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Número 371-372

Serie XXXVIII

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Doctrina social católica y realidad económica: ¿una economía católica?

DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD
ECONÓMICA: ¿UNA
ECONOMÍA CATÓLICA?
POR
ANfONIO SEGURA FERNS
"Desde la eternidad fuí establecida; desde los orígenes, antes
de que la tierra. fuese ..... Cuando asentaba los cimientos de la
tierra.
Can Ella estaba yo disponiendo todas las cosas".
(Proverbios, 8, 23 y 29).
Estas palabras del libro de los Proverbios sobre la Divina
Sabiduría,
son aplicables al estudio de la economía, ciencia gene­
ralmente olvidada
en la doctrina social católica, por más que sin
contar con ella es imposible llevar a la práctica la
doctrina social
debido a las exigencias económicas que necesariamente tiene
que con1portar. Vamos a circunscribirnos aquí exclusivamente al
te1na econ61nico. En otros trabajos de este foro se abordarán los
importantísmos aspectos sociales, culturales, políticos
que consti­
tuyen el corazón
de la doctrina social católica, que comprende a
todos ellos, tales como la subsidiaridad, la solidaridad, etc. Aquí
solo veren1os el funciona1niento económico en relación con las
exigencias sociales de la Doctrina Social Católica.
1. ¿Una economía cat6lica?
Empezaremos por definir y justificar el título: ¿Existe una eco­
nomía católica?, reconociendo que este término ha sido evitado
hasta ahora
en los docu1nentos 1nagisteriales y, como vere1nos1
incluso en la Sollicitudo rei socia/is§ 41, se dice que ·la Iglesia no
tiene modelos económicos que proponer,,. ¿Quiere decir esto que
Verbo, núm. 371-372 (1999), 79-126. 79
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ANTONIO SEGURA FERNS
no hay una economía católica? Creo que no, pues los modelos
económicos
no son el objeto de la economía, sino de la econo­
metria
y de la estructura económica: son construcciones teóricas
de naturaleza matemática para explicar, mejor o peor, los dife­
rentes hechos que estudia la ciencia económica y
que permiten
establecer juegos para conocer el comportamiento de los dife­
rentes factores en sus interrelaciones.
Pero la economía es mucho más: además de la relación for­
mal matemática y de los objetos materiales que se representan en
el modelo, la economía tiene que considerar al sujeto de ella, las
personas humanas que, aunque se contemplen desde la reducti­
va
perspectiva económica, tienen una naturaleza moral y en esto
la
economía depende de la antropología que la funde. Y, como
nos dice la
Centesimus annus § 53, •la antropología cristiana es
en realidad un capitulo de la teología y por esa misma razón, la
doctrina social de
la Iglesia, preocupándose del hombre, intere­
sándose
por él y por su modo de comportarse en el mundo "per­
tenece al campo de la teología y especialmente de
la teología
moral"
(S.R.S. § 41),. Por este camino, si la antropología es con­
dicionante de la
economía -no de la econometria ni de la
estructura económica---y, a su vez, es parte de la teología moral
católica, no parece desacertado, por extraño que suene en algu­
nos oídos, hablar de una economía católica. Todo esto es lo que
desarrollaremos en su complejidad que viene impuesta por la
misma
naturaleza humana que está sujeta a la doble legalidad
de la
ley de fuerza, de necesidad, de su cuerpo y de la ley de
la
libertad de su espíritu, aquélla sujeta al juicio de eficiencia ins­
trumental,
ésta al juicio moral sobre que es el Bien y el Mal. Creo
hemos de desechar el pueril temor a contanúnar la religión
cató­
lica si la uni111os al término economfa pues, como dice la
Gaudium et spes, § 36, .. muchos de nuestros contemporáneos
parecen te1ner que, por una excesivan1ente estrecha vinculación
entre la actividad humana y la religión, sufra trabas la autonomía
del
hombre ... Y, desgraciadamente, en muchos también se da lo
inverso, el te1nor a compro1neter la religión católica por su vin­
culación a las ciencias, especiahnente las ciencias humanas:
«¿será
necesario que la Iglesia se oponga a las ciencias humanas en su
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DOCI'RINA SOCIAL G'.ATÓL!G'.A Y REALIDAD ECONÓMICA; ¿UNA ECONOM1A CATÓLICA?
adelanto y denuncie sus pretensiones? Como en el caso de las
ciencias naturales1 la Iglesia tiene confianza en en estas investi­
gaciones e invita a los cristianos a
to1nar parte en ella» ( Octogé­
sima Adveniens, § 40). Si no se hace así, •otro peligro consiste en
adherirse a una ideología que carezca de fundamento científico
completo y verdadero y
en refugiarse en ella como explicación
última y suficiente de todo, y Construirse así un nuevo ídolo»
(O.A., § 28).
El hombre es ser racional ciertamente, pero a la vez ser animal
{oov Ao-y animal político, conviviente. El desarrollo de la doctrina social
católica, ha constituido como
pieza clave de ella la persona «subs­
tancia individual de naturaleza racional• en la estupenda defi­
nición de Boecio
(De duabus naturae in persona Cbrist{), pero
ha minusvalorado el hecho de que si el hombre es tal, induda­
blemente, por
su alma, forma co,poris, es ... individuado por su
cuerpo que así le constituye en la perfección del individuo real
(In I Sent. ds 8, q 5, ar 2, ra 4), es decir, la persona humana: •Est
ergo ratio persona quid sit subsistens distinctum et omnia com­
prebendens quae in re sunt,· natura autem essentialia tantum
comprehendit•
(In JI Sent. ds 5, q 1, ar 3, co). Y en caso de los
hombres ,se dice persona solo en cuanto significa el singular en
las sustancias racionales, (S. Th, I, 29, q !, coy q 3, ra 2). Creo
que algo de la confusión existente en la doctrina social católica
ha resultado del uso del lenguaje coloquial corriente, que toma
la
persona por la especie, la humanidad, sobre todo al apelar a
la
dignidad humana, con lo que insensiblemente se pasa de lo
real a lo pensado, pues los universales solo existen en el modo
de ser ideal(!),
mientras que las personas humanas son subsis­
tentes,
con sus accidentes que les comunican la pe1:fección del
acto de existir
(In II Sent. ds 26, q 1, ar 2, ra 3) diferenciándolos
entre sí como subsistentes reales, concretas, no meras ideas inten­
cionales, abstractas.
(1) A la persona ideal no se la puede querer ni respetar más que ideo­
lógican1ente,
y esto depende de la ideología que se tenga, tomada con10 metafí­
sica fundante (R. BERIJNGER, I.as ideologías, signo de nuestro tiempo, Atlántida, 5,
pág. 482).
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Históricamente las cuestiones económicas se estudiaban en la
Moral como casus conscientiae
-como en otro lugar (Verbo,
297-298, págs. 918-928) se
dijo-, sin pretender constituir una
teoría económica coherente con la doctrina social católica que
resolviera la complicada problemática implicada. Esto tiene una
doble explicación: por un lado, en la Moral cristiana, el sujeto
moral es el hombre, la persona concreta que merece o peca
en
sus acciones o intenciones, por lo que lo económico sólo se con­
sideraba casus conscientiae. Por otro lado, todo esto se da en
periodo histórico anterior a la modernidad, en lo que Paternot y
Veraldi (2)
han llamado ,los crueles viejos tiempos• (pág. 142), es
decir,
en la economía estática tradicional anterior a los descubri­
mientos modernos. Por el contrario, en la economía dinámica
actual •hoy se traslada de lo cuantitativo a lo cualitativo, cuando
se supera un cierto nivel de satisfacción de necesidades,
(pág. 145). Y •por desgracia, si la Iglesia admite que finalmente
es posible luchar contra
la pobreza, preconiza medios incohe­
rentes• (pág. 46), porque ,durante mil ochocientos años la Iglesia
no hnaginó que la pobreza, fenómeno normal, pudiera dis1ninuir
un día; 1nás aún, desaparecer>o (pág. 40)
No otro fue el paso del modelo económico estático tradicio­
nal, bíblico frente
al modelo económico dinámico que aparece en
la modernidad y es una de las rerum novarum que presentó en la
Iglesia León
XIII. Y, como decimos antes, la menos estudiada. Es
evidente que alguna razón tenía que haber para ello. Y las hubo,
pues
en el paso a la modernidad aparece la ciencia que iba a cam­
biar el modo ancestral de vida humana. Esto comportaña
no solo
un ca1nbio en los procedünientos técnicos, sino un nuevo tipo de
empresa, pasando del taller artesano y la fábrica, o talleres con­
juntados, a
la empresa capitalista, es decir, de capital y trabajo
como es la empresa moderna.
Que entra en la tecnología G), es
decir,
la aplicación del ll.o-yoi a la TEKV)(Tl -no solo TEKvr¡-que
(2) JACQUES PATERNOT y G. VERALDI, ¿Está Dios contra la economía?, Planeta,
1991. Recensión crítica en Verbo, núm. 297·298, págs. 1111-1123.
(3) Ver, sobre esto, la posición de HEIDEGGER -Sendas perdidas, ¿Wozú
Dicbter?-y el comentario de C. CARDONA -Olvido y memoria del Ser, EUNSA,
1997, págs. 156-157-.
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DOCI'RINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMlA CATÓLICA?
to1na al honibre co1no un elemento técnico más, lo cual, obvia­
mente, comporta toda una problemática moral y social.
Todo ello era complicado y grave. Pero hubo,
al mismo tiem­
po, otro elemento más perturbador.
Y mucho más grave: La degra­
dación del que supuso el
paso desde el discurso metafisico desde
la
transcendencia creacionista a la inmanencia de la conciencia
del •cógito• o del percipi· por el que el ser pasa a solo ser pensa­
do (Descartes) o sentido (Berkeley), es decir, la resurreción del
viejo Protágoras que constituyó al hombre como ·medida de todas
las
cosas· ( 4): El bien honesto de Cicerón y Séneca, deviene sólo
bien útil (S. Mili) o deleitable (Hume, Freud). Claro que esto exce­
día
cualitativamente el campo de lo económico extendiéndose a
otros discursos más fundamentales para los hombres:
La Religión,
la Política,
la misma constitución de la Sociedad. La Iglesia, por lo
tanto, tenía mucho que decir. Y lo dijo desde el
Cotpus Leonino
que abarca los problemas políticos, ideológicos, doctrinales y
sociales. Y, aunque es explicable, desgraciadamente al menos en
los principios, no se prestó la necesaria atención a la economía.
A pesar de los intentos de dos de los principales consejeros
de León XIII, Mateo Liberatore (1810-1892) y Luigi Taparelli
d'Azeglio (1793-1862), aquél
en sus Principios de Economía
Política, en la que da un tratamiento autónomo al discurso eco­
nómico, estudiando a
Say, Ricardo y A. Smith. Taparelli lo hará
en su Saggio sull diritto natura/e y en un trabajo titulado "Las dos
economías", publicado
en La Civiltá Católica en 1856, en el que
dice: ·A la economia de esta sociedad de la anarquía nosotros
debemos
oponer la economía del orden ... El principio funda­
mental del orden social es
que el hombre depende de su Creador,
es por esto que nosotros hemos llamado "economía católica' la
que resulta de este principio fundado sobre la creación ... La con­
cepción que la "economía católica" se hace del hombre, está sepa­
rada
por un abismo de la que se hace de las cosas, ya que el pri­
mero se bace
para Dtos, y las cosas para los hombres, (5). A pesar
(4) 0(ELS, Fragmento, l. cfr. W. JAGER, Paideia, F.C.E., 1985, págs. 275 y sigs.
(5) La Civiltá Catolica, 1856, serie 2, vol. II, pág. 205; vol. 111, págs. 257y sigs.,
y vol. IV, págs. 497 y sigs.
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de este claro plantea1niento, de mo1nento no se siguió este catni­
no y la doctrina social católica sólo en estos últimos tiempos ha
abordado frontalmente los problemas teóricos de
la economía
pues sin tener soluciones concretas sobre ellos, o bien la doctri­
na social de la Iglesia queda en meras moralinas tan llenas de
buena voluntad co1no socialmente tnoperantes; o, lo que es peor,
se hace una lectura práctica de la misma desde planteamientos
y ideologías económicas perversas, como ha ocurrido en las teo­
logías
de la liberación de matriz marxista, olvidando que -el error
fundamental del socialismo es de carácter antropológico ...
El
hombre queda reducido así a una serie de relaciones sociales,
desapareciendo el concepto de persona
como sujeto autónomo de
decisión moral• (CA. § 13). Pero no queda ahí, sino que la doc­
trina social católica, entra ya en temas teóricos de la econon1ía,
insistiendo, pero sobrepasando el viejo problema de la propiedad
privada de
los medios de producción y reconociendo explícita­
mente
que ,la moderna economía de empresa comporta aspectos
positivos, cuya raíz es la libertad de la persona, que se expresa
en el campo econó1nico y en otros campos. En efecto, la econo­
mía es un sector de la múltiple actividad humana y en ella, como
en todos los demás campos, es tan válido el derecho a la libertad
como el deber de hacer uso responsable del mismo,
(CA. § 32). Y,
por esto, ,la Iglesia reconoce la justa función de los beneficios
como índice de la buena marcha de la empresa• (ibídem, § 35).
Es evidente el progreso doctrinal de estos párrafos sobre lo incoa­
do
en la Laborem exercens cuando en el § 13 aborda el tema de
economismo y materialismo, en donde dice: ,había un error fun­
damental, que se
puede llamar error del economismo, si se con­
sidera el trabajo humano exclusivamente
segun su finalidad eco­
nó1nica ... en cuanto que el econo1nis1no incluye, directa o indi­
rectamente, la convicción de la primacía de la superioridad de lo
que es 1naterial 1nientras queJ por otra parte, el economistno sitúa
lo que es espiritual y personal Oa acción del hombre, los valores
morales y sitnilares) directa o indirecta1nente, en una posición
subordinada a la realidad material, (L.E. § 13).
