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La familia: sus problemas

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La familia como célula social

LA FAMILIA COMO GELULA SOCIAL
POR
ANGEL GoNZÁLEZ ALvARBz--
Dos relato& sobre el origen del hombre,
Hay en el «Génesis» dos relatos de la creación del hombre que su­
gieren
d9s imágenes un tanto diferentes de la unión del varón y la
mujer .. En el .primero se nos dice, < sora, a imagen de, Dios lo hizo y los hi:ro macho y •hembra; y los
bendijo Dios diciéndoles: procread
y multiplicaos ... (l, 27-28). En el
segundo relato parece cambiar por entero el decorado: «Se dijo Yavé
Dios:
"No es bueno que el hombre esté solo, voy hacerle uha ayuda
semejante a él"; ... formó Yavé Dios a la mujer y se la preséntó a
Adán. Adán ~ó: "Esto sí que es ya hueso de mi hueso y carne
de
mi carne". Esta se llaroará varona porque del varón ha sido toma­
da. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se unirá a
su mujer;
y vendrán a ser los dos una sola carne» (2, 18 y sigs.). En
la primera narración se presenta la unión del hombre y la .mujer en
función de
la fecundidad ; en la segunda se silencia la procreación y
pasa a primer plano la ")'Uda o, si se quiere, la felicidad y el amor.
Ateniéndose rigurosamente al orden de 4 -narr¡¡ción __ mosaica., la
teología ha establecido dos fines para la unión conyugal: uno pri­
mario
-la, procreación-y otro secundario -'-la mutua ayuda y la
felicidad de los esposos-'-; ·Aquél es el fin social del matrimonio,
que consiste¡' en efecto, eri la procreación edútadora de los hijos/Este
último es el fin individual, •es 'decir, la plenitµd de ser y felicidad que
los
amantes buscan al casarse. Tales fines no debieran sét en nmdo al­
gunn ~ados•como si uno fuese esencial y el otro resultase inesen­
cial al
tnatrim:onio .. Pero. lo que comenzó siendo una distinción meto­
dológica compatible· ton la· aimonía; la · subordinación y· hasta. con la
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ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
unidad esencial se convirtió, por obra de ciertos movimientos ideoló­
gicos
modernos, en práctica disociación, que terminaría por anular
uno de
fos fines en beneficio del otro.
Se comenzó, en efecto, poniendo el acento en uno de los fines de
la unión mient~.se deja al otro en J;t penumbri, Hay quienes ven en
el matrimonio un instrumento
para el ejercicio del amor. El fin que­
da circunscrito en el ámbito de
la felicidad de los esposos. La fecun­
didad es
un simple resultado que tiene la consideración de servicio
prestado a la sociedad. En esta situación
parece natural que los hijos
sean considerados desde
e'! primer .morµento ~ como miembros de
la sociedad que de la familia. El Estado ordenará su crianza y dirigirá
la educación
... ·
Piensan otros que el matrimooio no tiene nada ,que ver ron el
aml)1". Se le ,encomienda el cumplimiento de la fecundidad y las· tareas
de la cria,,za de· los hijos. Bl amor. puede buscarse en cualquier' parte.
Ciertos
movimientos .permiten y hasta fomentan · el ejercicio del amor
fuera del matrimonio, .Jo mismo •a.tites que después de ser contraído.
Institución puramente civil
está al servido de la renovación de los
miembros de la
sociedad; También ahora córresponde al Estado la re­
gulllción deJas, funciones fransmisorª5 de la vida. El matrimonio pier­
de su
significación más genuina. La a,nioo del hombre y de· Ja mujer
no se ttSiehta en la· amorosa fecundidad ni se··orienta a la creación del
arobiente que favorezca la educación, consistente en la prolongación de
la genet-ación · hasta sui término.
Amor sin· fecnndidad_
La unión del hombre y la mujer en el matrimotíio no puede ser
sustraída al cumplimiento de la doble finalidad que expresarnos con las
palabras amor y fecundidad. Hay entre ambos fines razón de priori­
da.d y de secundariedad. Unas veces habrá que poner el fin primario
en
la fecundidad y el secundario en el amor. Otras acontecerá justa­
mente lo
contrario: El fin primario podrá ser colocado en el amor y
la folicídad de la comunidad· de vida entre varón y mujer y el secun­
dario en la
procreación. Todo depende del ámbito en que coloque-
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LA PAMILIACOMO CEWLA SOCIAL ..
mos la /inalidad. Lo importante es percatarse de la 4np<>Sil>ilidad
móra.r de separar ambos fines. Más que coordinados, ~.verse: en
recíproca subordinación. Principales ambos, debemos considerad~
en todo caso, esencialmente vinculados. Como en tantos otros lugares,
tambren aquí 1a distinci6n y la diferencia están. p11estos ;cp,:¡ YÍSt la unidad.
Una primera .. posibilidad resultante de la disociación de loo fines,
igualn,.ente esenciales, va a consistiren la supresión del matrimon.io
mismo,
De :suyo, para)a simple fecundidad, es decir, para kproctea­
ción, no es necesario eimatr.imoaio. Tampoco lo es para el a:retQ ejer­
cicio
del amor. La f=didad fuera del matrimonio puede, en efecto,
adoptar
dos modalida natural o de una inseminación artificial de la mujer; No se considera
aquí la cuestión de 106 hijos naa.u-ales ni de lcis que son fruto de .Ja
fecundación artificial. Sólo intentaba mC>Strar que los prinieri:Js: resul­
tan
de separar el amor de la fecui:tdidad y los segundos proceden de
buscar la fo:undidad separada dél amocEn .el fondo de ánibas acti­
tudes se encuentra ·la.· proclamación presúnto derecho a li libertad en el amor sin la responsabilidad de su
fruto natural o al fruto artificial al margen del amor; Pero nó éxisten
semejantes derechos en el hombre ni en; fa. mujer. · ·
¿Cómo apelar a la libertad, que está enraizada en la 'razón, para
unirla
al múndó de los instintos sin quebruítar el orden racional y
la dignidad de la persona? Si el hombre fuera mero ejecutor ele ruia:
melodía vital compuesta y dirigida desde el exterior, puro ánima!
guiado
por el instinto, se hallarla al margen de tóda responsabilidad
por el fruto de sus actoo. Mas desde el momento que ~ti cons.tituído
en el rango de la persona y, por ello, dotado de entendimiento y
voluntad, se ve
précisado también a componer 1a melodla que ejecutá.
