Índice de contenidos

Número 115-116

Serie XII

Volver
  • Índice

Dios y el hombre

DIOS Y EL HOMBRE
Necesidad de Dios para el hombre e imposibilidad de que éste
se sustraiga a su presencia.
«La
necesidad de DioJ es innata a la na:Jural-eza humana, y cuanto
"más progresa ésta tanto más advierte, hasta llegar al tormento, hasta
"llegar a cierta dramática experiencia, la necesidad de Dios. O .. tam­
,, bién aquella otra, que para entendernoi, podíamos decir la tendencia
"cósmica: quien ntudia, quien ""husca, quien piensa no puede sus~
"traerse a una objetiva omnipresencia de Dios, antigua verdad1 que
"el libro Sagrado nos repite constantemente: «¿Dónde iré yo lejos
"de tu espíritu (Oh, Señor), y adónde huiré yo de tu rostro?» (Salm., 11138, 7 ). Imposible sustraerse a esta presencia, de la cual la materia,
"la naturaleza
es, para quien sabe comprenderlo, un libro de lectura
"espiritual: .«En El (es decir, en Dio1, dice San Pablo) vivimos, nos
"·movemos y existimos» ( Act., 17, 28}. El Dios desconocido está 11 siempre aUi ,' todo estudio de las cosas es como un contacto con
"un velo

tras el cual se
advierte una infinita

palpitante Presencia.»
PAULO VI: Audiencia general del miércoles 23
de julio de 1966 (texto en italiano en L'01ser.
valore
Romano del 24 y texto en castellano: Br.
cle1ia
núm. 1.4 51 del 2 de agosto).
~allo de un humanismo cerrado que prescinde de Dios.
«Un humanismo cerrado en si mismo, que por una parte dirige
"la mirada hacia los

valores del
espíritu, pero por

otra prescinde de
"Dios, únicamente

puede producir éxitos aparentes.»
PAULO VI: Al Presidente de la República de
Austria. El humanismo Cristiano, gran necesidad
del hombre de hoy, traducción de Ealesia nú.
mero
1.577 del 29 de enero de 1792,
43)
Fundaci\363n Speiro

Las ideologías y filosofías humanas del hombre moderno, frente
al camino de verdad
y vida de la religión de Cristo.
«El hecho religioso, quiérase o no, en un sentido po.ritivo o ne­
"gativo, influye sobr.e la

historia presente del
mundo,-.se manifiesta
"en ideologías que se

convierten en corrientes sociales, en métodos
"pedagógicos, en dramas políticos.

El hombre moderno,
acaso sin
"que
él se 'dé cuenta de ello, se orienta con arreglo a categorías de
"pensamiento, las cuales no pueden prescindir de la referencia al
"polo extremo de las filosofías humanas y de las valoraciones nw­
"rales, cuyo polo eJ siempre la- religión; la religión carente de sentido,
"o mfto, o «gemido ,hacia el Dios desconocido», o bien la religión
"camino, verdad y vida, que es la de Cristo, luz, fuerza y go_zo del
"Espíritu Santo, del que la Iglesia es la humilde, pero refulgente,
"lámpara y el reducido, pero siempre abierto, .. santuario.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia gen~ral
del

2_ de junio de 1971; traducción de
Ecc!e.Iia
núm. t.546 del 19 · de ·junio. ·
El hombre moderno dominado por las · obserVaciories ·e intere­
ses ·inmediatos· y eón su horizonte concéptual restringido
ante la grandeza inmensa del uniVérso, obra ·dél Creador.
«Nosotros, hombres modernos, estamos tan dominados por ob-
"servaciones-y por intereses inmediatos que acostumbramos a restrin-
11 gir en la práctica nuestro horizonte conceptual dentro de una zona
"mínima y ceffada. En efecto, no pretendemos aventurarnos en unc1
"disertación sobre el espació, sobre el cielo, sobre el cosmos. Decimos 11 solamente que la empresa extraordinariamente audaz; impuesta hoy
"a la atención de todos, nos obliga a mirar a lo alto, más allá del
"campo terrestre, a recordarnos de

la inmensa
y misteriosa realit(ad,
"en
la que se

desarrolla nuestra pequeña vida. Los antiguos
miraban
"al
cielo

más
que nosotros, fantaJeaban, forjaban mitos inconsisten­
"tes y teorías falaces, atribuían al cuadro astronómico una gran im­
''portancia efectiva;

no conocían las leyes físicas
y matemáticas de la
"ciencia moderna,

pero pensaban más que nosotros en la existencia
"del Universo. Una lección de astronomía de una mente creadora, de
''una potencia

secreta
y superior ... Es decir: ha sido creado.
nHe aquí una

pequeña, pero
siempre gránde lección

de
ca:ecismo1
"la cual ilumina nuesft'a difícil meditación sobre el cosmos. Escuchad,
,, como una voz profunda que surge de los abismos de los espacios
436
Fundaci\363n Speiro

"y de los siglos: «En principio creó Dios al Cielo y la Tierra» (Gén.,
"1,
1).
ObseN!ad el

panorama del cielo
y del m11ndo; medid, sipo­
"déis,

la
amplitud; formaos 11n concepto de la densidad de lo real,
"de
lo vff1'dadf!f'o, de

lo escondido
que está aJJí contenida; experimen~
"tad un
escalofrío

de
maravilla por la

grandeza inmensa,
·que tene­
"mos delante,' afirmad la

distinción irreductible entre Dios Creador
"y ·et mundo creado~ y al mismo tiempo reconoced, confesad., celebrad
"la inseparable necesidad que une, la creación a su Creador ( ¿cómo
"podía
ser un solo instan.te .sin él?) j y recordad esta otra estupenda
"y repetida frase de la Biblia, siempre en el primer capitulo del
"Génesis {vv. 12,
18, 21, 25 y 31}; Dios vio que su obra era buena;
"por esto era bella,

era digna de ser reconocida por nosotros, poseída,
"trabajada, gozada. ,
"Este descubrimiento nuevo del' mundo creado es muy importante
''para nuestra

vida espiritual. Ver a Dios en el mundo,
y al mundo 11en Dios: ¿qué puede ser más extasiante? ¿No,, es esta la luz amiga
"y estimulante· que debe sostener la vigilia científica del estudioso?
"¿No es así como

huye el terror
del vacío,
que el tiempo
desmesu-
11rado
y el espacio

inmenso producen en
torno al microcosmos, que
"que somos

nosotros? Nuestra insondable
soledad1 es decir, el mi.rtefio
"de
nuestros destinos1 ¿no es de este modo colmada por una oleada
"de bondad

viva
y de amor? ¿No surgen en nuestros labios las fa­
"miliares, pero siempre extraordinarias pcUabras1 que nos enseñó
"Cristo: «Padre
Nuestro, que es:ás en

los
cielos»?>>
PAULO VI: .Audiencia general del miércoles 16
de julio de 1969 (texto _italiano en
L'.0sservatore
Romano
del 17 y texto en castellap.o: Ecclesi4
núm. 1.450 del 26).
Ante la grandeza de los vuelos espaciales y la contemplación
del cosmos convence de la existencia de Dios.
«Si realmente
somos inteligentes,

si de verdad no ceñimos nuestra
"emocionada atencfón
al aspécto físico de tas cosas, . a su marc_o cien­
"tífico1
sino,

que
leemos dentro, en ~11 secreto ~ltrafísico { es decir,
"metafísico) y tratamos

de
cómprendet" algo
de
fo· qite_ son: inmedia­
"tamente veremos' una verdad eviden'te: ellas no son c1111sa de sí mis­
"mas.
Y ent01ttes, ¿cómo existen? ¿Por qué sOn lan ÍJrandes? ¿Por
'' qué tan
ordenadas,

tan
bellas! tan unidas? Una racionalidad cohe-­
"rente
nos

obliga
a llegar _a los umbrales de aquflla suprema sabi­
"duría que llamamos
religión.

Una
revelación natural,
hoy
1 en una
''hora
de triunfo-

científico, nos lleva de
nuevo a

la Fuente del todo,
437
Fundaci\363n Speiro

"al Uno necesario, al Principio creador, al Dios vivo. No dejemos
,, escapar,

hijos
queridísimos, una ocasión

como ésta para
sentirnos
"nuevamente humildes, piadosos, buenos, religiosos y felices ante
"signos tan evidentes, para quien quiere ver de la suma presencia
"en nuestro

mundo y en nuestra vida. Adoremos en silencio.»
PAULO VI: Alocuci6n en la Audiencia del miér­
coles 21 de mayo (texto italiano de
L'Osser11atore
Romano
del 22 de mayo de 1969; texto en cas­
tellano: Eccle.ria núm. 1.442, sábado 31 de mayo
de 1969).
El hombre en la s.ociología religiosa católica no es un simple
número, ni un
ciudad-ano sin rostro.
«A diferencia de lo que sucede con las doctrinas o las opiniones
''sociológicas, de las que se ocupa con frecuencia hoy la pública con­
,,versación, el

hombre, como
unidad original,
como persona,
en la
"sociología

religiosa
cat6lica, en
la Iglesia, no está
reducido a 11n
"simple número, a un ciudadano sin su rostro propio, a una entidad 11 abstracta, distinta de otra mediante la etiqueta de Un hombre cual­
,,
quiera,

sino
que conserva y

hasta enriquece
su inconfundible
sin­
,, gularidad, su

personalidad,
su plenitud

humana y
sobrehumana. ,, . . . . . . . .
"El historiador Eusebio de Cesárea narra que el mártir de Aleian­
"dría
de
Egipto, Leónidas,
pad~e de
Orígenes,
al primero de sus siete
"hijos, uno de los más insignes talentos que tuvo la humanidad, go­
"zoso por la admirable precocidad de seme¡ante hiio, y dando gracias
"a Dios por habérselo concedido, mientras el niño dormla, u incli­
"naba sobre él y le besaba el pecho, pensando que en él habitaba el
"Espíritu Santo

(Eusebio de
C., «Historia Eccl.», 1. VI, c. JI, 11}.
"Este es el secreto de la vida sobrenatural del cristiano: ef ser mo­
"rada, mejor dicho, el

ser
vita/izados por la

Gracia,.
es decir,
por la
"acción del Espíritu Santo.
"Ahora bien, este hecho reviste la máxima importancia en nuestra
"teologla1 es decir, en nuestro concepto de la verdadera relacián que
"Cristo ha instaurado con la humanidad. La doctrina de la ¡ustifi­
" cación procede de este hecho. El Evangelio, San Pablo, San Agus-
1'tín,
el
Concilio de Trento, son
sus fuentes
inagotables.»
438
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 14 de junio de 1972 (O.
R. de
15 de junio de 1972; original italiano, traduc­
ción de
Bcclesia núm. 1.598 del 1 de julio).
Fundaci\363n Speiro

