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Número 571-572

Serie LVII

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Gilberto Crispino, Disputa de un cristiano con un gentil sobre la fe cristiana, Buenos Aires, Centro de Investigaciones Filosóficas, 2017, 50 págs.

La profesora Natalia Jakubecki, catedrática del Departamento de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, nos presenta la primera edición comentada y brillante traducción al castellano de una importante obra dialógica, escrita en la Inglaterra del siglo XI. Nos referimos a la Disputa de un cristiano con un gentil sobre la fe cristiana (c. 1094), obra del benedictino normando Gilberto Crispino.

Gilberto Crispino (1055-1117) es quizá uno de los autores más olvidados del Medioevo, pese a que su obra constituye un notable aporte a la historia del pensamiento cristiano. Nacido en el seno de la alta nobleza normanda, Crispino fue educado y tomó los hábitos en la abadía benedictina de Bec, donde pronto trabó amistad con el célebre Anselmo de Canterbury, convirtiéndose en su discípulo más querido y al cual apoyó en las disputas sostenidas con el rey Enrique I de Inglaterra.

Su sapiencia y cualidades hicieron que Lanfranco, arzobispo de Canterbury y antiguo prior de Bec (†1089), le nombrase primero su capellán en 1080, y tres años más tarde, abad de Westminster, siendo el tercero de los abades normandos tras la conquista de Inglaterra. Su gestión se destacó por la organización y ampliación del referido claustro, aunque gran parte de su labor no fue continuada por sus sucesores. Con más de 70 años y luego de una fructífera gestión abacial de más de tres décadas, Gilberto Crispino falleció apaciblemente un 6 de septiembre del año 1117, en Westminster.

Entre sus obras –diez en total– encontramos, por ejemplo, la Vita Herluini, biografía dedicada al caballero y monje Herluino, fundador de la Abadía de Bec, la cual contiene muchos datos sobre los primeros años de la mencionada fundación monástica. Sin embargo, la Disputatio christiani cum gentili de fide Christi se erige, dentro del corpus literario de nuestro autor, como una de las primeras manifestaciones del binomio fe/razón y en torno al cual radica su verdadera riqueza y aporte.

Una de las principales contribuciones de la Disputatio fue sin duda la revitalización del diálogo como género literario durante la Edad Media, con especial énfasis en materia filosófica y religiosa. La aparición del personaje denominado como «el gentil» constituye una novedad en sí misma, siendo éste el primer interlocutor pagano en la literatura dialógica del Medioevo, como bien resalta la traductora en la introducción de la presente obra. 

Numerosas cuestiones de índole tanto religiosa como filosófica son abordadas en la Disputa de un cristiano con un gentil sobre la fe cristiana. El auténtico debate se inicia con una reafirmación de la fe por parte del interlocutor cristiano, así como por su aceptación del reto, propuesto por el gentil, de no recurrir a las Escrituras como sustento en su defensa de la fe sino apelando a la razón como única juez y valedora (pág. 14). La defensa del monoteísmo frente al politeísmo pagano es sustentada, de forma implacable, bajo los estrictos parámetros de la razón (pág. 15).

Sobre el pecado, el gentil ofrece una crítica con tintes satíricos sobre la «miserable condición del hombre que no puede no pecar», tema sobre el cual el cristiano, tras defender una vez más el monoteísmo de su credo y el sustento racional en torno al mismo, define al libre albedrío como aquel escenario en el cual Dios permite al hombre emplear o no la razón en su vida. En ese sentido, el cristiano enfatiza que la condición «miserable» del hombre posadánico se debe a que, habiendo podido abstenerse del pecado, optó por pecar mediante el abuso voluntario de la razón.

Otro de los puntos de debate en la Disputatio gira en torno al sentido de justicia y cómo este, a juicio del gentil, se guía bajo estrictos parámetros humanos y no divinos. A ello responde, en términos claros, el cristiano, alegando que en la ley de Dios dada a Moisés «[…] se ordena el amor a Dios y se enseñan ciertas verdades de fe, de modo que, digo, se introducen reglas civiles y ordenan que se las observe» (pág. 24). En esa línea, el cristiano muestra al gentil que las reglas sociales propugnadas por el Cristianismo se derivan de la ley divina misma, en tanto esta última no se limita de forma exclusiva a cuestiones de fe o de culto, sino también a las normas que rigen la sana convivencia entre los hombres.

Naturalmente, uno de los temas de mayor conflicto en el diálogo entre el cristiano y el gentil es la crítica de este último a la Trinidad y lo considera una falta de continuidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento (pág. 29). No obstante, el cristiano responde a ello contundentemente, alegando la dureza de la ley divina hasta que con la llegada de Cristo, descendiente de Abraham y profetizado por Moisés, se dio inicio al tiempo de la misericordia (pág. 32). Seguidamente, luego de fundamentar la continuidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento (pág. 34), el cristiano advierte de la ausencia de salvación para el alma que no admite el misterio de la Trinidad, rebatiendo las críticas de judíos y gentiles sobre la misma y enfatizando que la Trinidad de las personas existe en la unidad de la divinidad (págs. 43-48). Resulta sumamente interesante y pedagógica, en este punto, la comparación que efectúa Crispino, sobre la Trinidad y el Nilo, en tanto alega que si bien de la fuente del Nilo nace un río y a partir de ambas se concentra un lago, por la palabra común «Nilo» se nombra a las tres por igual, en tanto comparten una única sustancia (pág. 49).

La obra de Crispino posee un notable valor filosófico, teológico e interpretativo, el cual evidencia la fecundidad del pensamiento cristiano durante la plenitud de la Edad Media. Por ello, la Disputatio resulta un texto de imprescindible consulta para todos aquellos estudiosos de la filosofía, teología y literatura medieval, en tanto la profundidad del diálogo, la riqueza de los argumentos y el prístino estilo del mismo hacen de esta obra uno de los más insignes exponentes de la denominada «cristianización de la razón» entre los siglos IX y XII, término acuñado por A. Abulafia, «The Christianization of Reason», en Christians and Jews in the twelfth-century Renaissance (Londres, Routledge, 1995. págs. 32-47).