Índice de contenidos
Número 251-252
Serie XXVI
- Textos Pontificios
-
Estudios
-
Teología de la paz
-
Un tema actual: el declinar de occidente
-
Teoría de la vocación
-
Ideología romántica y catolicismo de izquierda
-
El genocidio de los católicos en su historia
-
La incomprensión del fenómeno soviético
-
Voluntarismo y formalismo en el derecho: Joaquín Costa, antípoda de Kelsen
-
Chile, objeto de infamias una vez más
-
- Actas
- Información bibliográfica
Autores
1987
Emilio Silva de Castro: Pena de morte, ja
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
Mons. Dr. Emilio Silva: PENA DE MORTE, JA (*).
Se trata de una obra de .carácter apologético de la pena ·ca
pital
escrita
por Mons. Dr. Emilio Silva de Castro, Decano de la
Facultad de Derecho de la Universidad «Gama Filho», de
Río
de
Janeiro, y editada en la misma ciudad en 1986 por
Revista
Continente,
Editorial Ltda. Aunque existe una traducción espa
ñola de este estudio, me he guiado
para hacer esta recensión por
su original en
portugués. ·
Si
el mérito de un libro se pudiera medir
a .priori por los tí
tulos académicos de su autor, Pena de morte, ¡a, sería altamente
celebrada, ya que Mons. Dr. Emilio Silva de Castro reúne los
siguientes: Catedrático de la Universidad de Estado de Guana
bara; Catedrático de PUC de Río de Janeiro; Miembro del Ins tituto de Cultura Hispánica; Profesor del Instituto Superior de
Derecho Canónico de
Río de
Janeiro; Miembro fundador de la
«Sociedad Brasileña de filósofos católicos; Profesor Visitador de
la Universidad Autónoma de Guadalajara, de Méjico; Presiden te de la sociedad
Fuerza Renovadora, de Río de Janeüo; Presi
dente
de IBEC (Ibero-Brasileña de Estudios y Cooperación); Vice
Presidente de la Academia
Brasileña de Ciencias Morales
y Polí
ticas; Comendador de la Orden de Isabel la Católica, etc. Si el mérito del libro correspondiera a los elogios de sus
crí
ticos, sus panegiristas serían Italo Galli, su prologuista, cuan
do
afirma que
el autor
«afronta el
problema de la pena capital
con tal
profundidad y erudición, que deshace todos los equívo
cos que inducen a perplejidad a las personas más esclarecidas,
respondiendo con seguridad a las sibilinas objeciones, .que en
úl
timo análisis son de carácter sentimental». El R. P. Bernardo
Monseguú, en la traducción española que prologa, escribe: «El trabajo está desarrollado con una erudición pasmosa, con un ra
zonamiento sólido y lógico, iluminado todo por la luz de la fe
y movido por la preocupación de mantener la
paz y
la armonía
en la comunidad humana». Los elogios se prodigan ampliamente
a través de los diversos especialistas que han analizado
el estu
dio de Mons. Dr. Emilio Silva de Castro y a través, asimismo,
de
la crítica, tal vez menos profunda, de los periodistas que han
comentado la obra. «El P. Emilio
Silva, son
palabras de Austre-
(*) Río de Janeiro, «Revista Continente Editorial, Lda.», 1986.
222
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
gesilo de Athayde, en Jornal do Commercio, de 19 de agosto
de 1986, es una eminente
figura del
magisterio universitario ...
,
benemérito
fil6sofo, historiador, jurista, que presenta la pena
capital como una exigencia de millones de brasileños, que lloran
a las víctimas de la impunidad». «El autor, uno de los más sa
bios eruditos cat6licos, defiende de manera irrefutable la teoría de la proporción entre el delito y la sanci6n y la incuestionable
licitud dela pena de muerte»
(Folha do S. Paulo, 8 de noviembre
de 1986). «El autor de
Pena de muerte,.ya, es, ante todo y por
encima de todo, un Padre a la
antigua, amigo
incondicional de
la verdad y de la justicia. En un mundo como
el de hoy, en el
que suceden, sobre todo en los grandes centros urbanos, los más
pavorosos y hediendos crímenes contra
la vida indefensa de los
hombres, es muy conveniente
la publicaci6n de un libro como
éste, de apasionante lectura y de sólida investigación» (Oliveiros
Litrento,
Jornal do Commercio, 2 de noviembre de 1986).
