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Hans Urs von Balthasar, Córdula o el caso auténtico

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
UN LIBRO PARA MEDITAR: "CóRDULA O EL CASO
AUTENTiCO" ni,; HANS URS VON BALTHASAX
¡ Qué Üifícil es hoy acertar a vivir con criterio auténticamente
cristiano
l Nuestros desmitificados, convertidos al mundo, lo han
transportado o traspuesto ya todo. "Ya sólo les queda una fe
análoga en una palabra análogamente entendida, por las que, fe
y palabra, sólo valdría la pena morir análogamente, como sólo
análogamente vale la pena vivir su
cristianismo-." Hay
quien des­
mitifica para creer más y mejor, porque va guiado por un grande
amor a Cristo y su cruz; pero hay también quien desmitifica para
no tener que creer más, porque "está secretamente harto de Evan­
gelio, de cruz, de todo el aparato dogmático y sacramental. .. , se
Jesprende sin ruido de lo que en
el fondo le desazona, y marcha,
además, como cristiano abierto a la reforma, al mismo paso que
la ciencia, hacia un futuro
mejor".
Así

comienza
HANs URS VON BALTHASAR; figura del pensa­
miento teológico más moderno, su librito
Cordula oder der Ernst­
fall, vertido en castellano bajo el título "Seriedad con las cosas",
Edic. "Sígueme", Salamanca, 1968, y sobre el que llamarnos la
atención del lector. A Urs von Balthasar no le agrada nada
y no le parece nada
cristiano el criterio, hoy tan en boga, de tomar en serio el segui­
miento de Cristo y no querer, sin embargo, tomar en serio el "odio del mundo", la crucifixión
al mundo, prefiriendo una sín­
tesis o amalgama, dispuesta por uno mismo, pero no avalada por la doctrina ni la vida de Cristo.
·
Este

criterio olvida que
el estado normal de la Iglesia y del
cristiano, en este mundo, es el del martirio.
La cruz y la cruci­
fixión son el
a priori de una vida cristiana. Lo que Cri_sto hizo
por nosotros, clavándose en la cruz, no
puede pagarse
con un
1 ¡muchas gracias", cosa demasiado barcita, sino con una existen­
cia crucificada, hecha ley para cada cristiano en virtud del sello
bautismal que nos mete en el
a priori objetivo de vivir para Dios,
clavándonos con Cristo sobre
lá cruz. El amor que por la fe des-
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cubro en la verdad de un Dios crucificado no puede llevarme a
otra cosa que a crucificarme por amor a Cristo. Tengo que
ir por
el camino que Dios me señala, y que es Cristo mismo.
Si la fe significa dar la preponderancia a la verdad de Dios
sobre todas nuestras verdades, entonces esa fe me obliga a hacer
mio su sacrificio, y de la apropiación del misterio de la pasión de Cristo,
la clave para entender el misterio de mi vida auténtica­
mente cristiana. Porque en esto "hemos conocido el amor, en que
él dio su vida por nosotros; luego también nosotros hemos de dar
nuestras vidas por los hermanos" (1 Jn., 3, 16). Una existencia
creyente es una existencia en muerte de amor. Hans Urs se rebela contra quienes identifican el misterio
cristiano con no
sé qué acto de entrega que lleva al hombre a sa­
crificarse pÜr sus hermanos, y hablan -de un cristianismo anónimo
o subyacente que consiste en vivir cuan honrada y decentemente
sea posible. Entender el cristianismo como
Hfe" en

un
a priori objetivo, que
me obliga ante todo a fijar mi corazón en Dios, ajustando mi vida
al patrón de Cristo crucificado, por cuyo amor vivo y me doy a
mis prójimos; esto, piensan algunos, no es una inteligencia al día
de la verdad católica.
"La palabra primigenia, la palabra clave
verdaderamente motriz pudiera ser el amor al prójimo" (Rabner). Con lo que se desplaza todo el problema del caso auténtico
cristiano. Mi decisión no vendría dictada por la fe en Cristo, sino
por la fe en el hombre. Cosa inadmisible, dice Urs, porque mi
decisión
y mi testimonio son cristianos ]_X)rque parten y se a¡x>­
yan

en la fe en Cristo y se apropian el misterio de la cruz de
Cristo, no porque parten y se apoyan en el prójimo. "Se puede
morir por muchas cosas ; pero morir por amor de aquel que mu­ rió por mí entre las tinieblas de Dios, este cara a cara es señero
y caracteriza, ésta es
la tesis del librito, la singularidad de la ver~
dad

