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Carta de un dirigente de la economía italiana a los obispos franceses sobre una «nota» económico-social

CARTA DE UN DIRIGENTE DE LA ECONOMIA ITALIANA
A LOS OBISPOS FRANCESES SOBRE
UNA "NOTA"
ECONOMICO.SOCIAL
Publicada en el número
107 de Itineraires (noviembre 1%6),
reproducimos íntegramente la traducción de la carta recientemen­
te dirigida a cada uno de los obispos franceses por uno de los prin­
cipales dirigentes de
la economía italiana, con ocasión de que en el
mes de febrero de 1966 se había publicado
un texto titulado: "Re­
flexiones sobre la si,tuación econótnica actual", con un sulJtítulo
que precisaba:
"Nota de la Comisión Episcopal de acción1·caritatiw
y
social, publicada con el acu'erdo del Consejo permunente de la
Asamblea del episcopado frane'és".
Este texto figura en la Documentation c11,tholique del 20 de
marzo de 1966, col. 495 a 503.
La Nota de la Comisión ha sido presentada como "situada
en
el plano de los principios de la moral cristiana y no directa­
mente a nivel de las estructuras económica.s
y sociales" ; sin em­
bargo, trata de cuestiones económicas con una técnica de exper­
tos: no es dudoso que en este aspecto los responsables de la
economía estén plenamente calificados para hacer oír su voz.
La carta pone de relieve, a través de la multiplicidad de sus
observaciones, que la opción global que se impone entre la eco­
nomía de mercado y
la planificación central -siendo el nombre
final de esta última el
comunismo-no interesa solamente a Íos
clérigos, sino que también interesa y directamente a los laicos,
para los que la actividad económica social de
la Iglesia, en la me­
dida creciente en que la Iglesia interviene en los problemas de
la ciudad, más directamente le conciernen como ciudadano, es de­
cir, en tanto es detentor de poderes autónomos en su orden.
Toda "acción caritativa
y social" se concreta normalmente en
una actividad económica que tiene sus leyes propias
y que sólo
conocen perfectamente los que tienen práctica
y responsabilidad.
Si cediesen al espejismo de vocablos o
de teorías en los que el
ideal desconoce la naturaleza de las cosas, no crearían más que
la miseria
y el desorden. Y entonces se· les acusaría de traición
a justo título.
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Es por esto que tienen el derecho de hablar y de ser oídos.
Cierto es que no son infalibles. Pero como mínimo, no se les pue­
de denegar un puesto en un "diálogo". Hacerlo seria recusar la
competencia y la responsabilidad.
Monseñor:
En wna época en que se trata, a justo título, de dial.ogar tam,
b,én
con los herejes y con los infieles y en, que, iguavmente a
justo título) se pr'econtMa la abolición o al menos la dismfintu.ción de
kzs fronteras entre los Estados, esp,ero que n,o parecerá i.rrespetwo­
so qwe un católico italiano se dirija a los Obispos de Francia, a
propósito
de las "Reflexiones sobre la situa~ón económica y so­
cial actual", publicadas "con, el acuerda del Consejo Permanente
de la Asamblea del Episcopado".
Los fenómenos económicos y sociales que han tenido lugar en
Francia son; los mismos que se constatan: eni Italia; y aquí, puiede
ser, en una medida más acentuada, lo qwe permite ver mejor las
causas y los efectos.
Seguiré el texto de las "Reflexiones'', a fin de que mis obser­
vaciones sean más adherentes a éste.
* * •
Este texto cormienza por citar "acontecimientos dolo.,,-osos", wna
"situadói, difícil del e-m¡pleo". De aqwí pasa directam~nte a con­
cluir que fflJ se trata de "dificwltades pasajeras", sino de una
"mutadón radical de 'YlJU.estra civiUzaciólflJ.".
Estos últim10s años) tanto en Francia conw en1 I ta!,ia, la ren,ta
nacional ha sufrido um ritm,o de erecimiewto desconocido hasta
aqwí; la diferencia en la distribución de las rentas imilre las dife­
rentes categorías de ciudadanos ha dismmuido gradualmvmte, la
difícwltad d'e encontrar trabajo se ha atenuado de miás en miÍs,
a pesar de cortas pausas y de reg,resion,e'S pasajeras.
