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La verdad religiosa

LA VERDAD RELIGIOSA
por
] UAN RAMÍRI\Z VALIDO.
Catedrático de Teología del Seminario de Las Palmas ..
V amos. a comenzar esta breve ex¡x:>sición sobre la naturaleza
de. la verdad religiosa con unas palabras tomadas del discurso
que
Juan XXIII dirigió a los PP. Conciliares en la apertura del
Concilio Vaticano
II.
" ... La Iglesia católica, decía el Papa, al elevar por medio de
este Concilio ecuménico la
antorcha de la verdad religiosa, quiere
mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de mi­
sericordia y de bond,:id para con los hijos separ~dos· de .ella"
(núm. 16).
La Iglesia, por tanto, ejerce su má.ternidad llena de 1.p.iseri­
cordia y de bondad exponiendo ante la faz del mundo la verdad
religiosa, y ésta sin amOO.ges y tergiversaciones. Con palabras que
vienen a ser una explicación de las del Papa Juan,-·nos lo dirá
el -Concilio Vaticano II en su decreto sobre el ecuinenismo.
"Es totalmente necesario que se exponga con claridad toda la
doctrina. Nada es tan ajeno al ecumeni~mo como el falso irenis­mo, qúe pretendiera desvirtuar la pureza de la doc_trina católica
y oscurecer su verdadero y genuino sentido" (núm. 11).
* • *
El mero enunciado de esta ponencia nos·· pone de manifiesto
que "verdad" es el sustantivo y Hreligiosa" el adjetivo. Y mi­
Sión del adjetivo es, como todos sabéis, calificar y determinar el
sustantivo. Como a nosotros lo
que nos interesa por ahora no es
saber· solamente el significado-exacto de este
adjetivo "religiosa",
sino también
del sustantivo "verdad", para conocer la· determina­
ción y calificación que recibe de dicho adjetivo, diremos; aunque
sea brevemente, algo .sobre el significado
de la palabra ''verdad'',
para exponer luego más ampliamente lo que significa "religiosa".
Así llegaremos a comprender el alcance de la expresión "V S'RDAD
RELIG !OSA".
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Advirtamos, como preámbulo necesario e imprescindible, que
el adjetivo, sea cual sea su naturaleza, no trueca ni puede cam­
biar nunca el significado del sustantivo; éste permanece invariable
El adjetivo únicamente nos pone delante, nos coloca en primer
plano un aspecto de ese ser a quien califica
y determina.
La verdad dice relación siempre a algo distinto del puro acto
cognoscitivo, del mero hecho de conocer, a algo que es indepen­
diente de él y a lo que se tiene que conformar en virtud de su
misma estructura, de su mismo ser.
La verdad no es un producto
de la mente ; la misión del entendimiento no es crear la verdad ;
es descubrirla, y descubierta postrarse humildemente ante ella
aceptándola.
El entendimiento no hace la verdad, la recibe.
Si la verdad por su misma naturaleza tiene que tener rela­
ción a algo que es independiente del acto cognoscitivo, "verdad
religiosa" nos . estará indicando siempre algo independiente del
mero._ conocer, nos estará mostrando una realidad que o en su
totalidad
es religiosa, o un aspecto de esa realidad, su aspecto re­
ligioso.
Pero al instante surge el interrogante. ¿ Qué se entiende por
realidad religiosa? ¿ Cuál es el aspecto religioso de la realidad?
Santo Tomás de Aquino, en la
Z-2, q. 81, !, c., al exponemos
en qué consiste la religión, nos dice: "Religi~ propie importat
ordinem ad Deum." Propiamente hablando, la religión importa un
orden a Dios.
La religión, según esta definición del Aquinate, es un con­
cepto relativo. Su realidad, por tanto, es una realidad relativa
o está cargada de relatividad.
En todo concepto relativo tenemos que distinguir, por lo me-
nos, las siguientes elementos:
a) El ser a quien se dice relación.
b~ El ser que se relaciona.
,;) El fundamento o el porqué de esa relación.
