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Conciencia, libertad, verdad

CONCIENCIA, LIBERTAD, VERDAD
La conciencia no es árbitro supremo de la moralidad; necesi­
dad de
instruirla y formarla.
'tDebemos haicer una observaóón sobre "la, supremacía y la
"exclusividad que hoy se quiere a,tribuir a /,a, Conciencia como guia
n de la conciencUJ huma:na. Frec-uentem1ente se oye repetir, como
"un aforism" indñcutible, que toda la m,araüdad del homibre debe
n consistir en el seguimiento de su propia conciencia; y esto se
"afirma, tanto

para
emanciparlo de las ex;gencias de una norma
'1 extrínseca, como del recanocimiento de una autoridad que
in­
"tenta dar leyes a la libre y espontánea actimidad del hombre, el
"cual debe

ser ley
para sí mrismo, sin
el
vínculo de
otras
inter­
nvenciones en
sus acciones. No diremos nada

nuevo
a cua:nto,s
''encierran en este criterio el ámbito de su vida moral, ya que
})tener por guía la propia conciencia no sólo es cosa buena, sino 1'también algo justo. Qu,ien: obra contra la conciencia está fuera
"del recto camino (cfr. Rom., 14, 23).
"Pero es

necesario, ante todo,
destacM que la conciencia, por
"sí misma, no

es el
árbitro del valor »1,oral de las acciones que
''ella, sugi.ere. La conciencia es intérprete de una norma, interior y
"superior,· no la crea por sí misma. Ella está iluminada por la
,,intuición de determinados prinf"ip,fos normativos, connaturales
"a la

razón
humana (cfr.
Santo
Tomás, I,
79, 12 y 13; I-II, 94,
"1);
la conciencia no es la fuente del bien y del mal; es el aviso,
"es
escuchar

una
voz, qu.e se llama precisamente la voz de la
·',conciencia, es

el recuerdo
de la conformidad

que
una acci:ón
"debe tener con
una exigencia 'intrínseca al hom1bre, para que
"el
hombre sea
verdadero y perfecto. Es
/,a intimación sub/etiwa
"e inmediata
de una ley,

que
debemos llama,r natural,

a pesar de
"que muchos

hoy
ya no

quieren
01/Y hablar de ley natural.
n ¡No es en relación con esta l,ey, entendida en su auténtico
))
significado,

como nace en el hombre el sentido de
responsa"bili­
"dadt
¡ Y con el sentido de responsabiJidad, el de la buena con­
,, ciencia y del mérito, o, por el contrario, del remordt"miento y de
''la culpa! Conciencia
y responsabüidad son dos térmi,n.os recí­
"procamente
relacionados.
2)1
Fundaci\363n Speiro

n En segundo lugar debemos observar que la conciencia, prora
''
ser norma válida
del obrar humano, debe
ser recta,
esto es, debe
'' estar

segura de
sí misma, y verdadera, no mcierta, ni cu!,pavle­
''mente
errónea.

Lo
cual, desgraci,adamente, es

muy fácil que
su.­
"ceda,

supuesta
la debilidad de la raz6n humana abandonada a
''
sí misma,

cuando no está instruida.
"La conciencia tiene

necesidad de
for1narse. La pedagogía de
"la conciencia es necesaria, como es necesario para todo el homr­
"bre
el ir desarrollándose interiormente, ya que realiza su 'Vida
"en

un
marco exterior

por
demás complejo y exigente. La con­
" ciencia ·no es

la
única voz

que puede guiar la actividad humana;
,, su V'OZ se hace m-ás clara y más fuerte cuando a ésta se uñe la
"de la ley y la de la legitima autoridad. La vo~ de la conciencia 1'no es ,Íi siempre infalible, ni objetivam,ente sup'Yema. Y esto es
"especialmente verdad en el campo de la acción sobrenatural, en
,, el

que
!,Q. razón no puede por sí mism'll interpretar el camino del
"bien,
y debe
acudir a la fe
para dictar
al hombre la norma de la
''justicia querida por Dios
mediante la revelación: «El hombre
"justo
-dice San Pablo-
vive de

je» (Gal., 3, 11). Para
avan-­
"zar
rectamente,

cuando se
camina de

noche, esto es,
si se avan­
,,
za

en el
misterio de la vida cristiana, no bastan los ojos, es ne­
'1 cesaria la lámpara, se necesita la luz. Y esta «luz de Cristo» no
"deforma, no

mortifica, no contradice
la luz de nuestra, concim­
" cía,
sino

que le añade claridad
y la capacita para el seguimiento
"de Cristo

en el recto sendero de
nuestro peregrinar
hacia la
''visión eterna."
PAULO VI: Alocución en la Audiencia Ge­
neral del 12 de febrero (texto italiano en
L'Osservatore Romano de 13 de febrero de
1969; texto en castellano: Ecclesia núm. 1.429,
sábado 22 de febrero de 1969).
Lá verdadera libertad y sus seudoconceptos deforman y fal­
sean.
'tN o estaremos nunca suficientemente agradecidos a la salri._
"duría

tradicional de la Iglesia cat6lica que ha defendido en el
"hombre, de

todas las maneras, este real don de la libertad,
a,u,n,.
"que sea comprometido, com1plicado o peligroso. Mientras que al
"hombre se le recono,zca la capacidad de pensar (cfr. s. th. I-Il,
"17, 1 ad 2: ratio ... causa liberta/is)
y de querer, mientras se le
Jlconsidere ciudadano

del reino de Cristo, debemos no sólo
ad­
"mitir, sino
defender

en él, la prerrogativa de
la libertad.
252
Fundaci\363n Speiro

"Añadami,os, sin embargo, una observadón fundamental: el
"uso de /,a libertad no es fácil. Esta observación no contradice,
"sino más bien

reconoce la afirmación de
/,a libertad. La libertad
"tiene necesidad de una educa.ción, de una formación. Y esta ne­
" cesüiad es tan profunda para el desarrollo auténtico del espíritu
"y del trabajo human,i, tan importante para la, convivencia so-ci.al,
''
que la histori.a nos documenta cuando

se ha
hecho, con
razón o
"sin ella, pa,ra contener,

para
reprimir, para negar' el uso de la
"libertad. .

