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Deber y condiciones de eficacia. [La acción] (XI)

Deber y condiciones de eficacia
Tercera parte
Instrumentos y métodos
Capitulo VI
Una dificultad que hay que resolver
por
/EAN OussET
Fundaci\363n Speiro

DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
TERCERA PARTE:
INSTRUMENTOS Y METODOS
WÍTULO VI
UNA DIFICULTAD QUE HAY QUE RESOLVER
No obstante lo dicho, a pesar de esas cualidades, la causa de
los círculos
y células está lejos de estar ganada. Y precisamente
porque con respecto a la
noción 1 -fundamental-(de unidad
espiritual
y doctrinal) un serio agravio puede formularse.
Agravio de
San Pío X contra los círculos de "Sillon" : coope­
rativas intelectuales, en las que cada cual es al mismo tiempo aium­
no y maestro".
De ahí el naufragio doctrinal del "Sillon''.
"Pero ¿ dónde hallar, preguntaba Charles Maignen, al hombre
que pueda dirigir un círculo con suficiente competenc:.a, ·ascen­
diente, autoridad
para disipar los errores. ¿ Con suficiente cicri.­
cia para discernirlos ?"
Es como Wla especie de dilema.
Si
se admite que, para no desviarse eri nada, el círculo exige
la presencia de un jefe calificado, está
claro que e! número de
círculos será deplorablemente insuficiente. Pero los asistentes· a
éstos serán más numerosos
para aprovechar inejor la autoridad,
el saber del jefe. Lo cual conduce a la fórmula curso o confe­
rencia.
Si se pretende, por el contrario, que los círculos o células se
multipliquen, ¿ cómo evitar que, por falta de jefes competentes,
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JEAN OUSSET
las células o los círculos no acaben siendo "cooperativas intelec­
tuales"?
Tal es la dificultad.
Cinco consideraciones sobre este problema.
Para resolverla nos parece necesaria una sene de cmco con­
sideraciones.
l. " ... na.da, de punto cero".
La primera consiste en hacer observar que si hubiera que de­
tenerse ante la dificultad en cuestión, ello equivaldría a
prohibir
toda plática seria, toda conversación espontánea, sobre cualquier
verdad elevada.
Solución que sería peor que el mal que se trata de evitar.
Pues es claro que la mayoría de los hombres se inclina hacia
aquello de
que más se le habla, hacia aquello que suele hablar
habitualmente. Si, pues, ]a doctrina social de la Tglesia es un
tema que no se debe abordar sino una vez cada quince días o
cada mes,
en un determinado lugar y solamente en presencia de
un "maestro", se puede estar seguro que será el mej"or medio de
que muchos cojan aversión a la verdad. La Revolución no tendrá
nada que temer. Sus ideas triunfarán por la sola razón de que
cualquiera puede hablar libremente de ellas, mientras la libre
circulación de la
verdad resulta prácticamente imposible.
Y lo malo no es, en efecto, que un número considerable de
cristianos lea, escuche,
vea no importa qué. o· 10 que es lo mismo,
todo lo que
salgi: periódicos, revistas, periódicos ilustrados, no­
velas, comedias, películas .. ,, etc. Todo ello sin molestia aparente.
Sin juzgar necesaria la presencia de un maestro calificado.
Pero a estos cristianos que leen a Teilhard, Le Monde, Sartre
o Gide sin escrúpulos, idles sin embargo a proponer el estudio
de las Encíclicas o
Mensajes pontificios. Su conciencia se in(Juie­
tará. Vedlos cómo quedan perplejos. Tienen, de pronto, miedo de
desviarse
y rehusan abordar sin mentor un trabajo tan peligroso ...
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Como si la prosa de las Papas fuese más peligrosa que la de
una prensa podrida.
¿ Quién puede admitir eso ?
En el fondo, el error está en este caso en creer en una es­
pecie de punto cero, correspondiente a una situación poco brillan­
te, pero de la que se podrá decir, que si en él la verdad no está
altamente profesada tampoco lo
está lo falso. Y que el pe;igro,
desde ese momento, dependerá de que, al querer extender un
poco más el conocimiento de la verdad, se correrá el ri~sgo. de
equivocarse y de favorecer la difusión de tonterías en que nadie
habría pensado hasta entonces.
Pero ¿ es posible admitir que el error no amenazará 9-los
católicos sino a
partir del momento en que se decidan dedicarse
al estudio
de la doctrina pontificia?