Todo esto "" impide darse cuenta que m,uchos problemw eco­
nómicos y soda/es, que ha,,i ..Ido siempre tan graves como ac­
tualmente, esperan su solutión'. Sin embargo, la base de' la que
los Obispos han creído poder partir para expresar sus reflexio­
nes no resp,onde a la realidad: ahora bien, es ciertamrmte im•
posible saca,r c'on;c'lrwsi0111es justas de una premisa errónea.
El crecimiento económico ha tenido siemipre lugar a través
de crisis, y todos, los particulares camio los hombres de Esta,doJ
tienen el deber de actuar de manera que', mientras el bienestar
se desarrolla, n 80
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todos los homibres puedan sacar provecho sin perjuicio de los
valores morales y espirituales.
Los Estados Umdos de América, que han precedido a los
P'CÚ.Ses eu;ropeos varias decenas de años en la evolu.ción de la his­
toria económica reciente, han pasado por crisis m.ucho más gra­
ves
que las que pueden afectar actualm.ente a nuestras naciones;
no han acréCentado w,enos el nivel de vida de todos los ciudada­
nos, dismdnuyendo
los equilibrios entre las diferentes categorías,
sin entrar p1or estO' en; "una era nu1eva".
¡No habría sido m:ás exacto hacer notar a los fieles que los
franceses de las c/a;ses más modestas, com•o por ejemplo los asa­
lariados de /,a indu~tria y de la agricultura, pertenecen a una
porción del
10 por 100 de la población• mundial que goza de las
miejores condicionies de vi,da? ¿ E invitarles a agradecérselo al
Señor?
* * *
La introducción del texto concluye: "Estas reflexiones ... no
quieren consagrar el régirm.m económdc'o que e_s actualmient'e el
nru·estro" ... "las e·.xigen'Cias que tiene que formular la Iglesia son
válidas cualquiera qiM sea el régim1en econónnico y social existen­
te". Ignoro si existe, en el Episcopado fram:és, algún Obispo que
pueda
imaginar otro régimen econ·ómico que los que existen ac­
tualmiente en e'l mundo: en caso afirmativo, haría muy bien de
hacerlo público.
No existen en el mundo, en· los paises civilizados, m:ás que
dos regí.m•,mes, aunque sea con algunas variante.Y,:· un-o que res­
peta la libertad del i,idividuo -y comprendida la libertad eco­
niámica-y el 01tro que no la respeta; unó que considera a la fa­
milia como la prim,era célula y fu.,•damiental de la sociedad y que
le reconioce. tmm1bién u-n pap·el económico· necesario, y el otro que
enrnrga al Estado tami/Jién, las atribuciones naturales de la fa­
milia.
La generalidad de fos fieles, qwe no llegan a imaginar regimie­
nes que hasta el presen,te no existen en el miunda, no p·odrán,,
leyendo la "Nota", dejar de ver, en las expresiones que· mie he
pe,+mti.tido rep·etir, más que una declaració-r¡, de indifere·nda entre
los dos regímenes que existen en el mrundo.
En fin, es embarazoso im-aginar un nwáo de conciliar el ré­
gim1en rf.e los países Cam'rUnistas coini e'l deber personal del ahorra
y de la mroersión, sobre el que /,a "N ola" msiste más lejos a justo
título.
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1) CRECIMIENTO S.CONÓMICO Y Dl;:SARROI,I,O HUM.ANO.
a) El hecho clel crecimiento.
E" las crisis de cre'Cimiento del desarrolPo econom,co el pri­
mero
en sufrir es d capital invertido, Iocr segwndos que sufren las
consecwencias son: los acreedores de la empresa, los últimos los
trabajadores.
Sucede frecuentemente que
el cap;tal de una empresa se pier­
de parcial o aun totalm,ente, mientras que los traba,jadores con­
timian percibiendo su remunerac;ón entera. Es algo que hace fal­
ta decirlo si se quiere dar a conocer la verdad.