Por ello, «conviene subrayar y Poner de relieve la pritnacía
del hombre en el proceso de producción, la primacía del hom-
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REAUDAD ECONÓMICA: lUNA ECONOMÍA CATÓLlCA?
bre respecto a las cosas. Todo lo que está contenido en el con­
cepto
de "capital" -en el sentido restringido-es solamente el
conjunto de
cosas .. (L.E. §12). En la XXV reunión de los amigos
de la Ciudad Católica (1986) ya señalamos al respecto (6) que
aquí lo importante es que para la L.E. «todo lo que está conte­
nido en el concepto "capital"
-en sentido restringido-es sola­
mente
un conjunto de cosas, mostrando sin lugar a dudas que
en la mente, y aun en la expresión, del Pontífice, el tratamien­
to que da al trabajo y al capital están en distinto plano: aquél
-el traba}~ en el plano "subjetivo"; éste -el capitat-, en
el "objetivo". Es por ello ilegítimo el compararlos como si es­
tuviesen
en el mismo plano de consideración• ( Verbo, cit.,
pág. 376). Más adelante,
después de fundamentarnos en el
estudio
que hace el Aquinate de las acciones humanas, añadía­
mos: «Asimis1no se ve en la solución tomista la presencia de los
valores "personales" que permiten la autorrealización, en el
terreno económico, de cada uno que "ordena mejor sus propias
cosas si ha de procurárselas él mismo" (7). Cuando se habla de
los "derechos subjetivos" u "objetivos" a realizar entre los hotn­
bres, todos del
1nis1no estatuto ontológico res¡)ecto a la digni­
dad
de ser persona y no cosa, no pueden reducirse sin1ple­
mente al derecho "particular" de tal persona -tal grupo de
ellas-sin tener en cuenta, por un lado y como antes se dice,
las posibilidades reales del orden-del-ser-socioeconómtco en
cada tiempo y lugar; y, por otro lado, la aportación "subjetiva"
u "objetiva" de tal sujeto o
grupo de sujetos a un proceso, for­
zosamente limitado,
llevado a cabo por otras personas o gru­
pos de personas que aportan sus contribuciones, bien de tra­
bajo, bien de capital que potencia tal trabajo o lo hacen posi­
ble• (ibidem, pág. 380).
(6) Cfr. A. SEGURA, "El capital en la Laboreni ExercetJS', en Verbo, núm. 253-
254, págs. 363-384.
(7) Es decir, decidir si gasta o ahorra e invierte, es decir, si capitaliza. Al final
veremos
como este mismo plantamiento -subjetivismo vs. objetivisnio-se da en
un tema fundamental del cálculo económico, el problema del precio.
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2. Hacia una fundamentación metafisica
de una economia católica
Volvamos, pues, a Liberatore y Taparelli cuando éste, anali­
zando la situación del discurso econótnico existente en un
mundo cultural dominado por el liberalismo doctrinal y político,
dice: ·El hombre independiente, no estando ligado por ninguna
ley, se ama a sí 1nis1no con amor absoluto y a los otros por amor
de sí,
y es por este amor a si 1nis1no el que viva en sociedad con
ellos, esperando que le serán útiles ... En virtud de esta disposi­
ción, cada uno, con todo derecho, se ingenia para sacar a todos
los hombres y a todas las cosas el máximo provecho ... A la
economía de esta sociedad de la
anarquía nosotros debemos
oponer la economía del orden• (loe. cit.). Y, a continuación, es
cuando propone, con10 he1nos visto, una economfa católica,
expresión que hoy se encuentra con fuertes resistencias a ser
aceptada por los
111is1nos católicos, co1no vimos al principio.
Obviamente, no son función de la Iglesia las soluciones téc­
nicas, es decir, respuestas a proble1nas concretos en cada tiempo
y lugar. Por otro lado, no puede dejar de referirse y juzgar a sis­
temas
o programas económicos y políticos lo mismo que hace res­
pecto de la doctrina social católica sobre el tema de las
formas
de gobierno
que, mostrando su neutralidad, no quiere decir que
renuncie a juzgar el tema político como tal. En efecto, en S.R.S. §
41 no deja de señalar que son aceptables los programas econó­
micos y políticos
•Con tal que la dignidad del hombre sea respe­
tada y promovida,, lo que indica la
posibilidad, al menos, de que
detenninados sistemas o programas económicos y políticos sean
inaceptables por la doctrina social católica. Ergo, pari passu, si
hay economías
no católicas es porque hay una economía católi­
ca que es, precisamente, la reclatnada por Taparelli en su tie1n­
po y por nosotros hoy.
Es evidente que tal economía católica no puede tener otro
fandamento que el señalado por Taparelli: El principio funda­
mental del orden social es que el bombre depende de su Creador.
Es, pues, en la naturaleza creada donde ha de apoyarse como
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REAllDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓJJCA?
sólido fundamento cualquier teoóa económica que se proponga
co1no católica, teniendo en cuenta que, co1no dice la Centesimu.s
annus § 39, ,estas cólicas van dirigidas no tanto contra un siste­
ma económico como contra un sistema ético-cultural. En efecto,
la economía es solo un aspecto y una dimensión de la compleja
dimensión humana.
Si es absolutizada, si la producción y el con­
sumo de mercancías ocupan el centro de la vida social y
se con­
vierten
en el único valor de la sociedad, no subordinado a cual­
quier
otro, la causa hay que buscarla no solo y no tanto en el sis­
tema económico mismo, cuanto en
el hecho de que todo el siste­
ma sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha
debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y
serotcios».
La producción de bienes y servicios, junto con su distribu­
ción,
son el objeto propio de la economía. Pero la economía es
para el hombre, y no éste para la economía, que debe considerar
al
sujeto de ella, sea productor de bienes o servicios, apartador
de capital o trabajador, como lo más importante y determinado
no solo por las leyes económicas, sino también por las morales
que rijen la economía, y no ésta a aquélla. La economía tiene que
acomodarse al cálculo y dado un determinado marco moral para
todos, éste no afecta a la competencia del libre mercado, al final
vere1nos que la axiología 1noral vigente en una sociedad, sea la
que fuere, es compatible con la economía de mercado (8), con la
única condición de que haya un solo Bien, políticamente impues­
to a los bienes útiles o deleitables como quiere Stuart Mill, que los
constituye
en nervio de la ideología liberal. Y, desgraciadamente
ésto, co1no coincide con lo que es legítimo en el terreno econó-
1nico, se le
carga a éste, que es 1neramente instrumental, el peso
(8) Así ocurrió en la Alemania de Bismarck e Hitler; en la Italia fascista y en
la España de Franco o el Chile de Pinochet. ]. L. PINILLOS -El corazón del labe­
rinto,
Espasa, 1997, pág. 306---cita a INGLEHART que pensó que -el Vinculo entre
desarrollo
económfco y secularización no era tan sólido como le parecía a Max
Weber•,
como se ve en el Islam. En la base de la cultura actual está la sustitución
del Bien-en-sí por los bienes
útil y deleitable. Ver El utilitarismo, Aguilar, 1980, de
STUART MILL, donde establece el ·Principio de mayor felicidad•, es decir, el placer
y la ausencia de dolor corno directrices de la acción humana.
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moral de tal ideología política, a la que no se quiere renunciar en
aras de una pretendida autonomía de la voluntad humana. Esto
especialmente pasa
con el catolicismo progresista burgués que,
presumiendo
de intereses sociales, de1noniza la econonúa co1no
responsable
de los males sociales que denuncian en sus conse­
cuencias,
pero sin querer renunciar a sus raíces ideológicas (9),
que precisa1nente son las condenables. Incluso, y aún 1nás, en sus
efectos económicos forzosamente incorporados. No puede, en
efecto, olvidarse que hay un ,límite del mercado: existen necesi­
dades colectivas y cuantitativas
que no pueden ser satisfechas
mediante sus n1ecanis1nos¡
hay exigencias hu1nanas hnportantes
que escapan a su lógica; hay bienes que, por su naturaleza1 no
se pueden ni se deben vender ni compra~· (C.A. § 40).
Liberatore, en sus Principios de Economía, nos dijo que «es
un error ... considerar el valor co1no único objeto de la econo1lÚa
política.
Es la utilidad y no el valor lo que constituye la rique­
za. Pero considerar el trabajo co1no
mercancía y el salario
como precio es consideración falsa y fuente de graves errores,
entre los cuales el mayor es hacer perder de vista la dignidad
humana ... el salario no tiene precio sino retribución... el traba­
jo es
una acción humana y en la acción no se puede prescindir
del agente ni
de la calidad del 1nismo, (10). Como se ve, ésto es
(9) El tema de esta dialéctica intraeclesial es antiguo: el progresismo católi­
co
rechaza el capitalismo o economía de mercado olvidando que «si por "capita­
lismo" se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y
decisivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguien­
te responsabilidad
para con los medios de producción, de la libre creatividad
humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva; ... Pero
si
por ~capitalismo" se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito
económico, no está encuadrada
en un sólido contexto jurídico que la ponga al
servicio de la libertad humana integral y la considere con10 una particular dimen­
sión
de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces las respuesta es abso­
lutamente negativa•
(C.A.§ 42). Esta es, exactamente, la n1antenida por FABIO en
su Polémica sociológica, Imprenta Aldecoa, Burgos, 1926, colección de artículos
publicados
en El Siglo Futuro en aquellas fechas en las que sostenía que el recha­
zo
de la doctrina social de la Iglesia al tiheralismo--cfr. Syllabus--lo era al libe­
ralisrno
político, no al económico strictu sensu.
(10) MATEO LIBERATORE, Principios de Economía política, Madrid, 1901, § 89.
Más adelante se completará ésto.
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DOCI'RINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
avant la lettre, la actual expresión de la doctrina social de la
Iglesia
en su desarrollo desde la Rerum Novarum hasta la
Centesimus Annus, lo que nos indica que seguir el desarrollo de
la 1nisn1a por este ca1nino es ir por buenas vías.
Una vez visto la génesis y el estado actual a
que ha llegado
la
doctrina social católica, vamos a pasar al tema nuestro: "fan­
damentación de una economía católica".
3. Fundamentos ontológicos de la economía cristiana
Debe1nos profundizar en la ontología para conseguir un dis­
curso
universal, intemporal y necesario para poder aplicar a la
economía el calificativo de católica, es decir, según las ideas de
Dios,
que está por encima de tiempo y espacio en un eterno
Nunc stans. Por eso esta ontología debe arrancar, según Taparelli
y nu1nerosos docu1nentos doctrinales, de una 1netafísica creacio­
nista co1no,
v. gr., ve1nos en una encíclica quasidogtnática que
personahnente creo
puede encuadrarse entre las encíclicas socia­
les:
en el § 12 de la Dominum et ViVi.ficantem nos dice el Papa
que «Este concepto bíblico de creación comporta no sólo la lla­
n1ada del
ser n1is1no del cos1nos a la existencia, es decir, el dar
la existencia, sino también la presencia del Espíritu de Dios en la
creación, o sea, el inicio
de la comunicación salvífica de Dios a
las cosas que crea.
Lo cual es válido "ante todo para el hombre",
que ha sido creado a in1agen y se1nejanza de Dios». Un Dios que
no solamente crea, sino que también regula, da leyes no solo físi­
cas, sino también
morales con vistas a la acción salvifica, que es
lo más
importante.
Este es el único fundamento que para la doctrina católica,
también en la economía,
puede tener un valor Vinculante. Y
desde ahí es donde se ha de abordar primero la ontología fan­
dante-, después la forn1ulación científica econ61nica. En esta n1e­
tafísica creacionista, desarrollada en la síntesis, que no sincretis­
mo,
que hace Tomás de Aquino desde la mejor filosofía griega
(el orden del ser platónico y la composición de la substanr;ia aris­
totélica), Dios,
es el Ser, el Bien, la Verdad y la Belleza Absoluta,
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además de ser Uno y Único. No tiene límites, pues es llimitado,
y no sólo es ser personal, sino tres Personas en un único Ser,
pues está ,fuera del predicamento de substancia• (In I Sent. ds 8,
q 4 ar 2, ra 1). Esto significa que las mismas palabras dichas del
orden
transcendental metafísico del Ser, Bien, Verdad y del orden
predicamental ontológico de las creaturas sólo pueden ser enten­
didas analógicamente: el
Bien es absolutamente bueno, 1nientras
que en la creatura ·nada prohibe ser simplemente bueno, pero
bajo algún aspecto, malo• (De Malo,
16, 2c) por algo, para
alguien o por circunstancias de tiempo o lugar (11). Y esto nos
mete
de lleno en el tema de los bienes y los males patentes en
nuestro •mundo a la mano• (Heidegger).
En efecto, ¿qué
son el bien y el mal!, ¿son algó! Para el
Aquinate el
mal ,no es algo, sino la privación de algún deter­
minado bien en orden a su perfección» (De Malo, q 1, ar 1, co,
ra 1). Es decir, el bien es el ser y el mal es el no ser, al menos no­
ser-lo-que-debe-ser
cada cosa según su naturaleza, •pues así
con10 entende1nos por bien la perfección del ser, por 1nal enten­
demos la privación de esta perfección· (Comp. Th. cap. 114,
n.º 223). Esto
es evidente en la consideración particular de cada
existente. Pero la Creación no es un existente sino una plurali­
dad de ellos. Y ello reclama un orden frente al caos. Por ello,
,el bien del mismo es el bien del orden ... y a este orden están
sujetas todas las creaturas, pues son producidas por Dios. Per_o
el mismo Dios, que es causa del orden y lo preside, no esta suje­
to al mismo ... Y porque cada crea tura es propiamente operati­
va según
su forma sustancial, este orden de las cosas no solo
comprende la excelencia
de las formas, sino también la de las
operaciones y movimientos de las crea turas... y las creaturas
ínfitnas
son tnovidas por inedia de las superiores ... ) ya que es
necesaria una proporción entre el agente y el paciente• (De
Malo, q 16, ar 9, ra 12).
(11) Esto tiene gran importancia sociopolítica, pues abre la posibilidad de
discutir todo. Pero es una dialéctica perversa el defender lo obviamente malo por
su necesario apoyo
en el ser, es decir, en algún bien. Y viceversa: atacar lo evi·
dentemente bueno por algun aspecto de nial que tiene que presentar.