La concepción antropocéntrica ciega y rebaja al hombre.
«Una concepción antropocéntrica rebaja y ciega al hombre mo­
"derno
¡ y arrastra en su espiral luminosa y vertiginoia incluso a/,gu­
"na, fila, de la Iglesia peregrina, que, absorbida, totalmente por la 11exaltación de !.a real-idad humana, como autónoma, como origen ¡_
"fin de sí misma, pierden el Jentido de la suprema y viviente Real,­
" dad divina tranJcedente y presente; y con él pierden insenJiblemente
"el sentido de la fe, como verdad objetiva, el sentido de lo sagrado,
"el sentido del drama real de ta salvación.
"VoJOtros
conocéis
estos
a/Jismos de vacío religioso, que la
pre­
,, sunta

seguridad de la
mentalidad críti-ca actual produce sobre nues­
"tro camino; cono·céis la temible posibilidad de estas crisis, que
"primeramente reducen, tratan de hacer vana después la palabra de
"Dios, viviente en la enseñanza siempre fiel
y siempre nueva de la
"Iglesia católica. Por ello se hace mucho
más oportuno,
mucho más
"real-iJta, mucho

más confortante este rito de oblación:. él es
una señal
"de nuestra fe subjetiva coincidente

con nuestra fe objetiva.»
PAULO VI: Alocución en la Fiesta de la Can­
delaria (2 de febrero de 1970; texto italiano en
L'OsJervatore R01nano del 2 de marzo, texto en
castellano: Ecclesia núm. 1.480 del 21 de febrero).
Interrogantes sobre nuestro destino.
«Somos

seres
efímeros, frágiles,
disolubles, Somos
seres compues"'
"tos,
vivos

de
alma y de cuerpo, dos elementos muy distintos y ma­
"ravillosamente
unidos,
interdependientes,
que forman una vida sola)
"de

la
que el alma es

el
principio inmortal, es

el «nosotros» misterio­
,, so

para nosotros mismos y sólo conocido mediante la expresión
y
"la naturaleza de ciertos actos suyos, de los que el cuerpo nos da no­
"ticia, y por los que el cuerpo es tan importante para nosotros; el
"cuerpo es

el
reloj de
nuestra
existencia en el

tiempo, la
cua/. dura
"justamente

lo
que el
cuerpo,
al que el alma, por un castigo here­
"ditario, no

consigue darle vida inmortal.
"
"El alma tiene un destino independiente propio, la sup-ervivencia:
"¿cómo?,
¿dónde?
Cuando el
cuerpo cae, te .corrompe y se convierte
"en polvo, en cenizas. ¡Qué destino tan terrible/

¡Y,
.rin embargo, 1'hemos apreciado tanto, gozado ;1 cuidado a este cuerpo mortal! ¿Y
"el alma? ¿Cuál será su forma de vivir sin el instrumento corporal?
439
Fundaci\363n Speiro

"¿Y su destino? ¿Un destino fuera del tiempo, es decir, de las cosas
,, que pasan, un destino

-nos enseña nuestra doctrina- fijado por
"el
jucio de Dios y cargado todavía de una aventura prodigiosa, la
'' aventura f11t11ra de la resu"ección de

la tarne
y de la vida eterna ... ,
"o
de

la
condenaci'ón eterna? ¡Existen

motivos de sentir escalofríos.'
"¿Pesadillas fantásticas? No,

estamos en el campo del poder de
''Dios, de
aquel Dios que nos

ha
amado sin medida,

.pero,
justa­
''mente

para·hacer posible
y gozoso el encuéntro con- su Amor, nos
"ha dado el don de
la libertad ... »
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles
7 de marzo de 1_973. (O. R. de 8
de marzo de 1973; original italiano; traducción
de
Ecclesia núm. 1.634 4el 1i de marzo).
El hombre, negado Dios, queda cosificado.
«¿Existe el

hombre? Tal pregunta, formulada
por un testigo aten­
"to al drama espiritual-de nuestra época, ¿no es ampliamente re­
"veladora de

la confusi6n de
muchos espíritus
de hoy? «Si
el hombre
"-escribe oportunamente Maurice Zundel-

se reduce exclusiva­
"mente
_a determinismos

fisicoquímicos, reflejados en los determinis­
"mos psíquicos y en las complicacioneJ automáticas del

yo fenome­
"nal ...

,
su destino no

plantea problema
alguno ... Se trata de ur. fe-
11nómeno cualquiera en

un mundo
al que es inútil buscarle un sentido ...
"Se puede

concebir, a lo sumo,
un universo científico que funciona
"automáticamente;

en el
que el

hombre, desbordado por
Jus haUaz­
"gos,

no tendría puesto
al-guno. Un determiniJmo integral
se orienta
"en esta dirección, Tiende

a
hacer al hombre inútil,
a colocarle.fuera
11 de su ámbito

como
u17a má'ftlÍna primitiva a la que se

destina
al
"museo de antigiiedadeJ» ( M., Zundel, 'L'homme existe-t-il?, Parísi
"Ed. Ouvriers, 1967, pp. 155-156).
"Estas obJervaciones son gravn y apuntan le¡os. No podemos por 11
menos de cenJurar que cierto.r teólogos -que de

teólogos tienen
"solamente el
nombt-e-puedan

disertar indefinidamente
.robre la
"muerte

de Dios, o
que los

filósofos
-que no son, cier:amente,
"amigos
de

la
sabidurí-proclamen

la muerte del hombre.
"Después de siglos en
loJ que ha parecido que .Dios

se consoli­
"daba
a costa

del hombre, este último,
de.rgraciadamente, ha creído!
"en
efecto, que no -podía engrandecerse Iino por

la negación del
"Creador! sin

percatarse de
que la ·espiral de

sus negaciones lo lleva­
"ba irresistiblemente,

de la
muerte de

Dios
a la muerte del
hombre.
"Este,
al que se le reprochaba alienación en un ideal desencarnado,
440
Fundaci\363n Speiro

"se encuentra ahora como prendido en la trampa, hecho cautivo de
"las cosas1 confiscado, se podría declr; a fuerza. de .rer reducido a
"dimensione.r funcionales, hastd ser considerado .rolamente como un
"ser «unidimensional,» (Cfr.,
por

ejemplo, H.
Mat'cusse, Vhomme
"unidimensionnel,

París, Ed. de
Minuít, 1968).
"Existen homicidas e.rpirituales ,' y, ~·quién podrá nárrar· los daños
"Jlevados a cabo por tales pensamientos destructores, entre nuestros
"contemporáneos,
particularmente_ los jóvenes! siempre-apasionados
"por lo

absoluto, prontos·a lanzarse
a resoluciones extremas, y deseo­
,, sos

con todo derecho de
conducir su vida

__ de acuerdo con los
prin­
,, cipios
-o la ausencia de principio.r---'- que son de actuaüdad para
''
ellos

como el último
y más importante descubrimiento de los tiem­
,, pos modernos?»
PAULO VI: Alocución a los Filósofos partici­
pantes en el Congreso Mundial tomista del 13 de
septiembre
de -1970;

texto
.francés en L'Otserva•
torce Romano del 13, texto en castellano: Ecclesia
núm. 1.510 del.26 de septiembre).
Insatisfacción de la vida arreligiosa y necesidad de referir
todos los valores
terrenos al

orden de
más alto grado.
«La vida arreligio.ra resulta con frecuencia insatisfactoria e insig­
nnificante.
El
hombre inteligente
.re da
cuenta de que camina en la
"oscuridad; sin

la
luz de
la verdad
y de la práctica religiosa pierde
"relieve
y .rignificado su experiencia, se hace mediocre su persona­
"lidad, su libertad cae en poder de la.r pa.riones no buenas, y otros
"influjo.r. Siente

la necesidad de
alguna idealidad superior! anterior
"y .robre él. Las opiniones corrientes, lo.r aforismos retóricos, las
"filosofías
de

moda ofrecen fácilmente un
ídolo para
colocarlo en
~'et puesto de 'Dios. Hemos de reconocer que· a menitdo · son concép­
,, cionei
nobles y: altas las que se alzan como gula del hombre moderno
"en sustitución

de la fe religiosa: tales
Coffto la ciencia, la libertad,
"el
arte, e! trabajó, el progreso, ef deber, el amor ... Otras concép­
"ciones
no ·meno.r re.ronantes tienen ·un significado ambiguo: la ri­
"
queza,

el poder, la
gloria, la

política, la felicidad, etc. Son
valore,,
"ciertamente.
Pero

¿pueden acaso elevarse a-
aquel grado absoluto
"que rec0nocemo.r a

la divinidad
y que no necesita· ser ju.rtificado eri
"un
plano

.ruperior?
Y contentándonos sólo eón ellos; ¿·son capaces
"de
suplir

el sitio de
_Dios en nuestro espíri:u? ,:_'No ·dejamos! tal vei,
"a
solas, un vddo que bien considerado es

la parte
mayor y mejor?
"Y, si

restringimo.r
nuestrd capacidad a

estos
val.ores ai.rlado.r, cuando
"ellos

piden
ser referidos a la

fuente
y el orden del más alto grado,
441
Fundaci\363n Speiro

"¿no hemos disminuido su verdadera medida o empequeñecida, más
"que
dilatada,
la amplitud del espíritu humano que no tiene límites?
"Esta es

la conocida advertencia de San Agustín (cfr. Conf., 1, 1},
"que recorre

toda la historia ·de la espiritualidad
humana1 antes y
"después de él; la necesidad imustituible de Dios. No se trata de
ncalificar esta indigencia insaciable como

< metttfisicd'J>1 de la
''que no
quiere oír hablar

ni
il materialismo moderno, ni, por otras
"razones,

el idealismo inmanentista,·
sino que
se trata de reconocer
nuna natural y profunda exigencia del alma humana! abierta al in­
"finito, que

aspira a medirse
y, por lo mismo, a identificarse por el
"reconocimiento y

el amor con
aquel Dios, cuya impronta misterio.ta
"lleva
en

sí mismo.
La sustitución, aun en estos casos, que encontra­
,,mos
alguna vez en

hombres de gran talla intelectual
y moral, es
"abusiva. Abusiva

con relación a
Dios, que· pone

al frente de
su
"mensaje b!blico el

celoso
y primer mandamiento: «Yo soy

el Señor
"tu Dios.

