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1980

El principio de subsidiariedad

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Libertad y principio de subsidiariedad

LIBERTAD Y PRINCIPIO .DE SUBSIDIAlUEDAD
pO)!.
JUAN .VALÍ.BT .DE GoYTISOLO
l. En 1674 las. trop¡¡s de Luis XIV conquistaron el Franco
Condado de .Borgoña ----ru que aquel rey separó de España y des­
poseyó los tres
siglos de cooswnarse. estos· hechos, nuestro admirado y muy
querido a.migo Francisco E.lías de Tejada (1)., que .Dios se llevó
coosigo y que hoy tantísima falta nos hace, escribió su emotivo li­
bro
El Franco Condado Hispánico. En su capítulo X abordó lo
ocurrido en ese entrañable Franco-Condado, un. siglo después de
que
el Rey Sol lo anexionara a Francia por la fuerza de las armas:
"Cuando el. Parlamento sea restablecido por Luis XVI el 29 de
marz.o de 1775, la victoria tendrá ya otro color, será el preludio
de la Revolución que
se avecina" •.. "La libertad abstracta va a
suplantar. la vivaz persistencia de las libertades. concretas, porque
a éstas
las ha asesinado el abominable absolutismo, que sólo sirvió
para preparar 1-a.s oleadas revo1ucionarias".
En efecto: "El oleaje revolucionario consumó el confusionismo
en
las ideas porque a goñones dieron en concluir que
las nuevas nociones de libertad
eian las mismas que h•bían disfrutado en las felices edades es­
pañolas".
Así... "Lo que no consiguió el absolutismo borbónico fue lo­
grado, por la reacción contra
el absplutismo borbónico, en los equí-
_(l) Fran,cisco Elías ·de. Tejada: El Franco Condado Hispánico, de, 2.1
ed, auroentadll y corregida, Ed. Jwra, Sevilla, -1975,-cap_ X, 4. y 5; páginas
195 a 197.
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vocos acerca de la idea de la libertad políti.m. Lejos de recoostruir
el Condado de Borgoña, la Revolución acabó por deshacerlo en
nombre de la
liberrad abstracta y nueva .....
"La reacción de la guerrilla fue aplastada. El Condado se trans­
formá,-· sus so'ldados sei:áti revOludonarios".
Esa muestra es muy expresiva . . . Pero no es la única de cómo
la libertad abstracta y mal entendida, lo mismo que el absolutismo,
destruye
las libertades concretas fundadas en lo que denominamos
principio de subsidfariedad.
Hoy es anualmente rememorada, en el "Fosar de les Moreres"
de Barcelona, en · conmemoración asumida por separatistas y revo­
lucionarios, la jornada del 11 de septiembre de 1714, que señaló
el limite de la heroica resisreocia de Barcelona,· frente a las tropas
aliadas ---1ll mando del Duque · de Berswick~ que aquel día entra­
rían en ell,. Sin embargo, en su bando final, los diefensores de la
Ciudad Condal convocaban a todos los hombres útiles para las armas
a fin· de
que, en las brechas ya abiertas en fa muralla, dieran tes­
timonio "contra la exclavitud del dominio francés", "a fin de dec­
rramar gla por la libertad de toda España". No eran sepoottis..s ni revolu­
cionarios,
sino todo lo contrario. Como ha escrito Caruills Vidal (2),
'represenr.ban un pueblo "que no había vivido el Renacimiento ni
el racionalismo", que "sucumbió aplastado por la lucha de los po­
deres
europeos, defendiendo heroicamente aquellos volares y vir­
t11des sociales de 1a Edad Media cristiana". Hombres de quienes
-como, según reconociera Rovira y Virgili, prosigue Canals--no
fueron herederos los catalanist'aS, sino quienes, en la última décida
del mismo siglo, 1ucharon en la guerra de Catalufu contra la Re­
volución francesa, en la guerra de la Independencia
años de,pués,
y que fueron revividos con el tradiciona1ismo de los carlistas de la
montaña catalana.
Y nos tememos que algo semejante, .pero peor, que lo ocurrido
(1:) Francisco Cariáls Vidal: El 11 de 1efrtiembre de 1974, editorial de
Cristiandad, númS. 557-558-559, Barcelon11, -julio-agosto-septiembre de 1974,
págs. 169 y sigs.
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en el Franco Condado en la Revolución francesa, se pretende conse­
guir, y se esté produciendo, en el Norte, las reivindicaciones de 105 vascos y navarros que, en las guerras car­
listas y en el alzamiento del 18 de julio, lucharon por su lema:
DioJ, Pdlria y F11eroJ, que hoy es transpuesto por el separatismo de
un inédito Euzkadi, socialista y revolucionario, con visos nihilistas,
que, envuelto
en terrorismo, se propugna.
2. Todos estos efectos y sns causas dimanan de CQ5aS olvidadas.
Lo contrario del absolutismo no es es liberalismc;>, es el prin­
cipio de subsidiariedad.
Lo opuesto al atomismo del contrato social de Ronsseau, y de
su consecuente democriacia, no es la monarquía absolut~ _ y unitaria;
es también un resultru:lo del principio de subsidúwiedad.
La antítesis ciedad de masas ( 4), así, bajo regímenes socialistas como tecno­
cráticos o socialdemócratas, es una sociedad de sociedades articu­
ladas conforme
el principio de subsidiariedad .
. Frente al totalitarismo estatal, que nos es impuesto por el mo­
derno Leviatán, e imperante tanto en regímenes autoritarios como
eh>los más fo,rmalmente democráticos, la medida del remedio (5)
nos 'la proporciona el principio de subsidiariedad.
Por .todo ello, ese principio de s11bsididriedad rechaza, y es re­
chazado, tanto por el centralismo. jacobino como por el atomismo
libertario.
El principio de s11bsidiariedad se contrapone, tanto a la fuer>a
centrípeta de un unitarismo impuesto desde un .poder centra,[ y
a la articulación mecanizada por la tecnocracia ·estatal, como a la
( 3) Así la califica Marce! de Corte: De la société a la terniliBr-e par /"
«dis~ciété»;
cfr. en «L'Ordre Fran!;:ais», 180, abril de 1974, págs. 15 y sigs.;
cfr._ en castellano en -Verbo, 131-132, eo,ero-febrero de 1975, -págs, 93 y sigs.
( 4) Cfr. nuestro libro Sociedad de masas y Derecho, Madrid, Taurus Ed.,
1968,
en especial, l.!-parte, cap. 11,_ págs. 37· y sigs.; OlP. VI, págs. 191
y sigs., y 2.1!-parte, caps. I y II, págs. 237 y sigs.
( 5) Cfr. nuestra -comunicación «El hombre ante el totalitarismo. Líneas
de defensa _político-jurídicas», en V.erbo~ 12_4-125, págs. 387 y $Ígs., o, en
Algo sobre temas Je h_oy, Madri~, Speiro, 1979, págs. 364 y sigs.
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fuerza centrifuga de la dialéctica · desgarradora y · destructora de las
patrias.
Tanto las derechas, liberales o bonapartistas (llámaselas como
se las llame), como las izquierdas, radicales y socialistas, así como
los socialdemócratas autodenominados de centro ( centrc,-derecha o
centro-izquierda), vulneran fundamentalmente, e incluso 'descono­
cen, pues ni siquiera lo entienden. o bien lo menosprecian, el prin­
cipio de subsidiaried«d.
Me preguntaréis: .¿Cómo es posible todo esto? ¿Cómo el prin­
cipio de
subsidiariedad puede hallarse en los antípodas, a la vez,
de posiciones contrapuestas entre si?
Os
responderé: Es así ,porque se halla_ en otro plano distinto
de aquel
. en que .dispumn todas esas tendencias, enfrentadas desde
·extremos ·opuestos pero en un mismo plano.
El plano en que todas se hallan es inmanente ai hombre (6),
que quiere asumir el papel
de demiurgo; ya sea encarnando es demiurgía en un solo hombre, , ya -sea monopolizado una camarill~
de intel capitalista, socialista, nacional-.socialista, sinárquica o tecnocrática,.,
o bien transfundido panteísticamente en la masa, burguesa o pro-·
!etaria, es decir, halJlando en plata, en quienes conducen esas ma­
sas o son sus inspiradores, como pontífices de la nueva religión
del hombre deificado. Todas estas posiciones son portadoras de
ideologías -idealistas o materialistas--, fundadas en mitos y que
pretendten alcanzar un orden .social utópico, porque desconocen o
se revelan contra el orden natural (7). O bien, como el marxismo,
explotan
dialécticrunente los desajustes o conflictos sociales para
introducir
el desorden y, a ser posible, hacer estallar las estructu-
( 6) Cfr. Michele Federico Sciacca: L'Oscuramen~o del/ in1elligen%a, Milá~~
Marzorati ed.,, 1970, cap. I, págs. 19 y sigs., y «m· laicismo, crisis de fe ·y
de ·rái6n», en· Verbo, -150, diciem.bie -de 1976, págs·. 1.325 y ·sigs., o, en
La sociedad a la deriva, Madrid, Speiro, 1977, págs. 199 y sig5. ·
(7) Cfr. nuestra _ponencia Tünica y de_san-ollo po/f#co, en «Humanismo
y tecnología en el mundó actual», Madrid, C. S. I. C., 1979, I, págs. 10
y sigs., o nuestra comunicaci6t>. De la filos_ofla polltica ai cientismo operativo~
en Verbo, 169-170, noviembfe-diciembre de 19.iS, págs. "-i.22sr·y sig9.
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ras vigentes, a fin de realizar, en el solar arrasado y aplanado, su
proyecto social, planeado poiéticamente, inmanente al hombre, para
construir
el mundo de acuerdo con la propia voluntad (8).
En cambio, el principio de subsidiari~dacÍ "hunde sus raíces en
la naturaleza misma del hombre"· (9) y se engarza en el orden na­
tural de las cooa_s (10), trascendentes al hom)>re, obra de la creación
divina, en un mundo que confió Dios al hombre; pero que· éste,
como cau.sa segunda, debe configurar dentro. del orden físico y
moral y adecuadamente a su propia naturaleza humana, creados,
aquél y é.sta, por la causa prixnera {11).
Ese orden natural no impone al hombre un determinismo que
no deje margen a su libertad, ottastrada por el viento de \a his­
toria, como pretendía el positivismo cientifista del siglo pasado (12},
sino que i.e deja un amplísimo ma.rgen, de modo tal que, segón se
emplee la libertad humana; puede producir orden o desorden, con
las consecuentes reacciones previstas· en el ord,en -universal y eterno,
es hattista Vico (13).
(8) Cfr. nuestra comuriicación «La. praxis de la arinoriía», ·1, en Verbo;
173-174, marzo-abril de 1979, págs. 401 y ¡:igs.
(9) ·· Ur. -Hugo Tagle: El principio de Subsidiai-iedad, en «Persona. y
Derecho», 111,. 1976¡, pág. 148.
(10) Cfr. nuestro estudio «Fundamento y soluciones_ de_ la. organización
por-Cuerpos interinedios», I, C', en Verbo, 80; diciembre de 1969, págs~ 979
y sigs.,
o, en Datos y notas acerca del cambio de '.estrllcturas, Madrid, Spei:l'o,
1972, págs. 217 y sigs.
(11) Or. Santo Tomás de Aquino, S. Th., I, q. 103, aa. 2, 3 y 6, y
nuestro comenta.rió en Perfiles jurídicos del derecho natural en Santu T<>más
de Aq11ino, §· 3~ en' «Estudios jwídicos en homenaje al profesor ·Federico de
Castro», Madrid, I. N. E. J., 1976, vol. 11, págs. 707 y sigs.
(12)' CTr. nuestro estudio «Revolución, historicismo y tradición en el ha,.
llazgo, conservaci6Íl Y progreso del derecho», II, en Verbo, 128-129, -sep­
tiembre-octubre-noviembre de 1974, págs. 1037 Y sigs., o, en Re110/uftón­
ConseroadUrismo-Tradid6n, Madrid, Speiro, 1975, págs. 175 y sigs.
(13) Gianibattista Vico: SclenZa Nuo11a, lib. I, sec. 1, 331~ y «Coll­
chiUgione d'ell opere», riúms. 1.102 ·a Llb6; d. -en Oj,j,ere, ed. en itali4llo,
cuidada· por Fausto NicColi, Milán-Nápoles, Ricardo Ricárdi, 1953, pági·­
nas 579 y sigs., Y 865 y sigs. Pará su· come"ntailo, cf. nuestro estudio La ju-
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Ahora bien:
En el regalismo de
las monarquías absolutas, el ruidado de . ese
orden lo asumía el rey, ¡,pr Wl pretendido derecho divino; y así,
en algunos c,isos -pero no siempre ni totalmente, dada 1i gravi­
tación, en la propia concienciw y en la de los súbditos, del recono­
cimiento de
la existencia de un orden ,uperior-, de hecho Jo podía
convertir en inmanente suyo, en cuanto para interpretarlo Se impu­
siese su volUll!'ad como indiscutil.,le (14).
Pero, en pleno iluminismo, el des¡,ptismo ilustr.do ya no ad­
mitió
m,ís ordeo que el! diman1lllte de la razón humana autónoma;
y, así, el inmanentismo no se limitó ya a ser un mero resultado
ocasional del monopolio real absoluto, sino que fue considerado
como
el fundamento del prog~eso (15).
El liberalismo, al conjugarse con la democracia y al convertir
en
ley la voluntad del pueblo (16), consagró su inmanencia como
primer principio ¡,plitico. Transformó al .hombre abstracto en dios
deJanrueva religión demo.crática (17).
Y de ahí dimanan todas las ideologías racionalistas, que no sólo
son inmanentes, sino ,que además son parciales, en cuanto observan
una
sola petspectiva Q aspecto de 1i realidad, y son rotalirarias, en
risPr,llliencia y_ su r.eladón. con la tó.pka _en la_ cot1cepdón de Giambattista -Viro,
núms. 10 a 19, en «Rev. de Estudios Políticos», 206·207, marzo-junio· de
1976,
págs. 114 y sigs.
