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Número 441-442

Serie XLIV

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Para la interpretación del Concilio Vaticano II

PARA LA INTERPRETACIÓN DEL
CONCILIO VATICANO 11
Iglesia y Estado
•En el periodo entre las dos guerras mundiales, y más aún después
"de la segunda guerra mundial,_ hombres de Estado católicos habían de­
"mostrado
que puede existir un Estado moderno laico, que no es neutro
"con respecto a los valores, sino que Vive tomando de las grandes fuentes
"éticas abiertas por el cristianismo.
~--··················\
··················\
··
.. Todos estos temas tienen un gran alcance-eran los grandes temas
"de la segunda parte del Concilio--- y no nos es posible reflexionar más
"ampliamente sobre ellos en este contexto. Es claro que en todos estos
"sectores,
que en su c_onjunto forman un único problema, podría emer­
"ger una cierta forma de discontinuidad y que, en cierto sentido, de
"hecho se había manifiestado una discontinuidad, en la cual, sin embar­
''go, hechas las debidas distinciones entre las situaciones históricas con­
"cretas y sus exigencias, resultaba que no se_ había abandonado la con­
"tinuidad en los principi,os; este hecho fácilmente escapa a la primera
"percepción.
»Precisamente
en este conjunto de continuidad y discontinuidad en
"diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma. En
"este proceso de novedad en la continuidad debíamos aprender a captar
"más concretamente que antes que las decisiones de la Iglesia relativas a
"cosas contingentes -por ejemplo, ciertas formas concretas de liberalis­
"mo
o de inte,pretación liberal de la Biblia--.:. necesariamente debían ser
"contingentes
también ellas, precisamente porque se referían a una rea­
"lidad determinada en sí misma mudable. Era necesario aprender a re­
"conocer que,
en esas decisiones, sólo los principios expresan el aspecto
"duradero,
permaneciendo en el fondo y motivando la decisión desde
"dentro.
Verbo, núm. 441-442 (2006), 3-6. 3
Fundaci\363n Speiro

»En cambio, no son igualmente permanentes las formas concretas,
"que
dependen de la situación histórica y, por tanto, pueden sufrir cam­
"bios. Así, las decisiones de fondo pueden seguir siendo válidas, mientras
"que
las formas de su aplicación a contextos nuevos pueden cambiar.
"Por ejemplo, si la libertad de religión se considera como expresión de la
"incapacidad del hombre de encontrar la verdad y, por consiguiente, se
"transforma
en canonización del relativismo, entonces pasa impropia­
"mente de necesidad social e histórica al nivel metafísico, y así se la priva
"de su verdadero sentido, con la consecuencia de que no la puede acep­
"tar quien cree que el hombre es capaz de conocer. la verdad de Dios y
"está vinculado a ese conocimiento basándose en la dignidad interior de
"la verdad.
,,Por el contrario, algo totalmente diferente es considerar la libertad
"de religión como una necesidad que deriva de la convivencia humana,
"más aún,
como una consecuencia intrinseca de la verdad que no se
''puede imponer desde Juera, sino
que el hombre la debe hacer suya sólo
"mediante
un proceso de convicción.
»El concilio Vaticano JI, reconociendo y haciendo suyo, con el décre­
"to sobre la libertad religiosa, un principio esencial del Estado moderno,
"recogió de nuevo el patrimonio
más profundo de la Iglesia. Esta puede
"ser consciente de que con ello se encuentra en plena sintonía con la
"enseñanza de Jesús mismo (cfr. Mt. 22, 21), así como con la Iglesia de
"los márlires, con los márlires de todos los tiempos.
•La Iglesia antigua, con naturalidad, · oraba por los emperadores y
''por los responsables políticos, considerando esto como un deber suyo
"(cfr. 1 Tm. 2, 2); pero, en cambio, a la vez que oraba por los emperado­
"res, se negaba a adorarlos, y así rechazaba claramente la religión del
"Estado.
Los mártires de la Iglesia primitiva murieron por su/e en el Dios
"que se había revelado en Jesucristo,
y precisamente así murieron tam­
"bién por la libertad de concíencla y por la libertad de profesar la propia
'Je, una profesión que ningún Estado puede imponer, sino que sólo pue­
"de
hacerse propia con la gracia de Dios, en libertad de conciencia.
»Una Iglesia misionera, consciente de que tiene el deber de anunciar
''su mensaje a todos los pueblos, necesariamente debe comprometerse en
'favor de la libertad de la fe. Quiere transmiiir el don de la verdad que
"existe para todos y, al mismo tiempo, asegura a los pueblos y a sus go­
"biernos que con ello no quiere destruir su identidad y sus culturas, sino
"que, al contrario, les lleva una respuesta que esperan en lo más íntimo
"de su ser, una respuesta con la que no se pierde la multiplicidad de las
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Fundaci\363n Speiro