No tendrás otro
ídolo delante

de
mi» (Ex.,

20, 3}. Es
"abusiva con

respecto al hombre, a
quien burla

con el fulgor de luces
"reflejas, o artificiales, privándolo

de la primera luz del misterio des­
"lumbrante de

Dios».
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del 19 de agosto de 1970 (texto italiano en
L'Os­
servaio,-e
Romano del

20 de agosto, texto caste­
llano: Ecc/esia núm. 1.506 del 29 de agosto).
Necesidad de contrastar nuestras miserias morales con el mis­
terio de Dios.
« ... el rito de la imposición de las cenizas sobre la cabeza de los 11miembros de la comunidad eclesial, ya sean ministros o fieles. Por
"sí
mismo habla: un lenguaje impresionante y rico

de significados
''sobre la
c&lucidad de nuestra vida, como

verdad irreversible,
que
"trastorna

nuestra
opinión habitual
e
ilusoria en to,-no a
su estabili­
,, dad; sobre

la conciencia despiadadamente
reaüsta, que
debemos
"fener de nuestras miserias morales, sobre la necesidad de contrastar
"esta nulidad de

nuestro ser
con el misterio" de
Dios,
que en esta
"vi!ión crudamente ob¡etiva, pero unilateral, de

nuestras condiciones
"fragilísimas
y culpables, nos aparece en m terribilidad abundante
"e inexorable;

sobre la
necesidad imperiosa
de vencer la desespera­
"ci6n, que parecerla ser

la fatal
conclusi6n de
nuestro desastroso ba­
"lance humano,

si no
noJ fuere ofrecida

una
salvación; una
salva­
"ción que

vemos ya
cercana y providencial: la penitencia. Una pala­
"bra
extremadamente

severa,
pero1 en el fondoi extremadamente con-
442
Fundaci\363n Speiro

"soladora, una palabra de fesús llama hoy a las puertas de nuestra
"conciencia:
< 5 )».
PAULO VI: Alocucióll en la audiencia general
del 11 de febrero de 1970
(texto italiano en L'Os­
servatore Romano
del 12 de febrero, texto en cas­
tellano: Ecclesia núm. 1.480 del 21 de febrero).
Necesidad de Dios, y materialismo y utilitarismo egoista de la
mentalidad moderna.
· «Nos interesamo.s ahora

por las desviaciones mayores
y más di­
''fundidas respecto
al nombre de Dios. En otra circunstancia, esco­
n giendo entre e1tas desviaciones, consideramos la primera, es decir;­
"es impo1ible conocer a Dios. Ahora escuchamos otra, aparentemente
"más trivial, pero no menos profunda y temible, que dice: es inútil
,,ocuparse de Dios.
"Es la tentación que empieza a actuar fácilmente; es decir, Je
''hace negaci6n,
y de inmediato tiene su aplicación: la renuncia a la
"búsqueda de

Dios, el abandono de la práctica religiosa
y la adr¡ui­
,,
sición

de una cierta
tranquilidad de

conciencia, tanto en orden
al
"problema especulativo en torno al fundamento firme de nuestra re-
11lación con Dios como en orden a lar consecuencias mora/,es que se
"derivan de

ella. Inútil, se dice, es plantearse
u'"n problema
religioso:
"o no admite solución, o·de

hecho no
importa que la tenga.

Se
vive
"lo
mismo;

por lo tanto, no
existe la
necesidad de
plantearse un pro­
"b/ema

tan difícil y, prácticamente,
superfluo. 11Constituye para muchos un axiama, que significa descubrimiento,
"liberación:
vla libre; ya

no
existe necesidad de

Dios.
"La mentalidad

moderna,
tota/,mente impregnada
de
racionalismo
"científico,
contenta

con los
resultados en
el campo de
los conoci­
mientos, que le

dan la
satis.facción, no
solamente de comprender lo
"que estudia,

sino de convertir su
saber en
obras
y obtener beneficios
,, de

sus conocimientos,
en el

gozo de
las conquistas
del propio estu­
" dio y áel propio trabajo, no pide otra cosa. De este modo, procla­
"mada la inutilidad de Dios, ella eifirma que se

vive
me;or, se _gana
"tiempo,
se

concentra la atención
y la actividad sobre cosas cuya
"realidad
se

mide, se resuelven
problemas que parecen ser los

únicos
"verdaderos e

interesantes, los económicos en primer lugar, después
"los sociale.11 los políticos, etc.,' por el hombre adulto y progre.1ivo
"se

rompen muchos
vinculas que parecen superfluos,

convencional-es,
1 ' supersticiosos, molestos. Sienten la tentación de citar ciertas expre-
443
Fundaci\363n Speiro

"!iones antiguas de los salmos: «Non eJt Deu1», no hay Dios _(Cfr.
"'Salm.,
13, 1; 521 1). · ·
"Sobre esta afirmación, bien sea especulativa o empírica, en torno
"a la

inutilidad de
Dio.s, y,. en con.secuencia, de la religión, de la fe1
"de la oración y hasta del contraste de la propia conciencia con una
"eventual
e

inexorable
exigencia de
ley
Divina1 se podría construir
"bajo múltiples figuras la

fisonomía
típica de muchísimas personas 11 de nue.stra época, que encontramos en el mundo en que vivimos, y
"hallamos dibujada en tantas páginas de la literatura moderna: el
"indiferentismo, el agnosticismo, el
pe.simismo, el irracionalismo, el
"anticlericalismo, el ateísmo, etc.,

de los
que está te¡ida la
psicología
"de muchos contemporáneo.s, se alimentan
fr~cuentemente de

esta mis­
"ma raíz de la presunta vanidad de

un categórico
y útil problema 11teológico: "Como veis,
de hecho, no

es es:a nuestra
posición." Nosoíros.
ios
"bautizados,
nosotro.s los

creyentes, nosotros,
e.specialmente los
mi­
"nistros de los
mi.sterios de

Dios, no
solamente no
admitimos la opi­
"nión, ni
siquiera la hipótesis de

la inutilidad del nombre de Dios
"en el contexto de la vida
humana, sino que .afirmamos lo contrario.
"Dios
es necesario. E.s el

Ser necesario, el
único necesario
en
Sí y
''necesario para nosotros, Es conveniente basar nuestro convencimien­
"to en este principio
capital. Lo que más vale, lo que más
nos urge
"es justamente

este
realísimo; bienaventurado nombre

de Dios.
"De este modo

se abre
./a ley. constitucional

del
univer.so: «Yo
"sor et Señor, tu Dios»

(Ex., 20, 2; 20, 7};
y así· suena nuestra
"s-oberana plegaria: « ... santificado sea· tu· nombre, venga a nosotros
"tu reino ... ». La lección dominante del Evangelio, al cual se ofrece
"nuestra existencia,

nos
advierte siempre

en
esto.s términos: «Bustad
"primeramente

el
reina de

Dios ..
;» (Mt., 6,. 33).
"Quizá alguno
ob¡ete: deber,

no utilidad.
PerO si
se analiza la
"intrínseca necesidad de este deber moral, libre
ciertamente, pero
"dimanante de

la exigencia constitucional
de nuestro
ser, se ve
que
"la

primera
y máxima utilidad coincide en nosotros con el primero
"Y máximo deber nuestro; y si incluso por este deber_ debiésemos per­
,, der todos nuestro.s biene.s y nuestra misma vida, nuestro cálculo no
"sería eqtiivocado; lo

dice
Jesús, el Maestro", mártir de.spués de sus
"palabras: «Quien ama

la
propia vida,
la perderá;
y quien desprecia
"la propia

vida en este
mund'o, la guarda para

la vida
eterntl'>> (Jn.,
"12, 25).

Si Dios es
para nosotfos la verdadera ráión por ta que
''nos
ha

sido
dada la

vida,
con.sagrar a

El pensamiento,
coraióiz, ac­
"ción, significa,· ademáJ de ·responder a nuestro fin esencial, comple­
"tdrnos a

nosotro1 mismos. Así
nos recuerda San Ignacio con

la
pri­
"mera
mediiación de· sus e;ercicioj e1piriiúales: «El hombre ha 1ido
444
Fundaci\363n Speiro

"creado ... »; y así nos respondía el niño de nuestra escuela de cate­
" cismo,

escuela de la suma sabiduría,. a la pregunta:
<<¿Para qué te
"ha creado

Dios?». Me ha
creado para
conocerlo, para
amarlo1 para
"servirlo en

esta vida;
y para gozarlo después eternamente en la otra.
"Pero la

tentación insistirá
«cui bono?», ¿para_ qué sirve Dios

en
"nuestra vida? Todos

nuestros
juicios se sqmeten a
la regla -del be­
"neficio inmediato y personal. Somos antt'opocéntricos ,-es decir1 a
"nosotros nos interesa más nuestro yo
que el

honor
y el servicio de
nDio.r; somos utititaristas, somos egoístas. Más que al ser y al deber
"ser
nosotros

cuidamos del
valor, es

decir, de la relación a la
utilidad,­
ny ·más aún,
en

la balanza de los
valores! de

las cosas
preciosas! nues­
"tros problemas,
nuestros

intereses, nuestros
placer~s aspiran

a
preva­
"lecer
sobre

el sumo bien, tan
inaséquible á· nuestra experiencia or­
"dinariai
el cual se

llama Dios.
"Más todavía, una frase de

Crisio
I gr4ve y dramática como una
"sentencia, nos

obliga
a ,reiisar ·el juego cie nuestra balanza: «¿De
"qué sirve, en

efecto, al hombre, el
gan"ar el mundQ entero,
si des­
"pués pierde

su
rJJma?» (Mt.,

16, 26). ¿Y cómo puede
el hombre
"ialvar .su alma? Hé aquí que la

tentación· sobre la inutilidad de
"Dios descubre su
engaño: el

grande, el
supremo problema

de
nues­
"trri ·salvación, ¿cóino
lo·

resolveremos olvidando lo
que 'la fe·

en
Dios;
"en
Cristo,

en el Espíritu
Sd:flto, noi enseña .-a este

respecto? Este in­
,, dispensable

bien, esta
úflica y verdadera utilidad solamente· de Dio's
"nos

puede llegar; de
Aquel que diée: «Yo soy

tu
salvación» (Salm:,
"34, 3).
ny si el nOmbre de Dios resplandece sobré nuestra Vida, obtendré­
"mos muchos y grandes beneficios. Su enunciación séría muy amplia
"y
muy lárga, ·si los quisiésemos solamente

mencionar. Desde los
rjtte
ntienen
lugar

en el campo del pensamien_to: Dios es la
luz, ébmo
"los que
tienen

lugar en el campo del obrar: Dios es el verdadero
"bien, Dios
es amorr y, finalmente, ¿cámo se mantiene una ética .rin
"Dios? E

incluso un
cristiaJJisfl/,01 totalmente orientado, en linea ho­
"rizontal, según la éxpresi6n moderna, es decir, sin Dios e incluso
"sin Cristo-Dios, orientado hacia

los demás, hacia los hombres, ¿c6mo
"se regirá

sin el flujo vertical del amor de Dios que desciende,
y
"sube de nuevo a Dios, y no se agotará y acaso no se pervertirá no
"pudiendo poseer ya este

maravilloso
nombre de
Dios
y1 por tanto,
"no pudiendo dar a

los demás con toda
autenticidad el

nombre de
"hermanos, es

decir, hijos del mismo
Padre-Dios?>>
PAULO VI.: Alorución en la audiencia general
del 29 de .julio de 197Q · (texto itali~no en L'Os­
servatore
Romano del 30, texto en castellano: Ec­
clesia núrri. 1.503 del S de ágosto).
Fundaci\363n Speiro

