugin, exploró en El mito del eterno retorno (1949) las consecuencias que el advenimiento de la cosmovisión moderna tiene en las sociedades que él llama «tradicionales», es decir, las sociedades paganas que aún conservan una noción cíclica de la existencia; que no es un libro muy útil para el estudio de la implantación de las tesis revolucionarias en la Cristiandad, pero sí para comprender los efectos que la Revolución ha tenido, por ejemplo, en los pueblos no evangelizados del Lejano Oriente, piénsese en China o el Tíbet. Para Eliade, la ruptura de la noción cíclica y la imposición de una cosmovisión lineal tienen como efecto la destrucción del consuelo existencial que los paganismos orientales ofrecen a sus fieles ordinarios, sustituyéndolos, en el mejor de los casos, por historicismos artificiales y, en el peor, por absolutamente nada. Así, Eliade ve en la modernización una suerte de «pecado original» y expulsión de una existencia que, una vez perdida, se recuerda nostálgicamente como paradisíaca; pero ve, una vez adoptada la cosmovisión lineal, un último recurso en el cristianismo, que para él es la única religión, en esas circunstancias, capaz de ofrecer consuelo, debido a su particular noción de la historia.

Pues bien, Dugin en este punto recapitula la tesis de Eliade pero, cosa sorprendente en un ruso que se jacta del tradicionalismo más ortodoxo, se aleja del cristianismo con notas paganizantes del autor rumano mediante un paso adicional en la dirección pagana. Ya no afirma el cristianismo como solución, sino que plantea la posibilidad de recuperar el paraíso idílico pre-moderno, pagano incluso, revirtiendo la secuencia histórica. ¿Cómo? Mediante un artificio peculiarísimo: la mera y desnuda voluntad de hacerlo. Para ello se inspira, aunque sin mencionarlo expresamente, en un historiador de las religiones y librepensador italiano, Raffaele Pettazzoni (La confessione dei peccati, 1929), enemigo acérrimo del padre Wilhelm Schmidt y su tesis del monoteísmo primigenio. Pettazzoni estudió en diversas tradiciones paganas rituales análogos a la confesión, trazando una serie de características comunes; entre ellas, la «expulsión» de los pecados mediante su denuncia voluntaria, con diversas formas de expiación anexas, cuyo efecto, en opinión de los paganos, era una reversión de la comunidad al «momento» anterior al sacrilegio cometido. Desde el punto de vista de la historia de las religiones es un tema interesantísimo, quizá una de las semina Verbi que en el pasado favorecieron la conversión de los bárbaros. Pero Dugin, siguiendo las malinterpretaciones de Pettazzoni y proyectando linealmente los efectos de una noción cíclica de la historia (proyección que no puede resultar sino en una multitud de deformaciones), toma la reconciliación por pura reversión histórica y no por cambio de estado espiritual con sus paulatinos efectos tangibles. Así, una preocupación auténticamente tradicionalista, como es la búsqueda de la reconciliación comunitaria con la divinidad, se ve deformada por una concepción particular de la historia (que es proyección lineal de contenidos originalmente cíclicos) y un entendimiento degenerado del sacramento penitencial.

A dicho acto, además, le quita todo elemento sobrenatural, reduciéndolo a un aspecto meramente volitivo en el cual una comunidad se asemeja, por consciente decisión, a la idea que tiene de sí misma: el ethnos puede dirigirse, mediante un proceso de gradual transformación, hacia su propia identidad. Punto interesante en el cual no sólo muestra Dugin su preocupación principal, de tipo identitario, sino incluso la idea que tiene de su propio deber como académico: mostrar a Rusia un diseño artificial de su propia historia al que, de manera consciente y gradual, se ajuste y asemeje. Intención que podría ser circunstancialmente benéfica, en tanto se contraponga a los ideólogos europeizantes que tanto daño le han hecho, pero que en lugar de devolver las cosas a su justo sitio, deviene en el extremo vicioso opuesto: una visión tan inmanentista y orientalista que podría incluso tildarse de mongolización. La meta soñada por Dugin, creemos nosotros, sería peligrosa para la verdadera religión, pues ésta se vería ahogada por el mahometismo tartárico u otros orientalismos esteparios; en caso de abrazarse sus teorías fuera de Rusia, podría verse ahogada por cualquier paganismo de raigambre local, en cuanto particularismo local proyectable por el ideólogo como auténtico logos de la comunidad.

Afirmar que los pueblos tienen una vocación en el plan divino es una cosa, pero dejar su historia en manos de las manipulaciones de los ideólogos comunitaristas es otra. Y que para Dugin no hay distinción entre ellas es claro, e incluso comprensible, pues al sostener que la distinción entre «sujeto» y «objeto» es exclusivamente moderna, atribuyéndola específicamente a Descartes (aseveración extrañísima cuya inspiración remota no hemos podido rastrear), no hay distinción posible entre filosofía e ideología. De sus ideas deriva como modelo, en consecuencia, el ethnos que se construye a sí mismo, si bien prescindiendo de todo discurso de libertad negativa individual (por el cual no oculta su repulsión), y hablando en su lugar de un logos oculto en las tradiciones mistéricas de los pueblos. Se comprende, así, por qué la obra de Dugin puede ser tan atractiva para posmodernos con tendencias conservadoras o comunitaristas.

Pero haciendo ese tema a un lado, Ethnos and Society tiene también otros puntos de interés. En primer lugar, trata, si bien muy sucintamente, la relación entre la colonia como estructura política y el capitalismo. En segundo lugar, siendo comunitarista y defensor de la libertad del ethnos, trata tanto el regionalismo separatista como el irredentismo, sobre los cuales sus respectivos apartados proveen una introducción excelente, y en contra de los cuales se pronuncia por razones meramente circunstanciales: la propia Rusia puede fácilmente transformarse en un enjambre de separatismos. Y en tercer lugar, sacando la vena filológica, trata los efectos de la existencia de una lengua mundial: el inglés en un primer momento, para ser luego sustituido por una lengua artificial, como el esperanto.

En conclusión, Ethnos and Society es un buen libro introductorio al pensamiento de Dugin, en el cual ya son adivinables sus especialidades académicas (la etnografía y la filología), los intereses que junto a ellas ocupan el segundo lugar (como el estudio comparado de las religiones) y las bases de su ideología política. Es, sin embargo, un texto respecto al que deben formularse muchas advertencias previas y que no debe recomendarse a la ligera por los errores que sostiene y a los que induce.

Rodrigo FERNÁNDEZ