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DOCJ'RJNA SOCIAL CATÓLICA Y REAllDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
Puede parecer todo esto como ajeno al tema de la econonúa,
pero la
fundamentación de ella tiene que abordarse desde las
claves metafísicas de todo
Jo existente, las leyes dadas a lo real
según las precreacionales ideas arquetípicas divinas (cfr. In I
Sent. ds
19, q 5, ar 2, ra 4) (12), que son las que ab aeterno encie­
rran
el ser participado de las creaturas en el marco formal de la
naturaleza de cada una de ellas y a todas ellas en el orden-de/­
ser-dado
a la Creación, entre las cuales están los entia en tanto
que económicos. Solamente desde este fundamento se puede
construir una ciencia económica que se califique con10 católica.
Los elementos de la economía son las cosas materiales y las
acciones humanas bajo la relación formal económica. Desde la
perspectiva transcendental ello dice respecto del sujeto aprecia­
dor
de la econonúa, que no es otro que la persona humana. O,
1nejor dicho, las personas humanas, pues1 como señaló Marx, «no
existe economía de Robinson Crusoe• (13). ¿Cuál es el transcen­
dental
propio de Jo económico' Obviamente el bien. Y ¿qué clase
de
bien' Específicamente aquel que es útil y deleitable: Pero esto
no basta para definir el bien económico, si bien lo inscribe en una
base
material, es decir va referido, desde la perspectiva del suje­
to, al co1nponente psicosomático de la persona humana, no solo
persona sino, indisolublemente unido, el cue,po humano, a su
subsistencia y reproducción. Entiendo que hablar de la
economía
de la salvación,
por ejemplo, es una metáfora. Al menos desde lo
que aquí estamos considerando. Pero ... ¿basta eso para definir al
bien económicci! No: para el Aquinate ,los bienes materiales se
diferencian de los espirituales
por no poder pertenecer "íntegra y
simultdneamente" mds que a uno, (S. Th. III, q 23, ar 1, ra 3).
Es, pues, la limitación de uso o disfrute lo que constituye la
forma económica del "ente material" útil o deleitable como bien
económico.
En efecto, un bien material, útil o delicioso, incluso
imprescindible, no es económico en tanto aquí y ahora no sea
limitada: El aire es bien económico para el buzo o el astronauta
(12) También la ciencia econórnica está encerrada en las ideas arquetípicas
divinas.
(13) K. MARx, El Capita4 OME 21, libro I, capítulo 1, pág. 97.
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ANTONIO SEGURA FERNS
y su valor económico es el coste de los dispositivos que permi­
ten respirar. Determinada cuál es naturaleza formal de lo eco­
nómico, en términos ontológicos, la materia constituye todo
apoyo material en la naturaleza 'sensible".
Y esto vale también
para los bienes
espirituales puros, como el culto religioso o la cul­
tura en tanto que precisen una base material para objetivar­
se (14), es decir1 convertirse en objetos económicos inscritos así en
el Sector terciario o de servicios. Naturalmente que de aquí nace
toda
una línea problemática económica de la distribución social
de la producción de bienes económicos.
Para pasar a esto que dice directamente a nuestro te1na, tene­
mos primero que ver la ontología del "objeto" y del 'sujeto" eco­
nómico. De éste nos dice la encíclica Dominum et Vivificantem,
§ 36, que ·este sujeto personal es también una criatura, en su
existencia y esencia depende del Creador. Según el Génesis, "el
árbol
de la ciencia del bien y del mal" debía expresar y constan­
temente recordar
al hombre el "límite" insuperable para un ser
creado ...
Las palabras de la instigación, es decir de la tentación,
inducen a transgredir esta prohibición, o sea, a superar aquel
"lúnite"».
4. El sujeto de la relación soctoeconómica
El hombre es para Tomás de Aquino un microcosmos (In II
Sent. ds 1, q 2, ar 3, co) capaz de entender un Cosmos que, en
pequeño, experilnenta en sí 1nis1no. Es, efectivan1ente, «horizon­
te y confín entre dos mundos, el espiritual y el corporal• (In III
Sent. pr.). Por lo que, como dijimos, está sujeto a
una doble lega­
lidad,
la ley de la fuerza que rije su cuerpo material y la ley de
la libertad moral
de su espíritu (15): justamente estos dos estra-
(14) Cfr. NICOLAI HARTMANN, Il problema dell'essere spitrituale, La Nuova
Italia, ver partes
II y 111.
(15) Cfr. NICOLAI HARTMANN, Ontología, F.C.E., 1959, III, pág. 596, •la libertad
es la autarquía en la independencia. Por ello sólo puede ser libre lo más débil
frente a
lo más fuerte, y no a la inversa•. Sobre la ley r:k la fuerza y la ley de la
libertad en el Aquinate, cfr. In II Sent. ds. 25, q 1, ar 1, co.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REAIJDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
tos de la única persona humana entran en juego en lo económi­
co. Pero, además, es toov '1TOAL'Tt.Kot, es decir, es un ser social
que tiene relaciones de convivencia y de asistencia7 relacio­
nes (16) forzosas imperadas por su misma naturaleza, por lo que
existen dos clases de instituciones sociales: unas naturales7 ünpe­
radas, como la familia cuya economía es OLKo{ voµo{ o adminis­
tración del consumo, otras convencionales, acordadas entre los
hombres como el
dinero, que da origen a lo xpeµanKov, la eco­
non1ía financiera y fiduciaria.
Podemos imaginar la estructura ontológica de la única perso­
na "humana" con10 formada por un núcleo central o ego moral
donde reside su condición personal, es decir, sujeto de conoci­
miento
(vov{, AO'/O{) de la verdad y voluntad regulada por la
crvv6,¡pecn{ o innato sentido moral del bien y del mal, que «es la
capa
de la superestructura personal en la que tiene lugar la cre­
ación
de decisiones• (loe. cit., págs. 412-413), nos dice Lersch.
Pero esta toma
de decisiones viene cletenninacla por varios facto­
res: el primero es el
conocimiento, porque, como dice Santo
Tomás,
,es

imperfecto solo apetecer, y este acto
de apetecer pre­
cede a la cognición perfecta
ele algo que se adquiere con el cono­
cimiento ... Y es otro acto
ele la voluntad perfecta, en la cual la
voluntad se aquieta y complace
en la cosa ya poseída, y así la
voluntad de saber es seguida del conocinllento perfecto» On I
Sent. ds 6, ex). Es decir, si -inteligimos lo que queremos, (ibicl.)
es
porque queremos lo que inteligimos. Por ello ,el libre albedrío
comprende a la voluntad y a la razón, por lo que es dicho ele
ambas facultades» (In II Sent. ds 24, q 1, ar 2, co).
Lo anterior es la base de las acciones hu1nanas, pero éstas
son más amplias, comprenden otros factores que la sola voluntad
y razón, regidas
por la synderesis y la lógica. Estamos hablando,
pues, del ego psicosomático propio del cuerpo animal cuya
(16) PH. LERSCH, Estructura de Ja personalidad, Scientia, 1971, pág. 223, dice
que
•las tendencias sociales humanas se dividen en dos grupos: la convivencia o
estar-con-otro y la asistencia o ser-para-otro•. Esta es la base psicológica de los
conceptos
sociológicos que desarrolla F. T6nnies de comunidad basada en el
a1nor mutuo y asociación fundada en el interés común. Cfr. Comunidad y aso­
ciación,
PenlOsula, 1979.
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ANTONIO SEGURA FERNS
forma racional es el alma espiritual "creada para aquel cuerpo",
pues, según el Aquinate, ,las almas no se individuan sino por el
cuerpo ... ,
y la razón de esto es que toda perfección es infundida
en la materia según su capacidad de recibirla y la naturaleza del
alma es así infundida
en diferentes cuerpos con diferente noble­
za
y pureza: por eso en cada cuerpo se dará un ser determinado
segun la medida del mismo, (In I Sent. ds 8, q 5, ar 2, ra 6).
En el duro
y preclm lenguaje escolástico esto significa varias
cosas:
a) No existe la persona humana como especie, tal como se
da en los ángeles (De Sp. Cr. ar 1, ra 19) que cada ángel es una
especie, mientras que en la especie humana cada persona huma­
na es única e irrepetible. b) El Ego psicosomático es un "límite"
personal
ineludible en la consideración del hombre. c) Este lími­
te personal
obligado diferencia operativamente a la humanidad:
sexo, edad, salud
y raza (17). Estas tres condiciones de la huma­
na naturaleza de cada persona "imponen" indudables límites a
las relaciones sociales, entre ellas la relación socioeconómica,
insuperables para cualquier ideología voluntartsta, pues obligan
las instituciones naturales, que conforman "forzosamente" las es­
tructuras básicas de la sociedad humana. Y, por otro lado, ponen
severas restricciones a
las instituciones convencionales, ªlímites
flexibles''. pero que no pueden sobrepasarse y, mal que le pese
a Protágoras, el hombre no es la medida de todas las cosas y
las creaturas estan ·encerradas en las férreas cadenas del lími­
te, (18).
En la relación socioeconón1ica que aquí nos interesa, las
indudables diferencias psicosomáticas tienen reclamaciones y
efectos que, según los casos, favorecen, limitan, impiden inclu­
so, ciertas actividades de los sujetos económicos. Desde los fun­
da1nentos metafísicos creacionista.$, estas evidentes e ineluctables
diferencias psicosomáticas no afectan a la valoración moral, de
(17) Para el cristiano no hay ,nás raza que la de los hijos de Dios. Por eso,
en la economía de la salvación, •no hay griego ni judío, circuncisión ni incircun­
cisión, bárbaro o escita, siervo o
librea (Col. 3, 11).
(18)
Cfr. G. S. KrnK'y]. E. RAVEN, Los.fllósofos presocráticos, Gredas, 1974,
n.2 344, Parménides, fragmento 8. v. 6 de Simplicio.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMtA CATÓLICA?
los sujetos económicos y sociales, pues la calificación de persona
y no simple cosa les coloca en un superior plano ontológico­
metafisico,
siendo un .. quién·, no simples ·qués", con indepen­
dencia de sus ventajas o litnitaciones psicosomáticas, lo que no
hace variar el superior orden ontológico de la persona, de la más
humilde y desgraciada
persona, que tiene sobre la más valiosa
1nercancía del 1nercado. San Agustín se pregunta: «¿Por qué nos
sorprendemos cuando el valor que se asigna a los hombres mis­
mos, cuya naturaleza es ciertamente de suprema dignidad, un
caballo resulta con frecuencia 1nucho 1nás caro que un esclavo, o
una joya más preciosa que una sirvienta? .. (De Civil. LXI, 16). Pero
si el discurso se hace desde una base 111etafísica inmanente, en
la que el hombre queda reducido a una serie de relaciones socia­
les, desapareciendo el concepto de persona como sujeto autóno­
mo de decisión moral,
como vimos en C.A. § 13, obviamente en
el orden social resultante •para llegar a la mayor suma de felici­
dad,
cada uno debe ser mas egoísta que altruista,, nos dirá H.
Spencer (19). Para el menos dotado, ese es su problema en tér­
minos coloquiales de área anglosajona, hoy tan influyente en la
cultura 1noderna occidental.
De todas fonnas hay que señalar que aun desde las más radi­
cales posiciones 111etafísicas inmanentes no dejan de reconocer
las férreas cadenas del límite puestas a la acción del hombre en
la sociedad. Así, por eje1nplo, el padre de la 1noderna economía,
Ada1n Stnith, en su primera obra señala cón10 a los hon1bres «Una
mano invisible les conduce a realizar casi la misma distribución
de las cosas necesarias para la vida que habría tenido lugar si la
tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos sus
habitantes" (20). Y, desde otra perspectiva, inmanente y radical,
Hegel advierte de ·la astucia ele la razón· (21) que corrige con
mano dura las aberraciones
de la ley del corazón particularista
(19) HERBERT SPENGER, Fundamentos de la Moral, Sevilla, 1881, pág. 248.
(20) ADAM SMITH, La teoría de los sentimientos nwrales, Alianza, 1997,
pág. 333. En La riqueza de las naciones, 11, Orbis, 1983, pág. 191, vuelve a repe­
tir la mano invisible reguladora.
(21) J. W. F. HEGEL, Filosofta de la Historia, Revista de Occidente, 1974,
pág. 97.
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ANTONIO SEGURA FERNS
forzándolas a ajustarse a las leyes universales y eternas que rijen
la
lógica de lo real.
Vimos cómo estas leyes universales que determinan la lógica
de
lo real en el microcosmos humano responden a dos órdenes
diferentes: la ley de la fuerza de lo material y la ley de la libertad
de lo moral-espiritual, cada una con su propia gramática lógica
que forzosan1ente tienen que obedecer, pues son creaturas indi­
gentes,
no el Creador. En lo psicosomático la ley de la fuerza
actúa en lo que Lersch define con10 «una capa de la estructura
de la esencia anímica que designa1nos con10 JOndo endotímico,
(loe. cit., págs. 81 y sigs.) propio de cada persona: «son los esta­
dos de
ánimo persistentes que, al mismo tiempo, son lo funda­
mental del
fondo endotímico, las vivencias impulsivas (instintos y
tendencias) y
reacciona/es (estímulos) que provienen de su pro­
fundidad y se reflejan en ella ... al mismo tiempo horizontalmen­
te se dirigen hacia el n1undo y se desarrollan en contacto con él»
(ibid., pág. 88). Obviamente, a este fondo endotímico que con­
fonna
no la "persona", que es el "núcleo moral'~ sino la "perso­
nalidad" (22) de cada bombre tal como le perciben los demás, se
une otro límite de cada Yo bumano, el fondo vital neurovegeta­
tivo y cambiante
según el estado de salud de cada uno. La refe­
rencia
en la apertura borizontal dirigida bacia el mundo hace
referencia a otro tipo de limitación que el hombre tiene que
aceptar y que aquí he1nos lla1nado el Ego sociohístórico, es decir,
el
«Yo y n1is circunstancias» que dice Ortega, la Historia, en el
aspecto social, y la biograjta en el personal, que empieza pre­
rracionalmente
en el apredizaje del lenguaje.
