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Número 339-340

Serie XXXIV

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Televisión y disolución familiar

TELEVISION Y DISOLUCION FAMILIAR
POR
JAVIER URCELAY ALONSO
El impacto de la televisión,
Cuando en 1935 se empezaron a emitir en .Alemania los pri­
meros programas
de. televisión, pocos podían imaginar el influjo
que el naciente medio de comunicación tendría al cabo de pocas
décadas.
En los países desarrollados ver televisión es la tercera activi­
dad a la que
más tiempo dedican · los adultos, tras el trabajo y el
sueño. En los hogares norteamericanos la televisión está encen­
dida un promedio de 7 horas diarias.
En España en 1989, antes
de los canales privados
y vía satélite, tenían televisión 322 de
cada mil habitantes -lo que da a más de un aparato por familia­
y el {>romedio de uso semanal eta de 21 horas. A los 16 años un
joven arquetípico habría dedicado 46.000 horas a
dormir, 22.000
a ver la televisión
y 13.000 al colegio. Según el Estudio General
de Medios llevado a cabo. en España, el 96
% de los niños de 4
a 10 años ven diariamente la televisión, el 93
% la ve más de
3 horas diarias en promedio, y para el 56 % representa la única
forma de pasar
el tiempo libre. No en vano la televisión ha sido
llamada la «niñera electrónica».
La televisión
es el más poderoso medio moderno de influencia
sobre
la persona y específicamente sobre la familia. Por la auto­
ridad que puede llegar a ejercer en
el hogar se la ha equiparado
al «tercer padre». Más propiamente sustituye de alguna manera
a
la función materna, al ocupar una posición central en la · vida
familiar, de la que
es punto de referencia obligado.
Verbo, núm. 339-340 (1995), 985-1009 985
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JAVIER URCELA Y ALONSO
La influencia sobre nuestras vidas de la televisión es objeto
de continuo debate
y controversia. Aunque hay que reconocer
que la mayor parte de las opiniones habituales al respecto tienen
poco fundamento científico y que faltan estudios empíricos con­
cluyentes para
la medición «objetiva» de esta influencia, también
lo
es que nadie se atreve a dudar de ella. Cuando se pagan millo­
nes por unos segundos de pantalla, cuando los políticos negocian
cada minuto asignado y los menores detalles de cada compare­
cencia ante las cámaras, cuando
se censuran personajes e ideas,
y cuando todo ello ocurre invariablemente en todas partes, es que
la influencia social de la televisión
es aceptada por todo el mundo
como un hecho.
En el prólogo de un extraordinario libro sobre la televisión
que citaré abundantemente (1), Joan Ferrés compara lo que
la
pequeña pantalla es para los hombres de hoy con lo que era el
tótem para las tribus primitivas: objeto de veneración
y reveren­
cia, signo de identificación individual
y colectiva, foco de las ex­
pectativas y temores sociales, dictamen último que da sentido (?)
a la realidad.
Lo que lleva
al autor a concluir que la televisión es la nueva
religión,
es decir, una nueva «manera de re-ligar al ciudadano con
el mundo, una nueva manera de relacionarlo con la realidad».
En su aspecto más elemental y perceptible, la influencia de
la televisión en los hogares empieza por condicionar tanto la or­
ganización del tiempo como la del espacio. Así, de la TV depende
en muchas familias la hora de acostarse, el sitio de comer,
la
hora de cenar, el momento de ir al baño, qué plan se hace el fin
de semana, qué
se compra y hasta el nombre de la habitación
central del hogar: «el cuarto de la tele».
Y es en este sentido, de interacción casi puramente física entre
el aparato y el espectador, como la TV puede contribuir al aisla­
miento de los miembros de la familia en sus propios mundos,
impidiendo unas auténticas relaciones interpersonales.
(1) JoAN FERRÉS: Televisión y Educación, Colección Papeles de Peda­
gogía, Ediciones Paid6s Ibérica, Batcelona, 1994.
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En muchos casos, como escribe Alejandra Vallejo-Nájera en
un pequeño libro de elocuente título sobre el tema (2),
la tele­
visión reemplaza el esfuerzo que tienen que realizar los padres
para soportar la carga familiar. Pero en el fondo todos los padres
se sienten culpables, porque con la televisión están fomentando
la falta de contacto directo entre los miembros de la familia.
Por otro lado, como afirma Juan Pablo
II en su Mensaje del
pasado mayo (3), hoy la televisión para muchas familias
es la
fuente primaria de informaciones, noticias y entretenmuentos, y
forma parte de sus actitudes y opiniones, de sus valores y mo­
delos de comportamiento.
Esta claro que la televisión ejerce una poderosa influencia
sobre
la forma de pensar de la gente, que en muchos sentidos
determina
la valoración de la realidad, y que no siempre esta
influencia
es positiva en relación a la familia.
Sin necesidad de inscribirse entre los que Umberto
Eco llamó
«apocalípticos» en un famoso libro sobre la cultura de masas (4),
no
es exagerado afirmar que, desde la perspectiva de la familia,
la «caja mágica» puede llegar a convertirse en muchos casos en
una auténtica «caja perversa». Y ello no sólo por haber servido
frecuentemente de medio en
la moderna ofensiva ideológica con­
tra la familia -que forma parte de esa «lucha contra Dios» de
la que habla Juan Pablo II en su recién publicado libro (5)-,
sino por ser uno de los factores coadyuvantes para la disolución
de la institución familiar, por mecanismos
y vericuetos más sola­
pados, que trataré de exponer eo este trabajo.
Evidentemente el primer motivo de preocupación al valorar
(2) ALEJANDRA VALLEJO·NÁJERA: Mi hijo ya no iuega, sólo ve la TV
¿Qué puedo hacer?, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1987.
(3) JuAN PABLO 11: Mensaje «Tdevisión y Familia: criterios para sa­
ber mirar», dirigido a la XXVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales, el 15 de mayo de 1994. Recogido en Carta a las Familias, Editorial
Godoy, S. A., Muttia, 1994.
(4) U. Eco: ApocaUpticos e integrados ante la cultura de masas, Bar­
celona, Lumen, 1977.
(5) JuAN PABLO 11: Cruzando el ·umbral de la esperanza, Plaza & Janés
Editores, S. A., 1994, ver pág. 11.
