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Número 97-98

Serie X

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Ante la situación actual de la Iglesia en España

tes órdenes rel;giosas y deleg!Ulos de diferentes lugares de lo-s
1255 sorios de

esta Asociación.
A
continuación transcribim,as el texto de esta decÚJ!ración, de
/,a que se facilitarám ejempú,res a cuwntos lo pidan, en la secreta,­
ría de esta Asociiación, calle Pr'Dncesa, 21. Barcelona-3.
ANTE LA SITUACION ACTUAL DE LA IGLESIA
EN ESP.Al",A
En el año centenario de la muerte de San Antonio María
Claret
-modelo de
sacerdotes y obispos, según
el Corazón de
Cristo-no

podía faltar nuestra peregrinación sacerdotal a su
sepulcro, cobijado

en el nuevo y espléndido Santuario de
Vich,
Queremos

seguir sus huellas luminosas en esta hora difícil
de la historia de la Iglesia y del mundo, y santificamos como él,
en las duras circunstancias de
nuestro tiempo.
Hemos

de reiterar. nuestra absoluta repulsa a ser encasillados
en cualquiera de las divisiones en _que algunos pretenden escindir
la
Iglesi:i. Somos_
sacerdotes, a
secas, sacerdotes
de Jesucristo sin
adjetivos ni dependencias ni _ádhesiones que no sean nuestra sa­
grada vinculación a la Iglesia por el bautismo y el orden sacerdotal.
Para nosotros son totalmente artificiales las ya desacreditadas
clasificaciones de integrismo y progresismo, aperturismo y conser­
vadurismo. A otros puede que les interese propalar estas ficciones;
a nosotros, en absoluto, no. Jesucristo no es el jefe de un partido
político ni de sectas enfrentadas. Es el Unigénito del Padre, el
único Señor, Redentor y Maestro. Su Iglesia es, también, una
y única.
Mucho se habla hoy de pluralismo en el Pueblo de Dios. Siem­
pre lo ha habido. Cabe una ,legítima diversidad de escuelas filo­
sóficas, teológicas; y de espiritualidad. Pero si "nuestro nombre
es cristiano y nuestro apellido es católico" -según la exacta
sentencia de San Paciano de Barcelona- sería de todo punto
inadmisible que los Pastores aceptasen y tolerasen como católicos,
con los apellidos que se inventen, a quienes niegan abiertamente
verdades tan fundamentales de nuestra fe como la Trinidad, la
divinidad de Cristo, la Eucaristía, el Decálogo, la institución di­
vina de

la Iglesia, la divina maternidad y virginidad perpetua de
María, los Sacramentos, etc.
Nuestra ASOCIACION DE SACERDOTES Y RELIGIO­
SOS DE SAN ANTONIO MARIA CLARET, nacida de la
letra y del espíritu del Concilio Vaticano II, fiel a
la "Declaración
de
Principios y

criterios sacerdotales" proclamada aquí hace dos
años, siente la necesidad -en conexión con la autoridad de la
jerarquía, antes con el deseo de apoyarla- de levantar la voz en
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esta ocasión ante los problemas de la Iglesia en España en el
momento presente.
L SEMINARIOS, VOCACIONES Y SACERDO'l'ES.
Es público y notorio que se cierran los seminarios, que dis­
minuyen las vocaciones, que apenas fil.y ordenaciones, que dentro
de los propios seminarios ocurren hechos desagradables, que se
amontonan las deserciones sacerdotales
y religiosas. No es un
secreto que se discute la esencia e identidad del Sacerdocio. Ante
tal panorama queremos expresar nuestro pensamiento.
Ciertos métodos y experiencias de este último decenio son
causa segura de tamaña decadencia. La recta formación en los
seminarios
y noviciados exige, ante todo, una piedad verdadera y
una seria disciplina. Se han secado las fuentes de espiritualidad
y se ha quebrado la ascética cristiana que forjaba el temple de
los grandes caracteres. A la vista están los resultados. Con ce­
guera pertinaz se prefiere recurrir a motivos sociológicos discu­
tib!es antes de reconocer el error
y desandar el mal camino. Que
nuestro diagnóstico es certero lo demuestran algunos casos con­
cretos
de seminarios diocesanos y noviciados religiosos y misio­
neros que, oasis en el yermo, son ejemplo para todos.
La formación intelectual de los futuros sacerdotes no puede
sino fundamentarse en la filosofía perenne, en la teología inspira­
da en el pensamiento de Santo Tomás, en el seguro magisterio
de los Concilios y de los Papas. El estudio del marxismo e ideo­
logías materialistas -tan justamente
margina¡las por