El hombre es autor y actor del drama en <¡ue' su vida con.sTste.. ·
Precisamente
4a libertad eleva al hombre, por encinµ del animal,
a un qrdet superior y Jo sitúa íntegramente, induso CQllJO. sexo, et el
nivel del ser personal. El mundo. de los ipstintos quedó muy abajo y
la libertad np puede ser .reclamada ¡,ara segu,irlos (u!)ra d~l orden
racional, porque
prootituíría la natµraJ.eza huma.na. EUJ.amado derecho
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ANGEL GONZÁLBZ ALVAREZ
al, amor libre no es ciertamente nna prerrogativa de los hombres qué
quieran 'permanecer
en el nivel del ser que correspoode a la persona.
Fecundidad sin amor.
En el álllbito humano no parece éticamente posible separar la fe.
cundidad del amor. Dicen los filósofos que los actos humanos sé espe­
cifican por el .fin de' la obra et1 su ser ¡,sicológico y por el fin de la
obra yl el fin del operante en su ser moral. En cwilquiera de estas
dos líneas se distingue entre un fin que se llama primario y el otro
que se dice secundario. Pero pueden conjugárse de dos fonnás ·dife­
rentes.
Parece claro. que el fin primario de la unión del varón y de la
mujer es la procreación. Pero el matrimonio tiene también otro fin
principal, bien
que secundario, en la comunidad· de vida en el amor.
No tengo indQ.live inconveniente alguno en oonceder que eri ladlnea
del fin del operante --en este caso, de los. oonyuges--pueda declarar­
se
fin ptima.io al amor, la.ayuda mutua o la felicidad de siempre
que-no falte la intención de subordinarles la fecundidad que
puedan
igualmente pretender.
Para que nadie se escandalice de lo que acaba de leer, traigo aqul
"lite texto de la enciclica C,isti connubii: .«Esta mutua forrnacón in­
terior
de Íos conyuges, este· asiduo cuidado de su mutuo perfecciona­
miento, puede también llamarse en cierto sentido muy vc,r4ade¡,o cau'
sa y razón primaria del matrimonio; cuando no se toma estrictamente
como
una 'institución para procrear y educar convenientemente a la
prole, sino romo una comunión, estado y sociedad para toda la vida>>.
Lo que no resulta licito es la disociación de ambos fines. No hay de­
recho. que
valga para separar el amor de la fecundidad.
Tampoco existe de=ho alguno para separar la fecundidad del
amor. Nuestro puesto
en la jerarquía de los seres, la más alta cumbre
de la perfección en la naturaleza, que se describe como el ser en la
persona, nos ahte al' reino' moral y en él quedamos incardinados. La
misma libertad · no · puede entenderse · romo una prerrogativa que nos
faculte
para hacer lo que nos venga en gana, para artificializar nues­
tra vida
y negamos a un comportamiento natural. La libertad no pue-
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LA FAMIUA COMO CELULA SOCIAL
de emplearse en: segrega,: la biología de la raciomilidad, en escindir el
bias
del logos. El orden moral nos otorga derechos, pero también nos
impooe obligaciooes. La fecundación artificial en el ámbito humano
rio pnede tener tratamiento exclnsivamen:te zoológico que margine
los aspectos ético y . jurídieo, fneluéliblemente esenciales.· La coociencia
moral
rechazará siempre la insemfuación artificial de la mujer mista
en el caso que tuviera lugar entre esposos. El ardiente deseo de .un
hijo no sirve de excusa algµna. Por noble que sea, el fin no jnstifirit
los medios.
Todavía más: nadie tiene derecho al hijo. El estado matrimonial
no ,concede tal derecho. El contrato matrimonial y el sacramento mis­
mo 110 dan derecho al hijo, porque tampoco le tienen por objeto ni
se refieren a él directamente. Un teólogo diría que la santifiritción
del amor en el matrimonio hace santos los actos naturales ordenados a
la procreación, pero más que fuentes de ulteriores derechos exigibles
le, son de ob1igaciones y de responsabilidades que no se pueden eludir .
. No niego el derecho a ninguna mujer qne quiera adoptar un ni­
fio. Tampoco se le niega a ningún hombre. La adopción de los huér­
fanos que résultan de los mil sucesos· de· la vida actual por un ·matri­
monio,
merece .toda gratitud y . es digno de los mayores elogio/!. Pero
¿dónde
éncontrar· el derecho de una mujer a un «padre adoptado»
para su. propia fecundación artificial? y ¿dónde buscar el derecho
de
un hombre a una < no puede ejercer?. No,· Las. experiencias de establo o de laboratorio
suprimen
la dignidad · de la persona. ·
Pansexualimio y asexualidad.
Voy a situarme ante uno de los· misterios más profundos de la na­
turaleza. humana. Sfmple accidente corporal, el sexo entraña tal rique­
za
de responsabilidad y de coosecueocias que lo dotan de un valor
superior a toda ponderación. Ninguna ,otr,a diferencia exi~te entrf' los
seres humaoos
que sea comparable a la· diferencia de fos sexos por·¡,
que aquéllos se.realizan como hombres o como mujeres, En compen­
sación, tampoco hay otra nota diferencial que supere al sexo en el ser'
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ANGBL GONZALBZ ALV ARBZ
vicio· que puede prestar a la superior unión vc:z sea. porque las diferencias que el se,;o introd.ucé son ciertamente
reales, pero también complementarias. .
1,~ sexualidad ha sido estudiada. en nuestro siglo eón pasión. Para
interpretarla
rectament~, conviene apartarse pór igual de los ext:remos :
el que la
minimiza h~anulatia r el que la exagera hasta universalizar­
la.. Son las. posk:iones del asex:ualismo y de la pansexualidad. Hay
quienes no concedeo
la más mlnima importancia al sexo :en la expli­
cación
de la vida humana. Óespués de todo, se trata de un accidente
que cae por entero del lado de 111 materia, y el hombre se. define en
función
.del esplritu. Las almas carecen de sexo y, en rigor de tér­
minos,. no puede decirse que sean masculinas ni femeninas. En el nivel
de
la existencia personal no puede jugar el sexo un papel preponde­
rant~. Por
tanto, .. ta:mpoco deben exagerarse su.s consecueocias en el te­
rre,no ético. .