Estos aspectos del concepto relativo tienen que
responder a
una realidad; de lo contrario, ese concepto relativo no sería un
concepto verdadero, sería un concepto falso.
La "Religión:" tiene que comportar estos tres elementos.
a) El ser a quien se dice relación: ad Deum. Dios es el tér­
mino de toda religión.
b) El ser qne se relaciona: la criatura. Este es el sujeto de
toda religión; es la que se ordena, la que mira, la que está siempre
con sus ojos puestos en Dios. Al hablar de las criaturas ponemos
atención. especial en el hombre.
e} La razón por la cual la criatura está embebida por una
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esencialidad de su mismo ser, de este mirar continuado hacia
Dios. Esta razón no es otra. que el hecho de ser criatura, creada
por Dios en una creación continuada, dependiendo totalmente de
El en todos los instantes de su existencia, en su ser y en su obrar.
• • •
En todas las cosas, independientemente de nuestro conocimiento
y antecedente a él, se da un aspecto religioso. Aspecto religioso
que no es una accidentalidad, algo añadido, postizo, advenedizo.:
no es. algo que las cosas han ido adquiriendo poco a poco; ni algo
con
lo que en el devenir de los días la realidad toda se ha ido revistiendo, y si queréis, con lo que se ha ido en_riqueciendo, pero que de tanta riqueza ha llegado a esclavizarse.
~¡ aspecto religioso no es un vestido que se puede quitar o
poner; usarlo unos días, en unos momentos de la existencia, y
abandonarlo en otros. El aspecto religioso acompañará siempre
a
la creación entera -ángeles, hombres, realidades espirituales,
realidades materiales, todo
lo que ha brotado de una u otra ma­
nera de la mano creadora de Dios-como algo incrustado en
su misma esencia, en su misma naturaleza, como algo grabado
en las profundidades de su ser. Y esto en virtud de la misma
naturaleza de Dios que, por ser infinitamente perfecto, no puede
crear nada sjn ordenarlo y orientarlo hacia El, y en virtud de la
misma naturaleza de la criatura. que, por su criaturidad que le
empapa todos sus poros, camina con la mirada puesta siempre
en Dios. '
Pero ya podéis comprender que no todas las criaturas pueden
tener una actitud consciente ante esta realidad ; solamente pue­
den tener una postura consciente
los seres racionales, y para nos­
otros, aquí en concreto, el hombre. Este hombre que, por ser
consciente, es libre, y por ser limitado, por tener una capacidad
cognoscitiva limitada, tiene también una libertad
.limitada, y como libertad limitada, defectuosa y por tanto capaz de cambiar la orien­
tación hacia Dios que deben
tener todas las cosas y todas sus
acciones.
Dios ha dado al hombre una ordenación hacia El ; ordenación
impuesta al hombre tenierido en cuenta su propia -naturaleza; lo mismo hay que decir de todas sus acciones. · Cada acción tiene su
naturaleza; naturaleza de .la acción que no depende de la voluntad
del hombre, sino de ella misma.
Según esa naturaleza ha recibido
de Dios una ordenación a El. Lo mismo ¡x>demos y tenemos que
decir de todo lo que Dios ha hecho v puesto al servicio del hom-
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'
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JUAN RAMIREZ V AL/DO
bre. Todo tiene una naturaleza determinada y según ella está
mirando al creador.
Resumiendo podemos decir : "Todo lo ha hecho Dios para
Sí." Por eSo la actitud del hombre ante sí mismo, ante sus ac­
ciones y ante el mundo que le rodea no puede ser otra que
conocer este aspecto de la realidad; aspecto de la realidad que es
independiente de él, antecedente a él y que se encuentra en todos
los seres por una necesidad del mismo Dios y J.X)T su misma
criaturidad, como
ya he dicho antes.
Este es el aspecto religioso, éste es el aspecto religioso de todos
los seres. Este aspecto religioso es una de las verdades religiosas
que
el hombre tiene que conocer. No le basta al hombre ence­
rrarse en sí mismo y a partir de él formular las verdades reli­
giosas;
el homb:re tiene que salir de sí, analizar todas las cosas
y en todas ver el lado religioso que Dios ha grabado en c;llas.
