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Número 319-320

Serie XXXII

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La «leyenda negra»

LA "LEYENDA NEGRA"
POR
JEAN DuMON't (•)
Es un hecho conocido. Desde hace casi quinientos años, España
es el negro chivo apestoso, el negro demonio con horc6n, en las
pesadillas de la humanidad. Desde los años de 1500, se decidió
que España no podía ser presentada de otra forma que vestida
de esta doble
negrura, de esa misma negrura que el hábito del
verdugo. Esta decisión anónima y general, esta presentación obli­
gatoria,
es lo que han llamado aquí, en España, como defensa,
la «leyenda negra».
Fuente impura.
¡Oh! por supuesto, cada uno sabe como ha nacido esa leyenda,
cuál fue su fuente impura.
No se podía haber fundado en la ex­
pulsión de los judíos por Isabel la Católica en 1492, puesto que
parecida expulsión había tenido lugar en Inglaterra desde 1290,
en Ftancia desde 1306
y en Alemania en 1348. No se podía haber
fundado en la cteación de la Inquisición española en 1480,
puesto
que esta Inquisición había tomado como modelo la primera In"
quisición, francesa, de 1233, y pronto había tenido equivalentes
en las inquisiciones o corte represivas que florecieron en todos
los países reformados y en Roma, al igual que en Francia. No, la
fuente de la leyenda negra, fue, por supuesto, la única proeza pro­
piamente española: el descubrimiento y la conquista de América.
(*) Historiador e hispanista.
Verbo, núm. 319-320 (1993), 1181-1192 1181
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JEAN DUMONT
Buen motivo de envidia. Al mismo tiempo que garantía de
éxito en la difamación, puestd que resultaba imposible la compro­
bación de
la verdad in situ, dada la lejanía. La llama de esta difa­
mación tenia que encontrarse atizada por una fuente de envidias,
bien pronto complementaria:
los recursos financieros que venían
de América permitían a una España muy poco poblada ( 1/3 de
Francia) y relativamente pobre,. mantener en Europa un poder
militar y político
dominaBte. Poco importaba que ese poder fuese
también una consecuencia del
ánimo, la organización y la técnica,
y. fuese puesto al servicio de toda Europa en la. defensa contra la
ofensiva turca
-por. ejemplo en Lepanto--; lo irritante era que
dominaba a
los otros aspirantes al dominio de Europa, especial­
mente. a Francia y las potencias protestantes.
Para estas últimas,
Inglaterra y Holanda, muy pronto presentes en
el mar, lo más
irritante era que España fuera el muro de contención de la expan·
sión mundial de la Reforma.
En la guerra psicológica puesta
al servicio de las ambiciones
antiespañolas, la leyenda negra significó en
fin, más tarde, una
preciosa ventaja
psicO'analítica: transferir a otro las propias igno­
minias coloniales
-estas realizadas de modo sistemáti~· come;
tidas especialmente por los ingleses y los holandeses en América
del Norte.
. .
Un arma cínica.
En pocas palabras., y tal como lo escribe para su propia honra
el calvinista
francés Pierre Chaunu, «la leyenda negra fue el arma
cínica de una guerra psicológica». El mismo autor, dando prueba
de una notable objetividad, precisa:
«La leyenda antiespañola, en
su versión americana,
de!lenlpeña ( ... ) · el saludable papel de un
abceso de fijación. La pretendida matanza de
indios en el siglo XVI
por los españoles, encubre la verdadera matanza de la colonización
en "Frontera" del siglo
XIX (realizada por los americanos); la
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LI ,.,,LEYENDA NEGRA»_
América no ibérica y la· Europa del Norte se liberan, asi, de su
crimen, por la otra América y la otra Europa» ( 1).
A menor escala (pues las matanzas y exacciones, por su parte,
habían sido más limitadas), Francia hizo funcionar el mismo sis­
tema
de transferencia. En el siglo XVII Richelieu encargó· una serie
de panfletos
antiespaííoles al filósofo cortesano La Motte Le Vayer.