Vamos a resumir la relación entre los tres Egos (moral, psico­
somático y sociobistórico)
con un esquema de juicio de la acción
humana: el esquema ontológico propuesto se funda en el límite
de la creatura. Por un lado está el límite unive1'·at de la natura­
leza
propia de cada una; hay, por otro lado, los límites que a cada
ente real1 es decir individual, le ünponen los accidentes ontoló­
gicos o predicamentos lógicos que convierten los universales, las
(22) Cfr.]. A. MARINA, El Laberinto senti111enta4 Anagrama, 1995, pág. 129,
·El carácter es nuestro estilo de sentir. La personalidad nuestro estilo de obrar•.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMlA CATÓLICA?
esencias, en particulares efectivos, ya económicos. Estos acciden­
tes que, como vimos con
el Aquinate, dan la perfeccion de ser en
acto, se dividenl según el Angélico, en accidentes extrínsecos
(tiempo), intrínsecos (figura, cualidad, etc.) y medios (lugar, rela­
ción, acción/pasión)
en los entia materiales (In II Sent. ds 12, q
1, ar 5, ra 2).
El Ego moral es el lugar propio (70,ro{) del juicio moral (Bien
honesto) y el criterio aquí válido es lo absoluto, lo importante, lo
que no es pactable: se acepta o se rechaza.
El Ego psicosomático es lugar de la evaluación bien-para-nú
(bien
deleitable).
Los Egos sociobistórlcos son el 70,ro{ propio de la economía
(bienes útiles) de la acción. Estos egos sociohistóricos se 1nodifi­
can por la cultura y por la acción. Y aquí es válido lo particular,
lo circunstancial, por ello es transaccional.
El ego psicosomático o personalidad (ego integrativo en
Parsons) aparece socialmente como el pe1jil existencial de cada
individuo; social e históricamente el ego
sociobistórlco (social
integrativo
en Parsons) (23) da agregativamente la idiosincrasia
local, o perfil existencial del grupo en sus componentes perso­
nales.
Es obvia la importancia que en el juicio -previo calculador
o posterior evaluativo-tiene el fundamento metafísico de que
se parta: si se elimina la
transcedencia Creadora, Reguladora y
Providente desaparece en sentido propio el Ego Moral, pues la
ética queda rebajada a mera catética, a un cálculo económico de
las consecuencias que se sigan, qué 1ne cuesta y con cuánto 1ne
retribuye.
(23) Loe. cit. Sobre el ego integrativo y el social integrativo TALCOIT PARSONs,
El Sistema Social, Revista de Occidente, 1966, pág. 67. El término catética en
Parsons expresa ·la significación de la relación del ego del sujeto con el objeto u
objetos en cuestión para el equilibrio de su personalidad entre la gratificación­
privación,.,
págs. 26 y otras.
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ANTONIO SEGURA FERNS
5. Objetos de la socioeconomfa
Evidentemente son, con10 antes se dice, los apoyados en la
materia y limitados en relación con la demanda. Están limitados,
precisamente, por los accidentes, principalmente la calidad, la
cantidad, la figura, etc., entre los intrínsecos; y el lugar, la rela­
ción,
la acción/pasión y el haberelhabitus entre los medios estan­
do todos regulados por el inevitable accidente extrínseco que es
el
tiempo. De éstos el accidente acción/pasión es extrínseco res­
pecto al
objeto económico por medio de la relación que tiene con
el sujeto económico, pues la econonúa es esencialmente una rela­
ción
de intercambio entre los sujetos.
Esta ontología del sujeto y de los objetos económicos consti­
tuye la
ley de fuerza de los mismos y puede ser manejada por la
ley de la liberiad de los sujetos, pero éstos no tienen más reme­
dio
que respetar aquella ley de fuerza y sólo será posible mane­
jarse conociéndola: "ª la naturaleza se la domina obedeciéndola,,
(Novum Organum,
I, 3), nos advirtió Bacon.
6. Los sujetos y los objetos económicos
La econonúa nace del estudio racional de lo que Hegel llamó
sistema de necesidades hu1nanas en su aspecto 1naterial o en
cuanto tenga que apoyarse en lo material: como se dijo, un obje­
to
de culto o de cultura, en cuanto está sujeto a la limitación, es
económico. Ontológtcamente el predicamento base de lo econó-
1nico es la relación y ésta es, bien según nú1nero, o bien según
acción/pasión;
aden1ás puede ser sitnétrica o asitnétrica, real o de
razón. Todos estos modos de relación se dan en la relación socio­
económica,
sea entre los sujetos, o sea entre los objetos, ya entre
unos y otros: todos están aqui incluidos en la unidad del orden
que rije la metají Dios. a la Creación, son los que han de fundar una economía
católica. En la relación socioeconómica es determinante su modo
de asimetría: la posibilidad de que el referente y el referido sean
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REAUDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOM1A CATÓIJCA?
distintos, uno real, material el otro de razón. Por ejemplo: en
una transacción económica diferida, a crédito, el objeto puede
ser real "en acto''. mientras que el pago que tennina y perfeccio­
na la transacción es, en potencia, un compromiso, 1nero ente de
razón (24). Y aquí surge la compleja problemática ético-jurídica
y económica de
la especulación (entendida en su sentido filosó­
fico de anticipación y estudio) que originó toda la doctrina esco­
lástica del lucro cesante
y el daño emergente, sobre la licitud del
interés en los préstamos, doctrinahnente acabada finaln1ente en la
Vix pewenit de Clemente XII que ha dado lugar al desarrollo de
la moderna econonúa financiera (25) y ha permitido el gigantes­
co desarrollo de la empresa moderna. Y
no solamente ésto, sino
también
la difusión del capital a tan extensas capas de la pobla­
ción que puede decirse que en el inundo industrial y de servicios
está generalizado al romper las estrechas limitaciones de la rique­
za material campesina y urbana o el atesoramiento improductivo.
Pero aqui es particularn1ente interesante señalar otra capaci­
dad de la econonúa capitalista con importantísimas consecuen­
cias económicas
que afectan al desarrollo de toda la sociedad y
es
que las personas, ya sean físicas, ya sean personas jurídicas,
pueden tener solo la función prin1aria del ahorro y la inversión
de lo ahorrado -entendiendo por tal lo que han detraído al
gasto consuntivo-, pero no se les exige la dedicación personal
con lo que esto significa de preparación y dedicación, lo que faci­
lita no solo su extensión social, sino el acceso a esta capitaliza­
cion de los cada día más importantes fondos sociales de retiros o
rentas de instituciones benéficas o culturales.
Lo anterior sólo es un ejemplo del desarrollo posible desde
la metafísica y la ontologia creacionista de problemas reales de
la econo1nia con10 ciencia. Pero donde el desarrollo científico de
(24) Cfr. A. KREMrEL, La doctrine de la rélation chez Sain 1bomas, VRlN,
1952, ver capítulo XXXV; en la perspectiva de la metatisica dialéctica, cfr. HEGEL,
El sistenia de la eticidad, Editora Nacional, 1983. Ver pág. 182.
(25) Realmente
se trataba del desarrollo doctrinal de la doble función del
dinero como rnedida y como depósito de valor cuya teorización se remonta a la
Etica Nicomaquea, l. V, 5, B 1133a-1133 b, de Aristóteles.
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la economía se torna ideológicamente conflictivo es en el repar­
to de los bienes económicos, desiguales en cantidades y calida­
des
entre sujetos, es decir, hombres, personas humanas iguales en
naturaleza y dignidad. El problema social y moral se agudiza en
el paso de la econonúa tradicional, estática a la econonúa
moderna, dinámica, porque, como dice]. Ellul (26), •era preci­
so que el crecitniento econótnico viniese a poner en discusión el
destino de la miseria, era necesario que a los ojos de todos apa­
reciese posible
una abundancia. Entonces la pobreza, la desi­
gualdad de reparto
se hacen causa de revolución. No antes,.
Efectivamente el reparto de la riqueza se ha convertido en el pro­
blema si
no más importante, sí el más urgente, de la problemáti­
ca socioeconómica actual.
Asi, la doctrina social de la Iglesia tuvo
que enfrentarse la doble problemática moderna, la
ideológica del
liberalismo y la del
desarrollo económico con las nuevas tecno­
logías a las
que Ellul constituye en •causa inmediata de la revo­
lución•. Esta revolución tecnológica que desencadena la social y
política, también ha desarrollado
su propia ideología, el consumo
de masas
que ha engendrado la ideología igualitaria.
7. Cultura, política y economía:
las
ideologías contra la economía
La cultura moderna está detenninada por un potente foco
teórico que conjunta en el mismo plano especulativo y práctico
tres modos de pensamiento que determinan los discursos políti­
co y econ61nico:
100
a) La filosofia liberal que rechaza toda heteronomía.
b)
La ideología utilitaria que sólo considera los bienes úti­
les o deleitables.
e)
La ideología democrática que suma al consumo de masas
el poder de un único voto universal e inorgánico.
(26) ]ACQUES ELLUL, Autopsia de fa revolución, Unión Editorial, 1973, pág.27.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
Vernos que este Joco teórico conjunta un discurso filosófico (el
liberalismo) con dos discursos ideológicos, uno socioeconómico
(el utilitarismo) y otro político (el democratismo) lo que le da una
extraordinaria fuerza. El fondo del problema está en que lo que
en el plano económico o político puedan éstas contener de ver­
dad queda desnaturalizado por la filosofía del absoluto autono­
mismo liberal
que ha sido la constante denuncia de la doctrina
social católica
corno vimos en Centesfmus Annus, § 39, donde se
separa
nítidamente los campos de las exigencias económicas de
las motivaciones, aquí
inmorales o amorales de la filosofía liberal
por 111ás que, como vere1nos, existe una tendencia crítica que
demoniza la economía cargándola con las culpas de la filosofía
ltberal, a la que no se quiere renunciar, en cuanto el rígido lími­
te que señaló Parménides, se niega a seguir las exigencias que al
instrnmento económico se le hacen desde presupuestos sociales,
muchas veces
pretendidamente católicos. El problema clave de la
economía social es
el del reparto de los diferentes bienes -obje­
tos económicos----entre los iguales hombres -sujetos de la eco­
nomía-, tal como se da en la sociedad actual y, previsiblemen­
te, en la futura.
Va1nos, pues, a e1npezar con un autorizado testin1onio sobre
la sociedad moderna, hecho en sus inicios y que conserva toda
su
validez, con10 confim1a la historia de lo ocurrido, que con­
templa los tres puntos básicos del poderoso Joco teórico que
deter1nina la cultura 1nodema. Lean1os a Tocqueville: ~Los hom­
bres que viven
en periodos den1ocráticos tienen 1nuchas pasio­
nes; pero la 1nayoña desembocan en el a1nor a la riqueza o ema­
nan de él ... Cuando los conciudadanos son independientes e
indiferentes entre sí, sólo
pagando se puede obtener el concurso
de cada uno; lo que multiplica hasta el infinito la utilidad de la
riqueza y au1nenta su valor ... La distinción que nace de la rique­
za aumenta con la desaparición o disminución de las demás· (27).
En lo transcrito
se ven las tres ideologías: la pretensión de una
autonomía liberal en la que el poder ya no emana de lo Alto, sino
(27) ALExrs DE TocQUEVILLE, La democracia en América, Sarpe, 1984, 2 . .1!. parte,
capítulo XVII,
pág. 193,
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del pueblo soberano en régimen democrattco y el utilitarismo eco­
nómico
unificados en una sociedad de masas que elige y consu­
me.
Y es en este conjunto teórico donde en la práctica han de
plasmarse las reclamaciones
políticas y sociales, lo que forzosa­
mente
exige un planteamiento económico real no ideal ni ima­
ginado.
En el repatto económico de "cosas entre personas" obvia­
mente la
prioridad de urgencia de aquellas cosas es, cronológi­
camente
al menos, la que hay que considerar en "primer" lugar,
pues, para que baya "repatto" es absolutamente necesario que
"primero" haya cosas. Por la ontología de éstas, pues, hemos de
empezar.
Su repatto está forzosamente condicionado por la com­
posición de su
ofetta. Por ejemplo, un primer tipo de reparto es
entre las cosas aptas del
consumo y las propias para la inversión.
Esta evidencia anula la demagógica apelación, frecuentemente
repetida, de la
movilización de las joyas y obras de arte en pose­
sión de
la Iglesia para resolver las carencias de primera necesi­
dad de los indigentes, pues, para pasar el valor de joyas, etc., a
alimentos, v. gr., es necesario monetizarlas primero, es decir, que
alguten las compre,
y así lo único que se consigue es ca1nbiar la
titularidad de la propiedad de joyas, cuadros, esculturas, etc.
También pasa con la reclamada transferencia del gasto
en arma­
mentos de alta tecnologfa a productos
primarios de ayuda al ter­
cer
mundo conseguida a costa de una disminución del producto
bruto
porque el valor inco,porado en la alta tecnologfa es muy
superior al de los productos primarios: este plus de valor incor­
porado esi en los productos técnicamente complejos, en su 1nayor
parte atribuido al factor trabajo de alta especialización (28).
Más importan aún l.os problemas de reparto que afectan
directan1ente, no al uso de las cosas sino a las personas, indivi-
(28) La denuncia de que aumenta la diferencia entre los ricos y los pobres
es otro malentendido económico:
al crecer las rentas con el desarrollo, las infe­
riores, aunque también crezcan,
no siguen el encarecimiento de las raretés por
todos deseadas, que
sólo entran en las bolsas de los más ricos por un aumento
desproporcionado
de sus precios. Por eso crece la diferencia entre los ricos y los
que no llegan. Esto es inevitable:
n1ientras en el mundo coexistan dos econo­
mías, la tradicional estática y la actual dinámica, ésta irá sep-.irándose cada día más
de aquélla.