(14) Hallamos, en el libro 1, cap. VIII, de Los seis líhros de la Repú.
blic11,. ;de Badina, la base de-esa concepd6n. Sin embargo, advertimos, entre
guiones
en el texto, la diferencia entre este absolutismo, basado en una pre­
tendida atribución divina del poder, y el totalitarismo inmanentista, que nos
ha
.. mostrado recientemente Thmnás Molnar, al comienzo de su artículo «En
el corazón del marxismo: la dialéctica», publicado en Verbo, 188, septiembre•
octubre de 1980, pág. 966.
( 15) Cfr. nuestro estudio «Del legislar como «legere» al legislar como
«facere»», 8, 9, 10
y 11; en Verbo, 115-116, mayo.junio de 1973, págs. 524
y sigs., o, en Contemplación y ac&i6n, Madrid, Speiro, 1974, págs. 98 y sigs.
(16) Cfr. nuestro estudio,
La ley, ¿exP,e.rión de la voluntad del pue.
blo?, en «Más sobre temas de hoy», Madrid, Speiro, 1979, págs. 173 y sigs.
(17) ar. Jean Madiran: Le.r deux democraties, París, Nouvelles, Eds. la­
tines, 1977, cap. I, _pág. 18, y Louis_ Salleron: «La Iglesia. frente a la religión
universal del siglo
XX», en Verbo, 185·186, mayo-junio de 1980.
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UBERTAD Y PRJNCIPIO DE SUBS[DIARJEDAD
tanto absolutivizan su punto de vista .Y, sólo desde él, la contemplan
aisladamente, como si abarcara la total perspectiva de modo ple­
no (18). Fruto suyo son los ídolos: la libertad, la igualdad, el bienes­
tar,
el progreso ... contemplados_ siempre unilateralmente, e impuei;·
tos mondli.neaimente (19).
El
marximo pretendió ser científico e insertatse en el proceso
hi-stórico-natural. En su virrud, afirma.ría que el comunismo no es
sino el movimiento real que aniquifa la situaeión actnal; movi,
miento engendrado en la materia y movido por las leyes del ma­
terialismo histórico
(20). Pero, cada día resulta más evidente que,
en
realidad, el motor que más impulsa al matXismo, a medida que
se expande, es su utopía del paraíso tercenal de la humanidad CO·
munista ( 21), que haría innecesario el paraíso ultraterreno prome·
tido por Dios a los justos para
desp,,és de su muerte. Escatología
paradisíaca de
la historia que mueve a la inmensa mayoría de los
que
se creen marxistas (22). Incluidos los autodenominados cris­
tianos por el socialismo (23).
En todas
esas perspectivas, en tanto se hallan situadas en un
( 18) Cfr. nuestra ponencia «Perspectivas parciales y acción uniforman­
te total»,
en Verbo, 143-144, marzo-abril, 1976, págs. 415 y sigs., ó, en
La .rociedad a la deriva, Madrid, .Speiro, 1976, págs. 5 y sigs.
(19) Cfr. nuéstro estudio «Perspectivas parciales y ... » 16, en Verbo,
143-144, págs. 428 y sigs., o, en La .rodedad a la deriva, págs. 28 y sigs.
(20) Karl Marx y Friedrich Engels: Die Deut.rr:he ldMlo/ogie, cap. I,
citado
por Vládimiro Lamsdorff Galagane: El conr:epto de ;11stiria en el mar­
xismo .roviético actual, Santiago de Compostela, Porto y Cía., 1969, pág. 56.
(21)) Cfr. Francisco Elías de Tejada: «El mito del marxismo», en Verbo,
75-76, mayo-junio de 1969, págs. 420 y sigs., o, en Lo.r mito.r tUtuale.r, Ma­
drid, Speiro, 1968, págs. 175 y sigs.
(22) Cfr. nuestro estudio «¿Cristianismo marxista?», en Verbo, 107-
108, agosto-septiembre-octubre de 1972, págs. 705 y sigs., o, en Dalos y no­
tas sobre el cambio de estructuras, Madrid, Speiro, 1972, I, 3, V, páginas
139 y sigs., y «¿Catolicismo marxista?», en Verbo, 137-138, agosto-septiem­
bre-octubre,
1975, págs. 945 y sigs., o, en Más .robre temas de hoy, pági­
nas 283 y sigs.
(23) CTr., _además de nuestros estudios citados en la nota anterior, el
de Gabriel Alférez: «Cristianos por el socialismo»., en Verbo, 167, julio­
agosto de 1979, págs. 945 y sigs.
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plano in.manentism, no cabe el princ\pio de subsidiariedad como
verdadero principio, es diecir, corno ttaseerulente a la valuntad hu­
mana que,
al desconocerlo, podrá imponer • ~ propia idea de la
subsidiariedad como-una norma suya, que así podría circunscribir­
la, limitarla o derogarla, segón el crirerio que domine en los hom­
bres que detenten el poder que se imponga, tal como ocurre en toda
la escala humana, sea en el plano internacional o en cada país en
esferas constitucional, legislativa o gnbernamental.
Por
eso, el eclipse del principio de subsidiariedad coincide con
la crisis de la libertad civil (24) ; y, con ambos, se produce el con­
fusionismo que obscurece las libertades políticas, entre cuyas som­
bras ha sido conducido nuestro mundo, llamado ocddentail. Como,
en su libro póstumo, ha mostrado Georges Pompidou
(25), un
nudo grwditm,, se aprieta lentwn'ente en romo nuestro: "en el mis­
mo momento en que
el individuo se siente libre y se libera de las
obligaciones y represiones tradicioruille.<, se construye una máquina
técnico-ci"entífica monstruosa, que puede conducir a la esclavitud
a ese m~mo indivJduo o destruirlo de fa noche a 1a. mañana".
3. Hemos escuchado, en las ponencias tan magistralmente ex­
puestas, por quienes en esta Reunión nos han precedido en el uso
de la palabra, que el principio de subsidiariedad
se halla inscrito
en la mtumleza en general y, específicamente, en la natuntleza
del hombre; y que articola dinámicameote la acción de los coerpos
intermedios o cuerpos sociales básicos, tanto entre sí como en re­
lación con el Estado e, incluso, con la comunidad ·internacional. La
(24) ·cfr. nuestros estudios: «La libertad civil», en Verbo, 63, páginas
186 y sigs., o, en Contribución al estudio de los cuerpos intermedios, Ma­
drid, Speiro, 1968, págs. 153 y sigs., La libertad civil según lc,.r juristas de
ltts regiones forales, en R. Ac. de Jurisprudencia y Legislación, Madrid,
1967, y La libertad civil según los juriJta.r del Derecho foral, en «Anales
de-·la Universidad de La Laguna», Facultad de Derecho, vol. VI, 1967-68,
págs. 3 y sigs., o, en «Anales de la Academia Matritense del Nótariado»,
XVII, 1972, págs. 289 y sigs.
(2'.5) Georges Pompidou: El nudo gordiano, cap. fínal; cfr. ed. en ca~
tellano, Madrid, Sociedad Hispano-Americana de Ediciones y Distribución,
1975, págs. 158 y sigs.
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LIBERTAD Y PRJNCIPIO DE SUBSIDIARJEDAD
perspectiva de nuestra ponencia e; más concreta: debe relacionar
el principio de subsidiariedad con el ejercicio de nuesrra libermd,
tal como enuncia su titulo; y, bajo este prisma, debemos repasar
c6mo se funda en la propia naturaleza.
Los hombres no somos pura esencia, pues además existimos.
El hombre abstracto no existe; existimos los hombres concretos.
Pero, además, no -vivimos aislados. NO nacemos, ni vivimos, ni mo­
rimos en una campana neumática. Nos comunicamos existencial­
mente: con el Ser que es nuestro origen y nuestro fin; con el univer­
so que nos rodea y con nuestros semejantes, vetticalmente, en
eslabones generacionales, no sólo carnales sino también espirituales,
y, horizontalmente, i:on nuestros contemporáneos con quienes con­
vivimos (26),
Cada persona humana, aunque sustancial y ontol6gicamente es
incomunicable, metafísicamente solitari:l, está operacionalmente en
comunicación interpersonal; pues, como animal social, el hombre
necesita convivencia y, como animal político, necesita organizarse
en sociedades para llevar una vida dign4 de su condición, no sólo
para oolmar sus necesidades biológica~, sino también las espirituales
que le
son propias y 1e hacen diferente de los demás animoles (27).
El hombre f!sica y aisladamente es un ser indigente, desampa­
rado, con menos recursos que los demás animales. Además, mientras
el animal, por su propio instinto conoce lo que le conviene·· y lo
que debe evitar, el hombre no. Pero, en sn lugar, ha sido dotado
de razón para guiaise y dirigir su arte para satisfucer sus necesi­
dades. La naturaleza no le provee para que pueda mantenerse por
sí solo par.a su conservación y defensa; coro.o ooorga -al animal;· ni
tampoco para realizarse específicamente. Mas, por ello, la misma
natwcaleza nos infunde la tendencia a agruparnos para buscar re­
medio a nuestras limitaciones, y-nos empuja a remediar en comuni­
dad y socia!men,e las necaidades físicas, econ6micas, morale; y
(26) Cfr. nuestro estudio «El hombre en la sociedad de masas», 1, en
Verbo, 1.59-160, noviembre-didembre de 1977, pág. 1.384.
(27) Cfr. _Victorino Rodrígue.z, O. P.: Antropologia tomista y antro­
pología actual, en «Sapientia», XXX, Buenos Aires, 197', págs . .51 y si­
guientes y 59 y sigs.
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e.spirituales, siempre abiertas, que sentimos, como seres libres que
queremos vivir como hombres, vivir bien, ad heno vivend11m. Así,
para ser
hombre, se ve obligado a vivir en sociedad. La sociedad
es su estado natural y el hombre es por naturruleza un animal ¡,._
mil,,,-y poUtico (28).
Tenemos, pues, estos datos: el hombre es un ser libre en cuanto
no es movido por los instintos de un· modo ciego, imperativo e
irresistible oomo los animales si no guiado por la razón; y es un
ser sorial, impulsado a serlo por sus necesidades, pero dirigido por
su razón no sólo para convivir en sociedades, sino incluso para
ordenarlas. Es preciso, pues, con¡ugar libertad y sociabilidad a fin
de
que reciprocamente se potencien, evitando que la segunda ahogue
la
primera o, a la inversa, que ésta irnposibilire ,el desenvolvimien­
to
de aquélla.
El hombre, como 1ser libre, no es causa de su ser total; pero
sí de su propio obrar: dispone de sus acro.s, que ordena a los fines,
dirige los procesos, y esta actividad revierte en él (29). La libertad
humana entra en juego en las relaciones con todos los demás hom­
bries, que se inicia e.n la familia y extiende en todas direcciones,
completándose en la sociedad. Así, ésta
es algo más que la simple
adición
de individuos ; pero no llega a ser una realidad sustantiva,
independiente de los seres que la componen. El hombre no es froto
de las relaciones sociales, pero tampoco se realiza como hombre
sin la aportación de estas relaciones.
Por
eso, la sociedad, en su aspecto dinámico, no es sino la con­
vivencia del conjunto o grupo de personas que, en su pe.r.spectiva
estáti<:a, la componen; y es necesaria precisamente para que 1'is
vidas personales se mantengao al máximo (30).
(28) Gr. Abelardo Lobato, O. P.: «El hombre como ser social. Aná­
lísis y comparación del pensamiento de Santo Tomás de Aquino y Carlos
Marx», 1,1, en Verbo, 178, septiembre-octubre de 1979, págs. 1.007 y sigs.
(29) Cfr. Abelardo Lobato, O. P.: «Política y religión desde la pers­
pectiva de la libertad humana», ,, en Verbo, 159-160, noviembre-diciembre
de 1977,
págs. 1.316 y sigs.
(30) Antonio Millán Puelles: La función subridiaria del Estado, Ma­
drid, Ed. Magisterio Español, 1963, pág. 12.
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UBERT AD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARJEDAD
La sociedad es un resultado de la condición abierta de los seres
humanos
y un IIledio de •u promoción. Por eso, hay algo en el
hombre que antecede a la sociedad y por lo cual la supera (31).
Así, la
sociedad es,á ordenada a los hombres libre,, que se dirigen
a
sí mismos en su ronducta y son causa ud. El hombre libre es
capaz de comprender, de optar, de colaborar en la unificación; y
quien gobierna debe promover esa cooperación de los hombres li­
bres
en los diversos campos y con sus diversos oficios (32).
Por todo ello, la vida social y política es el arte de las artes
humanas,
porque procura el bien común que, como tal, PQSlbilita
los demás bienes. El arte, cuanto puede, imita la naturaleza, de tal
modo que lo logrado por ésta por sus medios espontáneos, lo con­
sigue La razón humana a travé.i de la cooperación de unos y otros
hombres. Así, la visión tomista del mundo medieval alcanzó la pers­
pectiva de la sociedad
human• como organismo que ,e desarrolla
pa:ra la consm.nte renovación de la Vid.-a humana en todos sus cam­
pos. De ese modo, al ser la cultura componente del hombre, éste
correlativamenre es fruto de la sociedad -familia, ciudad, Estado-­
de
la cual vive y en la que se forma (33).
El problema siempre
actual de la libertad humana se centra
hoy
en la pérdida del sentido de esa realidad, en fa que antaño se
movía, para ej'ercitar ese arte .polítiro guiado por su r.azón. Francis­
co Elías de Tejada (34) nos lo explicó admirablemente en nuestra
VI
Reunión. La fund1UI1entación filosófica más alta de las liberta­
des -concretas arranca en primer término de Santo Tomás de Aquino,
que a
. la contemplación ontológica del universo unió una percep­
ción exisrencial del hombre real y concreto para la realización ple­
na
y cabal de .su esencia,· que permite comprender debidamente la
dimensión social del hombre según su naruralem ' específica, pro-
(31) Cfr. A. Lobato, loe. últ. cit., 6, pág. 1.329.
(32) Cfr. A. Lobato: Él ·hombfe como ·ser social, 1, 2,. loe. ~it., pági·
na 1.017.