Pablo VI
en su reciente OctogésiYma adven.1.e-ns-a la luz de la doctrina
pontificia, rectamente interpretada, ha de preservar a nuestra ju­
ventud de los
enga.ños, errores y redes organizativas del ateísmo
y de la subversión anticristiana y antisocial. Pedimos, pues, _se­
minarios

encauzados según el genuino -sentido eclesiástico, reafir­
mado por el Vaticano II. De otra suerte, se malograrán más y
más vocaciones, que, en conciencia, tenemos el deber de suscitar
y salvar por los medios que el mismo derecho natural nos aconse­
je
y el Espíritu Santo nos inspire. -
II. FE y VIDA CRISTIANA•
El Papa, el 5 de enero, y el Episcopado español el 25 de marzo,
han dado su voz de alerta ante los peligros crecientes que amenazan
la pureza e integridad de la Fe. Por lo que toca a nuestra patria,
hemos de constatar que, junto a una catarata de reuniones, asam­
bleas y planificaciones de pastoral, estamos asistiendo a una
de­
valuación de aquellos medios que solían ser eficaces para la sal-
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vaguarda de la Fe de nuestro pueblo y fomento de la moral y
de la piedad. Misiones populares, Ejercicios Espirituales, Cur­
sillos de
Cristiandad, predicaciones extraordinariaS, van desapa­
reciendo
al socaire del menosprecio de unos y la apatía de otros.
Mientras, hay que lamentar el escándalo de homilías en el
templo
y escritos en periódicos católicos y hasta "Hojas" dio­
cesanas
que perturban la
fe de

los católicos
y siembran el error
y la duda. La "mayoría silenciosa" del pueblo fiel sufre un acoso
incesante,
y suspira por voces de orientación -que apenas llegan
a sus oídos~ de los pastores de la grey, y por el ejercicio -----que
no perciben- de la autoridad de que han sido revestidos con
personal responsabilidad ante Dios.
La enseñanza religiosa merecería capítulo aparte. En modo
alguno hay que renunciar a ella, Niños y adolescentes .están ex­
puestos a una ignorancia supina en materia de Fe
y Moral, gra­
cias a teorías plenamente gratuitas y a conductas del
todo antipas­
toral-es.
Y a nuestro Episcopado le rogamos que, sin minusvalorar
el esfuerzo de
los "Catecismos
Escolares", no permita que
desa¡ya­
rezca
el

llamado "Catecismo Nacional", en sus tres grados. Por un
Catecismo nacional luchó en el siglo pasado San Antonio María
Clar:et. No

vamos a perder un fruto notable recién conseguido
y
que es instrumento aptísimo e insustituible para la cateque51s fa­
miliar y parroquial.
III.
UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA.
No

se puede confundir la nnidad católica de una nac1on con
ningún régimen político concreto.
La Unidad Católica es la ple­
nitud

de la
evangelizadón de

un país, con sus innegables ventajas
sobrenaturales
y aún sociales. Y hasta debe ser la meta de un
verdadero ecumenismo, que no se confunda con el sincretismo
refrgioso o una especie de ONU de religiones. Oaro que no sig­
nifica la militancia ni la santidad de los ciudadanos católicos. Sig­
nifica,
sí, que

la mayoría social de una nación
y los actos primor­
diales de su vida están signados por el carácter
católico. Y
que,
sin menoscabo de la verdadera libertad religiosa, los ciudadanos
gozan con
facilidad de

todos los medios de salvación que sólo la
Iglesia Católica puede ofrecer a los hombres.
En todos los tiempos la
Iglesia reconoció

el fuero sagrado de
la conciencia
y toleró la convivencia con otras confesiones religio­
sas. España es un ejemplo histórico, con sus deficiencias humanas
compreusibles. No desconocemos la Declaración del Vaticano II
sobre la libertad civil en materia
religiosa. Pero

con Juan XXIII
y Pablo VI hemos
de proclamar

que la Unidad Católica es para
España su mayor gloria y el bien supremo que urge conservar
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y defender. La Unidad de Fe será siempre un ideal hacia el que
hay que tender y el Estado confesionalmente católico jamás dejará
de ser un postulado del magisterio eclesiástico.
Ante el anuncio de un nuevo Concordato entre la Santa Sede
y el Estado español, creemos necesario afirmar, en nombre de mi­
llares de sacerdotes y de millones de españoles, que, así. como re­
pudiamos cualquier clase de enfeudamiento de la Iglesia, reproba­
mos como un gravísimo daño espiritual para la Iglesia, las almas
y la misma patria, la separación de la Iglesia y del Estado -quien­
quiera que sea su propugnador- en clara oposición a la doctrina
católica de siempre, confirmada por el Vaticano
II ( dr. Gaudium
el Spes, núm. 76).
Nuestras parroquias y pueblos se ven invadidos por una serie
de sectas, procedentes casi todas de Norteamérica, a cuál más pin­
toresca y absurda, pero que hacen y harán un daño incalculable
en personas de poca formación religiosa. Amparadas en un reco­
nocimiento otorgado, quizás con exagerada benevolencia, se en­
tregan a un proselitismo ilegal, abusivo y harto inoportuno y mo­
lesto. Sin que el número de adeptos lo justifique en modo alguno,
van multiplicando sus capillas y
s,,lones de

