Volver
  • Índice

Política, sociedad, cultura

POLITICA, SOCIEDAD, CULTURA
POR
JORGE ÜSCATESCU
Las relaciones entre Política, Sociedad y Cultura atraviesan
un proceso de profundas transformaciones.
En estas transforma­
ciones, la perspectiva europea
se ha convertido, a pesar de la,
ambigüedades y
las contradicciones de este mismo proceso, en
una perspectiva lúcida, crítica, consciente y racional. Dos vocacio~
nes latentes en la· conciencia europea, la vocación política y la
vocación metafísica, han estado y están presentes en este proceso
crítico. Ellas no han faltado en
la definición de la realidad de
un orden
política y cultural planetario que por muy anárquico
que aparezca
y se manifieste, sigue reclamándose de un «orden»,
un lagos, una conciencia en marcha, que hacen que Cultura y
Política establezcan sus propias estrategias de acción, en una reali­
dad dinámica, viva, y en más de un sentido crítica e inquietante.
Esta situación, esta inquietud, esta preocupación fecunda,
la
ponía de manifiesto Edmundo Husserl hace cincuenta años en
su obra. «La crisis de la existencia europea, escribía Husserl
entonces, no tiene
más que dos salidas: la desaparición de Europa
por
una alienación que la opone al sentido racional de su propia
vida,
la caída en la hostilidad hacia el espíritu y en la barbarie,
o
el renacimiento de Europa gracias al espíritu de la filosofía
por un heroísmo de la razón que supera definitivamente al na­
turalismo. El
más grande peligro que amenaza a Europa es la
laxitud.
Si contra este peligro de los peligros nosotros luchamos
como buenof europeos, que no temen una· lucha incluso infinita,
eontra los llamados destructores de la falta de fe, del fuego
707
Fundaci\363n Speiro

JORGE USCATESCU
devorador de la desesperación en la vocación humana de Occiden­
te, de las cenizas de esta dejadez -resucitará el ave fénix de una
interioridad de vida
y de una espiritualización nuevas, garantía
de un porvenir grande y duradero para
el hombre; porque el
espíritu es inJllortal».
Actitud valiente y aleccionadora la del filósofo. Actitud que
se dirige, en igual medida,
al hombre teorético y al hombre po­
lítico de su tiempo. Grave situación, la del hombre político en
nuestro tiempo.
Se trata del ser que se enfrenta al logos trágico,
de la tradición occidental: Andreia kai sofrosine. Un logos trá­
gico sustitutiyo, que tiene ante sí un complejo de situaciones que
el mundo nunca habla conocido: la alternativa trágica, guerra­
disuasión. La perspectiva demográfica de carácter alucinante del
planeta, donde el frenesí del consumo
se proyecta en la idea de
la escasez creciente de los medios de supervivencia del planeta.
La ingobernabilidad del mundo. El desfase dramático entre la
situación de la sociedad y la economía capitalista y socialista por
un lado y la
del Tercer Mundo por otro lado. En estas circuns­
tancias,
la aspiración a la democracia y a las libertades se hace
cada
vez más patente a medida que libertad y democracia se
hallan amenazadas por la abstracción y la confusión semántica;
los intelectuales, atravesando una fase sofista y eleata de la
in­
teligencia, sufren al rnis,no tiempo una tentación totalitaria y una
tentación nihilista de
la inteligencia. Todo lleva a una especie
nueva de confusión que un personaje chino de
«La tentación de
Occidente» de Malraux expresaba
así: «La intensidad que las
ideas crean en vosotros me parece hoy que
explica mejor vuestra
vida que ellas mismas.
La realidad absoluta ha sido para vosotros
Dios y vosotros buscáis con angustia a quien podríais confiar
vuestra extraña herencia». A todo esto
se insinúa la idea de la
ingobemabilidad anárquica
de los hombres. La aceptación por
parte de ellos,· de unas· vivencias políticás reales.
En su libro
Apres le socialisme. Alain Touraine escribe en este sentido:
«La opinión ¡,6blica ya no babia el lenguaje de la política. La
inquietud y la desconfianza la gobiernan allende la. cólera y la
esperanza. Muchos Se repliegan sobre la vida profesional o pri-
708
Fundaci\363n Speiro

