Índice de contenidos

Número 251-252

Serie XXVI

Volver
  • Índice

Teoría de la vocación

A) Vocación.
TEORI.A: DE LA VOCACION
POR
]OSÉ TODOLÍ DuQUE
Catedrático de Etica y Sociologla
Universidad Compluteoae de Madrid
I
He aquí una palabra casi sagrada; cargada de connotaciones
con
la psicología profunda. «Vocablo ilustre .,,-dice Marañ6n­
y pabell6n que cubre y dignifica a mercandas de muy diferente
dignidad» (
1
). Será necesario levantar ese· pabell6n o rasgar ese
velo para
ir descubriendo toda · la riqueza de contenidos que el
término 'vocación' encierra.
En su más inmediata presentaci6n, vocaci6n equivale a lla­
mada,
voz de alguien o de algo que se percibe en la profundidad
del ser racional
y que exige una respuesta por nuestra parte,
la puesta en marcha de un comportamiento, un modo de vida
de acuerdo son esa llamada.
«Esta llamada
-dice Ortéga-hacia un cierto. tipo de vicia,
o, lo que es igual, de un cierto modo de vida hacia nosotros,
esta voz, o rito imperioso que· asciende de nuestro más íntimo
fondo es la vocaci6n» (:!).
Es, pues, la vocaci6n, en su sentido más original, una llama,
da, una
voz que se siente en lo profundo de la mente y que nos
induce a un
modo de vida o a un tipo de actividad al que lue­
go llamaremos profesión.
(1) MARAÑÓN, G.: Vocación y ética, pág. 19.
(2) ÜRTBGA Y GASSET, J.: Obras completas, vol. V, pág. 168.
47
Fundaci\363n Speiro

]OSE. TODOLI DUQUE
Esta vocación o llamada ---como propension, disposición o
gusto por algo, que no nos hacemos, sino que nos viene
he­
cha (3 )--se identifica, de alguna manera, con nuestro propio
ser hacia su plena realización. Otras veces supone o espera nues­
tra propia elección y. se convierte en ideal de vida, que nunca
será válido
y eficaz si no concuerda con aquella vocación pri­
maria
que nos viene dada.
Entendida la vocación como
voz o llamada, surge, inmedia­
tamente,
la pregunta: ¿Llamada de quién? ¿De qué? ¿Para qué?
Cada
tina de estas preguntas exige de nosotros una reflexiva res­
puesta.
B) Llamada, ¿de quién?
Dos importantes respuestas a esta pregunta.
l. Llamada del ser personal de Dios al ser personal de la
criatura. Es
la llamada vocación, por antonomasia. Si hablamos
de vocación sin otros calificativos, sabemos que hablamos de la
vocación religiosa.
2. Vocación de nuestro yo profundo, de nuestra conciencia
a nosotros mismos, para
volvernos a la interioridad y a la auten­
ticidad de una existencia consciente, libre y responsable. Se
ex­
presaría en la frase de Píndaro: «Sé lo que eres». Sé lo que
debes ser .
. Digamos algo de la vocación religiosa. Cabe aquí una posi­
ble ambigüedad entre lo que
es llamada de Dios a la criatura,
a
toda criatura racional al misterio de la salvación. En este sen­
tido todo ser es igualmente llamado. Y, por otra parte, lo que
es llamada de Dios a
un estado. de vida consagrado a El, a su
. servicio, que es lo que llamamos estado religioso.
Lo característico de la vocación religiosa, en uno y otro
sen­
tido, es que se trata de un don de Dios. Es un don gratuito de
Dios que, después de darse como causa a efecto, se da, como
(3) SERTILLANGES: La vida intelectual, Ecl. Estela, 1969, pág. 28.
48
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE LA VOCACION
amigo y confidente, al set personal del hombre. Aparece así la
relación entre
dos seres petsonales. Dios, como realidad absolu­
ta, trascedente,
perso,nal, plenitud de podet y santidad y esa otra
realidad personal (absoluto relativo) que
es el hombre. Entre
esos dos seres petsonales -el absoluto de Dios y el absoluto
relativo del hombre ( 4
}---la relación prevalente es la del diálogo
Yo-Tú, la del encuentro en las profundidades del ser (5).
Pero
la realidad absoluta y personal de Dios se manifiesta
a nosotros por
el amor. «Deus charitas est», dice San Juan. Pero
esta expresión no
es más que el compendio de la expetiencia
religiosa del hombre en todas las épocas y en todas las religio­
nes. En virtud de ese Ser-Amor, Dios
se presenta en todas las
religiones
como Salvador. Su oferta, su don es la salvación.
«Como el mar inmenso está, todo
él, transido de un solo sabor,
el sabor de la sal, así la religión está toda ella iransida por una
sola idea: la idea de
la salvación».
Por la otra parte, este set absoluto-relativo que
es el hom­
bre --absoluto porque está en el mundo del ello, de las cosas,
no dominado sino dominándolas; relativo respecto de Dios
como
su causa original y fonta1-se devela ante nuestra propia con­
ciencia como un ser contingente, situado en .el espacio y -en el
tiempo, dependiente respecto de un absoluto que le da y le
mantiene en
el set. No sólo es respuesta a cuestiones metafísicas,
que, necesariamente,
se imponen (Ortega y Gasset), sino como
una respuesta vivencia! en un Tú que las resuelve todas. Pero,
sobre todo, con una conciencia de limitación y pecaminosidad ( 6)
que le hace recurrir a esa bondad de Dios
como fuente de salva­
ción. Todos los sacrificios, la mayor parte de las formas de ora­
ción de todos los tiempos y de todas las religiones responden a
estas experiencias innegables, aunque puedan intetpretarse de
di­
versas maneras.
Entre ese absoluto-absoluto de Dios -ser personal, podero-
(4) Cf. ZUBIRI, X.: Hombre y Dios, Alianza Editoril!l, 1984.
(5) Cf. BuBIÍR, M.: Yo y Tú.
(6) Cfr. ÜTTO, R:: Lo santo; Alianza &liria!, 1980.
49
Fundaci\363n Speiro