Podrían multiplicarse
los elogios vertidos por los críticos a
favor de esta obra. Pero como el mérito de la misma no depen
de tanto del nombre de su autor ni de los juicios emitidos sobre
el libro, cuanto de su contenido. y de su forma de expresi6n, va
mos a reseñar los puntos más interesantes que nos ha sugerido
su lectura. Sobresale, en primer lugar, una claridad meridiana tanto en
el desarrollo de las ideas como en
el orden y disposici6n de las
materias que trata. Dos partes riene el libro: «Abolicionistas»
y
«Apologistas de la pena de muerte», y sobre esos dos ejes gira
la tesis que presenta la obra: defensa. de la necesidad de la pena
de muerte y refutación de todos los argumentos que se oponen
a la misma.
La defensa de la nécesidad de la pena de muerte se basa en
el consenso universal ( cap. 1 ); en la ley divina según consta en
el Antiguo y en el Nuevo Testamento (caps. 2 y 3); en el ma
gisterio de la Iglesia
y en la ciencia de Ios teólogos ( cap. 4 ); en
la autoridad de hombres insignes
(cap. 5); en
la
razón, que
exige
la restauración del orden jurídico violado (cap. 6 ),
y en la se
guridad social
y el temor como medio elicacísimo contra la de-
lincuencia (cap. 7).
•
Seguidamente,
el P. Emilio Silva refuta todos los argumen
tos que se esgrimen contra
la pena de muerte, argumentos que
tienen como principio la negación del origen divino del Derecho
y su secularización. Tales argumentos, basados todos ellos en un
sentimentalismo divorciado de la razón, pregonan
afirmaciones
tao
peregrinas como «la pena de muerte induce al crimen», «la
223
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBLIOGRAFICA
pena de muerte es una vergüenza», «la causa del crimen es la
violencia», «matar a otros es una barbarie», «condenar a muerte
es usurpar un derecho divino», «ofende la sensibilidad humana»,
«cabe el error judicial irreparable», etc. Y, finalmente, como confirmación definitiva en el orden
fi
losófico-teológico de la necesidad de la pena de muerte en la
sociedad, el P .. Emilio Silva, en sendos apéndices, expone la
doctrina de San Agustín
y de Santo Tomás. La exégesis de este
último, por-parecerme más interesante, se resefia a continuación.
Santo _To_más ·se manifiesta de manera - tan clara y decisiva
a favor de la pena de muerte .que, su opinión, al revés de la
de San Agustín,
nunca ha
sido objeto de controversia. El Doc
tor Angélico no
hace concesiones
a la fantasía
y al sentimenta
lismo de los abolicionistas. Son muchos los lugares de sus obras
en que Santo Tomás aborda de propósito o incidentalmente
el
problema de la licitud de la pena capital. En la Su=• Theolo
gica
dedica una cuestión con ocho artículos a dilucidar los di
vetsos aspectos que presenta el homicidio. Pregunta, previa
mente, si setá pecado matar
á cualquier ser viviente, planta o
animal. En la
. respuesta
formula el Santo
Doctor un
principio
general: «Nadie delinque por el hecho de valerse de una cosa
para el fin para el cual está destinada. En
el orden de los se
res, el que es menos perfecto debe servir a aquel que es más
petfecto;
y, así, las plantas existen en general para los anima
les y éstos para el hombre que, de ellos, dándoles la muerte,
se puede servir. Síguese de aquí que ni
la muerte de las plan
tas, ni la muerte de los
animales es
ilícita para el hombre»
(S.
