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Número 75-76

Serie VIII

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Diálogo y dialéctica

DIALOGO Y DIALECTICA
POR
Fll.ANCISCO CANALS VIDAL (*).
•tcuando arraiga la _opinión del antagonismo entre lo
verdadero y lo falso, dicha opinión suele esperar, ante un
sistem:a dado, el asenrim.riento o la, contra.dicción .. No con­
cibe que la dwersidaJ de lo,s sistemas en el desarrollo
progresimo de la verdad, sino que sólo, ve en /,a dwersidad
la cont:radicci6n. El capullo desapwece al abrirse la flor,
y podria decirse

que aquél es refutado
por éstaJ; a.sJ como
el fruto hace

aparecer la
fiar como un

falso ser de la plan­
ta, al mastrarse como la verdad de la planta en vez de la
flor. Estas formas no sólo se distinguen entre sí, sino que
se eliminan unas a otras como incomipatibles. Pero·, en su
fluir, constituyen otros

tantos
rnomentos de
una
u,n,jdad
orgánica, en la que son todos igualmente necesarios, y
esta igual necesidad es cabalmente la que constituye la vida
de este todo que es /,a pia;ntaJ. Pero al contradeciir un sís­
tema filosófico, o /nen, no se concibe así la contradicción,
o bien
/a.conciencm del

que la aprehende no
srobe liberar­
la

de unüateralidad, ni
sabe alcanzar

a ver bajo
la fi[J'U.ra
de

lo
po'1émico y lo contradictorio m,omentos

que son en­
tre sí mutuam1ente necesarios."
"No es difícil, por /o, demás, darse cuenta de que vivi­
mos
en tiemp,os de

gestación
y de tran";ci6n haciro una
(*) Del número 456, de febrero de 19159, de la fraterna revista Cris­
tiandad~ de Barcelona, tenemos el gusto de reproducir estas meditaciones
del

profesor Canals Vidal que nos han parecido de tanto interés como
actualidad.
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nueva era. El espíritu ha roto con el mundo anterior de
su e·.zistencia y de sus representaciones y se dispone a
hundirlas
en el
pasado, entregándose

a
la ta.rea de su pro­
pia trainsformación. El espíritu, ciertamente, no per'YJ1,(J,ne­
ce nunca quieto, sino que se halla siem1pre en mov-i·im~ento
incesantemente progresivo. Pero, así como en el niño, tras
un largo p·eríodo de silenciosa nutrición, el primer ~lieni­
to rompe
bruscamente

la
gradualidad del
proceso
acumu­
lativo
y

sobreviene
uin salto cualitat1!Vo, y
el
niiio nace,
así también el espíritu que se forma va madurando lenta
y silendosam1ente hacia la nueva figura, va desprendién­
dose de una partícula tras otra de la, estructura de su
mundo anterfor, y los estremecimientos de este mundo se
anuncian so,Zamente por ni.:.e·dio de síntmnas CMslados; la
frivolidad y

el tedio
que se
apoderan de lo
existente y
el
vago presentooiento

de lo
desconocido son
los
signos P•e­
monitarios
de que algo

otro se avecina. Estos
parU!atinos
desprendimientos, que
no alterain la fisono-mtÍa de

la to­
talidad, se ven brusca1111ente interrwmpidos por

la aurora
que de pronto
ilum;vna como un rayo la wn1J{Jen del mundo
nue'Vo" (

del Prefacio a
la. Fenomenología del

Espíritu de
Hegel).
Como nota intencionadamente Bloch, estas palabras fueron
contemporáneas del retumbar de los cañones de la batalla de
J ena.
El
choque del

Imperio revolucionario que conmovió todo el edi­
ficio político europeo con el liberalismo alemán antiimperialista
en que se iniciaban las futuras revoluciones nacionales. Las citamos aquí como una invitación al examen de concien­
cia. Muchos dirigentes
y responsables de la orientación de las
generaciones nuevas no han reflexionado probablemente nunca sobre estas páginas, protervas
y seductoras. Tal vez, por extraño
que :parezca, muchas personas de influencia y con prestigio de hombres cultos no las han leído nunca.
No disciernen, así, la tentación más profunda de la vida con­
temporánea. No comprenden entonces la razón de los grandes
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hombres de Iglesia que tuvieron conciencia del deber de apartar­
se a sí mismos y a los fieles cristianos de la tentación de "con­
ciliarse" con el "progreso" y la "modernidad".
Diálogo
y progreso tienen -¡ cómo podrían no tenerlo !­
puesto de honor entre las exigencias de la verdad teológica y
metafísica.
Lo que hay que saber es discernir del diálogo y del
progreso en la verdad, el diálogo dialéctico y el
"progreso" consti­
tutivamente

