Índice de contenidos

Número 339-340

Serie XXXIV

Volver
  • Índice

Familia y sociedad

FAMILIA Y SOCIEDAD
PÓR
RAFAEL GAMBRA
Eugenio Vegas Latapie, nuestro !Ilaestto y entrañable amigo,
solía repetir · que son las ideas lo que mueve la historia de los
pueblos. Afirmaci6n antitética de la intetpretdci6n
marxista de
la historia según la cual
es la economía -la produtci6n y el .con­
sumo-lo que crea y mueve el pensamiento humano; y discre­
pante también de la mera historiografía de sucesos y
azares.
Refutado hoy el Materialismo Hist6rico por el desarrollo
misnio de la economía, y liberados de ese prejuicio sedicente·
mente científico,
es momento de dirigir una mirada al· pasado
remoto y apreciar c6mo
las grandes ideas -mensajes religiosos
o concepciones filos6ficas-han desattollado secularmente su
propia dialéctica histórica
·
hasta crear nna civilizaci6n en toda la
complejidad de sus aspectos culturales y
hutnanos. Jesucristo;
por caso, no predicó ninguna moral filos6fica ni se refiri6 mucho
menos a sistemas sociales o políticos. No digamos hasta
qué ex·
tremo le fueron ajenos
los dominios culturales, literarios o attís­
ticos. Sin
embargo, a través de los siglos y de innúmeras vicisi­
tudes hist6ricas,
el genio del Cristianisnib fue creando una civi­
lizaci6n que con toda propiedad puede llamarse ctistiana, con
una moral, una política, una esttuctura social y jurídica, incluso
unos estilos
artísticos· y literarios que llevan el sello de la fe que
los inspiró. Lo mismo puede decirse, ert tnáyor o tnenor medida,
de otras religiones, como
el Islam, entertdiéndolo como civiliza­
ción a partir de la predicación de Mahoma.
Y asimismo, la idea-fuerza del racionalismo o cientificismo
ha creado, en los últimos cuatro siglos, como
diré, úna cultura
llamada propiamente moderna, con
sus derivaciones congruentes
en las ramas del saber y del convivir humanos, primera
civiliza­
ción no religiosa de la historia.
Verbo, núm. 339-340 (1995), 929-934 929
Fundaci\363n Speiro

RAFAEL GAMBRA
La sociedad forjada bajo la inspiración del Cristianismo tuvo
como fundamento la familia, concebida con una profundidad re­
ligiosa y una proyección temporal que hoy nos resulta difícil
imaginar. Ciertamente la ·familia, como síntesis que es de los
impulsos
más profundos humanos (sociabilidad, afectividad, ge­
neraci6n), no fue creaci6n .del cristianismo, sino patrimonio de
todas las edades
y civilizaciones religiosas precedentes. La tradi­
ci6n judaica se asentaba
también en ella, como cumplimiento,
además, del primero de los mandamientos del Decálogo después
de los relativos a la gloria de Dios. Roma, por su parte, se ci­
ment6 también en una instituci6n familiar muy vigorosa, sacra­
lizada por los dioses tutelares del hogar. Pero el Cristianismo la
sublim6 elevando a sacramento el matrimonio, y con el ejemplo
del mismo Cristo cuya vida discurriría durante treinta
años en
familia. Los pueblos
-y la sociedad toda-no se concebían en
los siglos cristianos como una agregación de individuos,. sino de
familias. Los «vecinos» se consideraban más que como individuos
como cabezas de familia. Lo que es hoy el Registro civil de in­
dividuos era en aquella sociedad los
llamados «libros de fuegos»,
es decir, de hogares o «casas», donde se citaba simplemente al
jefe de la misma o vecino, que habitaba «con su gente». Las «or­
denanzas» que regían los antiguos municipios o comarcas se en­
caminaban, ante· todo, a preservar la continuidad de los .patrimo­
nios, que eran el habitáculo de la familia, y, generalmente, una
profesión u oficio que
se heredaba. La concepción familiar y pa­
triarcal de las sociedades se extendía hasta los propios gobernan­
tes supremos instituidos
hereditariamente en una familia (la fa­
milia real), con un poder en cierto modo sacralizado.
La sociología antropológica caracteriza a la sociedad europea
como ancestralmente patriarcal, con categorías mentales, emocio­
nales e instintivas que llegan hasta nuestra época. Quien es de­
positario de un poder respetable y superior ( el sacerdote, el Papa,
Dios) reciben
espontáneamente el título de padre. La alabanza,
tanto
como la ofensa personal o la maldici6n, se personifican
siempre en
la figura del padre o de los padres. El derecho a la
herencia paterna, la supremacía del mayor y · el respeto a la an-
930
Fundaci\363n Speiro