JOSE TODOLI DUQUE
so y amabl~ y este absoluto-relativo -personal, limitado y
pecaminoso--- que
es el hombre; se da el encuentro, la categoría
esencial de religión (7), la relación Yo-Tú,
el diálogo entre dos
seres personales y, por lo tanto, nunca objetivables el uno por
el
otro.
Pero ese diálogo parte siempre de Dios. Es un don gratuito
de Dios, que el hombre,
como ser libre, puede atender o des­
echar; pero nunca ignorar. Es una experiencia, elemental y pri­
maria,
de todo ser consciente. Dios se adelanta siempre· a esta
búsqueda del amor
y del diálogo. «No me buscarías --dice Dios
a San
Agustín-si no me hubieras encontrado ya». Y el Evan­
gelio:
«No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Y o os he
elegido a vosotros».
He aquí la primera y la más profunda vocación o llamada
al hombre a que, como efecto, el más importante de la creación,
como ser consciente y libre, libre y conscientemente vuelva a
la causa infinita
de la que salió.
Decíamos que había otro tipo de vocación religiosa: la
vo'
cación a un estado de vida que es el sentido más inmediato y
vulgar del término 'vocación'. De él dice Marafión dos cosas
dignas de tener en cuenta: es la más elevada de todas jas voca­
ciones porque tiene por término el valor más elevado ~Dios­
y, además, porque es la más· generosa: se da, sin pedir nada en
compensación. Distingue Marañón
entre vocaciones de amor o
de amar y vocaciones de querer o
de interés. Las primeras sig­
nifican una donáción sin reservas y sin exigencias compensato­
rias. Las segundas miran, sobre todo, al beneficio que reportan.
Las más frecuentes son, sin duda, las mixtas, que ofrecen un
servicio pero sin perder de vista el beneficio. La vocación re­
ligiosa es el' ejemplo paradigmático de las ptimeras.
Dice, además, Marañón (8) que, para esta vocación religiosa
no hace falta preparación o predisposición alguna. Consiste en
(7) Cfr. MARTÍN VELASCO, J.: El encuentro cqn Dios, Ed. Sígueme,
1976.
(8)
MARAÑÓN, G.: Vocaci6n y ética, Espasa Calpe, 1981.
50
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE LA VOCACION
la pura respuesta amorosa de Dios. Difícil me parece compartit
esta opinión de tan gran maestro.
Si se toma el término como llamada de Dios conocimiento
y reconocimiento de nuestro ser dependientes de El, no cabe
duda de que, lo mismo que hay etotipos rebeldes a toda ley y
a toda dependencia, hay también diversos tipos respecto de
esa
aceptación amorosa de la trascedencia iJ el reconocimiento de
nuestra subordinación.
Si se toma el término 'vocación religiosa' como llamada a
un estado de vida, es evidente que no todos son capaces de lle­
var con alegría las renuncias, las soledades, las dificultades que
la convivencia lleva consigo.
De hecho una de las tareas de los
psicólogos religiosos hoy
es estudiar las aptitudes de los candi­
datos a
la vida religiosa en cualquiera de sus formas (9).
II
Existe, además, otra respuesta a esta ·pregunta formulada an·
teriormente. Llamada, ¿de quién? Ahora la respuesta es: de
nosotros mismos.
Existe en todo ser una tensión a alcanzar su plenitud. De
esa tendencia natural nacen todos sus instintos a buscar medios
de vida o a defenderse de lo que intente destruirlo. Pero· en el
ser del hombre esa tensión -pondus naturae, dirá Santo To­
más-se convierte en una llamada, en la voz de la conciencia,
en un deber
cuyas formulaciones son muchas, pero quizá la más
simple es la de Píndaro: «Sé lo que eres», repetido, luego, por
lbsen:
«Sé tú mismo» (10).
Ha sido Heidegger el que ha puesto de relieve este concepto
de vocación o llamada del
dasein sobre sí mismo. Constituye
esta una de las grandes categorías de
la existencia. Se compren­
derá fácilmente el sentido del término
si se le .compara con su
(9) Cfr. VAccA, C.: PsicOanálisis y dirección ·eSPiritual, Senén Martín,
Avila, 1950.
(10) Cfr. RAMÓN Y éAJAL, S.: Los t61iicos de la voluntad, Ed. Espasa­
Calpe 1985, pág. 100.
51
Fundaci\363n Speiro