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JA. VIER URCELA. Y ALONSO
una posible influencia negativa de la TV, es el contenido de la
progtamación. El propio Papa lo apunta en el mismo Mensaje
ya mencionado: «La televisión puede también per¡udicar la vida
familiar: al difundir valores y modelos de comportamiento falsea­
dos y degradantes, al emitir pornografía e imágenes de brutal
violencia, al incluir el relativismo moral y el escepticismo religioso,
al difundir crónicas deformadas, informaciones manipuladas sobre
acontecimientos recientes y cuestiones actuales; al transmitir pu­
blicidad que explota y reclama los bajos instintos y exalta una
visión
falseada de la vida que obstaculiza la realización del mutuo
respeto, de
la justicia y de la paz».
En muchos casos, y el español es problablemente uno de
ellos, puede afirmarse con toda objetividad que
la TV es la punta
de lanza. del consumismo,
el hedonismo y el materialismo práctico
que caracterizan a las sociedades occidentales desarrolladas (6).
Para cada
.vez más gente, la TV constituye la fuente casi ex­
clusiva de información sobre el mundo exterior a las reducidas
fronteras del ámbito personal. Ello la convierte en un tentador
instrumento de manipulación y dirigismo ideológico.
Como explica Rafael Gómez Pérez (7), la mayoría de los
conocimientos actuales están basados en creencias. «Creemos»
que el átomo tiene un núcleo o que Colón descubrió América
porque nos
lo han dicho, aunque nunca lo hemos podido com­
probar personalmente. La mayor parte de lo que «sabemos» -y
por tanto de lo que «pensamos» y de lo que opinamos, nos ha
sido transmitido por otros, sin que hayamos podido verificarlo
experimentalmente por nosotros mismos.
Saber equivale por tanto a creer. Con el añadido, como
decía
Ortega y Gasset de que «mientras las ideas se tienen, las creen­
cias nos tienen».
Al
final son esas informaciones, conocimientos y creencias
que «nos tienen», porque nos vienen determinadas desde fuera,
(6) JORGE YARCE: Televisión y Familia, Ediciones Palabra, S. A., Ma­
drid, 1993.
(7) RAFAEL GóMEZ PÉREZ: El desafio cultural, B.A.C. Editorial Ca­
tólica, S. A., Madrid, 1993.
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en cuya divulgación la TV juega un papel central, por las que
se rige la vida social y política.
De
ahí la importancia de la televisión como poder y la pugna
por su control ideológico, convertida en instrumento privilegiado
de penetración cultural, de socialización, de transmisión de
ideo­
logías y valores, de formación de las conciencias y de colonización
cultural.
Impregnación e influencia ideológica de la TV.
Contrariamente a lo que mucha gente parece creer, la televi­
sión no
es una simple «ventana al mundo» que se restringe a mos­
trarnos cosas que pasan, tal y como son, sin ih.termediaci6n,
como si la cámara no fuera más que unas lentes neutras y trans­
parentes que
se limitaran a captar la realidad.
Esta especie de objetividad sin sesgo que tiende a concederse
a la televisión
-rontrariamente a lo que se hace en el caso de un
periódico-es una de las características más falaces y peligrosas
de la televisión, pues hace que sus transmisiones se acepten de
antemano de forma acrítica.
La pretendida objetividad de la televisión no existe, no puede
existir. Como hace
ya muchos años explicó Vladimiro Lamsdorf
en una conferencia en uno de nuestros Congresos, toda informa­
ción
es discurso, es opinión. Por objetiva que par=a, implica
una forma de pensar, y produce una forma de pensar.
En lo que a la familia
se refiere, tanto como objeto cuanto
como sujeto pasivo, la televisión ejerce una clara influencia ideo­
lógica, que determina tanto lo que los miembros de la familia
piensan como lo que
la sociedad piensa y opina sobre la familia.
En nuestro país durante las dos últimas décadas, la TV ha
sido un permanente agente al servicio de la actual conspiración
contra la familia, jugando papeles claves
, para la introducción y
aceptación social del divorcio, el aborto, las relaciones
prema­
trimoniales, y en general, todas las formas de erosión de la fa.
milia tradicional y cristiana.
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IAVIER URCELA Y ALONSO
La influencia ideológica de la televisión se ejerce mediante
una serie de mecanismos, enumerados por Joan Ferrés en su ya
citado libro, que conviene conocer para ser capaces de ver la te­
levisión con espíritu crítico, y para entender que la inoculación
ideológica va mucho
más allá que las tomas de posición abiertas
y explícitas:
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l. La selección de contenidos: la información necesariamen­
te conlleva seleccionar unos hechos y relegar otros, y
unos fragmentos de ellos dejando al margen otros.
La
selección responde a un determinado criterio, y supone,
por tanto, una toma de partido, una cierta valoración
que lleva consigo un criterio ideológico.
Por ejemplo, cuando en el telediario
se ignora una mul­
titudinaria manifestación de los Jóvenes Pro-Vida y
se
recoge con profusión una algarada vociferante de cuatro
feministas pidiendo el aborto libre.
La ideología de
la dirección del informativo se refleja
tanto en lo qne se dice como en lo que
se calla. No en
vano
el silencio constituye tantas veces la más efectiva
y discreta forma de censura.
La manipulación procede. fundamentalmente no
.de que
haya una selección de contenidos, que
es inevitable, sino
del ocultamiento sistemático de los motivos de
la selec­
ción. Más aún, como agndamente sefiala Ferrés, de la
pretensión de aparentar y hacer creer que no ha habido
selección e intermediación, lo que incrementa la cere­
monia de la confusión.
La televisión, como todo «medio», es una mediación so­
cial: hay que analizar siempre quiénes están detrás de la
pantalla y a qué intereses, criterios morales o posiciones
ideológicas sirven con los contenidos recogidos. Los
me­
dios de comunicación no reflejan el pluralismo social o
las opiniones
«de la calle», sino las de las minorías que
las controlan.
Mediante la cuidadosa selección de unos contenidos
y,
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TELEVISION Y DISOLUCION FAMILIAR
01n1s1on de otros, pueden cambiarse actitudes y opinio­
nes. Es el caso de cuestiones como el aborto,
la homo­
sexualidad,
la eutanasia... La constante repetición de
escenas, problemas, posiciones morales, etc., puede ha­
cer que los hechos presentados parezcan más frecuentes o
que cuentan
con una amplia base de apoyo. Al final la
sociedad acaba acostumbrándose y aceptándolo, obligada
a creer que una posición en contra sería retrógrada y
rá­
pidamente desbordada por la dinámica social.