(33) Ibid., l, 3, págs. LOl~ y sigs.
(34) Francisco Elías de Tejada: «Libertad abstracta y libertades concre.
tas», ár. en Verbo, 63, págs. 1'9 y sigs., o, en Contrib11ción al estmlfo de
los c11et'fros intermedios, Madrid, Speiro, 1968, págs. 125 y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
yectada en el tiempo a través de la historia, encarnada en los cuer­
pos intermedios, nacidos en una misma historia, baluartes -Pala: la
defensa_ efectiva, no de una libertad abstracta, huera, vacía, fantás­
tica, sino en libertades concretas plasmadas en institucione!,; con­
venientes.
Escindida de la realidad, la libe,;r;,.d -no, dice oon diagnóstico
certero De Corte (35)-no es sino la imagen de nosotros mismos,
que
se superpone en 1'111eslro ser mutilado por la libre ruptura de
nuest1'r.M relaciones y que nos vtmipinza.
A esa libertad, "siendo abstracta, lo concreto le repugna; siendo
imaginaria, lo real le -atormenta; estando entera en el yo, emprende
una luoha a muerte con quien quiera le resista y no le sea idén­
tico" (36).
As!, la libertad se experimenta como Uberad/Jn. Ouh,. hombre
se enfrenta con el mundo, y, en cierto modo, trata de fabricarlo e
imponerlo
a su medida. Su ·sentido de la libertad se traniSforma en
anhelo
de liberarse de toda ley que le venga desde fuera. Se siente
oomo
Prometeo encaden:a berarse inrenrando refugiarse en un futuro soñado a su manera. El
anhelo
de liberación trata finalmente de encarnarlo en lals utopías
de la hora presente. Insatisfecho de la creación y del pasado, el
hombre se refugia en la escatología y el apocalipsis (37).
Por eso mismo, esa libertad patológica "aniquila las libertades
en cuanto testimonien la experiencia hist6rica", que es reohazida.
Por eso: "Dond" reina la libertad abstraet:a,, 1as libertades familia­
res, comunales, regionales, desaparecen" ... "La libertad desarrai­
gada
precede por todas parres al desarraigo de las libertades -aún
arraigadas" (38).
Y
así, la Ji~ imaginairia crea ~ yo y engendra la masa,
compuesta
de múltiples yo, y, a su ve:<, esa liberliad imaginaria se
(35) Marce! de Corte: L'homme contre lui meme, cap. II, París, Nou•
velles, Eds. Latines, 1962, pág. '.52.
(36) [bid., pág. 56.
(37) Cfr, A. Lobato: Polftka y religión desde la ... , 8, págs. 1.H4 y
siguientes.
( 38) De Co,te, ob. y pág. últ. cit.
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LIBERTAD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARJEDAD
transforma "·en una eoclllvitud incomparablemente más terrible que
todas ilas tiranías que toda la humanidad ha podido conocer en el
curso de su historia" (39). Como concluye De Corte {40): "El him­
no de la liberación acompaña, con música tonante, la silenciosa
racionalización de los hombres y de las cosas, el triunfo conjugado
ele la neoaracia y de la masa". De ahí viene la masa, el Estado co­
lectivista, el mbwtdllro de la hr,ra veintkinM ...
4. Existe una dwéctica radkal entre el concepto tradicional
cristiano de libertad, basado en una opción personal responsable,
y el concepto moderno que se confunde con el de liberación (41).
Libertad
para los animales no es ·sino la ¡,q¡ibilidad de seguir
su propio instinto, que guía la finalidad objetiva que tiene ínsita
en el orden biológico de
Ja creación.
Pero los hombres somos animales racionales. Podemos y debe­
mos guiarnos por nuestra tazón y no ciegamente -por nuestros ins­
tintos. Puesto que la razón nos capacita para ser libres de modo
muy distinto que los
anima[es, los fallos que sufra nuestra razón,
en sí misma o por previa falta de conocimientos verdaderos, y tam­
bién los que padezlea nuestra voluntad, rebelde a guiarse por ella,
constituirán
los primeros obstáculos de nuestra libertad. Esta, por
consiguiente, dependerá: en ,primerísimo lugar, de nuestra lucidez
en conocer la verdad y el bien; y, subsiguienremenre, del autodo­
minio racional de nuestros instintos.
El error constituye, pues, el primer. enemigo de h< libertad al
condicionar nuestros razonamientos. Sin la verdad -V eritas libe­
rabit vos--caminamos· a ciega.s; o, por lo menos nuestro arbitrio
queda limitado o es vktima ele espejimos. Podernos confudir la luz
orientadora de
hs estrellas con unos fuegos fatuos que nos lleven
al azar, y quizás nos precipiten al abismo. Por eso, el primer ci­
miento de la libertad es la sabiduría, coooisrente en alcanzar una
(39) Ibid., pág. 54.
(40) lbíd., págs. 62 y sigs.
(41) Cfr. nuesqos artículos: Los enemigos de la libertad. Las def.ensa.r
d.? nuestra libertad y Libertad y liberación, en . «Miís sobre temas de hoy»,
Madrid, Speiro, 1979, págs. '.54 y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
percq,ción die la tealidad que penetre en la esencia de las cosas lo
más plena y profundamente posil:de, hasta comprender su Principio,
el orden en ellas ínsito y sus fines, Las ideologías, los cientifismos
y los racionalismos cerrados en sí mismos constituyen pantallas que
acortan y estrechan los horizontes y deforlllll:ll su perspectiva (42).
Hoy, la libertad, en el significado por el que en general se la
reclama a gritos, significa la liberación de todas las ataduras, la
desalienad6n de los antiguos mitos, con la esperanza de que. ella
nos permita pasar del actual estado de necesidad a la superación
de .todas las necesidades en una sociedad homogéner,,
Esta pretendida liberación requiere la desnucoión de las viejas
estructuras.; pues se culpa a éstas de todos los males sufridos, por
lo cual los hombres son convocad°" para destruirlas con la promesa
d.e que después llegará un mundo feliz, en el que todo les será dado
según s.us necesidades. Con esa propuest•, ¿cómo podrá conquistar
su libertad quien pretende ·sustituir su propia responsabilidad, en
la . construtt.ión del bientsta.r, por una providencia sociaJ distribui­
dora que todo
deberá suministta;rlo? ¿Cómo podrá lograrse la li­
bertad ignorando radicalmente
en qué consiste? Probablemente bus­
car/amos en la dirección contraria de aquella en donde podríamos
bailarla
...
Siendo así, nos estamos alie~o a. nuevoo errores, con raiz
filosófioa pero transfundidos a la polítioa y vulgarizados por los
ma.rs media, que coartan la libertad, como drogas intelectuales, que
calientan.
y enturbian las oabezas, como el agua.rdiante, sumiéndo­
nos, a v~s, ebrios en una orgía pasional col!fetiva.
El liberalismo !ha permitido la siembra del error, ha excitado
las apetencias y las pasiones. Y la solución democrátioa, explotando
instintos
y apetencias, ha empleado los métodos de la propaganda
para atraer a los consumidores . de sueños ; ha permitido a los parti­
dos políticos
recurrir a toda clase de halagos y a la demagogia más
resonante, para imponer sus perspectivas parciales, partidistas y,
con ellas, la voluntad de poder que enoarnan.
(42) Cfr. nuestra comunicación: Técnica y Jesarral/o político, 10, en
«H~a~ismo y teconología en el fflund~ actual», Madrid, C. S. I. ~., pá­
gina 120.
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UBERTAD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARJEDAD
Así, cada vez se pide más al Estado, que nada puede diiir si pre­
viamente
no lo ha recaudado o expropi.Jo, y que, para ello, se
hace totalitario, puesto que necesita dominarlo todo. La libera­
ción de
las. necesidades, que quiere alcan2arse, tiene como precio
nuestra libertad. Y cuando se ha alcanzado revolucionariamente,
resulta que el éxito se convierte en telón de acero y archipiélago
de Gula,g.
Por eso, ha escrito un amigo nuestro (43), en la encrucijada his­
tórica
en la que nos hallari:,os, "hoy nos acocia de nuevo el plan­
teamiento de temas regionalistas y municipales" y nos ,advierte que
la ratio, la razón de ello, no: es hoy distinta a la de ayer, porque,
en ella, "anda envuelta toda una filosof/.a de la libertad -,mejor,
de , las libertades ,eales y coocretas."
5. La verdadera libertad poUtica se, llama participación. En
eso todo el mundo está de acuerdo. Pero ese consenso no pasa de
ser nominal. No alcanza el concepto, ni el ,procedimieoto para rea­
lizarla.
¿Qué es participar? ¿Cómo debe participarse?
Para la concepción democrática vigente, debe participar todo el
mundo por igual, y al máximo grado, cualquiera que sea el nivel de
que se trate, desde la empresa al Estado. El resultado es que la par­
ticipación se reduce: al voto, que para. el pueblo. viene a ser -romo
ya ohservó Joaquín Coota ( 44)-"el harapo de p6rpura y el cetro
de caña con que se disfrazó a Cristo de rey en el pretorio de Pila­
tos"; y al derecho de "dis&utar" (sic) de la libertad de expresión
que monopolizan quienes detentan los medios de difusión y, con
ellos,
el privilegio de dominar la más masivo, propaganda ideológica
y política para la que emplean los medios más sofisticados, poten­
ciados .,¡ máxi,oo por las técnicas modernas, y ante las cuales se
hallan indefensas las, mentes incautas o poco preparodas.
( 43) José F. Lorca Navarrete: PluraliJmo, regionalismo, municipa/ismo,
Universidad de Sevilla, 1978, pág. 11.
(44) Joaquín Costa:_ La libertad Nvil y el Congreso Je J_u,iscons11/tos
A.rágoneses, cap: VI, Madrid,· Libro de 1a. Revista· dé JuriSprudencia, 1883,
pág. 177,
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JUAN V ALLBT DE GOYTISOLO
_Para la concepción socialista -y, de hecho, .cada vez más,,_ para
la social-demócrata,-, participar ronsiste en recibir una ración igual
de bienestar y de cultura, de modo tal que las plusvalías reviertan
a
la masa trabajadora conforme a sus ruecesidades. Pero, el resulta­
do es que el monopolio de esa distribución, y de la determinación
cualitativa de la ración de cultura confeccionada al efecto, Jo asume
el Estado y, de hecho, quienes detentan las palancas de mando de
su poder, hombres tan de carne y hueso como los denostados "ca­
pitalistas", con sus mismas P""iones y debilidades, pero con mayor
poder en sus manos al concentrar en ellas conjuntamente el poder
político, el económico
y el cultural.
Ni una ni otra de estas concepciones captan la verdadera esencia
de la participación, y, por eso, Uevan a esos contradictorio, resultados.
Para alcanzar la verdadera libertad política asequible, se debe
observar lo que
de organismo tiene la sociedad, y luego comparar en
lo que
ésta se asemeja y en qué ~e ~iferencia de los organismos
biológicos.
Los miembros, los órganos, los
tejidos, I\IB células, son distintas
y muy diversas en todo ser vivo. Cada uno tiene su función. Por
eso se complementan y coadyuvan diversamente a realizar sus fun­
ciones y cumplir sus finalidades. Sólo los igualan la carcoma, el cán­
cer y
la putrefacción que sigue a la muerte.
Del mismo modo ocurre en las comunidades y sociedades hu­
manas, que requieren comp:ernentariedad y mutua ayuda entre sus
componentes, lo que, a su vez, presupone entre ellos una desigualdad
que no significa necesariamem-e superioridad de valor esencial, ni
contradice que seamos esencialmente iguales. Observemos y refle­
xionemos: hombres
y mujeres; padres e hijos; jóvenes, adultos y
viejOs ; maestros y discípulos; aportantes de iniciativas, de bienes,
de organización y de h:abajó; · sabios, guerreros, técnicos y obi'eros
"¿Qué intercambios -pregunta De Corte (45)-habría en una
sociedad de igual~, fuera de un comercio verbal, falaz y vano? El
inten:ambio exige la diferenciación, y la diferenciación exige a su
vez fa jerarquía".
(45) Marce! de Corte: «La educación política», 2, en Verbo, 59, pági­
nas 638 y sigs.
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UBER.T AD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIAR.IEDAD
También aquí es verdad, como dijo Benjamín Constan! ( 46),
que "la vari.,dad es la vida; y la uniformidad la muerte"; y es cierro
que "la igualdad que fasc;na a nuestros contemporáneos, es la de­
.finición
de la muerte social".
Ahora
bien, las sociedades humanas, a diferencia de los seres
biológicos vivos, no unifican sus componentes en un todo unívoco,
sjno que sólo deben aunarlos en cuanto se refiere a su fin común
que las justifica (47). Este es un punto clave para conjugar la par­
ticipación con el principio de subsúliariedad.
Este principo, como ha escrito Hugo Tagle (48), "es el prin­
cipio o
ley de la autonomía o libertad de las personas y de la so­
ciedad inferior frente a la superior, entendido no al modo liberal
ni menos aún al modo marxista, sino que a.l modo cristimo cató­
lico, según el cual permite al hombre proyectar su vida de acuerdo
a su vocación personal recibida de Di°" y ante quien ha de rendir
cuenta de la administración de su vida, por cuya proyección puede
crear, como causa segunda que es de El, -sociedades que .sean un
analogado de la sociedad divina, conqui.star su bien particulat na­
tural
y sobrenatural y el bien común natural y sobrenatural de la
sociedad universal de los hombres."
fa participación es una interacción entre Jo múltiple y lo uno,
que
confiere a la multiplicidad un cierto sentido . de unidad fun­
cional superior.
Ha de producir una armonía que mantenga la uni­
dad sin
destruir la multiplicidad.
No hay participación si en lugar de interacción hay dialéctica
entre los elementos múltiples, o entre éstos y la unidad integradora.