En el extremo opuesto. se sitúan quienes interpretan elcomporta­
miento hwm!no y . los avatares de fa existencia como manifestaciones
d~ _la sexualidad. Allltes el sexo. ~o significaba nada; ahora lo explica
tocio. &ta teoría procede de Freud, quien,. desde. el estadio. terapéutico
del
psicoanálisis, evolucionó hacia una concepción filosófica de la vi,
da humana fundada en el principio de la «libido>>, impulso erótico
que,
identificado con el inconsciente, explica la vida del espíritu y de
sus
creaciones históricas y culturale:s. E;, q,antp la libido sé identificó
con
la sexoalidad, · parece naturd ver en ella · el elemento que penetra
las estructuras de la existeocia humana y da razón de toda la vida, in­
dividual
y social, moral y religiosa, hi~tórica y cultural ..
Se dice con frecuencia que los extremos se tocan. El punto de
tangencia de las teorías contrapuestas. suele situarse en
el error de la
simplificación de lo que por naturaleza es complejo. La eseocia hu­
mana no
es simple, sino c;ompuesta. Querer explic;arla desde un ele­
mento
material ~1 hombre sería pura materiasexuada-es empren­
der la ruta:
del pansemalismo. · Al intentar dar razón de fa vida del
espíritu, será preci~ hac;er funcionar co.mo causa lo que .sólo es condi­
ción. Pretender
explic;arla desde su elemento es¡,iritual --el hombre
serla.·
puro· espíritu desencarnado-significa abrir la vli. de la ase­
=lidad. Al querer dar razón _de lavida q>rporal, ni siquiera el condi-
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LA FAMILIA COMO CBLULA SOCIAL
cion:µniento de la materia puede tenerse en cuenta para que sirva de
escollo a la libre expansión del espíritu. No. La naturaleza humana es
bipolar y los principios que la realizán se abrazan y compenet¡-án de
tal forma que
le proporciOlllll verdadera unidad esencial compatible
con las diferencias individuales.
Varón y hmnbra.
El ser humano se realiza corno varón o corno hembra. Lo que
llamamos especie humana o género humano se existencializa en dos
grupos:
el de las mujeres y el de Jos. hombres. La raíz y el funda-­
mento de <>ita distinción se encuentra en el sexo. Con esta afirmación
nos
situamos ante un hecho. Y los hechos se testifican, se registran.
Pueden ser interpretados, mas
no deben ser negados;
Debemos huir de juzgar los sexos tomando partido en favor. de
uno o
en perjuicio del otro. Semejantes comparaciones han llevado
con frecuencia a interminables disputas, carentes por entero de sentido.
Hay que precisar
el nivel en que se manifiestan las reales dife­
rencias
de los sexos. No se les encontrará a la altura de la existencia
personal.
Hombre y mujer son absalutamente iguales en cuanto, porta­
dores de idéntica naturaleza racional, realizan el rango
y la jerarqula
de la persona. Tienen también el mismo origen y están llamados a
idéntico destino. El cristianismo ha subrayado una cuádruple igualdad
fundamental entre todos
1os seres humanos: igualdad de origen -la
común paternidad de Dios-; igualdad de naturaleza -la dignidad
de
la persona creada a imagen de Dios--; igualdad de redención -la
sangre de Dios humanado--; igualdad de destino -Dios otra vez­
formalmente poseído. Pero también es cierto que Dios los cre6 «hom­
bre y mujer»,
es decir en dos sexos diferentes. La ley de la igualdad
tiene que compadocerse con la ley de la diferencia. La dialéctica de
los
sexos está presidida por la ley de la igualdad en la diferencia o,
mejor aún, por la norma de la unidad en la diversidad'.
Inicialmente, la diferencia
sexual es una cuestión de anatomia.
Pero
caeríamos en un error de miopfa si redujésemos semejantes di­
ferencias' a las qire se concretan en los órganos de la reproducción. El
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ANGEL GONZALi!.Z ALV AREZ
organismo .entero en su estructura anatómica y funcional se ve afec­
ta ferencias al ser íntegro del hombre y de la mujer. No debe produár­
nos extraña: Es natural que lo fisiológico repercuta en la psíquico.
Reconocemos en el ser humano una
naturaleza compuesta de materia y
espíritu. La composición no destruye la unidad. Por tanto, las propie­
dades del organismo deben
condicionar la actividad del alma de la
misma manera que
las diferencias psiquicas deben repercutir en las
funciones orgánicas ..
La modalidad complementaria de la diferenciaáón sexual salta
a la
vista y no es necesario detenerse para ponerla de relieve. Interesa
más decir algo sobre el sentido último y la finalidad esencial de la
duplicidad del
sexo. Las diferencias entre naturale2:as iguales sólo
pueden introduárse con
vistas. a la unidad. «La ingeniosa naturaleza
o, mejor, su Autor ha constituido al hombre y a la mujer anatómica,
fisiológica
y psicológicamente complementarios y correlativos con el
fin de que el amor alcance en eil matrimonio la unión real que am­
biciona>> (André Marc) y pueda cumplir la ley de la fecundidad,
gloria de la familia y
deber fundamental del linaje humano.
Eros y ágape.
Hállase el sexo vinculado al amor, cuya mejor posibilidad humana
se realiza en la cnión cónyugail, que tiene por fin la fecundidad, em­
presa común del hombre y· de la mujer. No puede llamarse «amor»
la simple explotación sexual de ún ser humano. Sería rebajarlo a la
pura delectaáón animal que sacia el apetito. El amor sexual es infi­
nitamente superior, aunque se llame «eros». Es ya amor personal que,
con la
del~ón, busca la felicidad y el· acabamiento en la persona
amada,
Contiene una fuerza trasformadora que lleva al enamoramiento
desinteresado de la
uo1idad inmediata. Con ello, lo sexual, sin supri­
mirse, se ennoblece. Nace aquí uno de los bienes fundamentales que
sostienen
la existencia 'humana.
Ya Platón unió
eros y psydie, el amor sexual y el sentimiento
del
alma. Él amor es un delirio que envian los dioses para la mayor
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LA FAMII.IA COMO CBLULA SOCIAL
feliádad de los amantes. Es claro que se trata todavía del amor concu­
piscible, pero contiene una
fuerza espiritual de elev'!áón que .busca
enriquocimiento y plenitud vital en el amado. El amor anímico vincula­
do al sexo contiene una doble fuerza
creadora: h~e_:resplandecer lo
mejor
en la persona del otro y adereza la propia para ser correspon­
dido con presteza. Surge así el enamoramiento, por el que se iniáa el
intercambio
de los mejores dones del espírito.
