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Número 251-252

Serie XXVI

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Emilio Silva de Castro: Pena de morte, ja

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Mons. Dr. Emilio Silva: PENA DE MORTE, JA (*).
Se trata de una obra de .carácter apologético de la pena ·ca­
pital
escrita
por Mons. Dr. Emilio Silva de Castro, Decano de la
Facultad de Derecho de la Universidad «Gama Filho», de
Río
de

Janeiro, y editada en la misma ciudad en 1986 por
Revista
Continente,
Editorial Ltda. Aunque existe una traducción espa­
ñola de este estudio, me he guiado
para hacer esta recensión por
su original en
portugués. ·
Si

el mérito de un libro se pudiera medir
a .priori por los tí­
tulos académicos de su autor, Pena de morte, ¡a, sería altamente
celebrada, ya que Mons. Dr. Emilio Silva de Castro reúne los
siguientes: Catedrático de la Universidad de Estado de Guana­
bara; Catedrático de PUC de Río de Janeiro; Miembro del Ins­ tituto de Cultura Hispánica; Profesor del Instituto Superior de
Derecho Canónico de
Río de

Janeiro; Miembro fundador de la
«Sociedad Brasileña de filósofos católicos; Profesor Visitador de
la Universidad Autónoma de Guadalajara, de Méjico; Presiden­ te de la sociedad
Fuerza Renovadora, de Río de Janeüo; Presi­
dente
de IBEC (Ibero-Brasileña de Estudios y Cooperación); Vice­
Presidente de la Academia
Brasileña de Ciencias Morales

y Polí­
ticas; Comendador de la Orden de Isabel la Católica, etc. Si el mérito del libro correspondiera a los elogios de sus
crí­
ticos, sus panegiristas serían Italo Galli, su prologuista, cuan­
do
afirma que
el autor
«afronta el
problema de la pena capital
con tal

profundidad y erudición, que deshace todos los equívo­
cos que inducen a perplejidad a las personas más esclarecidas,
respondiendo con seguridad a las sibilinas objeciones, .que en
úl­
timo análisis son de carácter sentimental». El R. P. Bernardo
Monseguú, en la traducción española que prologa, escribe: «El trabajo está desarrollado con una erudición pasmosa, con un ra­
zonamiento sólido y lógico, iluminado todo por la luz de la fe
y movido por la preocupación de mantener la
paz y

la armonía
en la comunidad humana». Los elogios se prodigan ampliamente
a través de los diversos especialistas que han analizado
el estu­
dio de Mons. Dr. Emilio Silva de Castro y a través, asimismo,
de
la crítica, tal vez menos profunda, de los periodistas que han
comentado la obra. «El P. Emilio
Silva, son
palabras de Austre-
(*) Río de Janeiro, «Revista Continente Editorial, Lda.», 1986.
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Fundaci\363n Speiro

INFORMACION BIBLIOGRAFICA
gesilo de Athayde, en Jornal do Commercio, de 19 de agosto
de 1986, es una eminente
figura del

magisterio universitario ...
,
benemérito

fil6sofo, historiador, jurista, que presenta la pena
capital como una exigencia de millones de brasileños, que lloran
a las víctimas de la impunidad». «El autor, uno de los más sa­
bios eruditos cat6licos, defiende de manera irrefutable la teoría de la proporción entre el delito y la sanci6n y la incuestionable
licitud dela pena de muerte»
(Folha do S. Paulo, 8 de noviembre
de 1986). «El autor de
Pena de muerte,.ya, es, ante todo y por
encima de todo, un Padre a la
antigua, amigo
incondicional de
la verdad y de la justicia. En un mundo como
el de hoy, en el
que suceden, sobre todo en los grandes centros urbanos, los más
pavorosos y hediendos crímenes contra
la vida indefensa de los
hombres, es muy conveniente
la publicaci6n de un libro como
éste, de apasionante lectura y de sólida investigación» (Oliveiros
Litrento,
Jornal do Commercio, 2 de noviembre de 1986).
Podrían multiplicarse

los elogios vertidos por los críticos a
favor de esta obra. Pero como el mérito de la misma no depen­
de tanto del nombre de su autor ni de los juicios emitidos sobre
el libro, cuanto de su contenido. y de su forma de expresi6n, va­
mos a reseñar los puntos más interesantes que nos ha sugerido
su lectura. Sobresale, en primer lugar, una claridad meridiana tanto en
el desarrollo de las ideas como en
el orden y disposici6n de las
materias que trata. Dos partes riene el libro: «Abolicionistas»
y
«Apologistas de la pena de muerte», y sobre esos dos ejes gira
la tesis que presenta la obra: defensa. de la necesidad de la pena
de muerte y refutación de todos los argumentos que se oponen
a la misma.
La defensa de la nécesidad de la pena de muerte se basa en
el consenso universal ( cap. 1 ); en la ley divina según consta en
el Antiguo y en el Nuevo Testamento (caps. 2 y 3); en el ma­
gisterio de la Iglesia
y en la ciencia de Ios teólogos ( cap. 4 ); en
la autoridad de hombres insignes
(cap. 5); en

la
razón, que
exige
la restauración del orden jurídico violado (cap. 6 ),
y en la se­
guridad social
y el temor como medio elicacísimo contra la de-
lincuencia (cap. 7).