Pero tampoco la hay si lo múltiple desaparece absorbido en una
unidad super,ior, pues lo múltiple
..Slo es t,,1 mientras cada ele-
(46) Benjam.in Constant: De /'esP,it de conq11ele el Je fuJurpatí011 dans
Jeurs rapportJ avec la civiliJdlion e11ropéene, Pa.ri::l, Ed. Garnier Fteres, 1924,
cap. XII, pág. 212.
(47) Cfr. P. Te6filo Urdanoz, O. P.: El bien comím Jegún Santo Tomás
de Aquino,
en el vol. VIII de la «Suma Teológica», ed. B. A. C., Madrid,
1956, págs. 777 y sigs.
( 48) Hugo Tagle, loe. cit., pág. 145.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOW
· mento mantiene su propia iridividualidád en el ámbito de su com­
petencia :respectiva.
Por eso, la multiplicidad se diluye en una nueva entidad co­
lectiva
cuando se pretende que el conjunto de elementos múlti­
ples gobiernen
la totalidad de un modo general, como ocurre cuan­
do
la participación se concreta en la emisión del voto, ya sea co­
legiadamente en una asamblea, para formar la denominada "vO"
luntad colectiva", o bien para designar uno o va.rios representan­
tes comunes en la entidad colectiva que, en lugar de armonfa:ar y
subsidiar la multiplicidad representativa, la colectivice.
La verdadera participación, como :armonía de lo múltiple con
lo uno, requiere diversidad de competencias en la unidad superior
y de cada elemento en la pluralidad. Esa diversidad de competen­
cias la determina, dinámicamente y de un
modo natura.!, el prin­
cipio de subsidiariedad., a partir de los elementos más simples
hasta los de cada cuerpo integrado, por · orden de complejidad y
extensión y en la medida de lo que no puedan realiZM los más
simples y elementales, por ese mismo· orden~
Tal como mostramos la primera vez que nos ocupamos de este
tema (49), son fórmulas falsas de interpretación:
-La llamada descentralización, efectuada por una desooncen­
tración,
en \ hasta
la periferia.
- Y la creación de un
órgano colectivo que a:bsorba la reso­
lución
de los problemas de todos y cada uno de los componentes de
la pluralidad allí representada.
Esa pluralidad se esfuma en la uni­
dad colegial, tanto
más cuanto más subsumida resulte aquélla en
~ y mayor competencia absorba y se atribuya el órgano colectivo
en detrimento
de las decisiones y actividad peculiares de los cuer­
pos o individuos integrantes de la pluralidad.
Ahora bien, ·

precisamente la
sociabilida:d humana no se des­
arrolla en un solo grado, en una única comunidad política tota.li­
zante. sino ,en distintos órdenes y graduaciones de comunidades
( 49) La participadón como interacción entre lo múltiple con lo uno~
en «Algo sobre temas de hoy», Madrid, Spei.ro, 1972, 'págs. · 217 y sígs.
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UBERTAD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARJEDAD
humanas. Por eso, el Estado no es una comiínidad de mdwiduos
sino una sooiedad de ,oci.edades; y, a ttavés <\e ~ )a sociabilidad
humana se desarrolla
de un modo natural y escalocadamente, sin
que las formas
má.s elevadas deban absorber. a las inferiores, sino
complementarlas para el logro de. los fines que éstas no alcan­
cen (50).
La libertad civil . y la libertad política queda.o vulneradas en
cuanto .se produce esa absorción, y ~os hom~s se ven mediatiza­
dos en su libertad de asumir sus responsabilidades personales, fa­
miliares, profesionales, locales, etc., dentro de su propia esfera,
con los
demás componentes de la comunidad concreta a la que estén
afect:oo, mientras un bien común superior no requiera -la asunción
del problema a un niveL.wcial más ,extenso o superior.
No debe olvidarse que la macroeconomía, la macropolítica, la
macrocultura, dependen de la microeconomía, la micropolltica,
la
microcultura { en términos del ámbito cuantitativo o extensivo .res­
pectivo) y aquéllas no pueden absorber éstas $in sufrir las conse­
cuencias de la asfixia que de hacerlo provocarían.
Las libertades económica, política y cultural se hallan, con eso,
en juego.
A.sí, la misma naruraJeza fundamenta el principio de subsidia­
riedad. Tanto que Hugo Tagle (51) no ha vacilado en escribir es­
tas afirmaciones: "La ignorancia y consiguiente no aplicación del
principio de
subsidiariedad y en menor medida su imperfecta apli­
cacióo,
son sinónimos de modo proporcional al aplastamiento del
hombre y de la sociedad por parte de la autoridad, sea ésta el pa­
dre de familia o la autoridad civit Si Jo antierior acontece y en
la medida
en. que acontezca, significa que una tal sociedad está
regida por
la fuerza física impuesta a los hombres como norma
ordinaria de gobierno antes que por normas de razón, pues la
violencia es la única fuerza que puede, aunque no indefinidamente,
(50) Cfr. Santo Tomás de Aquino: De regimine principum, lib. I, ca­
pítulo I, y Comentarios a /a Política de Aristóteles, proemio 6, 4.º; y. los co­
mentarios del P. Teófilo Urdanoz, o. p., loe. cit., pág. 778.
(51) Rugo Tagle, loe. cit., págs. 145 y sigs.
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
aplastar a la razón que brota ron potencia irresi.stibk de la naru­
raleza humana
!"'ta gobernar a los hombres y a los pueblos, la
que reclama libertad !"'ta acruar y lograr su plenirud."
Por eso. ha podido decir aju.stadamenre el P. Martín Broga­
rola
(52), que la subsidiariedad es un principio fuooado en la jus­
ticia; pues es injusto que el Estado haga lo que cumplidamente
pueda hacer
una entidad inferior, siendo así que cada una de éstas
tiene su propia competencia y responsabilidad conforme " su na­
ruraleza..
6.-Son incontables las múltiplles menres que forjan el orden
vital. Destruir esa participación y violar así el principio de sub­
sidiariedad implicarla la muerre de la libertad de pensar, base del
uso
de todas las demás libertades, que aswmrlan unas pocas men­
tes, que con "cultura de confección" mal alimentarían a una masa
maleable
y manipulable.
A.sí se realiza el fenómeno que se ha denominado "masificación
dirigida" (53)-
En los l"'Íses democráticos, los planes estatales de enseñanza
tienden a
formar ciudadanos llbiertos a todas las idea;i, pero caren­
tes de rigor para juzgar con profundidad los gmndes problemas, y
les deja en una vaciedad que facilita su adhesión a los ;fongan, su­
perficiales, a las convicciones sumariias y a las declaraciones estre­
pirosas y utópicas. 0m esa base, receptiva e informe, los rodios
masivos de información acumulan tal volumen de noticias de modo
que
al lector, sin tiempo ni _ pooibilidades de analizarlas rigurosa­
mente,
Je resulren decisivas las más repetidas; exploton los hechos
que juzgan aprovechables mediante los comentarios añadidos (54),
y las imágenes, en especial las difundidas por los medios audiovi-
(52) ~artín Brugarola: Entidades intermedias y representación política,
Madrid, «Inst. Est. Sindicales, Sociales y Operativos», 1970, pág. 67.
(53) Georgi Schischkoff: La masificación dirigida, Madrid, Ed. Nacio­
nal, 1968, págs. 205 y sigs.
(54) Cfr. Gustave Tribon: «La información contra la cultura», en Verbo,
43, marzo de 1966, págs. 176 y sigs.
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UBER.TAD Y PR.JNCIPIO DE SUBSIDIAR.IEDAD
suales, incitan a opinar más por sensibilidad· que por mronamien­
to (55).
. En · los Estados totalitarios no se trata de fomiar seres abiertos a
todas las ideas. sioo monoc.ordes, pero los ma.rs media juegan ron
iguales técnicas aunque con mayor facilidad por no set!es apenas
neoesario ahogar otras voces, pues éstas no tieoon acceso alguno a
los medios
de difusión que no sean c,arulestinos. De un modo u
otro, sea en las democracias occidentales o en 'los futados totalitario,,
para formar las denominadas "ronciencia colectiva" u "opinión co­
lectiva",
existen técnicos .. e,q,ettos en coofigw,arlas mediante luga­
res comune, (56) o lengua¡e funcional (57), repetidos machacona­
menre, incluso con una música adecuada, facilona y pegadiza, o en
imágenes que impresionen, hábilmente escogidas con el fin de darles
el sentido deseado
para captar y dirigir la emoción y, con ello,
condicionar la convicción. Así, como ya se ha diclio (58) "se ven­
derá centro o socialismo, como se vende Coca-cola o Jabón La­
garto". Este
hecho no se le escapó a un liberal indiscutido como Salva­
dor de Madariaga (59) y, por ,ello, trató de dejar bien diferenciados
como conceptos distintos los de democracia estddística --o "gobier­
no por la suma aritmética de los habitantes de la nación o de su
mayoría", "resultante de la composición mecánica de las fuerzas
individuales o de grupo que actóan en cada momento"-y de de­
mocracia orgánica -integrada "desde el punto de vista de la unidad
superior, como
,sería de esperar de seres razonables"-. De la pri­
mer", dioe
que parre del indicado postulado, "que, aun absurdo, es
(55) Cfr. Hugues Kéraly: «Influjo en el hombre de los medios masivos
de comunicación social», en V erpo1 145-146, mayo--junio-julio de 1976, pá­
ginas 746 y sigs., o, en La sodedad a la deriva, págs. 64 y sigs.
(56) Cfr. Jacques Ellul: L'illusion politique, París, Payot, 1965, capí­
tulo VJIJ, § II, págs. 233 y sigs.
(57) Cfr. Herbert Marcuse: L'homme unidimensionel, París, Les ed~
du Munuit, 1968, cap. 6, págs. 171 y sigs.
(58) Cfr. Rafael Gambra: El «refl'e;o condkionado» nacional, en «Roca
viva», 153, septiembre de 1980, pág. 387.
(59) Salvador de Madariaga: AnarquJa o Jerarquia, Madrid-, Aguilar,
1934; cfr. 3.if ed., 1972, págs. 109 y sigs.
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JlJAN. V ALLET DE GOYTISOLO
la base del funcionamiento y del pensamiento de. nuestras demQ!:ra­
cias", y "basta para explicar la crisis porque atraviesan". Señala
que, "por ejemplo, eJpleblscitx> que encontmmos en el origen de
casi todas las dittiadums, como una especie de bautismo popu:la,, no
es más que la reduq:ión al absurdo del sufr.agio universal", "una
caricature de la dempcracia. Descansa sobte la masa y no .sobre la
nación organizada". Y, más adelaote (60), reconoce que, "en tod•s
las democracias, las elecciones llamadas por sufragio directo, salvo
excepciones sin importancia, son siempre elecciones de segundo
grado; el primer gr.do Jo constituye la. elección seoreta de los par­
tidos,
y el segundo, la elección pública de los diputados por los
electores. Pero, los electores no eligen a quien quieren, sino a quien
pueden, y su elección tiene que limitarse al reducido mugen de se­
lección que da la liS1Ja de loo caindidatos", siendo así que "el pri-.
mer grado de la elección se . hace por gente parcial e irresponsa­
ble". "Todos
•sabemos a qué de.scrédiro ha llevado este sistema a los
Parlameotos. En lugar de estas prácticas espúreas e insinceras -pro­
pone-, el Estado moderno limitará la función del elecror al área
de
su obse.rvación directa, es decir, al distrito municipal." Así:
"Los concejales formarían el cuerpo electoral para la diputación
regional, y los diputados regionales eligirfan el Parlamento, que,
a su ,vez, elegiría el Gobierno."
lo cierto es que, tanto con dictaduras como con democracias
de sufragio directo ocurre que la libertad política y la !ibe!rtad ci­
v11, y con ellas, la misma libertad de pensar, han ido mutilándose
a
medida que han ido siendo asumidas por el Estado aquellas fun­
ciones y atribuciones que orgánicamente competen a la pluralidad
de comu'nidades y asociaciones humanas.
Por aparente paradoja, ese aniquilamiento de las libertades, in­
cluida la de pensar libremente, dimana, en el fondo, como fruto
amargo, del desarrollo del pensamiento humaoo liberado de toda
dependencia de ia 'revelación divina y del orden. de la narura!eza,
ínsito por el Creador eo su obra creadora, y, en máximo grado,
como consecuencia de que la propia mente humana, así liberada,
(60) lbíd., págs. 149 y sigs,
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LIBERTAD Y PRJNCIPIO DE SUBSIDIARJEDAD
asume la función de construir un mundo mejor a través de la acción
política.
El giro copernicano de Kant implicó que no fueran nuestras
ideas las que
se adecuaran a las cosas, sino éstas a aquéllas ; paso tras
el
cual Fichte puso en escena al Ego, voluntad que crea el mundo
del sentido y
el entendimiento como sustitutivo de una realidad,
que estima de otro modo ininteligible,
que r,emodela la Una-füerna­
Voluntad Infinita, constituida por el producto de las voluntades
individus!les, creando el mundo ·en nuestras· mentes y por nuestras
mentes; y Hegel transfiguró en la actwtlización progresiva de la
Idea en la Historia univ,ersa.l con el nriunfo de la Razón, 11SUIDida
por el Estado (61). ne· tal modo que Marx pudo cursar el mensaje
de que ya no se trata de conocer el mundo -sino de carnbia:rlo, y
de
ofrecer, a ese fin, las leyes de la dialéctica d tórico y el
m,,todo revolucionario para exaee'Jlbar y explotar todas
las contradideiones. de las que Lenin perfeccionarla su fuerza des­
tructiva (62).
Para esa recreación del mundo
por el hombre, se requiere una
operatividad que el Estado asume, empleando la., técnicas de do­
minación que lo~ avance~ de las ciencias experimentales le ofrecen.
Los resultados . a que coruluce ese camino ~n el tatalit,,,.ismo
estatal y !a masificaci6n, que resulta!) inevitables ( 63):
- Si la res cogitans no es una __ emanación producida por una
inreraa:ión .activa de todas las mentes humanas -----cada una en su
función-y sin perder contacto con la realidad, sino que tan sólo
(61) Cfr. Michel Federico Sciácca: Estudfos sobre filosofía m~derna,
IV paite, 111, cfr. Vers. españOla~ Barcelona, Ed. L. Miracle, 1966, pági­
nas 3 50 y sigs.