Santo Tomás, al hablar en la q. 80 de la 2-2 in c., de las dos
cosas que se requieren
para la justicia, nos dice que son necesarias:
a) Igualdad.
b~ Deb#um.
Y debitum es, lo que se debe, lo que no es de uno, sino que
es de otro. Y lo que no es de uno sino de otro no es lo que se
crea más o menos que es, sino lo que realmente es. Y afirma Santo
Tomás que entre Dios y
el hombre no se da la igualdad -Dios
es infinito y el hombré finito, limitado, dependiente totalmente
de El-pero sí se da el de/Jitum, lo que se debe, lo que es de
Dios; hay que dar a Dios todo lo que a El se le debe. Por eso
en la
q. 81, a. 2, c. de la 2-2, al probar que la religión es una
virtud, nos dice: "Cum igitur ad religionem pertineat reddere
honorem debitum alicui, scilicet Deo, manifestum est quod re­
ligio virtus sit." Y como a la religión pertenece tributar a Dios
el honor debido, se sigue que la religión es una virtud.
Como habéis podido observar nos hemos estado moviendo en
una perspectiva puramente natural, sin tener en cuenta para
nada la revelación y el orden sobrenatural.
En este orden puramente natural el hombre puede adoptar dos
actitudes distintas, una falsa, que sería buscar la verdad religiosa
no en la realidad sino a
partir de sí mismo, y otra verdadera, que
consistiría en analizar las cosas para encontrar en ellas el lado
religioso, la verdad religiosa.
Al analizar las cosas el hombre se encontrará :
a) Con Dios como una realidad que se puede conocer y que
se tiene que conocer.
Todo lo que se refiera a esta posibilidad de
c'onocer a Dios y al mismo conocimiento de El cae por completo
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dentro del campo de la verdad religiosa ; y como Dios es un ser
inmutable, que no puede cambiar, que es siempre el mismo, por­
que Dios solamente "ES", esa verdad en la que se afirma algo
de Dios es siempre verdad, tiene que ser siempre verdad.
No podemos negar, sino al contrario, tenemos que afirmarlo,
que nuestro conocimiento de Dios es imperfecto, no en el sentido de que lo que conocemos de Dios no responda a una realidad,
sino porque nuestro entendimiento no puede abarcar toda la realidad divina. El conocimiento de Dios, ·que es análogo y ana­
lógico, es verdadero,
pero debido a la grandeza del objeto cono­
cido
y a la limitación de nuestro entendimiento, es incompleto.
Por eso hay que admitir y se debe defender una evolución en
el conocimiento de Dios, es decir, un conocimiento cada vez ma­yor de esa realidad, que no es ni puede ser negación de las ver­dades anteriores, sino enriquecimiento de ellas. Es conocer más y mejor esa realidad que es Dios.
b) Con un mundo ordenado, por exigencia de su mismo
ser, a Dfos. Esta ordenación, ·esta verdad religiosa, es inmutable
también.
La han tenido todos los seres, la poseen todas las
cosas y gozará de ella todo
lo que ha de existir hasta el último
día de los
tiempos. Cada cosa tiene que orientarse hacia Dios
según su naturaleza, y como la naturaleza de cada ser participa
de la inmutabilidad de Dios de quien procede, su orientación
goza
de esa inmutabilidad revistiéndose, .por tanto, de la misma
inmutabilidad la verdad religiosa.
Si alguna vez nos puede pa­recer distinta hoy una verdad religiosa de lo que era en tiempos
pasados es que
el ser a quien se refiere es también distinto, es
otro,
y al ser otro, es también otra la verdad religiosa.
Un conücimiento falso de esta realidad religiosa, aunque sea
de buena
fe, no es una verdad religiosa. Se da, y hay que defen­
derlo, siempre que se actúe de buena
fe, una actitud cognoscitiva
religiosa, pero no una verdad religiosa.
