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Unidad espiritual y unidad social

UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
POR
]EAN ÜUSSET.
Dentro de algunas horas nos habremos dispersado. Habremos
abandonado la cálida atmósfera de unidad que nos ha retenido
aquí durante tres días. ¿ Qué volveremos a encontrar?
Nuestras ciudades ...
Y en nuestras ciudades . .. nuestras divisiones . .. la dialectiza­
ción intelectual y moral del mundo moderno ...
A partir de entonces,
¿ qué hay que hacer?
¿ Tendremos que abandonar . .. , y. considerar como inaccesibles
las finalidades entrevistas
y descritas en el curso de -estos tres días ?
¿ Tendremos que, por el contrario, hundimos con la cabeza baja,
sin atender a lo que nos rodea, sin tener en cuenta las condiciones
que se nos imponen e
impondrán aún
durante mucho tiempo?
Bien sabéis que, por noble y deseable que sea el FIN, la im­
portancia de los MEDIOS, de las condiciones a respetar, es irre­
cusable.
Por ello, me parece que el último prob~ema que debe ser abor­
dado en el tercer día de este congreso es menos el problema de vol­
ver a definir
l!llª unidad espiritual que el problema del MEDIO, del
METODO a adoptar para restaurar una mayor unidad espiritual
en nuestras patrias respectivas . ..
Pero permitidme, en primer lugar, algunos recuerdos ele­
mentales.
La simple reunión de una multitud no constituye una sociedad.
A cualquier variedad que pertenezca
-ya se trate de socie­
dades de termitas o de abejas--, parece que no se puede hablar
de sociédad más que si hay la sumisión de un cierto número-de
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Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSBT
seres a un conjunto de leyes comunes. Y esto de una forma activa,
resuelta.
Sea, por ejemplo, el conjunto de los pasajeros de un avión.
Claro está que hay ahí un grupo de pei:sonas sometidas a una mis­
ma ley, a una misma autoridad ... , la del comandante de a bordo.
¿ Puede, sin embargo, decirse que ese grupo de pasajeros cons­
tituye una sociedad? No lo creemos. No sólo por el carácter for­
tuito de su encuentro, sino por el carácter
pásivo de
su vecindad.
No se hablan. Apenas se han saludado. Ningún intercambio. Nin­
guna participación activa. Nada
ele unida.el.
Pero

que un accidente convierta a esta asamblea en un grupo
de náufragos ... Unos se ponen a remar o ayudan a la maniobra
bajo la dirección del comandante. Otros
se .ocupan de

los enfermos
o de los heridos.
La. azafata se preocupa del racionamiento de ví­
veres. Etc ... Esta vez sí que parece que hay sociedad. Sociedad que parece,
pues, estribar

en una participación activa
de sus _miembros, en una cierta resolución común.
Es verdad que el ejemplo escogido es muy simple ... , el ex­
ceso mismo
de pelig·ro en

que
se encuentran
esos
supervivientes
era stificiente para

que las -condiciones
de sa'1vamento 1se impusie­
ran

a todos.
Sociédad, pues. Pero qué sociedad tan rudimentaria respecto
de esa sociedad que es
"La Sociedad", a secas. Sociedad de un
con junto

considerable de hombres (¡millones!) durante toda la
duración de

su vida sobre
1a tierra.
Sociedad de unas actividades, de unas necesidades tan nume-:­
rosas y

complejas que no se puede ciertamente descubrir en ella
esa evidencia flagrante del deber inmediato que hacía tan fácil la
unión de los náufragos.
Por ello
se comprende

que haya en ese grado de
"La Sociedad",
con S mayúscula, una determinación
más rigurosa

de las condi­
ciones de unidad. Un sentido más agudo de la jerarquía de los
se­
res

y de los bienes.
Lo que supone un cíerto grado de unidad intelectual, moral
y espiritual.
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Fundaci\363n Speiro

UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
Sin el cual, privados como hemos dicho de ese mínimo de uni­
dad, ya no pueden convencer, ya no pueden más que vencer. Ven­
cer ... ¡ brutal o insidiosamente!; de ahí esas luchas de clases, gue­
rra psicológica, "contestación" permanente, que disfrutan casi todos
las naciones de hoy día.
Pero, se dirá, ¿ .esa unidad espiritual y moral que acabáis de ·
evocar es concebible hoy día? ¿ No evoluciona el mundo contem­
poráneo, por el contrario, hacia ese ideal de "la ciudad pluralista"
tan intensamente celebrado por algunos?
Pensamos que, en realidad, las cosas son más complejas.
-Porque si por una parte se puede sostener que la -sociedad mo~
pantosa monotonía de la opinión mundial.
Ciudad pluralista, pues, si se quiere, ¡x>rque es, ¡ay!, dema­
siado evidente que los hombres están divididos por sus creencias.
Unidad ideQlógica, sin embargo, porque es no menos claro
que
por encima de la "opciones" políticas o religiosas más contras­
tadas, la Revolución no deja de contemplar cómo
progresa la acep­
tación de sus principios. C onsensus masónico-marxista que de un
extremo a otro del planeta consigue incorporar incluso a católicos,
más aún, hasta a sacerdotes y prelados.
Así, pues, esa unidad que nosotros los
católicos tendemos a
declarar como imposible, ta· Revolución la realiza bajo nuestros
ojos, sin que parezca que captemos su trágico y sobrenatural mis­
terio.
La unidad espiritual alrededor de Aquél que es el único Sal­
vador ... Esa unidad, nosotros los cristianos la declaramos im­
posible, no deseable, medieval.
Por el contrario, para la Revolución, la unidad masónico-mar­
xista es una realidad. mundial, oficiosa si no oficial
en la mayoría
de los Estados.
Es ésta