( 62) Cfr. Jean Madiran: La practique-de la· dialectiq,ue, en «La vieilles­
se
du monde. Essai sur le _commu_nismei,>, cfr. ed. Jaez~, Domi1;1ique Mar­
tín Morin, 1975, págs.
82 y sigs.
( 63) -CTr. ia se~da edición -en ~asiellano de nue~tro libro Úeologiá,
praxis y mito de la /ecnocracia, Madrid, Ed. Moñtecorvó, 1975, Y nuestra
citada comunicación Técnica y desarrollo político, III, loe. cit., págs. 125
y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLÓ
dimana de la mente de. ·quien o quienes) crin suficiente poder, con­
siguen imponer ·su propia racionalización ...
- Y si la res extem", el mundo objeto de traasform,aci6n o
recreación,·
comprende toda !a sociedad, e incluye la masa an6nima
y amorfa de individuos, teóricamente iguales sobre la que opera
aquella racionalización social, amsisrente en el progreso de la ho0
mogeneización, ,en la liberación de las viejas atad,,,-as y en el paso
del estado de necesidad a la ,uperación de todas las n.ecesidades ...
Naturalmente, ·esa homogenización y esta Ncionalización libe­
radora, forj.a&.s en las mientes directivas, masificarán a los súb­
ditos, cosificados por dicha operatividad; y sus viejas ataduras se­
rán sustituidas por las que imponga la dominación del Estado para
construir estas realizaciones.
Surgen así unas nue,,as servidumbres, de cuya "necesidad" tam­
bién sentimos el
sempiterno deseo de. liberarnos.
Georges Pompidou ( 64) se dio perfecta cuenta de que al mis­
mo tiempo que se instaura en las costumbres y en los espíritus
"una especie de anarquía, el hombre se encuentra dotado, a causa
de los descubrimientos científicos, de un poder de acción sobre
los elemenros, ciertamentlfl, pero también sobre el hombre; poder
absolutamente nuevo
y desmesurado. El sabio, el ingeniero, el tec­
nócraoa, disponen de medios colosales. Esos medios. en Jo esencial,
se concentran en !,as manos de un Estado y de una administración
que encuadran a 1os individuos, los colocan en fichas perforadas,
los d,,;ignatán mañana por un número [¿no se está haciendo ya
en las computadoras aJ servicio del Fisco?}, determinando la pro­
gresión
del nivel de vida, las actividades deseables y su reparto
geográfico, tomando a su cargo la. educación, la instrucción, la
formación profesional, muy pronto el
deber y el derecho a la pro­
creación, y la duración
del trabajo y del ocio, la edad del retiro,
las
condiciones de la vejez, el tratamiento de las enfermedades" ...
y -añadimos aún-mañana la dcisión de los transplootes de ór­
gano•
de los accidenoados y de la muerte, duiloe y si:n sobresaltns,
de ancianos e incurab\es.
(64) Georges Pompidou: El nudo gordiano, págs. 158 y sigs,
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LIBERTAD Y PRJNCIP/0 DE SUBSIDIARIBDAD
7-La preocupación ante la absorción de todas nuestras liber­
tades
por el totalitarismo coleetivizador, sea socia.lista o te<)!lOCtá­
tico, QO es cosa nueva. Y el proceso que desde el liberalismo indi­
vidwtlista y la democracia rousseauniana ha conducido hacia ella,
también había sido previsto
por hombres de muy diversas menta­
lidades, citándose especialmente las advertencias de Burke (65) y
Tocqueville (66).
Como remedio se viene proponiendo
el respaldo de cuerpú>
intennedios entre el individuo y el Estado, ya sean cuerpos socia­
les básicos o asociaciones voluntarias. Pero estas propuestas se han
efectuado y siguen formulándose desde las más diferentes perspec­
tivas, por personas de muy distintas ideologías y articulándolas di­
versamente en el ámblro político.
Estudiarlo
se sale fuera del tema de esta ponencia. Sin embar­
go, creemos ~io observar panorámicamenre esta diversidad,
tratando de poner cierto orden en nuestra percepción de ella ( 66 bis).
Y, así, lo más brevemente posible, intentaremos efectuarlo.
a) Desde un punto de vista fil tinguir a aquellos autores que f11ndáf1UJntan en el orden de la nat11-
raleza la organización social, que comenzando en la familia se des­
arrolla
ha.sta la comtitución dol Estado e, incluso, de la comunidad
internacional
(67), de aquellos otros que niegan la existencia de ere
(65) Edmund Burke: Reflexiones ,obre la revolución francesa, cfr. ver­
sión española, Madrid, I. E. P., 1974, pa.rte II, págs. 436 y sigs., páginas
469 y sigs., y págs. 489 y sigs. ·
( 66) Alexis de Tocqueville: De la demócratie en Amerique1 ed. diri­
gida por J. R. P. Mayer, París, Gallimard, 1961, vol. 11, lib. III, cap. VII,
págs. 328 y sigs.
(66 bis) Cfr. nuestro estudio Diver..ras perspectivas de las opriones a
favor· de los cuerpos i'ntermedio-s, en «Verbó», 193-194, marzo-abril-1981,
págs. 302
a 332, doO.de lo examinamos más ampliamente.
· (."67) Esta e5 la posición tradicional, que ·veníos 'claramente expresada
pór Donoso· Cortés: EnstJyo sobre el caiolicismo, el liberalismo· y el soda:
lismo,
cap. III; cfr. en «Obras completas», Madrid, B. A. C., 1970, pág. 521.
Eh ese niismo sentido se ha dicho que ·se trata de :«una· interpretación leal
de la naturaleza», por Josep Torras y Bages: La ti-adició catalana, 'cfr. se­
gunda edición, Vic., Estampa
de la Vda. de Ramón Anglada, 1906, pági-
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/UAN V ALLET DE GOYTISOW
orden, y que exclusivamente en los pactos basan la creación de
dicha organización, como Proudbon (68) y Pi y Marg,,11 (69), o
bien la hiacen depender die la voluntad descentralizadora del propio
Estiado del que dimana y depende todo el otden político (70).
b) Algunos autores han enfocado el tema en el ámbito jurí­
dico, trues como Hauriou (71), Le Fur (72), Roubier (73), S..va­
tier (74), tal como antes io 1"'bía enfocad.o ,la escuela jw:ídica ca­
talana con Falguera (75) y Durán y Bas (76), entre sus más des­
tacados adalides.
na 144. No es sino la secular posmon católica, inspirada en Santo To­
más de Aquino; pero también lo expresa el teólogo calvinista Emil Brun­
ner,
al afirmar de esa jerarquía social que «es el orden de la Creación».
LA Justicia1 trad. de Luis Recassens Siches, México, Centro de Estudios Fi­
losóficos
de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1961, capítulo
XVI,
págs. 167 y sigs.
(68) Proudhon, antología de textos recogidos por J. Muglioni en el
vol. Justice et Liberté, París, P. U. F., 1962, págs. 206 y sigs., citados
por
Legaz Lacambra: Filosofla del Pactismo, en «El Pactismo en la Histo­
ria de Espafia», Madrid, Instituto de España, 1980, págs. 42 y sigs.
(69) Francisco Pi
y Margall: Las nacionalidades, en especial libro II,
cap. I
y apéndice V; cfr. ed. Madrid, Mundo Latino, 1929, págs. 115 y
siguientes y 441 y sigs.
(70) Ha sido esta la posición fascista, patente en los textos de Benito
Musolini: El Estado Corporativo, 2.!! ed., l. S. I., Salamanca; cfr., especial­
mente, págs. 7 y sigs.
(71) Maurice Haurion: La science sociale lradiccionelle, pág. 370 (cita
de Paul Roubier: Theorie Générdle du Droit, 2.!! ed., París, Sirey, 1951,
pág. 282). Or. también «Archiv. de Philosophie du Droit de Sociologie
Juridique»,
1935, 1-2, pág. 293.
(72) Le Fux: Du droit individue/ au droit Jocial, en «Arch. Ph. du
Dr. et de Soc. Jur.», 1931, 3-4, pág. 307.
(73) Paul Rouhier, op. cit., núm. 32, pág. 283.
(74) René Savatier: Du droit civil au droit public, cap. I, cfr. 2.1 ed.,
París, LLibr, Grale. de Droit
et Jurisprudence, 1950, págs. 6 y sigs.
(75) Félix María de Falguera: Conferenda.r de Derecho catalán, Con­
ferencia primera, afio 1870; Barcelona; Impr. Luis Tasso, 1889, págs. 13
y sigs.
(76) Manuel Durán y Bas: Memoria de las lnstitucioÍzes del Derecho
Civil de Cataluña, prólogo, Barcelona, Jmpr, Casa Carida~, 1883, páginas
xc ·y sigs.
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UBERTAD Y PRJNCIP/0 DE SUBSIDIARJEDAD
e) Otro• lo han contemplado en su aspecto sociológico, pero
con una vai01'aci6n ética o maral, como es el aiso de Johannes
Mes.sner (77) y, entre los ,ictulli!es, el de Robert Nisbet (78).
d) Modernamente también ha sido enfocado cientlficinnente
corno han hecho Rueff (79), basándose en los modernos hallazgos
de
la física cuántica, y Levy Straus.s (80) desde la emologla
e) Algunos lo han circunscrito al campo de la economía-po-
1/tica, bien pretendiendo hacer de ésta la única perspectiva válida,
como Proudhon (81), o bioo limitáru:lose al exrunen de este aspecto
sin ocuparse de los demás o nratando de efecruar corno un injerto
de organización económica en el régimen político, atomístico o
totalitario, que impera allí donde se intente (82).
f) La per;spectiva politioa ha sido enfocada desde rnuy divel'­
sos ángulos, que brevemente repasaremos.
1) Uno elevado, y por ello genérico, que expone los princi­
pios generales y propone su aplicación, sin opciones políticas con­
cretas. Es el caso de la doctrina pontificia, el de la Escuela socia/­
católica, tanto la iniciativa po.r escritores de l' Association Catholique,
que más tarde formuló el manifiesto de 1887 propugnando la
organización por asociaciones
(83 ), come, la de la escuela de Ma.
Unas, que relact6 los Códigos poUtico y social de este nombre {84).
(77) Johannes Messner: La cuestión social, vers. en castellano, Ma·
drid, Rialp, 1960, § 126, págs. 459 y sigs.
(78) Robert Nisbet: La restauradón de la aut01'idad, I, en «Revista
dc." Occidente», 3.!-época, núms. 20-21, junio-julio de 19i77, págs. 40 y
siguientes, y 11, en «Revista de Occidente», núms. 22-23, agosto-septiembre
de 1977, págs, 36 y sigs.
(79) Jacques Rueff: Les Dieux et les Rois, París, ed. Hachette, 1968,
l.ª parte, cap. 1,3, págs. 33 y sigs.
(80) Claude Lévi-Straus: L'ideologie marxhté, comuniste el totalitaire
n'est qu'une ruse de l'histoire, «entretien» con Jean-Marie Benoist, en «Le
Monde» del 21-22 de febrero de 1979.
(81) Cfr., supra, nota SS.
( 82) Es el caso, en general, de la E-scuela Social Católica. Cfr. el libro
de Joaquín
Azpiazu, S. l.: El Estado corporativo, Madrid, Ed. Ra:z6n y Fe,
1934, cap. IX, § 1, pigs. 141 y sigs.
(83) Cfr. en el texto citado en la nota anterior.
(84) Cfr. en el libro de José María Garda Escudero: Los principios
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JUAN V ALLEI DE GOYTlSOLO
Denoro de esa línea del magisterio odinaJ:io de l:a dootrina pon­
tificia, podemos situar
las enseñanzas y _la acción de nuestros ami­
gos del Offke lnternational, ya desde 'SU período inicial de La C#é
Cath6lique.
2) La perspectiva tradicional que sigue la línea de la tradi­
ción de la civiliZBción cristiana, contrapuesta tantQ :>l absolutismo
surgido con el Renacimiento como ad liberalismo de las luces y al
colectivismo socialista, han sido la expuesta en España desde el
mercedario Magín Ferrer (85), por los pensadores carlistas que
han tenido en Vázquez de
Mella (86) su máximo expositor, y tam­
bién, por los hombres de Acción Española (87), y, que en Francia
la han representado el Marqués de Latour du Pin
(88), Charles Be­
noist (88), Cha de solidaridad· y de subsidiariedad, como postulados de la polítfra .rocial,
Madrid, 1960.
(85) . Fray-Magín Ferrer: Las leyes fundamentales de la monarquia es­
pañola, según fueron antiguamente . y seg.ún conviene que sean en la época
actua/1 Barcelona, Impr. y Libr. de Pablo Riera, 1843; cfr. especialmente
2.ª parte, cap. III, núms. 57, 66 y 72, en el poi. II, págs. 77 y sigs., 91
y 94.
(86) Vázquez de Mella: Regionalismo y Monarquia, selección de dis­
cursos con estudio preliminar
de Santiago Galindo Herrero, Madrid, Rialp,
1957. La posición carlista se halla tambiéf?-expresada por Francisco Elías
de Tejada: La monarquia tradicional, Madrid, Rialp, 1954; por Rafael
Gambra:
La monarqufa social y representativa en el pensamiento tradicional,
cfr. 2.• ed., Org, Sala Ed., 1973, caps, VI, VII, VIII y XIX, págs. 79 y
sigufo.ntes. Cfr. también el manual de Verbo, 55, págs. 361 y sigs., y sin­
tetizada
por los mismos Ellas de Tejada y Gambra y Francisco Pu.y en el
manual Qué es el carlismo, Madrid, Escelicer, 1971, en especial, núm. 7,
págs. 111 y sigs., y núm. 9, págs. 143 y sigs.
(87) Cfr. Víctor Pradera: El Estado nuevo, cfr. 3.! ed., Madrid, Cultura
Española, 1941.
(88) Marqués de la Tour du Pin: Hacia un orden soda/ cristiano,
dr. ed. en castellano, Madrid, Cultura Española, 1936.