Y así hemos ido dando ciudadanía, primero en la panta­
lla y luego en la realidad social, al taco, al pansexualismo,
al adulterio, al aborto
... sin darnos cuenta de que se trata
de una intoxicación artificial que nada tiene de inevita­
ble o de pura consecuencia del progreso social.
Goebbels defendió
ya en su día que «la me;or forma de
propaganda no
era la propaganda, sino noticias matiza­
das que parecieran neutrales». Y también que la mejor
forma de penetración ideológica era a través del
espec­
táculo y el entretenimiento.
Hoy, tanto
mediante las noticias como . a través de los
programas más aparentemente intranscendentes, se ma­
nifiestan y potencian una cultura, una ideología, unos
mitos, un sistema de valores y una manera, en definitiva,
de ver la vida; en nuestro caso, la característica del ma­
terialismo hedonista y consumista .. Todo ello de forma
deliberada o como reflejo de las posiciones de quienes
hoy controlan la TV.
Quien piense que este planteamiento
es volver a la caza
de brujas, que lea a Antonio Gramsci, el mayor y más
lúcido ideólogo marxista de este siglo, y sus conceptos
sobre los intelectuales orgánicos, el bloque histórico o
los mecanismos perpetuadores de la hegemonía de clase,
y su plena coincidencia con
lo que aquí estamos diciendo.
2. Junto a la selección de contenidos, la segunda forma de
manipulación, siempre
segón Joan Ferrés, la constituye
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JAVIER URCELA Y ALONSO
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el tratamiento formal de los elementos que conforman
la comunicación audiovisual: «La selección y combina­
ción de códigos expresivos constituye una operación
vo­
luntaria o inconsciente de producción de sentido. La
elección del punto de vista, la selección del angular, los
planos elegidos, la iluminación utilizada, etc., contribu­
yen a conferir a las imágenes de un valor
semántico».
Para ilustrar esta forma de manipulación es arqueúpico
el
caso de la llamada «Operación Roca», anulada por
TVE a base de incluir una y otra
vez imágenes de mítines
en las que el político
se dirigía a su auditorio en catalán.
En el caso de la ofensiva del aborto o en general contra
la familia, esta técnica sutil
sé há utilizado cientos de
veces para presentar las manifestaciones pro-vida como
si estuvieran sólo formadas por grupúsculos de monjas o
abuelitas, á base de seleccionar las tomas y buscar los
ángulos adecuados.
3.
La tercera forma de instrumentación ideológica es la crea­
ción
de estereotipos, simplificando ó deformando la rea­
lidad en base a condicionamientos· · ideológicos o de in­
tereses.
El periódico «USA Today» demostró con cifras que sólo
un 8
% de las escenas de sexo en los programas emiti­
dos durante una determinada semana en 1993 por las
cuatro grandes cadenas. nacionales de televisión en Es­
tados Unidos, tenían lugar entre miembros de un matri­
monio.
El estereotipo aquí es que amor y sexo son realidades
completamente independientes del ámbito conyugal.
4. Pero, finalmente,
es la capacidad de la televisión para
generar la realidad, la que ofrece mayores potencialida­
des para la manipulación.
El
mito de la objetividad televisiva alcanza hoy tales di­
mensiones que la televisión llega a conyertirse en auten­
tificadora de la realidad.
Sólo «existe» lo que sale de la
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TELEVISION Y DISOLUCION FAMILIAR
tele. Una reivindicación social que no consigue el rango
de noticia televisiva, no tiene relieve, no existe como tal
rcivindicación.
Lás
posibilidades de manipulación abiertas por esta vía
son casi infinitas. Así lo vemos en el ocultamiento
sis­
temático del clamor contra el aborto que significan miles
de padres que desearían adoptar a los niños que hoy
se
condenan a muerte antes de nacer, en la conspiración de
silencio en· torno a las consecuencias del divorcio en
tantos adolescentes privados del hogar familiar al que
tienen derecho, en la espesa cortina
echáda sobre los vi­
cios y depravación que hay detrás de muchas de las con­
ductas «gay» que hoy se reivindican. De nada de ello se
habla, luego nada de ello existe.
A menudo
es tal la fuerza de la televisión para levantar
acta de la realidad, que llega a crearla. Igual
que los
famosos
. inventan divorcios o noviazgos con el único pro­
pósito de aparecer en
la prensa del corazón y mantenerse
en candelero, muchos hechos a los que finalmente
se
les atribuye significación política o cultural, se producen
desde su inicio con el único fin de reflejarse en la televi­
sión, para desde ella acceder
. a millones de personas y
configurar así
la. opinión pública.
El
caso convertido en noticia hace pocos meses de un
parapléjico de La Coruña pidiendo ser sometido a euta­
nasia,
es un ejemplo reciente de cómo lo importante es
la campaña ideológica a la que los medios de comunica­
ción, y en este caso la televisión, pueden servir, y lo de
menos la tragedia de
un desdichado, llamado a pasar al
olvido una vez cumplido el
fin instrumental para el que
ha servido.
El orden de la etapas en la manipulación y
la influencia ideo­
lógica para cambiar el concepto institucional y moral de familia
está perfectamente establecido, aunque por estrategia se presen-
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I.A VIER URCEL.A Y .ALONSO
tan los distintos temas separadamente, como si no (!'lardaran re­
lación unos con otros.
Los pasos para la disoluci6n de la instituci6n familiar tradi­
cional
se repiten una y otra vez, en un país y en otros: relaciones
prematrimoniales, anticonceptivos, educaci6n sexual precoz pura­
mente fisiologista, emancipaci6n de
la mujer y de la juventud,
divorcio, igualaci6n del matrimonio con las llamadas parejas «de
heclio», horno o heterosi,xuales, igualaci6n de los hijos concebi­
dos dentro o fuera del matrimonio, co etlvcacián, escuela laica ...
La imbricación de todos estos elementos y su profunda co­
herencia interna dentro de la conspiraci6n contra la familia cris­
tiana por parte del naturalismo organizado, fue
el objeto de un
trabajo que
redacté hace años titulado «Lineas de defensa de la
familia» (8).
Sobrecoge hoy pensar lo mucho que se ha andado desde aquél
escrito, hasta
el punto que un ilustre jurista ha podido llegar a
afirmar (9): «En España
no existe polltica (por parte del Gobier­
no) de defensa de
la familia porque el legislador ni sabe ya lo
que es la familia».