Espaíía se encontró acusada de las infidelidades , al catolicismo que
habían. sido cometidas
por la monárquía parisina, especialmente
la connivencia con el Tureo. Y si la «leyendá negra» antihispánica,
en su versión colonial, no cesó de tener en Francia una larga .di­
fusión, es porque de ese modo se «encubría» la matanza total · de
los indios de la Martinica francesa, el trabajo forzado del Congo­
Océano finalizando en ·un resultado semejante 'en, ciertos negros,
y las
experiencias' humanas mortíferas padecidas por orientales pór
iniciativa del profesor Yersin del Instituto Pasteur de Hanoi (2).
Tanto
en IBtramar como al norte de los Pirineos, por consi­
guiente, el sistema funcionó a
la perfección. Nosotros, los france­
ses,
estamos convencidos de que, si los españoles son abominables
verdugos, en cambio, nuestra auténtica imagen propia
es la de la
Libertad iluminando al mundo. Y así,
un eminente universitario
americano, amigo personal desde
hace medio siglo; me decía con
absoluta
tranquilidad, que si · no hay indios en la Georgia de los
Estados Unidos, es porque nunca.los hubo en ese territorio. (Sin
embargo, los archivos de los misioneros espaííoles .demuestran que
en el siglo XVII, toda Georgia estaba superpoblada por los indios;
hasta el último fue asesinado
por ,los Yankees).
Imputaciones burdas.
Perfecto, se
dirá. Pero con la desaparición de la dominación
española en el siglo
XIX y el desarrollo, tanto de los estudios
(1) «La Iégende noire antihispanique», Revue de psycholog'ie des peuples,
tomo XIX, 1964, pág. 2n.
(2) Hecho Utilizado ·por los-Sbogados aleinaneS durallte el «pro~so de
Nurémberg», para la défensa del 'D" Karl Brandt. , · · .
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universitarios como de los medios generales de información, la
situación, a pesar de todo, debería de haberse
regularizado y apare­
= la verdad. Habiendo terminado la guerra psicológica, el sistema
de transferencia· que se había buscado, también debería de haberse
encontrado privado de alimento. ¡Pues bien! ¡En absoluto!
· · . Nunca las imputaciones fospiradas por la «leyenda negra» han
sido más burdas. Incluso entre los universitarios, los intelectuales
o los religiosos, teóricamente bien informados.
En Francia, la obra
Histoire de l'Eglise par elle-meme, 1978, dirigida por el padre
Loew, afirma que los colonizadores españoles impusieron a los
indios «una esclavitud mantenida con dureza». Y en la
Histoire
vécue du peuple chrétien (1979), dirigida por Jean Delumeau,
profesor en el Colegio de Francia, se precisa que esta «ley de es­
clavitud despojaba a los indios de sus tierras y de su libertad». Y
eso. a pesar de que todos los especialistas, tras Silvio Zavala, saben
que la esclavitud
.de los indios, salvo excepciones limitadísimas y
rápidamente prohibidas, jamás se practicó
por los españoles en el
continente americano.
Así como que los indios permanecieron con
la propiedad de sus tierras, tanto individualmente
como colectiva­
mente, bajo
la firme protección de la justicia real.
Por su parte, un profesor de la universidad de Toulouse, Geor­
ges Baudot, en la obra
Utdpie et histoire au Mexique (1977), es­
cribe. que la enseñanza del español desde el siglo XVI fue «obliga­
toria para los .niños indígenas», imponiéndose de ese modo el
desarraigo cultural de los indios. Y eso a pesar de que los espe­
cialistas, en una obra publicada en Méjico, Métodos y resultados
de la pol!tica indigenista en Mé¡ico ( 1954 ), hayan observado: «En
el siglo XVI la enseñanza general del castellano no tiene carácter
legal obligatorio, ni tiende a una sustitución forzosa de las antiguas
lenguas
indígenas».
Un desafortunado plumífero.
Las cosas llegaron a tales extremos en Francia que un plumí­
fero demócrata-cristiano, sumamente representativo de la opinión
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LA «LEYENDA NEGRA»
intelectual corriente, Stanislas Fumet, pudo escribir en 1972, en
una biografía del saoto peruaoo de la post-conquista, Martín de
Porres, frases
dignas de la peor «leyenda negra» del siglo XVI:
«Ninguna autoridad superior protegía a la pobre raza (indígena) a
la que
se diezmaba con matanzas y con la esclavitud. Y que no
podía ofrecer
más que una resistencia mediocre a esta inundación
de malos cristiaoos en un solar ofrecido a Dios
y que, de hecho,
se entregaba al diablo» (3 ).
