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Respeto a la vida: aborto, infanticidio, eutanasia y experimentación humana de la medicina

RESPETO A LA VIDA: ABORTO, INFANTICIDIO, SUICIDIO, EUTANASIA. Y
EXJ'.ERIMENTACION
HUMANA
DE

LA MEDICINA
El respeto a la vida se convierte en una añagaza si no es in­
condicional; y la pérdida de su carácter sagrado se con­
vierte
en una verdadera
matanza de
inocentes.
"El prinópio fundamental en esle cmnpo ha sido solemne­
"mente recordado por el reciente Concüio Ecwrnénico: «Dios}
"Señor de la vida, ha confiado a los homb·res la insigne misión
"de
proteger
la vida,

que se
ha de lle'/Jar a cabo de modo dig­
"no del hombre. Por ello, la
vida ya
concebida ha de ser salva­
" guardada con ex'Cremos_cuidados; el aborto y el inrfanticidio son
"crímenes al,ominables (Gaudium et Spes, n. 51, párr. 3). Es
,, decir, qwe por enicima de las motiv(J)CiO"l'l,1es qu1e animan1 a los
,,homibres, en su conducta y la sinceridad de sus imitencian,es1 nexisten criterios objetivos de moralidad1 que juzgan las conduc­
"tas humanas.
"Que vuestros debates no pierdan jamás de vista esta afir­
"mación prin,era: toda
vida humana debe

ser
mcondicionalmer,.
"te respetada. Además, la historia rederote nos

lo
eniseña trági­,, camenite: el respeto de la vida se convierte en una añagaza des­
" de el monumto en que no es incondicional y absdlutoJ Y' toda "falta grave a su carácter sagrado corre el riesgo de desem/Jo­
,, car} como última consecuencia) en una verdaJÍ,era matar,,Jza de ninocmtes.
"La
Iglesia n.o ign1ora, ciertClimente, qu1e se presentmJ¡ casos
"angu;stiosos, cuiando
la vida misma de

la
rnadr.e parrece "nazada, pero ella no ser/,a capaz de admitir el aborto «tera­
,, péutico»1 co,11110 se le llama: diversos episcopados la han recO'Y­
"dado reciente y justamen,te con fuerza. Una co/,ectividad que, nbajo diroersos prete.ztos se orientase hacia e'l aborto legalizado,
n iría ccrnitra corriente de los esfuerzos realizadüs por siglos de ci­
"vilización. Se situaría al mismo tiempo fuera de las perspecti­
"vas fun,damentales de la rmtropologw cristiana y de su absoluto
"respeto del hombre, desde el primer i,iistante de su concepción
"y hasta su último aliento de vida."
Las normas objetivas del bien y -del mal aplicables al aborto,
el infanticidio
y la eutanasia no admiten atenuaciones _por
razones de seIJBihilidad ni sentido alguno.
"Las mismas normas del bien y del mal se aplican, pu,:s, tan­
"to a
/,a, eutanasia como al aborto y r,l infanticidio. La influencw
Fundaci\363n Speiro

"del cristiawismo habla desa,rraigado poco a Poco estas fo,.,.as de
"obrar bárbaras, pero

los
conceptos materialistas de wn, eugenis­
"mo pagano tienden a

dar
wuevaini-ente cMta d,.e ciudadanía a las
"práctix:as más deniiqrarn,tes. Como decía recientemente y con

fuer­
"za el

Santo
Padre: «No temáis de marchar cuando sea ne,ce­
"sario, a ccmtracorriente de
lo qu.e se-piensa y dice en un mundo
"que se

comporta
paganamente. San

Pablo n1os lo advierte: «No
nos asemejéis a

este mundo,
sino trcmsjonnaos por

la renovación
"de vuestro espíritw» (Rom., 12, 2).
"Es n1ecesario repetirlo claramente, ante las ccmvParías de opi­
"nión que ponen a dura prueba /o,s fundamentos mismos de la
"moralidad humana, en

nombre de la
sensibüidad y de

lo que se
"pretende
presentar como el buen se»tido: exceptuando la legí­
"t;ma
defensa, nada autoriza jamás a un homl,re a disponer de

la
"vida de

otro,
como tampoco de

la
ruya prapia. El mandamien,to
"es

formal
y absoluto: «No matarás» (Ex., 20,
13). El aborto
"ha sido corniSiderado como homicidio desde los primeros siglos
"de la

iglesia,
y nada permite hoy considerarlo en
otro sentido.
"Porque el niño, nos dicen los ginecólogos, está, d-esde s.u con­
"cepción, dotado con las característ;cas propias de una vida que,
"a pesar