En efecto, desde un punto de vista simplemente técnico-jurí­
dico, esa
es la realidad. La familia verdaderamente humana, ba­
sada en el matrimonio indisoluble, en su carácter de ámbito ex­
clusivo para la transmisión de la vida y en el derecho ·de los padres
a
la educación de sus hijos, ha sido como institución expulsada
de la legislación vigente en España.
Como el mismo referido jurista sentencia: «Eliminados del
· ordenamie11to ¡uridico la indisolubilidad del matrimonio, y la vin­
culación entre éste y los hi¡os, el matrimonio se ptt1"ece mucho
a cualquier
relación interpersonal que implique sexo y dure más
de un par de noches. En el Derecho español la familia se ha des­
dibu¡ado hasta., llegar a no existir más que como unidad contri­
buyente
al fisco».
(8) JAVIER URCBLAY: «Líneas de defensa de la familia», en el volumen
LIZ familia: Sus problemas actuales, Ed. Speiro, Madrid, 1978.
(9) BENIGNO BLANCO: «L< familia en la alegalidad», artículo en Mundo
C,i.,tiano, núm. 388-389, julio-agosto 1994.
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TELEYÍSION Y DISOLUCION FAMILIAR
A mucho de ello habrá contribuido la televisión generando
una manipulada
percepción de la realidad, presentando abusiva­
mente como normales situaciones que distan en verdad mucho
de serlo, y dando finalmente
pábulo al legislador, como procla­
maba Adolfo Suárez,
para «refle¡ar en la ley lo que ya está reco­
nocido por la calle».
La televisión es hoy así uno de los principales factores que
pueden provocar el cambio en las orientaciones de
la sociedad.
En nuestro tiempo todos esos cambios parecen dirigirse hacia el
afianzamiento de un tipo de hombre hedonista y materialista
práctico, al tiempo acrítico y con
una sensibilidad altamente so­
fisticada.
Día tras día, a través de una programación variada, dando
cabida a «todas las opiniones»
~si bien muchas veces de forma
más aparente que real, como sabemos bien-genera un trasfondo
de relativismo y amplia tolerancia que constituye en
sí mismo una
auténtica indoctrinación. En países
como España, donde existía,
y quizás exista aún,
un sentido común de contenido realista y
cristiano,
la televisión lo está modificando, precisamente mediante
la transmisión silenciosa y con toda naturalidad -<:0mo si no
hubiera en ello mediación-de actitudes, ejemplos y opiniones
relativistas y muchas
veces arreligiosas o incluso antirreligiosas.
Impacto . televisivo sobre la estrucutra psicológica.
El análisis del impacto de la televisión sobre la familia, y en
general sobre la civilización contemporánea,
va más allá del de­
rivado de sus contenidos y de la modificación de ciertos hábito.s
familiares.
Junto a ellos
es preciso aludir, siquiera brevemente, a los
profundos efectos estructurales y sobre los procesos mentales que
genera
la televisión, resultado de la relación espectador-medio,
con frecuencia de mayor transcendencia sobre la persona que la
de los contenidos que la pequeña pantalla vehicula. A este asunto
dedica Joan Ferrés las mejores páginas de su
ya mencionado libro
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IA VIER URCELA Y ALONSO
Televisi6n y Educaci6n, descubriendo toda una perspectiva inédi­
ta para muchos de
los análisis que del inedio televisivo se hacen
desde planteamientos exclusivamente sociológicos. Y es que, como
afirma N. Postman,
la televisión «no s6lo es capaz de cambiar
nuestras costumbres) sino también nuestra manera de pensar», lo
que a la larga es un factor de cambio social de mayor transcen­
dencia y calado que la legislación más o menos sectaria que pueda
.imponerse en un momento determinado.
La televisión opera sobre unos. esquemas mentales, unas ca­
pacidades cognitivas, unas estructuras perceptivas y unas sensi­
bilidades
preexistentes en el individuo. Pero al mismo tiempo que
se activan quedan modificadas por
el medio.
La televisión produce un fenómeno de hiperestimulación sen­
sorial, que lleva a una necesidad de estimulación sensitiva con­
tinua, que a su vez provoca falta de concentración y una visión
fragmentada de la realidad, que
se ha denominado «cultura mo­
saico». Mientras la cultura tradicional era lúnitada en conocimien­
tos, pero organizada, coherente, estructurada, la cultura mosaico
se caracteriza por el desorden, la dispersión
y el caos.
La televisión favorece
un tipo de conocimiento incoherente y
descentralizado.
En un informativo, por ejemplo, se pasa de la
tragedia de Ruanda a los resultados de la liga,
y segundos después
un anuncio frívolo presenta lo fácil de la felicidad, al alcance de
un perfume o un refresco. La lógica interna del propio medio te­
levisivo es el único nexo, que sustituye así la necesidad de un
saber jerarquizado
y estructurado en el que insertar las informa­
ciones nuevas.
La imagen televisiva potencia, por otra parte, el pensamiento
visual, intuitivo
y global en contra de la lectura, que estimula el
pensamiento lógico, lineal, secuencial. Por eso, ver la televisión
no requiere concentración, sino sólo apertura.
Se privilegia así
la percepción sobre la abstracción, lo sensitivo sobre lo conceptual
y, en definitiva, la implicación emotiva. Así ocurre que las res­
puestas que desencadena la televisión son más del tipo de «me
gusta -no me gusta»
que del «estoy o no estoy de acuerdo». Lo
intuitivo y lo emocional tiende a prevalecer sobre lo intelectual y
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TELEVISION Y DISOLUCION FA.MILIAR
racional, lo que da lugar a un estilo impulsivo de pensamiento
en lugar de un estilo reflexivo.
Junto a ello
la televisión potencia el sentido de inmediatez
y de dinamismo y, en definitiva, el sentido de
la impaciencia al
ofrecer una satisfacción inmediata derivada del propio significan­
te, a diferencia de
la lectura, cuya gratificación es retardada pór
provenir del significado y no de los signos del significante.
Satisfacción instantánea e hiperestimulación sensorial que la
retroalimenta. Y cuando
la experiencia no es gratificante cabe
siempre recurrir
al «zapping» para cambiar de canal. Las frustra­
ciones
se producen cuando en la vida no puede cambiarse de canal
tan fácilmente, ni
se puede acelerar, el ritmo de los acontecimien­
tos, viviendo con
la impaciencia del zapping en los ojos y en el
corazón.