Es claro que el eros no suele ofrecer. l(IS · garantias d.e dur'!áón y
perrnanenáa que pide la unión conyugal. Sobre él hay que collocar el
amor que San Pablo llama «ágape». Generoso y ~interesado, no tien­
de, como
el eros, el enriquecimiento vital del propio yo, sino a lama,
yor ¡ilenitud de la persona amada. No pretende ser feliz, sino hacer
feliz y se conserva lejos del peligro de un «egoilmo a dúo» (Joseph
Hoffner).
Ahora se ve claramente la. diferenáa entre el amor con­
yugal y el instinto sexnal. Este es egoísta, todo lo quiere ~a sí, todo
lo
acapara, todo lo posee con avaricia y no ofrece a .cambio nada. En
su propio disfrute se consume hasta que llega el hastío y, con él, la
tristeza
y el despreáo, Justo lo contrario sucede con_ el amor. Es al­
truista porque siempre intenta dar y
darse en generosidad pura, en eu­
trega desinteresada. A la entrega del esposo corresponde la esposa re­
galándose.
Hay en el amor conyugal mutua entrega y recíproca recepáón.
Abiertos el uno al otro, los conyuges, . donándose y recibiéndose, cons­
titoyen una comunidad en la que desaparecen lo mío y lo toyo, al,sorbi­
dos en lo nuestro. Con ello también el yo y el tú, aun permaneciendo
siempre distinguidos, constitoyen el nosotros. El amor
conyugal y el
acto· mismo que lo expresa por mediación del cuerpo se dirige a la
persona como tal para alcanzarla en la zona del espírito.
La comu­
nidad conyugal
está asentada en la más profunda unión que pueda
haber entre personas humanas. Aspira a . ser íntima simbiosis de per­
sona
y persona. Marido y mujer se compenetran· en el amor con la
misma
fuerza del conocer y el querer en la vida del espirito. Unión
espiritu,l en definitiva, hay también en la comunidad coyu.gal conoci­
miento
y amor. Esposo y esposa se quieren al conocerse y se conocen
al amarse.
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ANGEL GONZALEZ.ALVAREZ
La comunidad conyugal.
El amor conyugal ocupa el más alto pu.esto en la jerarquía de los
amores humanos.
La mutua uoión se produce en el ámbito del espíritu
incorporado
y da origen a uru,. comunidad de dos personas. En el
matrimonio, cada esposo se orienta, dirige
y entrega al otro sin reser­
vas. Se sienten ambos más allá de las veleidades del tiempo y están
dispuestos a eternizarse
en el amor. Si ya una amistad que ha podido
tetminar no ha'sido nunca verdadera,_ como sentia Aristóteles, ¡cuán­
to más el amor conyugal, que se instala en el espíritu y cultiva los
valores de lo eterno!
Como
ha señalado Marc, los esposos se convierten en un nosotros
indisoluble, porque sucede con el amor
ry el espíritu como con el bien y
la verdad, sustraídos a las vicisitudes dcl cambio. Siendo algo entero
por completo
y simulltáneo en· sus actos, desde los cuales domina el
tiempo, que los
marca, el espíritu se da en bloque, definitivamente
para no volverse atrás jamás. Queda así planteada la cuestión de la
unidad e indisolubilidad del matrimonio. Unión permanente de un
hombre solo y de sola
una mnjer es, en primer término, una exigencia
de la estructura misma del amor conyugal. Está claro que este amor es
ofrenda y donación de ambos amantes. Nace de la naturaleza humana
la exigencia amorosa del otro
y la unión total, absoluta y exclusiva de
quienes decidieron contraer
el matrimonio.
La indisoluhilidad está presente ya en su fin individual. El ma­
trimonio es ciertamente un.a. comunidad de vida en el amor, como pro­
moción y desarrollo de los esposos hasta llevarlos a su propio acaba­
miento y perfercción. El mutuo empeño de perfeccionamiento y reali­
zación de los esposos tiene categorla de motivo principal y de fin pro­
pio
de la uoión. Es preciso ver en la uoión conyugal la primera mani­
festación creadora del amor.
Donde no se haya despertado, no existen
las condiciones m!nimas para acercarse al matrimonio. Quienes ven
en
el amor únicamente el fuego de la pasión y del instinto sexual
que lo envilecen no debieran aspirar al casamiento. El matrimonio
y el amor conyugal no son juguetes de la veleidad, del ensayo o de
la camaradería.
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LA FAMIUA COMO CEWLA SOCIAL
La unidad y la ÍI).disolubilidad de la comunidad conyugal se deri­
van
tanibién de su fin social. Consiste éste en la segunda de las fun­
ciones creadoras del
amo.-: la superación de 106 esposoo en la ·procrea­
ción educadora de 106 hijós. El perfeccionamiento. personal. de los es­
pos06 en la comunidad conrugocl no les encierra en un egoísmo biJa,
teral. L06 abre más bien· a la ·realización de valores superiores. El amor
conyugal se orienta,
por su misma naturaleza, a la procreación de
nueva vida. El
fin social del matrimonio -fin primario en la nomen­
clatura .habitual'-tiene su consistencia en la generación y educación
de
1a prole. Hay que poner la educación en el ámbito del fin, porque
toda .incoacción de perfección se endereza a la perfección consumada.
Las cláusulas del matrimonio están configuradas en la ley natural,
que los hombres han
de cumplir y no pueden derogar.
Padres e hljoe.
Con el nacimiento del primer hijo nace también la familia. He
aquí un orden bien sencillo: un hombre y una mujer decidieron ha­
cerse esposos para convertirse en padres, encendiendo nueva vida y
fundando una familia, comunidad de amor desinteresado y gratuito.
Contemplando el nacimiento de
un niño, se 006 patentizan dos cosas
que el hombre
no puede evitar: ser en el mundo y pertenecer a la
comunidad de 106 hombres. Un filósofo, tras muchas ,reflexiones, con­
cluirá
en la necesidad de agregar una tercera, aceptando lo que un
teólogo se apresuraría a. colocar con la rapidez de un relámpago: estar
vinculado
a Di06. En el hecho de la comunicación de la ;vida se reúnen
las relaciones del hombre con la naturaleza, con los hombres y· con
Di06. V eám06lo.