Th., 2.2., q. 64, art. 2). Partiendo de este principio abor
da directamente
y con audacia la demostración de su tesis: la
muerte de los malhechores no sólo es lícita, sino necesaria,
cuando son perniciosos
y peligrosos para la sociedad. Efectiva
mente, el hombre respecto a
la sociedad es como la parte res
pecto al todo,
. y como tal parte es imperfecto en relación con
la sociedad. El individuo en la. sociedad está ordenado al bien
de ésta,
y deberá ser sacrificado a ella si fuera necesario. Por
tanto, cuando algunas personas son como una peste, petnicio
sas para otras, su vida es un grave-abstáculo para el bien co
mún, el cual
requiere como
primera condición el orden
y la
concordia social, siendo entonces necesario eliminarlas de la
convivencia en la comunidad. La argumentación de Santo Tomás a
favor de
la pena de
muerte gira siempre en torno al bien común de la sociedad,
como causa suficiente que puede justificar aquella pena capital.
224
Fundaci\363n Speiro
INFORMACION BIBUOGRAFICA
El bien común debe prevalecer sobre el particular en caso de
conflicto
entre ellos.
Por tanto, es bueno quitar la vida a aque
llos hombres que, en gran
extremo, son
perniciosos para la
conservación y buen orden
de la comunidad. En todos los ar
gumentos tomistas subyace la ejemplaridad de la pena como
elemento decisivo de defensa social. Dos condiciones exige Santo Tomás para que sea lícita
la
aplicación de la pena capital: que sea impuesta por autoridad
pública y que su motivación no sea nunca el odio o la vengan
za. Expuesta y probada su tesis, el mismo Santo Doctor refu
ta las objeciones que pueden oponerse,. por· ejemplo:
a) La
pena capital implica devolver mal por bien, contra la enseñan
za de San Pablo en su carta a
los romanos, 12.17. Si un ciu
dadano particular en venganza mata a.
otro, devuelve
mal por
mal y esto es
h que condena· el Apóstol. Pero si el juez, se
gún exigencias de
la justicia, manda ahorcar a un ladrón por
homicidio,
no le devuelve mal por mal, sino al revés, bien
por mal
(In Ep. ad Rom. XII, 1.3). b) Sólo a Dios pertenece
el castigo del malhechor. La autoridad pública que castiga con
la pena de muerte usurpa la autoridad de Dios. Quien ejerce
el poder de castigar a los
mal'os, dentro
de su jurisdicción, no
usurpa para sí lo que es de Dios, sino que utiliza el poder que
El mismo le dio, ya que, como afirma el Ap6stol, el Príncipe
está constituido por divina ordenación para castigo d~ los ma
los. e) El hombre,· mientras está en el mundo, puede tornarse
mejor. Por tanto, no puede imponérsele la pena de muerte, ya
que sele arrebataría esa oportunidad. Esta objeción, tan re
petida hoy por los partidarios de la escuela correcionalista, fue
prevista y refutada por Santo Tomás de
la siguiente manera:
«Evitar
el. peligro
que amenaza a la sociedad con su vida es
un
bien mayor
y más· seguro que el bien que de su enmienda
cabe esperar»
(C. gentiles III, c. 146, y S. Th. 2.2, q. 64,
art. 2 ad 2). Decía Arist6teles que cuando
el hombre. está desprovisto
de virtud, es
el más salvaje de los animales (Polltica, lib. 1,
cap. 2). Y Donoso Cortés hace un comentario, que tiene al
guna relación con esa afirmación de Aristóteles: «Señores: no
hay más que dos represiones posibles, una_ interior y otra exte
rior: la religión y la política; y son de tal naturaleza que, cuan-.
do
el termómetro religioso está alto, el termómetro de la re
presión política está bajo; y cuando
el termómetro religioso
está· bajo, el termómetro político,
la represión política. la tira
nía está alta. Es una ley de la Humanidad, es una
l~y de
la
225
Fundaci\363n Speiro
JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
Historia». El poder coercitivo de la autoridad se halla en. pro
porción inversa al ejercicio de la virtud en los ciudadanos.
.