POLITICA, SOCIEDAD, CULTURA
vada. Otros colocan sus esperanzas en movumentos . y asoClllC10-
nes que rechazan ser contro1-los por partidos políticos. La par­
ticipación activa en la política retrocede
y la apelación de mili­
tante es rechazada por aquellos mismos que intervienen lo más
activamente en la vida pública». Los Estados mayores de la po­
lítica y la inteligencia apelan a los libros sagrados y la vida polí­
tica abandona
el ágora por la pantalla, se diluye en discusión
esotérica
y terminologías tecnológicas . .Todo ello ante una socie­
dad nada apática, sino, al contrario, creadora, dinámica, en la
línea del crecimiento continuo y sin retornos posibles.
* * *
En estas condiciones se plantea la cuestión de fijar el perfil
del hombre político, sus capacidades, su idea de valor
y la ne­
cesidad de que a la estrategia de la política corresponda una ·
estrategia de la cultura. ¿Cuál es la situación del hombre político
y de la esencia de la política hoy?
La pregunta se convierte en
un hecho preliminar. Como hecho social, su realidad da un paso
natural a la hermenéutica y la interpretación. El tema
se ha con­
vertido en moneda corriente en los tiempos que corren. Una
deformada interpretación de Freud ha empujado a cierto periodis­
mo político, teñido de colores ideológicos crepusculares, a hablar
de un erotismo del poder e incluso de la erótica del mismo, en
un tono aún menor
y de menor tolerancia. Se trata de una apli­
cación de los textos de Freud al fenómeno político por alguien
que no
los ha leído en absoluto y por lo cómodo y atrayente de
la fórmula
sus seguidores se han multiplicado. Multiplicándose
al mismo tiempo las loas por la felicidad de la fórmula, que, en
realidad,
más que a Freud, sería acaso atribuible a Montesquieu.
Montesquieu, el compañero cómodo de los políticos de los
dos siglos últimos, no
es que haya hablado de una erótica del
poder, pero en
sus Letras persas ha frecuentado metáforas que
se le acercan. Metáforas y metonimias que bastarían y sobrarían
para una construcción semiótica de la política
y del poder. Pero
nunca eludió Montesquieu
la realidad concreta. Lo malo fue que
709
Fundaci\363n Speiro

JORGE USCATESCU
la Revolución y sus secuelas no se inspiraron en sus ideas, aban­
donadas a la paz de las bibliotecas.-mo en las ideas
de Rousseau.
Todo ello Cioran lo atribuye a la afición francesa por la litera­
tura. En una reflexión que vale la pena transcribir: «El literato
es menos apto que nadie para comprender como funciona el Es-.
tado. Para ello demuestra cierta competencia solamente durante
las revoluciones, justamente porque entonces la autoridad es abo­
lida
y, vacante el poder, el hombre de letras tiene la facultad de
imaginar que
se puede resolver todo con una actitud o una frase.
No son las instituciones libres sino sus simulacros
y la farsa de
la libertad. Nada extraño, pues, que los hombres del 89
se ha­
yan inspirado en un lunático como Rousseau, y no en Montes­
quieu, espíritu sólido que no ama divagar, y que no podrá ser­
vir de modelo a retóricos idílicos o sanguinarios». En efecto,
Montesquieu, este pensador sólido, concreto, cuyo idioma
repre­
senta la perfección ilustracionista, con sus límites y su poca pro­
pensión a las evasiones líricas posteriores, sabe cuánto hay de
«principio de placer» en la política y el poder. Recordemos a
Usbek,
en.· París. Ha dejado atrás, en un Irán que nada tenía
que ver
con el de Jomeini, su harén en manos de los eunucos.
Una fascinante correspondencia tiene lugar entre
París e His­
pahan.
Así aprendemos cómo gobiernan los eunucos la compleja
vida del harén y su paralelismo con el gobierno del Estado
mo­
derno. Paralelismo que da pie a Starobinski para aludir al «ero­
tismo del poder»
en Montesquieu. «Se torna evidente, escribe el
agudo
crítico ginebrino, que en el contexto erotizado del des­
potismo político . el poder absoluto no llega a hacer reinar el
orden sino por medio de una
clase de funcionarios, a la vez pri­
vilegiados
y frustrados, autoritarios y alienados, que encuentran
un placer erótico sustitutivo en hacerse temer por
el pueblo».
Por medio de esta clase burocrática de
lo; eunucos, el poder
erotizado el tirano lo ejerce desde lejos. Los consejos del tirano
suenan como eterna, siempre actual cantinela: «Procúrales todos
los placeres inocentes;. engaña
sus inquietudes; diviérteles por
la música, danzas, bebidas deliciosas; convénceles que se reúnan
a menudo».
710
Fundaci\363n Speiro

