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Número 441-442

Serie XLIV

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La Europa cristiana

LA EUROPA CRISTIANA
POR
EMIIJO DURAN CORSANEGO
Mucha tinta se está vertiendo -y todavía la que seguirá­
acerca del llamado "Proyecto de Tratado por el que se instituye
un «CONSTITUCIÓN PARA EUROPA»"' abreviadamente "Constitución
Euro-pea", presentado por la Convención Europea al Presidente
del Consejo Europeo
de Roma, el 18 de julio de 2003, tras haber
sido entregadas sus Partes I y II al Consejo Europeo, reunido en
Salónica el 20 de junio anterior. Y de un modo especial, dentro
de su Preámbulo, se cuestiona su referencia a las "raíces" de la
Unión, sobre cuyo asunto se manifiestan posiciones a favor y en
contra.
Se logró, tímidamente, que entre "las herencias culturales y
humanísticas de Europa" se incluyan las "religiosas", sin otra
referencia. Pues este pequeño logro ha sido suficiente para desa­
tar
una campaña del más rancio estilo anticlerical, que confunde
el
deseo con la realidad, llegando a desviar la historia hacia soña­
das sendas imaginadas, y a
negar el pasado cristiano de Europa
para afirmar
el futuro laico sobre el que se quiere proyectar su
desarrollo ulterior.
Existen
una indudable aportación artística cristiana a Europa
de toda clase de obras: arquitectónicas, plásticas1 musicales, lite­
rarias, etc.
El Cristianismo no solo es raíz de nuestra culnira, sino
fuente de toda vida cultural auténtica que deseemos llevar en el
futuro.
La pretensión de que en el citado Preámbulo, no en el artí­
culado, se haga
una mención a los cimientos cristianos de Euro­
pa, es tarea más de historiadores que de políticos, dejando para
Verbo, núm. 441-442 (2006), 114-125.
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éstos la redacción del texto constitucional. Y los primeros no
dejarán de proclamar la presencia cristiana desde el medioevo,
con inmensas aportaciones de la antigüedad, y gracias a la cual
han llegado a nuestros días. La Iglesia transmitió a los pueblos de
Occidente el Cristianismo y también la culrura antigua. Catedrales,
Basílicas, Monasterios, Abadías, Santuarios, Conventos, Ermitas y
Parroquias. Órdenes y Congregaciones religiosas. Al filo del año
500, San Remigio convierte al rey franco Clodoveo, que abraza el
Cristianismo con sus tres mil soldados. El abad Pacomio, San
Galo (Saint Gall), San Columbano, San Mauricio (Saint Moritz).
El
inglés San Bonifacio y el franco Carlomagno, coronado Empera­
dor en la Navidad del año 800 en Roma por el Papa León III, que
le hizo entrega del oriflama o estandarte de San Pedro de Roma;
y habría
de ser el padrino de Wedukind, el héroe nacional de los
germanos cuando éste se hizo cristiano. Aquí y ahora nace
Europa, la que se trata de dotar de un texto constirucional. El
monacato. Cluny y el Císter. Juglares y trovadores. El Cid, las
Cruzadas y los Caminos de Santiago, los gremios, las universida­
des, ... revelan la fuerza civilizadora u unificadora de la Iglesia,
la fuerza sustancial que vivifica a Europa. San Benito de Nursia,
San Bernardo, San Anselmo
de Canterbury, San Benito de Aniano,
San Alberto el Grande y Santo Tomás ... San Martín de Braga,
Beda el Venerable, Parmesio, San Gregorio Magno ... Santa Brí­
gida y Santa Isabel. .. San Wenceslao
en Bohemia y sus copatro­
nos San Procopio, San Adalberto, Santa Ludmila y Santa Inés ...
San Casimiro
en Polonia, San Adalberto en Praga, San Vladimir
en Ucrania, San Esteban en Hungría, San Olaf en Noruega,
San Eduardo en Inglaterra, San Canuto en Dinamarca ... El estilo
románico y el gótico, cuya simbiosis labra el perfil de Europa.
Miles
de huellas cristianas a lo largo y a lo ancho de la geografía
europea.