"culturas, sino que se promueve la unidad entre los hombres y también
"la paz entre los pueblos•,
BENEDICTO XVI: Discurso a los cardenales, arzobispos,
obispos
y prelados superiores de la Curia Romana, jueves
22 de diciembre. L 'Osservatore Romano, edición semanal
en lengua española, año XXXVII, núm. 52 0931), del 309
de diciembre de 2005.
La Iglesia será siempre signo de contradicción.
«El concilio Vaticano 11, con la nueva definición de la relación entre
"la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moder­
"no, revisó o incluso corrigió algunas decisiones históricas, pero en esta
"aparente
discontinuidad mantuvo y profundizó su íntima naturaleza
''.Y su verdadera identidad. I.a Iglesia, tanto antes como después del Con­
"cilio, es la misma Iglesia una, santa, católica y apostólica en camino a
"través de los tiempos; prosigue
«sU peregrinación entre las persecuciones
"del
mundo y los consuelos de Dios», anunciando la mu_erte del Señor
"basta que vuelva (cfr. Lumen gentium, 8),
•Quienes esperaban que con este ,si. fundamental a la edad moder­
"na
todas las tensiones desaparecerían y la «apertura del mundo,, así
"realizada lo transformaria todo en pura armonía, habían subestimado
"las tensiones interiores y también las contradicciones de la misma edad
"moderna; habían subestimado la peligrosa fragilidad de la naturaleza
"humana ( .. ).
,Estos peligros, con las nuevas posibilidades y con el nuevo poder del
"hombre sobre la
materia y sobre sí mismo, no han desaparecido; al con­
"trario, asumen nuevas dimensiones: una mirada a la historia actual lo
"demuestra claramente. También en nuestro tiempo la Iglesia sigue sien­
"do un nSigno de contradicción,. (1.c. 2, 34). No sin motivo el Papa Juan
''Pablo JI, siendo aún cardenal, puso este título a los ejercicios espirltua­
"les que predicó en 1976 al Papa Pablo Vl y a la Curia romana.
"El Concilio no podía tener la intención de abolir esta contradicción
"del Evangelio con respecto
a los peligros y los errores del hombre, En
"cambio,
no cabe duda de que queria eliminar contradicciones erróneas
"o superfluas, para presentar al mundo actual la exigencia del Evangelio
"en toda su grandeza y pureza. El paso dado por el Concilio hacia la
"edad moderna,
que de un modo muy impreciso se ha presentado como
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Fundaci\363n Speiro

"..apertura al mundo,,, pertenece en último término al problema perenne
"de la relación entre la fe y la razón, que se vuelve a presentar de formas
"siempre nuevas.
,,La, situación que el Concilio debía afrontar se puede equiparar, sin
"duda, a acontecimientos
de épocas anteriores. San Pedro, en su primera
"carta, exhortó a
los cristianos a estar siempre dispuestos a dar respuesta
"(aito-A.O)'Ía) a quien le pidiera el AO')<>~ (la razón) de su fe (cfr. 1 P 3,
"15).
Esto significaba que la fe bíblica debía entrar en discusión y en
"relación con la cultura griega y aprender a reconocer mediante la in­
"terpretación la línea
de distinción, pero también, el contacto y la aflni­
"dad entre ellos en la única razón dada por Dios.
»Cuando,
en el siglo XIII, mediante filósofos judíos y árabes, el pensa­
"miento aristotélico entró en contacto con la cristiandad medieval forma­
"da
en la tradición platónica, y la Je y la razón corrían el peligro de
"entrar en una contradicción inconciliable, fue sobre todo Santo Tomás
"de
Aquino quien medió el nuevo encuentro entre la fe y la filosojia arls­
"totélica, poniendo
así la Je en una relación positiva con la forma de
"razón dominante
en su tiempo.
,.La ardua disputa entre Id razón moderna y la fe cristiana que en
"un
primer momento, con el proceso a Galileo, había comenzado de
"modo negativo,
ciertamente atravesó muchas fases, pero con el concilio
"Vaticano
11 llegó la hora en que se requería una profunda reflexión.
"Desde luego, en los textos conciliares su contenido sólo está trazado en
"grandes líneas) pero así se determinó la dirección esencial, de forma
"que el diálogo entre la razón y la fe, hoy particularmente importante,
"ha encontrado su
orientación sobre la base del Vaticano II.
,Ahora, este diálogo se debe desarrollar con gran apertura mental,
"pero también con la claridad en el discernimiento de espíritus que el
"mundo, con razón,
espera de nosotros precisamente en este momento.
''.Así hoy podemos volver con gratitud nuestra mirada al concilio Vatica­
"no 11: si lo leemos y acogemos guiados por la hermenéutica correcta,
''puede ser y llegar a ser cada
vez más una gran fuerza pa.ra la renova­
"ción siempre necesaria de
la Iglesia,,.
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BENEDICTO XVI. Discurso a los cardenales, arzobispos,
obispos
y prelados superiores de la CUria romana, jueves 22
de diciembre. L 'Osseroatore Romano, edición semanal en
lengua espaiiola, año XXXVII, núm. 52 (1931), 30 de
diciembre de 2005.
Fundaci\363n Speiro