Dios no ha muerto; le han perdido tantos hombres de nuestro
tiempo.
«Y debemm buscar a Dios por otro motivo también: porque hoy 11Jos hombres tienden a no buscarlo ya. Se busca todo; pero no a
"Dios. Incluso se advierte el propósito como de
excl11irlo, de can­
n
celar su nombre y su memoria en todas las manifestaciones de la
"vida, del pensamiento, de la ciencia, de la actividad, de la wciedad,­
"debe todo ser laicizado no sólo para señalar al saber y a la acción del
"hombre
su campo
propio,
gobernado por sus principios específico,,
"sino para reivindicar para
el

hombre una
autonomía absoluta, una
"suficiencia satirferha sólo con limites humanos, y orgullosa de una
"libertad que se

ha vuelto ciega
para todo principio obligatorio1 orien­
"tador. Se busca todo,-pero no a Dio.r. Dios ha muerto, se dice,· no
"nos ocupemos
más de
él. Pero Dios no ha
muerto, .re ha

perdido;
"perdido para tanto, hombres

de
nuestro tiempo.
¿No valdrla la
"pena buscarlo?
"Todo
.se bu.sea; las

cosas nuevas
y las viejas, las dificiles y las
"inútiles, las buenas
y las malas; todo. Puede decirse que la b_úsqueda
"define la vida moderr,a. ¿Por qué no bu,car a

Dios? ¿No
e, El un
«Valor» que merezca- nueJtra búsqueda? ¿No e.s acaso una realidad
"que
exige un conocimiento· mejor que el

puramente nominal de uso
'' co"iente, mejor que el .supenticioso y fantástico de ciertas formas
"religiosas que ahora mismo debemos
rechazar por
falsas, o
purificar
"como
imperfectas;

mejor
que el que piensa
tener ya bastante infor­
"mación y olvida que Dio.s es

inefable,
que Dio! es mi.sterio, y que 11 conocer a Dios es para nosotros una razón de vida, de vida eterna?
"(Cfr.
¡o., 3}.»
PAULO VI: Alocuci6n en la audiencia general
del 25 de agosto (texto italiano en
L'Osservatore
Romano del 27 de agosto, texto en castellano:
Ecclesia núm. 1.507 del 5 de septiembre de 1970).
El tiempo para los paganos y para los cristianos.
«¿Qué es el tiempo? Lo, paganos dicen: es Saturno que devora
"a sus

hijos. Los
cri.stianos. dicen· que es una vigilia en espera de 11una venida final del Dueño, del divino remunerado1', del Esposo
"divino selectivo, del Hijo del Hombre
en su majestad

de juez.
Re~
"cordad las p_arábolas escato/ógicas de fesús, es decir, aquellas en
"las que
el Maestro ha repreJentado la

escena final de la
hfrturia
"humana:

la estación de llegada de la rueda del tiempo, la cual se
446
Fundaci\363n Speiro

"ha doblado de acuerdo con el mandato caprichoso, responsable, de­
,, cisivo de

nuestra
libertad individual.
"
"He aqui, pues, hallada la razón de este rito inaugural del iti­
"nerario de nuestra marcha cuare1ma/, hacia la Pascua; del realismo
"natural y despiadado de la muerte al realismo natural e inefable de
"la vida,

o
sea, de
la
sa/,vaci6n que Cristo,

muriendo
y resucitando1
"ha merecido para nosotro.r, y que nosotros debemos conseguir fe-
11/izmente en la escuela de la penitencia, de la oración, de la caridad,
"escuela a que la Iglesia nos invita ahora.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 7 de marzo de 1973 (O. R. de 8
de marzo de 1973; original italiano; traducción
de
Brclesia núm. 1.634 del 17 de marzo).
La dependencia que nos pide el orden divino no supone pér­
dida de
la libertad.
«Sentimos temor de estar JOmetidos a una teocracia anacrónica e
,, intolerable.
"En cambio, no nos debe Jer difícil ni ingrato revisar, a la luz
"meridiana de nuestra
fe, que la

dependencia que nos pide este or­
"denamiento teológico
y existencial, constituye la base de nuestro ser
"de hombres,

de cristianos, de
cat6licos, de
elegidos, para seguir a
"Cristo.
<
regnare est» (Servir a Dios es reinar): No se
"trata de

un
sencillo proverbio
ascético; e-s la síntesis de una meta­
"física religiosa, la

cual descubre
sil rectitud,
más
aún su felicidad,
"cuando, at igual que en la casa de Dios, a que hemos sido admitidos
"por caminos

de fe y de gracia,
experimentamos que este

servicio que
"queremos
realizar con

respecto a Dios
y con respecto a ló que nos
"conduce
a Dio.r no e.r e.rclavitud, no

es degradación, no es pérdida de
"la propia libertad, sino

más bien el empleo más noble de
e.rta liber­
"tad,
es

la
elevaci6n al nivel superior de la conqui.rta y del gozo de
''losValores .ruperiores de

la vida, esa
asociación en

el amor con
aquel
"Dios

que es Padre
y que se define Amor; y e.r seguithiento de Cristo,
"y participación en aquella comunión que define a la Iglesia.
"Es servicio,

ciertamente. Pero
í'fllé significado de grandeza real
"adquiere hoy

nuevamente
este, desprestigiado, y ahora rehabilitado 11término, si .re relaciona con la conciencia ideal de la vida y con la
"conciencia social de nuestra época! Se convierte en vocación. El hom-
447
Fundaci\363n Speiro

"bre tiene necesidad de servir a una causa por la que valga -la pena
"de dar esta

vida presente.»
PAULO VI: Alocución- en la audiencia general
del
2 de febrero de 1972; traducción de Ecclesia
núm. 1.579 del 12 de febrero.
Ell pecado en la condición de homhre y en la relación de éste
Con Dios.
«La Iglesia no deja jamás de hacer uso de esta te"ible pal.abra,
"que
afecta,
como
una herencia desgraciada! a
la misma naturaleza
"humana, declarándola herida por una desgracia

precedente, sin
cul­
"pa personal-,
sino

como
una desgracia
fatal; es el pecado original.
"Y que denuncia

después una responsabilidad personal, cuando el
"pecado es

consciente y deliberado. Es doctrina conocida por todos.
n Pero que hoy

todos,
víctima.r de una secularización
término de sí
"misma, tratan

de olvidar.
Otras veces hemos

hablado de ello ( cfr.
"Enseñanzas, 11,

1.171, etc.). No se habla
ya de
pecado, porque esta
"tristísima y
real-ísima condición

del hombre pecador implica la idea
"de Dios.

Implica la
idea de
la
.ofen1a hecha
a Dios. Implica
la ad-
11vertencia

de la rotura de la relación vivificante
y real con El; implica
"el conocimiento

de
un desorden

intolerable en el hombre
delin­
"cuente ,-~mplica
el terror de

la sanción aneja al pecado, la reproba­
" ción eterna, el

infierno; implica
fa necesidad absoluta de una sal­
"vación, más aún,
de

un
Salvador.»
PAULO VI: .Alocución en la audiencia general
del miércoles 17 de marzo de 1971 (traducción de
Ecclesia núm. 1.535 del 27).
El peci,do como ruptura moral del vínculo vital, objetivo del
hombre con Dios.
« ... no podemos eximirnos de mencionar un capítulo esencial de
"esta
historia de
la relación
obietiva y existencial

entre el hombre y
"Dios;
y este capítulo ampllsimo y tremendo tiene por título el pe­
" cado.

No se puede prescindir de este hecho
trágico, que parte

de la
"ruina inicial

del género
humano., y que tiene sus repercusiones en
"toda la

inmensá
y sucesiva serie de calamidade.r humanas y de nues­
"t'ras fatales responsabiUdadesi que
son

nuestros pecados personales,
"si se

quiere comprender algo de la
misi6n de
Cristo
y de la econo-
448
Fundaci\363n Speiro

nmía de salvación instituida por El, y si nosotros queremos participar 11de ella.
"No podemos
entrar en
el santuario orante
y sacramental de la
"liturgia, especialmente cuando celebra

no solamente el
recuerdo de 11la -narración evangélica de la pasión, la muerte y la resu"ección de
"Nuestro Señor, sino el

cumplimiento del misterio de la redención,
"en la cual, toda.

la
Humanidad está interesada, si
no tenemos pre­
" sente

la antítesis de este drama
1 que es justamente el pecado. El
"pecado es

el núcleo negativo de esta doctrina
y de esta cbnstante in­
"tervención
sa/.vífica, que

nos hace aclamar a Cristo liberador
y nos
"da conciencia

de nuestro destino, desgraciadísimo
antesi afortunadí­
,, .rimo de.rpué.r re.rpecto
al

misterio
pascua/., cuando

nos hemos
aso­
"
ciado

a
él ...
"
"Porque el pecado no e.r so/amen/e un defecto persona/. nue.rtro,
"sino

una ofensa interpersonal,
que procedente
de nuestra persona
"llega a Dio.r; no e.r solamente

una falta a una legalidad del orde­
"namiento
humano, una culpa hacia la

sociedad, o hacia nuestra ló­
"gica moral interior; es

una ruptura moral del vínculo vital, objetivo,
11 que no.r une a la fuente única y suprema de la vida, que es Dios.
"Con esta primera
fatal _consecuen~ia: que no.ro/ros, que somo.r ca­
"paces, en

virtud del don de la libertad,
que al
hombre «hace
.reme­
"jante

a
Dios' (cfr.