POLITICA, SOCIEDAD, CULTURA
En realidad, · Montesquieu lleva la cuestión ·de:, la política al
terreno de la voluntad del poder. La voluntad de poder que se
centra en la voluptuosidad del poder. Pero se trata de
una vo­
luptuosidad que emana de un sentimiento de frustración erótica
del eunuco, que aspira así, sustitutivamente, a una eróti­
ca distinta, la del dominio, de la intriga, de la sumisión de su
víctima. Así lo declara el jefe
de los eunucos negros en carta a
Usbek, hablando de la psicología de las mujeres del
harén: « ¿Cómo
puede un hombre esperar cautivar su corazón si sus fieles eunu­
cos no han empezado a someter su espíritu?». Tema que será
seguido por
Sade, por Rousseau y por Julien Sorel, el persona­
je cumbre de Stendhal. ,El mito de Don Juan, asimilado a la
esencia de la política. Pero no centrado en esta esencia. Centrado
en ella está, sin embargo, Freud. Uno de los análisis
más agu­
dos de Freud es el de la tipología narcisista en el orden obsesio­
na!. Freud, que pocos leen bien, y pocos han leído -el auténtico
instaurador de
lá interpretación como modalidad cultural-en
sus «tipos libidinales», se acerca con gran acierto a fa esencia
del poder. Lo hace al distinguir entre tipo obsesiona!, que se ca­
racteriza por el dominio de un sobreyo; tipo narcisista, con do­
minio del Yo y tipo erótico, con el dominio de Esto. El tipo ob­
sesiona! nos lleva al mundo de la cultura; aparece como una es­
pecie de soporte auténtico y eonservador de lá cultura. El nar­
cisista es el tipo siempre dispuesto a la acción, al dominio, a
desempeñar espontáneamente el papel de «Ieader» o jefe. El eró­
tico
es el tipo siempre vuelto hacia la vida amorosa y siempre
pendiente de los demás.
Nada, por tanto, de erotismo del poder. Deda Spranger
-y
deda lo contrario que Platón-que el pol!tico jamás vive pen­
diente de los demás. Siempre vive pendiente de
sí mismo. En
efecto, el hombre político vive en función de su propio espejo.
Y cuando el espejo de Narciso
se le oscurece, pierde su propia
imagen, se hunde. Es la caída, la ruptura de su yo con el senti­
miento del poder. Con Freud renace,
así, lá idea narcisista de la
«líbido dominandi», que la Edad Media y Hobbes supieron des0
cifrar a su modo. Y también Maquiaveló. En nuestro libro Ma-
711
Fundaci\363n Speiro

JORGE USCATESCU
quiavelo y la pasión del poder, hemos intentado analizar el po­
der como forma pasional.· Pero conviene agregar, ahora, que esta
pasión
es la que se refleja en sí misma, en la fuente de Narciso,
cantada líricamente
por aquel instaurador de la poesía europea
que fue Betnard de V entador: «Aisin perdei come
petdt se/Lo
bel Narcissus en la fon». Pero, cuánto despliegue de pasión,
cuánto desfile de ambiciones, cuántas imágenes «construidas» y
«reconstruidas» antes de las caídas en
la fuente. Embelesamiento
en su propio
yo, hasta la muerte.
* * *
Estas reflexiones nos conducen al tratamiento, lo más sere­
no posible, de dos temas esenciales, El tema de la política de la
cultura, capaz de organizar su estrategia en términos distintos
de la estrategia de la politica como tal. Y el tema de confrontar
la estrategia de la hegemonía cultural con la estrategia de
la cul­
tura en libertad. Temas actualizados en los últimos años por la
estrategia del eurocomunismo y su experiencia cultural y por
el Documento de
la Sociedad Europea d~ la Cultura reunida en
Venecia en 1951, cuyos términos
han sido ampliamente comen­
tados en
la actual década por el sociólogo Norbetto Bobbio en
su libro
Polltica y Cultura. A propósito del tema de la estrate­
gia de lucha de
la hegemonía cultural, su actualidad es evidente.
La situación misma de la inteligencia occidental hace amplia re­
ferencia a esta estrategia, como hemos intentado mostrar en
nuestro libro Europa, nuestra utopla. Para ello conviene desple­
gar la problemática del eurocomunismo de su excesiva circuns­
tancialidad.
Sus raíces profundas están soterradas en la propia
estrategia revolucionaria del siglo, en las tensiones sociales e
ideológicas que ella ha sabido canalizar bajo el signo de una
com­
bustión más o menos intensa de la cultura misma en el proceso
revolucionario. Durante largo tiempo una corriente, cada
vez
más extensa dentro del socialismo marxista, ha concedido a esta
cuestión un tipo de atenciones y un esfuerzo de integraciones
en una estrategia revolucionaria encaminada hacia la conquista
712
Fundaci\363n Speiro