Se puede hacer observar que el que pierde su emrpleo, única
fuente
de su subsistencia, suifre swbjet/ma,m,ente un daño mús gra,­
ve que el que pierde una parte de su capital; pero haciendo creer a
las trabajadüres que son los primreros en soportar las concrecuen­
cias de la crfris, se les indu,ce a error y se les suscita envidia y
odio.
El f_Jrogreso técnico ha conducido a una. reduc&n im:esa;nte
de los horarios de trabajo, que no ha sido nwnca tan! rápida comlO
estos últimios años. Puede ser que, m casos excepcionales, exis­
tan aún
horarios excesivos; pero es injusto, presentar la excep­
ción como la nonnnlidad, dando una i1npresión contraria a la
verdad.
Es cierto que el paro n-o se' ha elim,inado enteramen1te; pero es
wn hecho indudable que esle fe,iómena es menros grave que en el
pasado.
Si es preciso deplorar alguna cosa es que, a pesar del
progreso económico, n,o se hayan adoptado meiN,os suficieme•s pO!Ya
ayudar a los afectadas ¡Jor el fenómeno, auWque haga falta a todo
trance preocuparse de que el re"J1Pwdio nlO se conruiert(JJ en una
incitación a /,a ociosidad y no ar,rave el mal que se quiere com"
bat,r.
Los fieles, asaJ.ariados de la industria, que hayan leído la
"Nota" que refiriéndose a los frutos de la exp,ansión econiómiica
declatra textualmente: "algunas categorias social,es san; más o mie­
nos excluidas y tienen la impresión fundada de ser ¡,erjudicados",
te,idrán
ciertamreni/e la impresión de pertenecer a estas categorías
sacrificadas.
En verdad, los salarios de los obreros industritdes han au­
mrentado en una proporción que supera de mrucho la del desarro­
llro econiámrico; reducciones relativas han afectado no solanrcnte las
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rentas del capital, sirno también las de categorfas económicas más
modest{IJS, como los trabajadores de la agricultura, e inclwidos los
pequeños explotadores directos.
Una verdad de tal imp,ortancia no podría ser ignorada, ni pa­
sada en silend,0, cuando se habla seriam1ente· de la situación eco­
nómico-social, s~ rvo se quiere contribu'r1lr a extender la cornfusMn!
y el error.
h) El crecimiento, factor de desarrollo.
La pro·ducción no puede dejar de temier a satisfacer las ne­
cesidades del
;hombre. Si algmen prodi1fese bienes que no res­
p,ondiesen
a una necesidad o

a un
deseo del hombre debería pron,
to cesar de producirlos.
La produr:cwn de bienes que no se de·stinan a satisfacer la,
r,eces-idades del homibre no farn111 parte del desarrollo ernn6mico:
la producción de armam¡entos, quie pwede ser tambiién una nece­
sidad, represenita un'1 pérdida a secas, desde el pun,to de vista
e"conómrico.
Es wn punto que hubiese sido útil recordar.
e) Su carácter imperativo,
Está fuera de duda que todas las restricciones de producción
y, particularmente, la "destrucción exceS1JVO," son hechO's deplora­
bles; pero
no es justo expreS(JJf un juicio tan sim:pUsta y sumariO'.
En lo que con,ciernie a las destrucciones excesivas, en tanto
sepa,
es preciso remontarse a las destruccione·s de café acaecidas
en Brasil hace una trein,tena de años; dtar las destrucciones de
una mooera tan vaga y general no p,uede más que dar la im,pre­
sión de
que se trata de un hecho de im,portancia, actual y fre­
cuenlte. Y, de esta manera, 1110 se sirve a la ve'r'dad.
En lo qwe tiene relación con, las restricciones de producción, se
impone un examen más profundo. Si wn productor o un grupo de
prodUJCtores reunidos, poseyendo un m,owopolio de ciertos produ,:­
tos1 reduce su producción piara con1seguir mayores benefidos, es
un (!C/o ciertam dicasen casos, ocurridos en Fra-ncia, qu.:e puedan justificar esta
condena: en Italia este fenóm,eno no existe. Y esto es asl, no
porqu,e los industriales italianos posean una educacwn social que
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les impida conducirse tan mal, sino porque, dada la liberación de
cam1bivs y la reducciión1 de derechas de aduana, las imiJYortaciunes
del extranjero les quitarían tvda veleidad de rn,mopoliv.