Par., 1, 105), de perpetrar
aquella ofensa, aque­
" /la ruptura, y con mucha facilidad, no somos capaces de repararla
"por

nuestros propios medios (cfr. fn., 15, 5). Somos capaces de
"perderno.r, no

de salvarnos;
y esto nos hace reflexionar hasta dónde
"llega nuestra responsabilidad. El acto se convierte en
e.rtado; un
"estado de

muerte, Es terrible. El pecado lleva consigo una maldi­
"ción, la cual, sería una condenaci6n irreparable, si

Dios
mi.rmo no
"partiese,
para socorrernos, una iniciativa,

reveladora de
.ru omnipo­
"tencia
en

la bondad
y en la misericordia. Y e.rto e.r maravilloso. Esta
"es la redención, la

liberación
suprema. Dice una estupenda
oración
"litúrgico-teológica:
«Oh Dios1 que manifestaste extratJrdinariamente
"tu
omnipotencia

con el perdón
y con la misericordia ... » (Collecta
"del domingo

décimo después de Pentecostés, en el misal antiguo).
"
"Recuperemos en nosotro.r la recta conciencia del pecado, no tt;­
}}mible,
no debilitadora, sino viril y cristiana. Crecerá la del bien en
"oposición

a la del mal. Crecerá el sentido de responsabilidad, pro­
" cedente de nuestro interior juicio moral, para extenderse al Sentido
,, de nuestros debere.r per.ronal-es, sociales y religiosos. Crecerá nuestra
"necesidad de

Cristo,
médico de nue.rtras mi.ferias, el

Redentor
y la
"víctima de nuestros males, el

Vencedor del pecado
y de la muerte,
449
Fundaci\363n Speiro

"el que ha hecho de sus dolores y de su cruz el precio de nuestro
"rescate
y de nuestra salvación.»
PAULÓ VI: Alocución en la audiencia general
del 8 de marzo de 1972 (O. R. de 9 de marzo
de 1972;
original italiano;

traducción de
Ecc/esia
núm. ·1.584 del 18 de marzo).
E~ pecado en la vida del hombre y su conciencia.
«.El pecado es uno de los temas principales de este periodo pe­
"nitencial, que aspira a identificar nuestros pecados, a expiarlos, a
"repararlos. Es un tema

-se
puedé decir-antipático,

como
.ron las
"enfermedades y las desgracias en la vida del hombre; pero tema
"inevitable, y muy importante, ya que de él depende nuestro ser cris­
"tiano y nuestro destino eterno. Tema inmensr,,, que se remonta, nadtf
"menos, que al primer hombrP, ·en el cual. se abre trágicamente el
"drama de la historia,
y del cual deriva, para todo hijo de Adán, por
"el camino de la generación, la
triste herencia
del
pecado original,
"con todos los trastorno.s psicológicos-morales de nuestra naturaleza;
"con la pérdida de nuestra amistad vital con Dios, y con la necesi­
" dad de

un renacimiento en la gracia del bautismo (cfr.
Juan, 3, 5). ,,
11 ¿Qué es el" pecado? Hablamos, ahora, no del "Pecado origina!1
"sino de aquel otro al que el catecismo llama actual. Y la dificultad
"del

hombre profano moderno
para· habiar
del
pecado nace
del hecho
,, de que en

el concepto de
pecado se
incluye una referencia a Dios;
"y_ Dios no debe ser Jª intervenir en el lengua;e1 ni siquiera en el
"pensamiento, en

la conciencia del hombre
secularize1do, como
quiere
"ier el

hijo de nuestro
tiempO-,- el cual, si hace, falta1 hablará de in­
"fracción·
del

orden ( ...
¿pero el mismo ord~n no exige también una
"referencia'
trascendente

a
Dios?), o_ bien

de-
culpa1 o incluso de
"libre
ejercicio de ·1as propias facultades, y aJí sucesivamente; _pero
"no
de

pecado,
que implicd un concepto

moral
1 unido por vía fi1.eta­
"fJsica
al primer Principio de todo, que es Dios. ,,
"Lo imporfant11imo .para comprender y para vivir el criJtianismo
"es
tener

el sentido
del pecado. Lo 'cual implica tener una visión lim­
npia
de la propia conciencid; surge aquí espontánea

la
recomendación
"pedagógica,· fitos6fica, ascética,

del «conócete a ti mismo»; es decir,
"de la

utilidad del examen de conciencia
1 de la búsqueda de la ho­
"nestidad interior (cfr. Mal.

15, 11}; por la
sensibilidad moral y
450
Fundaci\363n Speiro

"espiritual podremos hablar de la limpieza del alma ( cfr. Santa Ca-
11talina de Génova,-cfr. Dante: « ... Oh conciencia noble y limpia»,
nPug. 111, 8), de la higiene del espíritu. Existe quien terne que esta
"reflexión crítica sobre

sí mismo puede ser
causa de

debilidad
y de 11escrúp11los, mientras el efecto moral deberla ser el ppuesto, es decir,
"la franqueza viril, la sinceridad interior, la madurez del propio jui-
11 cio, la liberaci6n de las fáciles vilezas de quien más escucha las pre­
" siones del ambiente que el imperativo liberador de la conciencia
"(cfr. la
vida de Santo Tomás
Moro).»
PAULO VI: Alocución en la audiell.cia general
del miércoles 28 de marzo de 1973 (O. R. de 29
de marzo de 1973; original italiano; traducción
de Ecc/esia núm, 1.637 del 7 de abril).
El hombre y su neoosid,ad de Dios para su salvación.
< "
"Nos habla ... de nuestra suerte inexorable de criaturas mortales como
"hijos del tiempo
y herederos de la condena engendrada por el pe­
"cado, y nOs dice a la vez nuestra trágica condición de seres inmor­
"tales, responsables

por toda la
eternidad ante
el Dios vivo
y por
""nosotros perdido,

ansiosos de
El e incapaces de llegar a

El con
1111es­
"tras fuerzas exhaustas
y consumadas en falaces esperanzas. Dice la
"desesperación del

hombre
que confía
en sí mismo. Dice la
filosofía
"de
la nada, propia dé nuestro

existencialismo, cuando se ha
separa­
,,
do

de la fuente
viva de Cristo,' y nos obliga, con lúgubre silencio
"qtte pronto

lo
acaba, a

invocar
misericordia y salvación. De aqttl
"parte

el itinerario hacia la redención,
hacia el

misterio pascual».
PAULO VI: En la audiencia general del miérco­
les 19 de febrero (texto italiano en
L'Osservatore
Romano del 20 de febrero de 1969; texto en
castellano:
Be-de.ria núm. 1.430, sábado 1 de mar­
zo de 1969).
Necesidad del hombre de :redención que no puede alcanzar
por sus
solas fuerzas.
« ... el hombre tiene necesidad· de redención. Decir esto y decir la
"suma de la filosofía del hombre
y de la teología de la vida es la
"misma cosa.

El ho·mbre
tiene necesidad
de
redención,-lo que signi-
451
Fundaci\363n Speiro

"fica no solamente que carece de un complemento para su perfecci6n y
"su felicidad, sino que tiene necesidad de una reparación, de .una libera­
"ción1
de
una regeneración. Tiene necesidad de una curación, de una
"recuperación, de

una rehabilitación.
Tiene necesidad
de un perdón.
"Necesidad de

volver a ser hombre; de
conquistar nuevamente
su digni­
"dad, su

verdadera personalidad. Y después volverá a tener
paz, alegría,
"deseo

.rano de vivir 1 esperanza. Después recuperará nuevamente la vi­
" síón

clara del mundo; de los hombres, de la hís!oria, de la muerte, del
"más allá.

Pero ahora, por sí mismo, el destino humano se encuentra
"en una

condición imperfecta, desgraciada.
1Los -mismos esfuerzos que
"el
hombre

hace para dar
tiormalídad, forma1 progreso, conciencia
"a su

vida, terminan por denunciar
más claramente
el estado de in­
,, suficiencia y de degradación en que se encuentra. Y, si no. bastase
"la complicada experiencia

humana para demostrar
que en
el con­
"junto de

nuestros destinos existe
al-go que
radicalmente no marcha,
"la palabra

del Señor, ilustrada por. la enseñanza de la Iglesia, nos
'' convence que nos encontramos en la necesidad de una redención,
"de
una salvación.
"
" ... otro pensamiento, complementario del primero, nos hace re­
"flexionar Jobre
la impo,ibilidad de /a, fuerza, humana, para procr1-
"rarse la redención de la que ·et hombre tiene necesidad. Necesidad
"y autónoma imposibilidad de redención es el doble convencimiento
"con el

que nos debemos acercar a la
celebraci6n de
los ritos
litúr­
,, gicos,
los

cuales evocan de nuevo e interiormente renuevan el mis­
"terio pascual.

Este sentido de imposibilidad es también
indispenSa­
"ble

en la economía de nuestra pedagogía religiosa, de nuestra men­
''talidad
cristiana. ,,
,, Se relaciona esta doctrina con la naturaleza del pecado y de sus
"consecuencias:

la rotura de las relaciones con Dios, que es justa­
"mente el pecado, comparable a la rotura del cable de un teleférico,
"o a la rotura

de
un cristal, ¿quién la puede reparar

por sí mismo?
"A un muerto

( porque respecto a
la relación

con la vida de Dios
"así es

un hombre en estado de pecado mortal), ¿quién puede decirle
"estas inverosímiles palabras: «Yo vendré
y lo curaré»? (Mt., 81 7;
cfr. Hebr., 10, 6-7 ).»
452
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles
7 de abril de 1971 (traducción de
Ecclesia núm. 1.)37 del 17).
Fundaci\363n Speiro

La existencia del hombre y el significado de la penitencia en
la relación con Dios.
«El rito de la imposición de la ceniza es un rito de penitencia,
"que en la liturgia actual conduce el pensamiento de los fieles a una
"doble

consideración: 1) La
fragilidad extremadamente efímera de
"la vida presente, con la consiguiente clasificación de Jos verdaderos
"valores a que debe tender el empleo de nuestras fuerzas en el fugaz
"y precioso espacio de tiempo que se nos_ ha concedido para obrar
"bien: Antes de la disolución en la.r cenizas. de la muerte, nuestra
"existencia debe tratar de conquistar aquellos títulos no vanos y no
,, caducos, es decir, los méritos ante Dios, que le garanticen una con­
" dición

feliz en la supervivencia
futura, desengañándola de

poner
.rti
,, corazón en la djanosa y pecaminosa búsqueda, como si fuese la úni­
n ca y suprema, de aquellos bienes que el tiempo seductor ofrece y
"devora,
"Es una meditación muy severa y realista sobre el nihilismo de 11la vida temporal al que la muerte nos condena a todos. Es una sa­
"cudida psicológica y moral

de gran eficacia; no nos desagrade hacer
"s11 sincera, humillante, pero beneficiosa experiencia. Dado que nos
"encontrarnos absorbidos y encantados por el actualismo, el activis­
"mo, el

hedonismo de la vida moderna, debemos estimar la antigua
"y austera llamada

que la liturgia de la Iglesia nos dirige hoy, como
"a personas qué deben

despertar de
un adormecimiento
funesto a
una
"claridad
de

juicio sobre el verdadero concepto de nuestra
existencia,
"sobre

la
que pesa

inexorablemente el misterio del fin temporal
y el
"misterio del

destino
futuro.
"La otra consideración, sobre la que la pedagogía litúrgica in­
,, sistirá

más ampliamente, es la de la penitencia, la cual también
"exige una

meditación
más extensa; y el porqué es cla,-o. Penitencia
"quiere decir reforma, quiere

decir expiación;
réfo,-ma y expiación, 11 que suponen alteradas nuestras relaciones con Dios; suponen un 11 desorden fatal entre Dios y nosotros; suponen la rotura del lazo de
"unión de

nuestra vida
y de su destino con la fuente de la Vida ver­
"dadera, que

es Dios; rotura que se
llama pecado,
la
desgrac/a más
"grave que puede

sobrevenir
al hombre, porque produce su muerte
"eterna, diferida ahora, pero
ya de
suyo _decretada; y también, porque
11 el hombre por sus propias fuerzas no podía remediar ruina tan gran­
" de.