Los que Chesterton llama los "Siete Campeones del
Cristianismo": San Jorge
de Inglaterra, San Andrés de Escocia, San
Patricio
de Irlanda, San David de Gales, San Dionisio de Francia,
Santiago
de España y San Antonio de Italia. Nombres de ciuda­
des, pueblos y aldeas;
de ríos, de montes, de islas que dan tes­
timonio de la presencia secular del cristiano. Los mismos pasos
alpinos de San Bernardo, San Gotardo, San Antón, Heiligeblut,
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LA EUROPA CRISTIANA
Passo di Croce, acusan la misma presencia. Sinfonías, Misas, Ora­
torios, Motetes, Salmos, Salves, Cantatas, Antífonas, Requiems,
Tedeums, Stabat Mater, ... Músicos: Bach, Vivakli, Haendel, Haydn,
Pergolesi, Mozart, Beethoven, Schubert,
entre otros, han escrito
inolvidables composiciones musicales religiosas, cristianas. Y a
la
arquitectura aún se puede añadir la inmensa imaginería de escul­
tura y pintura religiosas.
Los considerados "padres
de Europa", no la de la Revolución
Francesa,
sino la del carbón y del acero, en 1950, Schumann,
Monnet, Spaak, profundamente cristianos, tomaron como meta
los principios de libertad, igualdad y fraternidad o solidaridad,
que ya existían antes de ser proclamados por la Revolución Fran­
cesa, y vivían
en el seno de la común cultura de todos los pue­
blos europeos. Muchos siglos antes, ya habían sido proclamados
esos valores por Jesús de Nazaret y divulgados por sus discípu­
los,
en especial Pablo de Tarso: el amor fraterno, la libertad y la
igualdad
de todos los humanos están en la base y fundamento de
la doctrina cristiana: "la verdad os hará libres", "ya no hay dife­
rencias entre vosotros", "amaos los
unos a los otros" ... Pues los
precursores
de la ciencia moderna fueron los escolásticos; y sus
fundadores,
buenos cristianos, como Galileo, Descartes, Pascal,
Leibniz y Newton. El mismo Kant destaca el
papel de la religión
al despertar
en nosotros el sentido moral. Todavía el Papa Juan
Pablo 11, ante la reciente tragedia de Osetia del Norte, pedía que
la humanidad pueda seguir "la senda de la paz y de la fraterni­
dad". Posiblemente ninguno de ellos sería considerado apto ni
alcanzaría los méritos suficientes para ser nombrado hoy miem­
bro de la Comisión Europea.
Para
José María Pemán, Europa es: Roma desde Constantino,
el Cristianismo, Carlomagno, el Sacro Romano Imperio ... Salva­
dor de Madariaga afirma que el Cristianismo es la religión pre­
destinada de Europa: "cristiana en su corazón, es Europa socráti­
ca en su cerebro".
José Maria Gil-Robles, que fue Presidente del Parlamento
Europeo desde enero de 1997 hasta julio de 1999, tras recordar
la frase del Papa Pío XII que dice que Europa es el conjunto de
todos los valores espirituales y civiles acumulados por Occidente,
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EMILIO DURÁN CORSANEGO
añade: "El papel del Cristianismo y de la tradición judeocristiana
en la introducción y la difusión de esos valores en la sociedad
europea
es innegable y fue esa visión cristiana la que dio una
importancia sin precedentes a la dignidad humana, en razón de
su trascendencia espiritual".
También con relación a los fundamentos de nuestra Europa,
el
pensador francés Edgar Morin afirma que "la cultura europea,
se dice acertadamente, es judeo-cristiana-greco-latina. Las fuentes
judías, cristianas, griegas, latinas parecen haber confluido para
formar una síntesis armoniosa, que es a la vez el sustrato especí­
fico y el común denominador cultural de Europa". El profesor
Rafael Navarro Valls formula esta idea
al afirmar que "los euro­
peos pensamos con categorías mentales griegas, los esquemas
jurídicos romanos son fundamentales para entender nuestro dere­
cho;
pero el sustrato ideológico y ético que empapa el pensa­
miento y el derecho europeo es, en su base, cristiano".