Hay casos en que la producción excede al consumo, lo que
produce una
/Jaja de precios de venta pvr debajo del precio de
coste ( es
ciertamente im¡posible establecer previsiones seg-wras so-­
bre el fu,twro consumo de bienes). Y cuando no se dispone de cot>­
swnidores que quieran, comprar toda la producción al precio de
coste, los acuerdos entre pr'oductores que tiendan a limitar la pro­
ducC'Dóni son útiles, tanto en el pfom,o econiómico comlfJ en el so­
cial, para evitar que los efectos de la crisis graven principalm•nte
a algunos de los productores con con'Secuencias miuy gra:ves para
su mano de obra.
d) Orientación del crecimiento.
La "N otci' estabtlece a justo titulo uria distindón entre "n1ece­
sidades que se pueden pagar" y necesidades que no pu:eden serlo.
En lo que concierne a "las necesidades que se pU!eden pagar",
es el mercado, la m'(J,nrijestacióni dem1ocrática más libre y miás per­
fecta que existe, el que indica las priorwlades; si /o,s hom1bres
tienen necesidad, e,,v régimen de libertad, hay alguien presto a
producir.
No conozco ejem,Plo de necesidad del hom"7re que', con tal que
sea f">[/ado el costo de/ producto o del servicio, no pueda ser sa­
tisfecha.
En todos estos casos, el mercado funciona mejvr de lo
que podría hacer no importa qué deciJSión colectVZ/a de! gobierno,
agrwpación
o catey'oría.
Hay "necesidades que se pu:eden paqar" de productos o de
servicios que tien,en un precio de costo demusiado elevado para ser
accesibles a wni número de ciudadanos bastante gran.de C'omio se­
ría de,eable: Por ejempfo, la propiedad del alojamiento. Si se juz­
ga útil, para el bien común, extender la costum1bre de ser prople­
tario de su alojamiento, sería útil que el Estado -dentro de cier­
tos límites-es decir, toda la comunidad, asuma una parte del
costo.
Hay, a contiwuaci6n, servicios que no se pueden, pagar: son
algunos servicios pú/Jlicos, y éstos dependen del Estado.
PMa com,pletar e'/ examen de la cuestión y para evitar inter­
pretadon1e's erróneas, hubiese sido útit decir q'We' a menudo· el Es­
tado moderno, en tanto reswlta incapaz de cum,pU,r sus propios
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deberes de sumrinistrar a los ciudadanos las servicios que éstos
no pueden pagar con sus recursos particulares, pretende prodw­
cir bienes que P'odrían pagarse, que las empresas priV'adas su111d,­
ni.strarían más econón:dcamente y con mejores resultados, incluso
desde el
punto de vista social.
2) ALGUNAS EXIGENCIAS DEL DE5ARROLLO,
a) El derecho al trabajo.
Todo lo dicho bajo este título es perfecto.
Para
completar el examien de la cuestión1 habiese sido útil
explicar que el derecho del trabajo no es u» derecho cowcreto su/J­
jetimo,
sino el resultado de'! deb,er, que incumbe a la comwnidad y
a los ciludadanos, de crear las condiciones que permitam1 a la pier­
sonalidad del individuo, aun el mrás m1odesta, hacer sw ap,ortación
at blen
com1tni.
b) El deber y el poder de invertir.
El llam'amiento al deber ante las generaciones ju,turas es muy
oportuno.
No es justo considerar las esp·ecu,laciones con· bienes raíces
como
wn freno, incluso comro una op·osición~ a las inversiones pro­
ductivas.
Los capitales colocados en las adquisiciones de bienes
rakes pasan de uw propietario al o,tro sin. ser destrwidos: el que
vende es suslituido e:xactam~n,te por el que compra, en, el poder
de invertir.
Para acabar el
examen de esta cuestión hubiese sido útil p·o­
»er en evidencia que los que no tienen la capacidad y el poder de
invertir tienen, si pueden ahorrar, ki posilJilidad de contribwir a
la
producción a través del drcuito ban,cario.