El hombre, por si, es
capaz de
perderse, no de
salvarse. La pe­
"nitencia se refiere
al pecado; y el pecado a la separación del Dios
"vivo. También éste es
un tema muy

grave, que debe mantener
siem­
"pre
intranquilos

a_ nuestros espíritus, especialmente durante el
próxi-
453
Fundaci\363n Speiro

"mo período cuaresmal, justamente orientado a la reparaci6n de esta
"desventura,
que es el

_pecado;
y la búsqueda nos conduce a la sublime
"y extraordinaria fortuna, realizada por Cristo, de nuestra salvación, 11es decir, al miJterio pascual.
"La Pascua es la Redenci6n llevada a cabo por Cristo, y para nos­
" otros

es la vida.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del 16 de febrero de 1972 (O.
R. de 17 de fe­
brero de 1972; original italiano, traducción de
Ecclesia, núm. 1.'581 del 26 de febrero).
La abnegación, la renuncia, la penitencia, formas de fortaleza
personal.
«Jesús predica la abnegación, la renuncia que su discípulo debe
"hacer de

sí mismo.
·No solamente
-comenta San Gregario- la
"renuncia a las propias cosas .exteriores
1 sino también la renuncia a
"la propia

autonom/a
interior (Hom.

32 en. Ev. P. L. 76, 232), cuan­
,, do ésta rehúye

la
obediencia debida a Dios y se encie"a en el propio
"egoísmo, y cuando .re convierte en ídolo de .rí mi.rmo. Y es más dura
"la abnegación

de .rí,
que la
lucha por la exaltación de
sí mismo.
"Pero
es

también
má.r feliz:
recordemos el discurso
de las bienaven­
"turanzas. Esta es la penitencia, éste es el Evangelio.
"
" ... la abnegación cristiana1 la mortificación, la penitencia, no son
"formas de
debilidad, no

son' «complejos de inferioridad», sino que,
"brotadas de
la gracia

y del esfuerzo de
la voluntad,
son
·más bien
"formas

de
fortaleza personal.
Ellas nos educan
para la valoración
'~trascendente de

nuestro
obrar: «Si

no hacéis penitencia -dice el
"Señor-, todos

vosotros ... pereceréis» (Lttc. 13,
5 ).

Por el hecho de
"ser pecadores,

somos deudores de cierta expiación. Y después
nos
"alientan
al dominio de

nosotros
mismos,-dan unidad y equilibrio a
"nuestras
facultades,-hacen qu'e prevalezca

el espíritu sobre la
carne1
"la razón sobre la fantasía, la _voluntad sobre los instintos,' producen
"en nuestro
ser una exigencia de plenitud
y de perfecci6n, que a vece.r
"podemos llamar santidad.

Donde hay rigor, hay vigor.
"
" ... qué figura de hombre resulta de la disciplina de la ascética
"cristiana: Resulta el hombre verdadero, el hombre fuerte, el hombre
454
Fundaci\363n Speiro

"libre, e/ hombre discípulo de Cristo, el hombre ,¡ue actlÍa en virtud
"de su Espíritu.>>
PAULO VI: Homilía durante la estación cuares­
mal en la Iglesia de Santa Sabina (7 de marzo
de 1973); (O. R. del 9 de marzo de 1973; ori­
ginal italiano; traducción de E~clesia núm. 1.635
del 24 de marzo).
Conversión, penitencia y ex-amen en hu-sea-del "hombre nuevo".
«E.rta palabra «conversión» merece por parte de todos una re­
"flexión especial, Los exégetas nos dirán que, en nuestro ca.ro -es
"decir, en el lenguaje bíblico, traspasado al lenguaje litúrgico-, el
ntérmino «cof11!ersión» está en estrecho parentesco, casi de sinonimia
"con otros dos, que 10n: la penitencia (en griego, metanoia) y la 11iwientación nueva (en griego, epistrofé). De este modo inaugura
"Jesús s11 predicación según el evangelista San Marcos. Dijo El: «Se
"ha
cumplido

el tiempo,
y el reino de Dios está próximo: haced pe­
"nitencia (

es decir, convertíos)
y creed en el Evangelio ( en la Buena 11Nueva)». ,,
n Podemos contentarnos ahora con traducir, en términos prácti­
" cos, esta austera pa/.abra «conversión»,

llamándola reforma interior.
11Somos llamados a e,sta refornia, la cual nos hace comprender inm_e­
"diatamente muchas
cosas. La primera concierne al análisis interior
''de nuestro

espíritu;
sí, a una especie de

psicoanálisis religioso
y 11moral. Debemos replegarnos sobre nosotros· mismos para examinar 11 cuál es la verdadera direción principal de nuestra vida; es decir,
"cuál
es
el móvil habitual
y predominante de nuestra forma de pen­
,, sar y de actuar1 cuál es nuestra razón de vivir, cuál el estilo moral de
"nuestra personalidad;

¿Podemos llamarnos hombres honestos? ¿Cris­
"tianos coherentes y fieles? ¿Está orientado hacia la justa meta el
"timón de nuestra
ruta? O
bien, ¿necesita
ser rectificada su direc­
"ción?
Esta

es la conversión primera,
y nadie se atreverá a contestar
"la oportunidad

de semejante afirmación. También a este respecto la
"vida profana sirve de modelo para la vida espiritual: ¿No hacemos
"los balances anuaJes de

nuestras administraciones.económicas? ¿Cómo
"van nuestros negocios? ¿Y los negocios de la vida religiosa
y moral?
"La discipline: cuaresmal, especialmente si

está corroborada por
los 11 así llamados «ejercicios espirituales», ¿no está totalmente. orientada
"a comprobar

la
rectitud fundamental
de nuestro
vivir?
"
,, Además, este es!udio sobre nosotros mismos nos pondrá en dis-
455
Fundaci\363n Speiro

"posición de descubrir la maraña de nuestra psicología operativa;
"quizá
encontraremos pecados 01 al menos, debilidadeI q11e tendrán
"necesidad de penitencia1 de reforma profunda. Veremos, por ejem­
"plo, que ciertoI caractere.s relevantes

de nuestra
perionalidad, con
"frec11encia, dejan

mucho
que. de.sear ,· especialmente

cuando
nuestras
"pa.siones no.s dan
el gu.sto de

operar
y, por ello, la ilusión de ser
"libres, mientras somoI
víctimas de

nosotros mismos, es decir, ener­
,, gías instintivas,

ciegas
y jamás dignas de un hombre perfecto, y
"mucho menos de un discípulo de Cristo; así veremos finalmente la
"enorme influencia
que tiene
sobre
la libre y razonable opción de
"nuestras ideas y el gobierno personal de nuestras acciones, el am­
"biente
exterior en
el
que vivimos. ¡Cuántas crisis,
eipecialmente ju­
"veniles, disimuladas

bajo el estandarte de la emancipación, son
muy
"otra
cosa que libres;

momentos
interiores, por
el
contrario, de
con­
"formismo y, a vece.s, de vileza hacia el predominio de la moda, del
"interés
y de
la
fuerza!
"
"La converJión, a la que nos invita la actual revisión preparatoria
"para la Pascua, nos

ofrece la ocasión
1 y al mismo tiempo los medios
"necesarios para

ello, de
una «psicoterapia>> renovadora.

También
"de la

arcilla del «hombre viejo»,
que somos,
especialmente si
es­
,,tamos abandonados
al juego corrompido de nuestro ser caduco, pue­
"de
surgir,

siguiendo el ejemplo
y con el auxilio de Cristo, muerto
"y resucitado por nosotros, «el hombre nuevo», predestinado a un
"destino feliz y eterno. Lo auguramos para todos con nuestra ben­
,, dición

apostólica.»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del
miércoles 21
de marzo de 1973 (O. R. de 22
de marzo de 1973; original italiano, traducción
de
Ecclesia núm. 1.636 del 31 de marzo).
¿ Cómo se busca a Dios? Necesidad de la razón y de la fe
complementándose.
«¿Cómo

se busca a Dios_?
La pregunta causa vértigo. Pero haga­
"mos inmediatamente un esfuerzo
para
ca/,marnos, es
decir, para dis­
"poner nuestro espíritu para el

empleo ordenado
y eficiente de las
"propias facultades, a fin

de probar
su capacidad en

este
acto extre­
"madamente

comprometido de la
búsqueda de

Dios.
"
"Cuando hacemos esta tentativa de preguntarnos la razón, el sig­
"nificado1 el

valor de esta multiforme
y cómoda .experiencia, en
456
Fundaci\363n Speiro

11seguida nos sentimos invadidoJ por una Babel de ideas y de nombreJ,'
"la
racionalidad

filosófica
e, tan rica y tan confusa, que muchos hoy
"Je contentan

con ordenar históricamente
Jas expresiones
del
pen­
"
samiento humano, de

engarzarlas, como
máximo, con un hilo
de
nprocew mental; la

historia del pensamiento suple la
val-oraci6n ra­
"cional-
y real del pensamiento mismo. Y, si de.spués, a su vez, com­
"prometemos el pensamiento en la explotación de Jo
que llamamos
"real1 nos reducimos, con sen.saetón justificada de éxito, a la racio­
"nalida:d
científica. La. ciencia nos da un doble dominio: el de un
"conocimiento .seguro de
lct.F
cosas, y el de iu empleo práctico, técnico,
"económico.

Conquista
grande, pflf'o no

suficiente,
para la insaciable
"aspiración
de

la razón,
la cual desea saber más. No
le
basta saber
"cómo son

las cosas; desearía conocer
sus causas.
Y
entonce.s llega­
"mos a

esta primera conclusión, a la cual, pensamos,
nadie debería
"oponer.se. Damos

a la razón
JU linea, JU movimiento natura/., su fuer­
"za,
su salud, su función plena y superior; y ella nos llevará a aquel
"conocimiento refle¡o de

Dios, del que habla San Pablo. Por
las
"cosas vi.sibles se

puede tener algún conocimiento, pero seguro
é.ste
"del

Dios
invisible (cfr.

Rom.); Jo
que nos crmfirma igualmente
el
"Concilio Vaticano I,
que reivindica

justamente
para la
razón huma­
"na Ja capacidad de

saber algo de Dios mediante el conocimiento de
"las cosas creadas

(Denz-Sch., 3.004).
nEn otros

términos. Es necesario
uJilizar bien
la
razón, es
necesa­
"rio devolverle un funcionamiento

lógico verdaderamente
normal 'J
"eficaz, es necesario darle confianza.
"No debemos

abusar caprichosamente de este don; de este ojo
"destinado a
conquistar la

verdad.
La razón tiene un papel

insustitui­
"ble en la religión. Tiene allí
un puesto

de honor,
un empleo
de alta
"graduación. Como

hombres, debemos sentirno.r
orgJillosos de
ella;
ncomo 'religiosos, prudente.r 'J humildes. ,La razón es un instrumento
"preciosisimo
y delicado1 pero válido y podero,sOJ y siempre proce­
"dente.
Dice muy bien el padre De Lubac: «;Que el hombre tenga,
"pues, la audacia de su propia razón ... Cualesquiera

que sean las si­
"nuosidades reco"idas por su pensamiento, al final debe saber re­
"montarse a la

Fuente, debe
saber alcanzar

el punto!» (Sur les Che­
"mins de
Dieu, p.