Como
conclusión de su estudio, el P. Emilio Silva recuer
da unas palabras de
Juan de
Lugo, el gran teólogo español del
siglo
XVI: Es absolutamente cierto y de e,cperiencia que la paz
y el orden de los pueblos se sustenta y gira sobre dos ejes:
el
premio
y el castigo. Sin ellos prevalecetian los criminales y no
podrían vivir los hombres honrados, tazón por la cual bien
po
dría decirse que .la pena capital justamente aplicada es de De
recho Natural.
JULIÁN GIL DE SAGREDO.
Narciso Juanola Soler: ATENEA (Fn.osoFiA PARA TERCER
CURSO DE BACHILLERATO) (*),
He aquí un texto de Filosofia para nuestros estudiantes de
Bachillerato diferente de cuanto existe hoy en el mercado es
pañol. Ante todo se trata de un libro
realizado por
un solo autor.
Los textos de Bachillerato actuales están realizados, generalmente,
por tres autores, pero no en colalt>oración sino en superposición.
Ello obedece a dos razones igualmente inaceptables: reparúrse
el
trabajo -los
capítulos o
partes de la materia- para poder
realizarlo con rapidez: el «adelantarse» con un texto hecho cuan
do se ha producido uno de los frecuentes cambios de programa es
fundamental para colocarlo en Centros de Enseñanza; este
mismo
reparto,
por otro lado, contribuye a la difusión del libro puesto
·
que
suele tratarse de catedráticos de Instituto que prescriben
ese texto en su cátedra
y en su zona de influencia, con lo que
ésta se multiplica por tres. Es lógico suponer que tal sistema establece, por lo común,
una incoordinación entre las partes del libro, una disparidad
-y
aun contrariedad- de criterios y de estilo· que perjndican gra
vemente la unidad y la eficacia de la obra. El libro que tenemos
ante nosotros es fruto de una sola mente y se revela como algo
profundamente pensado y elaborado, .bien distante de esa -preci pitación e improvisación tan habituales.
Otras características, mlly en consonancia con el ambiente
espiritual en que vivimos, señalan a los textos de Filosofia que
hoy ofrece el mercado. Una es su designio neutralista, «plura lista», liberal, por cuya virtud exponen teorías, corrientes, auto
res, pero S.in ap'ortar criterios ·de discernimiento entre ellos ni
(*) Edit. Dossat, Madrid, 1986, 308 págs.
226
Fundaci\363n Speiro
Mons. Dr. Emilio Silva: PENA DE MORTE, JA (*).
Se trata de una obra de .carácter apologético de la pena ·ca
pital
escrita
por Mons. Dr. Emilio Silva de Castro, Decano de la
Facultad de Derecho de la Universidad «Gama Filho», de
Río
de
Janeiro, y editada en la misma ciudad en 1986 por
Revista
Continente,
Editorial Ltda. Aunque existe una traducción espa
ñola de este estudio, me he guiado
para hacer esta recensión por
su original en
portugués. ·
Si
el mérito de un libro se pudiera medir
a .priori por los tí
tulos académicos de su autor, Pena de morte, ¡a, sería altamente
celebrada, ya que Mons. Dr. Emilio Silva de Castro reúne los
siguientes: Catedrático de la Universidad de Estado de Guana
bara; Catedrático de PUC de Río de Janeiro; Miembro del Ins tituto de Cultura Hispánica; Profesor del Instituto Superior de
Derecho Canónico de
Río de
Janeiro; Miembro fundador de la
«Sociedad Brasileña de filósofos católicos; Profesor Visitador de
la Universidad Autónoma de Guadalajara, de Méjico; Presiden te de la sociedad
Fuerza Renovadora, de Río de Janeüo; Presi
dente
de IBEC (Ibero-Brasileña de Estudios y Cooperación); Vice
Presidente de la Academia
Brasileña de Ciencias Morales
y Polí
ticas; Comendador de la Orden de Isabel la Católica, etc. Si el mérito del libro correspondiera a los elogios de sus
crí
ticos, sus panegiristas serían Italo Galli, su prologuista, cuan
do
afirma que
el autor
«afronta el
problema de la pena capital
con tal
profundidad y erudición, que deshace todos los equívo
cos que inducen a perplejidad a las personas más esclarecidas,
respondiendo con seguridad a las sibilinas objeciones, .que en
úl
timo análisis son de carácter sentimental». El R. P. Bernardo
Monseguú, en la traducción española que prologa, escribe: «El trabajo está desarrollado con una erudición pasmosa, con un ra
zonamiento sólido y lógico, iluminado todo por la luz de la fe
y movido por la preocupación de mantener la
paz y
la armonía
en la comunidad humana». Los elogios se prodigan ampliamente
a través de los diversos especialistas que han analizado
el estu
dio de Mons. Dr. Emilio Silva de Castro y a través, asimismo,
de
la crítica, tal vez menos profunda, de los periodistas que han
comentado la obra. «El P. Emilio
Silva, son
palabras de Austre-
(*) Río de Janeiro, «Revista Continente Editorial, Lda.», 1986.