El desdichado plumífero ignora que en aquel entonces el ar­
zobispo de Lima no era otro que saoto Toribio, insigne compañero
y protector de
los indios, hasta despojarse de todo por ellos. Y
que
el mismo sao Martín de Porres, no era más que uno de los.
seis saotos del «siglo religioso» peruaoo, modelo de Cristiaodad
( cuatro de estos santos eran seglares). Y en fin, que las vocaciones
sacerdotales eran tan numerosas en este pals «entregado al diablo»
que Lima llegó a tener 300 sacerdotes excedentes, en sentido
es­
tricto extra-vagantes ( vacando fuera).
Las Casas, un prototipo ideológico.
¿ Cómo ha sido posible todo eso? Ha sido posible porque la
«leyenda negra» aoti-hispánica,
-de hecho, tuvo una causa mucho
más profunda que la «guerra psicológica» que caracterizó sus orí­
genes. Esta causa ha sido que
España tuvo la desgracia de parir
en el siglo
XVI el prototipo de la ideología que denunciará cada
vez con más claridad al Estado católico y a continuación al cato­
licismo, como agresor de
la humanidad. Este prototipo es Las Ca­
sas que, si bien con una gran fuerza propagandista, aún no pre­
sentaba más que una ideología aoticolonizadora, aotiimperial, aoti­
militar, anticapitalista, relativista, ecologista y libertaria, respecto
de las religiones aut6ctonas, de
los sacrificios humaoos y de los
«señores naturales» indígenas, es decir los peores opresores. Todo
(3) Texto publicado por las Editions S.0.S., del Secours Catholique.
Aquí págs. 38 y 39.
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ello mientras · se proclamaba vigorosamente cristiano, incluso su­
percristiano.
Pero
el observador atento no puede equivocatse: el objetivo
de Las Casas es ideol6gico y subversivo, no religioso. Lo ha ob­
servado en 1985
la muy lascasiana profesora de la Sorbona, Ma­
riánne Mahn-Lot: «El carisma personal de Las Casas era menos
el de
un misionero preocupado por la salvaci6n de las almas, que
el de un hombre apasionado por la justicia temporal» ( 4) ; y del
modo que él la veía, con frecuencia err6neamente.
Así, pues, es Las Casas
el que va a dat todo su poder a la «le­
yenda negra», tanto
por medio de su obra Brevísima relaci6n de
la destrucción de las Indias
de 1552 como con el resto de sus obras,
denuncia
encarnizada de la colonizaci6n y de la evangelli:aci6n es­
pañolas, tanto más peligroso por cuanto su autor es un religioso
español. Denuncia que
lels enemigos de España se apresuratán a difun­
dir en innumerables publicaciones muy pronto ilustradas. Las ilus­
traciones, fabricadas por encargo en las orillas del
Rin, muestran
casas con fachadas
n6rdicas donde jamás las hubo. Pero gracias al
talento del grabador de Bry, estos falaces documentos, los únicos
existentes de la época sobre el asunto, serán reproducidos sin cesar,
perpetuando la «leyenda negra» por medio de la imagen, en total
monopolio. Temible
éxito de propaganda: un poco como si, refe­
rente a los años de 1939 a 1945,
s6lo dispusiéramos de las imáge­
nes encargadas
por el Dr. Goebbels.
El fruto "filosófico".
Además, la ideología de Las Casas desarrolla sus frutos. Los
cuales, de acuerdo con
la recomendaci6n del Evangelio, nos per­
mitiran juzgar con exactitud al árbol. Primer fruto: la ideología
de Las Casas va a ser aprobada
·Y rempujada por los anticristianos
«filos6ficos» del siglo
XVIII, nuevos maestros y nuevos dueños de
(4) Symposium fray Bartolomé de Las Casas, Méjico, 1985, pág. 161.
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LA «LEYENDA NEGRA»
la opinión. Tal ocurre con el francés Raynal, autor de una inmensa
Historia
filos6fica de las Indias en la que denuncia también la
«tiranía europea». Raynal gran enemigo de la fe y del clero, a
pesar
de que, o precisamente porque, había sido un sacerdote in­
digno. Este neo-Las Casas reclama en 1789 «que
no se sacia por
más tiempo de las incoherencias cristianas que repugnan a la ra­
zón». Y juzga al clero «el más cruel enemigo del Estado y de la
Nación; la más perjudicial entre las clases ociosas de la sociedad».