La "Nota" sugiere el control de los p·oderes públicos so'We las
inversiones: la m;ejar ele·cción de la inversión es la qu'e h.ace la
persona que se arriesg'(J, directamente. Sí, en algwn;os casos m,uy
raros,
el control de los poderes P'úblicos puede tener algún resul­
tado
útil, en la mayor parte de los casos tendría un1 efedo negati­
vo,
p,rin'Cipal-miente porque restringiria la libertad y la responsa­
bilidad del
hombre, afectando su dignidad.
En cu,.anto al autofinanciamiento; la "Nata" vuelve a caer en
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un error qwe ya se le hizo cometer, desgraciadamente, a Su San­
tidad
Jut1n XXIII (!).
El autofinanciamñento· pu.ede tener dos orígienes:
1) La recuperación de capitales inwertidos ( realizaciones y
amortizaciones): supu.esta en el cual uno no puede imaginarse l,ó­
gicam"tenle cóm10 esto aumenta. los derechos de los trabajadores,·
2)
Beneficios n,o distribuidos.
Existe también autofinanciación cuawdo, el capital renuncia a
uina parte de los beneficios para utilizarlos en la emfjJ~esa. Si ha
registrado provechas ,n,.3, elevados, ésta deberá p<1gar fos fmpues­
tos correspondientes, pero n·o se puede imaginar, ni eni el plano
econ6'mliw, ni en el plano moral, que la renuncia del capital a
retirar todo el
provecho a que tenga derecha pueda producir un
aum1enlo de sus debe'r"es.
No hay otras dases de autofinanciaci6n,.
3) DIRECCIÓN DE CRECIMIENTO.
a) A la;rgo plazo.
lnclUJSo si, au,n prudente-mente, se utiliza el término uprevir
sión", el c·ontextoi deja, entender que se trata aquí de un sinónimo
de "programación". En efecto, las premsiones hechas por todos,
forzosamrente diferentes, no tendrian nlÍngún valor si sig,.,i,esen
com<> tales. Un!JJ programaci6n hecha en todos las planos, con el
(1) Nota de ltinéraires.--Como es. sabido, la mayor parte de los auto­
res que han tratado esta cuestión
en ltinéraires son, en este punto, de otra
opinión. Es preciso, sin embargo, entender y examinar tal cual es la obj e­
ción que se hace. Decir que hay autofinanciamiento
"cuando el capital re­
nuncia
a una parte de los beneficio.si', o que el autofinanciamiento tiene por
origen "la renuncia del capital a sacar todo provechü a que tendría derecho"
es una descripción insuficiente : esto implica que se trataría de una elección
facultativa, o
arbitraria, o gratuita, o caprichosa. En todos los casos en que
el autofinanciamientto
es hecho por interés de la empresa, hasta por nece­
sidad con miras a un desarrollo que es una condición de su supervivencia,
no
se puede decir que el capital "renuncia" (facultativamente) al "prov~­
cho"
a1 que te!Úa "derecho". Ocurre en realidad otra cosa distinta, que el
empleo
LIBRE de sumas que serían realmente BENEFICIOS. ·La noción
de "beneficios", ya incierta y variable en contabilidad, es aún más vaga e
inconsistente
en' filosofía social, al menos en el uso actual (demasiado ge­
neral) de este término. Necesita precisiones y distinciones que no se
han
hecho: y cuanto más se tarde en hacerlas, tanto más la objeción enunciada
conservará una gran fuerza, pero solamente
en lógica verbal. Ver sobre este
punto:
J ean Madiran, Nota semántica sobre la socialización, págs. 32-34.
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concurso de todos, sería una programación "corporativa", pero se­
guiria siendo siempre· una programación- cenitralízada, aun-que no
se quiera llamarla así.
Basta establecer una comparación entre los inconvenientes ( es
exceswo hab-lar de "catástrofes") que se prodll!Cen en la evolución
econiómdca, que se desarrolla a tr(JllJ,és de mrultitU'd de decisiones, y
los errores que se c'onstataw en las decisiones "centralizadas' pa.ra
condwir en una afirmación con·traria a la de la "N Ota". Si, sub­
siste alr,w,,a duda, no hace falta mds qu,e com,parar lw plan~s
anu,nciados
y las reoJ.izaciones obtenidas en países en que el Es­
tado totalitOJrio disp,one de toda la fuerza que dervva die haber pri­
vada a los ciudadanos de su li/Jertad.