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gesilo de Athayde, en Jornal do Commercio, de 19 de agosto
de 1986, es una eminente
figura del
magisterio universitario ...
,
benemérito
fil6sofo, historiador, jurista, que presenta la pena
capital como una exigencia de millones de brasileños, que lloran
a las víctimas de la impunidad». «El autor, uno de los más sa
bios eruditos cat6licos, defiende de manera irrefutable la teoría de la proporción entre el delito y la sanci6n y la incuestionable
licitud dela pena de muerte»
(Folha do S. Paulo, 8 de noviembre
de 1986). «El autor de
Pena de muerte,.ya, es, ante todo y por
encima de todo, un Padre a la
antigua, amigo
incondicional de
la verdad y de la justicia. En un mundo como
el de hoy, en el
que suceden, sobre todo en los grandes centros urbanos, los más
pavorosos y hediendos crímenes contra
la vida indefensa de los
hombres, es muy conveniente
la publicaci6n de un libro como
éste, de apasionante lectura y de sólida investigación» (Oliveiros
Litrento,
Jornal do Commercio, 2 de noviembre de 1986).
Podrían multiplicarse
los elogios vertidos por los críticos a
favor de esta obra. Pero como el mérito de la misma no depen
de tanto del nombre de su autor ni de los juicios emitidos sobre
el libro, cuanto de su contenido. y de su forma de expresi6n, va
mos a reseñar los puntos más interesantes que nos ha sugerido
su lectura. Sobresale, en primer lugar, una claridad meridiana tanto en
el desarrollo de las ideas como en
el orden y disposici6n de las
materias que trata. Dos partes riene el libro: «Abolicionistas»
y
«Apologistas de la pena de muerte», y sobre esos dos ejes gira
la tesis que presenta la obra: defensa. de la necesidad de la pena
de muerte y refutación de todos los argumentos que se oponen
a la misma.
La defensa de la nécesidad de la pena de muerte se basa en
el consenso universal ( cap. 1 ); en la ley divina según consta en
el Antiguo y en el Nuevo Testamento (caps. 2 y 3); en el ma
gisterio de la Iglesia
y en la ciencia de Ios teólogos ( cap. 4 ); en
la autoridad de hombres insignes
(cap. 5); en
la
razón, que
exige
la restauración del orden jurídico violado (cap. 6 ),
y en la se
guridad social
y el temor como medio elicacísimo contra la de-
lincuencia (cap. 7).
•
Seguidamente,
el P. Emilio Silva refuta todos los argumen
tos que se esgrimen contra
la pena de muerte, argumentos que
tienen como principio la negación del origen divino del Derecho
y su secularización. Tales argumentos, basados todos ellos en un
sentimentalismo divorciado de la razón, pregonan
afirmaciones
tao
peregrinas como «la pena de muerte induce al crimen», «la
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pena de muerte es una vergüenza», «la causa del crimen es la
violencia», «matar a otros es una barbarie», «condenar a muerte
es usurpar un derecho divino», «ofende la sensibilidad humana»,
«cabe el error judicial irreparable», etc. Y, finalmente, como confirmación definitiva en el orden
fi
losófico-teológico de la necesidad de la pena de muerte en la
sociedad, el P .. Emilio Silva, en sendos apéndices, expone la
doctrina de San Agustín
y de Santo Tomás. La exégesis de este
último, por-parecerme más interesante, se resefia a continuación.