Otro neo-Las Casas «filosófico» fue Marmontel, secretario
perpetuo de la
Acaden¡ia. francesa en 1783 y autor de una gran
novela, Los Incas.
En ella denuncia en Américá «el Fanatismo ( es
decir, el catolicismo), rodeado de matanzas· y de ruinas, sentado
sobre pilas de muertos y paseando su mirada sobre vastas ruinas».
En la dedicatoria
de Los Incas al rey de Suecia, protector de los
«filósofos»,
Marmontel no teme precisar su intención, incluyendo
esta
cOndena muy lascasiana tanto en su forma como en el fondo:
« Vuelvo a abrir la mayor llaga que la espada de los perseguidores
haya hecho jamás
al género humano».
Como todo judío "converso'~.
Segundo fruto: la ideología de Las Casas va a mezclarse, en
las teologías de
la liberación y el conformismo ideológico general,
a otras dos ideologías judías, a su
vez anticatólicas: la de Freud y
la de Marx. Decimos «otras ideologías judías» puesto que, como
sus biógrafos (Guillén, Giménez-Fernández, O'Gorman) han afir­
mado cada vez más claramente, Las Casas era de origen «converso»
perteneciendo por su padre a los · judíos entonces recientemente
convertidos
al catolicismo. La importancia de esta judaicidad de
Las Casas ha sido subrayada por el gran historiador, también él de
origen judeo-español y profesor en Princeton, Américo Castro. A
veces equivocado pero aquí acertado. Este no dudó en manifestar
claramente sus sentimientos a este respecto en la Sorbona dentro
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IBAN DUMONT
de la Miscelánea en memoria de Jean Sarrailh (5) ( 1965), hispa­
nista que fue rector de la Universidad de París.
La denuncia de. Las Casas, señala Castro, es en sí misma una
transferencia psicoanalítica. «Las Casas se automonumentaliza»
para hallar, como
ya lo habla señalado Pérez de Tudela -prolo­
guista de la reedici6n de sus obras-, «la causa desmesurada que
pudiera encajar con su talla». Al lanzar la afirmación de que «todo
lo que es indígena es admirable y digno de respeto y todo !<,;que
es español es destestable», «se embarca en la grandiosa aventura
de darse a sí mismo una dimensión imperial». Y esto porque, como
todo judío converso, «buscaba, del mejor modo que podía, huir
del asedio
que'le imponía la sociedad cristiana», «elevándose pres­
tigiosamente sobre ella».
De ahí sus de otra forma inexplicables exageraciones cuanti­
tativas de las fechorías españolas, enormes y «falsas por todos
los
conceptos». De ahí también la complacencia realmente chocante
que muestra hacia el horror de los sacrificios humanos masivos
y
hacia los graves defectos de las sociedades indígenas. Para él, desde
lo alto de los templos aztecas de Méjico, bañados por la sangre de
decenas de miles de víctimas con el corazón arrancado, todo es
«alegre y admirable» (Historia apologética, capítulo CXXX). Es
que el único objetivo de Las Casas
es «reaccionar agresivamente
contra los españoles a
partir de la firme base indígena». Y Américo
Castro comprueba lo que Marrane Mahn Lot redescubrirá veinte
años más tarde, tal como hemos visto: «El aspecto cristiano del
problema
es relegado a un segundo plano. El problema indio no
es para Las Casas mas que un medio, una base a partir de la cual
enfrentarse con ventaja
al adversario social español».
Otro
"judaísmo con problemas".
Por .esta razón Las Casas está también próximo de otros dos
judíos cuyas ideologías anticristianas van a unir su influencia de
(5) Texto dado también en AMÉRICO CASTRO, Ceroantes y los casticis­
mos
españoles, Madrid.Barcelona, 1966, págs. 257 a 312.
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LA «LEYENDA NEGRA»
denuncia social a la de su propia ideología de ecologismo falaz.