Seguidamente,

el P. Emilio Silva refuta todos los argumen­
tos que se esgrimen contra
la pena de muerte, argumentos que
tienen como principio la negación del origen divino del Derecho
y su secularización. Tales argumentos, basados todos ellos en un
sentimentalismo divorciado de la razón, pregonan
afirmaciones
tao

peregrinas como «la pena de muerte induce al crimen», «la
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INFORMACION BIBLIOGRAFICA
pena de muerte es una vergüenza», «la causa del crimen es la
violencia», «matar a otros es una barbarie», «condenar a muerte
es usurpar un derecho divino», «ofende la sensibilidad humana»,
«cabe el error judicial irreparable», etc. Y, finalmente, como confirmación definitiva en el orden
fi­
losófico-teológico de la necesidad de la pena de muerte en la
sociedad, el P .. Emilio Silva, en sendos apéndices, expone la
doctrina de San Agustín
y de Santo Tomás. La exégesis de este
último, por-parecerme más interesante, se resefia a continuación.
Santo _To_más ·se manifiesta de manera - tan clara y decisiva
a favor de la pena de muerte .que, su opinión, al revés de la
de San Agustín,
nunca ha
sido objeto de controversia. El Doc­
tor Angélico no
hace concesiones

a la fantasía
y al sentimenta­
lismo de los abolicionistas. Son muchos los lugares de sus obras
en que Santo Tomás aborda de propósito o incidentalmente
el
problema de la licitud de la pena capital. En la Su=• Theolo­
gica
dedica una cuestión con ocho artículos a dilucidar los di­
vetsos aspectos que presenta el homicidio. Pregunta, previa­
mente, si setá pecado matar
á cualquier ser viviente, planta o
animal. En la
. respuesta

formula el Santo
Doctor un
principio
general: «Nadie delinque por el hecho de valerse de una cosa
para el fin para el cual está destinada. En
el orden de los se­
res, el que es menos perfecto debe servir a aquel que es más
petfecto;
y, así, las plantas existen en general para los anima­
les y éstos para el hombre que, de ellos, dándoles la muerte,
se puede servir. Síguese de aquí que ni
la muerte de las plan­
tas, ni la muerte de los
animales es

ilícita para el hombre»
(S.
Th., 2.2., q. 64, art. 2). Partiendo de este principio abor­
da directamente
y con audacia la demostración de su tesis: la
muerte de los malhechores no sólo es lícita, sino necesaria,
cuando son perniciosos
y peligrosos para la sociedad. Efectiva­
mente, el hombre respecto a
la sociedad es como la parte res­
pecto al todo,
. y como tal parte es imperfecto en relación con
la sociedad. El individuo en la. sociedad está ordenado al bien
de ésta,
y deberá ser sacrificado a ella si fuera necesario. Por
tanto, cuando algunas personas son como una peste, petnicio­
sas para otras, su vida es un grave-abstáculo para el bien co­
mún, el cual
requiere como

primera condición el orden
y la
concordia social, siendo entonces necesario eliminarlas de la
convivencia en la comunidad. La argumentación de Santo Tomás a
favor de

la pena de
muerte gira siempre en torno al bien común de la sociedad,
como causa suficiente que puede justificar aquella pena capital.
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INFORMACION BIBUOGRAFICA
El bien común debe prevalecer sobre el particular en caso de
conflicto
entre ellos.
Por tanto, es bueno quitar la vida a aque­
llos hombres que, en gran
extremo, son