Santo _To_más ·se manifiesta de manera - tan clara y decisiva
a favor de la pena de muerte .que, su opinión, al revés de la
de San Agustín,
nunca ha
sido objeto de controversia. El Doc
tor Angélico no
hace concesiones
a la fantasía
y al sentimenta
lismo de los abolicionistas. Son muchos los lugares de sus obras
en que Santo Tomás aborda de propósito o incidentalmente
el
problema de la licitud de la pena capital. En la Su=• Theolo
gica
dedica una cuestión con ocho artículos a dilucidar los di
vetsos aspectos que presenta el homicidio. Pregunta, previa
mente, si setá pecado matar
á cualquier ser viviente, planta o
animal. En la
. respuesta
formula el Santo
Doctor un
principio
general: «Nadie delinque por el hecho de valerse de una cosa
para el fin para el cual está destinada. En
el orden de los se
res, el que es menos perfecto debe servir a aquel que es más
petfecto;
y, así, las plantas existen en general para los anima
les y éstos para el hombre que, de ellos, dándoles la muerte,
se puede servir. Síguese de aquí que ni
la muerte de las plan
tas, ni la muerte de los
animales es
ilícita para el hombre»
(S.
Th., 2.2., q. 64, art. 2). Partiendo de este principio abor
da directamente
y con audacia la demostración de su tesis: la
muerte de los malhechores no sólo es lícita, sino necesaria,
cuando son perniciosos
y peligrosos para la sociedad. Efectiva
mente, el hombre respecto a
la sociedad es como la parte res
pecto al todo,
. y como tal parte es imperfecto en relación con
la sociedad. El individuo en la. sociedad está ordenado al bien
de ésta,
y deberá ser sacrificado a ella si fuera necesario. Por
tanto, cuando algunas personas son como una peste, petnicio
sas para otras, su vida es un grave-abstáculo para el bien co
mún, el cual
requiere como
primera condición el orden
y la
concordia social, siendo entonces necesario eliminarlas de la
convivencia en la comunidad. La argumentación de Santo Tomás a
favor de
la pena de
muerte gira siempre en torno al bien común de la sociedad,
como causa suficiente que puede justificar aquella pena capital.
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El bien común debe prevalecer sobre el particular en caso de
conflicto
entre ellos.
Por tanto, es bueno quitar la vida a aque
llos hombres que, en gran
extremo, son
perniciosos para la
conservación y buen orden
de la comunidad. En todos los ar
gumentos tomistas subyace la ejemplaridad de la pena como
elemento decisivo de defensa social. Dos condiciones exige Santo Tomás para que sea lícita
la
aplicación de la pena capital: que sea impuesta por autoridad
pública y que su motivación no sea nunca el odio o la vengan
za. Expuesta y probada su tesis, el mismo Santo Doctor refu
ta las objeciones que pueden oponerse,. por· ejemplo:
a) La
pena capital implica devolver mal por bien, contra la enseñan
za de San Pablo en su carta a
los romanos, 12.17. Si un ciu
dadano particular en venganza mata a.