uno prueba indudab
1e de que una unidad espiritual es
posible. En cuanto a saber si es deseable, basta para convencerse
con reflexionar un
poco en
lo que
Slgnifica la
crisis de la juventud
actual, juventud a la que nuestras .universidades no han enseñado
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JEAN OUSSET
nada de lo que importa saber para que la vida tome un sentido
y parezca digna de ser vivida.
Así que lo que "constituye problema", como se dice hoy día,
es menos la posibilidad de una unión espiritual que las fó~mulas
y los argumentos más precisos de su realización.
Lo que "constituye problema" en nuestros países dialectizados
por la Revolución es saber cómo favorecer, cómo realizar esa unidad.
¡ Sin capitular ante el error! Sin naufragar en un libera­
lismo o . en un sincretismo inadmisibles para la razón y para la
fe ... Sin, tainpoco, rozar, violentar las conciencias.
Problema delicado si los hay, que seria vano creer que somos
los primeros en abordar.
Mas como
el tiempo apremia y no se podría decir todo en tres
cuartos de hora, pienso que no resultará demasiado injusto separar
de un manotazo aquellas fórmulas que no son más que parodias
de unidad humana.
En primer lugar, e-sa definición de la nación, que según los
señores Armand - Drancourt no sería ya
Hen el futuro ... (nada
más que)" una forma y una densidad de re1aciones colectivas de
uu tipo dado, principalmente las que resultan del reparto de los
gastos colectivos según las mismas
leyes y

reglamentos fiscales
y
sociales".
Que es como decir: la unidad esp1ritual en torno al membrete
y a la hoja de los impuestos.
Pero, c0010 enseña Pío XII.: "Una sociedad que es insensible
a los principios intelectuales y morales, que no se deja guiar más
que por ilas v:entajas -oomerciwles, no m1erece contaJr.se enrtre las so­
cidades

civilizadas."
Rechazada la fórmula unidad-membrete. tampoco nos parece
que

la solución liberal merezca mayor atención.
Ya se sabe lo que es el liberalismo y en qué desemboca, al
menos en· filosofía: en un caos de opiniones., todas proclamadas
como legítimas. No se ve,-pues, cómo el conjunto de ese caos, el
conjunto de esas contradicciones, podría ser bautizado como "uni­
dad'' si no es como antifrase.
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UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
Queda por separar la fórmula sincrética, es decir, la unidad
que habría que buscar en la combinación más o menos coherente
de varios sistemas filosóficos o religiosos, "patrimonio común",
se
dice a
veces, "a todas las religiones positivas".
Lo malo es que semejante amalgama no puede dejar de ser
víctima de un desprecio universal por la razón de que molesta a
todo el mundo y no puede contentar a nadie, Molesta al verdadero
católico, cuya fe adúltera. Molesta al verdadero protestante,
,por
una razón análoga. Incluso molesta al incrédulo, .porque se preten­
de imponerle unos elementos religiosos que rechaza por eL mero
hecho de ser religiosos.
Ya lo señalaba Monseñor Píe:
"Los principios
de moral y de
religión, comunes a todos los pueblos, eso se dice pronto; la prác­
tica es un poco más difícil. .. "
Y el hecho es que esa unidad social realizada en torno a una
moral laica, a un moral cívica, trascendentes y superiores a todas
las religiones ... una moral así { que fue el sueño di, los J ules Ferry
y desde Ferdinand
Buisson) se ha presentado en la práctica tan
"al aire", que no hay nada menos serio en nuestras escuelas que las
clases en que se enseña. Cuando se enseña.
Descartadas la fórmula Armand-Drancourt, la fórmula liberal,
la fórmula sincretista, queda la hipótesis de un acuerdo funda­
mental sobre el derecho natural. .. , porque la comprensión de ese
derecho nace solamente de la razón, sin que sea necesario recurrir
a ningún argumento de fe religiosa;
La fórmula es, esta vez, mucho más seria.
Lejos de nosotros subestimar su importancia.
"La ley natural -exclamó Pío XII-, he ahí el fundamento so­
bre el cual reposa la doctrina social de la Iglesia ... "
Esta ley natural, ¿ no podría servir de base a la unidad espi­
ritual en cuestión
?
¡ Sin duda! E importa mucho que :sea así.
Pero hay que comprender que el más seguro método de lo­
grado no -es proponer explícitamente esta ley natural como prin­
cipio de la unidad deseada. Porque es muy difícil hoy día hacer ad-
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JEAN OUSSET
mitir ese derecho de naturaleza. Porque es muy mal conocido,
muy "contestado" ... , incluso por clérigos.
Todo el mundo sabe que esta doctrina designada asi, de un
derecho natural, fundamento obligado del orden moral
y jurídico,
ha sido rechazada por los "Refrn .. madores" ( especialmente por
Lutero), oscurecida por Rousseau, evocando un estado preten­
dido de naturaleza ... , en realidad sinónimo de estado salvaje.
Importa, pues, no hacerse ilusiones creyendo que la referencia
al derecho natural sea el argumento más eficaz para realizar la uni­
dad espiritual y moral de una nación.
Por justo y deseable que esto sea, semejante alusión tiene el
grave defecto de ser demasiado abiertamente doctrina1, que es .tanto
como decir que es lo que la mentalidad moderna más se resiste
a aceptar.
¡ Nada de ilusiones, por tanto!
j Pero hay más ! Hay que incluso si la unidad espiritual so­
bre el derecho tüftural fuera fácil de realizar, esa unidad no sería
por ello menos gravemente insuficiente. Y esto porque un simp1e
recurso al derecho natural no sobrepasaría jamás
el orden na­
tural
y no podría nunca asegurar los más altos va1ores, los valo­
res sobrenaturales, los valores cristianos, el interés que
el propio
interés de la Ciudad exige que se les dé.
Por tanto, incluso suponiéndola posible, una unidad .espiritual
que sólo estuviera fundada sobre el derecho natural no podría ser
más que naturalista, en teoría y de hecho.
Pero, entonces, ¿ es verdaderamente posible esperar algo
más ... ? ¿ Cómo sería posible unir a unos incrédulos a católicos
sin que estos últimos no tengan que guardar silencio en torno
a
lo que los incrédulos se niegan precisamente a aceptar? En el fon­
do, me diréis, ¿ lo que buscáis no es acaso un modo de lograr el
inverosímil resultado de hacer admitir a unos no católicos una
fórmula de unidad social que fuera católica?
Creemos esta objeción demasiado somera. Por la sencilla ra­
zón de que existe una diferencia considerable entre ... , de una par-
"
te, la posibilidad de admirar, como desde fuera, el catolicismo, rc-
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UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
conocer sus beneficios, comprender su sabiduría, y ... de otra par­
te, el acto de adhesión interior, acto de íntima creencia en las pro­
posiciones sobrenaturales de la fe católica propiamente dicha.
A partir de aquí, lejos de parecer inverosímil la pretensión
formulada más arriba ya no· resulta tan loca ... , porque la excpe­
riencia demuestra que es posible servir a una causa de dos ma­
neras: bien entrando en ella, entregándose a ella (porque se tiene
fe en su verdad intrínsca) ... , bien porque se la considere y ad­
mire, pero desde el exterior. Por la be:Ueza, por la excelencia de
sus efectos.
El resultado es que esa causa puede ser servida por un lado y
por otro, aunque en grados diferentes.
Para los primeros
(los que

