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1978

Armonía y dialéctica

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Dos modelos del pensar dialéctico

DOS MODELOS DEL PENSAR DIALECTICO
POI.
ANÓBL GoNZÁLBZ ALVARBZ
He decidido estudiar dos mode'.los capitales del pensar dialéctico,
representados
por Sócrat.es y por Hegel. El diálogo socrático está en
el origen de la dialéctica platónica y aristOtélica, esroica y escolás­
tica y se pro10l>ga en la fi1osof/a moderna hasta desembocar en la
dialéctica trascendental de Manuel Kant. El segundo modelo lo cen­
tro eo Hegel, a quien debemos entender como verdadero em¡,erad0t
del pensamiento dialécciro actual
• • •
Me ocupo en primer lugar del diálogo socrático. O>n la apa­
rición de Sóaates en medio de la sofistica 11tenieooe se produce un
radica:! cambio de rumbo en la tarea filosófica. No pretend/a vencer
a
un adversario; buscaba la ronquista ~ la verdad. P0t eso trans­
forma la discusión en diálogo, la opinión en cono,pto, la habilidad
en virtud, la tetórica eo ética. S6crat.es dialogaba ton todo el mundo
y eo to honesto en su vida, irónico, pero siempte cordial, en e'.l diálogo. Adop­
tó como lema la ;nscri¡,cioo del templo de Apolo eo Delfos: conócete
aümismo.
De ahí que la fi!losofía socrática se inicie como meditación so­
bre la conciencia propia. Pero la meta anhelada no se pooe en el
ronocimiento del hombte mmo medida de todas las cosas, sino eo
la búsqueda apasionada de la verdiid oomo ro,,dida de fo que el hom­
bte debe ser y n0tma a la cual debe SOtneterse. La filosofla de Só­
crateo puede definirse mmo búsqueda dialogal de los conceptos rec­
tores
de la condueta humana.
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ANGEL GONZALEZ ALV AREZ
En la Apología escrita por Platón expone Sócrates su admirable
misión en esta forma: "Jamás dejaré de filooofar, de exhorw:os a
vosotros y de instruir a todo el que encuentre, diciéndole según mi
costwnbre: Querido amigo; eres un ateniense, un ciudadano mayor y más !famosa ciudad del mundo, por su sabiduría y su poder,
y ¿no
te avergiieruias de velar por tu fortuna y su constante incre­
mento,
por tu prestigio y tu honor, sin que en cambio te p para nada de conocer el bien y la ver sea fo mejor posible? Y esto lo haré con los jóvenes y los viejos,
c;on Jos de fuera y los de dentro; pero sobre ,todo con l de esta ciudad, puesto que son .por su origen los más cercanos a mí.
Pues sabed que i!SÍ me lo ha ordenado Dios, y creo que en nuestra
ciudad no ha habido hasta ahora ningún bien mayor para vosotros
que este servicio que yo rindo a Dios. Todas mis weas se reducen
a
moverme por ahí, persuadiendo a jóvenes y a ~iejos de que no se
preocupen tanto ni en primer lugar por su cuetpo y por su fortuna
como por la perfecd6n de su alma."
Repárese en la sucesión de los ternas. Exhortación e instrucción.
Amlgois y no sólo alumnos. El bien y la verdad. Cuidado del alma
y servicio. de Dios. El filooofar de Sócrates es, en efecto, exhortación
e ins1!rllccióo, es decir, edOOlción del! hombre como preocupación y
cuidado del
alma, cuya perfección coincide con el bien más alto. Sus
destinatarios no se llaman a,!umnos ni tampoco discípulos. Son 'SUS
amigos, ciudadanos. de Atenas en primer lugar, pero "'1Ilbién los de
fuera, los esdavos y ,l al hombre de toda condición, edad y patria.. Si el humanismo nace
de un vivo interés universal por el hombre en cuanto ta,!, nadie
podrá negar a Sócrates un puesro de honor ,entre los más grandes
humanistas
de todos los tiempos.
Los caminos del humanismo socrático son ios del bien y la ver­
dad.
Diríamos mejor que se trata de dos o,rriles del mismo camino
para alcanzar idéntica meta.. Los filósofols presocráticos hablan des­
cubierto
la ley de la natundeza '· exterior por la cual el mundo se
convierte
en cosmos. Sócrates es el filósofo moral en el ·hombre interior. Es la ley de la razón, cuyá verdad se
reviste con el bien para regir la vida humana: El hombre entero está
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DOS MODELOS DEL PENSAR DIALECTICO
hecho de razón (logo,) y de conducta (elho,), que se insertan en el
organismo (bio,). Nadie antes que Sócrates supo articula. esos tres
elemeutos
en la estructura de ila existencia humana. El lagos y el
elhos son patrimonio del almá, como el bias pertenece al organismo
corporal.