Los esposos, al suscitar nueva vida, se convierten en padre y ma­
dre. A la madre corresponde las tareas de la gestación y del alumbra­
miento, que espera entre sosegado e impaciente su marido, dispuesto
para hacerse cargo de las responsábilidades pertinentes. De este modo,
la maternidad
universaliza la relación hombre-naturaleza. El padre
aparece como
jefe de la familia, dotado del poder político; ·él univer0
saliza la relación hombre•hombre ( A. Marc).
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ANGEL GONZALEZ ALV ARJ!Z
No puedo detenerme aquí para puntualizar esta atribución exclu­
siva de la autoridad familiar al padre ( compatible con igual potestad
en-la. madre), porque urge una referencia a Dios, ·a1 efecto de no ser
acusado de precipitación al haberlo implicado en este asunto. El libro
II de los Mdcabeos pone en boca de una valerosa madre dolorida ante
la muerte de sus hijos: «Yo no sé cómo habeís aparecido en mi seno;
no os di yo el aliento de vida ni compuse vuestros miembros. El crea­
dor del universo es el Autor del nacimiento del hombre». Estamos
arite
la expresión más profunda del verdadero sentido de la crea­
tividad.
Si la
realidad natural es creación, Dios habrá de entendeme como
la causa eficiente de todo cuanto existe y acontece en el mundo.
Y en lo que se refiere al
orbe humano, por partida doble. En primer
lugar, porque
el hombre es· espíritu incorporado y la simplicidad del
espíritu finito
exige la acción creadora de Dios para surgir a la exis­
tencia. En segundo término, porque toda nueva vida ~humana e in­
frahumana-exige, además de la acción procreadora, el concurso de
Dios. Es lo
que expresan en lenguaje popular los padres cristianos
cuando hablan
de los hijos como una bendición de Dios.
· La metafísica viene en nuestra ayuda, proporcionándonos la distin­
ción
entre la causa primera y las causas segundas. Suelen éstas lla­
marse agentes naturales, y en esta naturalidad se diferencian
de la can­
sa primera. Más que un agente natural, la Cansa primera es un prin­
cipio trascendente que, además
de ejercer la causalidad que le es pro­
pia, otorga a los
otros agentes la prerrogativa dé ser causas y• hace
que las causas segundas causen. En el haber de la absoluta eficacia de
la ciusalidad divina hay que poner no sólo la creación del alma espi­
ritual, sino también
la causalidad procreadora que los· padres ejercen.
El amor ein interés.
Pretendo examinar bajo este título, y en actitúd de reverencia, la
sociedad paterno-filial. Es, antes que otra cosa, una comunidad de
amor.
Si algo· 1e faltaba al amor conyugal para fa'. plenitud del amor
humano, lo obtiene ahora en la comunidad Janiiliar'. La amorosa uri.i-
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LA FAMJUA COMO CELULA SOCIAL
dad conyugal se absolutiza y objetiva con la aparición del hijo. Porque
«el hijo es 'la unidad de los esposos realizada y proyectada fo.era de
ellos. Cada uno reconoce al otro en el niño recooociéndose a si mismol>
(J. Leclercq). ¿No habrá que ver aquí la última meta significativa
del verskulo
«vendrán a ser los dos una sola carne»?
El amor conyugal crece y se completa en el amor paterno, que res­
ponde al instinto
de perpetuación, y adquiere la máxima perfección
y madurez en el amor maternal, por el que la madre quiere al hijo
como efectiva parte de si misma. Nace de esta forma el amor familiar.
Siempre
el amor se ha regido por el bien, ya sea el que tiene la per­
sona
amada o el que en ella pone la persona amante. En el caso de
los
padres, el bien de los hijos se convierte en el propio bien, por la
sencilla razón de que los hijos son suyos. Estamos arite la más excelsa
participación
del amor· creador. Dicen los teólogos que el amor de
Dios infunde y crea la bondad en las cosas. De donde se concluye que
las
cosas y los hombres somos amores de Dios. He ahí -la liberalidad
suprema
y el más alto desinterés.
La mirada amorosa de Dios viste de alegria y hermosura al mundo.
Asi también.
el amor paterno y materno en el ámbito familiar. En la
atmósfera del amor
de los padres deben respirar los hijos y correspon­
der
.a él con su propio amor filial. Tambíén en el amor de los padres
debe manifestarse el amor de los hermanos entre sí. Los padres se
aman
amando a sus hijos, como éstos se amam amando a sus padres'.
Paternidad, filaternidad, fraternidad: el circulo familiar se completa-y
constituye
en la comunidad ·de· patentesco, que es también unidad de
espíritus en comunión de corazones. Y como Dios anaa rondando en
este asunto; es en el amor divino donde se enciende(). 'los mejores· amo­
res familiares.
Trátase
de aquel amor que se llama ágape y del · que San Pablo
dice
que «es paciente, és benfgno; no es envidioso, no es jactancioso,
no se hincha; n() es des~ortés, n:o ·es interesado, no se irrita,--:no piensa
mal; no se alegra de la injusticia; se complace en fa verdad; todo lo.
excusa, todo lo creé, todo lo espera, ·todo Jo tolera». Subrayemos una
sola
de éstas notas: nt> es interesado. Justo lo suficiente p.,;ra caracte­
rizar
el amor familiar. El desinterés es su· misma esencia. Los .miem­
bros de la famNia se mantienen efi la generosidad del· aníór como gra-
2l
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ANGEL GONZA.LEZ A.LV AREZ
tuidad absoluta. El.amor no es mercancía y, por ello, -no sé compra ni
se vende ni se. alquila. Para los padres, los hijos son sus hijos y esto
basta. Y los hijos deben maotener un comportamiento análogo. Padres
e hijos son
amores bilaterales cruzados por el desinterés y la gra­
tuidad.
La fa.tnilia, comunidad de vida.
Sobre el amor desinteresado y gratuito se estructura la familia, lla­
mada al cumplimiento
de tres tareas fundamentales, trenzadas a su
triple misión como comunidad
de vida, c~lula de las formas SOiCiales y
núcleo., de los órdenes comunitarios, El ser personal tiene un sentido
comunitario y socia!l ·que no se debe desconocer ni mucho menos des­
deñar. -_El hombre,-más que vivir, convive, y más que existir, coexiste.