tienen
fe en su verdad misma), la
adhesión es profunda y total. Para los segundos (los que no se
atienen más
·que a 1a excelencia de los beneficios), la adhesión es
ciertamente superficial, incompleta, imperfecta.
Lo cual puede la­
mentarse.
Lo que puede no carecer de peligros. Lo que no es cier­
tamente,

el todo.
Lo que con todo, ya es algo. Incluso, mucho. Por­
que semejante adhesión ofrece recursos
apologéticos bien
superio­
res PSICOLOGICAMENTE al argumento de los que tienen fe.
Argumento que siempre puede,
más o menos, ser tachado de par­
cialidad ... "¡ Sois católicosí Por tanto, jueces y parte. Vuestro
testimonio no sirve."
De este modo ... (aunque es verdad que
al catolicismo no se
le puede servir
plenamente más

que por quien acepta todas sus
exigencias,
es decir, los católicos ... ) muchos testimonios de indi­
ferentes, de incrédulos, de agnósticos, de
no practicantes, de pro­
testantes, de judíos, incluso
de r.evoJucionarios, pueden ser precio-
sos y aun decisivos.

A condición, claro está, de que se utilicen. L-0 cual pTesupone
en

primer lugar que se piense en ellos, que se
tenga voluntad
de
hacerlo y que se
sepa hacer.
Hay ahí, efectivamente, todo un método que captar, cierto modo
de argumentación que comprender. El error, en este punto, con­
siste en negarse a creer
a priori en la eficacia de tal método, con e1
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JEA.N OUSSET
pretexto de que cada testimonio, tomado uno por uno, puede pa­
recer muy limitado y sin gran importancia, que sólo cuenta el con­
junto. Sin embargo, esos testimonios son bastante más numerosos de lo que se cree. Variados y complementarios.
Algunos son directos y muy explícitos. Otros son indirectos
y solamente implícitos. A nosotros nos corresponde saber despren­
der su sentido.
Algunos, mucho más desarrollados, constituyen
por sí solos
verdaderos tratados,
verdadera? apo~ogías, de

los "beneficios" del
catolicismo.
Se podría decir que unos están en relieve y otros en vaciado.
Entiéndase que hay ataques contra la Iglesia a los que se les puede
dar la. vuelta y hacerlos servir de argumentos privilegiados en
favor del catolicismo.
Cuando los ladrones maldicen al perro1 ¿ no es acaso porque
éste es un buen perro guardián?
Así, pues, qué mejor elogio hecho a la inversa que esta con­
fesión de Henri
Lefevre, el
profesor -marxista de N anterre ... :
"Solamente quedan frente a frente, en Francia al menos, el cris­
tianismo
{ el

catolicismo no contaminado por el libre examen indi­
vidualista protestante) ... y el marxismo."
· Otro elogio hecho a la inversa lo hallamos en estas líneas del
francmasón Conrard
(La "Bauhute", de Leiptzig, en 1874):
"Solamente la organización tan fuertemente coherente del ca­
tolicismo es aún un factor activo, capaz de detener
la formación
de los hombres en marcha hacia la emancipación del género hu­
mano. Eso es lo que no se podría olvidar ... Por sentido de infa­
libilidad que tiene la Iglesia Católica Papal, Romana, un franc­
masón no

puede en absoluto ser cristiano. Esta Iglesia es un desa­
fío lanzado no solamente a lá sociedad francmasónica, sino incluso
a toda sociedad civilizada."
Entre esos testimonios "indirectos" se podría citar
el capítulo
del reportero Raymond Cartier, en su Tour du Monde, en que el
célebre periodista no vacila en afirmar que si
la India padece ham­
bre es en gran parte debido a una religión de tabús monstruosos.
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UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
Pero se da la ciirounstancia de que nos sería muy fácil demos­
trar que esos tabús son precisamente aquello en que esa religión
se encuentra en

mayor contradicción con
el catolicismo.
Y aún podríamos citar --en el grupo de esos testimonios en
vaciado-- cierto encuentro con unos masones
(¡ pero masones de
tipo más bien blando!) ... Francmasones que me hicieron partí­
cipe de su inquietud ante esa "autodestrucción" de la Iglesia de
la cual ha hablado Pablo VI. "Autodestrucción" que les parecía
temible;· sus proposiciones se podrían resumir así: "Si los curas,
a su vez, viran hacia la Revolución, la atmósfera se va a hacer
irrespirable." Pero en cuanto les respondí que lo que así lamen­
taban podía tener su origen en lo que un cierto abad, Emmanuel
Barbier, a principio de siglo, no había temido denominar ...
"in­
filtración