JOSE TODOLI DUQUE
opuesto: · la dispersión o pérdida de la existencia en el mundo
de las cosas, del «en sí», o las fábulas
y preocupaciones de lo
anónimo, de lo que
«se dice», de lo que «se piensa». La con­
ciencia se pone en guardia; pone cuidado ( sor ge) para evitar esta
dispersión y pérdida del «sí mismo» en el ser de lo otro o
de
los otros. Es la llamada de la conciencia la autenticidad ( 11 ).
He aquí cómo lo expresa Heidegger: «Respondiendo a su
tendencia como vocación, ésta no dispone al «mismo» invocado
a llevar a cabo una «acción», sino que como·-avocación a vol­
vetse hacia el más peculiar «poder ser sí mismo» es un «pre
( = previo )-vocar» al «ser ahí» a sus más .peculiares posibilida­
des»
(12).
Y más adelante: «La vocación no resulta nunca, en realidad,
ni preparada
ni deliberadamente hecha por nosotros mismos. Voca
«algo», sin que se lo esperé y hasta contra la propia voluntad.
Por otra parte no viene la vocación,
sin duda alguna, de otro
que
sea conmigo en el mundo. La vocación de mí y, sin embargo,
sobre mí» . . . «La vocación habla en el modo inhóspito del
callar, y sólo habla de esta forma porque la vocación no voca
al invocado. a engolfarse en las públicas habladurías del uno,
sino a
retroceder desde ellas a la sllenciosidad del "poder ser"
existente»
(13).
Difícil sería cerrar esta reflexión de la vocación como llama­
da
de alguien sin hacer una ref-cia a la vocación social o
llamada de los «otros yos» a una comunicación o
comunió¡¡. de
vida
y de valores. .
Martin Buber habla del Yo, Tú, Ello como de palabras clave
de nuestro ser personal y de la necesaria presencia de un Tú y
(11) Es de notar el énfasis que la filosoffa moderna ha dado a este
sentido de autenticidad o fidelidad a sí mismo o a la propia vocación.
Recuérdese a. KmRJCEGAARD, RoYCE, MoUNIER, etc.
(12) HEIDEGGER, M.: El ser y el tiempo, F. C. E., México, 1%2.
págs. 297-298. .
(13) HEIDEGGER, M.: op. cit., págs. 299-301. Toda una teoría sobre la·
vocación. ha sido expuesta y profundamente analizada por d autor en
Sein und Zeit, cap. X. En la traducci6n española que ahora citamos pue­
den verse las págs. 296 y sigs.
52
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE LA VOCACION
de un Ello para que la· propia esencia personal del Y o se cons­
tituya. Pero sería difícil comprender ese Y o del ser personal
del hombre sin comprender su dimensión social, su relación a
un «nosotros». Es verdad
que,·de,de que nacemos, sentimos esa
llamada -los instintos son la respuesta-a un mundo del «ello»,
de las cosas que cubra nuestras necesidades . más inmediatas.
Pero nadie definiría al hombre por esas necesidades materiales
que no son comunes con todo ser vivo. Cuando Aristóteles llama
al hombre Ooov ,coin:.xov se refiere más bien a esa llamada que
todo ser consciente y libre siente para conocer, amar, hablar,
convivir y organizarse con los otros hombres. La convivencia
humana
no es algo adventicio; no responde a un momento his­
tórico ni a un pacto convencional. Es una tensión natural, una
llamada del ser racional y comunicable a los otros seres perso­
nales, racionales y capaces de comunión y comunicación con
nosotros. El hombre no ha nacido para vivir solo. Ni física ni
espiritualmente
es capaz de realizarse ,olo. Busca y llama a los
otros y escucha y oye
la llamada de los otros para realizar ma­
yores bienes; pero, sobre todo, para vivir en comunión de .pen­
samiento, de sentimiéntos, de amor. Sólo así es y se nianifiesta
como hombre.
Pero hora
es ya de que pasemos a la segunda parte de nues­
tra pregunta. «Llamada, ¿de qué?».
En nuestra realidad existencial no sólo tenemos la experien­
cia de estas llamadas personales, tan radicales como la del Tú
trascedente, la de la existencia a su autenticidad, la de los otros
a la comunicación
y comunión de valores, sino que tenemos,
también, la experiencia viva, por ejemplo, del deseo de conocer,
de la atracción del bien, del placer de la belleza. Vocación
de
verdad, de amor y de belleza. He aquí la llamada de los valo­
res del espíritu para que el hombre los encarne y se realice en y
por ellos.
53
Fundaci\363n Speiro