15 ).
"¿Adónde llegará nuestra
bú.squeda, conducida

con la pura
razón
"natural?
Llegará,

cietarmente, a
una cota

altísima, más
allá de
la
,, linea

del agnosticismo; pero la
meta sera más bien un deseo que
"una
satisfacción.

Su
esfuerzo será

más bien
una tentativa que una
,, conquista.

Se traducirá en una
expre.sióu muy conocida

en
las clases
"de religión,

El entendimiento busca la fe, es
decir, un conocimient-o,
,, que le

sea concedido mediante la revelación.
457
Fundaci\363n Speiro

"Entramos en -el orden gratuito de lo sobrenatural. < ':.se hace

maestro,
nadie puede conour a
Dios ... , era imposible apren­
,, der a

Dios
sin Dios;
mediante
su Verbo. El

enseña
a tos
hombres
"a conocer a Dios», así se

explica San lreneo
(Contra los
herejes,
"Rom., 4, 6, 4; 5, 1; P. G;, 7, 988), recordando las palabras de
"CrÍJto: «Nadie conoce al Padre

sino el Hijo,
y aquel al que el

Hijo
,, haya querido reVelarle» (

Mt.,. 11, 27);
«a Dios
nadie lo ve jamás;
"el Hijo

unigénito,
que está en el
seno del
Padre, lo manifestará>>
"(fn.,
1,

18). Santo Tomás comienza
su «Suma Teológica>> afirmando
"que
era

necesaria para la
sa/.vación humana una doctrina de

acuerdo
"con una

revelación divina por encima de las ciencias naturales
ex­
"ploradas
por

la·
razón humant:t>>. Cristo

es el Maestro, el revelador,
"la luz: <
mi palabra, dice El, seréis
verdaderamente
"mis
discípulos y conoceréiJ la verdad; y la verdad os hará libres»
"(In., 8, 31-32). ·
"De aquí la fe, y de aquí una sucesiva revisión, un acto reflejo
"de la

razón sobre
esta nueva y

superior ciencia de Dios; he
aquí
"la
teología:

«Fides
quaerens intellectum»,
según la célebre
expre­
"sión
de

San Anselmo de Aosta,
arzobispo de Canterbury. La fe tiene
"necesidad del

servicio de
la razón;

no
,la sofoca,

como
frecuente-
11mente

se dice;
no la sustituye (cfr.

Denz-Sch., nn. 2.751, 2.756,
"2.813}; sino
que la

asocia a la aceptación de la Palabra de
Dios,
"la
eleva y la

compromete en un trabajo más
arduo y jubiloso. Es­
,, cuchar, efl la

medida de lo
posible, comprender, explorar y expresar
"la revelación,

como
luz, como

principio lógico
y dialéctico de la
"má.r profunda y la má.r vital racionalidad: «Credo 111 intelligam».
11
La inteligencia es elevada a Juprema base favorerida por el concurso
"de todo

el hombre,
de sus
virtudes morales,
que hacen posible pasar
"de
la

fase especulativa del pensamiento a la fase vital: hacer de la
nverdad divina un principio

de vida humano-divina.
< "en la

verdad si no es por
caridad, escribe

San Agustín» (Contra
"Fausto, 41,

32, 18; P. L.
1 42, 507 ).»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del 2 de
$eptiembre. de
1970 (texto italiano de
L'Osservatore Romano de 3 de septiembre, texto
en castellano:
Ecc/esia núm. l.'.508 del 12 de sep­
tiembre).
La hús-queda de Dios: necesidad e ·insuficiencia de la razón
y posihilidad de fos milagros y del contacto místico.
«¿Qu_é significa encontrar? Significa saber con certeza, conocer
"como conocemos las cosas de este mundo, con evidencia, concreta­
"mente. ¿Podemos encontrar a
Dio! de

este modo? ¡Oh, el mundo
458
Fundaci\363n Speiro

11 de núestra conciencia es realmente muy complejo! Debemos estar
1
"dominados por la imposibilidad de encontrar a Dios como se en-
" cuentra

cualquier otra cosa: Dios no
seria ya el objeto de nuestra
"búsqueda si

El se pudiese encontrar bajo la forma concreta con
que
''nosotros

conocemos
las cosas;
no sería ya Dios, decimos, sería
ana
"cosa: <
se adapta convenientemente a
Dios>>, dí-ce
11Santo Tomás, «según nuestra manera de concebir las cosas existen­
"tes» (cfr.

Contra Gent., 1, 30). Debemos darnos cuenta de la
"dramática ambigüedad de

los nombres que atribuimos
a Dios:
por
11un lado, podemos afirmar por ejemplo: Dios es bueno, Dios es libre,
"Dios es padre por la bondad, la vitalidad, la paternidad que le son
"propias; pero·
al mismo tiempo debemos negar que El es bueno,
"vivo, padre bajo el mismo significado de los seres de los
que tene-
,, mos

conocimiento
ordinario, y que

llamamos con estos términos
"(ib.
y De Potentia, 7, 2, ad I y II).
" ... Merecería un largo

discurso sobre el conocimiento
así llamado
"analógico,

es
decir, verdadero,

pero no idéntico, que podemos
tener
"de

Dios (cfr.
S. Th. I, 13, 1}; así sobre el modo de afirmar la
11 divina realidad negando los límites, en los cuales se expresa todo 11
concepto nuestro

(Dios no es finito,
DiQf no
es corpór.eo, Dios no
"es mortal., etc., y la así llamada «vía remotionis», una afirmación
"incluye la realidad concebible

por nosotros y no excluye los limites
"de forma

inconcebible para nosotros);
así también
la «via excellen-
11tiae>>, el

modo de atribuir
en medida
sublime a Dios las
realidades
"positivas

conocidas
por nosotros:
Dios es sabio, es
decir, infinita-
11mente sabio,·

Dios es bueno, es
decir, infinitamente bueno,

etc. Por
"esto, cuando

pretendemos
encontrar a
Dios, lo vemos como si esca­
"para en su cielo

profundo de infinito
misterio, justamente
en el mo­
"mento en
que esperábamos

haberlo alcanzado: El permanece abso­
"lutamente trascendente, inefable, misterioso. No serla el verdadero
"Dios, el

que esperamos encontrar,
si no
fuese
así. Podemos
reconocer
"que El

existe
y los atributos que convienen

a su
soberana existencia;
"en cambio,

no podemos
conocer nada
adecuadamente de El. Y
sucede
"de
este

modo que nuestra
búsqueda no
encontrará
descanso,' es
una
"carrera que

no acaba jamás durante esta vida.
"¿Y entonces?

¿Hemos fracasado en nuestra búsqueda? ¿No lo
"encontraremos jamás?
"No, falta

todavía mucho por decir. Existe otro grado de bús­
" queda

y de conquista de Dios; es
más que
el conocimiento racional,
"es la

experiencia
espiritual. LA experiencia misma, la

experiencia
"vital. También ésta tiene una escala
propia} que

arranca de aquellos
"signos de la presencia
y de-la acción de Dios, que llamamos mila­
" gros.

Cosa extraña: por ningún
otro hecho
siente nuestro mundo
459
Fundaci\363n Speiro

"incrédulo tanta curiosidad como por el m:ilagro; solamente requiere
,,que sea verdadero, real. Pero .ri se presenta bajo estas características,
n¡a muchedumbre

corre. Son los milagros
lo.s que han

atraído el
"interé.s, la

confianza
y posteriormente la fe de las gentes, en la escena
"del Evaizgelio, hacia ¡esús. En

el fondo de toda alma existe
un deJeo
"de milagro,'
los

críticos modernos permanecen alerta
para impugnar 11s11 veracidad, su realidad; pero de hecho tienen miedo de él, lo cual
"es como un presagio;

las personas profanas .ron, en cambio, las
que
"más avidez
y curiosidad tienen por él,· los fiele.r, ciertamente, serían 11/elices viendo un milagro, pero saben que ésta es una forma excep­
,, cional y rarísima, que emplea el Señor para ponerse en contacto con
"nosotro.s (cfr.

Zsolt. Aradi,
Los Milagros,

Vita e
Pensiero, 1961).
"Normalmente el

Señor
quiere condrtcirnos a

El no por medio de
"estas experiencias maravillosas,
pero sensibles, sino por otros

ca­
"-minos, espirituales y morales, como, verbigracia, el de la fe, el del
"amor, el del ejemplo de los santos, de los que desprende una relación
"con Dios, el de la voz autorizada de la Iglesia. Sin embargo, debemos
"mencionar una forma,

acaso
menos rara
de lo
que se
podría creer,
"otro grado hacia el

contacto místico con Dios: es el de la
gracia
"celosamente

guardada en el alma; es la
manifestaci6n interior
de
"!esús prometida a aquél que lo ama de verdad; El ha dicho: «Yo
"mismo me
manifestaré a
El» (Jn.; 14, 21). Es aquella
«luz de
los
"corazones» que hace de la fe una luz, una seguridad; es la inspira­
"ción
del Espíritu Santo,
la
guía que
Dios,
en la
economía de la
"gracia, ejerce sobre las almas fieles, especialmente

sobre
aquellas
"consagradas
al silencio interior, a la oración, a la contemplación. Se
"trata de un don, o de un fruto del Esplritu (cfr. Gál., 5, 22; Efes.,
"5, 9) i de un carisma que derrama en el corazón un atractivo incon­
"fundible hacia el Ser Viviente y Presente de Dios.»
PAULO VI: Alocución en la ·audiencia general
del 9 de septiembre de 1970 (texto italiano en
Z:Osservatore Romano del 10 de septiembre, texto
en castellano:
Ecclesia núm. 1.509 del 19 de sep­
tiembre).
Dehilitáción del sentido religioso y dificultad para hablar con
Dios.
«Advertimos la
enorme y gran

dificultad
que hoy la

gente en­
" cuentra e~ el hablar con Dios. El sentido religioso hoy parece ha­
"ber-se debilitado, apagado, desvanecido. Por lo menos así parece.
460
Fundaci\363n Speiro