POUTICA, SOCIEDAD, CULTURA
del poder que sus adversarios no supieron o no qwsieron apre­
ciar en lo que tenga de gravedad e importancia. Hoy
la situa­
ción alcanza posiciones-límite, de las cuales superficialmente
se
desprende sólo la tentación o la némesis totalítaria de gran parte
. de los intelectuales europeos. Pero esta misma visión superficial
del problema ha hecho que no se sepa distinguir que esta inte­
gración intelectual en la némesis totalitaria no ha sido un
he­
cho casual, ni una simple fatalidad histórica, o una simple dis­
torsión mental colectiva, sino algo que
se ha inferido en una
estrategia y un proceso revolucionario que lleva un largo tiempo
de elaboración.
En el punto .de arranque de este proceso y esta estrategia no
está, como algunos pretenden, Lenin, cuya propensión hacia las
construcciones mentales con fines políticos y con perspectivas
utópicas ha sido tantas
veces puesta de manifiesto. Quien pro­
tagonizó este proceso fue Antonio Gramsci, uno de los funda­
dores del parrido comunista italiano, hombre
de agudas tensio­
nes intelectuales, de cuya actualización como nuevo intérprete
del Príncipe maquiavélico nos hemos ocupado otras veces.
Grams­
ci fue un dirigente de fe y conciencia revolucionaria, creador del
partido comunista italiano, leninista de formación, que supo en­
frentarse en ocasiones con Lenin, y que en las cárceles fascistas
escribió sus famosos Cuadernos de la cárcel, y cuyas ideas sobre
el comunismo específico de las sociedades industriales avanzadas,
distintas de la «sociedad primordial
y gelatinosa» de la Rusia
leninista, constituyen hoy el núcleo
de la doctrina y estrategia
del eurocomunismo. Textos de
Gran,sci, como los Cuadernos y
Los intelectuales y la organización de la cultura, adquieren una
gran actualidad.
Pata Gramsci, como aclaraba
últiman,ente Aldo Rizzo en la
Nueva antologla, la escisión entre estructura y superestructura,
entre los nexos reales de las
fuerzas productivas y el complejo
político cultural llevan, en una sociedad industrial avanzada, a un
proceso «sofisticado» de renovación, donde los intelectuales
y la
cultura desempeñan un importante papel. Frente a las relaciones
de producción y al determiniS100 económico de Marx, Gramsci
713
Fundaci\363n Speiro