El problema no consiste, pues, en saber si aí lanzarse al es­
tudio de las encíclicas los católicos corren el riesgo de empe­
zar a decir algunas tonterías. El problema está en saber si el es­
tudio
de las encíclicas les hace correr el riesgo de hacerles decir
menos tonterías o todavía
más.
Es igual al problema de saber si el estudio de las matemá­
ticas es
un medio de evitar los errores de cálculo, o si, para no
cometer ninguno,
es más prudente no abrir jamás un libro de
matemáticas.
Lo cierto es que la situación actual no es comparable a un de­
terminado "punto cero". Situación en la que los católicos estarían
más amenazados de error fundando un círculo de estudios que
no
fundándolo.
Lo cierto es que el error se difunde por todas partes y que
los católicos no tienen
en modo alguno necesidad de agruparse
para profesarlo en mil circunstancias.
Por ello es ineoncebible que el peligro de desviación doctri­
nal amenace más a aquellos que se dedican al estudio de la ver­
dad y que amenace menos a los que, de hecho, se hacen eco de
todos los errores del día.
Es evidente que se puedan producir algunas fluctuaciones al
comienzo.
La cuestión está en saber si perseverando en el estudio
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concienzudo de la verdad el peligro de error es mayor que cuando
uno se burla vivamente de ese estudio.
Cuando
San Pío X quiso imponer la comunión a los niños pe­
queños, ¿ no tuvo que vencer oposiciones formuladas de manera
más o menos semejante?: "Esos niños son demasiado jóvenes,
se decía.
Sus inteligencias no pueden captar convenientemente lo
que se les propone. Su comprensión es incompleta ... " Esto era
olvidar el carácter progresivo de los más seguros métodos intelec­
tuales.
Para estar en la verdad no es necesario haber desentraña­
do
tod~ los misterios. Lo que el niño capta, por rudimentaria
que sea la noción, puede ser legítimo, aunque no sospeche las
dificultades que sabrán distinguir un filósofo o un teólogo de
oficio.
Sería pueril el asombrarse de que un grupo campesino, por
ejemplo, no aprecie la importancia de una exposici6n erudita en
la que pudiera complacerse el virtuosismo de un maestro de ca­
lidad.
Lo que a la simple vista de su buen sentido se les presenta
como cierto,
dejaría de serlo por la sencilla razón de no ser capa­
ces de seguir
el científico desarrollo de la exposición.
Si se hiciera
tcxlo lo posible para que los círculos se ordena­
sen según las afinidades, las simpatías, las :;imilitudes profesiona­
les o sociales, sería factible
una acción extremadamente fecunda.
Los campesinos, entre campesinos asimilarían e irradiarían la ver­
dad como campesinos. Los obreros, a su vez ... , etc ...
Incluso se podría decir que un maestro demasiado superior
culturalmente
al nivel medio de su grupo provocaría en él una
especie de obstrucción;
mal:ls asimilaciones debidas a una revela­
ción
d=asiado brusca de dificultades insospechadas.
Los primeros cristianos, ¿ no se encontraron en ese mismo
caso? ¿ Se puede pensar que dispusieron de un grandísimo nú­
mero de maestros
para dirigir sus conciliábulos apostólicos? ''La
mayoría de ellos escribe Eusebio, después de haber sido iniciados
en la vida cristiana, recorría los
países más alejados para hacer
conocer a Jesucristo. Millares de paganos, que oían sus palabras,
abrían inmediatamente
su corazón a la advración del verdadero
Dios. Y
por estos métodos el desarrollo del cristianismo fue tan rá-
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DEBER Y CONDICIONES DE EFICACIA
pido que los primeros siglos pudieron contar, sin que la Iglesia
fuese por ello arruinada, con una '·multitud ingente" 1e márti­
res" (1).
Tememos, ciertamente,
al desviacionismo. Pero, a su mallera,'
los comunistas lo temen también. ¿ Cómo, pues, explicar su pre­
dilección por la acción en grupos b células, si les pareciese que
semejante fórmula fuese imposible de balizar?
Ahora bien, el mismo Pío XII lo ha dicho: "las células ca­
tólicas que se deben crear entre los obreros en cada fábrica y
en cada medio ambiente de trabajo para hacer volver a la Iglesia
a los que fueron separados de ella, no pueden . ser constituidas más
que por los mismos obreros ... La célula católica debe intervenir
~ los talleres, pero también en los trenes, los autobuses, las fa­
milias, los barrios. Por todas partes debe actuar, dar el buen tono,
ejercer
una influencia benéfica, propagar un3. nueva vida" (2).