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DOCJ'RINA SOCIAL CATÓLIG'..4 Y REAllDAD ECONÓMIG'..4: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
duahnente consideradas o en grupos sociales. La econo1nía estu­
dia por la relación de V. Pareto el reparto de la renta nacional y
las
personas según los tramos de renta percibida. Pareto demues­
tra la constancia
de este reparto a lo largo de la Historia y en todo
tipo de sociedades (29). En términos de consumo personal, fin
del proceso económico, esto es obvio: si en cualquier sociedad y
tie1npo, agrupatnos las cosas
de consumo en bolsas familiares es
evidente
que de algunas cosas habrá suficiente para todas las bol­
sas,
pero después las escaseces irán repartiéndose en las bolsas
hasta donde lleguen: el valora precios de mercado de cada bolsa
de consumo puede variar y esta variación ordenada de menor a
mayor
valor es representada en la curva de Pareto. Las técnicas
pueden hacer variar las diferentes producciones, aumentando el
contenido de más bolsas, pero sin variar la forma final de la
curva,
pues las raretés (30) aumentan su precio al crecer la
demanda al aumentar las rentas por el desarrollo y entonces > conoce 1nás la insuficiencia cuanto 1nás se tiene» (S. Th. I-II, q 2,
ar 1, ra 3) nos dice el Aquinate, que es corroborado hoy por R.
Aron (31), que dice: •cuanto más se aumenta el número de bie­
nes accesibles a todos, más
se carga de pasión la búsqueda de
aquellos bienes que no son accesibles a todos».
Es obvio que esa ley de Pareto tenía que levantar críticas.
Dejemos aparte las
de tipo científico que describe G. Quijano, y
vayamos a las doctrinales e ideológicas. Pareto contestó a a1nbas:
a los que le atacaban desde una perspectiva moral cristiana
diciendo
que tal ley destruía la libertad humana, les contestó con
su teoría de la circulación de la élites diciendo que »la historia es
un cementerio de aristocracias», es decir, la élite per1nanece mien­
tras que los 111ien1bros de ella nacen y n1ueren. Hay una éliteefec-
(29) A quien le interese el tema, cfr. F. GoNZALEZ QUIJANO, La curva de Pareto
y la distribución de la riqueza, Colegio Oficial de Ingenieros de Caminos, 1966.
Es un estudio muy completo que aborda tanto los aspectos matemáticos de la ley
cuanto el aspecto histórico desde la antigüedad.
(30)
El término rareté es utilizado por L. WALRÁS, Elementos de economía
política
pura, Alianza, 1987. Ver Sección 1, lección 10, •De la rareté, causa del
valor de cambio•, págs. 246-275.
(31)
RAYMOND ARON, Les desillusions du progres, Calman-Levi, 1969, pág. 327.
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ANTONIO SEGURA FERNS
tiva y otra de mérito, y así, cuando la efectiva deja de cumplir su
juncion social es sustituida por la de mérito, y en esta sustitución
es donde entra en juego la libertad humana. A las ideologfas
igualitarias del socialismo le contesta que desde su co1nprobación
empírica exhaustiva
«no podemos afinnar que esta for1na no cam­
bie si la constitución social llegase a ca1nbiar
de una 1nanera radi­
cal
si, por eje1nplo, el colectivisn10 sustituye a la propiedad pri­
vada ... [aunque] parece difícil
que desapareciese la jerarquía, y la
fonna
de esta jerarquía pudiera ser se1nejante a la que resulta
para la renta
en dinero, (32). Hoy que se sabe de lo ocurrido en los
países
de socialismo real confirma lo que dice en otro lugar (33)
«en el socialis1110 los bienes se distribuirán en la 1nisn1a fonna que
hemos descrito en la sociedad concurrencia!, (34).
Si éstas son la conclusiones econó1nicas respecto al reparto
personal
de las rentas individuales en una sociedad, no son
menores los problemas que presenta el reparto social de la rique­
za. En las curoas de Lorenz (35) se representan los porcentajes
de renta correlacionados con los porcentajes de población en
coordenadas cartesianas: una equidistribución perfecta sería la
diagonal en la que cualquier punto de ella se corresponden
numéricamente en abscisas y ordenadas los porcentajes de cosas
y rentas. Claro que esto es 1nera teorización, l)ues las curvas rea­
les siempre muestran un pandeo que les aparta más o menos de
la diagonal
teórica de equidistribución. Para explicamos esta
situación acudire1nos a
lo antes dicho de la idiosincrasia social:
Supongamos dos sociedades de similar riqueza natural y grado
de desarrollo humano, A y B, pero con diferente grado de acep­
tacion
de riesgo y diferente idiosincrasia económica. Obviamente,
si la sociedad A tiene
111.ayor grado de aceptación de riesgos eco-
(32) Vid. V. PARETO, Manuel (l.:ii ed. francesa), capítulo VIII, pág. 388.
(33) V. PARETO, Cour.s-d'econoniie, II, pág. 349.
(34) Lo ocurrido en el socialismo real comprueba la verdad de Pareto.
Cfr. S. P. FIGUNOV, Strioiteltsivo Komunizma,· Rotor jlagosostotania narode, Moscú,
1967, pág. 158.
(35) Ver MARTIN BRONFENBRENNER, Inconie distributión theory, MacMillan,
1971, págs. 47
y sigs., y también W. FELLNER & B. F. HALEY, Teoría de la distribu­
ción de la renta, Aguilar, 1961, págs. 81 y sigs.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
nómicos su desarrollo será mayor. Y lo 1nis1no pasa si la idio­
sincrasia de A mejora a la B respecto a los condicionantes
psico-econ6micos
de su población. Si, v. gr., las actitudes per­
sonales
de A son mejores que las de B en las alternativas aho­
rro/consumo,
en la aplicación de los recursos disponibles, y, en
el trabajo, en la disposición alternativa respecto al trabajo/ocio.
Es evidente que la diversidad social en B premiará en la dis­
tribución social
de la riqueza a aquellos pocos, trabajadores
y
ahorradores, que están contra la idiosincrasia económica
dominante: a éstos afluirá la riqueza, y esta es la causa del
pandeo de la cu1va de Lorenz. Surge una pregunta: ¿es esto
injusto?
La reacción crítica a estos estudios de la econo111ía ctentifí­
ca no deja de ser sorprendente: la destrucción ideológica de la
ctencía económica: «es la1nentable encontrar tanto desacuerdo
sobre
la evidencia de ciertas consistencias in1portantes en lo
económico ... ¿Qué debemos pensar de ello?, ¿por qué el
rechazo en reconocerlos como hechos e1npíricos y así proce­
der para comprenderlos y explicarlos'" (36). Realinente lo que
se da aquí es un ataque de hu1nana soberbia: cuando preten­
dida1nente apoyados
en la razón ésta, en su astucia, se niega
a apoyar nuestros caprichos ideológicos e imaginaciones, le
nega1nos competencia y busca1nos un sustituto 1nás a nuestro
gusto.
Desde muy otra perspectiva hay que señalar que si es muy
cierto que »Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene
para uso de todos los hombres», como dice Gaudlum et Spes, §
69, esto está en el plano ontológico-metafísico de la creatura,
el Hon1bre, pero tan1bién "es evidente que no todos los ho1n­
bres son iguales en lo que toca a su capacidad física y a las cua­
lidades intelectuales y
morales» (G. et Sp., § 29). Y no todas las
cosas estan siempre a disposición
para todos en cantidades y
cualidades.
(36) S. WEINTRAUB, "Wage theory and policy", en A general theory of price
leve4 output, incorne distribution and economic growtb, Chilton, 1959, pág. 243,
n.11 13.
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ANTONIO SEGURA PERNS
8. Metapolítica y metaeconomía: el emotivismo
A los tres focos intelectuales de la cultura moderna se une
otro componente que no dice al conocersino al querer, a la deci­
sión de la voluntad influida no solo por la razón sino también
por la emoción. El emotivismo es desarrollado en la cultura
moderna por J. J. Rousseau y D. Hume. Para J. J. R., dice Claire
Salomon-Bayet
(37): .. 1a moralidad tiene, como la razón, sus raíces
en la sensibilidad". Pero esta sensibilidad, que es aquí raíz de la
moralidad, no es constante, varía constantemente, pues J. J .R.
«no hace 111ás que desarrollar uiluminaciones" que, en un relám­
pago, le designan la doctrina• (pág. 335), pues "Rousseau halla en
el instante lo absoluto, dispersado y corrompido por la tempora­
lidad; el instante es para Rosseau lo que la eternidad para Platón"
(pág. 359). Esto impone la cultura del zapping, la exigencia de
cambios
Inmediatos incompatibles con los rígidos tiempos técni­
cos econó1nicos co1no reclamación de los cambios e1notivos ins­
tantáneos que se pretendenfimdamentos de lo socialmente justo
o injusto.
Pero J. J. R. no es el único fundador del emotivismo. Junto a
él está la escuela escocesa I uno de cuyos más ilnportantes filó­
sofos es David Hume. El lenguaje de éste es impreciso, propio de
un emotivismo más referido al sentir que al razonar. Tasset (38)
nos dice que ,las dos características principales de la teoría de la
razón de Hume son la diversidad de significados que da al tér­
mino "razón"• (pág. 16) y le caracteriza así: ,A) la tendencia a
interca1nbiar los tér1ninos entendilniento y razón. B) tendencia a
intercambiar los nombres de una capacidad o facultad (razón)
con los de las actividades de esa capacidad (razonamiento). C)
tendencia no justificable a desmentirse a sí mismo y a usar razón
para referirse a capacidades o actividades que había distinguido
de la razón anterionnente» (ibide1n). Esto es justa1nente lo co-
(37) CLAIRE SALOMON·BAYET, Historia de la filosofla, Espasa Calpe, 1976, II,
pág. 363.
(38) &ludio preliminar de la Disertación sobre las pasiones, Anthropos, 1990.
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DOCIRJNA SOCIAL CATÓLICA Y REAllDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
rriente en el discurso actual sobre estos temas. Para Hume ,pare­
ce evidente que la razón, en un sentido estricto, significando el
discernimiento de
la verdad y la falsedad, no puede nunca por sí
misma ser
un motivo para la voluntad, y no puede tener influen­
cia alguna sino
en cuanto que afecte a alguna pasión o afección,,
(pág. 139). En otras palabras, el acto moral puede ser preparado
por la razón, pero es detenninado por las pasiones. Por eso, en
otra obra (39) nos dice, •§ 5: la razón y el sentimiento concurren
en casi todas nuestras determinaciones y conclusiones~, por lo
que Tasset llama a Hume ,el filósofo de la pasión, (pág. 9).
Entrando en el análisis emotivista dice: •§ 6: Empezaremos
nuestra investigación en este te1na considerando las virtudes
sociales de la Benevolencia y la Justicia·, es decir, precisamente
lo que interesa aquí.
Al encuadrarse esta filosofia en la metafísi­
ca
de la inmanencia de la conciencia, es decir, el rechazo de
toda
heteronomía con la pretensión de fundar una moral autó­
noma lo que prohibe apelar a un orden transcendente, no tiene
nada de extraño que postule que •§ 13: la utilidad pública es el
único origen de la justicia y que las reflexiones acerca de las con­
secuencias beneficiosas de esta virtud constituyen el único fun­
damento
de su 1nérito». Está, pues, en perfecta concordancia con
el utilitarismo:•§ 17: así, las reglas de la equidad o justicia depen­
den enteramente del estado y condición particulares en que los
ho1nbres están situados, y deben su origen y existencia a la uti­
lidad que la sociedad obtiene de su estricta observancia•. Visto lo
que es la justicia en el en1otivis1no de Hu1ne, corno virtud social
tenemos que volver a ver cón10 las pasiones actúan sobre los
individuos por medio de la benevolencia. Dice •§ 7: los epítetos
de sociable, simpático, humanitario, compasivo, agradecido, amis­
toso, generoso, benefactor, u otros equivalentes son conocidos en
todas las lenguas y expresan de manera universal el mérito mayor
que la naturaleza humana es capaz de alcanzar•. Todos ellos,
de uno u otro modo, tienen una clara referencia a la pasión. Por
ello, ya en la conclusión, dirá que •§ 85: el Mérito personal con-
(39) DAVID HUME, Investigación sobre los principios de la moral, Alianza Edi­
torial, 1993.
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ANTONIO SEGURA FERNS
siste enteramente en la posesión de cualidades mentales útiles o
agradables para la propia persona o para los "otros',. Esto casa
perfectamente
con el democratismo, con la necesidad de pública
aceptación de
uno para triunfar social y políticamente.
Como vetnos, la raíz emotivísta no se contrapone, sino que
encaja perfectamente con las tres condiciones -inmanencia filo­
sófica
liberal, utilitarismo económico y democratismo político-­
que antes señalamos y refuerza este foco iluminador de la cultu­
ra moderna. Pero
... ¿es posible? En la situación política actual G.
Sartori {40) nos dice que •con el sufragio universal y, al mismo
tiempo,
con la transformación del Estado mínimo (al cual se le
pedían sólo órdenes y leyes)
en un Estado que lo hace todo y al
cual
se le pide que lo remedie todo, los parlamentos se convier­
ten
en más dilapidadores que el gobierno•, al contrario que lo
que cumplían las Cortes 1nedievales que, precisan1ente, se insti­
tuyeron para controlar el gasto de los gobiernos. Y esto dice
directamente a la cuestión
de la doctrina social en relación con
la economía, pues aquí se trata más de posibilidades que de la
problemática
moral, porque, como recuerda Pieper (41), ·La ética
idealista del siglo pasado ha olvidado y
neg-.ido la determinación
de la moral por la realídad·: lo que no puede ser no es moral ni
Inmoral, simplemente no es.
9. Cultura civil y doctrina religiosa
La relación entre posibles recla1naciones contradictorias
desde diferentes categorías de juicio, aquí entre las reclamaciones
racionales de la teoría económica y pretendidas reclamaciones de
orden moral que necesariamente comportan efectos "económi­
cos". Y es obvio que al tratarse del único y mt,mo hombre forzo-
(40) G. SARTORJ, La democracia despues del comunisnio, Alianza Editorial,
1993, pág. 105. Es pretender a la vez una cosa y su contraria.Como dice J. MARÍAS
-Antropología filosófica, Revista de Occidente, 1073, pág. 106-«el deseo es
mucho más amplio que la voluntad: se puede desear todo, lo posible y lo im­
posible•.
(41) J. PIEPER, El descubrimiento de la realidad, Rialp, 1974, pág. 94.