JOSE TODOLI DUQUE
a) Llamada a la verdad.
«Todo hombre, por naturaleza, desea saber». Así comienza
la metafísica de Aristóteles. Esto equivale a decir que todo hom­
bre, por naturaleza, siente . la llamada de la verdad. Su inteli­
gencia aparece como una tabla rasa en la que nada hay escrito;
pero, vibrando en ella, el ansia y
la necesidad de saber. Cual­
quier problema, cualquier fenómeno despierta en nosotros la
admiración
y, luego, la curiosidad y, más tarde el razonamiento
y, después, la investigación. De. ahf. que los mejores oidores de
esta llamada sean
los investigadores en todas las áreas del co­
nocimiento. Verdaderos «atletas de la inteligencia, sacerdotes de
la verdad y .colaboradores de Dios»,. que decía Ramón y Cajal.
Su camino
es largo, casi infinito: una verdad llama a orra
y la verdad es un área del saber (las ciencias) busca su smte­
sis y sus causas últimas en la filosofía y los principios supre­
mos
de la Metafísica buscan la Verdad absoluta donde adquieren
su claridad y asiento definitivos. Ser profesionales de la verdad
y de la ciencia lleva implícitamente ser buscadores de Dios como
Suprema Verdad. .
b) Valores morales.
Decía Einstein que Buda, Confucio y Cristo habían hecho
por
Ia humanidad más que todas las ciencias juntas. La vida en
sociedad, la comunicación
y la comunión en los valores del s,s­
píritu son algo connatural al hombre. La ruptura de esa tensión
narural por la filtración del egoísmo
y el odio son un misterio.
Pero, en el fondo, queda la llama viva del amor
al prójimo y la
admiración por los hechos heroicos de las virtudes morales.
Y,
como los investigadores vibran ante la llamada de la verdad,
los apóstoles, los educadores, los profetas, los generosos,
los
santos vibran ante la llamapa del bien. El bien que no es sino
un poco
más de perfección, un poco más de plenitud en los
54
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE LA VOCACION
valores econ6micos, espirituales o vitales de este ser indigente
que
es el hombre, que s6lo hallará su plenitud en el bien absolu­
.to. Darse, como don, es, en parte, asemejarse a Dios que puede
dar la totalidad del bien. Los profesionales de
la educaci6n, los
ap6stoles, los generosos, los profetas,
los santos son la encarna­
ci6n de la bondad y la generosidad de Dios.
e) Valores de la belleza.
«Buscar la perfecci6n en la obra de arte es buscar a Dios,
que
es la perfecci6n suprema», decía Dante. Quizá más que en
el investigador y en el profeta aparecen los términos vocaci6n,
llamada, inspiraci6n, aplicados
al artista. No sabe ni de d6nde
ni de
quién. Pero algo o alguien grita en su interior deseando
manifestarse de una forma bella, sublime. Tan fuerte
es esta
llamada que
es nota distintiva del artista su despreocupación
por. lo vulgar, lo inédito y
una. especie de desesperaci6n en la
lucha · por expresar lo que parece ser inexpresable. ¿Cuántas
veces el artista oye esa llamada a lo sublime _en el correr del
agua, en el lento morir de la tarde, en la audición de una
pie;ea
musical, en el heroísmo de una madre? Gran oidor de los va­
lores trascendentes es el verdadero artista que, más que las ma­
nos, tiene el alma abierta a ellos.
Así, el ser del hombre siente
la llamada de la voz, de esos
valores del espíritu, buscando· realizarse en él y poniendo de
manifiesto esa realidad absoluta trascendente en la que están
objetivados.
. .
«El encuentro es, si cabe hablar así, un acontecimiento
originario. El encuentro ocurre en el tiempo de la persona, que
es un tiempo transido de temporalidad. No, como pensaba el
platonismo, porque sea la imitación
igual a
sí misma, que se refleja pálidamente en ella, sino porque
tiene su raíz y su término y porque existe orientado por esa
eternidad de la que
se alimenta y en la que ha de consumarse.
El encuentro del hombre con Dios constituye
el punto en el que
55
Fundaci\363n Speiro