De esta manera, la televisión es un catalizador del gusto del
hombre actual del cambio por el cambio y
se opone a la forja del
carácter y las virtudes,
la capacidad de entrega, sacrificio y auto­
negación que requiere tantas veces la vida familiar y la educación
de los hijos.
La paciencia y
la asunción de los propios límites, personales
e inherentes al mundo objetivo que
nos rodea, son fundamentales
para conocerse, aceptarse
y crecer personalmente. Querer estar en
todas partes al mismo tiempo
significa no estar en ninguna parte.
Querer saberlo todo
comporta acabar sin saber nada.
Otro de los aspectos
más característicos de la televisión es su
capacidad para convertirlo todo en espectáculo. Realmente
el es­
pectáculo es la esencia de la televisión, tanto seleccionando aquella
parte de la realidad que responde a esta exigencia,
como impo­
niendo un tratamiento espectacular a cualquier realidad a
la que
se aproxima. Incluso la política se convierte en espectáculo, en
el que lo importante ya no son las ideas, sino el deambular de
los políticos, convertidos en personajes de una política espectácu­
lo, en la que lo que cuenta
es la imagen y el gesto político como
recurso escénico, en la que
la propaganda ideológica ha sido sus­
tituida por la publicidad y los políticos se venden como si fueran
cereales para el desayuno.
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IA. VIER URCBLA. Y ALONSO
De esta manera, no sólo la televisión suplanta la realidad,
sino que la reduce a su aspecto formal, a lo que cada cosa tiene
de espectáculo,
lo que supone el olvido de la esencia de las cosas.
La lógica del espectáculo conlleva la trivialización de la reali­
dad para llegar a
la audiencia más numerosa posible, situando el
nivel de exigencia a la alrura
de las facultades de asimilación del
sector más limitado del público, que es la condición que ponía
Hitler a toda propaganda o comunicación de masas que quisiera
ser efectiva. Con ello, por la propia exigencia del medio televisi­
vo, el mensaje nace ya banalizado.
Joan
Ferrés recoge al respecto el comentario de un conocido
empresario de espectáculos americano que afirmaba que
«nadie
ha perdido dinero en este negocio subestimando la capacidad in­
telectual del público».
Todo trivial, todo espectáculo ... Como decía Huxley, lo más
grave no
es que nos riamos en vez de pensar, sino que ya no
sabemos ni de qué nos reímos ni por qué hemos dejado de pensar.
En el triunfo de la cultura light, sin espesor ni peso, cultura
ligera y adelgazada resultado del predominio del medio sobre el
contenido, del imperio de lo
efímero, lo que acaba vaciando tam­
bién nuestro interior. La televisión alimenta así
lo que Lamberto
Pignotti (1976) llamó
la sociedad de la supernada, del superismo,
es decir, del superlarivo
sin sustantivo, del vacío, de la falta de
sentido interno, de las sensaciones sin reflexiones, del accidente
sin sustancia. . . en la que el vacío tiende a
perpetuarse porque
la fascinación suscitada
por el propio espectáculo impide tomar
conciencia de él.
La fugacidad y superficialidad de la información, hace que la
poderosa toma de conciencia sobre determinados problemas o
situaciones actuales que
la televisión hace posible, pueda paradó­
jicamente conducir a
la insensibilización. La saturación o un me­
canismo defensivo de delegación de responsabilidades ante
la
imposibilidad conrinuada de ninguna intervención personal direc­
ta y
la irrelevancia práctica para la vida coridiana de la mayoría
de las informaciones, produce a la larga una astenia espiritual
que hace imposible todo compromiso personal real.
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TELEVISION Y DISOLUCION FAMILIAR
Del «podemos ver todo» o «nos ponen al corriente de todo»,
del
hambre de Ruanda a la guerra de Bosnia, se llega a la con:
vicci6n implícita de que «todo está controlado» y por lo tanto
de que no
hace falta actuat porque ya otros se han hecho cargo
de
la situación.
La aparente involucración que genera la televisión es, pues,
sólo de carácter emotivo, una patticipación por delegación o por
simpatía, en todo caso
más allá de la propia responsabilidad y
posibilidad de implicación real.
De modo que esa patticipación
mediada en todo, viene al final
a resultat en una alienación en todo y una no implicación perso­
nal en nada; ni en lo próximo cotidiano por
nó tener la fuerza
emocional de los grandes problemas mundiales, ni tampoco en
éstos por estat controlados y trascender nuestra posibilidad de
incidencia y responsabilidad real.
Finalmente, hay una
última dimensión del impacto de la te,,
levisión que tiene especial trascendencia, por determinat una de
las notas característias de las llamadas sociedades post industria­
les: el consumismo.
Todo en la televisión incita al consumo. Aún
más, la propia
televisión
se vive como consumo, puesto que el objetivo empre­
sarial que la anima consiste en
la obtención de beneficios de la
publicidad, a cuyo servicio
se diseña la programación, orientada
fundamentalmente a la atracción de grandes audiencias que pue­
dan ser ofrecidas a los anunciantes.
La televisión dispone al telespectador hacia el consumo, me­
diante la exaltación de las pasiones -término éste que empleo
sin maniqueísmo
alguno-y el incentivo encubierto, poder, pla­
cer, lucro... que
la publicidad ofrece como premio por pensat o
actuat de la manera propuesta, exactamente como
el · domador
graba en la conducta del delfín un salto acrobático recompensán­
dole con una sardina.
En el esquema televisivo todo es mercancía que se consume
y
es reemplazada por un nuevo objeto de consumo. Las propias
noticias se compran y se venden, se emiten y consumen con la
misma rapidez y frivolidad. Más allá de su valor intrínseco, el
999
Fundaci\363n Speiro

IAVIER 'URCELA Y ALONSO
interés de las informaciones se acaba cifrando en su novedad e
instantaneidad, sin que importe la realidad que da
origen a la
noticia. Es un reflejo .más de lo que con acierto Ferrés llama
«la sociedad Kleenex», de la cultura de usar y tirar, de la moda
que se desea,
se consume y se reemplaza sin cesar.
La infortnación
se convierte en simulacro que no busca am­
pliar el conocimiento sobre una realidad compleja, sino generar
un nuevo impacto en el universo emocional del espectador.
Entre programa
y programa, la publicidad es el hilo conductor
que liga un informativo con un cof;kcurso, una retransmisi~n de­
portiva con una telenovela, todo ello convertido en producto de
consumo.