otro, devuelve
mal por
mal y esto es
h que condena· el Apóstol. Pero si el juez, se
gún exigencias de
la justicia, manda ahorcar a un ladrón por
homicidio,
no le devuelve mal por mal, sino al revés, bien
por mal
(In Ep. ad Rom. XII, 1.3). b) Sólo a Dios pertenece
el castigo del malhechor. La autoridad pública que castiga con
la pena de muerte usurpa la autoridad de Dios. Quien ejerce
el poder de castigar a los
mal'os, dentro
de su jurisdicción, no
usurpa para sí lo que es de Dios, sino que utiliza el poder que
El mismo le dio, ya que, como afirma el Ap6stol, el Príncipe
está constituido por divina ordenación para castigo d~ los ma
los. e) El hombre,· mientras está en el mundo, puede tornarse
mejor. Por tanto, no puede imponérsele la pena de muerte, ya
que sele arrebataría esa oportunidad. Esta objeción, tan re
petida hoy por los partidarios de la escuela correcionalista, fue
prevista y refutada por Santo Tomás de
la siguiente manera:
«Evitar
el. peligro
que amenaza a la sociedad con su vida es
un
bien mayor
y más· seguro que el bien que de su enmienda
cabe esperar»
(C. gentiles III, c. 146, y S. Th. 2.2, q. 64,
art. 2 ad 2). Decía Arist6teles que cuando
el hombre. está desprovisto
de virtud, es
el más salvaje de los animales (Polltica, lib. 1,
cap. 2). Y Donoso Cortés hace un comentario, que tiene al
guna relación con esa afirmación de Aristóteles: «Señores: no
hay más que dos represiones posibles, una_ interior y otra exte
rior: la religión y la política; y son de tal naturaleza que, cuan-.
do
el termómetro religioso está alto, el termómetro de la re
presión política está bajo; y cuando
el termómetro religioso
está· bajo, el termómetro político,
la represión política. la tira
nía está alta. Es una ley de la Humanidad, es una
l~y de
la
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JNFORMACION BIBLIOGRAFICA
Historia». El poder coercitivo de la autoridad se halla en. pro
porción inversa al ejercicio de la virtud en los ciudadanos.
.
Como
conclusión de su estudio, el P. Emilio Silva recuer
da unas palabras de
Juan de
Lugo, el gran teólogo español del
siglo
XVI: Es absolutamente cierto y de e,cperiencia que la paz
y el orden de los pueblos se sustenta y gira sobre dos ejes:
el
premio
y el castigo. Sin ellos prevalecetian los criminales y no
podrían vivir los hombres honrados, tazón por la cual bien
po
dría decirse que .la pena capital justamente aplicada es de De
recho Natural.
JULIÁN GIL DE SAGREDO.
Narciso Juanola Soler: ATENEA (Fn.osoFiA PARA TERCER
CURSO DE BACHILLERATO) (*),
He aquí un texto de Filosofia para nuestros estudiantes de
Bachillerato diferente de cuanto existe hoy en el mercado es
pañol. Ante todo se trata de un libro
realizado por
un solo autor.
Los textos de Bachillerato actuales están realizados, generalmente,
por tres autores, pero no en colalt>oración sino en superposición.
Ello obedece a dos razones igualmente inaceptables: reparúrse
el
trabajo -los
capítulos o
partes de la materia- para poder
realizarlo con rapidez: el «adelantarse» con un texto hecho cuan
do se ha producido uno de los frecuentes cambios de programa es
fundamental para colocarlo en Centros de Enseñanza; este
mismo
reparto,
por otro lado, contribuye a la difusión del libro puesto
·
que
suele tratarse de catedráticos de Instituto que prescriben
ese texto en su cátedra
y en su zona de influencia, con lo que
ésta se multiplica por tres. Es lógico suponer que tal sistema establece, por lo común,
una incoordinación entre las partes del libro, una disparidad
-y
aun contrariedad- de criterios y de estilo· que perjndican gra
vemente la unidad y la eficacia de la obra. El libro que tenemos
ante nosotros es fruto de una sola mente y se revela como algo
profundamente pensado y elaborado, .bien distante de esa -preci pitación e improvisación tan habituales.
Otras características, mlly en consonancia con el ambiente
espiritual en que vivimos, señalan a los textos de Filosofia que
hoy ofrece el mercado. Una es su designio neutralista, «plura lista», liberal, por cuya virtud exponen teorías, corrientes, auto
res, pero S.in ap'ortar criterios ·de discernimiento entre ellos ni
(*) Edit. Dossat, Madrid, 1986, 308 págs.
226
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