De inconmensurable ha de ser calificada la importancia conce­
dida por Sóaates a la cultura ele la individualidad. Pero no es menos
cierro que en la petSOlllWdad . y en su cultw:a mom1 se. refleja · la
existencia moral y política. Por eso no hay cultura política que no
esté asentada sobre la roca firme del cultivo de la petsona1idad. Só­
crates era hijo de un escultor y de una comadrona. Sabido: es que
gustaba derivar del oficio de su madre el oombre de su mrea de
educador. No consistía tanto en talla,: la escultura mota! del hombre
como ea el alumbramiento de. la verdad en el a!Ima del discípulo. En
eso oonsiste precisamente la mayéutica soori.tica. Lo que conquista se
llama concepto y puede ser expresado en una definición.
La . virtud que m§.s interesa a Sócrates romo educador es desig­
nada oon el· nombre de arcesis y se rt,fiere al mando y al gobierno.
Apunta,
en primer lugar, a quienes mandan y golbiernan la ciudad,
pero se aplica el interior de cada hombre, cuyo ascetismo personal se identifica con
el gobierno y dominio de sí tnismo.
Pero •brilla con luz ,propia y. sitve de fundamento a la trocla so­
crática de la romunidad humana un nuevo concepto, que es también
una virtud.
Me refiero a la amistad. El concepto socrático de philia,
ingrediente del saber y de la cultura, expresa también el vlncu,lo fun­
drunental de la solidaridad hwnana. Sobre la solidaridad que sMo la
amistad procuta se mantiene la suprema comlllllidad que conocieron
los griegos
con el nombre de polis y los romanos con la palabra cwitar
y que noSOtlros traducimos hoy por estado, nación o patria. La amis­
tad es, en definitiva, lo que mantiene vinculados a los hombre,;· al
servicio polítiro en el seno de la ciudad.
Sobre
este modelo de romunidad política entiende Sócrates la
comunidad educativa e investigadora que lleva el nombre genériéo
de escuela, Nadie romo Sócrates Ira visto tan claro que educar es
hacer amantes para hacer runigos. Ammtes de la verdad para alcan-
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zar sabiduría. .Amigos de la virtud ptta iog= la perfección. Aman­
tes de la obra bien mcha en !'Qll.)quier rama de la a.tividad creadora
paira sa,ltar de la chapwa a la técnica y ail an.,i. Y como la amistBd
sólo ,en la -amistad se enciende, habrá que ir a buscarla en el rescoildo
del alma, donde se da cita con la libertad pata constituir la persona­
'lidad del hombre interior.
Pero volvamos a la ID en qa mente. Para ello hay que urancar de la ooociencia del no sa­
ber: pues sólo
cuando se es consciente de la propia ignorancia se ¡,ue·
de acometer la tarea docente y soportar el esfuerm indagador que la
adquisición del saber exi¡;e. Sobre este punto de pa,rtida se levanta
la reflexión mediante el di4Jogo. Este difiere esencialmente de la
1W&M1i6n. En la discusión sofista hay dos opiniones en pugna; en el
diálogo socrático, s6lo una -la del interlocutor o el mensaje de la
cosa misma-, pues S6crates sólo sabe que no sabe, y esro no cuenta
como opinión.
El diálogo socrático tiene, a su vez, dos momenros. El primero se
llama ironía y consiste en el examen y crítica de las opiniones admiti­
das
.por las gentes, y que, en g¡eneral, son falsas y están desprovistas de
.sólidos fundamentos. Con la ironía no se ha descubierto aún la ver­
dad,
pero se ha barrido de la mente la .falsa sabiduría, ooi.ocan su lugair el deseo de la auténtica. Estamos ante el aspecto negativo de
la dialéctica
socrática. Examinémoslo con alguna detención.
Como ha escrito 1!nzo Paci, la origiru,lidad de S6crru:es, "emana
del método por medio del cual crea en los interlocutores y en sí
mismo la aporía: la forma negativa de la dialéctica roruluce a la
ntuacMn apMl#ica. Esta situación es únicamente posible por medio
de qa liberaci6n de todo saber falso. El método no produce conoci­
miento,
es un mét:od<> «estéril>. El sujeto sometido a la mayéutica
se encuentra en una situación de «vacío», de disponibilidad, de
fa.Ita de juicio . .Alcanzada, con la ayuda de S6crares y de la divinidad
qne en él habla (I' eeteto, 150 d), la situación aporética, la pregunta
produce su
primer re'SUltado. Entonces es posibile dentro de la situa­
ción
aporética saber que no se aprende del maestro: lo que se des­
cubre es oJgo que procede de noootros mismos, que permitimos qne
se produ= en noootros mismos, según ,el método descrito en el
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DOS MODELOS DEL PENSAR DIALECTICO
Men6n. Librado, por medio de la pregunta, del falso saber, el discí­
pulo
se encuentt'll en la actitud del que está dispuesto a J:'fcibir la
verdad. Esta disponibilidad es disponibilidad a )a visión, y nunca
debemos ovidar
que wsi6n significa idea. El discípulo puede «ver»
únicamente cuando está libre de !lo que le impide la visión".