Enrique Moreno Báez, Catedrático de Literatura en la Univer­
sidad compostelana
desde 1954 hasta 1975, ha escrito un libro ter­
minado
en 1970, titulado, precisamente, I.os cimientos de Europa,
que publicó la misma Universidad en 1996, y en el que afirma que
"Europa es el conjunto de los pueblos que dentro de ella profesan
el catolicismo o el protestantismo". Aunque la Europa geográfica
se extiende
desde el Atlántico hasta los Urales, la Europa de los
humanistas
por el contrario, no comprendía Rusia ni los Balcanes,
que estaban entonces en poder de los turcos, es decir, aquellos
países
donde la cultura europea u occidental no es autóctona, sino
importada. Hoy Rusia, afirma, tiene menos de común con la
Europa de los humanistas que los Estados Unidos o el Canadá, la
Argentina o Chile. Y
una buena parte del libro está dedicada a la
religión,
por lo que recuerda "el legado sobrenatural, intelectivo y
pragntático
de Israel, Grecia y Roma". Considera que ningún
aspecto
de la cultura europea puede comprenderse prescindiendo
de la Iglesia. En su Prólogo, el rector Daño Villanueva recuerda la
frase
de T. S. Eliot, de que "la fuerza dominante en la creación de
una cultura común entre distintos pueblos es la religión".
José Orlandis, Catedrático de Historia del Derecho, ha publi­
cado en Editorial Rialp, una obra que, precisamente, titula así:
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LA EUROPA CRISTIANA
Europa y su.s raíces cristianas, en la cual se hace un detenido
estudio
de la propagación del Cristianismo por Europa, desde el
nacimiento de ésta sobre las ruinas del Imperio romano; pasan­
do por la conversión de los bárbaros, directamente o a través del
anianismo; las cristiandades celta y anglosajona y su expansión
misionera en Britania Maior, Germania; la de Escandinavia, Rusia
y la Europa del Este, hasta la de los Países Bálticos. Para este ilus­
tre historiador del Derecho, "a fines del siglo
XIV y al filo ya del
siglo
xv, puede considerarse que había llegado a su término la
milenaria empresa
de la conversión de Europa al Cristianismo. El
Cristianismo. El Cristianismo había logrado, por fin, perfilar la
identidad europea y conferirla a todos los
tenitorios y pueblos
del Continente. Europa,
desde su origen, ha tenido como deno­
minador común las raíces cristianas". Una crónica mozárabe
llama "europeenses" a los soldados francos cristianos de Carlos
Marte!.
El Papa Nicolás I fue el primer Pontífice que, en el afio 868,
formuló claramente la idea
de la "Cristiandad", como gran comu­
nidad
que formaban los pueblos cristianos del Continente, por
encima de las fronteras políticas y las divisiones nacionales. El
Reino de Hungría, con San Esteban, fue durante muchos siglos,
dice Orlandis, "baluarte de la Cristiandad occidental frente al
Oriente asiático o islámico".
En su primera visita a España, el Papa Juan Pablo II había
dirigido desde Santiago
de Compostela a la vieja Europa un grito
lleno de amor: "Vuelve a encontrarte, sé tu misma, descubre tus
origenes, aviva rus raices ... ". Y el pasado afio 2003, el Papa insis­
te
en la necesidad de que la nueva Constitución de la Unión
Europea contenga alguna referencia a sus raíces cristianas. Esta
propuesta ha sido apoyada por el Partido Popular Europeo y
varias personalidades europeas, desde Cario Ciampi, Presidente
de la República Italiana, hasta el de la Generalitat catalana Jordi
Pujo!, para quien Europa
no es un "club cristiano", pero sí una
"sociedad cristiana". También Gerhard
Schrooer, quien manifestó
"no tener nada en contra de que la Constitución incluya una
referencia a
Dios"; y en el mismo sentido, Romano Prodi, para el
cual
"la religión cristiana ha sido una de las raices esenciales de
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Europa, y uno de sus factores de desarrollo". Por su parte, José
María Azoar se pregunta "¿qué fururo nos espera a los europeos
si renegamos de los valores de nuestro pasado, silenciados en
esta Constirución?". También es de la misma opinión Claudio
Magris,
el autor de "El Danubio" y reciente Premio Príncipe de
Asrurias de las Letras, 2004, quien ha declarado que "en el Preám­
bulo
de la Constirución se debe respetar el ingente peso del
Cristianismo
en la cultura de Europa". El filósofo alemán Jürgen
Habermas, que se considera a sí mismo ciudadano laico, no cató­
lico, también opina que la afirmación de que la culrura europea
está profundamente enraizada en el Cristianismo "es un hecho
incontestable".