Texto perentorio. ¿ Cómo imaginar, en efecto, que las células
preconizadas
por Pío XII {por todas partes", en "cada fábrica",
en cada "medio laboral", en los
''talleres", en los "autobuses",
en los
"trenes" ... ), cómo imaginar que esas células puedan ser
balizadas
por algún maestro debidamente seleccionado? Según los
propios términos de
Pío XII, "¡ no pueden estar constituidas más
que
por los mismos obreros!"
Desde _luego, pueden ser previstos guardacantones o defensas
protectoras para impedir las desviaciones. Resulta
tan sólo que esas
defensas no pueden consistir en
1a presencia de un maestro im­
puesto o importado del exterior.
2.-AmlOr por la.s enseñanzas del Soberano· Pontifixe.
Segunda serie de consideraciones susceptibles de hacer com­
prender
mejor lo que puede y debe garantizar la rectitud doctri­
nal de los círculos o de las células.
El amor irreemplazable, la indefectible adhesión que debemos
dar a la enseñanza de los Pontífices romanos.
(1) Multitudo ingens. Tácito.
(2) Discurso al 2.° Congreso mundial del Apostolado de los laicos,
6 de octubre de 1957.
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JF,AN OUSSET
,Cualquiera que pueda ser, en efecto, la potencia ele ayuda
ofrecida por los buenos métodos, por una sabia organización, por
una firme disciplina, esta potencia no puede dispensarnos, nunca
nos dispensará, del recurso al supremo
test) único determinante a
la referencia constante, familiar, incansable, de la fuente de infa­
libilidad doctrinal
de este mundo.
Tan solo es a su luz y en su amor como pueden ser proyec­
tados después los métodos y las organizaciones.
Si es.te espíritu, si es.te amor desaparecen, organización, disci­
plina, método, no serían
más que organización, disciplina, método
de desastre. Y la presencia de maestros "autorizados", lejos de
impedir que estos círculos
se convirtieran en "cooperativas inte­
lectuales", haría su desviación tanto más peligrosa cuanto más
engañosas fueren las apariencias ...
"Cooperativa intelectual", en efecto, a pesar de la dignidad de
los participantes, el Sínodo,
llamado "pillaje" (/ftr;gandage) de
Efeso, favorable a Eutiques. "Cooperativa intelectual'', el conci­
lio de Basilea, hostil al
Santo Padre. "Cooperativa intelectual"", el
episcopado
de Inglaterra abandonando al Papa por Enrique VIII. ..
"Cooperativa intelectual", Port-Royal menos adicto al Soberano
Pontífi.Ce que a
J ansenio. "Cooperativa intelectual", en gran par­
te, esas asambleas del clero galicano de la antigua Francia, más
favorables a las pretensiones ·regalistas que a las protestas
de la
autoridad pontificia. "Cooperativas intelectuales", esos conventos
y abadías del siglo xvm que, a pesar de la condenación lanzada
por Roma contra la Masonería, no dejaron de acog'er a las "lo­
gías" en su seno, etc ...
¿ Y en nuestros días?
"Cooperativas intelectuales", de clérigos o de laicos, con o sin
maestros autorizados, cuando en tantos círculos o grupos se
parte de la idea de que Roma es un freno, mientras ellos mismos
se
creen el motor, "la Iglesia del mañana". "Cooperativas inte­
lectuales" esos equipos de sacerdotes-obreros (autorizados o no)
que
prestaban más admiración al marxismo que a la enseñanza
social de los Soberanos Pontífices. "Cooperativas intelectuales"
esos sindicatos, llamados "cristianos", que, por el equívoco de su
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título, han paralizado durante tanto tiempo, han falseado el im­
pulso que habría debido
y podido dar la C. F. T. C. (Confedera­
ción francesa de trabajadores cristianos), porque en realidad di­
chos sindicatos no esperaban más que una ocasión pr-opicia para
arrojar, con la segunda C, toda referencia a la enseñanza ro­
mana. ¡ Qué situación eclesiásticamente privilegiada fue la suya !
¡ Y qué de maestros autorizados les siguieron durante tanto
tiempo!
¡ Y el Movimiento Popular de Familias ... ! ¿ Carece de clérigos
para impedirle que cambie radicalmente?
Etc ...
No es, pues, el solo método, no es el solo aparato de una es­
tricta organización lo que puede ser una garantía suficiente con­
tra las desviaciones. ¿ Cómo la seguridad doctrinal podrá depen­
der de la virtud meramente mecánica de
una disciplina material?