masónica en la Iglesia" ...
, nuestra
conversación dejó
bruscamente de ser cordial.
Más explícita es la evocación de que un Zar, Alejandro I (al
revés de las
cortes reales

católicas que los habían expulsado), aco­
gió en Rusia,
¡:or consejo de Josehp de Maistre, a los jesuitas
para ofrecerles ciertas misiones de .enseñanza.
Evocación aún posible de un Thiers, que pensaba confiar a
1 os "Hermanos" toda la primera enseñanza francesa.
En un país de misión, incluso en país de Islam, cuántos no
cristianos no ven sino ventajas en confiar sus hijos a las escuelas
católicas. Nosotros mismos, en dos ocasiones (la primera vez en Bizerta
y la segunda en Abidjan) hemos oído a musulmanes decirnos,
casi literalmente ... : "Ante el desarrollo de la sociedad moderna,
se nos hace cada vez más dificil, a nosotros los musulmanes, ima­
ginar que el Corán pueda continuar siendo, como lo fue -en el
pasado, nuestro código religioso
y nuestro código civil. Si, pues,
en cuanto mulsulmanes queremos seguir fieles
al código religioso,
en el ámbito civil estamos dispuestos a reconocer la sabiduría
y la
excelencia de la doctrina social y rolítica de la Iglesia ... "
Et coetera ... No podemos decir todo ... La multip!icidad y la
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JEAN OUSSET
extrema variedad de testimonios ínfimos haría su enumeración
fastidiosa.
Lo
importante es comprender aquí
qlle si, en el plano teórico,
ciertos acercarpientos, ciertos encuentros, parecen inverosímiles, en
el plano concreto, en el plano de la complejidad de los seres y de
las cosas, podemos permitirnos mil esperanzas. Lo esencial es ver con claridad que en
la búsqueda de semejan­
te objetivo importa evitar, los conflictos de protocolo, cuando no recelar de
ellos, Hay

que llegar a
la realidad. Hay que ir a los
hechos ... , los cuales ( en el plano estrictamente
apologético en que
de momento estarnos) ofrecen siempre muchos más recursos que
la apelación a fórmulas abstractas.
* * *
¿ Hay algo más opuesto a la ·supremacía romana, al poder pon­
tificio, que el protestantismo? Sin embargo,
¿ no es acaso el protestante Sismondi quien_, en
su
Historin de las Repúblicas ]/(1)/i,z,ias, reconocía que "en medio
de los conflictos de jurisdicción entre los señores feudales, el
Papa era el único que se mostró defensor del pueblo y el único
pacificador de las turbulencias de los grandes. La conducta de los
Pontífices explica el respeto con el que eran considerados, y sus
beneficios
explican el

reconocimiento de los pueblos".
"Bse centro de unidad re'ligiosa ~escribe otro ¡protestante,
Robertson-

ha sido durante varios siglos un inmenso beneficio
para la humanidad."
"Ese gran poder que tuvo la Iglesia salvó a Europa de la bar­
barie", se puede leer en las
Lettres d)Jtalie, del publicista alemán
protestante Pierre de Joux. Y del protestante Juan de Muller, en su
Voyage des Papes ... :
"Gregorio, Alejandro, Inocencio, pusieron un dique al torrente
que amenazaba invadir toda la tierra: sus manos paternales ele­
varon y fortificaron la jerarquía
y con ella la libertad de todos
los pueblos."
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UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
En cuanto al protestante Ancillon, en su Tablewu des revo­
lwtions
du
sistemc politique en Europe, escribe: "Durante

la Edad
Media, solamente el Papado, quizá, salvó a Europa de una com­
pleta barbarie. Acercó a las naciones
y fue su centro común. Fue
un tribunal supremo levantado en el centro de la anarquía ... Pre­
vino y detuvo el despotismo de los emperadores, suplió la falta de
equilibrio y disminuyó los inconvenientes del régimen feudalt
Serie de testimonios protestantes que puede coronarse por el
del gran Leibnitz cuando escribía: "Está fuera de duda que los
Pontífices (romanos) han ejercido esta autoridad durante
varios
siglos con el asentamiento universal y el aplauso de todos."
Una
Vez más, Leibnitz, en

una carta a Grimarest, dice ... :
"Que se establezca para juzgar las diferencias entre príncipes un
tribunal en Roma
y que

esté presidido por el Pontífice Romano,
recobrando ese poder judicial que en otros tiempos ejerció sobre
los reyes ... (Esto) traería una nueva edad de oro sobre
la-tierra.''
Pero

se
nos dirá

que
estas citas

son antiguas.
No creemos que,
en lo psicológico, esta
antigiüedad las

haga menos probatorias.
¡ Al contrario! Porque fueron escritas en tiempos en que las "con­
troversias con los protestantes" eran bastante más viva,s que hoy
en día.
* * *
Mucho más precisos, y acercándose más al tema que nos ocupa,
está

el testimonio de aquella Sirnone W eil, cuya admiración por el
Evangelio
y el misterio cristiano nos hace demasiado a menudo ol­
vidar que nunca entró en la Iglesia.
He aquí lo que dice Simone Weil: "l.a-5,_ polémicas en torno
al laicismo han sido una de
las principales

fuentes de envenena­
miento de la vida (. . .) en Francia ( ... ). Es cierto que la neutra­
lidad es una mentira. El :sistema lako no es neutral; comunica a
los niños una filosofía que es de una parte muy superior a la re­
ligión
tipo San Sulpicio, y de otra muy inferior al auténtico cris­
tianismo."
{. ..
)
"Se le perjudica a un niño cuando
se le