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DOCJ'RINA SOCIAL CATÓLICA Y REAUDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
samente ambos marcos categoriales entran en interacción, influ­
yéndose mutua1nente uno en otro. Con10 adelantan1os al princi­
pio, en la Gaudium et Spes, § 36, se aborda directamente este
te1na: "Muchos de nuestros conte1nporáneos parecen tetner que,
por una excesivan1ente estrecha vinculación entre la actividad
humana y la religión, sufra trabas la autonomía del hombre, de
la sociedad o de la ciencia ... Si por autonomía de la realidad
terrena se quiere decir que las cosas creadas y la sociedad 111isn1a
gozan de propias leyes y valores, que los hombres han de des­
cubrir,
emplear y ordenar poco a poco, es absolutamente legíti­
ma, esta exigencia de autono1nía, que ade1nás responde a la
voluntad del Creador: por la naturaleza de la creación las cosas
estan dotadas
de consistencia, verdad y bondad propias, de
orden regulado, que el hombre debe respetar reconociendo la
metodología particular de cada ciencia o arte. La auténtica inves­
tigación metódica
en todos los campos del saber ( 42), si está rea­
lizada
de una forma auténticamente científica y conforme a las
reglas tnorales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque
las realidades profanas y las de la Je tienen su origen en un
mismo Dios,.
Podemos ver cómo aquí la Gaudium et Spes, está señalando
la justificación
de la legalidad científica como querida por Dios
en el mismo nivel fontal de la legalidad moral, pues ambas pro­
ceden de su Voluntad Creadora y, por ende, no puede haber con­
flicto entre ellas.
La Gaudium et Spes, continúa, pues, hablando
de esta última: ·Pero si autonomía de lo temporal quiere decir
que la realidad creada es independiente de Dios y que los hom­
bres
pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente
alguno a quien
se le escape la falsedad envuelta en tales pala­
bras.
La creatura sin el Creador desaparece•. Es decir, la ley moral
(42) Tamblén en el de la ciencia econónúca que, por ello, puede ser juzga­
da
desde la posición católica. Y por eso el hombre tiene responsabilidad no sólo
del buen empleo social
de los recursos econóniicos, sino tambien de la morali­
dad
de los fines y de los 111ediosusados. Incluso, además, de la obligación n1oral
de obtener la ma.xima eficiencia y econonlÍa en la opera.ción: Dios no sólo quie­
re
lo bueno sino tambien lo bien hecho, incluida la actividad econóniica: a Dios
sólo se le puede ofrecer la obra bien hecha.
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ANTONIO SEGURA FERNS
transciende el universo visible de las leyes ftsicas: éstas son mera­
mente
instrumentales y su categoría de juicio es la eficacia; en la
acción visible; áquellas son intencionales, ocultas, y su categoría
de juicio
es la justicia siendo su 1'01rot la conciencia humana. La
interrelación entre ambos universos categoríales del hombre tiene
que hacerse en la acción con medios ftsicos por el componente
psícosomático de la única persona humana. El más importante, y
primer, elen1ento es el lenguaje, pues por su 1nediación, oral o
escrita,
se co1nunican los hon1bres. Y, justa1nente, por la polise­
mia del lenguaje es por donde aparecen los problemas y las con­
fusiones entre las reclamaciones
de la ciencia y de la moral por
n1edio de las tran1pas se1nántica y dialéctica. Obviamente la pala­
bra bien puede referirse al Bien transcendental metafísico o a los
bienes predicamentales ontológicos, aquél absoluto, ilimitado;
éstos limitados y siempre relativos. En otras palabras, el Bien-en­
sí, honesto frente a los bienes útiles o deleitables y, además, some­
tidos a
un orden que los relaciona mediante la jerarquía: aquél,
moral; éstos económicos.
La forzosa interrelación entre el discurso moral religioso y el
discurso ético civil, "muy injluida por el emotivismo ", opera en
ambos sentidos, es decir, que la moral religiosa actúa sobre la
ética civtl procurando confonnarlas, pero ta1nbién, consciente o
inconsciente1nente, la
ética civil iinperante actúa sobre el discur­
so moral religioso determinándole en cierto modo. Esto se ve cla­
ramente
en el tema de la doctrina social de la Iglesia que forzo­
sa1nente tiene que abordar los probletnas inmediatos de la socie­
dad civil y tiene que hacerlo desde las categorías sociales y lin­
guísticas vigentes ( 43), lo cual, evidentemente, implica el peligro
de lo que Plinio Correia de Oliveira llamaba trasvase ideológico
inadvertido.
(43) Ver, i.e. lo que dice Mgr. Juan Hervás sobre la expresión libertad reli­
giosa
en el Concilio Vaticano 11: •La Iglesia ha querido responder a la pregunta
que le ha formulado el mundo moderno.
Y, como el mundo moderno tiene un
lenguaje propio, elaborado a lo largo
de los años, al formular los derechos de la
persona humana, la Iglesia le responde usando su propio lenguaje•; cfr. La liber­
tad religiosa, Palabra, 1966, págs. 32-33.
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DOCIRINA SOCIAL CATÓLICA Y REAllDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOM1A CATÓLICA?
En esta cultura moderna el componente emotivista la ha lle­
vado a ser la cultura de la queja (44), que tiene mucho que ver
con los problen1as sociales, incluso reconocidos en la doctrina
social
de la Iglesia (45). Realmente no podía ser de otro modo:
las promesas de
libertad e igualdad, que figuran en el frontispi­
cio
de las sociedades 1nodernas postrevolucionarias1 han condu­
cido a las tiranías
rígidas de los totalitarismos o a la dictadura fle­
xible de la democracia
(H. Marcuse), lo cual es el anticipo de las
semillas de la violencia (
46), tal como denuncia la Populorum,
§ 30: ·Es cierto que hay situaciones cuya injusticia clama al cielo·,
aunque en § 31 añade: •la insurrección revolucionaria ... engen­
dra nuevas injusticias,
introduce nuevos desequilibrios y produce
nuevas ruinas. No se puede combatir un mal real al precio de un
mal mayor•. Y aunque hay casos en que ·la apelación a la fuer­
za social está justificada• (ibídem), nunca lo estará
cuando los
motivos no sean racionales y razonables sino pura1nente emoti­
vos
de los que se sienten injustamente preteridos como si la justi­
cia social pudiera estar fundada
en los sentimientos subjetivos.
Las trampas semántica y dialéctica se dan por la ambigüedad
y la imprecisión con un continuo remitir del texto al contexto, de
lo
que se dice a lo que se insinúa tergiversando el discurso social
de un n1odo que esto es particular1nente peligroso cuando el
tema tratado dice a
dos tipos de discurso sujetos a juicio diferen­
te tal
como anres se dice en el tema moral y el científico, es decir,
justamente
en el discurso de la doctrina social de la Iglesia. En
ésta se
dan los discursos en dos planos perfectamente diferen­
ciados y
fácilmente discernibles, en el plano de lo fundamental
(44) Cfr. ROBERT HUGHES, La cultura de la queja, Anagrama, 1993: Los facto­
res
económicos y grupos sociales, transforman la queja en votos políticos de sus
componentes con pretensiones patticularistas, ajenas al bien cotnún.
(45) Por ejemplo, en Populorum progr~·io, § 9, se alude a -el escándalo de
las disparidades hirientes,,, y en la Solicitudo rei socialis, § 12, hablando del
ambiente anterior, se dice: ·En aquellos años prevalecía un cierto optimismo sobre
la posibilidad de colmar, sin esfuerzos excesivos, el retraso económico de los pue­
blos pobres•. El cornponente emotivo es evidente en an1bos párrafos.
(46)
Cfr. Luis ROJAS MAR.ros, Las semillas de la violencia, Espasa, 1995.
La génesis de esta violencia la describe SERGIO COTI'A en Las raíces del odio,
Eunsa, 1987.
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ANTONIO SEGURA FERNS
la autoridad viene de la fe, de la especial asistencia divina al Papa
--en la doctrina magisterial-o al Concilio universal y, en otro
subplano, a los obispos y Sínodos particulares o generales.
Es
obvio que quien da la autoridad al documento es quien lo firma.
Pero no puede pretenderse que éste sea omnisciente, por lo que
ha de asesorarse
de expertos en los diversos temas tratados.
Éstos, a su vez, están
condicionados por sus conocimientos espe­
c(ficos; y éstos por la cultura y la ciencia imperante en cada
momento y lugar.
La trampa dialéctica es el torcido uso de la
contraposición: un u.so vicioso del aut-aut en lugar del et-et.
O, por el contrario, el uso del et-et cuando se debe itnponer el
aut-aut.
10. Una lectura perversa de la doctrina social católica
La realidad cultural del emotivismo ejerce, a veces sin dejar­
se sentir,
una presión inevitable sobre el lector de los docu­
mentos de la Doctrina social Católica que llega a peroertir el
mensaje
que recibe el lector, apartándole de la misma por la
sencilla razón de que taina su patticular estado e111otivo co1no
referencia única y, lo que es peor, generalizada del tema que
~e trate. Cuando por las razones --o las ignorancias---que sea
se cae en la ambigüedad por el camino de la imprecisión en
documentos que tocan ambos campos, el moral y el científico,
no tiene nada de extrañó que se produzca una lectura peroerti­
da que, por lo 111enos, dificulta y aun anula la lección 1nagiste­
rial in1plicada. To1ne1nos co1no eje1nplo una idea 1nuy.repetida
en los docun1entos 111agisteriales que, aunque no lo quisieran
los autores, tiene una falta de precisión que expresando una
verdad moral la hace inoperante. Esta idea, a la que antes alu­
dimos, es la
expresada en Gaudium et Spes, § 69, y muy repeti­
da
en otros documentos magisteriales: ,Dios ha destinado la tie­
rra y
cuanto ella contiene para el uso de todos los hombres y
pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a
todos
en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la
compañía de la caridad,.
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DOCJ'RINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONÓMICA.· ¿UNA ECONOM1A CATÓLICA?
Este párrafo expresa una verdad metaflsica y moral sobre la
creación:
el cristiano ha de buscar en la actividad económica no
sólo su propia utilidad o beneficio personal, sino el bien de la
entera sociedad. Pero muestra
una deficiencia ontológica sobre
las creaturas: efectivamente, todas las creaturas
son para el hom­
bre, a cuyo servicio está lo creado (
Génesis 1, 26). Pero también
es cierto que en lo creado Dios puso límites categoriales -espa­
cio, tiempo, cantidad, cualidades, lugar, etc.-que forzosamen­
te hacen que el reparto equitativo de los bienes materiales entre
los seres personales
no pueda ser igualitario de modo que algu­
nos poseerán bienes que serán negados a otros. Por eso la
Gaudium et Spes, como antes vimos, en otro sitio dice hablando
de los hombres como fautores del proceso socioeconómico:
§ 29
•Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca
a la capacidad
física y

a las cualidades intelectuales y morales ...
Mas aunque existan desigualdades justas entre los hombres, sin
embargo, la igual dignidad
de la persona exige que se llegue a
una situación social más hu1nana y 1nás justa». Este párrafo no
puede ponerse como modelo de precisión y claridad, pues reco­
nociendo
que existen desigualdades Justas pretende que se llegue
a
una situación social mas humana ''.Y mas justa". ¿Quiere decir
mas igualitariál Hay que considerar que uno de los criterios de
reparto
de los bienes escasos es la desigual capacidad de los hom­
bres
en la producción y el manejo de los mismos bajo la respon­
sabtltdad personal de cada
uno.
Pero, aún suponiendo las 1nas estricta justicia distributiva en
el reparto de los bienes económicos en función de la aportación
y, más aún, la generosidad de todos, siempre babrá bienes por
todos deseados y sólo disponibles para unos pocos. Y, como vimos
con Tomás de Aquino y Raymond Aron, mas se desean cuanto
menos se tienen. Por eso,
J. Baudrillard ( 47) a los bienes materia­
les econótnicos les añade un «valor de signo», que confiere pres-
(47) ]EAN BAUDRILIARD, Para una critica de la economía política del signo,
Siglo XXI, 1973. Una clara exposición de las teorías de Baudrillard lá. hace JOSÉ
Luis PIN1u.os, El corazón del laberinto, Espasa, 1997. Ver el capitulo La sociedad
del simulacro, págs. 206-229.
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ANTONIO SEGURA FERNS
ligio y simboliza el status o posición social de las personas. Este
,valor de signo· no s6lo se da en las sociedades postmodernas del
inundo rico, sino tambien en las prhnitivas. Y es totalmente co­
rrosivo
en una sociedad cuyos criterios políticos y éticos no se
fundan en lo razonable, sino en lo emotivo, en el no me siento
realizado,
estoy injustamente tratado. Esta es la infección de la
cultura de la queja, que indudablemente ha influido en la for­
mulación de determinados textos doctrinales y tiene
una explica­
ción evidente en la prioridad que se da a la persona, su valor
moral, olvidando la persona humana, los hombres sujetos a las
reclamaciones
de sus egos psicosomático y sociohisórlco con todo
lo que ello comporta de límite. Es bueno recordar aquí el aforis­
mo que dice que Dios perdona siempre, los hombres a veces, la
naturaleza nunca: es el «tendréis las consecuencias (Eclesiástico,
16-15) que nos recuerda J. Rueff (48). O, como cita la Veritatis
Splendor, §§ 38-41, hablando de este tema, ,Dios quiso dejar al
hombre en manos de su propio destino (Ecclo. 14-15)•: en lo eco­
nómico rige, y con extremada dureza, lo que dice S. Pablo ,No
os engañéis; de Dios nadie se burla. Lo que el hombre sembra­
re, eso cosechará• ( Gal. 6-7), porque, como dice en otro lugar, ,el
que no quiera trabajar, que no coma• (2 Tes. 3, 10). En este tema
hay que tener siempre presente lo que dice el Aquinate: •es de
advertir que ... hay igualdad donde no interviene la iniquidad· (In
I Tes.
1), es decir, remite la igualdad a lo moral. Y esto con res­
tricciones.
11. ilegitimidad del salto de limites
Lo socioeconómico debe tratarse con sus propias leyes que,
ciertamente, no son las mas importantes para los hombres, pero
son las más perentorias y prescrlptivas. No se puede olvidar la
frase evangélica, poco recordada al hablar de la doctrina social
de la Iglesia, que dice: ,¿Quién me ha constituido en partidor de
herencias?• (Lucas, 12-13), aun tratándose de un claro asunto de
(48) JACQUES RUEFF, La época de la inflación, Guadarrama, 1967, pág. 51.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONóMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
justicia legal. Olvidar esto hace que se encuentren aparentes con-.
tradicciones entre las leyes morales y la leyes económicas. Se da
frecuentemente en estos temas la tentación mágica que preten­
de una economía teológica, imposible de instrumentarse si no se
institucionaliza el maná o el milagro de los panes y los peces
como práctica ordinaria de producción y distribución de bienes.