JOSE TODOLI DUQUE
la transtemporalidad se hace visible en el tiempo como anuncio
de la consumación de éste. Por eso, el encuentro tiene lugar en
el tiempo, pero sigue abierto a una realidad más perfecta» ( 14 ).
III
Nos queda responder a la tercera pregunta, formulada al
comienzo de este capítulo. Vocación, ¿para qué?
Hemós dicho que el orden profesional es propio de una so­
ciedad organizada, en la que la distribución del trabajo establece
roles, funciones o papeles que
han de ser asumidos por los ciu·
dadanos que la integran. En las sociedades libres, la sociedad
deja a la libre elección de los ciudadanos
el rol o profesión que
éste prefiera. En
los no libres se les induce o conduce a seguir
una profesión determinada.
En realidad no es la sociedad la que crea las profesiones.
Ocurre, más bien, que los ciudadanos
-'-algunos ciudadanos­
se percatan de una necesidad no cubierta en .el orden ·,ocia! y
se dedican, por necesidad o por
hobby, a ella hasta que la so­
ciedad la institucionaliza, crea centros, cátedras, puestos de tra­
·bajo y
los oferta a .los ciudadanos como una profesión más.
«Originariamente· -ello no tiene duda-eso que hoy es· una
carrera
-'-por ejemplo, la filosofía, la milicia-fue vocación
genial y creadora de un hombre que sintió la radical necesidad
íntima de hacer filosofía o de combatir estratégicamente» ...
«Pero entonces no son una Hcarrera". Esta no es algo individual,
aunque sólo individuos puedan seguirlas, esto es, s.erlas. La ca·
rrera es una necesidad social, una necesidad del cuerpo colectivo
que
exige el ejercicio de ciertas funciones para él inexcusa­
bles
... » (15).
De este modo han ido proliferando las carretas hasta llegar
a
esas casi diez mil que consigue la UNESCO y que serán mu­
chas más a medida que el tiempo páse.
(14) MARTÍN VBLAsco, J.: op, cit., pág. 66.
(15) ORTEGA Y GAS.SET, J.: op. cit., vol. V, pág. 173.
56
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE LA VOCACION
Y ahí tenemos la llamada de la sociedad, la convocatoria
-obsérvese la etimología de la palabra..:.. para que los individuos
respondan eligiendo su profesión preferida.
Tiene, pues, esta cuestión, una doble
faz: la que llama desde
la sociedad y la que llama desde el individuo buscando o requi­
riendo un puesto adecuado pára
él.
Veamos c6mo se desarrolla esta segunda parte. La respuesta
del individuo a
· ese cúmulo de posibilidades que la sociedad le
ofrece es la elección. Es necesario elegir un éam.ino, entre tantos,
y, puesto que en principio va a ser la ocupación de la vida, es
necesaria hacer una huena elección. Dice Sertillanges que «ex­
ceptuando uno, todos los otros caminos
sonmalos para ti».
Pero, ¿qué criterios seguir para llegar a acertar en la
elec­
ción de ese camino único? Quod vitae sectabo iter, se preguntaba
Descartes a los
veinte afíos. Esta pregunta se hacen hoy cuantos
jóvenes llegan a
la edad de incorporarse a un trabajo <> a la edad
de elegir una cartera.
Notemos que, también
por parte del individuo, se abren
muchas posibilidades, según los criterios: elegir
la carrera mis
fácil, aquella que presenta más posibilidades, la que ofrece ma­
yores perspectivas de colocación al tertninatla, la que oferta más
pingües beneficios, la más acorde
con la voluntad de los padres,
con las propias capacidades e ilusiones, la que tiene, en el
mo­
mento de la elección may~r prestigio social, la que ofrece mayor
independencia, la que viste uniformes más llamativos
...
De todos esos criterios y otros que pudieran ponerse, sola­
mente uno
es válido: la que está. más de acuerdo con las propias
inclinaciones e ilusiones. De los otros, algunos podrían tenerse
en cuenta, como la elección
de la que ofrece mayores posibilida­
des personales o sociales, porque el individuo cuenta con mu­
chos medios para hacerla
-el hijo del médico en la casa del
médico-, o porque hay' mucha demanda y poca oferta en el
mercado de las carreras. Todos los demás deberán ser desecha­
dos como criterios de elección
y los enunciados también si hay
que sacrificar
la elección hecha por el motivo de las propias ap­
titudes e ilusiones. «Elegid lo que queráis con tal de que elijáis
Fundaci\363n Speiro