educa en un cristia-
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JEAN OUSSET
nismo estrecho que le impide para siempre capacitarse ,para com­
prender que hay tesoros de oro puro en ciertas civilizaciones no
cristianas. Pero la educación laica irroga a los niños un perjuicio
mayor. Disimula esos mismos tesoros y además los del cristia­
nismo.''
"La única actitud a la vez legítima y prácticamente viable que
pueda tener, en Francia, Ia instrucción pública respecto del cris­
tianismo consiste en mirarle como a uno de los tantos tesoros del
pensamiento humano. Es absurdo en el más alto grado que un
bachiller francés haya adquirido el conocimiento de los poemas
de

la Edad Media, de Polyeucte, de Athalie, de Fedra, de Pascal,
de
Lamartine, de

doctrinas filosóficas impregnadas de cristianis­
mo ( ... ) y que no haya abierto jamás la Biblia. "Bastaría
decir a

los fnturos catedráticos y a los futuros profe­
sores: la religión
ha tenido en todo momento y en todo país, salvo
muy recientemente en algunos lugares de Europa, un papel domi­
nante en el desarrollo de la cultura, del pensamiento y de la civi­
lización humana. Una instrucción en
la cual no se babia nunca de
religión es, pues, un absurdo. Por otra parte, lo mismo que en
la historia
se· habla

mucho de Francia a los niños franceses, si
se
habla de religión, ·se trata antes que nada del cristianismo."
"En consecuencia

-nos sigue diciendo Simone
W eil- habría
que incluir en todos los grados de la enseñanza, para los niños
ya
mayorcitos, unos cursos que se podrían rotular, por ejemplo, de
historia religiosa. Se haría leer a los niños algunos pasajes de la
Escritura y, por encima de todo, el Evangelio. Se comentaría con
el mismo espíritu del texto, como siempre se debe hacer."
"Se haJblaría del dogma como de una cosa que iba jugado un
papel de primera importancia en nuestros países,
y en la cual
hombres de primerísima fila han creído con toda su alma; tam­
poco habría que disimular qué cantidad de crueldades han encon­
trado pretexto en él; pero sobre todo se intentaría hacer sensible
a los niños la belleza.en él contenida." ( ... )
"'Si tal sotución --concluye Simone Weil- fuera aplicada, hay
que esperar que la religión cesara poco a poco de ser una cosa
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UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
en favor o en contra de la cual se toma partido de la misma ma ~
nera que se toma un partido en política. Así se abolirían los dos
campos, fil campo del !Profesor y el del cura, que mantienen una es­
pecie de guerra civil, latente en tantos pueblos franceses. El con­
tacto con la belleza cristiana, presentada simplemente como una be­
lleza a saborear, impregnaría insensiblemente de espiritualidad la
masa del país."
Y o no digo que este texto nos satisfaga plenamente. Lo que
digo es que hay en este texto los elementos de una apologética de
la cual no sabémos -servirnos suficientemente.
Ya se sabe, pues, que en las condiciones extremadamente di.fí­
ciles que son las del mundo occidental actuahnente, la reconstitu­
ción de una unidad espiritual que haga al cristianismo el sitio
que le es debido, debe evitar todo lo que pudiera ser un conflicto
de principios
" priori, conflictos de protocolo.
Es necesario, ya lo hemos dicho, ir más bien a los hechos . ..
Pero la gran lección de los hechos se encuentra en la historía.
Recurramos, pues,. a la historia.
El recurso a ella es mucho más prometedor que el recurso al
propio derecho natural. Porque en la historia se encuentra uo sola­
mente la ilustración viva y continua de ese derecho natural, sino
que se encuentran también en ella todos los signos e intersignos
de lo sobrenatural, luz de Cristo y de su Iglesia.
Recurso a la historia, que no sólo permite defender verdades
y va 1_ores naturales. Recurso a una historia que permita defender
y proponer a los incrédulos un número considerable de valores
cristianos que no son menos percibidos
y defendidos por serlu
desde el exterior.
Esta fórmula permanece, ciertamente, muy por debajo de lo
que la enseñanza católi<;a puede proponer dogmáticamente. Es una
simple -fórmula de concll.IBiones ,prácticas adq.uiddas por vía in­
ductiva .. Fórmu'la que corresponde completar a los católicos. ¡ No
derribarla !
¡ Criterio inferior ! Cuanto se quiera, pero que atendiendo a la
unidad espiritul a realizar ofrece la ventaja de una puesta en mar-
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JBAN OUSSET
cha accesiblt' a todos y que no bloquea ninguna perspectiva hacia
lo alto.
* * *
Fíjense bien que aquí no tratamos de ninguna manera de esa
forma de tradicionalismo
que consiste
en sostener: "Hemos sido
católioos a lo largo de toda nuestra historia, así que importa se­
guir siéndolo siempre." Se trata de una cosa bien distinta. Se
trata de algo que demuestra que, incluso en política, todo aleja­
miento del catolicismo, lejos de significar un progreso, denota un
retroceso
{tal como el profesor Gillenssen nos lo ha dicho al co­
mienzo de este congreso).
Una vez más repetimos que ... esta unidad espiritual, fuerte
dosis de empirismo, no nos dice ciertamente todo. Pero
qued,1
siempre

que, por mínimo
que-sea un acuer:do posible, ese. mínimo
sobrepasa, y por mucho, todo lo que un recurso al derecho natural
puede ofrecer.
En realidad, somos nosotros quienes, por ignorancia o estu­
pidez, somos
la causa de nuestra impotencia.
Somos católicos, pero porque pensamos que eso es solamente
una opinión tenemos tendencia a creer que lo que es católico no
puede ser admitido por los que, precisamente, no lo son. Lo cual es una manera de no creer en la objetividad universal de las ver­
dades que defendemos. Error y desconocimiento que nos hacen
abandonar sin necesidad unas posiciones considera.das inaccesibles
a los incrédulos, cuando, a veces, gran número de éstos se en­ encuentran mucho más arriba del punto en el cual creemos que
es más hábil
bajar a