El segundo momento del diálogo socrátioo se llama propiamente
m,iyéutica, y consiste en alumbrar en la mente el verdadero conoci­
miento que expresa lo
que la rosa es, el mncepto, y se concreta en
la definición. También conviene p,:,ecisar los ingn:,dientes fundamen­
tales de este segundo momento de Ja dWéctica de Sócrates. En el
C1atilo hace Platón que Sócrates se pregunte por la dialéctica. Al
formular la pregunta, nuestro personaje incluye la respuesta, en la que
nos ofrece
su concepción de la dialéctica. He aquí la pregunta
con
su respuesta bien explícita: ¿quién es el filósofo dialéctico si­
no e'! que posee el arte de preguntar y de responder?
El diálogo socrático es precisamente eso, diálogo, conversación,
una pregunta que está exigiendo una respuesta. Sólo se puede res­
ponder
adecuadamen,e a una pregunta qu'e haya sido formulada a,n
entera corrección. La dialéctica es un arte lógico, es decir, un méto­
do
de preguntas y respuestas entre las cuales cala una dificultad objetiva que pone subjetivamente en aprieto al
interlocutor. Esta situsción aporética entre la pregunta que crea la
dificultad y la respuesta a que se encamina está caracterizada por
una inestabllidad y una tensión entre el saber y no saber. Jls propia­
men,e
el saber de un no saber. Esta oonciencia de saber que no se
sabe tiene la fuetza suficiente pata pnder expliciw una verdad im­
plícita y desvelar un mnocimiento oculto.
Cuando Aristóteles consignó que Sócrates .fue el descubridor de
los razonanüentos inductivos y de la definición universal, expresó
una verdad história,.. Registró un hecho sin explicar cómo se pro­
dujo. Hoy sabemos que el "descubrimiento" socrático es un alum­
bramiento de la verdad en la mente ,bajo forma de mncepto que no
se
inuda, como la opinión, sino que .refleja los elementos estables del
objeto, es
decir, su· esencia. Cuando la respuesm llegue, la mente ha
captado
el mncepto y lo expresa en una definición' que consiste en
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decir lo que la cosa es. La definición versa, pues, sobre la esencia
de las rosas.
• • •
Voy a .situarme ahora ante la colooal. figuca de Hegel en el campo
de la dialéctica. Me permito enlazar veinticinco siglos de historia
de la filosofía con un rexta de Lott: "Cuán profundamente caracte­
rw. el diálogo la peculiaridad del hombre lo dicen estas palabras de
Holderling:
«Existimos desde un diálogo». De hecho estamos siem­
pre en conversación, si no con otros, al menos con nosotros mismos.
La evolución intelectual de la humanidad es · también un coloquio
continuo entre las distintas
épocas. En este cdloquio la verdad plena
se abre paso paulatinamente sólo a través del choque de oposiciones
antagónicas. Así la historia se encuentra
bs.jo ~ signo de la dialéc­
tica del espíritu. Ya Heráclito vela en la «girerra» el «padte de
todas las cosas", o sea, la más íntima esencia del ser."
Es Hegel quien enca.rna este nuevo modelo de dWéotica. En el
prefacio de
la primera edición de la c,em;;,, de lt, /6 gioa se queja
Hegel amargamente
de la situación a que ha llegado la metafísica en
. Alemania en los últimos veinticinco años. Lo que antes de este pe­
ríodo se llamaba metafísica ha desaparecido enteramente. Ya no se
oyen
las voces de ila antigua onto'.logfa, de 1a psirologla racional, de
la cosmología ni de la reologla natural. Se ha perdido el inms por
el contenido
y por 'la fomm de la metaifísica.
Esto es asombro.so y lamentable basta el extremo. Hegel lo ma·
nifiesta
con infinita pesadumbre. "Si es asombroso, que, por ejem­
plo, hayan llegado a ser inservibles pata un ¡,u,,blo, su ciencia del
derecho,
sus principios, sus costumbres morsles y virtudes, del mismo
modo debe ser no menos asombro.so que un pu:eblo pierda su meta·
física, y que el espíritu que se ocupaba de su eseooia puta no tenga
una existencia re,il en él.•
¿Quién será el culpable de semejante situación? Pareoe haber
sido grave la responsabilidad Kant. Hegel acusa a Kant de haber
asesinado al espíritu, es decir, a la razón especulativa. F.n su torno
se alzó el coto de los ·practicistas, pedagogos y pollticos, esto es, de
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DOS MODELOS DEL PENSAR. DlALllCTICO
los conductores de ).os pueblos y de los . individuos. "4 doetrina exo,
térica de la filosofía kantiana -es decir, que el intelecto no debe
ir más. allá de la experiencia, porque de otra maneta la capacidad
de conocer se convierte en razón Jeorética, que por sí misma sólo
crea telarañas cerebra,les-justificó desde el pUJ1to de vista cientí­
fico la renuncia al pensamiento especulativo. En apoyo de esta doc,
trina
aoudió el clamor de la peda¡¡ogía moderna, que roma en cuen­
ta sólo las exigencias d~ n~tta época y las ne<;es.idades inm«iiaras,
afirmando que, tal como para el conocimiento lo primnrdial es la
experiencia, así para la idoneidad de la vida privad¡¡ las especula­
ciones teóricas son más bien perjudiciales; y que lo único que se
requiere es el ejercicio y la educación práctica, que son lo sustancial"
Hegel se dispone a remediar semejante situación. Para lograr­
lo ha quedado señalada una pri:meta condición rregativa: la necesi­
dad de abo.ndonar los intereses pragmáticos. Con ello se retrotrae el
espíritu a sí mismo y queda en disponibilidad para emplearse a fon.
do
en el puro pensar. Tal es el empeño más digno y más propio de
la tazón.