de
ser tributaria de un medio privilegiado

de
desarrollo,
"no es menos autón0tma."
El -carácter sagrado de la vida huinana no admite la eutanasia,
pero no hay obligación médica de usar las técnicas de la
supervivencia vegetativa.
"Ca111Stituye una tenitación, en efecto, quierer atentM a la vida
"del
hombre,

bajo el falaz
pretexto de procura:rle una muerte
"dulce
y tranquila, ootes qwe verle continu "rante o wn:a agonía atroz. Sin el consentimiento dd enferma, la
"eutanasia es un homicidio;

su
cansent'Pm.iento hace
de ella
un
"suicidio. Lo-que es nwralmente un crimen na podrá, bajo pre­
"texto alguno, llegar a ser legal.
n Es necesario subrayar al mismo -t-iempo que el catrácter sa­
" grado de

la
vi,da es

lo que prohíbe al médico
,mi,tar, y lo

que le
"imponie al mismo tiempo un deber

de
emplearse, con
todos los
"recursos de
su cien1cia, a luchar contra la muerte. Pero no consti­
"tu,ye una obligación pa,ra el

médico· utilizar todas las técnicas
"de
supervivenicia que

le ofrece una ciencia infatigablemente
"creadora. En mwchos casos, ¿no seria una tortura itvútil impo­
"ner
la reanimación vegetativa,

en la fase final
de una enfermedad
"incurable?'
El

deber del
tnétlico es, ciertamente, en.tonces, esfor­
"zarse
más bien en calmar el mfrimien1to, en lugar de querer pra-
Fundaci\363n Speiro

"longar el mayor tiem1Jo posible, indepmdientemen,te de todo me­
"dio
y
de toda
condición, una vida que no es plenamente kuimamia
ny que se encamina) naturalmente, hacia su desenl,ace: la hora
"inevitable y sagrada del
encue,n,tro del a/m,a con su Creador, por
"medio
de un trámito doloroso que la hace Participar de la Pasión
nde Cristo. En esto también) el médico debe respetar la vida."
¿Es admisible la experimentación humana de la medicina?
"Par otra parte, ¡qué se debe pensar de la experinumtación
"humana
en miedicma? ¡Puede el

médico,
para hacer progresar
"la ciencia, servirse del hambre corno de un1 objeto d-e 'experi­
"mentación? Ciertamente, todos con~enan canr j-uistix:ia, como una
"monstruosidad, la e.xperimentación cr~minal pr{J)C,ticada en grctn
n escala por los regímenes totaUtarios. Pero todos saben también
n que no se deberla ccmdenatr indiscriminadamen1te toda experien1-­
,, cia sobre el hombre, en nombre del respeto a la persano, en pa:r­
nt-k:uJM cuando se trata de terapéwtica 11iUJeva, pues es realménrte
"cierto que la medicina no ha progresado frecuientemen,te a lo
nktrgo de los años sinio por laboriosos ensayos. A vosotros, téc­
" nicos experimentados, corresponde fijar las normas siempre
"cambiantes en este campo delicado, recoirdán-doos que el prin­
,,
cipio fundamrntal de

la ética
méd;ca sigue siendo el

respeto
nabsolu.to de la persorna1 de una person'a1 recordémoslo con el
"Papa
Pfo XII en su

célebre
discwrso del 15

de septiembre
de
"1952

a los
miermbros del C1mgreso Internacional de Histopato­
nlogía
del sistem,a niervioso, que· no es el dueño1 sino el uisufruc­
"tuario de una vida recibida de Dios (Cfr. AAS, XLIV, 1952,
"pp. 779-789).
En, una palabra, es
la
medicina la que e~tá al
"ser-vicio del hombre y no el hombre1 que es un instru;m,mto, al
"servicio de la ciencia. El progreso de los métodos experimentales
"desplaza los límites de las posilnlidades y de las prohibiciones
"---y es a vosotros a quienes cwrespcmde fijarlo-, pero la ley
"mora/, permrmece intangible en sus exigencias fwnitamentales."
Car,ta del Secretario de Estado, en nombre
del
Papa, a
los participantes en el
Congreso de
la

Federación Internacional de Asociaciones
Médicas Catóiicas, Ciudad del Vaticano, 3
octu_
bre 1970 (texto francés en L'Osservatore Ro~
mano· del 12-ilJ; texto en castellano: Ecclesia,
núm. l 515 del 31 de octubre).
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