encontrarlos.
De
,ello dimana como resultado, que

no
sea muda rarro ver hoy
día que incrédulos, que

no
católicos, aprueban y defienden las te­
sis cristianas en las que muchos fieles
y muchos eclesiásticos ya
no

creen, e incluso algunos no sienten temor en
reprOChar a
1a Iglesia que

las haya sostenido hasta
nuestros días.
Esto es el punto en que hay que evocar aquella respuesta de
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UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
Jesús: "En ver,dad os digo: 'Si éstos se callan, la1S piedras ha­
blarán."
Porque

es un hecho que ante ese silencio de los cristianos, la
voz de numerosos incrédulos se eleva vengadora.
* * *
Y ya que este Congreso tiene por tema: "Patrias, Naciones, Es­
tados ... ",
¿ cuántos católicos se atreven hoy día a pensar, cuántos
se atreven a hablar como se atrevía a pensar y a escribir el agnós­
tico Maurras?
"La sociedad de las naciones no pertenece ni al presente
nl
al
porvenir

( ... ). Venimos a ella.
¡ Ya hubo una Europa! ¿ Dónde
está? Esta unidad europea era ert sí misma el relicario moral y ma­
te.ria'l de la uniidard del mundo cristiano: pero fue f'lata ien la Re­
forma que hizo sufr.ir a la comunidad religiosa y moral de la
Edad Media

un gran
desmenttizamiento de competiciones y ri­
validades." ( ... )
Divididos y
isacraliz.ados, supuestos iguales, idénticos, fos pa­
triotismos
querrán
parecer cada vez

más
i1rr.eductibles. Ser"án esti­
mados

más
puros a

medida que se mostrarán más temibles ( ... ).
Se v.erá que •se agrava

lo
que ha
visto el
planeta después de la
Revolución:
imhuidos de

los mismos
derechos, 'los pueblos

corre­
rán a
las mismas

metas, ·exhi,birán
las mismas
intenciones,
y, con
los
.mismas espejismos

se 'lanzarán a las mismas matanzas." ( ... )
Hemos soñado en ello con frecuencia. Existe un poder sólido
y antiguo.
¿ Por qué los. internacionalistas nunca han hablado de
él

más que para combatirlo? Existe una institución cuya influencia
alcanza los confines de la humanidad.
¿ Cómo los "humanita­
rios". . . no se preocupan nunca de la institución por excelencia,
la única que puede ufanarse de ésta adecuación a la humani­
dad? ... "( ... ) Mientras que en la Internacional científica, literaria, socialista,
capitalista, cada nacional ha seguido, durante la guerra,
la suerte
de
la nación a la cual estaba unida, el catolicismo ha conservado
859
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
una existencia distinta y una ley independiente. Todas las organi­
zaciones eurqpeas que,

perecieron bajo la
[ey de
la
guerra, des­
aparecieron ante· el Estado a cuya ciudadanía 1pertenecían, y úni­
camente,
fa organización católica ha ,dado un signo patente de vita­
lidad autónoma ( ... )."
He aquí el punto donde se encuentran el sueño del agnóstico
Maurras con el del protestante Leibnitz, antes evocado. Páginas
escritas en plena guerra mundial, el 2 de febrero de 1915, por ese
incrédulo, sin embargo bien conocido por su nacionalismo.
"Es
porque

las naciones se hacen a ras de suelo una guerra atroz, por
lo que nos parece honorable para nuestra especie que haya un
Iuga,r doru:l·e se encuentren y puedan converger Ias oraciones del
mismo
,r,to, exlhaladas

por almas enemigas( ... ). Antaño( ... ) había
una camaradería militar que, más antiguamente, formaba la ca~
ballería. Habla un estado de espíritu europeo que daba leyes hu·
manas

a la guerra. Esos grandes bienes morales se han perdido.
Pero vemos

lo
poco que

queda adherirse
y agarrarse al catolicismo.
Confieso que este hecho visible y palpable contribuye a hacerme
extraordinariamente atento y respetuoso hacia todo lo que atañe
a la esencia católica. Debilitarlo es debilitar
el último refugio te­
rrestre de lo htlhlano, de lo uni Y en cuanto al Papa, he aquí lo que se atreve a decir de él
nuestro agnóstico: "Lo importante es (que el Papa) existe ( ... ).
Es para esta autoridad preciosa para la que hay que pronunciar
ante todo el
prius V11Vere .. Dondequiera que vaya, cualquier cosa
que haga mientras está
ahí, es. Esta existencia, por sí sola, es un
beneficio
inme:tliSO porque repr.esenta la unidad de eentenas -de
millones d·e espíritus y de corazones. Encama la i,nternaciona­
lidad [
o-sa decir,

ese nacionalista
J en un siglo donde las rivalidades
de las naciones se desencadenan ( ... ). Antes de que diga nada,
comprendamos que hay que agradecerle su existencia. Lo que no
hace hoy puede hacerlo mañana. La esperanza, de la cual es signo,
no se apagará más que con ella misma. Es, pues, a ella a la que
hay que defender y
salvar ... "
Páginas

admirables, mis queridos amigos, cuyas resonancias
860
Fundaci\363n Speiro

UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
actuales son fácilmente apreciables. Pero páginas tanto más ad­
mirables en cuanto fueron escritas por un incrécfolo. ¿ Cuántos
católicos se atreven hoy a proclamar lo que ellas expresan?
i Pero avancemos más allá!... jSiempre siguiendo al mismo
autor
! Y veamos el lugar que este incrédulo entiende que deb<
ser

reservado al catolicismo en la vida
y en el orden de la Ciudad.
"Uno se engaña --escribe--acerca del sentido y de la natu­
raleza de las razones por las cuales ciertos espíritus
irreligiosos
o sin creencia religiosa han profesado un gran respeto al catoli­
cismo mezclado con una callada ternura y un profundo afecto. Eso
es po1ítica, se dice a veces. Y se añade: simplemente, gusto por
la autoridad." ( ... )
"Todo eso