La cultura se convierte en espectáculo, la realidad en
ficción,
el consumo en el fluido intersticial de la sociedad.
Caídas las viejas ideologías,
la religión del consumismo ocupa
todos los resquicios
con· sus nuevos rituales, de los que la tele­
visión
es el gran sacerdote y la familia, simplemente eso, la «uni­
dad de consumo».
Televisión y sentido común.
Hemos visto hasta aquí la influencia ideológica que la televi,
sión, tomando partido, ejerce conformando la opinión pública y
alguno de los mecanismos mediante los cuales se produce la ma'
nipulación desapercibida. También el impacto de la pequeña pan­
talla sobre nuestra estructura sensorial
y psicológica, y algunos
de los posibles
efectos en nuestra forma de acercarnos a la realidad
y relacionarnos con el .mundo.
Me queda, finalmente, por mencionar un último aspecto, el
que considero
más crucial de la influencia televisiva por la pro­
fundidad a la que
se desartolla y el previsible largo alcance de
sus efectos:
la afectación de la «filosofía de la vida», o, más pro­
piamente, de lo que solemos llamar
«el sentido común».
· Afirmaba Leibniz que quien dominaba la escuela dominaba
el mundo,
y por eso en torno a la escuela han rendido batalla las
grandes ideologías.
1000
Fundaci\363n Speiro

TELEYISION Y DISOLUCION FA MILIAR
Hoy la televisión rivaliza con la escuela en capacidad de in·
fluencia y
es por ello que su control ha atraído a cuantos aspiran
a diseminar una detetrninada concepción del mundo.
Es este impacto en
la troquelación del sentido común lo que
caracteriza a
la televisión, como caracteriza ya desde antes a la
escuela y como caracteriza e,,encialmente a la familia, el ámbito
por excelencia para
la transmisión del marco de referencia que
nos
es fundamental para poder interaccionar con el mundo exter­
no en el que vivimos.
Como explica luminosamente Rafael
Gómez Pérez (1 O), en
cada sociedad se . conservan, a través de las instituciones, los qio­
dos de comportamiento necesarios para vivir en ella. Gracias a
las instituciones se realiza la
traditia, la entrega de algo a cada
nueva generación.
El concepto de tradición tiene primariamente
por tanto un sentido es,ructural.
Una sociedad no está continuamente alterando
sus equemas
de vida; al contrario, está constantemente
perpetuándolos, como
garantía de supervivencia.
La tradición opera principalmente por medio de la imitación,
se hace lo que se ve hacer.
La institución en la que primariamente se da esa · tradici6n
por imitaci6n
es la Jamilia, en el sentido amplio de la misma,
que incluye
relacio11es de vecindad· y amistilCI estrecha.
Dada la estructura y . desarrollo del cerebro humano,
en. la
infancia se aprende
el. comportamiento, El aprendizaje se lleva a
cabo por observaci6n y por experimentación, pero predominan­
temente mediante
la imitaci6n de modelos, de forma natural y
con particular intensidad
dµrante los llálnados «períodos sensi­
tivos» en la infancia.
La capacidad de· imitar .es la base del apren­
dizaje. Todo lo que no
se aprende por experiencia directa, se apren­
de por sumisi6n a una autoridad o por
imitación de modelos
atractivos.
Generalmente los modelos son los padres, hermanos, ami­
gos, etc., por su cercanía y permanente contacto. El ambiente
(10) R. GóMBZ PÉREZ: Op. cit.
10oi
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JAVIER URCELA Y ALONSO
familiar es el medio en el cual el niño aprende un modo de pensar,
de hablar
y de comportarse.
Qcerón llamaba certeramente a la familia
el seminarium re­
publicae, es decir, el seminario o semillero de la sociedad. La
consideración de célula básica de la sociedad, otorgada tradi­
cionalmente a la famiia, es una realidad esencial
y constitutiva
en
la naturaleza de las sociedades humanas, de profunda base
socio biológica.
Durante siglos la visión del mundo
y el sistema de valores
eran transmitidos de mahera casi exclusiva por la familia, la es­
cuela y la Iglesia, y su resultado ha sido ese sentido común de
las gentes de base realista
y cristiana que ha conformado la lla­
mada civilización occidental.
La irrupción de la televisión en los hogares introduce una nue­
va fuente de modelos a imitar y de referentes de valores, en rivali­
dad unas veces, en abierta confrontación otras, con la familia.
La televisión dificulta la experiencia directa, importante en
el aprendizaje, pero tiene en cambio autoridad --ese tótem del
que
hablábamos-y resulta atractiva, de forma que puede ser
inductora de conductas por mimesis y potenciar
el apredinzaje
de conocimientos y comportamientos.
Normalmente es a través de la adhesión
emocional como se
provoca en el receptor la aceptación de los v.dores éticos o ideo­
lógicos presentes en los distintos estereotipos televisivos.
Desde la primera infancia el niño se identifica con
el padre
y hace
suyos ciertos valores de su progenitor. El proceso continúa
luego a partir de cualquier sujeto
, que provoque identificación,
y tiene especial intensidad durante
la adolescencia, en la que el
joven busca puntos
de referencia para ir formando su propio cri­
terio e identidad.
El adolescente aún carece de criterio sólido y de una posición
personal frente a las cosas. Busca su identidad asumiendo nuevas
actitudes
y comportamientos, buscando una imagen de sí mismo
que
se ajuste a su idea del compottamiento de fos mayores.
La televisión puede ejercer una marcada influencia en el ado­
lescente al presentarle como referente válido «una vida de adul-
1002
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TELEVISION Y DISOLUCION FAMILIAR
tos» falsa y estereotipada, así comd una exposición mal ditigida
de los problemas
de los adolescentes, que puede agudizar aún
más la crisis característka de esta etapa de la vida.
Los valores de referencia de carácter moral, ideológico o es­
tético entran en la televisión de la mand de una implicación pre­
dominantemente emotiva e inconsciente, de forma inadvertida
pero inseparable.
Como comenta el escritor Manuel Vicent,
«la cámara de te­
levisi6n nunca es inocente: cuando se enamora de un asesino, lo
absuelve». Y al revés, cuando a la cámara -al realizador-no
le seduce una persona
--o una idea-, por inocente que sea, la
condena.