& con todo rigor coexistencia, convivencia; Y como el vivir htimai:Lo
consiste en conocer, amar y obrar, la. convivencia es un complacerse
en el conocimiento y en el servicio dé los demás.
Obras son
amores; las solas razones no bastan. La comurudad es
efectivo interounbio de. servicios reales que se hacen presentes en el
mutuo conocimiento
y en la inmanencia real de la amistad. La comu­
nidad
familiar es convivencia y reconocimiento en el amor de los pa:
dres -paternidad-con los hijos, Je éstos entre sí -fraternidad-y
de nuevo con sus padres -filialidaJ,:_, Esta triple manif-estación del
amor

fundado
én fa naturaleza y derivado del conocimiento funda, pro­
mueve
y desarrolla fa familia.
Entre el hombre y la comunidad familia,: no se establecen rela­
ciones
de prioridad o posterioridad, La pregunta ¿«qué es antes: la
familia o sus miembros»? constituye una interrogación carente de sen­
tido. El
hombre es simultáneamente individual y comunitario, En la
entrafia misma de su natura!leza puede descubrirse una dimensi6n social
que
cruza y penetra [las estructuras constitutivas de la, individnalidad.
Con la misma razón que «ser en el mundo», es el hombre un «ser en
la comunidad»., Individuo y comunidad son realidades que viven en la
persona en permanente relación y lnutuo influjo. «La comunidad
modela
la vida personaíl; la artuadón personal da forma y configu-
24
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LA FAMILIA COMO CELULA SOCIAL
raci6,n a la comunidad» (T. Steinbüchel). Todo hombre que viene a
este mundo
nace en el seno de una familia. De ella recibe herencia
biológica a través de una prolongada .serie
de generaciones. Igual­
mente
recibe el legado de una tradición hist6rica acnmnlada a lo largo
de los siglos. Y
en. la familia vive y convive el hombre. La familia
misma es esta comunidad de convivericia. Nada gregaria, por cierto.
La familia no es un rebaño; mero agregado· de individuos materiales
yuxtapuestos.
La romunidad familiar es intercomunicación consciente y libre
obrada
por el. amor y unificada por un fin común. Este bien familiar
hace el milagro de permitir el perfeccionamiento de cada uno y la co­
muni6,n de todos. Cada familia es una comunidad de vida personal, con
un peculiar espíritu que, más que «objetivo» u «objetivado», está in­
corporado
. en el ámbito familiar, presente y vivo en cada uno de sus
miembros y actuante en el conócer querer y obrar de .las personas res­
pectivas.
La comunidad de vida en el amor familiar expresa la esencia
misma de la sociedad parental surgida del matrimonio gratificado con
la fecundidad. La felicidad es
regailo para todos sus miembros. m
amor a lós hijos hace más felices a ilos padres. Y esta felicidad se de-.
rrama sobre los hijos para encender en ellos. el amor fraterno y la
piedad filial,
creando así la atmósfera de la común prosperidad.
Sociedad y comunidad.
Comunidad y sociedad tienen significados diferentes, aunque em­
parentados.
Il1 parentesco se descubre al advertir que ambas palabras
nos remiten a vínculos
de unidad. Vistas desde este ángúlo, parece que
son sinónimas. Comunidad
y socieda hombres. Pero
en la unión misma puede comeozar lá diferencia. Mien­
tras a la estructura comunitaria le basta la vinculad6,n én UO: valor par­
ticipado
por igual, fa sociedad exige, además, organización. Uri ejem­
plo nos ª.!"'dará a compreoderlo. Existe una comunidad de amor entre
los
novios llamada a transformarse en sociedad al contraer él. matri­
monio y convertirse aquéllos 'en esposos.
El binomio comunidad-sociedad fue establecido por el romanti-
2,
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ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
cismo. Adquiere categoría científica en el libro de Tonnies tiwlado
precisamente así: Comunidad y sociedad. La contraposición de ambos
conceptos
es paralela a la que poderuos advertir entre lo natural y lo
artificial.
La voluntad arraigada· en la naturalleza une a los hombres
con
vínrulos esenciales que originan comunidades. El libre arbitrio
de la voluntad
humana crea sociedades convencionales. Hay en la anti­
nomia de TOrinies una inSosten.ible atribución posithramente valiosa
a la voluntad natural y a sus fuerzas inconscientes que contrasta con la
infravaloración del espíritu racional y ordenador de los · hombres. Las
tendencias Sentimentales y emotivas son naturalmente buenas, mien­
tras que el infllujo de la razón en las determinaciones libres es sierupre
sospechoso
y frecuentemente perverso.
Es urgente la superación de los planteamientos a flor de piel.
Lo comunitario y lo societario fincan en la naturaleza humana, que
tiene realización al
niveli 'de la persona. Hay en el ser personal del hom­
bre un sentido comuriitario tan vivo como el de ~u componente in­
dividual.
Es lo que se manifiesta en la condición existencial de la
razón. Bl espíritu clava sus raíces en una sensibilidad y sé hunde en
uri organismo corporall situado en el mundo. Pero este espíritu incor­
porado
es, al mismo tiempo, apertura y universalidad. Y la definición
clásica de la
persona como sustancia individual de naturaleza racio­
nal conserva hoy el valor que tuvo en su principio.
La sociedad presupone lo comunitario, como
la comunidad apete­
ce la organización y busca lo societario.
EL secreto de la convivencia
humana hay que ponerlo en
la conveniente dosificación de ambos
eleruentos. Si potenciamos la organización, córre peligro IJo comuni­
tario.
De modo análogo, el cuidado exclusivo del valor comunitario
anula la sociedad y todo· puede malograrse en la anarquía. A la co­
munidad le es esencial la fonná y á la sociedad no debe faltarle el
contenido. Bl perfecto maridaje de ambos elementos otorga idéntica
significación a los términos sociedad· y comunidad. Sin perjuicio de
ello debemos abvertir que, si partimos de
1a peculiar organización de
la comunidad, encontraremos en el caniliio las diferentes formas so­
ciales; Si, empero, nos apoyamos en el valor común ·que una sociedad
incorpora, emprendemos
la ruta
de los diversos órdenes comunitarios.