Recientemente,
un judío practicante, Joseph H. H. Weiler,
catedrático
de la New York University, ha dejado escrito que es
no ya conveniente, sino necesario fundamentar en el Cristianis­
mo
la comunidad ética europea; pues sin tal basamento, añade,
Europa será
otra cosa: la falta de reconocimiento de las raíces
cristianas de Europa
no es una muestra de neutralidad, sino de
laicismo jacobino; un judío ortodoxo puede pedir a Europa que
no tenga miedo de su pasado ni de su identidad cristiana. Y para
John Rawls "un ámbito público sin religión resulta tan poco pen­
sable como sin filosofía o sin convicciones morales".
Últimamente se han pronunciado al respecto la Candilera
Angela Merkel, lider
de la Unión Cristianodemócrata alemana
(CDU),
que exhorta "a mantener vivos los valores cristianos en la
Urúón: una democracia sin raíces cristianas es impensable", y su
partido no tiene intenciones de abandonar esa simbólica
"C"; y el
historiador británico Paul Johnson quien, en una "Tercera" de
ABC, afirma tajantemente: "Europa no solo ha vuelto la espal­
da a Estados Unidos y al fururo del capitalismo, sino también a
su pasado histórico. Europa fue esencialmente una creación del
matrimonio entre
la cultura grecorromana y el cristianismo. Bru­
selas ha repudiado de hecho a ambos. En la malhadada Consti­
tución no se mencionaban los orígenes cristianos de Europa, y el
Parlamento Europeo de Estrasburgo ha insistido en que un cató­
lico practicante
no puede ocupar el cargo de comisario de Justi­
cia
de la UE".
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LA EUROPA CRISTIANA
El Camino de Europa es un vínculo de unión que se formó
con las peregrinaciones a Compostela. El mismo Consejo de
Europa ha utilizado repetidamente la frase de Goethe: "Europa
nació caminando a Compostela". No se sabe qué opinará
de esto
el trabajo que, sobre el Camino, resulte premiado
en el concurso
convocado
por la Gran Logia de España.
La Bandera de Europa, con sus doce estrellas, nada tiene que
ver con el número de los países miembros: seis al principio, vein­
ticinco actualmente;
y que no se modifica como la norteamerica­
na, incrementándose cada
vez que se incorpora un nuevo Estado
Oa estrella de la bandera cubana tenía previsto este destino). Y
en ella quedó la huella de la religiosidad de los padres fundado­
res. Cuando el Consejo
de Europa convocó en 1950 un concurso
de ideas para confeccionar la bandera que sirviera de símbolo,
fue elegido, entre otros muchos creativos, el proyecto del vetera­
no artista belga Arsene Heitz: doce estrellas sobre fondo azul, ins­
pirándose, según declaración propia a una revista francesa, en la
representación tradicional de la corona de la Virgen Maria, que
relata San Juan en el capítulo 12,1 del Apocalipsis. Y así fue
adoptada oficialmente
por el Consejo de Europa, por unanímidad
en 1955, precisamente el 8 de diciembre, fiesta católica de la
Inmaculada Concepción.
Y, como dice el profesor Manuel Santos,
no parece que ser conscientes del origen del círculo de las doce
estrellas
de la bandera de Europa, la convierta en un símbolo reli­
gioso ni mucho menos confesional. Pero tal interpretación
que
podemos considerar auténtica por proceder de su-autor, no fue
del agrado de muchas personalidades; y así, Paul M. G. Levy, pri­
mer Director del Servicio de Prensa e Información del Consejo de
Europa, pretendió explicar a los Estados miembros el sentido de
la bandera, interpretando el número de las doce estrellas como
"número
de plenitud", ya que en aquellas fechas el número de
doce no correspondía con los Estados miembros del Consejo de
Europa ni con los de la Comunidad Europea.
La historia política del Himno de Europa está escrita por el
argentino Esteban Buch.