La televisión crea sí referentes de valores, comportamientos,
actitudes, opiniones que jugarán un papel importante en el
mun­
do personal, racional y emotivo de cada uno de nosotros, puesto
que determinan los mecanismos por los que seleccionamos los
as­
pectos de la realidad que nos son significantes, es decir, aquello
que tiene interés
y sentido para nosotros o, dicho en términos
neutofisiológicos, el mecanismo con el que el sistema reticular
de nuestro cerebro filtra nuestras·
percepciones sensoriales, acep­
tando unas y desechando otras, a partir de nuestras ideas, con­
vicciones
y valores.
La realidad actúa sobre el psiquismo, pero es desde la propia
subjetividad como adquiere sentido el mundo que nos rodea, Por
eso
la televisión refleja lo que es la sociedad, pero más tarde la
sociedad refleja lo que es la televisión.
La persona que pero.be unos datos sensibles, o el espectador
que
percibe unas imágenes, establece hipótesis, realiza previsfo.
nes sobre las consecuencias probables, confronta la realidad per­
cibida con sus experiencias. previas, selecciona los datos pertinen­
tes y tamiza con escotomas los accesorios, conecta los datos para
estructurar situaciones,
hace generalizaciones, inducciones y de­
ducciones, sitúa elementos dispersos en un cdntexto, completa los
vacíos y aspectos insuficientes,,establece relaciones entre las per­
cepciones y
la realidad que conoce, filtra con las emociones pre­
sentes y pasadas, ..
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JAVIER URCELA Y ALONSO
Estos puntos de referencia individuales eran proporcionados
hásta háce poco por la escuela, la Iglesia, la familia, que era el
seminario
... Un semillero en el que tenía lugar de generaci6n en
generaci6n, la
traditio, la transmisi6n imperceptible del dep6sito
que encerraba las claves sagradas de la sociedad tradicional,
el
«saber» iniciático para vivir en comunidad y ser parte homogénea
de ella, haciendo posible su
perpetuaci6n y recreaci6n renovada
en cada generaci6n.
Hoy la televisi6n irrumpe en este ámbito causando una dis­
rupci6n cuyas profundas consecuencias quizás aún no somos
ca­
paces de valorar suficientemente.
Esta
es la importancia trascendental de la televisi6n, el «ter­
cer padre», la «gran educadora», un rival o
un aliado de la familia
que compite por troquelar nuestros referentes y ese densísimo
compendio de civilizaci6n que llamamos «sentido común».
Rival o aliado también
de la Iglesia, pues al definir la forma
de actuar, los criterios para discernir el bien y el mal, al dar pau'
tas sobre lo bello, lo bueno y lo importante -Id «in» y lo «out»,
pues todo
es mudable, sin que existan valores firmes-y dar las
normas de comportamiento
personal,' familiar y social, de hecho
la televisi6n se
ronvierte en una nueva religi6n.
Una religi6n, o una religaci6n, es decir, una forma de rela,
clonarse unos con otros y con la sociedad, basados en una visi6n
materialista de la vida, propiciada a base de presentar continua­
mente al hombre como
si no tuviera alma y al mundo como si no
hubiera Dios. Una religi6n sin valores' estables ni verdades eter­
nas, frágilmente
.asentada sobre la estábilizaci6n en el caos de
un·as opiniones cambiantes y unas posiciones. siempre controver­
tibles.
La influencia de· la televisi6n no reemplaza· a la familia, sino
que una
ve« que el nuevd «sentido común» propiciado por la
televisi6n arraiga en las familias, éstas se convierten en los más
eficaces catalizadores para su difusión, beneficiándolo ahora de
esa
aoci6n capilar por antonomasia que estructuralmente corres­
ponde a la familia
en.la sociedad.
Por eso, si la televisión es un gigantesco agente de transfor-
1004
Fundaci\363n Speiro

TELBVISION Y DISOLUCION FAMILIAR
macmn social es precisamente porque actúa sobre la familia y
utiliza su carácter vehicular, como lo denomina Gómez Pérez,
«cambiándole de signo», obteniendo
con ello una potenciación
de su mensaje.
La familia no es sólo un termómetro de los cambios cultura­
les,
sino uno de sus principales agentes. Positiva o negativamen­
te, lo que va siendo
la familia -hoy tan frecuentemente permisi­
vista,
ca6tica, desjerarquizada ... -es lo que en un futuro será
la sociedad.
La
película española, recientemente estrenada, «Al fin solos»,
con una familia «de
ahora» como protagonista, y su contraste,
en cuanto a
lo que son valores familiares, con aquél arquetipo de
una época que fue
la titulada « La gran familia», constituyen un
ejemplo expresivo de lo que estamos diciendo.
Los hijos de una
pareja para la que «todo
es posible», porque no hay nada inmoral
-todo lo más un problema de sincronización entre los ritmos
de evolución de
cada uno--, crecen interiorizando esa falta de
moralidad objetiva. A su vez, esos elementos
de relativismo ético
que entran a formar parte de muchos hogares-seminario, deter­
minarán la caracterización progresiva de una sociedad
pe:rmisiva
y tolerante de cualquier opción individual.
La mayor tasa de divorcios entre
.los hijos de. divorciados es
un simple refrendo estadístico de la veracidad de lo que afirmamos.
Una familia a la que
se han cambiado los valores, transmite
otros
valores y genera una sociedad diversa. Así lo ha entendido
el naturalismo más o menos organizado.
Por eso no se trata ya
de eliminar la familia, como quería Engels, sino de cambiarla de
signo,
romo pretendió Gramsci y buscan hdy todos sus discípulos
conscientes e inconscientes.
Lo que hay que destruir es la familia cristiana, la familia tra­
dicional, la familia ordenada según los principios del derecho
na­
tural, que constituye un dique en el que se estrella la pretensión
de crear un orden social voluntarista y sin Dios.
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JAVIER URCEL.A Y ALONSO
Una llamacJa a la acción.
Y llegamos así al término de este ttabajo, sobre un tema de
suyo interminable. Son ottos muchos los ángulos bajo las cuales
cabría analizar el impacto de la televisión sobre la familia, y muy
especialmente sobre la infancia y
la juventud. Desde perspectivas
psicológicas hasta políticas, que ayudarían a entender desde ciertos
comportamientos juveniles hasta las nuevas
formas de colonia­
lismo ejercido en nuestto siglo por
los países dominantes, y en
particular
por Estados Unidos.