FAMILIA.· ·Y SOCIEDAD
cianidad son rasgos comunes a la tradición europea, al igual que
a toda sociedad originariamente
patriarcal .. La concepción patriar0
cal posee en el cristianismo un supremo origen teológico en la
visión trinitaria de Dios, donde se da la. primacía del Padre sobre
el Hijo y el Espíritu Santo en la procesión de personas.
Sin
embargo, la idea patriarcal forma parte de una concep­
ción más amplia del orden político y social que cabe llamar
comunitaria en el sentido en que la sociología moderna (Tonnies)
opone este término al de
sociedad. Según esta noción, la sociedad
radical humana es, ante todo, una comunidad, y
no sólo una
coexistencia; reconoce orígenes religiosos y naturales, y no, sim­
plemente, convencionales o pactados; posee, en fin, lazos internos
no sólo voluntario-racionales, sino emocionales y de actitud. La
percepción de la sociedad . histórica o concreta no es así en su
origen el de una convivencia juridic;a, ni siquiera se define por el
sentimiento de interdependencia
ó solidaridad entre sus miem­
bros, sino que se acompaña de la creencia en que el grupo trans­
mite un cierto valor sagrado, y del sentimiento
de fe y venera­
ción hacia uno$ orígenes sagrado~ más o menos oscuramente vi­
vidos.
En tanto una sociedad puede caracterizarse como comunidad,
forma una
sociedad de deberes, con un nexo de naturaleza dis­
tinta de la sociedad de derechos, que nace del contrato y de una
finalidad consciente. La obediencia política, arraigada en
la vin­
culación familiar -paternal y filial-adquiere en ella un sen­
tido radical, indiscutido, que no posee en régimen contractual o
constituido. En éste el deber sigue siempre a
un derecho indivi­
dual
y se defiene por razón del respeto debido a ese previo de­
recho. En una sociedad de deberes el carácter consecutivo que el
deber tiene respecto al derecho ha
de hallarse en la inserción en
ella de un orden sobrenatural que posee el previo derecho a ser
respetado, esto es,
la aceptación comunitaria de unos derechos
de Dios que determinan deberes radicales en
el hombre y en la
sociedad. La civilización
llamada moderna sostiene una concepción en­
teramente individualista y contractual de la sociedad y del dere-
931
Fundaci\363n Speiro

RAFAEL GAMBRA
cho. Posee antecedentes remotos en el nominalismo, en el car­
tesianismo y en la Ilustración, pero su eclosión histórica se da
en
la Revolución francesa, y su expansión en el napoleonismo.
Su acta fundacional
se encuentra en la Convenció~ y la Asamblea
Constituyente donde
se escenifica la ficción teorética del contrato
social: la fundación de una nueva sociedad racional y contractual
que se da a sí misma una Constitución, origen supuesto de todo
poder y derecho. Para la nueva sociedad contractual no existirán
más realidades sujetos de derecho que el individuo y el Estado;
uno
y otro se acoplan en la Voluntad General. Lo demás serán
«poderes fácticos», que pueden tolerarse hasta su extinción. En
tales realidades fácticas se incluyen eminentemente la familia
y
la Iglesia.
La Revolución, individualista primero y socialista después
-laicista siempre--, dirigió sus ataques desde sus mismos oríge­
nes contra la Iglesia y la familia, una y otra sus grandes compe­
tidoras en la educación · del hombre· ( o «ciudadano»). Si compa­
ramos
la sociedad meramente convivente o contractual de la
Revolución con la comunitaria tradicional de bases sacrales, cabe
afirmar que todo lo que en la sociedad
se da de confiante, ge­
neroso e insustituible nace de los vínculos familiares o religiosos.
Los ataques a la institución familiar
(y al matrimonio monó­
gamo e indisoluble que era su base) comienzan desde la incia­
ción de la nueva ·sociedad «constitucional». Ya el Código Civil
napoleónico establece
el reparto de las herencias eliminando la
libertad de testar y todo género de vinculaciones y mayorazgos.
Las
casas troncales se disuelven de este modo y la noción de
familia no traspasa
ya los límites de una generación. tas antiguas
casas solares se convierten en nieras viviendas, :en apartamento
más tarde, y en «ciudades-dormitorio». En materia de enseñanza
se
irá imponiendo la educación estatal y obligatoria, y las con­
centraciones escolares después apartarán a los muchachos de su
medio familiar y
de su ambiente laboral.
Seguirá la legalización del matrimonio civil y la emancipa­
ción de la mujer,
la igualdad entre los hijos, la igualdad de sexos
y
el trabajo habitual de la mujer; Ya en nuestro siglo, el divorcio
932
Fundaci\363n Speiro