( 89) Charles Benoist: Las leyes de la política1 versión española, Ma­
drid, Cultura Española, 1941, cap. XV, págs. 245 y sigs.
(90) Charles Maurras: La encuesta sobre la monarquia, libro I; con­
frontar edición española, Madrid, Cultura Espafiola, 1935, pág. 213,
donde
recoge el lema «Un César con fueros», expresión que recordó en Vers /'Es-
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UBERT AD Y PRINCIPIO-DE SUBSIDIARIEDAD
el poder político, representado por. el rey, y el poder social, · que
corresponde
hl entramado de ·lo,s cuerpos sociales que, en el ámbi­
to de su respectiva. competencia, limitan el de aquél.
3) Próxima a esta dirección fue la regfonalista c(lfa/ana de
fines del dglo pasado y comienzos de ésta, iniciadla por Torras y
Bages (91) y que Plat de la Riba (92) y Cambó (93) sostuvieron,
en
el Parlamento, donde coincidieron en. muchas. cuestiones con
Vázquez de Mella (94). Más alejado, en algunos aspectos, .se baila
el federalismo, rambién histórico, de Romaní y Puigdengoles (95).
4) Contrapuesta es la posición anarquista que absorbe lo po­
lítico por Io económico . en una po,rura nominalista basada .sólo ert
los pactas, que anres hemo,s observa.do en Proudhon (96), e inte­
grada en cuerpos internamente no jenmiuizados sino igualitarios,
5)
En la línea liberal, iniciada por Bnrke y Tocqueville, pode­
mos situar a Salvador de Madariaga (97)
y más recientemente a Ro­
bert Nisbet (98).
pagne de Franrn, París, Ed. du Libre Mo.deme, 1943, pág. 190, texto que
puede confrontarse traducido en
Verbo~ 1'0, diciembre de 1976, Charles
Maurras y Cataluña {algunos textos de Vers J'Espagne de Franco), pági­
na 1.418.
(91) Torras y Bages, op, cit., cfr., al respecto, nuestro estudio Torras
y Bages y La tradició catalana, en «Cristiandad», núm. 565, págs, 50 y si­
guientes,
y núm. 566, págs. 82 y sigs.
(92) Enrique Prat de la Riba: -El sufragio universal inorgánico y el
sufragio
universal corporativo, en «Rev. Jurídica de Cataluña», I, 1895, pá­
ginas 3 70 y sigs.
(93) Cfr. el libro de Jesús Pavón: Cambó, vol. I, cap. VI, pág. 290,
y, al final de nuestro estudio citado en «Cristiandad», 566, núms, 20 y 21,
págs. 85 y sigs., y núms. 24 y 25, págs. 91 y sigs.
(94) Vázquez de Mella: Discurso en el Parlamento del 18 de junio
de
1907, vol. cit., págs. 50 y sigs., y Dbc11rso en el Congre.tQ del 30 de
¡,mio de 1916, págs. 178 y sigs., págs. 178 y sigs., y 222.
(95) Romanl y Puigdengoles: El fetlera/ismo en España, Barcelona, 1869,
y Breves ref-/extQnes sobre los fuerós civiles en España, Barcelona, Imp. de
la Vda. -e hijos de J. Subirana, 1878.
(96) Cfr., supra, nota 68.
(97) Salvador de Madariaga, op. cit., págs. 109-156, 192-195 y 237-264.
(98) Rohert Nisbert: La restauración de la autOt'idaJ, I, en «Revista de
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/UAN V ALLET DE GOYTISOLO
6) Existe, también, una linea cristiano-Jemócrata, iniciada por
Lamennais y que siguió Mate Sagnier, según e,q,uso éste en sus car­
tas aJ director de L'Acción Franfaise (99), Hoy, partiendo de la
concepción
personalistll y comu,nitllria de Jacques Ma.rüain, e!l pro­
fesor Lino Rodríguez-Arias Bust:amanre (100) fo, defendido la agru­
pación
voluntllria. de las per.sonas en instituciones y su integración
en romunidades, que le presten protoo:ión y otorguen libertad, pata
evitar que ottos individuos o el Estlldo consigan su optesión. Pro­
pone
para ello (101 ), con Giuseppe Capograssi (102), una redistri­
bución
de la autoridad púl:ilica para que sea ejercitada por las fuer­
,... sociales y locales; de acuerdo oon Luigi Zampetti (103), que
cada partido político se someta a un nuevo método ¡,arn seleccionar
a sus dirigentes partiendo
de 1a oooiedad civil, y, en este punto en
discrepancia oon estre ~timo autor (104), que se sitúe una Cámara
de Trabajo al lado de la Cámara polltica.
7) Como réplica a la "contestación" nihilista del mayo rojo
f.rancés de 1968, pero recogiendo en parte sus críticas al socialismo
apoyado centtialmente en el Estado y el Partido, el sector socia!iS!ll
francés del CERES propugna ooa autogestión empresaxiaJ, la má­
xima
atribución de funciones a fos municipios y a las regiones,
Occidente», 3.A época, nWD.S. 20-21, junio-julio de 1977, págs, 40 y sigs., y II, en «Revista de Occidente», nú. 22-23, agosto-septiembre de 1977, pá­ginas 36 y sigs.
(99) Cfr. esta carta de Marc Sagnier reproducida en Le di/eme de Marc Sagni-er, de Charles Maurras, en el libro de éste: La religion democratique, ed. París, Nouvelles Eds. Latines, 1978, págs, 43 y sigs., reproducida en la misma obra de Maurras, págs. 79 y sigs.
(100) Lino Rodríguez Arias Bustamante: /acques Maritain y la .iode­dt:td comunitaria, 9, Caracas, Monte Avila Eds., 1980, pág. 156. (101) Ibíd., pág. 157.
(102) Giuseppe Capograssi:
Opere, I, Milán, Guiffre, 1959, págs, 461 y sigs.
(103) Luigi Zampetti: La participazione dei cittadini al potere politka, en «Sodeta civile e participa2ione política», Milán, Guiffré, 1970, pág. 10, y Democracia y poder de los partido.r, Madrid, Ed. Iberoamericanas, 1970, pá­ginas 57, 81, 166 y 175; citas, como la de la nota anterior, de Rodríguez
Arias.
(104) Lino Rodríguez Arias B., op. cit., 7, pág. 10~.
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UBERT AD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD
descargando de ellas al Esnado, y la introducción de la demoo:acia
d:ireota en las asambleas de tirabajadores y a las de ba«io (105). Lo
que recuerda bastante a los soviets que fracasaron tras la revolución
rusa y con los que Lenin terminó, es decir, a lo que no ha sido sino
'una fase revolucionada superada por la propia revolución, y no
sólo en Rusia.
8) Y tenemos, en fin, la vía que podríamos denominar autori~
taria, representada por el jflscismo italiano (106), el corp01'ativismo
portugués (107) y la denominada democr,.cia orgJnk" de la época
de
Franco en E,paña (108).
Lo cierro es que la historia má.s reciente ha mostrado que fos
regímenes dictatoriales, incluso los que se han autodenominado cor­
porativos u orgánicos, no han permitido el desarcollo de un ver­
dadero régimen de cuerpos intermedios, pues los han mediatizado
y falseado. Pero, también la misma hi9t0ria nos h,. venido ense­
fiando que los sistemas eu los cua,les 1a democracia venía funcio­
nando mejor, gracias al influjo de los
cuerpos sociales básicos y de
las asociaciones voluntaria• obedientes a un fin mmrnt se han .de­
teriorado poco a poco ( excepto en Suiza por ahora), como se ob­
serva eu Inglaterra y muy especialmente eu los Es,ados Unidos de
América (
109). Su sistema electoral, con la c005ideración de que el
Parlamento elegido por sufragio univ>ersal representa al puebfo, ha
venido afectando a los cuerpos intermedios_ que han alterado su sig-
(105) Cfr. Yves Durrieu: Conlestation et autogestion, en «Le Monde»,
8 de dieciembre de 1978.
(106) Cfr., supra, nota 70.
(107) Acerca de la «solución perdida» en el corporativismo portugués,
cfr. Luis de Sena Esteves: «Panorama de Portugal», en Verbo, 137-138, agosto­
septiembre-octubre de
1975, págs. 1.020 y sigs.
(108) La falsificación de nuestro régimen orgánico lo hemos comen­
tado con ocasión del expectáculo dado por las Cortes el 20 de noviembre
de 1976, al votar afirmativamente por la reforma política, Del rarisma a la
democracia, cfr. en Más sobre temttS de hoy, págs. 197 y sigs.
(109) Thomas Molnar: Le modele défiguré, L'Amerique de Tocqueville
a Carter, París, en «Presses Universitaires de France», 1978; cfr. nuestra ex­
tensa reseña de esta importantísima obra en Verbo, 179-180, noviembre-di­
ciembre de 1979, págs. 1.023 y sigs.
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/UAN V A!LET DE GOYT!SOLO
nificado y perdido su fuerza .o se han conV'ertldo en grupos de pre­
sión, en nanto que los individuo.> se han masificado progresivamente.
S. El principio de subsidiariedaá resulr.a precisamente la paur.a
de las justa., · Jibert'ades civiles, socirues y políticas, en cuanto cons­
tituye la clave neoesaria para la· buena ordenación y articulación de
Jos cuerpos l!Ociales y para va:lora,: debidamente las asociaciones· vo­
Iuótarias, evitando que se aparten de su función integradora-Y so­
clalmente benéfica, o que la desvirtúen.
Fue Aristóteles (110) quien hizo notar que la casa y la ciudad
deben
ser "unir.arias", en cierto sentido, pero no en absolutq, como
"'si la sitnfonía se convirtiese en homogonía:, o el ritmo en sólo pie".
Santo Tomás de Aquino (111) lo formuló 'lúcidamente.
-"El hornbre es por su propia narumleza un animal social y
político que vive en comunidad, en mucho mayor grado que los
otros oo:imales, lo cual muestt'a el carácter oarurnl de esta nece­
sidad."
Un solo hombre "no podría por sí mismo asegurarse los me­
dios
necesa,:ios pa,ra vivir", ni logtlar el conocimiento de las oo.,as
necesaria que "no es posible que un solo hombre alcance por su
propia razón" ... Le es, pues, necesario vivir en comunidad a fin
de
ser."
-"Las comunidades humanas son de difurent1es grados y ór­
denes
y la más elevada de ellas es la comunidad civil, ordenada para
ser de por sí suficiente a la vida humana, por lo cual es la más
perfecta." Así:
"Una sola familia en una sola casa, se bastará para satisfacer
bastantes necesidades vitales como, por ejemplo, las relativas a actos
naturales de nutrición, generación y otras funciones de ese género."
Otro orden más complejo lo forma "la unión de va lfas con el fin die sati~facer las neoesidades que se sitúan más allá
(110) Aristóteles: Política, lib. 11, 5 1263 b. (;fr., también, lib. !, 1252 b,
i11fine, donde advierte que «toda ciudad es por naturaleza si lo son las co­
munidades ·primeras; porque la dudad es el fin de ellas, y la naturaleza es
fin».
{111) Santo Tomás de Aquino: De regimen_e principum, lib. I, cap. l.
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LIBERTAD Y PRJNCIPIO DB SUBSIDIARIEDAD
de la simple necesidad: se contempla entonces la constitución de
pueblos •.. ".
Como dice el P.
Unlanoz (112), la sociedlad política "se super­
esrructum s0bre otras sociedades infieriores y natw'.ales, al menns
genéricamente, como familias, municipios) sindkla.tos, etc-~ a los que
Tui sociedad civil viene a completa,r. Por Jo mismo debe respetar
las ordenaciones de los individuos a esos bienes comunes inferio­
res, con
los derechos nlaturales inhermres a los mismos, a la vida
familiar, de asociación, etc. La ordenación, pu-es, dre los individuos
al bien común socio,l no significa 1a absorción de toda.s sus acti­
vidades, sino el respetO pu:a esas primeras sociedades, las cuales
ya limitan "8Í el pod.,. del E.srado y la funci6n supletoria r perfev­
tivd
de las IDÍSDll!S. Es el llamado principio de subsklúwielk,d".
El fin común, que constituye el · bien común de cada comunidad,
las integra, sin mengua del respeto de los fines que ya cumplen las co­
munidades menos amplias o fos individuos por sí solos.
:Esta perspectiv,a está clllita en Torras y Bages (113) como "una
interpretación leal de la naturnleza". Y también en Emil Brun­
ner (114),
cuando expresa que "la construcción justa de las orde­
naciones e instituciones" es "la construcción desde abajo hacia arri­
ba Esto es el orden de la Creación" ; y así la familia "precede
al Estado en cuanto a derechos", y entre aquélla y éste "existe,
por el orden de la Creación, una
serie de miembros intermedios
que tienen todos, fundamentalmente, precedencia sobre

el Estado;
a
s,ber: rodas aquellas formas de comunidad que son n.ecesaria­
mente partes integrantes
de la vida humana".
Por eso, dijimos (115),
y repetimos insistententemente que los
cuerpos intermedio,, han de brotar romo las plantas, de abajo arri­
ba1 y no, al revés, descolgarse de arriba abajo, dominadas ya sea
por (112) P, Teófi!o Urdano,, O. P., loe. cit., pág, 778.
(113) Torras y Bages, op. cit., pág. ·144.
(114) Emil Brunner, ofr. cit., cap. XVI, págs. 167 y sigs.
(115)
La c,-isis del derecho, en «Rev. Gral. de Leg. y Jur.», CX, primer
trimestre de 1962, págs. 19'8 y sigs,
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JUAN VALLET DE GOYTISOLO
riores; pues las comunidades intermedias no deben confundi las ·simp1.es sucursales del poder dominante.
Esto nos hace descartar como posible solución P""' garantizar
las jU5tas libertades, la institueión de entidades que -romo ya ad­
virtió Prat de la Riba (116)-; son "creación arhitratia del Estado,
núcleos tan artificiales como la,; banderías y los partidos, corpora­
cion falta el elemento primero y más esencial: la vida, la autono~ el
ahna .. ,".