es frívolo, por no decir más. Cualquiera qu_e sea la
extensión que se conceda al límite del gobierno, en cualquier sen­
tido extremo en que se le considere, siempre
se;á desbordado
por
la plenitud del gran ser mornl al cuacl se eleva el pensamiento
cuando

la boca pronuncia el nombre de la Iglesia de Roma. Ella
es sin duda un gobierno, !)ero es también mil cosas más."( ... )
"La regla exterior no agota la noción del catolicismo, sino que
es él quien sobrepasa infinitamente esta regla. Pero donde_ la re­
gla cesa, la armonía está lejos de cesar. Por el contrario, se ampli­
fica. Sin consistir en todo momento en una obediencia, el catoli­
cismo
es en todas partes un, orden._ Esta esencia religiosa-viene a
ser, para sus admiradores de fuera) la noción más general del
orden." ( ... )
"Una sede central en la Iglesia, y ,esa sede en Roma: la ven­
taja no es sólo para Roma, ni para la Iglesia solamente, ni para
los
clérigos, ni

sólo para los fieles. Es infinita para
la scJcied,;d
y el Estado. Para la más laica de las. sociedades. Para el Estado
más celoso de sus derechos. Es cierto que no hablo
más que de
Estados y de sociedades que están interesados en su propio bien
o por lo menos que no sean totalmente hostiles a él." ( ... )
Esto es, pues, lo que sin duda es posible que un incrédulo
pueda admitir, puesto que es un incrédulo. quien Jo ha escrito. Por exterior que sea· a las vertladeras perspectivas de la
fe.
861
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
pensad que en semejantes testimonios se puede descubrir el argu­mento, si no
~1 método, por lo menos de un "encuentro" espiritual
y moral muy superior al que podría ofrecer el más estricto re­
curso únicamente al derecho natural.
Es prueba de que debe ser posible reagrupar a no católicos,
a no creyentes, en un consensus nacional muy superior a lo que
hasta aquí han podido proponer un liberalismo, un sincretismo,
un laicismo, un naturalismo, tan catastróficos por sus repercu­ siones morales como insensatos respecto de
la simple razón.
¿ Cuándo nos decidiremos a creer en la vida muy objetiva del
catolicismo hasta en las realidades de la historia?
¿ Cuándo sa­
bremos escuchar ... , y no solamente escuchar, sino cuándo sa­
bremos hacer escuchar a los que nos rodean esta "gran voz de los
hechos" de la
cual Blanc
de Saint Bonet ha hablado?
Esta "gran
voz de los hechos", que resulta irritante ver que es mejor com­
prendida por los
incrédulo,s que

por nosotros.
Porque son católicos los que,
hostil~s al Syllabus, lo interpre­
taron, lo trabajaron, lo trituraron, lo retorcieron
y, finalmente, lo
enterraron, mientras que un Maurras, por
ejemp~o, no
temía es­
cribir: "Quien quiera que sea, bien haya nacido iroqués o brah­
man ...
, no

puede privarse de amar al catolicismo considerado en
el texto
del S yllabus. "
¿No son acaso unos católicos los que, desde hace más de un
siglo han levantado como un estandarte la imagen de
WI Cristo
inspirador de la
Revolución, 1a

imagen de un Cristo teórico de la
"Libertad" masónica, la imagen de un Cristo encarnizado contrd
toda autoridad, cuando no la imagen de un Cristo indiferente
de
la

suerte temporal de las patrias
y de las naciones?
¿ No son acaso católicos los que (hoy más que nunca) hacen
suyas las tesis revolucionarias acerca de Ia soberanía
popufar
fuente

de todo dereoho, acerca
de la
igualdad
de las
religiones
ante
fa ley, acerca de la separación entre .la políitLCa y 1la religión?
Hay que ver la ironía, no lejana de una significación mística,
de ese sopapo dado
poT la lección de esos incrédulos que, al revés
de

nuestra ceguera, habiendo interrogado a la historia
acerca de
862
Fundaci\363n Speiro

UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
la evolución de los pueblos y de las vicisudes de las sociedades ... ,
descubren en ella la acción de la Iglesia de Roma ... y no dejan
lizador
y moralizador, la armonía prodigiosa de su enseñanza. En­
cuentran en ella las reglas
privilegia una felicidad dura­
dera ...
¿ De la felicidad eterna?
No, ciertamente, por desgracia.
Esfo· el
incrédulo no lo ve.
Pero nada le impide distinguir en
el orden preconizado por esta
Iglesia las condiciones de la felicidad individual, familiar, social,
nacional en el imperio del tiempo.
Espectáculo tal, que el incrédulo Maurras, según su propia
confesión, se 'encontró a causa de él, una mañana, despertado con
"las manos juntas y las rodillas dobladas delante de la vieja y
santa figura del catolicismo histórico", habiendo claramente sen­
tido que era, que quería ser, "romano" ... Romano de esta romani­
dad en la cual pueden participar todas las naciones de la tierra.
Porque esta romanidad es un espíritu y no el carácter de una
raza ... ; los latinos en la propia Roma no fueron ciudadanos ro­
manos, al contrario del judío San Pablo, que él sí que lo fue.
¡ En qué grado! ¡ El Apóstol de los Gentiles !
''Romano'', exclama
J\faurras, no
solamente ''porque Roma,
desde
el cónsul Marius y el divino Julio hasta Teodosio, ha es­
bozado

la primera configuración de Francia, (. . . sino) porque
Roma, la Roma de los sacerdotes y de los Papas, ha dado la so­
lidez eterna del sentimiento, de las costumbres, de la lengua,
del
culto,

a la obra política de los generales, de los administradores
y de
los jueces romanos ...