reunión. Falsificado­
res de la Biblia y fanáticos de la letra, llegan a aberraciones anti­
humanitarias y amenazan gravemente la unidad del país y son
radicalmente anticatólicos. No es éste, ni muchísimo menos, el
espíritu de la auténtica libertad civil en materia religiosa.
Si a todo esto unirnos el bochorno de la literatura marxista
y sexual que nos abruma y la caída vertical de los valores morales
en
el orden público y privado, cabe reconocer que nuestra Unidad
Católica corre grave peligro y que se halla amenazada toda la vida
espiritual de la nación. A tan triste coyuntura han llevado innú­
meros pecados de acción y también de omisión, que alcanzan a
las más altas potestades religiosas y políticas.
Que nuestra voz de alarma llegue hasta la Santa Sede y los
Poderes públicos del país. Si más no podernos, nosotros, sacerdo­
tes, defenderemos la Unidad Católica
con nuestra

plegaria ante
Dios, con nuestras predicaciones y con la formación de conciencias
cristianas que sepan amarla y se arriesguen a defenderla por todos
los medios lícitos.
IV. AsAMBLllA CONJUNTA.
No queremos omitir este terna de actualidad. La Asamblea
conjunta de obispos y sacerdotes, proyectada para septiembre,
ya
indicamos en otra ocasión que, en principio, no nos satisfacía. Porque nos parece ver en ella un vicio de origen que radica en
la famosa Encuesta tan deslabazada y ofensiva, sujeta a respues-
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tas prefabricadas en un abanico no siempre suficiente y satisfac­
torio,-y que tuvo que ser cumplimentada en unas breves y ago­
tadoras horas y en ambiente multitudinario muchas veces. No ha
sido verificada en todas las diócesis, es elevado el porcentaje de
sacerdotes que no respondieron
-p. e., en Barcelona se ha re­
conocido el 38 por 100 de abstenciones-- y aún muchos de los
que contestaron lo hicieron a disgusto y por mera reverencia a
la Jerarquía. Nos consta, además, que muchos Prelados jamás
habrían sometido a su clero semejante encuesta
y sólo consin­
tieron bajo la presión de ciertos sectores del Episcopado y del
clero. He aquí una muestra de los riesgos de una mal entendida
y peor aplicada corresponsabilidad episcopal. Aparte
de que

los documentos-base para la Asamblea han
sido ya objeto de tremendas polémicas, nos confunde el enorme
dispendio económico
dilapidad-O ya

en la Encuesta y el que su­
pondrá la Asamblea. No vemos por ninguna parte la tan cacarea­
da "Iglesia de 1os pobres", ni asoman los necesarios remedios de
la actual situación, si hay que esperarlos de verborrea parlamen­
taria y de votaciones democráticas. No van por aquí los caminos
de una sana regeneración espiritual y apostólica
del clero,
sino
por los que siguieron nuestros grandes sacerdotes santos y -los
innumerables que con su sangre rubricaron su fidelidad sacer­
dotal a Cristo, a la Iglesia, a todas las almas.
Reservamos para el último 1ugar de este escrito, lo que en
la mente de nuestra Asociación ocupa el primero : nuestra cons­
tante consagración al Corazón Inmaculado de María, Madre de Dios y de la Iglesia. De Ella esperamos las soluciones que
los
hombres

no podemos alcanzar. Fieles a la verdad montfortiana:
"quien no tiene a María por Madre no tiene a Dios por Padre",
permaneceremos en la brecha con Cristo y la Virgen. En esta hora grave de la Iglesia, en que parece que nueva­
mente el mundo se despierta "arriano", no hay sitio para el miedo
ni para el cansancio de los buenos. Borraremos del diccionario la
palabra '1imposib1e''. Lo decimos sin fanfarronería: nos jura­
mentamos a luchar por ser fieles a la Iglesia como lo hizo San
Antonio María Ciare! en su época, y con el mismo sueldo que
el suyo: calumnias, agresiones y arrinconamiento.
Hemos querido ofrecer a nuestro Episcopado y a nuestros
fieles, una vez más, nuestro sincero pensar. En medio de la noche
oscura, ya se vislumbran destellos de luz. El pueblo creyente de­
fiende su Fe con valentía ya en todas partes. Y sobre nuestras
cabezas brílla la
Estrella que

nos guía, María Inmaculada, la
"destructora de todas las herejías";
La victoria de la Santa Fe
Católica es segura.
En Vich, 14 de junio de 1971.
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