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LA FAMIUA COMO CELULA SOCIAL
La célula social.
Los problemas de los hombres suelen trascender de los planos
físico, biológico y psicOilógico para situarse en una dimensión meta­
física. Sólo en
ella se manifiesta ,Ja estructura de la persona, en la que
el aspecto social se
abraza a: la individualidad de cada. hombre con la
misma fuerza penetrativa de la
razón , y fa voluntad en el despliegue
de la existencia
humana. La persona es simultáneamente individual
y social, Está marcada por los caracteres de 1a consistencia y la comu­
nicación,
por la posesión de sí en la clausura de .su propia intimidad
y
fa entrega a otras personas en la dimensión de la apertura.
Enseña la teología que en Dios se da la plena · comunicabilidad
y la 1'hsolnta irreductibilidad. Tres personas en la única naturaleza
de fa Deidad hicieron al! hombre a su imagen y semejanza. La socia­
bilidad
humana debe reflejar la divina sociabilidad. San Pablo nos
asegura que hemos sido
hechos hermanos de Cristo, hijos del Padre en
el amor del Espíritu. Y Tomás de Aquino afirmó
que en las cri~turas
racionales, dotadas de entendimiento y voluntad, se encuentra la
representación de la Trinidad a modo de imagen en cuanto poseen
en verbo concebido y el amor originado.
F!l hombre, como ser _ anclado en la finitud, és deficiente en su
sociabilidad
lo mismo que en su individualidad. No .es posesión plena
de sí
mismo ni absoltita entrega a los demás. Pero reconocida la defi­
ciencia de
ambos polos, subsiste la afirmación de. que ,el hombre es, en
su estructura más profunda,
individual y social con la misma medida
y semejante propon:ión. La dimensión social cruza y penetra todás las
estructuras de la individualidad. No radica la sociabllidad humana
tanto
en fa menesterosidad de nuestro ser material cuanto en la ri­
queza
y abundancia del espíritu. Somos persoua en fuución del es­
píritu incorporado. Y la persona busca en la sociedad su realización y
cumplimiento,. su acabamiento
y plenitud.
La sociabilidad humana se rilanifiesta, en la constitución de dife­
rentes formas sociales de complejidad
creciente, en el camino de la
prdmoción y el desarrollo, hacia una meta de perfección consumada. La
primera
de ellas es la familia .. Se trata de uua comunidad original y
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ANGEL GONZALEZ ALV ARJJZ
originaria. Es original porque ninguna la precede, ya que el matri­
monio o comunidad
de los conyuges, orientada a la generación, es el
acto fundacional de
la familia, primera sociedad propiamente dicha
y la única compuesta por individuos ,a título de padre, madre e hijo.
Y es
originaria porque a partir de ella se forman las demás socieda­
des, desde el municipio hasta el Estado, pasando normalmente
por la
provináa, la región y la nación. Nos hallamos ante la configuración
política de la sociedad: La estructuración gradual de las formas socia­
les se funda en fa naturaleza misma de la vida comunitaria y responde
al aspecto político del orden
sociaJ!.
La familia goza de prioridad sobre todas las formas sociales,
incluida la comunidad política
perfecta con la que apellidamos toda­
vía al Estado. Si aquella
originrulidad nos habla de una posesión de
derechos, prerrogativas y propiedades que nacen de la naturaleza
misma
de la familia, la posterioridad de las demás formas sociales
está exigiendo los deberes de reconocimiento y protección. Uno de los
primeros cometidos del Estado,
por ejemplo, consistirá en hacer po­
sible a
las familias el cumplimiento de los suyos. La primacía de la
familia no
goza hoy de aquel reconocimiento. Es atacada por dos flan­
tos contrapuestos. entre sí, pero _ muy unidos en su común oposición
a la familia. La teoría individualista de la sociedad comparte con la
doctrina socialista del Estado
la convicción de que todas las formas so­
ciales son viooulaciones de individuos.
La convicción socialista
y la teoría individua:lista son dos extremos
que se tocan en su respectivo error. El Estado nacional es también
comunidad de comunidades y al mismo tiempo miembro
de la comu­
n:idad internacional de los Estados. Lo mismo debe decirse de nuestras
regiones :
miembros de la gran familia española y comunidad de las
provincias respectivas. También las provincias son comunidad de
municipios
y miembros de la región. Y ¿no es el municipio una comu­
nidad de familias
unidas por lazos de v,;cindad?
Esto
no obstante, aquel doble carácter de ser origina:! y originaria
no arguye
en la familia superióridad alguna. Lejos de ser sociedad
perfecta, la familia está subordinada a las formas sociales superiores,
como el municipio, la provincia,
la región y la nación. En particnlar,
se subordina a Estado, que, como comunidad política perfecta, es la
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LA FAMJUA COMO.CELULA SOCIAL
suprema forma natur'!l de la organización social. El hombe pertenece
también esencialmente, como miembro de una familia, a la comunidad
estatal, aunque sin quedar
absorbido en ella.
El nucleo oomunitario.
En paralelismo con las formas sociales que van desde la familia
hasta el
Estado, se encuentran los llamados órdenes comunitarios,
cuya estructura obedece a la peculiar articulación
de los distintos
valores en la jerarquía axiológica. Un orden comunitario se define en
función del valor que incorpora
y a cuyo cultivo dedican los l\ombres
sus mejores esfuerzos. Existe todo un complejo de valores naturales
necesarios. al desarrollo
y perfeccionamiento del hombre. Afectan unos
a nuestro ser material
y se refieren otros al espíritu. Sop, materiales
los valores económicos
y los valores biológicos. Pertenecen al ser espi­
ritual del hombre los valores culturales
y los valores personales. He
aquí, simplemente, enumerados los órdenes comunitari05 que .resultan:
orden económico, orden biológico, orden cutural y orden personal.
Tal
es la configuración axiológica Compete al orden económico el cultivo de los valores de ese nom­
bre. Es
el ancho campo de la economía, que abarca los tres clásicos
sectores productivos: agrkola, industrial
y de servicios. Todos se
refieren a la vida económica, que tiene realización en las empresas de
la más variada índole y en las grandes comunidades de producción.
Corresponde al orden biológico el cultivo de
los valores vitales arrai­
gados en el organismo, el fomento de la vida corporal, el cuidado
de
la salud de toda la población y tantas otras actividades de este
importante sector
de los servicios sociales.