Freud que
al llegar a Nueva York exclamará con júbilo: «¡Me abra­
zan cuando
les traigo la peste!». La peste de los complejos, de la
libido hecha normativa, más aún, de la auto-acusaci6n, en la locura
talmúdica del comentario sin fin. La peste de ese «freudismo»
que, como
ha señalado recientemente el filósofo George Steiner ( 6 ),
en el fondo, como el «lascasismo», no es más que «un judaísmo
con problemas». Como también lo es el marxismo, esta toma de
partido «automonumentalizante» y burdamente exageradora de la
sociedad, hecha
por un pequeño burgués judío viviendo en Ingla­
t=a que jamás fue verdaderamente un militante obrero. Y que,
por
el contrario, forj6 las cadenas de una mayor alienación del
«opio del pueblo», como en el fondo hace también
Las Casas en
relación a la Conquista cristiana.
Pero si el «freudismo» considerado suicidamente
como «una
gran lección» por una parte importante de la Iglesia postconciliar
no
cesa de desarrollar su influencia de «denuncia» y de «liberaci6n»
(a lo
Las Casas) en el seno del catolicismo, el derrumbamiento del
comunismo en
los países del Este ha asestado un duro golpe al
marxismo en la Iglesia. Desde entonces y al amparo del Quinto
Centenario del descubrimiento de América, la ideología de
Las
Casas es la que reaparece en primer plano. Por todas partes en
América del Sur y en
Centro-América los llamamientos a una «ce­
lebración penitencial» del Quinto Centenario (para pedir perdón
por
él) vuelven a dar algún trigo ideol6gico que moler a los agita­
dores y militantes desengañados por
el reflujo comunista.
Un complejo esencialmente europeo.
Pero la campaña no termina de prender, como lo demuestra
la documentaci6n reunida por la revista de prensa Espérance des
pauvres
publicada en Béligca. E incluso en el Mensa;e a todas las
religiosas
y religiosos de América Latina de la orientadisima a la
(6) En ·su Réelles présences, les arts du sens (París, 1990).
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JEAN DUMONT
izquierda Confederación de los religiosos latinoamericanos, a la
que Roma ha tenido que reencauzar, aparecen rectificaciones a.
la ideología de Las Casas. En el :Mensaje se lee: «Estos 500 .años
han sido un tiempo de sombras y de luces, de pecado y de gra­
cia ( ... ). Nos unimos a los innumerables laicos, religiosos, sacerdo­
tes y obispos que desde
el inicio de la evangelización hasta hoy
sacrifican su vida por defender la justa causa de
los pobres» (7).
Además de ideología «lascasiana» se muestra de nuevo como
una construcción,·un prurito, un complejo esencialmente europeos.
Como indica Monseñor· Amigo, arzobispo de Sevilla y presidente
de la Comisión episcopal para
el Quinto Centenario de la evange­
lización de América: «La actitud vergonzante con.respecto a este
Quinto Centenario
es más frecuente entre los obispos españoles
que entre los latinoamericanos. Es
como. una mala conciencia del
pasado» ( 8). Fundada siempre no en los hechos comprobables en
América, sino en la propaganda ideológica· y psicoanalítica
«lasca·
siana»
reinante en Europa, sin sufrir ahí el menor obstáculo por
el hecho de la realidad.
De Lustiger a "Justiciá y Paz".
Este reinado «lascasiano» en Europa está en todas partés. El
Cardenal Lustiger, arzobispo de París, formado en la escuela
láica
y en los seminarios franceses de los años 1950 de tan pobre apolo­
gética histórica,
es uno de sus paladines. En su Choix de Dieu
(1987, pág. 372) denuncia «a los conquistadores, que actúan a
sangre y
fuego», como si no hubiera habido, muchos, que hayan
obrado con las manos tendidas,
Así, solamente en Méjico el mismo
Cortés, Vasco de Quiroga, Rodrigo del Río.
En Pení todos los
conquistadores que hicieron a los indios .sus herederos universales.
El mismo Lustiger en la página 452 afirma que «los religiosos
lucharon, a veces hasta la muerte, contra
los príncipes españoles
(7) Texto publicado por AVISTA, Roma 22 de abril de 1991.
(8) Conferencia de prensa
dada en Nueva-York, el 16 de abril de 1991.