Ya hemos dicho que el hombre tiene que orientarse él y orien­
tar todas sus acciones y todo lo que le rodea a Dios; de ahí nace
su obligación por afanarse en buscar ese aspecto religioso de cada
una
de sus acciones, de cada uno de sus actos, de todas las cosas
que le rodean.
Una actuación basada en un conocimiento falso
-en cuanto está informada por ese conocimientQ-------.--no será nunca
una actuación
religio"sa. Habrá, sí, una actitud religiosa pero no
una actuación religiosa.
Un ejemplo aclarará este punto. Una persona cree que sin faltar a la justicia puede quitar a otra cierta
cantidad de dinero y se la quita.
Esa persona, por haber obrado
bajo
el influjo de un conocimiento falso -de buena fe-sobre
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un caso de justicia, tiene una actitud justa, pero su actuación no
lo es, es injusta y por serlo la persona perjudicada puede re­
clamar dicha cantidad. Cuentan, no sé si es verdad, que una mon­
jita en cierto país de misión mataba a los niños que bautizaba;
pensaba ella que así los niños se salvarían y no correrían el
riesgo de condenarse si llegaban a mayores en un ambiente pa­
gano. Todos comprenderéis que eso que hacía la monja era un
disparate garrafal, pero también sabéis que su actitud no era
mala, que era buena. Aquí tenemos un caso de una actitud buena
pero de una acción mala.
Lo mismo puede pasar con
el conocimiento. Puede haber una
actitud cognoscitiva religiosa y lo conocido no ser verdad reli­
giosa.
Al hablar del orden sobrenatural volveremos sobre este asunto.
Aquí podríamos decir algo sobre
el culto a Dios ---<¡ue es
expresión de su grandeza y de nuestra dependencia para con El­
y qué condiciones se requieren para que sea culto verdadero, -real,
objetivo, como contradistinto de la actitud cultural. Todo esto,
claro está, desde
una perspectiva puramente natural. Pero como
se trata de un caso concreto de verdad religiosa y el tiempo apre­
mia
lo pasamos por alto.
* * *
Pero Dios, por un acto libérrimo de su voluntad, ha querido
que el hombre, todo su ser con todas sus acciones se orientasen
hacia
Et en una ordenación, no natural sino sobrenatural, no hu­
mana sino divina.
Antes de exponer brevísimamente esta cuestión quiero dejar
bien asentada una verdad que es axiomática en teología: lo so­
brenatural no destruye sino que perfecciona lo natural; axioma
que no intentaré explicar pero que es necesario tenerlo pre ..
sente.
Tampoco explicaré --excedería los límites de este trabajo-­
esta elevación de hecho al orden sobrenatural. Nos basta afirmar
que Dios, Dueño y Señor absoluto de todo, ha impuesto al
hombre una orientación hacia El no sólo según sus exigencias
puramente naturales, sino en un orden sobrenatural: más aún,
determinando el modo concreto, la manera precisa y particular
de esa ordenación.
Por ser esto. sobrenatural es compJetamente gratuito, pro­
cedente, como he dicho, de la libre y omnímoda voluntad de
Dios. Por tanto, es a Dios y no al hombre a quien tenemos que
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preguntar cómo ha determinado que nos orientemos, que nos
dirijamos a El; es Dios el que nos lo tiene que decir, no son
las criaturas las que nos lo tienen que manifestar.