Vázquez de Mella (117) empleó reireradamrote imágenes ex­
presivas del carácter ascendente de lo que él denominaba sobeta­
nia social, conwponiéndola al carácter descendente de la sobera­
nia política, y resaltando el ekGto dañino que se produce cuando
aquélla es invadida por ésta. Consideró (118) la roboran.,_ socirul
"como naciendo y brotando del .mianantlal de la familia pot una
.serie jetárquica oscendente y doble de corpotaciones, unas deriva­
tivos, como la escuela, la Urtivetsidad y, en cietto modo, fas cor­
poraciones económiclas; otras, compl~, como la comarca
--,( ... )-y la región", "que no brotan de al'Iiba, ni nacen por
merced
ni concesión del Esoado, sino que brotan y ruicen de la
primera unidad social", que "se despliega en una serie de autori­
dades iguales en cada grado de la jerarquía, en cada peldaño de
ella, que termina en una variedad de sociedades completas, como
las regiones".
(116) E. Prat de la Riba, loe. cit., págs. 373 y sigs.
(117) Juan Vázquez de Mella: Discurso en el Parlamento del 18 de
j,1/io de 1907, dr. loe. cit., pág. 69, expresa el carácter tiránico de la absor­
ción por el Estado de las atribucioines sociales con las imágenes de una
planta invertida con las raíces arriba y las hojas abajo y del surtidor que
abajo, de las entrañas del pueblo, cae desde lo alto en forma de leyes, re­
glamentos, etc.; Discurso en el Congreso de 30 de junio de 1916, en que
repite la imagen del surtidor, dr. vol. cit., págs. 182 y sigs.; Discurso en
Covadonga del 26 de octubre de 1916, en que repite la imagen de la planta
invertida, cfr. loe. cit., pág. 234.,
(118) Vázquez de Mella: Discurso en el Congreso del 17 de junio de
1914, loe. cit., pág. 334.
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LIBERTAD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIARJEDAD
De ahí la ront el sistema de instituciones polírioas aforadas, que "engendra un am­
biente
de libertad e interés, de amor a lo propio y colaboración",
que mantiene en sus lúnine.s naturales a la organización esraral y
difunde y vitaliza las asociaciones puramente sociales; y, de otra
parte, el sistema
de "proliferación artificial de organismos oficia­
les",
en un "estéril y ruinoso tira. del presupuesto nacional", en
que "rodo orga,n:ismo es delegado del poder oentral"; por lo cual,
"ni puede representar nada, ni tampoco limitar el poder", pues
"el
funciona.río no representa rosa alguna ajena al propio Esrado",
y esos organismos "son asuntos del servicio para cuyo conocimiento
basra un sistema de inspeoción".
9.
El principio de subsidiariedad nos amplía también la pers­
pectiva suficien11emenre po.ra comp:,,nder lo que Gambra (110) ha
denominado "doarim de la espirittiafüación y superposición de
vínculos
naciorui:les". Conforme ésta, "el prooeso de integración
habría
de permaneoer siempre abierto", has1la "la unidad superior
y última de la catolicidad, libre ya de toda modalidad humana"; a
la que debe conducir "no la imposición de una parte, sino una libre
integración o fu:leroción visra por todos los pueblos romo cosa
propia
y qne para nada mararfa las anteriores esttuctu.oas pol!ticas
nacionales", en "proceso semejante al que España condujo a la
unidad nacional".
Esra
perspectiva, por encima de la región, le resultó, a veces,
algo difusa para Torras y Bages, tal vez al no acompañarle el senti­
mienro hacia
las niveles má.s elevados, pues, a ¡,es,t de que ran
lúcidamente observase los niveles
inferiores, desde la fumilia a la
región, la visión se le diluía a partir de é.sra {121).
Pero, t\unbién pierden, además, la perspocti""' de los niveles
(119) Rafael Gambra: La monarq11ia social y representativa en el pen­
samiento
tradicional, Madrid, Rialp, 1953. Cfr. segunda edición, Madrid,
Org. Sala Ed., 1973, cap. VI, págs. 96 y sigs., y 106 y sig,s.
(120) R. Gambra, op. y cap. VII, pág. 112.
(121)
Cfr. nuestro estudio Torras y Bages y la tradicM c-Malana, IV, nú­
meros
22 y sigs., en «Cristiandad», 566, págs. 87 y sigs.
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fUAN V ALLET DE GOYTISOLO
por debajo del regional, o nacional totlt court, las actuales naciorui­
lismos
y regionialismos, pues su federali.smo no contempla sino al·
Estado y a las regiones o nacionalidades federadas, con olvido de
que, pot debajo de ellas, no h~y tan ·sólo una suma numérica de
individuos. amorfos, allí avecindados, sino
comarcas, municipios, cor­
po:rucion::-s y familias.
En eso se diferencian los federalismos post-revolucionarios de
los verdaderos federalismos tradicionales, estructurados desde la
fa­
milia., el municipio y la comarca. de una parte, y con las institu­
ciones gremiales de otra, que también conf;ufan ,en el municipio
o ,en la comarca.
Este es cl concepto al que Torras y Bages (122) y, más n>rde
Vázquez de Mella (123). denominaron region,./ismo, y ésne también
fuerismo (124), que Maurras (125) calificó de descentralizaci6n y,
que Emil Brunner (126) y Gambra (127), han llamado federahsmo,
éste calificándolo -'--Como asimismo Mella-de hist6rico, y, 11,a­
mándolo también foralismo o sistema foral (128). Con esas, diver­
sas denominaciones, en un común concepto, expresan lo que es pro­
ducto de la natural sociabilidad del hombre que, según el propio
Gambra
(129), está "forjado en la historia, impregnado de tradi­
ción
y creador de institucionesª.
Ellas de Tejada (130) ha e,cpli pano "los fueros suponen
doo cosas: barrera y caoce. Barrera de-
(122) Torras y Bages, op, cit., págs. 70 y sigs., 99 y 114 y sigs.
(123)
Vázquez de Mella: DiscMrso en Covadonga del 26 de ocJ11bre de
1976, loe. cit., pág. 238.
(124) Ihíd.:
Discurso· en el Parlamento del 23 de abril de 1894, loe.
cit,, pág. 38,, en que emplea indistintamente regionalismo, fuerismo y federa,.
lismo histórico, en oposición al defendido por Pi y Margall.
(125) Charles Maurras: Au signe de Fh>re, «Oeuvres Representatives»,
1931, recogido
en «De la politique naturelle au nationalisme integral», París,
Libt.
Ph. J. Urin, 1972, pág. 45.
950 (126)
E. Brun.oer, op. cit., -cap. XVL,
pág. 167.
(127)
R. Gambra, op. cit., cap. VI, pág. 91.
(128) Ib/J., pág. 96.
(129) Ibld., pág. 94.
(130) F. Elías de Tejada: La monarq#la tradicional.
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UBERTAD Y PRINCIPIO DE SUBSIDIAR/EDAD
fenrora del círar:o de acciones que a cada hombre ,corresponde se­
gún el puesto que en la vida social ocupo, romo padre de familia,
como profesional, como miembro de un municipio o de una co­
marca; y cauce por donde fluye su acción libre, enmarcada jurídi­
camente en los roá,:genes de su posición ,en el seno de la vida co­
lectiva. De modo que los fueros son garantía en el uso y evitación
para el abuso de la libertad· humana".
Es abismal, pues, la diferencia que media entre un organismo
moral
que va desarrollándose sin pérdida de identidad de lm ór­
ganos integrantes
y los constituidos por -ios organismos forma­
dos por sumas de individuos que plebi.scitariamenne deciden unifi­
,,.;, o
desunificar, federar o desfederar.
Por eso, Vázquez de Mella (131) había advertido que el regio­
nalismo no ha de empezarse "por la techumbre", sino "por la base",
no «¡,or la bóveda», sino «por los cimientos del edificio»; «hay
que empezar por abajo, hay que oomenzar por el municipio; no hay
regionalismo sin un mun'icipalismo anterior" . . . "Sobre municipios
esclavos no se pueden levantar Diputaciones libres; sobte Diputa­
cion:es siervas no se levantarán nunca más que Parlamentos contra.:.
hechos que falsifiquen la voluntad nacional".
10. El principio
de subsidiariclad ajusta oanto la libertad civil
del inviduo
y de la familia, como las .libertades municipales y re­
giollla!es, las gremiales y de las asociaciones voluntarias.
Para ello, debernos precisar con cuidado los dos aspectos: el nega­
tivo o restrictivo y el positivo, .dimanantes del principio de subsidia,
riedad
en su doble signifioado de &jtlda o "subsidit1m" y de suplen­
cia. Millán Fuelles (132) ha ei,plioodo los dos lúct"damente. Bl Es­
tado y como él· cualquier cuerpo social en el que se integren otros:.
na debe usurpar Z,,, c tos, las inicúttwt1s qoo les competan e, igualmente, deben compor­
tarse con los· individuos. Pero, además ·de este arpecto negt11fvo, es
precisa una actuación pos#wa a fin de p,01m-011er y m,mtener la
(131) Vá:zquez de Mella: DiscurJo en el' Congreso del 30 de iJmio de
1976, págs. 181 y sigs.
(132) Antonio Millán Puelles, op. cit., págs. 10 y sigs.
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JUAN V ALLET DE GOYTISOLO
exi,tencia de lar oondieiones necesarias para la realización de dicha,
competencias e
inici,,/was, de una ¡,ar-re, y, de otra, ¡,a.m ,uplirlas
en aquello que
no rerutlare arequible a los indivúh«Js ni a lar en­
tidades menores, o que, aún siéndoles asequibles, no lo-realizaren.
Así debe ocw:rir, v. gr., oon h libertad de enseñanza, en contra
de las
p,emisas roussonianas que trataron de sustituir la familia por
owas institucio.n:es, tales como la escuela pública. "Dada la impor­
tancia que la tradición democrática roussouniana y populista con­
cede
al igualitarismo -explica Robert Nisbet (133 )-, su animad­
versión respecto a la familia
ha sido la que cabria esperar"; y, por
eso, Rousseau "consideró al Estado el único medio de liberar a los
niños
de los prejuicios de los ¡,adres". Pero, los resultados -véa­
se el informe Coleman. como .advierte Nisbet-confirman lo que
el principio de subsidiariedad reclama.
En materia sindical, el principio de subsidiariedad delimita las
funciollles de loo sindicaros, que no deben invadir --ron, ni sin
jerarquías
paralelas-las de la empresa, donde producen un corta­
circuito
en las relaciones entre los trabajadores y los directivos de
ésta (134).
También reclama una separación de los gremios por profesiones
y por oficios, como han señalado Ousset y Greuzet (135); y no
una sola
formación masiva. De ese modo, sólo dentro de oa mio debe moverse ·la sindicación, voluntari,a (136) y aj-ena a roda
ideología o intereses ·políticos. Los sindicaros de masa, no sólo teó­
ricam lo
conculcan constantemente; pues, . al transfomiarse en grupos de
( 133) R. Nisbet, op, cit., 11, Rev. Oc., 22-23, pág. 38.
(134) Así hos lo mostró Patrie Jobbe Duval en su foro Autoridad en
la empresa, en la XV Reunión de amigos de la Ciudad Católica (Maja­
dahonda,
30 de octubre de 1976); dr., en la misma crónica de dicha reunión,
en Verbo, 150, diciembre de ~976, págs. 1.319 y sigs.
(135) Jean Ousset y Michel Crew:et: Eslrur:luras er:on6mir:as y sindi­
cales: El trahaio, Madrid, Speiro, 1964, 11 y III partes, págs. 79 ~ sigs.
(136) CTr. Código sor:ial de Malina.s, núm. 121, que recuerda la fór­
mula «el sindicato libre en la profesión organiza.da», y afirma que importa
«no confundir la autoridad profesional y los sindicatos», cfr. la op. cit. de
García Escudero, pág. 132.
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LIBERTAD Y PRfNCIP[O PE SUBSIPIARIEDAP
preston, violan las libertades, -de las empresas; in<;luid,as ·la,;·<\e SUli
trabajadores ---<=oaccionados, ya' sea veladamente,· po~ lo• dicigi,ntes
smdicales,
o bien abiertamenre; 'por· piquetes ,de huelga, mal;,que
¡:,¡,.,en por informiLtivos--; inw.den · funciones les competen y atentan a las libertades ciudadan,,s, "1 ;lCtUar , como
mies · grupos a las corpoi:adones econóinicas, con su conoecuente repe,::cusiÓl:l en
todos · 1os consumidores. ·
La aplicación del principio de subsidiru,iedad ·reviste hoy espe,
cial importancia no sólo en las llamadas mo,:ú,donej 110/#ntaria,,:
constituidas· para realizar los más_ diversos. -finés-, y:, -en -los. ptopios, -co· ..
legios profesionales y otras· entidades, · esped,al:mente las cultumles,
sino, incluso;-en-los ·propios-·•munidpios, por ·un ·ooevo motivQ .es,­
pecífico. Este es debido a la táctica del eurocomunismo, inspirada
en los escriros de GJlall1Sci, dirigida a la co~quist:a de la sotjedad
civil y de ous instituciones. Pero, .oo con el fin de a,,;;, la arm;,,,;._
social, sino para impulsar, desde ellas, la dialéctica destructora de
h sociedad actual y realizar una revolucióv. de los espíritus (137),
con una finalidad liberadora y homogeizante, que conduc,e' al, tó­
·.,.uwismo,
corno hemos visto anti,s (138).
. Ahí, el principío de subs.ii;liariedacf_ sine, también pá.ra sefi.á.l~r­
las funciones que competen, y · cuáles no, a los organisnn; sociales
y

a
las asociaciones· volunwias, e, i~luso, ayuda l""ª deterniliiar
qué asociaciones son ilegíti~,. dados sus.· fines. o por "s~ ~a .. -
ción fuera de éstos.