JORGE USCATESCU
perfila una sociedad civil donde opera una hegemonía de los fac­
tores culturales y morales, destinados en definitiva a sustituir,
en el esquema revolucionario; la famosa dictadura
del proleta­
riado. Hegemonía de
la cultura, los intelectuales y el consenso
contra
el puño de hierro 'del demiurgo que encarna el principio
del poder, tal como
se quiere, integrado en la idea del huevo
«Príncipe». El eurocomunismo maneja con gran habilidad
y sol­
tura las ideas de Gramsci. Los intelectuales de Occidente se han
integrado en gran número en la nueva estrategia, halagados por
su protagonismo en esra nueva vuelta hegemónica de un deter­
minismo cultural, donde esperan encarnar el papel derniúrgico de
las transformaciones revolucionarias del poder.
Esta nueva seducción política que los intelectuales sienten,
gracias a una especie de nuevo predominio hegemónico de la
cul­
tura en el proceso revolucionario, implica, según algunas acep­
ciones, una modificación del pensamiento de Marx y Lenin. Los
intérpretes actuales del eurocomunismo rehacen las etapas del
pensamiento
de Gramsci con el fin de llegar a una explicación
del momento actual del comunismo occidental
y sus relaciones
con
la «inteligentzia» cultural. «Gramsci nació leninista puro»,
escribe Aldo
Rizzo. Los consejos de fábrica eran la versión ita­
liana de
los «soviets» que habían conquistado ( o así parecía) a
la gran Rusia. En Moscú,
en 1922, tuvo enseguida una idea clara
de las relaciones de
fuerza dentro del movimiento comunista y
se prevaleció de la ayuda del partido ruso y de la Tercera Inter­
nacional para vencer a Bordiga
y sucederle a la cabeza del co­
munismo italiano. En el convenio secreto de Como, en 1924,
comparó en sentido negativo a su adversario con Trotsky
y en
el 26 venció en el Congreso de Lyon bajo el lema de la «bol­
chevización del partido». Luego vino el período del exilio y
la
cárcel, sus relaciones con Togliati, sus primeras críticas de la
«unidad y disciplina mecánicas y coactivas», su idea del «partido
nuevo»,
hoy de moda, su «pluralismo» y su idea de la «rota­
ción» teórica, su reivindicación de la hegemonía cnltural como
base del proceso revolucionario. Todo, naturalmente, al servicio
de uná «totale, integrale civilta», con una «struttura di pensiero
714
Fundaci\363n Speiro

POLITICA, SOCIEDAD, CULTURA
completamente autonoma e indipendente, in antagonismo con
tuute la filosofie e religioni tradizionali».
En su esquema de la
«formación de los intelectuales», Gramsci analiza y se pregunta
si estos grupos son grupos sociales autónomos e independientes
o sub-grupos especializados
y funcionales. Analiza su capacidad
de conciencia homogénea
y orgánica y con capacidad de expan­
sión. Se refiere a grupos intelectuales preexistentes que aseguran
la continwdad histórica de cada grupo social esencial y se pre­
gunta si existe un criterio unitario para definir
al intelectual.
Algo que Galbraith integrará socialmente en
la clase de los edu­
cadores
y que Foulcault rechazará en cuanto búsqueda del ca­
rácter social y criterio definitivo en lo intrínseco en las activida-·
des intelectuales. Pero, para Grarnsci, en la dinámica revolucio­
naria
es posible la creación de una clase intelectual como cate­
goría orgánica, con funciones de equilibrio especificas y determi­
nantes.
Más de una vez Gramsci ha analizado el tipo de relaciones
«orgánicas» entre
el «partido» y los intelectuales. En esta con­
figuración de conexiones, que multiplicarán un nuevo tipo de
hegemonía cultural de carácter revolucionario, el intelectual apa­
recerá en su papel de «persuasor permanente». En el espíritu de
esta nueva hegemonía
se elaboran nuevos «intelectuales orgá­
nicos», cuyo cometido consiste en la «asimilación y conquista
ideológica de los intelecruales tradicionales». De esta forma, la
clase intelectual llega a ser una clase dirigente en cuanto síntesis
técnico-cultural de «especialistas»
y «políticos». Gramsci vuel­
ve a esta cuestión en 1930, en un clima dominado en Europa
por la crisis de la inteligencia como
clase social y pol!tica. Clima
reflejado en libros como
La trabison des e/eres .(1927), de Ju­
lien Benda; Ideologie und Utopie (1929), de Karl Mannheim y
Rebeli6n de las masas (1930), de Ortega y Gasset. En un am­
biente en que los intelectuales se apartan del destino de una
Europa «decadente»
y la «traicionan» en su evolución liberal
y burguesa, Gramsci se acerca a esta clase y configura su papel
dentro de un proceso revolucionario capaz de conciliar, según
él, la dictadura del proletariado con la hegemonía de ·1o, factores
715
Fundaci\363n Speiro