En el plano de la em,presa, la "Nota" afirma que hace falta
bwcar,
"sin perjuicio de la wnidad necesaria de dirección", las miO­
dalidades que permita" una p,articipac,ón activa de los trabajado­
res
effi la elaboración, en el control, así como en la ejecución de
las decisiones.
C óm10 se pueden obtener a la vez una "unidad de dirección'' y
decisiones colectivas; he aquí lo ~ es difícil de imaginar. Si la
dirección de la cm.presa adop·ta um ot"iewtación y los reprtsentan­
tes de los tra/Jajadores otra, ¿cuál de las dos debe prevalecer?
De hecho, los con,trastes no se m¡anifestarán· mrás que raramien­
te:
los _represe·wtan·tes de los trabajadores aprobarán· las decisionies
de la dirección: li/Jres, en caso de duda, de ect:presar algunas re­
servas, P'ara descargar las responsabilidades sabr'e sus represen­
tados.
Si todo va bien, dirán que la decisión, ha sido tomada de
acuerdo con ellos; si, por contra) el resultado es negativo, dirán
que habían expresado
reservas, pero que no estallan en condicio­
nes de hacer prevalecer su p'Umto de vista. Situaciones de este gé­
nero se presentan a m-enMdo entre asociados, aun si se trata de
herrnianos; y n"O' son ciertamente situacione·s edificantes, ni útiles
para las
bu,enas relaciones entre las partes.
La "Nota" no tiene en cuenita el grado de cap·acidad de los
trabajadores
pwa participar m decisiones que requieren comif!'e­
lendas de las que eslám desprovistos.
¿ Es educativo hacer creer a los trabajadores, contrariamente
a la verdad, que est&n en estado de sugerir y de discutir las de­
cisiones de
la dirección? ¿ Esto con-triO'U,ye a un mejor respeto de
los
deb,eres que impo™ el cuarto m,awdamiento?
Ser/n,
wna cosa muy distinta afirmur que el subordinado debe
p·oder ·hacer llegar al superior observaciones y sugesticmes eve111-
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twales; pero esto, es alg'o muy diferente de la participación en las
decisiones.
·
Las decisiones m.ás frecuentes que la dirección debe tomar)
en nuestros días, -en la industria, conciernen a la. ejecuáón de ins­
talaciones para reducir la mano de obra empleada en la empresa:
decisiones que
están, en la base del progreso económico.
¿Se puede imaginar represen,tantes de las trabajadores que,
reconociendo·
la utilidad de tal inversión, diesen su con,sentimriento
a una op,eración que privaría de trabajo_ a varios de sus compatñe­
ros? Deb·erían ser héroes, pero no se jnMde instawar niing'Ún sis­
tema teniendo en cuenta el heroísmo.
¿Seria jwsta Colocar a in-dividuos frente a casos de conciencia
y obligarles a decidir entre lo que es equitativo y una acción con­
traria al i'nterés inmieáiato, de una parte al menós, de sus re­
presentados t
Y aun si se pudiese contar con representantes de· los trabaja­
dores perfectam~nte preparados, dotados de una fuerza moral que
les permitiese superar el contraste entre el interés inmfl!diafo y
directo de algunos y el interés mllÍS alejado e indirecto de la ge­
neralidad de los trabajadores,
el sistema de la cogestión no po­
dría funciionar.
Es el factor "tiemp·o" que divide, sin com.pronuiso posible, el
interés de la em,presa del de los trabajadores afectadas.
Los q'Uff dirigen tienen el_ deber, más allá de su propia-· perso­
m, de admrinistrar la emipresa "sub specie aeternatis"; los ·traba­
jadores no tienen interés m1ás que ·en el líni.üe de tiemifro de su
presencia en
la empresa, representada, como miá.rimo, por la du­
ración de su vida actvvá.