Mantiene Hegel la tesis kantiana de que la metafísica es obra
de la razón. Pero ~ comien.m a cambiar profundamente. Razón,
ahora, no va a ser mera facuitad .del sujeto rognoscente. Hegel la
obligará a ser la integridad del sujeto. La tazón no es algo adjeti­
,·ado,
sino un sujeto que posee. diversas facultad~ o modalidades
oonscientes,
algo . sustante y sustantivo en sí, siempre absoluto y
nunca relativo. No son los seres racionales quienes sustentan a la
razón; es la rawn quien sustenta a los seres raciorudes y les hace
ser lo que son. La rawn es, pues, absoluta, es el Absoluto. He aqut
pues, una primera defiuición de 'la metafísica: el sistema de la
razón. Con ella se identifica la concepción de la metafísica como
ciencia
del Absoluto.
Pero la rawn no es· sustancia, sino acto. Es esencialmente activa
gozando
de espontaneidad inmanente y productiva. Por tanto; debe­
mos declararla aut6noma. Toda heteronomía debe ser proscrita de
su ámbito. 4 rawn absoluta no puede recibir determinación exte­
rior alguna. Esta autonomía de la ra1.Ón implica la no existencia de
la cosa en sí. Por opuesta a la razón, lá kantiana rosa en sí debe ser
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también prosa'ita. La metafísica, que era la ob.m de la razón sobre
la cosa en sí es, ahora, la ol,m de la razón sobre sí misma. Por
tanto,
del sujeto procederá no sólo la forma del objeto penssdo, sioo
tan1bién la materia, es decir, el objeto íntegro. Así, todo lo real es
racional, esro es, obra de la razón; y todo lo radonai es real, es decir,
manifestadóri de la razón.
Lo que el filósofo Hegel persigue es precisamente esra maniíes­
tación de la :razón. La filosofía entera habrá de ser roncebida como
explic,,tio ralionis, como dialéctica de :la rn.z6n identificada oon su
plena
realización. Donde· la razón absoluta tienda a identiíicarse
oon la idea la filosofía será dialéctica de la idea, es decir, lógica. Y
si la razón se identifica oon Dios, la filosofía será despliegue del
Absoluto
divino, explicatio Dei, esto ·es, reodicea. La metafísica ha
sido recuperada. Pero el precio de coste ha sido d idealismo gnooeo­
lóg'ico.
¿De qué se trara? Desde este punto de vista, el idealismo puede
ser defioido
como aque!la concepción del conocimiento que hasta
tal punto identifica la cosa y la idea que sólo admite la realidad en
la
mente y por la mente. He aquí sus dos tesis capitales: a) existe
la
razón como realidad; b) toda otra realidad que pretenda ser re­
conocida por
tal lo será a través de la razón. Hegel ava!l21a decidida­
mente en el camino del racionalismo. Mientras los -pensadores ra­
cionalistas
se limitaban a negar toda actividad cognoscitiva extraña
a la razón, Hegel tiene que rechazar toda realidad independiente y
existente en sí. El idealismo absoluto que él crea convierte la auto­
nomía
de :la ra2Óll en aurarquía. Explica el conocimiento humano
como un toologo la sabiduría divina. Estamos ante el más claro ejem­
plo
de un endiosamiento del espíritu. No sólo no causan las cosas;
es que no hay rosas que causen. O de otra manera: el conocimiento
es causa de las rosas y no causado por ellas.
Hegel ha resuelto
el problema de la posihllidad del conocimiento
adó¡itando una posición muy tlpica del idealismo absoluto. Tal
vez haya que poner su más arraigada convicción en el reconoci­
miento de
que el espíritu está hecho para captar e!I absoluto. Se
trata, empero, de un absoluto que debernos renunciar a buscat fue­
ta de· la razón ,y más allá del oonodmiento intelectual. Nada hay
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DOS MODELOS DEL PENSAR DIALECTICO
ni puede haber trascendente a la razón que retliza el absoluto mis­
mo, según quedó puesto de relieve,
Conviene agregar una segunda amvicción de Hegel por la que
nos advierte
que los métodos utifuados hasta ahora para C0<10Cer el
absciluto se han precipitado en el fracaso. El de la metafísica del en­
tendimiento, que culminó en el racionalismo de Wolff, no alcanza
su objeto port¡Ue parte de fo finito y se queda encerrado en él sin
posibilidad de superarfo. El método de la intuición pura, que &::hel­
ling empleaba oon más ilusión que eficacia, porque "se pierde en
el
vacío y es una vía abierta a toda divagación". 'En conseouencia
ha de trazarse una nueva vía como método para el conocimiento del
absoluto en la realidad concreta.