El popular y brillante último movimien­
to
de la Novena Sinfonía de Beethoven, que pone música a la
"Oda a la alegría",
de Schiller, fue designado en 1972 como tal,
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EMIUO DURÁN CORSANEGO
-"festivo himno, su cardinal artículo de fe", decía Emil Ludwig­
que asocia a ese cántico a la libertad, a la amistad y a la fe en el
hombre, un compromiso polltico que multiplica sus valores,
rebautizando a su
autor, de pasada, como "músico europeo ofi­
cial". Beethoven, profundamente religioso, cristiano, había decla­
rado en cierta ocasión: "después de Dios, nada hay para mí tan
alto
como el honor". Y otra vez se la oye decir que "nada hay tan
sublime
como el acercarse más que otros a la Divinidad y derra­
mar desde allí los rayos celestes sobre los humanos".
En la tlistribución del
tiempo en periodos adaptados a las
necesidades
de la vida civil y religiosa mediante el calendario,
Europa
se viene rigiendo por el llamado Gregoriano, que el Papa
Gregorio XIII estableció el 15
(en realidad era el 5) de octubre de
1582, atentliendo a una petición del Concilio de Tremo, refor­
mando el anterior "Calendario Juliano", en vigor desde el año 45
d. C., establecido por Julio César. Este Calendario Gregoriano, lla­
mado también Calendario Cristiano, fue admitido irunediatamen­
te en España, Portugal e Italia, y algo más tarde, en los demás
países católicos;
pues en los protestantes se introdujo el 1700 en
Alemania, el 1752 en Inglaterra, y el 1753 en Suecia. En Rusia el
Calendario Gregoriano sustituyó al Juliano en 1923, si bien por
éste se sigue rigiendo la Iglesia Ortodoxa Rusa. Hoy está vigente
en casi todo el mundo occidental y en partes de Asia, convivien­
do en algunas regiones con los calendarios juliano, judío e islá­
mico.
El domingo, "día del Sol", es convertido por el Emperador
Constantino
en el principio de la semana cristiana.
El Cristianismo, por medio de su calendario, viene marcando
en toda Europa el ritmo del tiempo durante los últimos cuatro­
cientos años. Y
en la misma Historia Universal, el Nacimiento de
Cristo marca
un "antes" y un "después" en la serie de los siglos.
Y esto sólo, ¿no
es suficiente para afirmar el origen cristiano
de Europa? Por cierto, la última propuesta para la reforma del
calendario vigente, a fin de eliminar las irregularidades que supo­
nen los años bisiestos con la excepción de los que acaban en dos
ceros y
no son múltiplos de cuatrocientos (años 4000 y 8000), es
la del profesor norteamericano Richard Conn Henry,
de Física y
Astronomía
en la Universidad John Hopkins, con semanas de
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LA EUROPA CRISTIANA
siete d'ias y meses de 30/31 días, y de cuya fórmula resultaría que
todos los años empezarían por domingo; con ello, valdrían los
calendarios para siempre,
con sólo corregir la cifra del año.
Y aunque no con la simbología cristiana, tenemos la cruz en
la primera Organización humanitaria, la Cruz Roja, en cuya ban­
dera figura una cruz roja sobre fondo blanco en homenaje a su
fundador e inspirador, Jean Henri Dunant (1828-1910), filántropo
suizo. Y es
la réplica e inversión de la bandera suiza, adoptada
en la Constitución de 1848, único símbolo de la cruz blanca en
campo de grana, que agrupa bajo su ejército, sin distinción, súb­
ditos de todos los cantones, partidarios de todas las confesiones
e individuos de todos los grupos idiomáticos.
La opinión musul­
niana a la Cruz Roja para imponer su Menguante, ha llevado a la
solución
de abandonar una y otro, para ser, en el futuro, susti­
tuidos
por un Rombo.
La insistente oposición a la proclamación cristiana de los fun­
damentos de Europa por parte de personalidades francesas, en
especial Giscard d'Estaing y Chirac, parece que quiere conven­
cernos de que Europa no existe antes de la Revolución Francesa,
que redacta una constitución respetuosa con los derechos hunia­
nos inspirados, según el profesor López Quintás, en la regla de
los frailes dominicos, y que nace con sus postulados de Liberté,
Ega/ité, Fraternité
(ou la mort). Aunque algunos, como Marc
Fumaroli, piensan que "la Revolución Francesa era, en el fondo,
un episodio jansenista
más". Curiosamente, es Francia, "la fille
ainée
de l'Église", la que más se opone a la mención cristiana en
un trabajo de la "Convención", presidida por Giscard; y así lla­
mada igual que otra que tuvo una presencia muy destacada
durante la Revolución francesa, y de la
que Romme era diputa­
do. Y con ello parece
que se quiere fijar el arranque de Europa
a partir de la misma Revolución. Aquella Convención, revolucio­
naria como la de ahora, incluso propuso la refornia mediante un
"Nuevo Calendario Revolucionario" para iniciar una "Nueva Era",
pues los años comenzarían a contarse desde la proclaniación de
la República, y el año I empezaría el
22 de septiembre de 1792.