Por preciosa que ella sea (y lo es enormemente), semejante
disciplina
no puede figurar más que en segundo lugar; la regla
en que células-y círculos deberán adherirs~ a todo lo que les haga
amar,
conoc~r, comprender cada vez más la enseñanza romana, y
que deberán desconfiar de todo aquello que, más o menos hábil­
mente, tiende a disminuir
el interés, el amor, la confianza, la
admiración que se deben tener a esa misma enseñanza romana.
Porque, fuertes en ese amor y en ese deseo de conocer, es
mucho
más prudente y mucho más seguro, para los mismos miem­
bros de una célula, trabajar sin "jefe autorizado" que buscar 1a
utilizadón en un plano local de-un '1maestrillo" más deseoso de
hacerles partícipes de sus. opiniones personales que de ayudar,
humildemente, a hacer comprender
mejor la doctrina pontificia.
3.~Un curso im~reso.
Tercera serie de consideraciones susceptibles de hacer com­
prender mejor lo que puede y debe garantizar la rect.".tud doc­
trinal de los círculos o células,
Ya que, según los propios términos de Pío XII, las "célu­
las" ... "no pueden ser constituidas más que por los mismos tra­
bajadores" ... en lugar de esperar obtener la seguri.dad mediante
la presencia, prácticamente imposible, de maestros sumamente es-
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casos, lo mejor, si no lo más práctico, sería recurrir al servicio
de
un "impreso" (libro, folleto, boletín ... ). Verdadero curso por
correspondencia, y, por esta razón, particularmente estudiado,
censurado, experimentado, renovado, mejorado por el uso.
Nada de encuestas, ¡ en verdad! Nada de esos cuestionarios,
que, incluso cuando son honestos, tienden a hacer creer que las
verdades más firmes pueden depender del flujo o del reflujo
ele
las opiniones que se recogen.
¿ Es prudente y sabio aparentar poner a votadón lo que hay
que inculcar a cualquier precio?
¡ Hay que esforzarse todo lo
posible para probar, justificar, aclarar aquello que se proclama!
Pero que se sepa bien que se trata de una enseñanza, no de una
invitación a discutir sin regla ni medida.
Incluso cuando sea necesaria una discusión,
el objetivo de
ésta no ha de ser el de hacer conocer solamente la verdad, sino
el hacer adquirir el hábito de hablar de ella, de
impregnar de
ella cada punto, de hacerla fa.miliar.
Esto constituye la ventaja
más segura del trabajo en célula.
Ante un maestro, los más modestos, por no. decir los más tí~
midas, guardan silencio, disgustados de confesar que no han com­
prendido.
En un grupo pequeño la atmósfera es diferente. Lo.s
menos instruidos no temen expresar sus repugnancias, sus incom­
prensiones. Resultando de ello un fermento. Porque, para ilus­
trarlos, todos se afanan, favoreciéndose de esta
forma la asimila­
ción
más completa de lo que era preciso aprender.
4.~Vmiitarse a un trabajo bien de/inidv.
Cuarta serie de observaciones susceptibles de hacer compren­
der mejor lo que puede y debe garantizar la rectitud doctrinal de
los círculos o células.
Saber y decir claramente lo que se quiere y, todavía más, lo
que no se quier~, lo que uno se prohibirá hacer. Huir de esas
habilidades que, so
pretexto de abarcar un mayor número, tien­
den a camuflar el fin perseguido, así como los medios puestos en
práctica para conseguirlo.
La mayoría de las desviaciones provienen del hecho que se
buscan
para triunfar más de prisa, medios posiblemente más atrae-
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tivos, pero que no son los buenos, los v~rdaderos medios. O lo
que es lo mismo, los que permiten realizar el verdadero y buen
trabajo.
Que cada uno redoble el esfuerzo ... ¡Enhorabuena! Pero úni­
camente
en la labor que se proponga realizar el grupo en cues­
tión.
Extrema desconfianza, por el contrario, hacia la -publicidad,
el "escándalo", el "bluff", en la medida
en que sean medios de pro­
gresos externos, por no decir extraños a la acción real, pro.funda)
que interesa ~ealizar. Publicidad, "bluff", que hay que proscribir
por esencialmente diferentes de lo que exige la prosecución del
fin perseguido.
Desenmascarada de esta forma, y rigurosamente combatida, la
tentación de andarse con rodeos y simulaciones para alcanzar u 1
mayor éxito de público será casi imposible.