JORGE USCATESCU
culturales y morales distintos en todo caso del puro determi­
nismo económico
de tradición marxista y su análisis del trabajo
. intelectual dentro del esquema teórico de las superestructuras
productivas.
Se ha hablado, así, de un proceso de «sofisticación»
teórica que Gramsci realizaba precisamente en función de la si­
tuación específica de la sociedad occidental decadente, en crisis.
caracterizada por la «trahison des clercs». Los intelectuales, en
crisis
dentro de su propia sociedad, encuentran una acogida or­
gánica en un nuevo proceso creador de una «visión del mundo»
basada en el consenso a través de una hegemonía capaz de con­
ciliar estructura y superestructura.
El terna ha tenido sus variaciones más complejas. Se ha cen­
trado en las conexiones entre Política y Cultura, más concreta­
mente entre los intelectuales y la Política.
Se ha visto en los in­
telectuales una clase específica cuya función
consistiría en una
vocación de
sintesis. En su famoso Discurso del Rectorado, de
19
3 3, Heidegger veía en el intelectual la categoría de la auto­
afirmaci6n. Así suena el título mismo del Discurso del Recto­
rado, pronunciado por Heidegger, en Friburgo, en 27 de mayo
de 1933:
«Die Selbstbehauptung der deutschen Universitot».
Pero la vocación de síntesis la veía Heidegger a la manera. de
Platón.
En su Introducción a la Metaf/sica (1935), Heidegger se
referiría concretamente a la esencia de la «Polis», algo más que
Estado o Ciudad, elemento integrador,
originario, origen y desti­
nación del hombre,
al cual pretenecen «dioses, templos, sacer­
dotes, fiestas, juegos, poetas, pensadores, rey, consejo de ancia­
nos, ejército, marina». No se puede recordar mejor a Platón. La
eterna ilusión de los intelectuales
se transfigura así moderna­
mente de
la forma más exoelsa. El filósofo intenta detectar el
destino del hombre de cultura en la grandeza de la tempestad
y el peligro. Pero esta grandeza,
la síntesis actual entre Pol!­
tica y Cultura, hace que viva en la perspectiva constante de la
némesis totalitaria. Utopía, esperanza, democracia, libertad, igual­
dad, todos estos anhelos esenciales en
la vida misma de la Cul­
tura viven bajo el peligro de su destrucción por las deformacio-
716
Fundaci\363n Speiro

POUTICA, SOCIEDAD, CTJLTURA
nes trágicas que amenazan a la Política, nihilistas, o totalitarias,
que son en realidad dos caras del mismo proceso.
* * *
El Documento de la Sociedad Europea de la Cultura, al cual
aludíamos antes, hablaba del
malestar profundo de la cultura y
de los esfuerzos necesarios para
superarlo. Apelaba sobre todo
a los intelectuales, a
la función operante de la inteligencia. Fi­
jaba las posiciones autónomas de una política de la cultura ante
los dos grandes bloques armados, ante la estrategia
de la disua­
sión y ante problemas esenciales, como
el desarme, la seguridad
y cooperación colectivas, la ingobernabilidad del mundo que
ne­
cesariamente habrá de acceder a la unidad. La crisis de la So­
ciedad afecta a la cultura en sus estructuras profundas y «no
puede ser resuelta por una política que debe buscar en estas
mis­
mas estructuras sus medios de acción. Una tal política se halla
así en la imposibilidad técnica de crear un sistema
de leyes e
instituciones exigidas por las nuevas condiciones técnicas». Esta
política, en
vez de resolver la crisis, se verá afectada por ella.
Conviene, por lo tanto, buscar una Política de
la Cultura que
en la Cultura acierte su fundamento, combatiendo egoísmos,
su­
persticiones, pereza del espfritu, cobardía, violencias, compro­
misos morales. Solamente así la cultura puede devenir una con­
ciencia alerta, dialogante de la Política. Solamente así puede es­
tablecerse un diálogo verdadero entre las civilizaciones, garantía
de una unidad del mundo, que nazca naturalmente de
la plurali­
dad. Pluralidad de la palabra, de
la creatividad, de las formas de
expresión. Pluralidad que sustituya, fecundamente, a una
con­
ciencia calculadora y totalizante, uria conciencia meditativa y per­
sonalizante.
En este espíritu resulta que también el mundo de la Cultu­
ra tiene sus exigencias políticas, que no son de la política mis­
ma. También
el mundo de la cultura necesita una estrategia
de acción, de diálogo, de promoción de valores, acceso libre a
una vocación creadora. La tarea de sus hombres ""---Sean ellos in­
telectuales o burócratas de la cultura-estriba en buscar el sen-
717
Fundaci\363n Speiro