. . . . . . . . . . . .
n Deben-os alejar de nuestra mente ciertos seudo-conceptos de
"la libertad. Por ejem,plo: el que la confunde con la indiferencia,
"con
la pereza, con la inercia del espfritu; con ~ libertad de no
"hacer
nada, con

el letargo egoísta de las energías de la
vida y
"con el olvido del

imperativo
fundamiental que le

da sentido y
"valor: el deber. La libertad nos ha sido
concedüia para

cumplir
"con virtud propia nuestro deber. Otro concepto equivocado, y
"desgraciadamente muy extendido, es el que confunde la libertad
"guiada por la razQn y consistente en la autodeterminación de la
)}voluntad con el sometimiento a

los instintos sentimentales o
ani­
''males,
que

también están en el
hombre. Corrientes modernÍSÍ'WUJ,.S
})
de pensamiento revolucionario so.rtienen y divulgan esta falsa
'' concepción

que conduce al
hom1Yre a

perder la
propia verdadera
"libertad, para

convertirle en esclavo de las propias pasiones
y de
''las propias debilidades morales. Nos lo.enseña el

Señor:
«Quien
"comete
el

pecado es esclavo del pecado» (Jo.,
8, 34).

Es un fe­
"nómeno clásico y siempre actual, y hoy m,ás que nunca, en la
"emwncipación moderna respecto o /,a ley exterior y a la ley
nmaral.
"Otra defortrrución, también de moda, es la que hace consistir
"la libertad

en asumm' a
propósito- «a priori» una posición

de en­
"frentamiento con

el orden existente o incluso con la opinión de
"los demás. La libertad

encontraría su verdadera expresión
en la
"«contestación», sea esta razonable o no. Es éste
un· camiino, y
"desgraciadamente bastante breve, para perder la libertad, tanto
"por
la irracionalidad que introduce cumro elem,ento sistemático
"en
la lógica del espíritu cuando por las reacciones ambientales
"que p-wede
fácilmente provocar.~ las «contracontestaciones».)J
"Y
sobre todo, debemos precavernos contra la locura "tiende como libertad
propia la ofensa a la libertad de los demás.
"Luchas
de

todo
g'énero han

surgido y surgen cada
di.a por el m,,J
"espíritu
de

esta
desenfrenada libertad: /,a llamaremos más bien
253
Fundaci\363n Speiro

"licencia, prepotencia, mala educación, inci'Z!Üización, pero no- liber­
"ti,d. La libertad, precisami,ente porque es emanación de una luz
"divina sobre
el

rostro
humana (cfr.
ps. 4, 7) y porque
derwa
"de

la razón
y reside en la real facultad humana que es la vo­
"luntcul, tiene el sentido de sus auténticas expresiones, es decir,
"de sus límites, /,os cuales hwgo le abren y le custodian el campo
"de
sus a;jirmaci.ones: la verdad antes de

todo,
como nos enseño,
"Cristo: «La verdad

os liberará» (fo., 8, 32) del pecado, del
"error, de f,a ignorancia, del preju.icio. La ley, la ley justa, se ew­
"tiende. La autoridad, aquella especialmente que se define «ma­
"dre y maestra», el Estado, también concebido como institución
"organi.sada, garantizadora y tutora de los derechos de la persona
"twmana e integradora de su ejercicio en la armonía del bien et.
"mún; no como fuente únicai
y síntesis tata.litaría. y arbitraria di
n la. con'Vfllencia sociaJ.."
PAULO VI: Discurso en la Audiencia Gene-­
ral (5 de febrero de 1969; texto italiano en
L'Oss.enoatore Romano
del 6; texto en caste-­
llano: Ecclesia nwn. 1.428, sáhaoo 15 de fe­
brero de 19W).
Primacía de la verdad y de las exigencias del bien común so­
bre la libertad.
"Como las demiás libertades, tampoco la libertad de prensa es
"absoluta: tiene limites intrínsecos a su misma función, sobrepar
'' sados los cuales
degenera en licencia. «La libertad, cuyo-ejerci­
"cio voso-tros reivindicáis justmnente --decía el Santa
Padre

a
las 1'periodistas en otra ocasión--no debe volverse nunca contra los
"derechos de la verdad y contra las exigencias del bien común.
J'Se trata de un medio utilizado con• vistas a un fin: el m1ejor
"servicio de las personas y de las com.,nidades.» (Discurso a los
"participantes

en el VI
Con_qreso Internacional de la Prensa, pe­
"riódica, 30 de
abrü de 1965.)"
254
PAULO VI: Carta del Secretario de Estado,
en nombre del
Papa, a la IV

Asamblea Na­
cional de la Unión Católica de la Prensa Ita.­
liana
(texto italiano en
L,Osservatore Romano
de 8 de noviembre de 1968 ¡ texto en ca'5te11a­
no:
Ecclesia núm. 1.416, sábado 16 de noviem­
bre de 1968).
Fundaci\363n Speiro