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LA «LEYENDA, NEGRA.'it,
por defender a los Indios». Cuando los mismos «príncipes españo­
les», empezando
por Isabel la Católica, fueron los protectores
sistemáticos y decisivos de los indígenas,
tal como no ha cesado
de demostrar el especialista americano Lewis
Hanke.
El cardenal de curia Etchegaray, anterior arzobispo ·de Marse­
lla, llega, incluso, más allá. Presidente de la Comisión pontificia
Justicia y Paz, fuente europea de las teologías de la liberación (9),
firma el 3 de noviembre de 1988 un documento delirante titulado
La Iglesia ante el racismo. En él se pretende, entre otras cosas,
que los conquistadores españoles «comenzaron
a .elaborar una teo­
ría racista para justificarse». Cuando la teoría racista en cuestión
era
la del filósofo pagano Aristóteles que vela en ciertos hombres
«inferiores en razón» «esclavos por naturaleza».-ESta teoría, reto-­
macla, no en España, sino en la universidad de París en 1510, fue
combatida desde el año siguiente por el dominico español Marías
de Paz y en las Antillas mismas por otro dominico español, Antonio
Montesinos.
Si a continuación fue evocada aquí o allá en la polé­
mica colonizadora, esta teoría jamás fue enunciada como un cuerpo
doctrinal por
los conquistadores, en un espíritu racista, ni acep­
tada por los poderes que les controlaban. Así pues es totalmente·
falso
e· injusto cargar con ella la conciencia de la Conquista espa­
ñola,
en la que, por el contrario, fue sistemáticamente prohibido
esclavizar a
los Indios como hemos visto.
Como colofón: Roma.
La misma Roma en dos de sus grandes dicasterios, la Congre­
gación para la
causa de los Santos y el Consejo para el Ecumenis­
mo, ha perdido una buena ocasión
de poner las cosas' ·en s'u' sitio
en lo que a la Evangelización de América
se refiere. Si hubiera
permitido que el proceso de beatificación de Isabel la Católica,
mny bien entablado naturalmente
y apoyado por numerosos y pres-
(9). El libró de ·G-úsTAVO GunÉRRBZ, ·Hacia una teolo~ía ·de la Íiberaci6n,
fue una ponencia leída. en Suiza ante··un · comité de ]uslidia y Paz. ,
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tigiosos prelados sudamericanos, llegase a buen término, habría
recordado lo esencial. Que desde
]as primeras instrucciones dadas
tras el descubrimiento, Isabel había
estipulado algo que es puro
cristianismo: las relaciones con los Indios debían realizarse
amoro­
samente (Instrucción del .29 de mayo de 1493 ).
Roma ha preferido «suspender» el Jueves Santo 28 de marzo
de 1991,
el proceso .de beatificación de Isabel, en una decisión
arbitraria por la que el lobby judío internacional la felicitó ense­
guida. Aun cuando esta «suspensión» pueda tener apariencia de
desaprobar la expulsión de los judíos o el establecimiento de
la
Inquisición (papal) antijudaizante, el golpe alcanza también la me­
moria de la primera evangelización americana, única proeza pro­
piamente isabelina como hemos recordado. El poder mediatizador,
finaciero y
polítj.co del lobby judío de hoy releva, de hecho, ]as
imputaciones personalísimas del judío converso Las Casas .. La le­
yenda negra se ve literalmente relanzada y como justificada. No
puede haber beatificación para la santa reina del Descubrimiento.
Está pues decidido:
las relaciones con los españoles de la Con­
quista, aún con los más puros, no pueden abrirse amorosamente.
Si hay muchas moradas en la casa del Padre, incluso para los que
han escogido a Barrabás, no las hay para estos testigos de Cristo.
España, siguiendd la incitación de practicantes
de la fiesta judía
de la Expiación,
es una ve:< más, tratada como el chivo expiatorio
de la Historia.
Hela aquí como en la fiesta judía, de nuevo expulsada hacia
el
desierto, portadora de todas las iniquidades de Israel y de los otros
pueblos.
Su consuelo.
Pero así España se ve -aproximada a Aquel que, en el Nuevo
Testamento, condenado
por semejante Sanedrín y abandonado tres
veces,
ya entonces, por miedo a la opinión, por el jefe de sus
discípulos ( cantó el gallo), lleva y quita los pecados del mundo.
¡Ojalá
pueda España, en esta aproximación, encontrar.su consuelo!
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