FAMILIA Y SOCIEDAD
vincular y la disponibilidad del propio cu la despenalización del aborto. El proceso antifamiliar o masifi­
cador se prolonga a través de
la tutela estatal de la patria potes­
tad, las planificaciones familiares,
las estetilizaciones impuestas,
la legalización de uniones extram.atrimoniales y de homosexua­
les con la posibilidad de que tales parejas adopten niños, la in­
seminación artificial,
tica libetación sexual que procura separar la función sexual de
la reproductiva, haciendo innecesaria la familia.
La mentalidad ambiental asimiló ya las reformas dimanantes
del Código napoleónico, por más que conllevaron la desvertebra­
ción y desjetarquización de la
familia,. porque para el hombre de
hoy la justicia
se identifica con la igualdad. A partir de la des­
penalización del aborto, una parte
.de la .población --sobre todo
la
católica-cuestionará. tales medidas o se opondrá a ellas, con
falta de lógica
ya que, una vez aceptada la voluntad mayoritaria
(
es decir, la democracia moderna, como ,mi.ca fuente de la ley),
resulta incongruente oponerse a cuanto esté incluido en el pro­
grama del partido más votado.
Sin embargo, de .todas las leyes atentatorias contra la familia,
la más controvertida
(y aún no implantada . en algunos países)
ha sido la
del. divorcio vinculi,r, por afectar a la esencia misma
del. matrimonio cristiano. E.s fr;,cuente ver en su indisolubilidad
una crueldad inaceptable
con quienes ·han errado en su elección
conyugal
y se veo privados de reconstruir legalmente su vida.
Manuel de Santa
Cruz cuenta una .anécdota muy significativa a
este respecto en su
Historia del Tradicionalismo Espaííol. Se trata
de una conversación de sobremesa. entre los dirigentes carlistas
y el geoeral Mola en las primeras semanas del Alzamiento
Na­
cional, cuando, antes de asumir Franco la Jefatura del Estado,
se consideraba a Mola como un posible -y deseable-- árbitro
del futuro político de España.
Mola, gran militar y patriota, había sido el verdadero orga­
nizador del Alzamiento, pero no
et;< hombre religiosamente culto.
«En el curso informal de la convetsación el general dijo que él
pasaba
por toda la política de restauración religiosa en curso,
933
Fundaci\363n Speiro

RAFAEL GAMBRA
menos por la supresión del divorcio: era, según él, una barbari­
dad que si un hombre se equivocaba en
su matrimonio tuviera
que seguir toda su vida pagando las consecuencias de ese error
sin poderlo rectificar. Y que, por lo taoto, cuando se consolidara
-el frente, él apoyaría la vigencia del divorcio. Como entonces no
había cardenales progresistas, los jefes carlistas no estaban acos­
tumbrados a oir hablar así contra principios elementales de su
concepción política y religiosa. El primero en objetar fue José M.ª
V aliente. Explicó que
muchos disgustos pasajeros, corrientes en
cualquier matrimonio,
se convertirían tal vez en una ruptura
irremediable si hubiera facilidades para divorciarse,
mientras
que, no e:xístiendo esa posibilidad, los cónyuges aguantan su dis­
gusto, se serenan, y el matrimonio puede recobrar su normalidad.
Los matrimonios. irremediablemente rotos que
no pueden· divor­
ciarse contribuyen con
su sacrificio a salvar a otros atribulados
pero salvables.
~P-ero, ¿por qué se les va a exigir un sacrificio
tan grande en
beneficio de los demás? -replicó el general. -Pues
por lo mismo que usted le pide la vida, c¡ué es cuanto tiene, al
soldadito que va a morir esta noche en Guadarrama en beneficio
de que todos sobrevivamos
-repuso Valiente. -Tiene usted
razón. Me ha convencido.: No habrá divorcio
~terminó Mola».
Casi dos siglos de constantes
ataqúes al matrimonio y

a la
fa.
milla han conducido a una progresiva extenuación de cuatito en
la sociedad exisúa
de permanente, desinteresado y sagrado ( es
decir, de lo propiamente <:omunitario)· para reemplazarlo por una
sociedad de contratos,
de intereses· y de pulsiones elementales.
Las guarderías para niños
y las residencias «de Tercera Edad»
para los ancianos son el signo
más visible de la sociedad de de­
rechos que ocupa hoy el lugar de lo que fue una sociedad de
deberes. La Declaración
· Universal de Derechos del Hombre,
por un lado, y el Decálogo por
otra, son el hontanar de esas dis­
tintas sociedades. No en balde, cuando en tiempo·s de Riego se
iniciaron en España las guerras civiles· entre realistas y liberales,
dos aclamaciones clarividentes se oponían entre sí. El Viva la
Religión, de unos, y el Viva la Constitución, de otros.
934
Fundaci\363n Speiro