Y tal método es precisamente 1a dialéctico. Antes de iniciar su
exposición conviene insistir en que el principio fundamental de la
diaiéctica hegeliana es el de la absoluta autarquía del sujeto cognos­
cente. Lo dice Hegel: "El principio de la independencia de la razón,
de la absoluta suficiencia, debe ser oons.iderado ahora como un prin­
cipio
general de la filosofía, como uno de los axiomas de nuestrO
tiempo." Es la fórmula hegeliana del principio de inmanencia. Con
Kant para superar a Kant: 1a acri lo a la forma, sino que debe aportar igualmente la materia. Hegel
quiere
que el conocimiento del objeto sea totalmente determinado
pot e1 sujetO. Y decreta que lo conocido es la cosa en sí, cuya ín­
tegra realidad
la obtiene del mismo conocimiento.
El viejo Heráclito habla quedado sin eficacia lüstótica. Estuvo
dominado
por el sentimiento de la movilidad El universo está eo
coutinua transformaci6n_ El fondo de la realidad es incesante deve­
nir. En él hay que poner la esencia de 'las cosas, au:actetizadas por
ser y no ser, ni más ni menos que nosotros mismos, que .. en nuestra
esencia fluyente somos y no somos". Pero junto al vivo sentimiento
de la movilidad encontramos en Heráclito e!I profundo convenci­
miento
de 1a unidad del ser. "Es propio del sabio reconocet que
todo es uno." ¿Cómo se
rompagina esto? La consideración de la
corriente incesante del devenit nos lleva a 1a comprobación de que
los contrarios coexisten en la misma cosa y se convienen murua­
mente. Lo frío se hace cáliente y lo caliente se enfría, romo lo hú-
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medo. se torna seco y 1o seco se . humedece. El fluir mismo es una
luoha
de contrarios. "La guerra es el padre de todas las cosas, et
rey de todo. Sólo la lucha baae posfüle la vida cuya armonía res­
plandece
al unificarse los opuestos."
Heráclito
llega a decir que los mN modos en que los contrarios
se manifiestan son una misma cosa, pues proceden de un mismo
principio -el fuego-, al que en definitiva vuelven para convertirse
en el. Una profunda razón sostiene las disonancias y las armoniza
en el conjunto. Esra razón univ lidad no lo sospeche, "todo sucede conforme a este logos".
Por ese camino logrará Heráclito la superación del escepticis­
mo.
No era leve ~ dificultad. Si la realida,I es devenir y en el de­
venir "el
ser. no es más que el no set", Jo real quedaría situado en
el ámbito de la contraclioción. Pero la mente humana parece ate­
nazada por los principios de identidad y de no contradicción. Para
llegar a lo real habría que pasar por el acto de contradecirse. ¿Cómo
salvar el abismo entre
la fijeza dé la razón y la movilidad de lo real?
Tal es el problema con el que tiene que habérselas Hegel. Se
siente asegurado contra todo riesgo de fracaso gracias al descubri­
miento
de que la razón, si algo es, una cierta realidad tiene que ser.
Pero si la razón es realidad, el acto mismos de contradecirse se identi­
fica
· con el devenir como primer contradictorio.
Apuremos
la sencillez. de la expresión para explicarlo. La vida
de la mente es la progresiva determinación dcl ser, en virtud de la
cwtl la mente adquiere también progresiva conciencia de sí misma.
Y . esta progresiva detetminación es la di!Zléct;ca, que, procediendo
por tesis, antftesis y síntesis, desde la noción de ente abstracto pre­
tende alcanzar el
ente concreto existente.
Veamos.
Todo pensamiento surge como oposición de contradic­
ciones. Un término positivo que se llama tesis pide con clamorosa
exigencia
un término negativo que nace de la Slllpresión y se presen­
ta como
amltesis. Hay en esta pareja de términos impotencia y ener­
gía creadora. Impotencia para mantenerse estables y energía para la
lu brilla, la paz. ¡ Sólo por un momento!; ya· que la sfntesis es tesis pa-
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DOS MODELOS DEL PENSAR f)IALE<:;TICO
ru un nuevo proceso ternario que no cesará hasta alcanzar las úl·
timas realizaciones del espíritu absoluto.
Lejos
de negar la herencia de Heráclito, Hegel "la reconoce ex­
plícitamente. En la Himria de la filos<>fía afirma haber enmntrado
en Heráclito 1a idea filosófica en su forma especulativa. "Al fin,
con él, divisamos tierra: no hay proposición de Heráclito que no
acoja yo en mi lógica." Otro precedente remoto de la dialéctica he­
geliana habría que buscarlo en Proclo. También Hegel reconoce su
deuda con el
filósofo neoplatónico en cuanto descubridor del catác,
ter triádico de la dialéctica. Proclo dotó a la imagen neoplatónica del
universo de una circularidad estrictamente geométrica. El proceso
de desarrollo presenta tres momentos presididos por una inmutable
ley de necesidad: permanencia del S<:r, procesión y conversión. Por
su permanencia en sí, colmado de toda perfección, el ser produce
algo
que le es semejante, es decir, al mismo tiempo idéntico y di­
verso. Por idéntico permanece y por diverso se ve ol:filgado a la pro­
cesión: procede
permaneciendo en ,su aspiración al ser. &ta aspi­
ración
le hare regresar al ser donde realizará la más estricta per­
manencia.