y de la existencia cristiana"
(pág. 136).
Es

erróneo poner una "radical
identidadn entre el amor de
Dios y del prójimo para hacer del amor
al prójimo y del servicio
al prójimo el núcleo central del misterio cristiano, concluyendo
con K. Rahner -al que Hans Urs censura duramente, y de ello
da la razón en
el Epílogo- que "el amor al prójimo categorial y
explícito es el acto
primario del a.mor de Diosn, y que, en con­
secuencia,
"el acto

temáticamente religioso como tal es siempre
secundario respecto del otro", aunque por el objeto tenga digni­
dad superior (96). Así quedaría Dios subordinado al hombre, la cristología a la
antropología, se haría de la Encarnación un factor interno y
ne~
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cesario del agraciamiento del mundo entero con Dios, y "toda
teología sería, eternamente, antropología". Cristo ya no sería "algo extraño respecto de las leyes universales", sino la
ley de
la evolución que llega a sí misma. Con lo que tendríamos ---eon­
cluye
Hans Urs- "la cristología evolucionista que, estribando en
Schelling-Hegel y en
Darwin, propuso

Solovief en el siglo pasa­
do como el más moderno cristianismo"
(pág. 98).
En esta cristología la cruz salta de su pedestal, la
soteriolo­
gía

se reduce al misterio de la
ericarnación, y éste a una "oferta
de remisión
y de superación de la culpa", que dice Rahner. La
theología crucis se enerva y se desvirtúa completamente.
Así se explican los ataques de ciertos teólogos a la doctrina
de
la satisfacción vicaria, que tildan de juridismo, de~conociendo
la intención y la realidad de fondo que tiene consistentes en man­
tener firme la verdad neotestamentaria de que Cristo llevó sobre
la cruz nuestros pecados
y satisfizo por ellos en una "amarga
Pasión''. Y esto explica también por qué en la celebración del misterio
pascual queda ofuscado y desplazado el
mysterium crucis, como
queda ofuscado y desplazado del vivir cristiano, que sufre hoy una
verdadera
evacuatio crucis.
Y es que, "la apreciación de la doctrina del cristianismo anó­
nimo, tan urgentemente exigida para
la situación actual, con el
fondo evolutivo que antes se ha esbozado, eondiciona una depre­
ciación proporcional de
la teología de la cruz y, consiguientemen­
te, de la teología de la vida cristiana partiendo del caso auténtico. Y efectivamente, por
lo que se oye, el hombre redimido no se debe
ya propiamente a Cristo, sino a la eterna voluntad saludable de
Dios, que es para él asible "en la realización de la existencia de
Cristo". Huelga, por ende,
el caso auténtico (u hora de la verdad)
y no se habla más de él" (pág. 101 ). Pero no soy
yO ni es mi prójimo lo que está en el centro y
en el fundamento de una teología y de una vida estructurarlas
como

reclama la revelación cristiana. Es el amor de Dios que se
crucifica por mí, el que se funda
y el que justifica mi amor cris­
tiano al prójimo. No sabemos lo que es amar ni amaremos como
Dios manda si no es atendiendo primero al amor que Cristo nos tuvo, amándole a El, y en El, por El y según El amando a nuestro
prójimo.
"Hemos conocido

el amor en que El dio su vida por
nosotros" (1 Jn., 3, 16). "El amor no está en que nosotros ha­
yamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros
y envió
a su Hijo en propiciación por nuestros pecados" (1 Jn., 4, 10). Nuestra vida debe ser ante todo respuesta al amor de Cristo,
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que se_ sacrificó por mí y JXJr el que yo estoy dispuesto a sacri­
ficarme. Todo proyecto ·cara al futuro, a un porvenir mejor, de­
jará de ser beneficioso si no es cristiano. Y para ser cristiano tiene
que partir de Cristo y orientarse hacia Cristo, y éste, precisa­
mente, crucificado. Por eso nuestra auténtica respuesta al amor
crucificado tiene que ser también una vida crucificada al servicio
de nuestros hermanos, servicio empero realizado sobre el surco abierto de nuestro amor a Dios.
Amor· a Dios
y amor al prójimo. Entre ambos se da, si se
quiere, identidad, "pero
sólo cristológicamente, y con la absoluta
prioridad del amor de Dios (genitivo subjetivo y objetivo), que
luego refluye desde Dios y con Dios sobre el prójimo" (pág. 104).
Esta y no otra es 1a teología cristiana, que no puede verse como
mera antropología ni dejar de tener su centro de referencia
y de irradiación en Cristo, y éste crucificado por amor
al hombre.
Quien habla de un cristianismo anónimo puede fácilmente lle­
var a la conclusión de que es irrelevante confesar a Cristo, como
quien hace del amor
al prójimo "categorial y explícito" el acto uprimario" del
amor a Dios, no debe extrañarse de que muchos se
dispensen del amor a Dios y de la religión como oración y culto, llegando al ateísmo práctico por _los caminos de una
desacralización que