". ( ... )
"Soy romano en la medida en que me siento hombre ( ... ) ani­
mal que, viajero o sedentario, se esfuerza en capitalizar las ad­ quisiciones del pasado e incluso a deducir una ley racional." ( ... )
"Soy romano por todo lo positivo de mi ser, por todo lo que
juntaron .el placer, el trabajo, el pensamiento, la memoria, la
razón, la ciencia, las artes, la política y la poesía de los hombres
863
Fundaci\363n Speiro

JEAN OUSSET
vivos y reunidos delante de mí. Por ese tesoro que ella ha reci­
bido de Atenas y cuyo depósito ha traosmitido ( ... ). Roma sig­
nifica sin duda la civilización y la humanidad.
Soy romano, soy hu­
mano, son dos proposiciones idénticas." ( ... )
¡ Bien, queridos amigos! Este es el testimonio del incrédulo ... ,
creo que interesa a todos nosotros, como católicos que somos, com­
prender su lección y hacerla comprender en derredor nuestro.
Pero no es menos importante comprender que esta apologética
de la utilización de
loS testimonios
de incrédulos, de las enseñan­
zas completamente empíricas de la historia con vistas a una unidad
moral y espiritual, para que pueda resultar 1suficientemente acep­
table

-una apologética así----:-importa comprender, digo, que re­
quiere, a
fin de no perderse, que por lo menos, la élite que preten­
demos suscitar tenga una formación más elevada. Una formación
que permita no perder nunca de vista lo que pueda comportar de
riesgo, lo que tenga de peligroso este recurso a la argumentación
forzOsamen~e relativa,

forzosamente incompleta, de los incrédu­
los, aunque sean los más sinceros y los favorables al
cat-Olidsmo.
Por

tanto,. hay necesidad de una formación previa, seria. A la
vez
doctrinal y práctica. j Incluso táctica!
Formación doctrinal para que, siempre, un sentido justo. de
las verdades supremas no sea oscurecido por la inevitable refe­
rencia a los argumentos puramente
empíricos, completamente

re­
lativos, completamente pragmáticos ... , argumentos en los cuales
la verdad no parece más seductora porque es verdadera sino sólo
en la medida en que es útil.
Formación doctrinal, por tanto, para que un muy justo deseo
de unidad no nos haga en modo alguno preferir lo "relativo",
fa­
vorable a los contactos, a lo "absoluto", que es lo único que posee
las promesas de la vida eterna ...
¡ E incluso de ta vida temporal
a largo plazo !
Y no solamente formación doctrinal, sino también formación
práctica. Precisamente con ese sentido de la diversidad,
ese sen-
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UNIDAD ESPIRITUAL Y UNIDAD SOCIAL
tido de lo contingente implicado en todo lo que es práctico, todo lo
que es táctico.
Cómo dejar de comprender, en efecto, que la variedad, a veces
con tan grandes contrastes, de los argumentos o de
las referencias
históricas

evocadas a lo largo de este informe exige para ser fe­
cunda un agudo sentido de las circunstancias, de los ambientes,
de las psicologías, de los acontecimientos.
Cada red, cada centro de actividad cultural o profesional, pue­
den necesitar de una fórmula de acercamiento diferente.
Lo cual me lleva de nuevo (ya lo sospecháis y me lo perdona­
réis)· a la obligación de insistir en que no os marchéis de aquí sin
tomar firmes resoluciones de trabajo. Es mi obligación recorda­
ros la importancia de la acción y de los métodos propuestos por
el
Office.
No son tiempos de relajación.
Es más que nunca la hora de la acción.
No creemos que las exigencias de esta acc10n impongan que
modifiquemos en nada los métodos, la estrategia, que no hemos
cesado de recomendar. Más que nunca, lejos de las crispaciones gregarias,
una ac­
ción multiforme, por redes vivas, competentes, armoniosamente
implantadas,
bien adaptadas a las necesidades locales, institucio­
nales, psicológicas ... ; más que
nunca una
acción así, agil e infil­
trante, puede tener una probabilidad seria de fecundidad, utili­
zando todo, lo mejor posible, y hasta los recursos tan frecuente­
mente incompletos
que se ofrecen a cada uno.
¡ Lo importante es mantenerse! j Así que manteneos! Lo impor­
tante es saber utilizar los menores recursos. Dedicaos, pues, a apren­
der
a utilizarlos.
No os digo que sea fácil. Aquí estamos algunos desde hace
bastante tiempo muy bien situados para saber que no lo es. Fácil
o no,
lo ímportante es saber que eso es una obligación que no se
puede rechazar.
Aunque en el corazón de vuestros -círculos de influencia y de ac­
ción vuestras posibilidades parezcan muy reducidas, incluso si os
865
SS
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JEAN OUSSET
sentís muy alejados, como todos nosotros, de la plenitud de esta
unidad espiritual que fue la gracia inefable concedida a las nacio­
nes cristianas de antaño ...
, a

pesar de todo ... decís bien . .. que
es en el sentido de esa acción donde se halla la esperanza de una
unidad, bastante armoniosa, de los espíritus y de los corazones,
bastante suave y, sin embargo, bastante rigurosa para que los
propios incrédulos, tanto como nosotros mismos, puedan vivir
libres, felices
y expansionarse, sin cesar de estar a la sombra re­
dentora y muy misericordiosa de la Cruz.
PATRIA -NACION -ESTADO
por }EAN ÜUSSET,
l. ESTA COMUNIDAD SOCIAL DE LA QUE SOMOS HIJOS
II. DEFINICIONES PROPUESTAS
III. LA EDUCACION DEL PATRIOTISMO
IV. EL INTERNACIONALISMO
V,. LA NACION CONSIDERADA COMO ABSOLUTO
VI. UNIDAD DE RAZA Y UNIDAD DE LENGUA
VII. ERROR DE UNA CONCEPCION DEMASIADO DESENCAR­ NADA DE LA NACION
VI!I. ERROR DE UNA CONCEPCION MATERIALISTA DE LA PATRIA O DE LA NACION
IX. MAQUIAVELISMO O TOTALITARISMO ESTATAL
144 págs. 75 ptas.
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