A esos doo precedentes remotos hay que añadir la formación
explícita
del método dialéctico en su significado actual por Fichte,
quien
en los F"""'1memos de la doem.tld de la · ~ (1794) lo
concibe como
"síntesis de los opuestos por nredio de la determinación
recíproca". Los tres momentos de !la dialéctica de Fichte son: po­
sición, contraposición
y limitación reciproca. Reaparocerán de inme­
diato en las tres e11apas hegelianas de la tesis, antítesis y síntesis.
Aunque conviene advertir
que Hegel no les llama todavía así.
Sus nombres son,
respectiwmente, momento intelectwd, momento
dialéctico y momento especulativo o racional Pero, como advierte
Abbagnano,
la dialéctica, para Hegel, no hay que verla en el segundo
momento:
"es más bien el conjunto del movimiento, principal­
mente
en su resultado positivo y· en su realidad sustancial. Pues la
identidad
de lo racional con lo real, que es el principio de la filosofía
hegeliana, implica que la naturaleza del pensamiento sea la misma
naturaleza
de 1a realidad". Es lo que dejé puesro suficientemente
de relieve: 1a dialéctica hegeliana es . la ley del petl$1JDÍento por
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ser ley de la realidad. Esta y aquél son por igual sustentados en la
ra>:6n que, en definitiva, es impotencia y energía manifestada en la
lucha que regala creatividad.
Paso a examinar esta lucha dramática sobre el ejemplo hege­
liano
de la diaiéotica del ser y de la nada. Pedfa Hegel retrotraer el
espÚiitu a sí mismo para ocuparlo en el pensar. Necesita que esta
retracción sea completa. Busca, por tanto, un comienzo absoluto que
encuentra en ell pu,-o ,er. El ser es absoluta indeterminación y vacie­
dad:Sólo excluye el no ser, es decir, la nada, que es también el va­
do perfecto y pum ausencia de dete,,minación y contenido. Idénti­
cos
en su vaciedad, el ser y la nada son com,-ad,ctorio, por el pensar
que los mantiene y .relaciona.
Hasta aquí -dice R. Le Senne-, "la máxima del pensamiento
parece ser: mor, ttM, 1lila mea. Una oposición irreductib1e de tesis
y antítesis ameruw. con disolver al espíritu en. la anarquía; si escapa
de ello, es porque la discordia no es sino una aspiración a la con­
cordia. La antítesis, que es la neg,ición, llama a la negación de la
negación, que será la idea concreta en la cual serán sobrepasadas,
es decir, conservadas y suprimidas a un tiempo las ideos abstractas,
respecto die fas cuales surgfa la contradicción. Así, ¡:,ora atenernos a
la primera tríada, el .ser y el no ser, ejemplo tlpico de lo contradic­
torio, se estructuran en el devenir: el primer concepto concreto.
Pero conviene insistir y no dejarnos llevar por la precipitación.
Hegel parte del ser. Para decirlo con sus p ninguna otra determinación. Por totallmente abstracto, el ser puro
no es
objeto de sensación; por carente de contenido, no puede ser
tepresentado. Debe, pues, identificarse con el puro pensamiento. El
ser puro coincide con el puro pensar sin dejar residuo alguno.
Prosigamos. Ese primer momento nos remite al segundo. Al
pensar el set, nos percawnos de estar pensando la nada. En palabras
también de Hegel!: Nada, la pura nada, !a simple igualdad consigo
misma, vacío
perfecto, ausencia de determinación y contenido. Se
anuncia, pues, su identidad con e'l ser mantenida por el pensar. La
nada es el pensar vado mismo y el mismo wclo pensar que es el
ser puro.
Y ese anuncio debe tener efectivo
cumplliniento. La unidad
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DOS MODELOS DEL PENSAR DIALECTICO
del ser y la nada hace acto de presencia. Las palabras de Hegel no
podían hocerse esperar: el p11ro ser:; la P""" nada son, po, lo ttlt#o,
la m,sma cosa. Lo que constituye la verdad no es ni el ser ni la nada,
sino el ser en la nada y la nada en el ser. Si damos de nuevo ruidien­
cia a Hegel, escucliaremos que la verdad ronsiste en el movimiento
del inmediiato
desaparecer del ser en la nada y de ésta en aquél
l.ia dialéctica del pensamiento, que, como ya he dicho, coincide
con la
dialktica de la realidad, nos asegu,a que la venlad del ser,
In mismo que la verdad de la nada, hay que buscarla en su indiso­
luble unidad.
Y esta unidad, que es paso del ser a la nada y tránsito
de la nada al ser, es precisamente el devenir.