se
hacén idolatría

del hombre. El cristianismo es más que un
humanismo. Y la Iglesia está para transmitirnos, sacramental,
constitucional
y cornunitariamente el misterio de Dios, vevelándo­
se al mundo en su Cristo, crucificado por amor. Esto es también lo que está en el auténtico espíritu del Con­
cilio, cuya inteligencia se les hace a algunos tan dificultosa. "Los que en todo buscan aligeramientos
y, a cada barrera que cae,
lanzan gritos de "progreso"
y de creciente "mayoría de edad",
no saben de qué trataban los
padres. Trataban
de conducir, por
med;o de

la Iglesia, que es un misterio divino, sin atenuación ni
tachaduras, hasta dentro del mundo mundano el rayo misterioso
del amor uno y trino y crucificado" (pág. 119). La verdadera teología
básica es

la teología del amor de Dios
crucificado, la que hace de
la cruz ley de vida, canon, norma y
regla de toda santidad en consonancia con
el Evangelio. Y con
esta intención
y criterio se ha escrito C órdula: ''Todos los santos
han procurado configurar su existencia como
respuesta de
amor
al amor crucificado de Pios, y, partiendo de ahí, se han puesto
a disposición de la obra de Jesús para restaurar entre los hombres el reino del amor de Dios.
La tentación de reducir la religión a
la ética, el amor de Dios y el amor personal de Cristo a amor del
prójimo,
contradice hasta tal punto a toda la norma
o canon
de
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santidad de la Iglesia, que se la debiera deslindar claramente de
la tradición
y denominarla, por ejemplo, como "neocatolicismo"
(pág. 139). B.
MONSEGÚ.
"¿NUEVO PROFETISMO ... ? CORRIENTES Y GRUPOS
PROFÉTICOS". Ediciones
Acción Católica, 1969.
El día 11 de enero se publicó en Ecclesia un trabajo que, com­
pletado
con apéndices

documentales, acaba de salir en librería
con el título:
; Nuevo profetismo ... t Corriente y grupos proféticos,
editado por "Ediciones Acción Católica". Constituye un panora­
ma sintético de las actuales herejías y de los métodos de trabajo
de sus propugnadores. Por fin, con ello llega
al hombre de la
c~lle y

al sacerdote una denuncia crítica y sistemática que, por
haber sido elaborada por el Seminario de Estudios y Documen­
tación de la J uuta Central de la A. C. E., vinculada a la Jerarquía,
resulta ser una voz oficiosa de ésta, y aquí radica la verdadera
importancia, pues aunque órganos de expresión no vinculados a ella ya lo habían dicho parcialmente y bajo otro aspecto, care­
cíamos de un estudio dimanad6 de un órgano dependiente jerár­
quicamente de nuestro episcopado. El estudio es frío y expone las cosas de tal forma que
el lec­
tor en su recta conciencia ha de hallar la mayoría de las sanciones
y juicios merecidos por los hechos expuestos y cabe cierto peligro
de que
la ausencia de crítica pueda producir en gentes jóvenes
'' comprometidas"
un efecto negativo. Sin embargo, los procesos
de lógicas aparentes
y mecanismos prácticos, puestos en juego por
los movimientos proféticos, están bien descritos
y el maquiave­
lismo que resulta visible es ya una baza en contra para ellos.
La
visión de las metas define daramente a una "No-Iglesia", lo cual
es bastante motivo de juicio para cualquier católico. En realidad se revela claramente que toda esta suma de here­
jías y heterodoxias no es nueva dentro de la historia de la Igle­
sia. En efecto, cada una de las afirmaciones de los "Proféticos"
puede hallarse muchas veces repetida en la anterioridad, como lo comprobará quien hoy se atreva a releer
La H istor/,a de los he­
terodoxos españoles,
de Menéndez y Pela yo.
El punto clave del momento actual está en que, a diferencia
de las herejías anteriores, que nadan de católicos defectuosos en el deseo de dar viabilidad a sus propios errores
y conveniencias,
la herejía actual no nace de católicos defectuosos, sino que éstos
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