Apuntemos también la peculiar
significación de los valores es­
pirituales y su eficacia para configurar órdenes comunitarios. Es com­
petencia
del orden cultural el

cultivo
de los valores dé la instrurci6n,
la ciencia y la cultura. Su campo de aa:ión se extiende a la enseñanza,
impartida en las
escuelas y difundida por los medios de comunica­
ción social.
Comprende también la investigación cientffica. y el cul­
tivo de
las bellas artes. Digamos, por último, que los valores persona-
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ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
les son cultivados por el orden comunitario de la educación en cuanto,
diferente de la
ensefianza y de la investigación, se centra en la for­
mación de la personalidad y tiene que habérselas con valores morales y
religiosos.
La edificación de la humanidad en la persona necesita res­
pirar la atmósfera del amor. Sin su influjo decisivo no se pone en
marcha el desarrollo de la persona para lograr la personalidad.
La estructura de los órdenes comunitarios en obediencia a la
artiéulación de ·]os distintos valores, materiales o espirituales, presenta
extraordinaria complejidad. Las comunidades que resultan pueden
tomar distintos nombres. Hay cámaras ( de comercio, de industria),
colegios ( de médicos, de abogados),
hermandades ( de labradores, de
ganaderos), asociacones ( de la prensa), sindicatos ( de todos los oficios
y sectores productivos). Para diferenciarlos de las
formas sociales,
situadas en el 'otden pdlítico, los llama la d~ina social cristiana
«corporaciones», cuya articulación,
al margen de lo político, da lugar
al orden corporativo. Y tal
es la nueva línea de manifestación del
pluralismo social ·que, si es necesario comenzar por reconocer, es im­
prescindible terminar por respetar.
Tiene un
inte,rés superior a toda ponderación la advertencia de
que en la familia están como resumidos y concentrados todos
los ór­
denes mológicos. Portadora y realizadora de valores, la familia debe
cultivarlos con
esmero para ponerlos al servicio de la edificación del
hombre. La primera esfera comunitaria qne
la familia se ve obligada a
incorporar está constituida por los valores
económicos, que sirven a la
configuración externa de la vida corporal y condicionan nuestro ser
en
e'l mundo,. El cultivo de los valores vitales, con el fomento de la
vida oorporal, la
fortaleza física y el cuidado de la salud, son tareas
familiares que no admiten
aplazamiento. Corresponde asimismo a la
familia incorporar
el orden comunitario de la cultura que se refiere
a
los valores de la verdad, el bien, y la belleza. En el caso de la fa­
milia cristiana hay que registrar la apertura al orden de la gracia y
la cultura de los valores sobrenaturales.
Primera comunidad eclesial
y
miembro de la Iglesia, la familia se subordina también a' la so­
ciedad sobrenatoral perfecta,
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LA FAMIUA COMO CELULA SOCIAL
La familia, primera comunidad de educación.
Por la especial significación que está adquiriendo en nuestra ho­
ra,
voy a concluir coosiderando a la familia como la primera comuni­
dad educadora. El
homl:>re no es un ser de naturaleza puramente ma­
terial.
Es también una realidad espiritual abierta al orden de la cul­
tura. Según metáfora clásica,
·Ja comunidad familiar es cierto útero
espiritual
en el que debe verificarse la crianza de los hijos e ioiciar
su educación
por el cultivo de los valores de la verdad; el bien y la
belleza. Debe decirse, pues, que la familia es para la sociedad, muy
en primer. término, un.a Comunidad de educación.
Entre procreación
y educación existe un vinculo que brota de la
naturaleza misma para imponer a los padres
el cuidado de los hijos
con obligación ineludible. Nuestro Alfonso el
Sabio, extrajo de la ley
natural este precepto positivo:
< la tierra, solamente por facer fijos, si los que 01Úeren. feclio, no los su­
piesen
criar e guardar que vengan a acabamiento de ser ornes». Nos
legó con ello una de las concepciones más exactas
de lo educativo:
poner a la prole, que nace inmatura
e imperfecta, en trance de llegar
a acabamiento
y plenitud.
He aquí una definición de la educación familiar: el complemen­
to obligado de la generación, es decir, el desarrollo de la vida hwna­
na que la procreación comunicó a la prole. La educación es un grito de
la naturaleza que no pretende únicamente la generación, sino tambíén
la promoción y el desarrollo hasta el estado del hombre en cuanto tal,
por la transformación de sus virtualidades en virtudes.
Los deberes educativos de los padres tienen dos fuentes. La pri­
mera brota de la misma tendencia natural a la crianza, la educación
y
al perfeccionamiento de los hijos. Hay que poner en el amor el prin­
cipio vivificador de la familia. Arranca
de él una energía creadora
que
no tiene parangún en la eficacia de despertar las virtualidades
perfectivas que dormitan en el trasfondo del espíritu incorporado
en que consiste la persooa.
El niño es persona desde el comienzo de su existencia en el seno
de la comunidad familiar. Podría inclusive decirse
que la persona es
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anterior a toda comunidad humana. Sin embargo, no ha recibido el
ser personal totalmente
hecho y desarrollado. Y sabido es que en el
desarrollo de la persona, hasta adquirir la plena personalidad a que es­
tá llamada, hay que poner precisamente la esencia de la educación. La
personalidad se encuentra encerrada en el espiritu del niño. La llave
de oro que
abre la puerta de su liberación es precisamente el amor
f
ami!liar. Y, en primer término, el amor parental, que es la más excelsa
participación
del amor creador de Dios. Estamos ante la segunda
fuente de la obligación
paterna de educar. Consiste en el derecho na­
tural de los hijos a ser educados precisamente por sus padres.
Ahora bien, como en el
amor de los padres se enciende el amor
filial
y se inflama el amor fraterno, de donde derivan todas las amis­
tades, resulta en definitiva, que en el cumplimiento de las obligacions
educativas
para con los hijos realiza la familia impagables servicios so­
ciales. Habrá, pues, que reconocer estos servicios y facilitar aquel
deber.
La obligación familiar de la educación de los hijos, considerada
en relación a terceros,
se transforma en un derecho

inviolable. Nada
ni nadie tiene poder moral
para privar a los padres de semejante de­
recho o impedir de alguna manera su ejercicio. Es, sencillamente, por­
que se trata del
derecho a cumplir con el deber.
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