Por depender esta elevación de la libre voluntad de Dios se
podía haber realizado de muchas
maneras:
aj Podría Dios haberle enseñado al hombre cómo tenía que
ordenarse a El sobrenaturalmente, pero en una consideración pu­
ramente individual, sin tener en cuenta relación alguna con los
demás
en su proyección sobrenatural.
b) Podría haber exigido al hombre esa relación con los de­
más, pero solamente desnaturalizando los vínculos existentes en
la sociedad familiar o civil, o haber fundado para ello una socie­
dad con vínculos meramente jurídicos.
e) O haber fundado una sociedad con vínculos solamente es.
pirituales o varias sociedades distintas con la única obligación
de que todas se sujetasen a algunos principios básicos pero in­
dependientes unas de otras.
d) O una sociedad que fuese visible e invisible, jurídica y
pneumática, pero sin que en ella existiese un poder de enseñar,
dejando al Espíritu Santo la misión de indicar lo que había que
creer; misión que el Espíritu Santo cumpliría o eligiendo unas
personas que
un día serían unas, otro día otras, para que anun­
ciasen
5U verdad, o J;X>r sí mismo influyendo en cada uno de los
hombres
para que conociesen y aceptasen la verdad revelada por
Dios.
e) O una sociedad que fuese visible e invisible, jurídica y
pneumática, pero no obligatoria para todos los hombres ya en
el orden espacial, de tal modo que fuese potestativo al hombre ele­
gir ese medio sin comprometer su ordenación sobrenatural, o en
el orden tempera!, ya que en el decurso de los tiempcs ese medio
perdería eficacia o
pcr e:,cpresa voluntad de Dios o porque al
cambiar la idiosincrasia de los hombres dejaría de ser medio
apto para llevarlos a El.
Todas estas posibilidades y otras
más se pued_en concebir sobre
el modo como podría Dios ordenar en concreto al hombre so­
brenaturalmente a El. Pero en esta materia que, como ya he
dicho antes, depende únicamente de la libre voluntad de Dios,
no podernos .proceder a priori, tenemos que hacerlo a Posteriori
¿ Entre todas las pcsibilidades, cuál de ellas ha elegido Dios?
Y nos encontrarnos con lo siguiente:
a) Que el Hijo de Dios se ha hecho hombre.
b) Que El, a quien ha sido dado todo poder en el cielo y en
la tierra, ha determinado, siguiendo
la voluntad del Padre, el mo-
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do concreto que deben seguir los hombres para orientar su vida a
Dios.
e) Que para esto funda una Iglesia, que es un cuerpo vivo
y una sociedad.
d) Que ha impuesto a todos los hombres la obligación de per­
tenecer a ella; obligación que, por ser antecedente al testimonio
. de la conciencia, tiene su raíz no en· ésta sino en .algo indepen­
diente de ella. Obligación de pertenecer a la Iglesia que por no
depender del dictamen de la conciencia del hombre, sino de la
voluntad de Dios, obliga igualmente a todos sin distinción
de
razas ni condición y hasta el último día de los tiempos.
e) Y que en esta Iglesia eligió a unas personas para que
bajo el influjo
y guía del Espíritu Santo nos dijesen cómo te­
níamos que ordenar toda nuestra vida a Dios. Por tanto, es la
Iglesia católica, y solamente ella y en ella los órganos competentes,
la que nos tiene que enseñar el
aspecto religioso de toda reali­
dad.
Es ella la única que con su autoridad docente nos puede en­
señar lo que
es Dios, todo lo que la inteligencia humana y la
revelación nos dice de El, y cómo tienen que ser nuestras accio­
nes para que (estando naturalmente ordenadas a Dios) se orde­
nen a
El de manera sobrenatural. Enseñanza de la Iglesia, y en
esto debemos tener ideas claras, que obliga a todos los hombres,
pertenezcan o no a ella. De tal -manera es esto verdad que cual­
quier actividad que se oponga a las enseñanzas de la Iglesia no
será nunca una actividad religiosa y por tanto no tendrá ni orien­
taciá"n ni aspecto religioso.
Es la Iglesia católica y únicamente ella la q:,oseedora de toda
la palabra de Dios y la única que fielmente nos puede interpre­
tar el alcance y significado de esa palabra. A ella sola encomendó
Dios la misión de enseñarnos y esto sin temor a equivocarse, lo
que El nos ha dicho de sí mismo, lo que nos dicho del hombre y
de cómo éste tiene que relacionarse con EL La Iglesia es la única
intérprete fiel de lo que el Señor nos dice por la luz de la razón y
de lo que nos ha dicho por la revelación. Admitir, ya de forma
ex;plícita o implícita, la verdad revelada por Dios tal como la
Iglesia la enseña, es absolutamente necesario para la orientación
religiosa del hombre.