Antes
de lu,Jjlar del devenir puede ser de gran utilidad la ilus­
trad6n de la dialéctica del ser y de la nada con las metáforas de
la
luz y la oscuridad, Según nos dlce Hegel, el ser puede represen­
tarse con la illllagen de 1a pura luz, como la claridad de ver no en­
turbiado.
La nada, por su parte, puede representarse como la pura
noohe. Pero en la claridad absoluta no se ve mis ni menos que en
la absoluta oscuridad. Cada uno de estos dos modos de ver es un
ver P11ro, es decir, un ver nada. La pw,a luz y la pura oscuridad son
dos
vados, que son la misma =· Sólo en la luz determinada -y
fa luz se det'emlina por fa oscuridad-y, por tanto, en la luz entur­
biada, puede distinguirse algo. Sóln en la oscuridad determinada -y
la oscuridad se determina por la lru:-y, por lo tanto, en la osruri­
dad
aclarada es posible distinguir algo. Sólo, pues, la luz enturbiada
y la oscuridad aclarada son un ser determinado, una existencia con­
creta. La síntesis del dever,ü-a que se ve abocada la primera tríada
de la dialéctica hegeliana no es tanto la unidad del ser y de la nada
como su agitación y su inquietud. Pero, como ha visto Gilson con la
claridad
que se hiro en BI habitual, • es necesario sobrepasar la con­
sideración del devenir en la dualidad interna que le es esencial y
elev<>rlo al estado de objeto determinado. Que es fo que se hace al
concebirlo precisamente como unidad del ser y del no ser. Conce­
birlo así es ponerlo como finito, determinado; es hacer de este «de­
venir»
un «devenido>, en una palabra, en D"1em ... El D"1em es la
unidad detenida
de la inquietud interna del devenir".
No es necesario proseguir. El concepta hegeliano de la dialé<:-
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ANGEL GONZALEZ ALV ARJJZ
tica ha quedado suficientemente perfilado. Como en Proclo, el uni­
vemo es dialéctica y la dialéctica es univetsa:l. Hegel ya está dis­
puesro
pam iniciar la exposición de la filosoffa del idealismo abso­
luto.
Y Jo primero que conviene advertir es que aparece la más es­
tricta identidad entre la realización dk: la filosoffa y el concepto de
la
misma. En Hegel surge la filosoffa como realidad. No será ya
un simple amor a la sabidurla, sino un saber real y efectivo, una
eiencia rigurosa.
No un saber de alguien sobre algo, ciencia del
hombre sobre el absoluto,
por ejemplo, sino un al,so!uro saber el
absoluto.
La fiiosoffa se constituye en identidad con su
explí.citll realidad. En cuanto ciencia, tiene dos partes. La pri­
mera es
una propedéutica, y esnidia los fenómenos del espíritu. La
segunda consiste en el saber absoluto, y se divide en lógica, filoso­
fía de la
natuJ:lLleza y filosofía del espíritu.
&ta última división se funda en los tres grados d real
de la idea constituidos por la idea en su ser en sí (logicidad),
la idea
en un ser fuera de sí (naturale>a) y la idea en un set pata
sí (eq,íritu). La lógica, pues, es la ciencia de la idea: en su ser en
sí,
pura cogitabilidad de lo real cual es en sí mismo antes de la
creación
de la naturaleza y del espíritu finito. Según quedó puesto
de
relieve, parte del set y se constituye como dia!éct:ica, es decir
como
discurso. Y como la razón que capta lo real y lo real captado
por la razón se identifican, la dialéctica es tanto un movimiento de
la mente como
un discurso del ente. Por tanro, igual puede decirse
desarrollo racional (lógica) que desarrollo real ( ootología). La ló­
gica de Hegel, por ser discu,so del ente, es una ontología. Y, si se
quiere,
mili. teodicea, pues como ciencia de la idea en su ser en sí
es
igualmente º'explicación" de Dios, tal cual es en su esencia eter­
na, Pudiera inclusive decirse que-es "historia sagrada", pues persi~
gue la autorrevelación del Absoluto divino.
Interesa
dejar constancia de que la dialéctica no se detiene en
la lógica. Sin solución de continuidad se abre a la filosofía de la
naturaleza y se prolooga en la filosofía del espíritu. Cuando la idea
ha llegado a su plenitud lógica, se pone fuera de sí y se hace natura­
leza.
Es la misma idea en su ser-Otro, exreriorizado, extendido en el
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DOS MODELOS DEL PENSAR DIALE.CTICO
espacio. Por tanto, un nuevo momento y, como tal, desarrollo dialéccioo,
Pero hay más. La .idea en su· ser en sí (logicidad) y su propia
oposición,
la id& en su ser fuera de sí (naturaleza), oonstiruyen la
tesis y antítesis de un movimiento cuya sínteSis es la idea e11 su set
pata sí (espirito). Se inicia entona,s la tercera división del saber
absoluro. La filosofía del espíritu es · 1a ciencia de la idea en su ser
pata si. En el . espíritu, que es la mismidad de la idea, se acnía la
plenitud del proceso dialéctico. · También el espíritu se desarrolla
en tres est>tdios y siempre dialéctica.mente en obediencia al princi­
pio común que, roroeozaodo en la logiciwid, ha cruzado ya el des­
pliegue entero de la natutalez.a.