]OSE TODOLI DUQUE
lo que os guste», decía Disraely. La felicidad consiste en tener
como trabajo aquello que constituye nuestra
pasión. Sertillanges
nos dice: «La profesión ideal es aquella en la que el gusto, la
pasión y el debet van en el mismo sentido» (
16 ).
Pero esto que parece tan fácil, de hecho está lleno de difi.
cultades. De hecho, para poder elegir con garantía hace falta co­
nocer las cosas entre las que se elige. Hace falta antes de ejer­
cer la vocación profesional. tener una suficiente información pro­
fesional. Cosa que, de hecho, no se da. Se habla mucho de orien­
tación profesional y de formación profesional; pero, una y otra,
tienen en la
base una amplia información. En segundo lugar, el
momento de hacer la elección es el peor; psicológicamente el
más confuso y aturdido de nuestra vida. Lo vio acertadamente
Marañón. cuando escribió: «Hay . que tener en cuenta que los
seres humanos vivimos sujetos a la gran tragedia que ya en otro
lugar he
~mentado, de que hemos de elegir nuestra profesión o
destino social en una edad en la que la vocación, ques es, en su
fondo biológico, aptitud, no ha madurado todavía. Salvo casos
rarísimos,
geniales, de vocación pura, precoz e inevitable, la ma­
yoría de los hombres, en plena nebulosidad de la adolescencia,
al-llegar una ·.edad esquemática -igual para todos, siendo todos
diferentes---hemos de decidir nuestro futuro social sin otra ra­
zón de peso que la de que somos bachilleres en junio y antes del
próximo octubre hemos de estar matriculados en esta o en la
otra Escuela Superior, taller o facultad.
El hombre, que no se
conoce nunca a sí mismo, es justamente en esos aíios amorfos
cuando se conoce menos» ( 17).
Queda
el recurso a los padres, a los maestros, a los psicólo­
gos. Quede,
desde_ ahora, como tesis final, que tanto el desper­
tar de las vocaciones como la ayuda para detectarlas
es una ta-·• rea· de todos y que cuantos más elementos se reúnan para tomar
una decisión acertada, tanto mejor, en una cuestión tan decisiva.
58
Alguien preguntará si es tan necesaria la vocación para de-
(16) SF.RTILLANGES: op, cit., pág. 35.
(17.) MARAi'íóN, G.: op. cit., pág. 26.
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE LA VOCACION
cidirse por una profesión y por <:¡ué no son válidos los criterios
que hemos desechado
más arriba.
La necesidad de la vocación radica en el hecho de que la pro·
fesión es un trabajo que supone una preparación, a veces larga y
penosa. Fácil
es detectar en los años de preparación si existe o
no vocación en
el futuro profesional por la falta de ilusión y en­
tusiasmo, superando
los esfuerzos y las renuncias que implica.
El ejercicio de la profesión es otra. puesta a prueba de la
auténtica vocación. Los que llegan a la profesión sin ella, se van ·
o la ejercen sin amor y sin prestigio. Son éstas las vocaciones
frustradas de que hablaremos después .
. La vocación estimula a la preparación, mantiene en el ejer­
cicio, mueve
al progreso y actualización que toda profesión exi­
ge hoy más que nunca; concurre al equilibrio interior del que se
siente realizado en su trabajo como tarea personal y como fun­
ción social. Su ausencia es la raíz de innumerables desequilibrios
personales y sociales.
La vocación, en último término, es la per­
sona puesta en marcha hacia su plena realización.
Como en todas
las cosas de la vida humana, también aquí
hay sus diferencias
o, si se prefiere, sus excepciones·. Así tene­
mos, por ejemplo, las vocaciones tardías. Gentes que, por falta
de un .medio adecuado o por falta de experiencia de una activi­
dad determinada o por otras razones tropiezan, de improviso y
ta!'de, con su ~uténtico ca~ino. En gelleral, la -fuerza con que
la vocación surge en estas vocaciones tardías, le hace superar obs­
táculos y dificultades que implica un cambio de trabajo, el tener
que quemar etapas en
la preparación para la nueva profesión, ·
las diferencias de edad con los que siguen en
curso normal, et­
cétera ( 18).
Junto a estas vocaciones tardías aparecen
las falsas vocacio­
nes y las vocaciones frustradas.
Las· falsas vocaciones son las de aquellos que eligieron
sus
caminos basados en falsos criterios: prestigio, emolumentos, fa-
(18) Recuérdese a -GARCÍA MoRENTE, ya catedrático ie!l la Universi­
dad de Madrid, y llevando vida de seminarista.
59

