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Sobre la elección de Pablo VI

"Nuntio vobis magnum gaudium. Habemus papam: Johannem Baptistam, cardinalem Montini: Paulum sextum".

"Yo os anuncio un gran gozo. Tenemos Papa: Juan Bautista, cardenal Montini: Paulo VI".

Cuán dulce gracia fue la de estas palabras.

Y profundo el goce.

En ese radiante mediodía de la fiesta del Sagrado Corazón.

Palabras que anunciaron algo así como la resurrección del padre. El retorno del jefe.

Después de las tinieblas dolor osas y de las insolencias del interregno... sí, que "gran gozo" —"magnum gaudium"— el de saber que, de nuevo, el Papa estaba allí. Y que su voz debía dominar santamente el fracaso de las campañas tendentes a dialectizar la Iglesia.

Ya que, después de Pío IX, sin duda no había sido dado asistir a una operación tan bien orquestada de ruptura de unidad.

Incluso, intento de romper la cadena por aislamiento de un eslabón.

Proceder que, por rastrero que sea, no deja de turbar, incluso a los mejores.

Método del "Viva Pío Nono, solo". Ensueño de las sectas que pensaban forzar la mano del Vicario de Jesucristo, obrando y haciendo obrar como si la cosa estuviese en vía de realizarse, buscando tras de Juan XXIII, del que se sabe que esto le hizo llorar, lo que ellas ya intentaron hacer hace más de un siglo: un papa prisionero de sus aclamaciones. Comentar todo lo que él pudiere decir u ordenar para interpretarlo y exaltarlo en seguida revolucionariamente, dialécticamente.

Y cómo se han equivocado.

¿¡Juan XXIII, el Papa que había disipado el miedo que sus predecesores habían hecho gravitar sobre la Iglesia!?

"La libertad católica, obra de Juan XXIII". ¡Como si esta libertad hubiera sido pisoteada hasta llegar a él!

Insolencias que muestran hasta qué punto el odio del Infierno no ha sido aún desarmado y busca hacer leña de todo el bosque.

Qué dulces, en cambio, cuán tranquilizadoras, cuán reconfortantes, cuán diferentes sobre todo, las palabras del bueno, del verdadero Pastor. A su aliento las sombras del interregno se disiparán como al viento se disipan los hedores de un estercolero.

Sí, gran alegría de la unidad reencontrada bajo el cayado del Papa del Sagrado Corazón: Paulo VI.

De nuevo el vínculo está trazado, la cadena reanudada... La unidad de la Iglesia reafirmada.

"Al comienzo de Nuestro ministerio pontificio el recuerdo de Nuestros predecesores que Nos han dejado una herencia espiritual sagrada y gloriosa, Nos devuelven agradable y amablemente a la memoria a Pío XI, con su fuerza de alma indomable; a Pío XII, que ha ilustrado a la Iglesia con la luz de una enseñanza llena de sabiduría; a Juan XXIII, 'en fin, que ha dado al mundo entero el ejemplo de su bondad singular, Pero Nos queremos evocar de manera muy singular, con una piedad agradecida y emocionada, la figura del añorado Juan XXIII, que en el período breve, pero muy intenso, de su ministerio, ha sabido tocar el corazón de los hombres, incluso de los más alejados, por su solicitud incesante, su bondad sincera, en especial, para los humildes, y por el carácter eminentemente pastoral de su acción, cualidades a las cuales se añadía el encanto muy particular de los dones humanos de su gran corazón..."

Palabras de verdad, tanto como de caridad.

Voz que los corderos no pueden dejar de reconocer como la voz misma del auténtico Pastor. Voz de aquél que reúne el rebaño en lugar de dividirlo, de dispersarlo.

Voz de aquel a quien se debe escuchar como al guía del que depende la salvación.