El último estadio de la evolución dialéctica del espíritu es la fi.
losofía. El espíritu absoluto intuido en el aro, y representado en la
religión se conceptualiza en ella. La. filosofía es la razón que se
comprende
a sí misma, la forma explícita del Absoluto. En ella al·
canza
la idea su autoeonciencia, rnciona!idad y conocimiento ple­
nos. En cuauto forma explicita del Absoluto, la filosoffa lleva invis­
cerada
su propia historia. Con Hegel ha llegado a su momento cul­
minaute y, según estimación de muchos, conclusivo .
• • •
¿Qué decir de la dialéctica según el doble modelo, socrátia> y
hegeliano, que ha servido de eje para la exposición del tema? Sien­
to particular devoción por Sócrates y una admiración sin límite
aute Hegel.
Son dos figuras clásicas de la filosofía occidental. Su
presencia viva y actwLnte en nuestro tiempo no adormecerá en el
futuro. En ambos hay que distinguir entre el método de indagación
o de ensei'íanza, por un lado, y el sistema de pensamiento que nos
hau legado, por el 0tr0 .. La admiración y devoción que les profeso
se refieren a la altura y la profundidad -dlgase como se prefieta­
del perisaroieoto pero la crítica tiene que lleva.me sobre el método
del diálogo socrático y de la dialéctica hegelima.
Fui breve en la exposición del di.Uogo socrático y más rápido
voy a set. al criticarlo. En la doctrina socrática del método está la-
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ANGEL GONZALEZ ALV A«EZ
rente el innatismo del rooocimienro y de las ideas. Sólo se puede
pretender alumbrar
lo que de algún modo, al menos implícito, se
contiene. ¿Quién fecunda la mente para que la mayéutica ayude al
alumbra.miento? El método soaátiro tiene indudables ventajas cuando
se
trata de reafirmar los conocimientos ya adquiridos. La rrascen­
dencia e imprutancia del mérodo socrático han sido grandes en la
historia de la pedagogía. Ta.mpoco deben descooocerse sus méritos
en la indagación de la verdad ignorada en el seno de una comunidad
científica. Para Sócrates, la verdad no era patrimonio individual ni
la filosofía un asunto privado. Así lo supo ver Platón, el mayor de
los socráticos.
La Academia fue precisamente una romunidad cien­
tífica en mardia. Con esto quedan señaladas la:s virtudes e indicados
los defecros del diálogo socrático como método de indagación y de
enseñama.
De la dlaléctica de Hegel habría que decir algo análogo a lo
que dijo el poeta de los cosméticos de Dolía Blvi:ra después de ha­
berla visto sin ellos. ¡ Lástima no sea verdad tanta belleza! El porten­
toso sistema
cuajado de verdades que uno puede admirar en Hegel
no
procede del método hegeliano. La dialéctica es puesta por Hegel
al servicio
de la exposición de la enciclopedia de las ciencias filosó­
ficas. He aquí dos testimonios actuales encarándose con el método
hegeliano: El
primero es de R. V erneaux describiendo un dilema que S. de
Beauvoir roma de Hegel "Et> la lógica de Hegel, rodo está dirigido
desde
el punto de arranque. Hegel plantea primero el ser y después
lo reconoce como idéntico a la nada. A pesar de la paradoja aparente,
es rigurosamente verdad, pero ron una rondición.: que el ser está
planteado
romo género ,up,emo. Pues entonces, al ser infinita su
extensión,
su comprensión ,es nula, lo que es equi'l'l!.lente a decir
que
no representa nada.· Como objeto de pensamienro es nada. Pero
que
el ser no es un género, Aristóteles lo ha demostrado rontta
Parménides."
El segundo corresponde a N, Abbagnano. No se trata ahora de
un juicio crítico pata denunciar un .error. Es más bien un juicio so­
bre su eficacia y su repercusión en el empleo futuro. El significado
hegeliano de la dialéctica "es el que actualmente está más difundido
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DOS MODELOS DEL PENSAR DIALECTICO
en filosofla y al que se hacen más frecuentes referencia., en el lengua­
je común
(Dialü#ca de la hi.storia, Dia/,éctica de la vi,;/a poU#ca,
Dia/,éctica espiritual, Dialéctica de los partidos, . ete.), pero al mis­
mo tiernpc> el significado más desacreditado por haber sido usado co­
mo una fórmula mágica que puede justificar todo lo acaecido en el
pasado o lo que se aee, o espera, que acaezca en el futuro. Si en
el futuro la palabra «dialéctica> ha de tener una utilización provecho­
sa ciendficamente, no será ciertamente este cuarto significado el que
ofrezca las reglas para esta utilización". La dialéctica de Hegel ha
sido utilizada una y mil veces para prosri~írla casi siempre.
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