Así, el llaniado golpe de Estado napoleónico del 18 Brumario
corresponde al 9
de noviembre de 1799. La propuesta hecha por
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EMILIO DURÁ.N CORSANEGO
Romme, se pretendía justificar por la necesidad de adaptar la
medida del
tiempo al sistema métrico decimal: doce meses de
tres décadas cada uno; si bien el propio Romme había declarado
a Gregoire
que su calendario perseguía en todo caso borrar la
huella
de la influencia del catolicismo, suprimir el domingo, los
santos, las iglesias, la religión, el clero, Dios ... Este Calendario
Revolucionario
empezó a aplicarse desde el 24 de noviembre de
1973, hasta que el Senado Imperial restableció el Calendario Gre­
goriano a partir del 1
de enero de 1806. En 1871 se intentó res­
tablecer la vigencia del Calendario Republicano,
que no duró más
que unos meses, hasta que fue aplastada la sublevación de la
Comuna de París. ¡Mengua duración de un calendario represen­
tativo de una nueva era, que ahora se quiere convertir en el ori­
gen de Europa! Incluso el propio "Code civil" napoleónico fue
pensado para ser el texto legal de la Europa del futuro.
En
un gran alarde de ignorancia histórica, se olvida delibera­
damente que esos mismos postulados "revolucionarios", arrancan
de muchos siglos antes, y constituyen la esencia del cristianismo,
real origen y verdadero cimiento de Europa.
Tampoco tuvo suerte el intento de Auguste Comte de intro­
ducir
el "Calendario Positivista" que en su Prefacio consta la
fecha
de "25 de Carlomagno 64 -Domingo 11 de julio de 1852",
como parte de su Religión de la Humanidad, con trece meses
de veintiocho días (dedicados a Moisés, Carlomagno, Gutenberg,
Descartes, entre otros); semanas, domingos y días laborables,
todos ellos bajo
la advocación no de un santo, sino de un patro­
no,
una gran figura de la Humanidad (Ulises, Zoroastro, Hesiodo,
Cicerón, Galeno, San Ambrosio, El Cid1 Velázquez, Marco Polo,
Lope de Vega, Hobbes, Bolívar y Copérnico). Las fiestas se dedi­
can a Arquímedes, Platón, César, Mahoma, Dante, Averroes, Santa
Teresa, Cervantes, Colón, Calderón, Cisneros, Campomanes, etc.
"¡Qué mescolanza!", exclama Bemardino Montejano.
Un último intento de desbancar el Calendario Gregoriano se
debe a una iniciativa del representante permanente de la India
ante la
FAO, en 1954. Se proponía la sustitución por el llamado
"Armonía Universal", conforme al cual
no se sabía con seguridad
si nos hallábamos
en el año 1954, aunque sí se sabía con toda
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LA EUROPA CRISTIANA
seguridad que no estábamos en el 1957, ni en el 58 ni en el 59.
Se mantenían los doce meses y los cuatro trimestres, de trece
semanas y noventa y un días.
La inclusión de la referencia al Cristianismo en el Preámbulo
de la Constitución Europea es aceptada por la mayoría de los
españoles, y
en este sentido se han manifestado expresamente
algunos socialistas, como Francisco Vázquez, alcalde de La Coru­
ña, y también los principales dirigentes del Partido Popular. Su
no inclusión dejaría complacidos a los franceses, porque su Revo­
lución forma
parte, también, de esa "tradición occidental".
Si se prescinde de todo ello, de lo que durante siglos ha sig­
nificado el Cristianismo, ¿qué
queda de Europa? Una cáscara vacía,
sin contenido. Por eso la pretensión de la alusión al mismo, en el
Preámbulo del texto constitucional, que define un punto de par­
tida,
no parece desmedida y a-histórica. Sino todo lo contrario.
Desear una Europa laica para el futuro
no debe servir de excusa
para negar la realidad
de una Europa cristiana en el pasado.
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