En toda sociedad es indispensable uoo comruwidad de interés;
ah'ora bien, la c·om-unidad de interés entre patrono y empleado no
es P'osible miás que en empresas cuyo ciclo de vida coincida con
la duración de la relación de trabajo; es imposi/Jle en emepresas
que requieren inversiones a larga pfozo y que estámr destinadas a
ren,ovarse
continuamente.
h) A co-rto término.
El progreso económtico produce carmibios incesantes de las pro­
ducciones; se desprende de ello, inevitablemente, la n,ecesidad de
wn flujo y de un reflujo del emtpleo, con fases de paro. Si el aUr
tomtóvil ha reemplazado al coche de cabaJ/os, no se podría pre-
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tender continuar emi¡,leando trabajadores en la fabricación de estos
veMculos. El progreso nos ofrece svn cesar ejemplos de este g·é­
tiero, aunque no sean siempre tan evidentes.
Productos que hace poco tiempo eran fabricados en, metal lo
son hoy día eni materia plástica; el hierro esmaltado ha sido
reemplazado por el aluminio; el hierro ha re-emplazado a. menudo
a la madera, y a.sí en otras cosas.
¿ Deberfam'°s detener el progreso para evitar los desequilibrios
que produce inevitablemente?
No es razona/Jle desear el progresa y quejar se de los desequi­
librios inevitables que origina.
El problema "º consiste en evitar los desequilibrios que no
¡rueden ser elimrinado.s7 sina en lograr
que el daño resultante nq
afecte, y esto en las cosas miéis graves
7 m:ás que a un número
restringido de personas.
La comrUnidad entera saca provecho del progreso económdco7
el precio del cual está en parte represet>tado por los desequilibrios
que se producen: exi.s!e.,. pue.S7 un deber de justicia conm!Wtativa
para la sociedad, que debe impeditr qi¡,e la cuota a pagar por los
beneficios de que goce la comunidad gra'llite más pesadamente so­
bre un número restringido de personas.
El texto de la "Nata" dice: "No basta asegurar a las familias
recursos .suficientes .. pites el derecho al trabajo es una e.zigenlf:Úl.
m1()1'f'al."
La éomrunúl;acJ no tiene otro miedio que e-l de proporcionar "los
recursos .suficientes" y crear las c-ondiciones am:bientales _en las
que el derecho al trabajo pueda ejercerse miás fácilmente. La
creac;ón de em,pleos improductivas es u.. engaño, que n'o p>uede
.satisfacer evidente-miente una-exigencia m1oral y que constituye, en
comparacibn con los "recursos .suficientes" a proporcionar, una so­
lución, m1Ucho más onerosa para la comunidad, con el re·su:ltado de
hacer miás difícil el derecho al trabajo.
La "N ola" habla del "escándalo de una política del aloja­
miento".
No conozco muy bien la poUtica del alojamiento en Francia;
conozco la que se aplica en Italia: presenta defectos, pero seria
exa.sivo
hablar de· uescándalo" tratando de 'ella.
]Jste Mrmáwo hace suponer la e.zistencia de un inconveniente
muy graVe' que, sin emíbargo, serúi fácil de evitar.
Creo que en Francia, como por lo demás también en Italia,
el
problema de los alojamientos dep,ende del costo elevado de su
con.struccíón. Pero esto dep,ende casi enteramrente del costo eleva-
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do de la mano de obra,· ¿y este costo elevado de la mano de obra
puede. defi'nirse· como un uescán1dalo"? ¿ Y por qué, enl'onces, no
c'vnsiderar como un escándalo el costo de otrO'S trabajadores mre­
jor retribuidos? ;El "escándalo" consiste en el hecho de que el
Estado deberia cargar con wna gran parte del precio de la cons­
trucción.'! ¿ Y no resultará con ello un v1erdadero "escándalo,", una
injusticia hacia
los que han hecho sacrificios para ahorrar y com,
prar su casar
La verdad es que en Francia, más aún que en Italia, los ciu­
dadanos se han acostumbrado, dado el término medio de los al­
quileres, a pagar por su alojamiento un predo de alquiler inferior
al costo real,
y que, por .consiguiente, no reservan en e.Z balance
familiar la jwsta Parte de la renta disp'owible.
Se podrá con~egui,r el equilibrio miediante un desarrollo de la
renta y destinando también al alojamiento una. parte también de
este acrecentannienfo de las ganancias.