"Llamad como queráis a este fenómeno: desmitización, secularización,
"racionalismo,
anto.ruficiencia,, ateí.rmo, antiteísmo,

materialismo ... ,
"pero el

hecho es
grave, sumamente
complejo,
aunque en
la
práctica
"se
presente

como tan
sencillo, e
invade
la.r ma.ras, encuentra

propa­
,, ganda y adhesión en la cultuva y en las costumbres, llega a tod'tlS
"partes,
como

si
fuera una conquista del

pensamiento
y del progreso,'
"parece caracterizar
la

época nueva, sin religión, sin f_e, sin Dios,
"como si

la Humanidad se hubiera emancipado de una
condici6n
"superflua
y ofensiva (cfr. Gaudium et Spes, n. 7).
"Esto no puede ser,

vo1otros lo sabéis; tal
vez recordáis -para
"decirlo

con
una comparación--la
parábola del «hilo
que viene de
"Jo alto»

de /oergensen,
aquel hilo que sostiene
toda la trama de la
"vida, roto

el
cual. toda
la vida
Je desorganiza y decae, _Pierde su
"verdadero 1ignificado, JU estupendo valor; este hilo es nuestra rela­
"ción con

Dios, es la religión. Esta nos sostiene
y nos hace experi­
"mentar

en
una gama riquísima

de sentimientos, la maravilla de la
"existencia, la alegría y la responsabilidad de vivir. Estamos segurí­
"1imos de

esto.
Nuntro ministerio
está
esencia/,men!e comprometido
"en ello, y sufre observandn cómo nuestra generación siente fatiga
"cuando se

trata de conservar
y alimentar este sentido religioso1 su­
"blime
e indiipensable.»
PAULO VI: En la audiencia general del 27 de
agosto de 1969 (texto italiano en L'Ouervat_ore
Románo
del 28; texto en castellano: Ecclesia hú­
mero 1.456, del 6 de septiembre).
Las dificultades para la oración del. mundo de hoy.
« ... debemos admitir que el mundo de hoy no reza con gusto,
"no reza

fácilmente; de
ordiflario no

busca la
oración, no
la degusta,
"frecuentemente no la
quiere. Haced

por vuestra propia cuenta el
11 análisis de las dificultadeJ que hoy tratan de eliminar la oración. 11 La incapacidad: Donde no ha llegado una cierta instrucción religio-
11 sa eJ muy difícil que una oración pueda de suyo formularse: El
"hombre, el

muchacho, permanece mudo
an:e el
misterio de Dios.
"Y donde

la creencia en Dios ha sido declarada vana, superflua,
per­
" judicial, ¿qué otras
voces

sustituyen
a la
oración? Y tras las insisten­
"tes lecciones

contra la
espiritua/,idad, tanto
la na:ural como la edu­
"cada por

la fe, lecciones de
naturalismo, de-secularismo, de paga­
"niimo,
de

hedonismo, es decir, lecciones
que benefician
la deseada
"aridez religiosa, de las que una parte muy importante de la pedago-
11 gía moderna ha salpicado el alma de las muchedumbres} saturadas
461
Fundaci\363n Speiro

nde materialismo, ¿cómo puede florecer en los corazones la poesía
n de la oración?
" '~D~s difÍcuÍtades le será~ hoy típicamente contrarias,' ;na de
"índole
psicológica procedente
de la abundancia,
fantástica; profana
"y desgraciadamente con mucha frecuencia saturada de sensualidad
"y de libertinaje, profusión de imágenes sensibles, de las que los
"modernos
y por si maravillo:ros instrumentos de comunicación social 11llenan la psicología social,-el ámbito de la experiencia sensible no 11es,. por sí¡ idóneo·para la vida religiosa; puede servir de antecámara,
"si
está sabiamente unida a

la destinada a la
vida del espíritu y a la
"reverencia de lo
sagrado. La otra dificultad es el orgullo del hombre 11 que ha avanzado por los caminos de la ciencia y de la técnica, cier­
"tamente maravillosas,
pero

también cargadas de la ilusión de la
"autosuficiencia. La oración, verdaderamente, es un acto de humil­
"dad, que exige

una sabiduría
superior, pero fácil

de encontrar
su
"lógica

justificación
y su magnífica apología (cfr. S. Th., II-II, 82 m.
"3
and 3).»
PAULO VI: A.locución en la audiencia general
del miércoles 14 de febrero de 1973 (O. R. de
15 de febrero de 1973; original italiano; traduc­
ción de EccleJia núm. 1.631 del 24 de febrero).
La oración como encuentro y diálogo con Dios-.
< " diatamente vemos que la

oración depende del
sentido de presencia
"de
Dios, que tonseguimos

representar en nuestro
espíritu, bien
por
"la contemplación

de la
naturaleza, bien
por una cierta elaboración
,, conceptual-, bien

por un acto de fe: nuestra actitud es como la de
nun ciego

que no ve, pero
que sabe
tiene
ante sí a un Ser real, per­
"sonal., infinito,

vivo,
que obsérva, escucha y ama al que ora.
"
"Entonces se inicia la conversación. Un O ro está c:quí, y es e
"Otro es

Dios. Si
faltase la advertencia de que Uno, es decir,

de
que
"El, Dios
1 está en cierta medida en comunicati6n con el hombre que
"ora,
éste

se
perdería en un _monólogo,

no
tejerla un diálogo,·

no se
"trataría para él

de
un verdadero acto ·religioso, que exige que sea
"entre dos, entre

el hombre
y Dios, sino de un monólogo, bello
'~acaso, superlativo

a veces, como
un supremo esfuerzo de
volar
hada
"un
cielo

opaco
y sin límites, pero que clama y1 en este caso, llora
mcon · frecuencia en

el
vado.
"
462
Fundaci\363n Speiro

1'No e.r asi para nosotros, que sabemos que la oración, es decir,
"el encuentro
con

Dios, es
una com:micación posible y au,éntica.
"Ponemos
esta afirmación entre las certezas

indiscutibles de nuestra
"concepción de la verdad, de
la reaüdád en que vivimos.

En términos
11 sencillos: La religión es posible; y la oración es, por excelencia, 11n
"acto de religión (cfr. S. Th., 11-11, 3). Hemos hablado de ello en
"otra ocasión, hasta sacando la condu.rión de ·que existe

no
un Dios
"ausente e

insensible, sino
un Dios
providenci"at,
un Dios que cuida
"de
nosotros, un Dios que nos ama (cfr.

l,
/uan, 4,
10)
y que, sobre
"todo, espera de

nosotros ser
amado (

cfr.
Deut., 6, 5; Mat., 22, 37 ).»
PAULO VI: Alocución. en la audiencia general
del miércoles 14 de febrero de 1973 (O. R. de
15 de febrero de 1973; original italiam;i; traduc­
ción

de
E,desia núm. 1.631 del 24 de febrero).
Nuesta:a comunicación con Dioe ¿Qué es la gracia?
« .... debemos. recordar que nuestra verdadera, vital, indispensable, 11 comunicación con Dios no e_s solamente la comunicación natural,
"conseguida

con nuestros esfuerzos
racional.es o sentimental-es, sino
"que
es

la establecida por
Jesucristo, justamente la

del orden sobre­
"natural, el

orden de la
gracia.
"¿Y qué
es

la
gracia?
"
" ... es una intervención de su Amor, del Espíritu en el libre mo­
"vimiento de nuestro

ánimo-;
más aún misteriosamente

lo previene
"y lo suscita, sin descargarlo de su responsabilidad ( cfr. Denz. Sch.,
"I.541).
"Es una cualidad del alma la gracia creada, infundida por Dios­
" Amor,

el
Espíritu Santo, gracia increada;
es
la causa formal; inma­
·11nente
de

nuestra justificación· (confróntCse S. Th., 1-11, 113, 8),· es
"nuestra elevación a ta dignidad y a la existencia, aunque hombres
"de este mundo,

de hijos
adoptivos de Diosi" de hermanos de Cristo,
"de

tabernáculos del
Esplritu Santo;
es Dios
que vive en nosotros; 11es el contacto vivo con la vida div"1a; es, por tanto, nuestra unión
"con la
sa/,vación en
esta
y en ta otra -vida. El estar o no estar· en
"gracia de

Dios es cuestión de vida o
muet·te. Jamás
habremos
va/.o­
"rado
suficientemente

la
gracia de
Dios,·
jamás habremos
en
vano
"gastado
estudio, e.rfuerzo, esperanza, a/,egría para tener

la gracia
"en la cúspide de nuestró espiritu. Es

absolutamente necesario vivir
"t>n gracia de Dios. ¿Vivimos asl?
"
463
Fundaci\363n Speiro

"Haremos bien si, ante la proximidad de la Cuaresma, fijamos
"nuestra consideración,

lo
cual puede
ser decisivo para nuestro des­
"tino1 en este problema de la-gracia. No nos resultará pesado recurrir
"a alguna sabia renuncia1 a cierta «higiene espiritual para recup_erar
"y defender en nosotros' el estado de gracia/ y nos resultará casi con­
"natural imprimir a nuestra vida un estilo moral firme y recto: ¿Puede
"ser débil,

ambiguo, versátil, libertino, uno
que vive

en
sí el
misterio
n de la presencia divina, que es la gracia?»
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 28 de febrero de 1973 (O.
R. de
1 de marzo de 1973; original italiano, traducción
de
Ecclesia miro. 1.633 del 10 de marzo).
Necesidad de renovación interior del hombre -"que de or­
dinario no se obtiene sino doblando la cabeza"-, que hoy
"siente una

profunda insatisfacción, exasperado por las
fal­
sas recetas de felicidad que le han exasperado".
<<. •• se necesita poner en evidencia el concepto esencial del Año
"Santo, que

es la renovación interior del hombre. Del hombre que
"piensa,
y pensando ha perdido la certeza en la Verdad; del hombre
"que trabaja, y trabajando se ha dado cuenta de no tener _ya bastante
"espacio para el

propio
coloquio personal;
del hombre
que goza y
"se divierte, y tanto disfruta de los medios que existen para su gozosa
"experiencia
que se
siente pronto anonadado
y desilusionado de ella.
"Es preciso rehacer al hombre desde dentro. Es lo que llama el Evan­
"gelio conversión,

penitencia,
metanoia. Es el proceso de autorrena­
n cimiento,- simple
como

un
acto de

lúcida
y amorosa conciencia, y
"complejo como un largo aprendizaje pedagógico reformador. E, un
nmomento
de

gracia,
que de

ordinario no se
obtiene1 sino doblando
"la cabeza.»
. . .. • . . . .
«Y pensamos no equivocarnos descubriendo en el hombre de
n hoy una profunda insatisfacción1 una infelicidad exasperada por las
"falsas
recetas

de
felicidad que lo

han intoxicado
1 un estupor por
"no saber gozar de

los
miles placeres que la

civilización
abundan.­
ntemente
le

ofrece.
O sea, tiene necesidad de una renovación inte­
"rior, como

el Concilio ha
de.reado. Pero! a

esta renovación personal,
"interior y1 además, en ciertos aspectos, exterior también, tiende pre­
"cisamen'!e
el
Año Santo.»
464
PAULO VI: Alocución en la audiencia general
del miércoles 9 de mayo de 1973 (O. R. de
10 mayo 1973; original italiano, traducción de
Ecclesia núm. 1.642 del 19 de mayo).
Fundaci\363n Speiro