desintegrador de la verdad eterna
y divina.
El presupuesto profundo de la exigencia hegeliana y marxista
del diálogo es la hostilidad al "dogmatismo". Y si muchas con­
fusiones racionalistas han puesto a veces en mala posición a com­
batientes, que de este modo parecen destinados a la ruina, tam­
bién
aquí la mejor estrategia se encuentra en el retomo a las
fuentes, el retorno a Santo Tomás y a San Agustín.
El torbellino de la dialéctica, que es el "álgebra de la revo­
lución", arremete contra el "ayer, hoy y siempre" de la mismi­
dad de Cristo. Contra el "Amén" eterno, contra el Verbo de Dios
que subsiste eternamente.
El estímulo y la creatividad, el dinamismo progresivo perte­
necen, en la mentalidad dialéctica, al momento negativo, antitéti­ co: a "lo que se opone", lo satánico. "La luz brilla en las tinie­
blas", dice la palabra evangélica.
Para la

mentalidad impulsada
por el "misterio del desorden" son las tinieblas las que hacen lu­
minosa la luz.
* * *
Lo "establecido", el "sistema" a que apunta, como pretexto y
blanco inmediato, el ataque desintegrador
y anárquico, se siente
irreversiblemente destinado
a hundirse en el pasado. Y lo está,
precisamente por cuanto
ha sido establecido como síntesis, cons­
titutivamente inestable, de opuestos que se implican al enfren­ tarse.
Así, la monarquía de derecho divino, síntesis de una teocracia
reducida con
el antropocentrismo del renacimiento, se sintetizó a
su vez con la Ilustración en
el "despotismo ilustrado".
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La monarquía ilustrada realizó su síntesis con la revolución
burguesa en el constitucionalismo conservador. Por las ulteriores
síntesis liberal-conservadora, liberal-democrática
y iOcial-demo­
crática nos sentimos situados "inexorablemente" en el centro­
izquierda coexistellcialista y a la espera del "socialismo" ( comu­
nismo) democrático
y "humanista", como se viene a decir con­
fesando así indirectamente
la inhumanidad del adversario cuyo
tri un fo se da en el fondo por memta/Jle.
El egoísmo conservador de la revolución no puede ofrecer prin­
cipios trascendentes, ordenadores y unificantes de la multiplicidad
rebelde
y masificada. Por esto, la sedicente fe en el progreso,
que es lo mismo que el m~edo ante la revolU"ción~ impone la
''apertura''.
Su necesidad es defendida en nombre del progreso irreversi­
ble de
la historia. Pero no se cae en la cuenta entonces que el
álgebra de la revolución, de la que se aceptan los axiomas
y los
métodos, impone la ruina de todas las síntesis que se intente es­ tablecer, el hundimiento urgente también de las "nuevas estruc­
turas", la revolución permanente. Las concesiones que permiten a la fuerza destructora de la
dialéctica marxista causar la muerte de Dios en el alma de los
hombres de nuestro tiempo expresan una actitud de mala con­ formidad al siglo. El olvido de que Dios es eterno,
y de que no
es nunca neutral ante el curso de la historia, deforma la afirma­
ción de la trascendencia de la religión sobre lo político, para im­
plicar en aquélla el desprecio de la consistencia del orden natu­
ral. El mismo olvido confunde la misteriosidad del Dios escon­
dido con
la negación de la verdad racional y de la firmeza
dogmática del misterio,
y lleva al hundimiento de la conciencia
contemporánea en el
dogniatisn1.10 de la dialéctica.
* * *
El tema del diálogo queda insuficientemente aclarado y se
plantea también de modo inadecuado si se dice sólo que "tiene que mantenerse la unidad en lo necesario"
y no conmover algunos
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principios inmutables. Porque no bastaría que no se pusiese en conmoción el misterio revelado o la ley natural. Ni siquiera so­
bre lo contingente o sobre lo práctico puede confundirse el diálo­
go en la verdad y al servicio de la misma, con
e{ que tiene com.10
ley inmanente el im1peratWo de las tensiones y oposiciones en
que se desarrolla el •tdevenir" en la lit-cha de los contrarios.
Radica aquí la última razón -y no sólo en un problema de
táctica-que

quita sentido al diálogo con el marxismo, o al que
quisieran desarrollar los creyentes con los modernistas y con los
' 1radicales" de la Teología.
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