Muy eopecialmonre. el principio • de subsidiarief, na­
turalmente,. las funci<>ttes de Estado en mate.!;'~, ~nómica,. ·de se­
guridad social, laboral y fiscal, quecirc;un5?'ibe, conforme la pauta
del
bien co'11>Ún, Pauta que requiere.de)• pnidencia, es d,cir, visión
sagaz
y de amplia,, perspectiva en' el espacio. y profnndidad en 'el
tiempo proyectándola, a largo término, para prever las .consecuen-.
cías
de lo. que, si en un momento ,dado pod,ía aparecer· como mo-.
(i31) Cfr. n~~tro' _f~ro general ~~, ly 7; e~
Verbo, Ú'3·174, marzo-abril de 1979, págs. 408 y sigs. ·
(138) Or., supra, el _,texto ~orr_es_pond~ente ~ la nota _8.
9l;I
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/UAN VALLET DE GOYTISOLO
mentáneamente ',beneflciQSI!, a la lat:ga -0rigmaría peores. males .o
privaría de mayores bienes. Para ello,. no sólo hay que valorar lo
CIJ411titativo, sino, especi~te,,,.observar:y ·estimar lo cuantitativo,­
para medir sus consecuencias apenas .percepibles hoy, pero que ma­
ñana pueden ser inménsas.
En fin, el principio , de subsidiariedad. debe mostrar lo que con
el esfuerro personal o asociado, a. través .dé los cuerpos intetII!edios,
sean cuerpos
sociales básicos o asociaciones voluntarias, debemos
reamar personalménte o en común ·o , asoci~nte, en lug,ar de
pedírselo todo al Estado, que, ;c...,epetimos · una -vez· más-,--nada:
puede dar a la -sociedad si previamente no Se lo ha detraído; ya
que niporencia. Y pidiéndoselo todo nos sometemos a soportar su tota­
litarismo:
11. El profesor' Giovann.i Drago {139), al concluir su gene-­
rosa recenSión de ·n.uestro librif:o M4s sobre temas de hoy, concluía
que en todas nuestra_s publicadones se ,énueva el rema socrático,
per_p,,tuamente evidenciado, "no se sortea ni un .arquitecto ni ·a
un tocador -de flauta" ; pero, advierte, que "en la Atenas del quinto
siglo, se
sort"'!_bao los oí,,gos .públicos". Después de unas certeras
oliservaciones acerca
d~ la dificultad de una elea:ión cualitativa e
incluso
cuantitativa que a ¡; vez sea ética, política 'y técnica, o!,,­
sezya "como una in4ica<;ión"' que ,la ciudail medieval escogía un
podestá de otro municipio, y para el acceso a las funciones pú'
blicas exigía la adscripción a ,una corporación, y "de eoo modo el
elegido debía ser un experto"., Y, al concluir, nos hace la suge­
rencia de que -sería tí.ti! proyectásemos, en ese sentido, "una aper­
tura válida". Creo que, en los epígrafes 13 y 14 de mi reciente es­
tudio Diversas perspectivas de lar opciones a favr,r de los cuerpos
intermedios
(139 bis), así ~orno en el epígrafe anterior de éste,
he intentado, aunque sea en líneas muy geJ?,erales, encontrar y for­
mular· una propuesta de "apertura válida"' a juicio nuestro.
(139) Giovanni Drago, resención bibliográfica de Más mbre temas de
hoy, en < y sigs,
(139 bis) Cfr. en Verba, 193-194; págs. 346 y sigs.
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UBERT AD Y PRJNCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD
Ahora bien. queda en pie otra pregunta: ¿Qué podemos hacer
para
-que-se convierta en realidad esa propuesta u otms semejan­
tes? ¿Cómo podemos lograr algo quienes pensamos así? ¿Tenemos
en frente todos los regímenes del mundo, y no conmmos con cola­
boración
alguna · de los mars media, dominados por las corrientes
actüa.les?
Trataremos ele iresponder y de señalar qué posibilidades adverti­
mos por muy modestas que resulten.
1. • Podemos luchar pt1ra suscita.-y fof'r/UW · una <>fJi,uón que,
poco á p posible. Es preciso; pues, una acci(m doctrinal, /Mml#ivt1, comen­
zando po, lm élites soci hu""11Ul, en espedal con los que la desarrollen mis estrechamente
entrelazados con
la naturaleza de las cosas.
El triunfo
de las ideas que impulsó la Revolución francesa y
ccnso-lid6 Nap<>león,. ¿acaso--no parecerla un· sueño-cuando, cerca de
dos siglos antes, los filósofos comenzaron a sembrarlas? ¿Cuánto
tiempo transcurrió desde los · priméros socialistas _ utópicos, e incluso
desde que Man: y Engels pretendieron formular un socialismo cien­
tífico,
hasta· -la implantación del socialismo soviético? Y, sin em­
bargo las especies de libe'tiracl, die igualdad y de fraternidad que
unos
y otros prometían· eran utópicas; como el tiempo va demos­
trando implacablemente, Nosorros, en cambio_ proponemos restau­
rar la
sociedad del modo más· conforme posible al otden de la na­
turaleza, obra en la que que Dios invistió a los hombres· del papel
de causas segundas, pero no de demiurgos: No olvi sicamente, ·como en Vimbodí nós recordaba Elías de Tejada, en una
de nuestras reuniones
(140), "familia y municipio soo mis fuertes
que todas
las revoluciones ~ibles pues sin ellas el hombre nunca
sería aquello que es".
Tal vez, los vientos actüa.les no tarden demasiado en cambiar
de signo y en soplar a favor. Es estrepitoso el fracaso de las secuen-
(140) F. Elías de Tejada: «La fami~!a y el municipio como bases de la
organización política», en Verbo, 91-92, enero-febrero de 1971, pág. 41, o, en
El municipio en la <>fganizadón Je la 10c;eJtla, Madrid, Speiro, 1979, pá­
gina 41.
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fUAN VALLBT DE GOYTISOLO
cias · liberales y.· marxistas, capitalistas y socialistas, en• tO en:sayos, que -*1ffienaza-n conducirnoS a una catástrofe cósmica .. El
in!:n,anentis11lD de la mente · .humana-nos está llevando de la confusión
babilónica, ;al. _ca_QS_; a _velocid~d progresivamente creciente. Nosotros
proponemos.la vuelta ·a un orden trascendente, natural y. divino; aban°
donando las utopías de paraísos terrenales que concluyen en archi~
piélagoo de G;ulag o,en "mundos. felices";al estilo del mootrado por
Aldous Hwdey.
Es pDSible que la .rebeldía que hoy palpita por doquier, aquen­
de y allendé-del ~n de acero, no sea sino · una muesrra de ese
desencanro. de ese desengaño, que hoy en el mundo occidental se
refleja de momento en el nihili.smo, al que ·han conducido 1os •fra­
casos sufridos al consrtuir esos tnundos ¡,rometidos en las rres re'­
voluciones que hian sacudido Ja tierra y aún la sacuden (141). Puede
ser
momento de hacer abrir· los ojos a muchos ...
2.• Todos formamos P"rte de cuerpoo sociales básieos y de
asociaciones VOluntarias. Efectuemos en ellos una labor constante
para manrenerlos, para
forralecedos, para facilirar. Ja realizáción die
sus firu,s e impedir que se •J""llen de ellos. En nuestros colegios
profesionales acentuemos su carácter profesional y-córporativo; no
permitamos que las penerre la política para utilizarlos. Tratemos en
todos,· y en las a-sociaciones voluntarias donde· nos integremos, de
recordar su razón de ser, su fundwnentt>. su engarce en el orden
general. Procuremos mostrar la importancia' de sus fines y la con­
veniencia de su autonomía, la precisión de no utilizarlos ideológi­
camente; insisramos. sin cesar, en el apremio de no penler el· sentido
de
la realidad, de la:s verdaderas necesidades, de las . soluciones que
no
hipotequen el futuro ni la libertad.
3." Pero podemos y debemos ·hacer más (142). Nuesrros ami­
gos franceses del
Off ice nos han dado ejemplo con sus "actividades
(141) Cfo_ nuestni.·, r~pu1;5ta D,el, racion(Z/ismo inmanente al .volur,tarfr­
mo utópico y de su fracaso, al nihilismo, en «Filosofía Oggi», año III, Íiú­
.tl'terO 4,. octubre-di~iembr.e._de, 1980, págs. 00 y sigs .
. (142) Cfr .. «Qµé:_s9mos,.y CQ.áJ es nuestra.tarea», en-.Verbo, 151-152,
ene,ro-febrero de 197;7,:P_~gs. ,,44 __ y -~igs_.¡ O; _en .. el op_úsqilo ·separad.o, Madrid;,
Speiro, 1977, págs. 44 y sigs.
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UBERTAD Y PRJNCIPIO·DE SUBSIDIARIBDAD
de . acción (~liar,-empresarial-, --sindical, m~ipal. En esta .obra
de promoción, incansablemente propugnada. por Jean Ous~ (143);
auxiiiar,-de, asistencia; -de ínf-Q:rmación;, de coqcertación, de ,coor5iina~
ción, . al servicio de los !101!ables de. la vida social. Pata, en el ni­
vel más en con_tacto de. la realidad, volver a restaurar las col"'"­
tividades
locales, las funciones -profesionales, mostrando, a la vez1
su razón de ser y los resultados que.. pueden obtenerse en ese nivel.
Hay que organizar redes de sostén, de protección, de información
y de orientación en todas las e,á\las de la sociedad, ral romo insistía
Michel de Penfmtenyo (144) en el C:Ongreso de Lausanne de 1976,
4. • En los regímenes democráticos puede desarro,Jlatse . una la­
bor de fortalecimiento y roncientización de los. cuerpos sociales,
para anudar relaciones sociales a fin de contrarrestar el atomismQ
a -que conduce fa mentalidad rousseauniana; promover y activar aso­
ciaciones- voluntarias: en materia educativa, para. defensa de -la -fa ..
milia; de la vida, etc. ·
Y, en todo caso, hay que tratllr de hacer oír la voz de lo,s cuera
pos intermedios, para imponer su respetO y• derender su autono>
mía, ya sea dir-ectamenoe o, al menos, a través de la trama de los
part.idos políticos. E, incluso, como había propugnado nuestro ami•
go José María Gil Moreno de Mora (145), que Dios se no, llevó,
se puede. intentar la organización de partidos no ideológicos, sino
defensores
de realidades concretas y con entramado orgánico, tal
como él había planeado para una -0,mede=ión Rural &pañola,
con grandes posibilidades, desde un principio, en elecciones muni­
cipales en las circunscripciones rurales. Es un camino por explotar,
y ampliable en otras direcciones y campos, con ¡partidos para fina-
( 143) Jean Ousset: · Bxigenci4S ie nuestra esperanza,· ,:omunicaci-6n en
la clausura del XI Congieso del «Office Internátional»; cfr. ~ Ji"bo, 147,
agosto-septiembre de 1976, págs. 859 y sigs., o, en La ,!.Ip"eranza política,
Madrid, Speiro, 1977, págs. 739 y sigs.
J.144) Michel de Penfentenyo·: «objetivos del «Office»», cfr. en Vérbo,
150, diciembre de 1976, pág:5. 1.383 y'. sigi., O· eb l.,a.eJfretan.za po/Ítica, pá­
ginas 5 y sigs.
"(145) José María-Gil Moreno de Mor~: «Para un catecismo del cam­
po»; en Saltiar el cainpo, set/t,a, la f»IJritl-; cfr. en: Verbo, 178, septieÓ:ibte'"
octubre de 1979, págs, 962 y sigs.
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Fundaci\363n Speiro

/UAN V ALLET DE GOYTISOLO
lidades conrcrew, aunque sean ocasionales. Con ello podría utili­
zarse la propaganda y pactar -si no es posible otra cosa-,-, pero
siempre con la vista puesm a la mejor organización social, al re­
fuerzo
de vinculas naturales, anudando relaciones, y pata procurar
que las decisiones se tomen al nivel de la realidad y no de las ideo­
logías.
5." Finalmente, en donde gobiernen regímenes dictatoriales, se
debe intentar la creación de igual ambiente, tratando de lleva.r a la
convicción de que es preciso romper el ritm0 pendular dictadura­
demagogia;
mostrar que 1a salida de aquélla no puede ser la vuelta
a
la democracia que provocó el golpe dictatorial, sino la a,pertura a
la organización social, a un sistema orgánico de liberllld civil y
participación política verdaderas.
Gambra (146) recordó, en 1953 - ocasión
no se había perdido--, que no debía tenerse miedo a la liber­
tad en esa empresa restauradora de devolver a la sociedad su pro­
pia ,espontaneidad asocia ni va. Y -advirtió_ -que esa restauración no
había de ser obra del Esrado, sino que . éste solamente · debía crear
las necesarias condicione, de vida para que la s<>Giedad misma vol­
viera a realizar sus fines naturales y readqµiriera: el· dinamismo pro­
pio que
cristalizan-en instituciones adecuadas y eficaces.·
Lo vengo repitiendo., hac.e años {147). Frente a una ·organización
mecanizada, artiCl)!ada tígidamenre desde arribo., recnocráticamente.:
hay que reconstruir uná sociedad orgánica, biológicamente desde
sus iraíces.
Pero, para ello, es, preciso, ante todo,el fervor. Fervor del ,que
sólo puede dorarnos Ja fe, la esperanza y la caridad -catidad,po­
Iítica en este caso, como propugnó Pío XI (148)-, sobrenatura­
les .. ¡ Pídámoslas a Oles y a la . Santísima Madre, María µ,maculada,
cuyo d~gma conmemoramos hoy, s· d~ clióembre de 1980 !
(146), Gambra, op.-ult: cit., ·cap, VIII, págs. 117 -y sigs.
(147) .ldeologla, _praxis y milo .Je la-tecnoc,ada,· 2.1! ed. española, -Ma­
dlid, Montecorvo, 197', epílogo, sec. III, cap. 11, pág. 307.
(
148) Pío. XI: Aloq,ción de tliriembre de· 1927 a. /,¡. -Federación Unf11er­
silaria italiana;' cfr .. el· citado del telqp, que a):µde .a· la_-caridad --_política, en
Verbo, 2, pág. 78.
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