Claro
que esto ya no es religión, "sino magia". Igualmente tam­
poco puede pretenderse como modelo económico "la igualación
completa de dos rentas i y j como medio de maximizar la utili­
dad social por la total contemplación de Dios,. ( 49), que no es
sino la trampa matemática del infinito: Infinito + i = Infinito + j.
La trampa dialéctica de la contradicción establece falsas
oposiciones entre términos que normahnente pertenecen a dife­
rentes niveles de consideración. Por ejemplo, en el tema de la
sociedad de consumo no se especifica que como modelo econó­
mico
es inevitable la opción entre una sociedad de consumo de
masas; o, por el contrario, la tradicional sociedad de consumo de
élites (50). Las dos alternativas son defendibles desde la perspec­
tiva moral, superior, de las personas humanas. Pero hay que
optar con todas las consecuencias implicadas en cada una de
ellas. Un ejemplo de la trampa dialéctica aut-aut es la presenta­
cion del tema de la distribución del desarrollo. partiendo de la
verdad, a la vez moral y económica, de •una especie de super­
desarrollo
igualmente inaceptable porque ... es contrario al bien
y a la verdad auténtica", nos dice la S.R.S., § 28, pues es consti­
tuir en dios a «este superdesarrollo, consistente en la excesiva dis­
ponibilidad de toda clase de bienes materiales para algunas cate­
gorías sociales,
fácilmente hace a los hombres esclavos de la
"posesión" y del
goce inmediato, sin otro horizonte que la multi-
(49) Cfr. M. BRONFENBRENNER, Income distribution theory, MacMillan, 1971,
pág. 97.
(SO) Se entiende consumo de élite cuando la bolsa media de consumo, defi­
nidora del
nivel de vida, contiene en la élite un cincuenta por ciento de objetos
(en número, pues en valor puede ser mucho mayor) diferentes de la bolsa media
de consu1no de la base social. Cuando las dos bolsas medias difieren sólo en un
veinte por ciento
en número de cosas, aunque tiene que ser más en valor
porque
son las raretés, es una sociedad de consumo de masas.
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plicación o la continua sustitución de los objetos que poseen por
otros todavía más perfectos. Es la llamada civilización del "consu-
1110" o consumis1no1 que comporta tantos "desechos" o "basu­
ras"•. Este párrafo describe perfectamente una situación que ac­
tualmente preocupa
al hombre de hoy. Pero si el juicio moral es
perfecto, la valoración económica es claramente insuficiente.
por
un lado ignora el mercado de segunda mano, importante meca­
nismo de redistribución social de los progresos técnicos
que
pagan los más ricos, que adquieren las primeras series de pro­
ducción cediendo casi nuevos los modelos anteriores a bajos pre­
cios popularizando,
por así decirlo, bienes antes inasequibles a
otras categorías
sociales: no otra es la elección forzosa entre la
sociedad de consumo de masas o,
por el contrario, una sociedad
de consumo de élites. Esto comporta otra implicación lógica de
tipo social: la sociedad consumista o
de desperdicio, responsable
de desequilibrios ecológicos, es la forzosa alternativa al desarro­
llo económico que para la S.R.S., § 8, es el nuevo nombre de la paz.
Vimos cómo en esta dialéctica aut-aut se inscribe el tema de
la prioridad entre el capital y el trabajo. Efectivamente, el capi­
tal en la economía son las cosas, pero no sólo las cosas, pues
éstas en-sí son únicamente 1nateria1 física y química. Pero econó­
micamente son el objeto para un sujeto el hombre, y la reclama­
da
prío11dad es metafísica, el hecho de ser personas y no cosas;
mientras
que en economía el capital tiene una prioridad crono­
lógica, es decir,
que para crear un puesto de trabajo se precisan
medios materiales y éstos) a su vez, reclaman una previa capita­
lización e inversión, que, como vimos, solo puede proceder de
una acción humana, ahorrar y asutnir riesgos: -pero la economía
moderna no solo exige capitalizar para crear puestos de trabajo
y producir, sino también distribuir lo producido entre los consu­
midores finales. Por ello es
una falacia oponer los beneficios del
capital a las necesidades de los trabajadores que, a su vez,
son el
grupo más numeroso de los consumidores: sin distribución gene­
ralizada de
la producción puede haber atesoramiento (econonúa
estática) sin rendimientos,
pero no riqueza "rentable" entendida
desde la econonúa dinámica moderna.
La prioridad del capital
sólo es cronológica, pero
es ineludible.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
Realmente los expertos que ayudaron en la selección y estu­
dio de los temas científicos
que precisaba el desarrollo doctrinal
de la temática social moderna, indudablemente influidos por las
reclamaciones emotivas
y las corrientes que dominaban en la cul­
tura civil
con la que la Iglesia queria entrar en diálogo, le hicie­
ron un flaco servicio al minimizar el co1nponente lógico-mate­
mático
que necesariamente co1nporta la economía; aunque lo
hicieran con la mejor voluntad de potenciar los aspectos morales
de la persona humana, ·~ujeto" forzoso de la ciencia económica.
Evidentemente el componente emotivista de la cultura actual
hace
que la problemática vigente se refiera más a deseos, sent>­
mientos y emociones que a realidades necesaria1nente matemati­
zahles y limitadas. Muchos de los problemas y denuncias que se
hacen nacen de la ilusión del parafso perdido, ralz de la filosofía
de
J. J. Rousseau y se expresa en la nostalgía del estado de natu­
raleza. Se presenta así una antinomia: ¿"Dominar" la tierra o vol­
ver al "estado de naturaleza"? Las dos vías son hoy posibles, pero
Incompatibles.
La elección es, con todas sus consecuencias, entre
sociedad desarrollada o sociedad tercermundista, cultura o
na­
turaleza, teniendo en cuenta las ventajas e inconvenientes de
cada una, que ambas las tienen. Lo único que no es posible es la
utopía de conciliar ambas,
que seria como un círculo cuadrado.
Y ya vimos
con Weintraub (51) que incluso se ha pretendido
desde el mismo campo pretendidamente científico, desautorizar
las teorias económicas
en cuanto han chocado con las ideologías
progresistas. No tiene nada
de extraño que se haya intentado lo
mismo desde pretendidas reclamaciones de una pseudo
doctrina
social católica, incluso con las 111ejores intenciones, aunque el
resultado ha sido, en contra de lo que expresamente dicen los
(51) Ver nota (36). El gran teórico de la economía de mercado, L. VON MrsES
-La Acción humana, Sopee, 1967, pág. 1059, dice: 0los gobernantes, los partidos
políticos
y los grupos de presión han advertido bien la enorme fuerza de las ideas
económicas
en la gestión pública; he ahí por qué tanto empeño en impedir la libre
difusión
del conocimiento económico ... Se desea hacer caso omiso de las grandes
verdades descubienas por los economistas a
Jo largo de los últimos doscientos
años. Preténdese manejar los precios
y los salarios, los tipos de interés y los bene­
ficios
y las pérdidas como si su determinación no estuviera sujeta a ley alguna-.
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documentos magisteriales-véase OA., § 37, El renacimiento de
las
utopías-el convertir la doctrina social de la Iglesia en una
moralización utópica e inaplicable en la práctica concreta.
12. El terrible cierre de cuentas
La eficiencia económica en el 1nanejo de los recursos apare­
ce evidente en el cierre de cuentas, ineludible en cualquier admi­
nistración -recordemos que en el Génesís, Dios hizo al hombre
administrador de la creación visible-. Este cierre en la microe­
cono1nía de la empresa iguala activos y pasivos con la cuenta de
pérdidas y ganancias; y en la macroeconomía de los espacios
económicos se salda
con la cuenta de crecimiento menos injla­
ctón, y' no valen los artificios tnonetarios, pues, como vilnos, la
riqueza efectiva no es lo mis1no que el dinero, mero signo
1nonetario.
La situación económica global de un país -o un
grupo de países--está gráficamente representada en las tablas
inputloutput de
W. Leontieff (52). Estas tablas son de doble entra­
da, por filas y colu1nnas, y en ambas se representan los sectores
y factores de la producción -trabajo, capital, agricultura, pesca,
minería, industria, servicios, sector público, exportaciones, impor­
taciones,
etc.-y aparecen como una gran cuadrícula en la que
en cada cuadro se cifra lo que aporta a los demás y lo que toma
de los otros.
La utilidad de este modelo económicosocial es que
está cerrado por las férreas cadenas del límite y la implacable
lógica económica, lo
que económicamente significa que la libre
accion humana, está sujeta al juicio moral de bien y mal,
por un
lado, y al económico de eficiencíalinejlciencia por otro: y en esta
acción los flujos de disposición
se pueden mover en todas direc­
ciones, pero siempre
lo qtte se ingrese en un escaque tiene que
detraerse de otro u otros: la retribución salarial es, además, un
(52) Cfr. WASSILI LEONTIEFP, Análisis económico input/output, G. Gili, 1970,
Tambien Tecnología y desarrollo económico, Revista de Occidente, 1965, varios
autores. La portación de l.EoNTIEPF es La esfnlctura del desarrollo, págs. 173
y sigs.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓUCA Y REAUDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA~
coste que tiene que satisfacer otra persona, el consumidor nece­
sitado. Y la inversión
pública, sujeta al rígido derecho adminis­
trativo, es a costa de la inversión privada regida
por el más ágil
derecho mercantil de mayor productividad.
Los gastos sociales o
de beneficencia
han de detraerse forzosamente de otras partidas-.
El hombre puede decidir (ley de libertad), pero no escapar(ley de
jiterza) de la rigidez del sistema, del cuadro.
Podtiamos resumir lo que debe ser una economía católica en
tanto
que economía inscribiéndola en el marco de la economía
de mercado, es decir, fundada en un subjetivismo inscrito en un
marco moral solidario de bien común, no en el egoísmo de la
competencia despiadada o
de la lucba de clases social. Esto hay
que explicarlo tal como la Gaudium et Spes (vid. supra, § 9),
vimos, explicaba, la
inmanencia ontológica, y la transcendencia
metafísica creacionista, de la
que ésto es una aplicación. Las leyes
inmanentes de la ciencia económica
son leyes de fuerza a las que
hay que obedecer porque así lo quiso el Creador. Obviamente
estas leyes
son objetivas, universales y necesarias. Pero la ciencia
económica objetiva es manejada
por sujetos y, por ello, es subje­
tiva, es decir, sujeta a su manejo
por la ley de la libertad del
hombre:
por eso son leyes "morales" fundantes del juicio de bien
y mal. Claramente se ve esto
en un tema fundamental en la cien­
cia económica, el del precio. Veamos como lo
expone un objeti­
vista radical, N. Bujarin (53): ·Marx es, sin duda, un objetivista a
ultranza ...
La teoría del valor-trabajo de Adam Smith se funda en
la valoración individual de los bienes, la cual se corresponde con
la cantidad y la cualidad de trabajo invertida; es una teoría del
valor-trabajo subjetivista.
La teotia del valor según Marx es, por
el contrario, una ley de precios objetiva, es decir social; su teoría
es, pues,
una teoría del valor-trabajo objetivista, que no tiene su
fundamento en ninguna valoración individual•. Es lógico, pues, el
objetivismo materialista
de Marx que ignora la peculiaridad de
(53) N1KoLAI BUJARIN, Ecomornía política del rentista, Laia, 1974, pág. SO.
Antes aludimos a esto en relación con el tema del trabajo y el capital: no hay pre­
cio ni capital sin un sujeto que aprecie o capitalice. sin el sujeto solo hay cosas,
ni siquiera objetos.
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las personas humanas, ignorando al individuo que única­
mente es considerado como especie. Es, pues, evidente que
este objetlvlsmo materialista elimina toda transcendencia crea­
dora y se queda solo con lo material visible, rechaza el Sujeto
Absoluto,
el Creador, y se queda sólo con los objetos, sean
cosas u hombres. Por ello, dice la C.A., § 13, •el error fun­
damental del socialis1no es de caracter antropológico, con­
siderando a todo hombre como un simple elemento y una
molécula del organismo social, de manera que el bien del
individuo se subordina al funcionamiento del organis1no eco­
n61nico-social».
13. El determinante antropológico: ¿culpa o causa?
Cuando se dice que la doctrina social de la Iglesia no pre­
supone
una determinada opción económica se dice una verdad
a medias pues si atendemos a la anterior cita de la C.A. es evi­
dente que algunos sistemas económicos,
por lo menos los socia­
listas,
no son compatibles con la doctrina social católica por el
error antropológico que tiene su teoría objetivista del sujeto eco­
nó1nico. Tal error antropológico es que no totna como referen­
te a los hombres, las personas humanas reales, sino a la especie
humana o, mejor dicho, a una determinada concepción, el
materialismo dialéctico de dicha especie. La ideología liberal
no cae en este error antropológico, pero cae en otro: decapita
al hombre, le priva de su ego moral, reduciéndole a sus egos psl­
cosomático y sociohistórico
con lo que, como vimos (54), redu­
ce la
ética a mera catética instrumental, sujeta a la ley de fuer­
za de lo material solo válido en lo económico, por lo que el
liberalismo político afecta a la ley de libertad o ley ética, moral
invalidándola.
(54) Recordar nota 23. El emotivismo liberal, de raíz anglosajona, reduce el
alma a mera psiquis, las decisiones no son morales, sino psíquicas. Por eso no
hay mora~ sino psicología. Y es aquí decisiva la psicología de masas que, para G.
Le BoN --cfr. Psichologie des Joules--no son racionales, sino emotivas.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REALIDAD ECONÓMICA.: ¿UNA ECONOMIA CATÓLICA?