La pregunta clave desde una perspectiva responsable, desde
una postura política o
de acción cultural, pero también desde
nuestta posición
más común de padres de familia es: ¿ Qué po­
demos hacer? ¿Cómo debemos, en términos prácticos, compor­
tarnos y qué pautas debemos
ttatar de seguir en nuesttos propios
hogares? Por mi parte estoy de acuerdo con los planteamientos de
Gó­
mez Pérez, de Ferrés, de Jorge Yarce y los otros autores que he
ido citando a lo
largo de esta exposición: carece de sensatez pen­
sar sólo en lo negativo · de la televisión, o pretender suprimir la
televisión de los hogares para que no cause esttagos. Como tam­
bién adoptar ante ella una postura de impotencia como si fuera
una fuerza telúrica que
no puede conttolarse.
Los padres pueden hacer de la televisión un elemento positivo
para la educación de los hijos y la vida familiar. No es cierto que
no puedan
hacer nada. Su capacidad de acción y su influencia
en
el· hogar y sobre sus hijos es muy grande, es aún mayor que
la de la televisión ... siempre que estén dispuestos a ejercerla sin
abdicar de su papel de
educadmes y modelos de sus hijos.
No existe una neutralidad de la televisón frente a la familia,
ni de la familia frente
a la televisión: hay que convivir con ella,
pero poniéndola
al servicio de la familia, sabiéndola utilizar para
que la formación y
valores humanos de la

la familia se impongan
sobre
el materialismo práctico y el consumismo que destila la
televisión.
1006
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TELEVISION Y DISOLUCION FA.MILIAR
Hay que preparar en d hogar y en los colegios para ver la
televisión, que se ha convertido en el fenómeno cultural de más
alcance de la historia de. la humanidad. La actitud adecuada para
ello
es la aceptación crítica, que no cae ni en el optimismo ingenuo
ni en un catastrofismo estéril, que entiende la ambivalencia del
medio,
sus limitaciones y contradicciones, pero también sus po­
sibilidades.
En 1977 Umberto Eco escribió: «La civilización democrática
se salvará si
hace del lenguaie de la imagen una provocación a la
reflexión critica, no una invitación a la hipnosis» ( 11 ). Reflexión
crítica significa entender
el lenguaje televisivo, comptender d
sentido implícito y explícito de los programas e informaciones y,
sobre todo, ser capaces de establecer relaciones coherentes
y crí­
ticas entre
lo que aparece en la pantalla y la realidad del mundo
que nos rodea.
La escuela debe enseñar a ver la televisión si quiere ayudar
a
las nuevas generaciones a interpretar los símbolos de la cultura
en el mundo que les
ha tocado vivir. Sólo así la educación escolar
podrá cumplir su obligación de preparar a los jóvenes a integrarse
de una manera reflexiva y crítica en la sociedad.
La escuela no puede ignorar ni hacer caso omiso de la activi­
dad a la que sus alumnos dedican el mayor número de horas de
sus vidas. Los colegios deberían hdy educar con la televisión,
porque es un medio de posibilidades extraordinarias para
la acti­
vidad docente, peto deberían, sobre todo, educar
sobre la tele­
visión, ayudando a entender y descifrar todas sus perspectivas:
técnicas expresivas, ideológicas, sociales, éticas, culturales ... El
tantas veces mencionado libro de Joan Ferrés propone esquemas
de extraordinario valor para ello.
Por otra parte, la responsabilidad de la familia es clave, pues
el hogar
es el ámbito en el que normalmente se ve Ia televisión.
El problema no está sólo en los programas que se emiten, sino
en
el criterio necesarid para seleccionar la oferta televisiva.
(11) U. Eco: Op. cit.
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JA YIER URCELA Y ALONSO
Como recuerda el Papa (12), «Dios ha investido a los padres
con
la grave responsabilidad de ayudar a los hijos a buscar la
verdad y a vivir en conformidad con la misma, a buscar el bien
y
a promoverlo».
Por
tanto, además de ser espectadores en grado de discerrrir
por sí mismos, los padres deberán contribwr activamente a for­
mar en los propios hijos hábitos en el mirar !.a televisión que
lleven a un
sano desarrollo humano, moral y religioso.
Los padres debieran también discutir de la televisión con los
propios hijos, poniéndoles en condiciones de regular !.a cantidad y
calidad de los programas y de darse cuenta y juzgar los valores
éticos que están en !.a base de determinados programas, porque
la familia es «el vehiculo privilegiado para la transmisi6n de aque­
llos valores religiosos y culturales que ayudan a la persona a
adquirir
la propia identidad».
«Formar los hábitos de los
hi¡os, a veces, puede simplemente
querer decir
cerrar el televisor porque hay algo mejor que hacer,
parque la consideraci6n hacia otros miembros· de la familia lo
pide o parque la visi6n indiscriminada de la televisi6n puede ser
perjudicial. Los padres que hacen uso regular, prolongado, de la
televisión, como una especie de niñera electrónica, abdican de su
papel de educadores primarios de los propios hijos».
Hasta aquí el Papa en
s1.1 catequesis de este año Internacio­
nal de la Familia sobre un tema
importante, en el que no podía
faltar la orientación maternal de la Iglesia.
Así pues, a modo
de conclusión y de síntesis, una llamada a
la acción de todos los padres, maestros y educadores, para recu­
perar la iniciativa, desde la esperanza y la confianza, y desde la
ingenuidad. La
esperanza y la confianza se fundamentan en la convicción
del tremendo
potencial .éducativo que, aún en medio de todas las
demás influencias, Dios ha puesto en manos de la familia y los
padres y que hoy más
qu.e nunca es necesario movilizar.
(12) Alocución «Televisión y Familia: criterios para saber mirar>, vid.
supra.
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TELEVISION Y DISOLUCION FAMILIAR
Ayudando a poner a la televisión.en su justo lugar, estaremos
fortaleciendo
la familia verdaderamente humana y la familia cris­
tiana, en la que el amor y la entrega sean la base de la unión de
los esposos y con Ios hijos. No sók, ayudaremos así a reconstruir,
como pedía
San Pío X, desde sus cimientos un mundo que se
tambalea hoy entre el temor y el desorden, sino que· habremos
ayudado
a revitalizar la familia, ese seminario primigenio de en­
trega de la tradición y ese ambiente fundamentaf, acaso el único,
en
el que el hombre, con independencia de lo que teuga, es tra­
tado como lo que es y preparado para insertarse en la comunidad
humana a
la que pertenece. ,
¡Que
la Sagrada Familia de Nazaret nos anime siempte en
esta
tarea!
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