JORGE USCATESCU
tido, el línúte, el horizonte y los medios de consecución de sus
exigencias. Se trata de determinar las relaciones entre Cultura en
sí y Política, en sus perfiles determinables de cada una, bien sa­
biendo, platónicamente, que también la Polis es en sí una forma
de manifestación cultural. Aquellas relaciones
no pertenecen ni
a
la Cultura politizada ni a la Cultura apolltica, ambas peligrosas
y extremas, ambas terrenos de «compromisos» deletéreos o am­
biguos. Ni instrumentalización ni incomunicabilidad. Política de
la Cultura, que no es política cultural, que es comunicación, pero
también capacidad de silencio creador,
de meditación, de soledad
fecunda. Realidad ésta que resulta patente en la situación del
mundo del subdesarrollo y del Tercer Mundo, donde los
des­
ajustes profundos son el resultado de que en vez de una Polí­
tica de la Cultura, con reconocimiento de las
raíces culturales de
los pueblos, se realiza hoy una Política económica de consumo
y explotación de recursos. Hecho dramáticamente denunciado por
Josué
de Castro en su brillante análisis de las desilusiones del
Desarrollo
y del frenesí de la productividad, con ignorancia ab­
soluta de las exigencias del «hábitat» del Tercer Mundo y de
sus culturas tradicionales. Una cultura, en suma, que necesita su
política en sus más variados y diversificados niveles de una real
identidad hegeliana
-dentro de la dialéctica Identitiit-Differenz­
fuera de su integración genérica en el dispositivo de un desarro­
llo generalizado.
Un dispositivo donde, a veces, se asiste al sar­
casmo de que los presupuestos de gastos culturales --en la cri­
sis-presentan cOrtes espectaculares, casi espeluznantes y ate­
rradores.
* * •
Por nuestra parte no quisiéramos concluir estas breves notas
sobre las relaciones actuales entre Cultura, Política y Sociedad
sin dos reflexiones últimas
y aparentemente dispares. Una se re­
fiere al fenómeno de la disolución de los valores. Otra a una po­
sible solución personalista del lugar del hombre en el mundo
de hoy.
718
Fundaci\363n Speiro

POLITICA, SOCIEDAD, Cf]LTURA
El mal fue sonoramente denunciado por Nietzsche en un mo­
mento en que los males de nuestro tiempo sólo inicial:ían su pe­
ríodo de gestación. Era el momento en que el profeta de Zara­
thustra
proclamaba la muerte de la primavera y veía en el des­
precio por los valores la desgracia suprema de una época eu que
la historia abría definitivamente sus puertas a la utopía y su
reino. El tiempo en que el puesto de Dios
se declaba vacante,
tiempo del juego
y del simulacro centrado en buena parte en la
inversión de los valores, de todos los valores:
Umwertung aller
Werte.
Prácticamente, eu la época en que Nietzsche lanzaba en la
gran feria del simulacro su palabra «Dios ha muerto», otro pro­
feta anticipador de los tiempos que
corren, Dostoiewski, ponía
en boca del
«staretz» Zosima la estremecedora frase que podrían
muy bien adoptar los abortistas
y sus semejantes de hoy, que son
legión: «Si Dios no existe, todos los crímenes son posibles».
Es
el reino de la subversión, de la distorsión profunda y del des­
precio de los valores. El mundo de la política y todos los domi­
nios que de ella
se alimentan participan de este mal. Es la con­
secuencia última, pesimista en sumo grado si se quiere, de la
nietzscheana «degeneración de la cultura» y el predominio del
sentido de la historia. Los que quieren colocarse para el poder
y para el triunfo en el sentido de la marcha de
la historia, com­
baten con tenacidad feroz los valores humanos: en la cultura, en
la política, en la sociedad. En el centro de todo está el poder y
los medios inventados para conquistarlo. Cuando la historia ha
sustituido la cultura y la historia misma ha sido abocada a
la
utopía, el fin se identifica con los medios y los medios devienen
un ,omplejo instrumental
al servicio de una sola cosa: el poder
como poder o
la conquista del poder por todos los medios. En
estas circunstancia, ¿dónde están los mejores? ¿Cuál es su pues­
to
y su función en la vida, en la política, en la cultura y la so­
ciedad? .¿No asistimos acaso a una amplia, arrolladora conjura
para que los mejores
sean apartados,.humillados, .cubiertos porJa
ignominia y el olvido? ·
¿Es ésta acaso simple retórica marginal, fuera de la realidad
719
Fundaci\363n Speiro