Fundaci\363n Speiro


]OSE TODOLI DUQUE
cilidades coyunturales, intereses de otras personas -parientes,
amigos ... -, etc. Pronto, el peso del trabajo y la monotonía co­
tidiana producen el hastío, . el deseo de la huida, la despreocupa­
ci6n y el fracaso.
Poco
se puede aconsejar a estos que erraron su camino desde
el principio. La presencia de ánimo en muchos casos, la segu­
ridad de los ingresos en otros y lá posibilidad de realizarse, más
o menos, en una profesi6n que no
es la suya hacen que, de al­
guna manera, se supere el mal. En los demás casos el individuo
y la sociedad deberán superar o sufrir como puedan ese fracaso.
Ram6n y Cajal escribe acerca de las profesiones frustradas:
«Una de las causas de
la prosperidad de Inglaterra -me deda
un profesor de Cambridge"'-'-consiste en que, entre nosotros,
cada cual ocupa su puesto».
Lo contrario de lo que, salvando
honrosas excepciones, acontece en España, en donde muchos
parecen ocupar un puesto no para desempeñarlo, sino para
co­
brarlo y tener de paso el gústo ·de excluir a los aptos.
«¿Quién no recuerda
generales nacidos para pacíficos bur6-
cratas o jueces
de paz; profesores de medicina cultivando la li­
teratura o la arqu_eología; ingenieros escribiendo melodramas; pa­
tólogos dedicados a la moral y metafísicos votados a la politica?
De donde resulta que, en lugar de dedicar a la actividad
oficial
todas las fuerzas de nuestro espíritu, le rendimos solamente mí­
nima parte. de ellas, y eso de mala gana y como cumpliendo pe-
nosa obligaci6n» ( 19).
.
Observando . todas estas desviaciones y los males que acarrean
al individuo y