En el art. 3, q. 1, c. de la Z-2 nos dice Santo Tomás que
"Fidei non ,potest subesse falsum". La fe no puede tener como
objeto algo que sea falso.
Es decir, si alguien asegura algo por­
que cree que está dicho por Dios sin que realmente lo esté, ese
tal, no hace acto de fe; tendrá,.sí, voluntaci"de creer, pero no creerá.
La voluntad de creer es un acto volitivo, pero el creer, la fe,
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es un acto del entendimiento, que para que sea fe requiere que lo
afirmado sea revelado, dicho por Dios. Y con mucha más razón ho
será acto de fe si lo afirmado se opone a lo revelado por Dios.
Ese acto
del entendimiento en el que se afirma algo falso no
puede ser un acto que dice relación a Dios,· ordenado ontológi­
camente a él; por eso no es un acto religioso, no tiene verdad
religiosa. Como tampoco
pueden ser actos religiosos, ni tener ver­
dad religiosa todas las acciones que estén informadas y en cuanto
estén informadas por esos actos cognoscitivos.
Repito aquí lo que ya llevo dicho; ante esos actos habrá ac­
titud religiosa, pero ellos no son actos religiosos, no tienen ver­
dad religiosa.
No olvidemos nunca que la orientación sobrenatural de toda
nuestra vida tiene como fundamento y raíz la virtud teológica
de
la fe según aquello de Tridentino: "Fides est humanae sa·
lutis initium, fundamentum et radix omnis justificationis". Sess.
VI, ca,p. 8, D. 801. La fe es el principio de la salvación humana,
fundamento
y raíz de toda justificación.
Todas estas verdades que Cristo y
el Espíritu de Dios nos
ha revelado sobre su Iglesia con todo lo que ella según la volun­
tad de su divino Fundador tiene que poseer, son verdades inmu­
tables porque inmutable en estos elementos es la Iglesia. La misma
Iglesia
de hoy fue la que comenzó a extenderse el día de Pente­
costés y la que se prolongará hasta la última hora señalada por Dios. En esto la Iglesia tiene siempre la misma verdad; no es
sino la verificación de ese decreto inmutable de Dios ¡x>r el que
la Iglesia
fúe así, es así y será así.
No hay tiempo para exponer cómo se engarzan con estos ele­
mentos divinos lo que en la Iglesia es accidental. Esto nos llevaría
bastante lejos.
Que la Iglesia sea la única institución a quien Cristo enco­
mendó la misión de enseñarnos la verdad religiosa es algo evi­
dente en la Revelación, los Santos Padres y el Magisterio. Doctrina
que ha sido reafirmada por
el Concilio Vaticano II. Voy a citar
solamente dos textos, uno del "Decreto sobre el Ecumenismo" y otro de la "Declaración sobre la libertad religiosa". Que la Iglesia
fundada por Cristo
es única lo afirma el decreto sobre el Ecu­menismo en su proemio: "Promover la restauración de la unidad
entre todos los cristianos es uno
de los fines principales que se
ha propuesto el sacrosanto Concilio Vaticano II, puesto que única
es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las
comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la
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herencia de Jesucristo." Esta unicidad de la Iglesia es una idea
que se va repitiendo
en todo el decreto.
Que la Iglesia sea
el único camino de salvación nos lo dice
la Declaración sobre la libertad religiosa: "Así, pues, profesa en
primer término
el Sagrado Concilio que Dios manifestó al género
humano
el camino por el cual los hombres, sirviéndole a El, pue­
den salvarse
y llegar a ser felices en Cristo. Creemos que esta
única verdadera religión se verifica en la Iglesia católica y apos­
tólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación de difundirla
a todos los hombres ... "·" ... Por su :parte, todos los hombres están
obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a
Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practi­
carla" (núm. 1).
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