Virtud tutelar, por consecuencia, ele una neta determinación
de ese fin.
Recompensa de
un firme propósito de no querer hacerlo todo.
Limitarse a un detenllinado trabajo, bien defi_nido, y a él solo:
Si aconteciera que se impusiese el deber de hacer otra cosa dis­
tinta
(y esto puede ocurrir con frecuencia), asegurarse que esa otra
cosa sea precisamente otra cosa. Hay que ser intratable en caso
de necesidad.
5.-¡Conceder lo menos posible a las pasiones!
Quinta serie de consideraciones sus2.eptibles de hacer com­
prender mejor lo que puede y debe garantizar la rectitud doctrinal
de los círculos o células.
Conceder lo menos posible a las pasiones. Humildad.
Guerra
sistemática al orgullo por la benéfica virtud de una "acción ca­
pilar",
en la que cada cual sólo tenga relación con un número
irrisofio de personas.
Nada como esto para quebrar el afán de los buscadores de
la vanagloria.
Pues incluso los progresos de la acción no hacen
que
el incremento de los efectivos atenúe a la larga el rigor de
esta condición.
Las células se multiplican sin engrosar. En el
plano local, pues, que es como decii-en el plano de acción real,
nadie encontrará ante sí más que el humilde
traba jo de células
1/.ll
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JEAN .OUSSET
ínfimas: Pequeños grupos de amigos, entre los cuales tcdo "bluff"
es imposible. Y el "bluffador" pronto resulta odioso y expulsado.
Los que buscan lucirse, los que se mueven tan sólo por deseo
de consuelos humanos, tendrán poco gusto por est.a forma de ac­
ción. ¡ Qué auditorio para ellos esas células personas!
El tono familiar, la falta de formación de algunos, harán
que pronto se separen ... (¡ o se conviertan !J los que hayan de
venir a esos círculos como "activistas", poco decididos a realizar
un trabajo serio.
De ahí (como por añadidura) esa última ventaja; comparti­
mentación espontánea del aparato, lo que hace más d;fícil el que
sea invadido por elementos adversos, por parecer cada célula,
como tal,
d~masiado poca cosa para merecer que el adversar~.J
pretenda invadirla.
* * *
Tal es, sumariamente descrito, .ese instrumento que son los
grupos o células. Elementos indispensables
para una acción ca­
pilar verdaderamente fecunda.
Fórmula antigua
y siempre nueva, cuya historia ha demostra­
do constantemente su eficacia,
por poco que hayan sabido o po­
dido servirse de ella.
En nuestro.s días se han publicado varios estudios, cuyos au­
tores no han tenido ninguna dificultad en demostrar que la fór­
mula de los grupos tiene
ahora más vida y actualidad que nunca.
Obras en las que se puede ver que ya no son las vastas organi­
zaciones del tipo del "partido político" las que tienen influencia
y dirigen la opinión, sino pequeño:s grupos p::xlerosamente. rami­
ficados.
"Aunque el club de los Jacobinos no sea ya de fecha reciente,
escribe
Henri Théry (3), sin embargo, otros numerosos clubs
han proliferado en estos últimos tiempos. Algunos de ellos son
(3) Les growpes sociaux, fo-rce vives? Editions du Centurion, 1964.
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bien conocidos o empiezan a serlo: "J ean Moulin", "Citoyens 60'',
''Positions", "Cercle Tocqueville''.
Se silencian, claro está, los grupos, círculos o clubs poco fa­
vorables a un determinado "sentido de la historia". El autor, sin
embargo, se ve obligado a reconocer que esos grupos "surgen en
los campos más variados" ... "Los grupos voluntarios son los que
tienden a desarrollarse a un ritmo más acelerado. Es cierto que
podemos encontrar ejemplos en otras épocas, como podemos en­
contrar en nuestros días numerosos ejemplos de agrupaciones de
las dos clases. No obstante, en el pasado las agrupaciones eran
principalmente "de hecho" o "impuestas" ... , mientras que en la
época moderna, si esos tipos de grup~ aún existen en gran nú­
mero, son las agrupaciones voluntarias las que se desarrollan
más rápidamente
... ''
Lo que nos permite, en conclusión, repetir aquella frase de
Henri Théry: "sin cesar nacen gruros y se multiplican, la so­
ciedad se presenta cada vez más como un sistema coordinado de
grupos diferenciados", según la expresión de un sociólogo ame­
ricano".
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