a la sociedad,
podemos hacemos idea de lo impor­
tante que
es tender a alcanzar el ideal social -utopía-«un
puesto para cada uno y cada uno en su puesto».
Porque uno de los aspectos que surgen al hablar del tema
Vocación iJ sociedad, es el de la correlaci6n que debe existir en­
tre vocaciones y puestos de trabajo. Las v~leidades de la adoles­
cencia, los falsos presrigios. o los deseos de un rápido lucro ha­
cen que los
j6venes estudiantes se dirijan masivamente a deter-
(19) RAMÓN Y CAJAL, S.: op. cit., págs. 90-91.
60
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE· LA VOCACION
minadas carreras sin parar mientes, ni por un. solo instante, en el
porvenir de esas carreras o de esas titulaciones. Los desajustes,
personales y sociales, vienen después, acompañados de graves
conflictos. Es evidente
que debemos elegir nuestra profesión de
acuerdo con nuestra vocación y posibilidades. Pero este camino,
este único camino que debemos seguir
es lo suficientemente an­
cho y con suficientes carriles como para poder acomodarlo, ade­
más, a las demandas de la sociedad en que vivimos (20).
IV
Respuesta a la vocación.
Si importante es descubrir el propio camino, tanto, o más,
es tomar la decisión de seguirlo.
La prudencia nos exige delibe­
rar sosegadamente, consultar con la almohada
las cosas o las de­
cisiones graves de la vida; pero, una vez hecha la decisión, debe­
mos ser resueltos en seguirla. La indecisión es muy mala conse­
jera y es la raíz . de aquel mal endémico de los españoles de de­
jarlo todo para mañana.
A
la resolución va unida la organización del trabajo. Son cor­
tos los días de la preparación de la carrera y de los medios auxi­
liares, como son los idiomas o prácticas correspondientes. La vo­
cación exige de nuestra parte la organización de las horas de· es­
tudio y los tiempos libres; de las horas esenciales a las materias
de la carrera
y las horas con que podemos contar para materias
más marginales, pero imprescindibles, como pueden ser los idio­
mas. Las horas de intimidad y de silencio en nuestr!s tareas y los
tiempos de asueto. Una sola cosa es necesario O otar: no existe
ninguna hora, ningún tie)Jlpo sin valor. Los tiempos cortos tienen,
a veces, tanto valor como las larg~ horás, entre otras cosas por­
que son ellos -los tiempos cortos-los que nos liberan de ocu­
paciones que no .nos permitirían el gozo de las largas horas de
(20) Véase a este propósito nuestra experiencia personal en Nivel
ético del profesional español, Confederaci6n Espafiola de C.ajas de .Ahotros,
Madrid, 1975, pág. 22.
61
Fundaci\363n Speiro

JOSE TODOLI DUQUE
trabajo. «Si no es necesario ser genio -dice Sertillanges-para
producir, tampoco lo es la posesión de una plena libertad. To­
davía más, tiene ésta
sus riesgos que unas rigurosas obligaciones
ayudarían a vencer. Un raudal aprisiónado entre
cauces estre­
chos se lanzará todavía
más lejos. La disciplioa profesional es
uoa sólida escuela que facilita
ocios a los estudiosos. Debido a
su anterior disciplina,
se concentrará más, aprenderá el valor del
tiempo, se refugiará con ímpetu en aquellas ·horas rasas donde,
uoa vez satisfecho el
deber, se consigue el ideal, donde se dis­
fruta del descanso en la acción elegida, después de la acción im­
puesta por la dura existencia» (21).
Juoto a
la decisión y organización del trabajo debemos re­
cordar la abnegación. Es la decisión consciente de que su reali­
zación
· implica muchos esfuerzos ,y renuocias. Uno de los pensa­
mientos de Leonardo
da Vioci dice: «Señor, tú nos das tus do­
nes, pero 006 pides, a cambio, la fatiga». La verdad y la virtud
no
se dan más que a los que se entregan a ellas con amor y en
la medida en que se entregan. Magníficos son los pensamientos
que Ramón
y Caja! vierte en su obra Los tónicos de la voluntad,
dirigida, precisamente,· a los. jóvenes, aquellos que se encuentran
no sólo en la necesidad de elegir la vocación, sino también de
estímulos para seguirla.
A esta respuesta alegre,
. pronta y entusiasta de la vocación
se opone una actitud floja y enfermwa de la voluotad que San­
to Tomás llama acedia -su origen es el término griego aXlj·
~,a-, que el diccionario de la lengua castellana traduce por
acidia. Se trata de uoa especie de anemia de la voluotad que
la priva de
la alegría de hacer y de vivir haciendo. Una nega­
ción a todo esfuerzo y pesimismo acerca del resultado de toda
acción. El enfermo de acedia
es el pasota; pero no por convic­
ción o posición de
protesta contra algo o contra alguien. Es así
porque no es capaz de ser de otra manera; porque está enfermo
de uoa enfermedad que cortoe su voluotad, como la anemia
des­
poja de vigor al anémico. Sólo la reflexión y la puesta a puoto
(21) Sl!llTILLANGEs, A. D.: op. cit., pág. 31.
62
Fundaci\363n Speiro

TEORIA DE LA VOCACION
de lo que Ramón y Cajal llama los tónicos de la voluntad po­
drán recuperar esa juventud que muere por falta de energía en
el momento en que debiera desplegar su máximo vigor.
Sin duda,
la teoría de la vocación implica otras perspectivas
y más amplios desarrollos de las aquí abordadas. Pero estas no­
tas pueden ser suficientes para mostrar la vaciedad de sentidos
que encierra este hermoso término «vocación».
63
Fundaci\363n Speiro