Dirigiéndose a los fieles, los Obispos hubiesen podido recor­
darles
el valor moral de la casa y la oportunidad de reservarle
una cuot~parte apropiada a la renta familiar; hubiesen p1odido
hacer observar qu-e estos últimos años se ha concedido a los _gas­
fos de otros numerosos bienes una prioridad demasiado grande
tobre el gasto destinado al alojamiento. ·
Por contra, si los Obispos no creian e,, el desequilibrio de la
relación entre el costo de construcción y la renta familiar, hablar
de
"escándalo de alojamiento" en Francia no podría interpretar­
se lógicamente m económico del país no se ha elevado suficientemente para. satisfa­
cer como
es debido la n,ecesidad del alojamiento.
Emrp-lear un término tan fuerte comio "escándalo", ¡no es des­
,'onocer los dones del Señor, que han hecho de Francia u,w de
los f1aÍSes que gozan del ntivel de vida mlÓ,s elevado?
CONCLUSIÓN.
Las 11reflezion,es" sobre los debates de la solidaridad son in­
dudablem,mte
muy justas.
Per'o la consideración de qu.e una economtÍa en crecifflliento
p.-oduce
u,na dismlinuci6n en la seguridad no lo es. La falla de
seguridad en las cap·as mlás nwdestas de la población era mu-­
cho m1ás sensible en el pasado.
El hecho es que las necesidades del hombre crecen tan,to más
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cuanto miás satisfechas están .. Es por esto que cuanto más eleva­
do es el nivel de vida, tanto m,ás dificil es adaptarse a las crisis.
¿Es justo atribwír este feniómen·o al progreso económrico, más
bien que a la debilidad de la naturaleza humana? La natura/,eza
del hom,bre, tal
com-o la ha hecho el Señor desde el pecado original,
ya no puede ser cambiada, pero es posible educarla.
Desde luego esto
no puede hacerse convenciendo de que son
sacrificados
a hom1bres que, en comparaci6n con toda la humani­
dad, son, sin duda, de los privilegiados: Esto no puede hacerse
reuniendo, expresándose
de modo tal que se aun1en, los consenti­
mientos por el medio (JUJe consiste en atrib,uir a los indi-viduos y a
las categorías m<érilos y cap·acidades y títulos de crédito también
acerca de la comunidad, que no existen o que las condiciones amr­
bientales no permriten satisfacer.
No se puede hablar al pueblo de "numerosas reform"'s en la
vida econ6mrica y social" sin saber cuáles deben ser estas refor­
mus, o, si se sabe, sin .precisar e.xactamienite: cada uno se_ inclina­
ra
a ver, en las reformas preconizadas, las que pueden_ satisfacer
1-mis rápulam-ente sus propias aspiraciones: tal procedimiento ter­
mrina por incitar a no obedecer el décim10 mandamiento.
* * *
Después de este comentario directo que me he permitulo for­
miular acerca de la "Nata", tendría que añadir una observación
de mtwraleza general: los problemas económicos y-sociales pre­
sentan asp1ectos de carácter técnico que es preciso profundizar
y que pueden en:tender hombres que no viven en medio del tra­
oojo, aun si han consagrado una gran parte de su vida al estudw,
Un diálogo, que no ha sido posible hasta aqu,, entre sociólo­
gos cristianos
eminentes y tm'eml»-os del p·atronafo que tengan
una preparación suficiente, sería ciertamien-te útil. Condiiciría in­
dudablemente a excelentes resultados, a condición de que el de­
seo de verdad supere, en los
industriales, tos intereses personales
y, en los sociólogos cristianos, la aspiración a llegar a ser po­
pulares
ante sus oyentes.
Como he dicho al principio, me he perm,itido dirigir esta car­
ta a todos los representantes del Episcop«do francés. Agradece­
ría m1u:cho a aquellos que quisieran responderme personalmiente
y que tengan la bondad de señalarme las faltas eventualmente
con,tenidas
en mis conisideraciones.
Os ruego, M on,sefior, añadir} con la seguridad de mi respe­
tuosa
consideración, la expresión de mris sentitwieníos leales.
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