JORGE· USCATESCU
y de la marcha de las cosas? ¿Simple lucubración de los margi­
nados y los resentidos, de los que no triunfan, en el campo de
la creatividad, de
las letras, fuera de los. grupos de presión, de
las .«sociedades de pensamiento»,
y de las pululantes sociedades
de bombos mutuos? Basta una serena meditación sobre lo que
ocurre a nuestro
· alrededor, para ver que la · realidad es ésta. Una
profunda, grave, creciente distorsión de los valores. Al configu­
rar la política
como forma de vida, Eduardo Spranger veía en
el protagonista de esta situación, el «político
puro», hombre de
la autoafirmación, tipo humano que quiere ejercer el predominio
efectivo,
«sin integrarse ni sacrificarse». Para concluir: «Quien
quiere ser
algo no puede vivir para los demás». Triste centro
de irradiación
de fuerza en un instante de tensiones profundas
en que, según Heidegger, nadie está en condiciones· de tomar
en su mano el gobierno de nuestra época.
* * *
La presencia dinámica y en muchos aspectos patética del
Papa actual en el mundo y concretamente
su definición de la
Europa cristiana «desde el Atlántico a los Orales y desde el
Báltico al Mediterráneo» hecha en Viena junto con su valiente
mensaje a
los jóvenes y su incitación «¡No tengáis miedo», me
han llevado a volver a leer uno de sus textos importantes. Texto
oido y comentado por
mí con su ilustre autor cuando lo leyó
en
un· Congreso organizado por el Centro Internacional de Re­
laciones · culturales de Roma. Se trata de la conferencia de Car­
los, cardenal Wojtyla que llave por título
«Teorla praxis: un
tema humano y cristiano».
Se plantea el tema fundamental de una dinámica actualiza­
ción
de temas antiguos y permanentes del pensamiento humano
que
se reflejan dramáticamente hoy como «un determinado y
al mismo tiempo determinante complejo de hechos de la ex.is,
tellcia humana». Porque el gran mérito, que nunca será suficien­
temente puesto de relieve, la. gran virtud de. la personalidad
del Papa
actual Juan Pablo II, es su capacidad de proclamar
720
Fundaci\363n Speiro

POUTICA, SOCIEDAD, CULTURA
que nada, absolutamente nada de cuanto ocurre hoy en un mun­
do convulso, confuso, abocado en cada instante
. a una perspec­
tiva de destrucción, puede ser reducido a su
escueta cotidianei­
dad. Es inútil, deletéreo, frívolo
y absurdo que los medios de
comunicación bombardeen hasta la alucinación nuestra concien­
cia con «sucesos» cotidianos elevados a la categoría .de mito y
de valor absoluto, y que ignoren la fuerza de las ideas, en una
patética lucha por la verdad y la iluminación de la conciencia
de los hombres. Ante la concepción marxista que hace arraigar
todo lo concerniente al hombre, incluida
la gestación de su pro­
pia conciencia, en la
praxis, el cardenal Wojtyla no adoptab~
una posición excluyente, intelectualista o simplemente contem­
plativa. No excluía el mundo
de. la praxis para abrazar el mun­
do de la teoría, sino los abarcaba a los dos como «tema humano
y
al mismo tiempo cristiano». Tras esta unión profunda estaba
y está en todo el pensamiento del Papa Juan Pablo II el hom­
bre, la «persona». En aquella ocasión se hacía alusión al pen­
samiento de Max Scheler, el "filósofo profundamente actualizado
por el futuro Papa. Pero la dimensión personalista que
se instauró
como tal en
el pensamiento a través de la obra de Mounier,
aparece como doctrina abierta. Todo de acuerdo con
la afirma­
ción del propio Mounier: «Llamamos personalista cualquier
doc­
trina o civilización que afirme la primacía de la persona humana
sobre las necesidades materiales y sobre los aparatos colectivos
que sostienen su desarrollo».
El Papa considera necesaria en su discurso una teoría de la
realidad
qué sea a la vez auténticamente humana y personalista.­
Ver la praxis humana desde el punto de vista del hombre «hu­
manum.», pero saber necesariamente que desde el punto de vis­
ta de la persona la apertura hacia lo trascedente es la única que
garantiza
al hombre contra su alienación, la pérdida de su esen­
cia y su valor.
721
Fundaci\363n Speiro