perniciosos para la
conservación y buen orden
de la comunidad. En todos los ar­
gumentos tomistas subyace la ejemplaridad de la pena como
elemento decisivo de defensa social. Dos condiciones exige Santo Tomás para que sea lícita
la
aplicación de la pena capital: que sea impuesta por autoridad
pública y que su motivación no sea nunca el odio o la vengan­
za. Expuesta y probada su tesis, el mismo Santo Doctor refu­
ta las objeciones que pueden oponerse,. por· ejemplo:
a) La
pena capital implica devolver mal por bien, contra la enseñan­
za de San Pablo en su carta a
los romanos, 12.17. Si un ciu­
dadano particular en venganza mata a.
otro, devuelve
mal por
mal y esto es
h que condena· el Apóstol. Pero si el juez, se­
gún exigencias de
la justicia, manda ahorcar a un ladrón por
homicidio,
no le devuelve mal por mal, sino al revés, bien
por mal
(In Ep. ad Rom. XII, 1.3). b) Sólo a Dios pertenece
el castigo del malhechor. La autoridad pública que castiga con
la pena de muerte usurpa la autoridad de Dios. Quien ejerce
el poder de castigar a los
mal'os, dentro

de su jurisdicción, no
usurpa para sí lo que es de Dios, sino que utiliza el poder que
El mismo le dio, ya que, como afirma el Ap6stol, el Príncipe
está constituido por divina ordenación para castigo d~ los ma­
los. e) El hombre,· mientras está en el mundo, puede tornarse
mejor. Por tanto, no puede imponérsele la pena de muerte, ya
que sele arrebataría esa oportunidad. Esta objeción, tan re­
petida hoy por los partidarios de la escuela correcionalista, fue
prevista y refutada por Santo Tomás de
la siguiente manera:
«Evitar
el. peligro

que amenaza a la sociedad con su vida es
un
bien mayor

y más· seguro que el bien que de su enmienda
cabe esperar»
(C. gentiles III, c. 146, y S. Th. 2.2, q. 64,
art. 2 ad 2). Decía Arist6teles que cuando
el hombre. está desprovisto
de virtud, es
el más salvaje de los animales (Polltica, lib. 1,
cap. 2). Y Donoso Cortés hace un comentario, que tiene al­
guna relación con esa afirmación de Aristóteles: «Señores: no
hay más que dos represiones posibles, una_ interior y otra exte­
rior: la religión y la política; y son de tal naturaleza que, cuan-.
do
el termómetro religioso está alto, el termómetro de la re­
presión política está bajo; y cuando
el termómetro religioso
está· bajo, el termómetro político,
la represión política. la tira­
nía está alta. Es una ley de la Humanidad, es una
l~y de
la
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JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
Historia». El poder coercitivo de la autoridad se halla en. pro­
porción inversa al ejercicio de la virtud en los ciudadanos.
.
Como

conclusión de su estudio, el P. Emilio Silva recuer­
da unas palabras de
Juan de

Lugo, el gran teólogo español del
siglo
XVI: Es absolutamente cierto y de e,cperiencia que la paz
y el orden de los pueblos se sustenta y gira sobre dos ejes:
el
premio
y el castigo. Sin ellos prevalecetian los criminales y no
podrían vivir los hombres honrados, tazón por la cual bien
po­
dría decirse que .la pena capital justamente aplicada es de De­
recho Natural.
JULIÁN GIL DE SAGREDO.
Narciso Juanola Soler: ATENEA (Fn.osoFiA PARA TERCER
CURSO DE BACHILLERATO) (*),
He aquí un texto de Filosofia para nuestros estudiantes de
Bachillerato diferente de cuanto existe hoy en el mercado es­
pañol. Ante todo se trata de un libro
realizado por

un solo autor.
Los textos de Bachillerato actuales están realizados, generalmente,
por tres autores, pero no en colalt>oración sino en superposición.
Ello obedece a dos razones igualmente inaceptables: reparúrse
el

trabajo -los
capítulos o
partes de la materia- para poder
realizarlo con rapidez: el «adelantarse» con un texto hecho cuan­
do se ha producido uno de los frecuentes cambios de programa es
fundamental para colocarlo en Centros de Enseñanza; este
mismo
reparto,

por otro lado, contribuye a la difusión del libro puesto
·
que

suele tratarse de catedráticos de Instituto que prescriben
ese texto en su cátedra
y en su zona de influencia, con lo que
ésta se multiplica por tres. Es lógico suponer que tal sistema establece, por lo común,
una incoordinación entre las partes del libro, una disparidad
-y
aun contrariedad- de criterios y de estilo· que perjndican gra­
vemente la unidad y la eficacia de la obra. El libro que tenemos
ante nosotros es fruto de una sola mente y se revela como algo
profundamente pensado y elaborado, .bien distante de esa -preci­ pitación e improvisación tan habituales.
Otras características, mlly en consonancia con el ambiente
espiritual en que vivimos, señalan a los textos de Filosofia que
hoy ofrece el mercado. Una es su designio neutralista, «plura­ lista», liberal, por cuya virtud exponen teorías, corrientes, auto­
res, pero S.in ap'ortar criterios ·de discernimiento entre ellos ni
(*) Edit. Dossat, Madrid, 1986, 308 págs.
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