Rafael Termes (55) aborda directamente la cuestión: ·Cier­
tamente que hay pensadores liberales (56)
que son utilitarios,
consecuencialfstas, empiristas, egofstas, amorales, ... pero, como
también hemos visto, dentro del pensamiento liberal caben los
idealistas, los finalistas, los innattstas, los altrntstas, los morales,
lo que yo quiero decir es que no es correcto afirmar que el buen
funcionamiento del sistema liberal suponga y exija una axiología
basada en el utilitaris1no o en el egoistno, o en cualquier otra
postura morahnente censurable, porque
el siste1na en sí mismo
considerado, funciona con independencia del sistema de valores
que impere en la sociedad en la que el sistema de economía de
mercado se desarrolla, (pág. 216). O, como aqui sostenemos, el
sistema económico es
funcional, instrnmental, responde a las
causas
ontológicas material, formal y eficiente que están en otro
plano que la causalidad metafísica teleológica, que supone últi­
mos
y supremos fines, de orden moral en los seres personaleS: la
econo1nía define causas, la tnoral culpas. Que no es lo 1nismo.
¿Cómo, pues,
se relacionan en el mismo universo operacio­
nal unas y otras reclamaciones causales? Termes señala que en lo
operacional ,los resultados del mismo serán aceptables
desde el
punto de vista ético si las personas individuales que operan en el
sistema y las instituciones
que lo cobijan son moralmente correc­
tas. De aquí
la importancia de urgir la mejora moral de personas
y estructuras ...
no se trata con ello de corregir una presunta mal­
dad intrinseca del proceso de asignación de recursos de la eco­
nomía de mercado, ya que si este proceso juera intrínsecamente
peroerso no habría posibilidad de sanarlo por muy elevada que
fuera moralmente la intencionalidad de los agentes -fints ope­
ranti~. Cabe, evidente1nente, que determinados procesos de
(55) R. TERMES, Antropología del capitalismo, Real Academia de Ciencias
Morales y Políticas, 1992. Hay una edición comercial
en Alianza. Las tesis de
Termes son explicitadas casi en los mismos términos por L. VON MISES, obra cita­
da,
en el capítulo XXXV, La teoría del bien común frente a la teoría del merca­
do, y el XXXVII, La peculiar naturaleza de la ciencia económica, en que aborda
desde los presupuestos de la ciencia económica su relación con la moral.
(56)
La palabra liberal es polísémica: no tiene el mismo valor en Stuart Mili
que en Cervantes. Termes aquí sólo trata del liberalismo económico.
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asignación de recursos, detertninados negocios, sean inmorales
por la naturaleza de la actividad -.finis operis--pero, excluida
esta circunstancia, no
se debe negar la bondad intrínseca del
acto comercial que verdaderamente
lo sea, (ibídem). La relación
entre ambos coprincipios
de la acción humana la expone asi: ·El
arte y la técnica son la norma del hacer; la prudencia es la norma
del obrar. La prudencia (57), elevándose tanto del moralismo,
con su casuística, co1no del voluntartsmo, se enca1nina a la reali­
zación del
bien confonnando nuestras acciones a la situación
real, es decir, al complejo
de realidades concretas que circuns­
tancian
la operación hu1nana singular, lo cual presupone una
atenta, rigurosa y objetiva consideración de tales realidades con­
cretas.
De esta forma la prudencia metamorfosea el conocimien­
to de la realidad
en la práctica del bien, (pág. 212). Lo cual es,
justamente, lo que dice la
S.R.S., § 41, cuando afirma que •La
Iglesia no tiene 1nodelos (econón1icos) que proponer... Los
modelos reales
y verdadera_mente eficaces pueden nacer sola-
1nente
de las diversas situaciones históricas gracias a los esfuer­
zos
de todos los responsables que afronten los problemas socia­
les
en sus aspectos sociales, econótnicos, políticos y culturales
que se relacionan entre sí», co1no anticipa1nos.
También vimos que la doctrina social
de la Iglesia se opone
a desconfiar de la ciencia y dejarse llevar de un irracionalismo
emotivista y utópico. Asi, la
Gaudium et Spes, § 54, nos dice que
.. las ciencias exactas cultivan al 1náxitno el juicio crítico; los 1nás
recientes estudios
de psicología explican con mayor profundidad
la actividad humana•
y, más adelante, añade: •§ 57, el hombre
cuando se entrega a las diferentes disciplinas de la filosofía, la
historia, las matemáticas
y las ciencias naturales ... puede contri­
buir sobremanera a
que la fanrilia hu1nana se eleve a los con-
(57) Para S. AGUSTÍN, De Moribus Eclesiae Catholicae, 25, § 46, la prudencia
•es el amor que discierne lo que ayuda a ir a Dios de aquello que lo entorpece•.
Si eliminamos la transcendencia de Dios, queda en prudencia de la carne (Rom.
8-6), mera astucia instrumental humana que, por la superior astucia de la Razón
(Hegel) termina volviéndose contra el actor. Para el interesado en este importan­
te
tema cfr. SANTIAGO M. RAMÍREZ, O. P., La Prudencia, Palabra, 1979.
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DOCIRJNA SOCIAL CATÓLICA Y REAIJDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
ceptos más altos de la verdad el bien y la belleza y al juicio de
valor universal .. de lo contrario ocurre lo que vemos que ahora
está pasando en el mundo. Y, aunque tenga1nos que sufrir sus
exigencias,
no podemos quejarnos de ello y, 1nenos aun, dejar de
denunciarlo y pretender corregirlo. Pero esto exigiría un replan­
teamiento total
de la actual forma de convivencia humana que no
estamos dispuestos a admitir: por eso la pretensión de absoluta
autonomía del hombre se resiste a aceptar las leyes de la natu­
raleza económica y pretende, como vünos, descalificarla co1no
ciencia
en cuanto se opone a sus reclamaciones y caprichos emo­
tivos:
la inmanencia de lo económico resiste las imaginaciones
de la inmanencia de la conciencia humana, y no como ocurre
en la creación emocional, estética que, ·propter defectum verita­
tiS> (S. Th. I-II q. 101, 2, 2), actúa como elemento dócil de la crea­
ción
ideológica, ta1nbién es e1nocional, y no racional.
14.
La economía del diablo (58)
Para cumplir
Jo que exige la complejidad del tema de la rela­
cion
moraVeconomía vemos que lo prudente es considerar espe­
cialmente la relación de religión y las filosofias prácticas, ética y
política. En toda doctrina social hay que contar primordialmente
con el contexto político, pues dice la O.A., § 46, •el paso de la
economía a a la política es necesario. Cierta1nente, el ténnino
"política" suscita muchas confusiones
que deben ser esclarecidas.
Sin embargo, es cosa
de todos sabida que, en los campos social
y económico -tanto nacional como internacional-, la decisión
última corresponde
al poder político•. Antes vimos (59) como el
instrumento que es el mercado libre se juzga en eficiencia, lo
(58) Tomamos el título de la interesante obra de ALFREo SAUVY, La economia
del diablo: Paro e Inflación, El Magisterio Español, 1977. Desarrolla una proble­
mática
que dice mucho a nuestro tema: cuando se intenta crear un bienestar
social redistribuyendo
dinero como si fuera riqueza efectiva y lo que se consigue
el llegar
al paro a través de la previa inflación.
(59) Ver nota 9 con la polémica de Fabio que señalaba que el único libera­
lismo
aceptado por la Iglesia es el económico o economia de mercado,
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que significa que el juicio moral está en otro plano; aunque es
obvio que en una decisión económica inmoral será tanto peor
cuanto más eficiente sea el instrumento. Si no confundimos los
planos del discurso,
el capitalismo salvaje no es salvaje por ser
capitalismo, sino por operar en un discurso político-liberal que lo
tolera. En el actual momento politico se pretende olvidar, inclu­
so en el discurso de ciertos católicos, que «en su raíz últilna el
liberalismo .filosófico es una aflrmación em5nea de la autonomía
del individuo
en su actividad, sus motivaciones, el ejercicio de su
libertad. Por ello, la ideología liberal requiere cambien, por parte
de los cristianos, un atento discemitniento", nos dice la Octoge­
stma Advenien.1; § 3 5. Es decir, no todo liberalismo es em5neo,
sino el liberalismo ideológico y político.
La ideología liberal es la expresión política de la inmanencia
.filosófica negadora de la forzosa heteronomía de la creatura res­
pecto
al orden-del-ser-creado. Es decir, hace al hombre medida
de todas las cosas: el ego moral es autónomo, sólo depende de sí
mismo. Y ¿cómo depende de sí mismo? Pues haciéndose esclavo
de
sus propios egos pstcosomático y sociohistóric0: el nuevo dios
que ha suplantado al Creador en la cultura liberal moderna es el
morbo, como hoy es público: Eros, Tbanatos (60) y Mammon, el
sexo, la 1nuerte y la riqueza. Que, además, son interca1nbiables:
el sexo se explota para producir riqueza; la riqueza proporciona
los negocios del sexo.
Y de la droga y otros instrumentos de
muerte: un anuncio inmoral, la prensa amarilla, la telebasura, es
más cuestión de censura, que de eficacia económica siempre que
esté prohibido a todos: la pornografla no es un "derecho huma­
no". Pero no caigamos en la trampa de convertir el liberalismo
económico o economía de mercado capitalista
en el chivo expía-
(60) Cfr. EUGENIO TRfAS, La Lógica del límite, Destino, 1991, página 450: "Eros
tiene en el gozne su raíz, la ralz de su vitalidad, de su fuerza plasmadora y cons~
tructiva ... Eros y Thanatos se hallan acoplados y "cosidos" en el gozne•. J.
Baudrillard, desilusionado por la miseria del centralismo de mercado comunista,
no deja de reconocer la miseria moral del hedonismo utilitario del amoralismo
liberal:
cfr. La societé de consomation, Danoel, 1970, tercera parte titulada Mass
media, sexe et loisirs, págs. 147-297. Ver especialmente págs. 199 y sigs. -Le plus
bel objete de consomation: Le corps.
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DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y REAUDAD ECONÓMICA: ¿UNA ECONOMÍA CATÓLICA?
torio de la ideología liberal que, por un érroneo concepto de la
libertad
humana pocos se atreven a denunciar, pues les mueve
más la envidia
que la justicia social.
P. Sorokin llama a esto el caos postsensualista (61): •El resulta­
do es el caos moral y la anarquía. Cada cual se convierte en su pro­
pio legislador y juez, que considera que su propia norma es exac­
tamente tan
buena como la de cualquier otro. Por inercia se sigue
apelando a la "opinión pública" o a la "conciencia del mundo",
pero esas apelaciones son voces que se pierden
en el desierto o
bien cortinas de humo para disimular las aspiraciones egoístas de
tal o cual 11grupo de presión" ... Y, ¿por qué ocurre esto? Porque Kla
ética y el derecho sensitivos se han lanzado una vez mas por un
callejón sin salida, que señala su .finis para la época actual. Sin una
nueva universalización de los valores no es posible salir de ese calle­
jón, (ibídem, pág. 1000). Claro que, tal universalización de los valo­
res
no puede alcanzarse sólo desde el hombre, pues la valoración
es forzosamente individual: hay que ir al orden-del-bien-dado.
Pero, como vimos, la eliminación de la transcendencia comporta la
destrucción de la humanidad: •La creatura sin el Creador, desapa­
rece·, nos elijo la Gaudium et Spes. Y es la única verdad absoluta
que no debe olvidar el hombre, por su condición de forzosamente
indigente y limitada en las necesidades económicas de su cuerpo,
que constantemente le están recordando su dependencia
de la
absoluta riqueza del Espíritu,
de Dios cuya Verdad •nos hará libres,
(Jn. 8-32): Pero ·en la historia humana concreta, el hombre se desvía
continuamente del camino de la libertad
pam entmr en la vía de la
constricción
y la necesidad ... El camino de la libertad es difícil y trá­
gico
... El camino de la necesidad y la coacción es más fácil·, nos
dice Bercliaev (62).
Esto se opone con toda radicalidad a la cultura
actual procedente
de las raíces ftlósoficas del siglo XVITI y, especial-
1nente en lo socioeconóntico, a la escuela escocesa que, según
Eduardo Nicol (63), •llegan a su plenitud representativa en A.
(61) PmRIM SoROKIN, Sociedad, Cultura y Personalidad, Aguilar,1969, pág. 999.
(62) NICOLAI BERDIAEV, El sentido de la historia, Encuentro, 1979, pág. 179.
(63) Prólogo de la edición reducida de A. SMITH, Teoría de los sentimientos
morales, Fondo de Cultura Económica, 1979, pág. 18. La cita de A. Smith que
sigue
es aquí pág. 110.
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ANTONIO SEGURA FERNS
Smith" que nos dice: ·No aprobamos ni condenamos los actos en
particular porque al examinarlos resulten estar de acuerdo o no
con alguna regla general.
Por el contrario la regla general se
forma a través de la experiencia, lo que descubre que se aprue­
ban o reprueban todos los actos de determinada especie o cir­
cunstanciados de cierta 1nanera». Es itnposible la pretensión de
una sociedad pluralista en la coexistan ambos paradigmas. La
sociedad abierta (Popper) y el ajuste ético positivista por la expe­
riencia vivida que propone, exige experimentos sociales en que
se alcanzan resultados, fastos o nefastos, a muy largo plazo y con
el coste del sufiimiento de millones de víctimas inocentes. Igno­
rarlo es la destrucción del hombre:
•La economía no es algo
méramente mecánico y ficticio,
posee fandamentos morales, divi­
nos, y el hombre tiene el deber de desarrollarse en el plano eco­
nómico;
pero cuando se disocia de la economía del espíritu,
cuando
se la eleva a principio supremo de la vida se destruye la
organicidad de la vida
(64)•. Por eso la muerte de Dios es la muer­
te del hombre,
como dice la encíclica Domlnum et Vivificantem
(§ 38, final). En la Escritura se nos dice: ,Cuidad mucho de que
no se deje seducir vuestro corazon, y, desviándoos, sirváis a otros
dioses
y os prosternéis ante ellos: porque la cólera de Yaveh se
encendeña contra vosotros y cerraría el cielo, y no habría más llu­
via, y la tierra no darla mas frutos, y desapareceríais pronto de la
buena tierra que el Señor os da, (Deuteronomio 15, 16-17).
(64) BERDIAEV, op. cit. Apéndice, pág. 193.
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