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Número 97-98

Serie X

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La Ciudad Católica en España. [Prólogo a la primera edición española de «Para que El reine»]

MONS. GASIMIRO MORCILLO Y SU PROLOGO A LA PRI­
MERA EDICION
ESPAI' "PARA QUE EL REINE"
El fallecimiento de Don Casimiro Morcillo (e. p. d.), Arzo­
bispo de Madrid-Alcalá y Presidente de la
Confernncia Episcopal
Española,

nos llena de dolor y nos
evoca inolvida1Jles recuerdos,
de

los cnales dos
de ellos no queremos dejar que queden en silen­
cio.
El .primero es del pró[ogo con el cual, siendo entonces Arzo­
bispo de Zaragoza, honró la primera edición en castellano del
libro
de I ean Ouss(JltJ "PARA QUE-EL REINE". El segundo se refiere
a Ias dos

audiencias que concedió, siendo
ya Arzobispo de Madrid.
Alcalá, al mismo Ousset, a
quien acompañamos
varios amigos
españoles. Acudimos a ella a la hora
·fijada, ocho

de la mañana,
al Palado
episcopal, donde nos acogió

con Ia mayor cordialidad
y paternal afecto. Nos contó dos jugosas anécdotas a las que su
prólogo había dado lugar con algunos
Ob-ispos franceses;

una
referente a la efusiva felicitación de Mr. Marcel
Lefebvre, entonces
Obispo-Arzobispo

de Dakar,
·que pidió al Cardenal Cerejeira que
le presentara a Mons. Morcillo. Como permanente recuerdo del Dr. Casirniro Morcillo repro­
duciremos a continuación su referido prólogo escrito en el año 1961.
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"LA CIUDAD CAT:OLIGA" EN ESPAI' Trasplantada, pero con raíces propias hundüias en la
tierra) en la historia y en la doctrina nacionales, empieza
a edificarse y crecer en España "La Ciudad Católica". Es
un esfuerzo, nuevo en la forma, continuador de muchos
esfuerzos viejos que se
hicieron con
sacrificio y no sin
fruta. Aunque su nombre es nuevo, es una versión
mo­
derna

de otros
movimientos ideológicos
cristianos que to­
dos recordwmos porque han florecido en la histm-ia espa­
ñola en los últimos cien años. Y es también simultáneo y
paralelo a otros esfuerzos que, en España como en otros
países, van buscando el mismo fin.
"La Ciudad Católica" quiere

ideas cristianas claras,
ideas
clarmnente expuestas, ideas clara.invente vividas

e
ideas clara y eficazmente aplicadas.
Muchos libros y muchas cátedras han dejado de ser,
en nuestro tiempo, fuentes de luz.
Sa/,en de
ellos las ideas
fluidas y e-,,-amescentes, como si no twvieran ser propw,
Fundaci\363n Speiro


como si nacieran para evap·orarse al roce con otras ideas) como

si los que las
escrib-en o las emiten sintieran miedo
de no pisar terreno firme o de haberse quedado rezaga­
dos en su peregrinación ideológica. Y
si descendemo,; a
las aplicacione_s, de

esas
mismas ideas,
hallamos tal y tan
Peligrosa habilidad, qWe a

duras
penas podemos discernir
las

que
son de estirpe

evangélica y las que pertenecen a una
ralea espúrea. Tan confusas
y adulteradas andan y se pre­
sentan en muchas plumas y en muchas actuaciones pú­blicas. Del
Emngelio y del magislerio de

la Iglesia quieren
los hombres de" La Ciudad Católica" tomar sus ideas) pero no sin dejar de verter .en ellas el sudor del lrabajo perso­
nal necesario para
adaptwlas y
entregarlas
como solucio­
nes

eficaces a las condiciones contingentes y mudables que
en la vida de la
comunidad nacional

se
myan presentan­
do. Guiados de

la
mano por
las verdades cristianas y
sir­viéndolas con lealtad,

quieren
e~tos hom&res incorporarlas
a la sociedad

natural de la familia, a
las relaciones labo­rales
de los
hombres, a

las
actividades intelectuales y al Estado, procurador y guardián del bien común.
"La Ciudad Católica" no es un Partido Político; no
es tampoco una asociaci6n piadosa. Es un crisol de ideas cristianas desde el cual se vierten, incandescentes y lim­pias, sobre la sociedad humana para purificarla y mtalizarla. De
la Iglesia reciben los hombres de "La Ciudad
Ca­tólica"

la diafanidad y seguridad de las ideas. Pero
ellos piensan, hablan y obran bajo su p,ersonal responsabilidad
en
todo el

proceso de elaboración,
sistematización y ap/i,­cación de esas mismas ideas. El reina4o social, de J esucris­to es el término de su viaje: respeto de los derechos de
Dios sobre el
hombre, respeto
de la dignidad natural
y cristiana del hombre, libertad dentro de la ley y del derecho,
justicia en

el trabajo y en las
demás relaciones
y derechos
humanos, primacía de

los bienes del espíritu para la eleva­
ción del

hombre y buen
uso y
distribución de los
medios que

Dios dejó
en la
creación
para uso
del hombre.
A unos
hombres que, com<> los

de "La Ciudad Cató­
lica",
asl buscan

el
reina de Dias y así procuran

hacer
efectiva la consagración del mundo a su Creador, no pode­
mos negarles nuestro
más sincero aplausa.
Zaragoza, 30 de mayo de 1961.
t CAsrMrRo, Arzobispo de Zaragoza .
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